Por Juan José Plaza

(Delegado de Misiones)

 

 

El  Domund de 2015, que celebramos  el 18 de Octubre, fecha tan  cercana a la fiesta de Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre,  y en el año jubilar del V centenario de su nacimiento, era obligado el hacer referencia a Santa Teresa, verdadera misionera Jesús.

Ya en su infancia, como una premonición de lo que habría de ser su vida y su ardor misionero,  la descubrimos, junto con hermano Rodrigo, escapándose de casa para ir a dar testimonio de su fe y amor a Cristo en tierra de moros.

Más tarde, en el Carmelo, es  grande su solicitud por las almas que se pierden por no conocer ni seguir a Cristo. El detonante, que hace remover desde lo más profundo del alma su ser misionero, es el sermón de un franciscano, venido de las Indias. Escuchemos los que nos dice  de todo ello la Santa:

 “A los cuatro años ( de la fundación del Carmelo de S. José), me parece era algo más, acertó a venirme a ver un fraile franciscano, llamado fray Alonso Maldonado, muy gran siervo de Dios y con los mismos deseos del bien de las almas que yo; pero él podía ponerlos por obra, por lo que le tuve mucha envidia. Este venía de las Indias, poco había. Comenzóme a contar de los muchos millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina, e hízonos un sermón y plática animándonos a la penitencia. Y cuando se  fue  quedé tan lastimada de la perdición de tantas almas, que no cabía en mí. Fuime a una ermita con muchas lágrimas; clamaba a Nuestro Señor, suplicándole diese medio cómo yo pudiese algo para ganar algún alma para su servicio, pues tantas llevaba el demonio, y que pudiese mi oración algo, ya que yo no era para más. Había gran envidia a los que podían por amor de Nuestro Señor emplearse en esto, aunque pasasen mil muertes. Y así me acaece que cuando en las vidas de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia, que todos los martirios que padecen (por ser ésta la inclinación que Nuestro Señor me ha dado), pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer” (Fundaciones 1,7).

Esta cita del libro de las fundaciones es claro testimonio del ardor misionero de Teresa, que intentará  llevar adelante con todos los medios a su alcance: por medio de su oración y la  de su monjas, por medio de sus fundaciones y también  poniendo todo su empeño en  en mandar misioneros a esas tierras donde tantas almas se perdían y ella, en persona, no podía ir a misionar.

Este ardor misionero lo contagia a un joven carmelita descalzo, el padre Jerónimo Gracián, que llegado a provincial,  atendiendo  los requerimientos de la Madre Teresa, manda desde Lisboa una  primera remesa de Frailes carmelitas al Congo de  Etiopía. Estos no pueden llegar a su destino, pues naufragan en medio del océano. Y a este envío le siguen otros a distintos lugares, Méjico, etc.

El padre Gracián, fiel discípulo de Teresa Misionera, escribe: “El más alto fin de la religiones más perfectas, como dice Santo Tomás,  es llevar almas para el cielo. Bien entendió la madre Teresa de Jesús ser esta la vocación de nuestra orden del Carmen de los descalzos: oración y celo de almas, no contradecir a nuestra regla,  el púlpito y las conversiones. Y quien quisiere ver este espíritu de la orden del Carmen de los descalzos, en todo punto y perfección, tratando con la madre Teresa de Jesús, hallará una oración tan alta como se colige de sus libros y un celo de almas tan encendido que mil veces suspiraba poder tener libertad, talentos y oficios, que tienen los hombres, para traer almas a Dios, predicando, confesando y convirtiendo a gentiles, hasta derramar la sangre por Cristo.   De aquí  nació criarnos a todos en esta vocación de ir a convertir gentiles”.

Que Santa teresa de Jesús nos contagie su ardor apostólico y nos conceda a todos ser  verdaderos discípulos y misioneros de Jesús, como lo fue ella.

Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

La Religión en  la Escuela como arma arrojadiza; los Acuerdos Internacionales con la Santa Sede como bandera discutida; la posibilidad de paso adelante en Cataluña para lograr la independencia; corrupción en familias conocidas de políticos históricos y en El Corte Inglés, pasando de todo lo anterior, ya es Navidad.

Me ha sorprendido ver en octubre espumillón, sin haberme comido aún los huesos de santo. Pero este año lo mismo es que todo se adelanta, con eso de que las elecciones le van a quitar el protagonismo hasta al sorteo de la lotería más importante del año. Tanto que el otro día, paseando por Madrid, me percaté de que ni siquiera había cola en la puerta del establecimiento de Doña Manolita, como si este año la gente pasara hasta de tener sueños.

Y para colmo llegan noticias de la OMS de que nuestro rico patrimonio gastronómico está en tela de juicio. No sé a qué podremos reducir este año el menú de la Nochebuena. No me extraña, por tanto, que la gente pierda la ilusión.

Pues no, la ilusión es como la esperanza, lo último que se debe perder. Nosotros, los que llevamos otro ritmo, los que nos movemos al ritmo de Cristo tenemos mucha esperanza que transmitir. Mucho que hacer y mucho que decir: en todos los ámbitos de la vida.

Todavía nos deben quedar ganas de transmitir la fe sea como sea y donde sea, pero sobre todo dando en el mundo testimonio alegre de que creemos en Jesús. Aún debemos ratificar nuestro derecho de que hay unas reglas que nos amparan, y que podemos manifestarnos como cristianos abiertamente en la sociedad.

El ciclo litúrgico pronto llegará a su fin, pero todavía tenemos mucho que celebrar antes de empezar a comernos los turrones, entre otras cosas que Dios es un Padre misericordioso. El papa quiere que no perdamos eso de vista. Será una oportunidad de mostrar a todo el mundo lo que verdaderamente merece la pena, dejando de un lado tantas trivialidades que nos apartan de lo realmente importante.

Por Odete Almeida

(Delegación de Pastoral del Sordo)

 

 

Recientemente tuvo lugar en Madrid la reunión nacional de responsables de la Pastoral del Sordo. Fue momento para hacer balance:  ¿cómo está la pastoral del Sordo en España? ¿Cómo podemos caminar hacía adelante en esta pastoral tan particular? Ciertamente, es una pastoral minoritaria, pero debemos recordar que Jesús anunció el evangelio a los pobres y pequeños, y de forma muy personal, como hizo con el sordomudo y con el ciego Bartimeo.

Uno de los balances que hemos hecho fue la presencia de la Pastoral del Sordo. Existe en 24 Diócesis con diferentes grados de organización y participación en la vida diocesana.

El número de personas sordas en el estado español se calcula en 1.100.000, con diferentes grados de sordera. Sin embargo, sólo 1.200 personas sordas y 52 personas sordo-ciegas, están en contacto con la Pastoral del Sordo.

Todos los que estamos involucrados en esta pastoral tenemos un sueño: que cada vez más sean las personas con discapacidad auditiva quienes tomen la iniciativa de evangelizar a los suyos con su testimonio personal y vivo de Dios que vino para todos, “para que todos tengan vida y la tengan en  abundancia” (Jn 10,10). 

La existencia de personas sordas en la sociedad cristiana presenta un gran reto para la Iglesia. San Pablo afirma que la fe viene por el oír (Rm 1, 17-18). ¿Quiere esto decir que la persona que carece de audición no puede recibir el don de la fe? La Iglesia sabe por su experiencia de siglos que el sordo es sujeto de fe en Jesucristo. Esta convicción está en la base de todo lo que se llama la Pastoral del Sordo.

Las personas que se proponen llevar a cabo la misión de Jesús: “Id y haced discípulos entre los habitantes de todas las naciones…” , lo hacen convencidas, no sólo del amor de Dios a los sordos, sino también de que éstos son capaces de saber que son amados por Dios y que a su vez pueden corresponder  a este amor, anunciándolo y compartiéndolo con los demás.

Por Jesús de las Heras

(sacerdote y periodista)

 

 

Recién concluido el Año Jubilar Teresiano del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, resulta evidente y necesario dar gracias  a Dios –volver a dar gracias, para ser más precisos- por el inmenso don de la santa, por su actualidad que permanece a lo largo de los siglos y, a la vez, constatar, satisfechos, agradecidos e interpelados, como tiene, sigue teniendo una atracción y una capacidad de convocatorias extraordinarias que hasta ella misma se halla también entre pucheros...

Bastaría trazar un recorrido por lo que este año teresiano ha deparado en nuestra Iglesia y en nuestra misma sociedad para comprobarlo.  Y todo, todo ello, como la breve crónica que de esta efeméride podemos hacer en nuestra diócesis y que ahora sigue, nos ha de llevar a preguntarnos el por qué, qué cuál es, suma, el secreto, la razón, la clave del éxito de esta mujer del siglo XVI.

 

Sigüenza-Guadalajara teresiana

Nuestra tierra e Iglesia local tiene la suerte de ser también tierra e Iglesia teresianas. Singularmente, lo es Pastrana, la villa ducal, donde en la década de los sesenta del siglo XVI, Teresa de Jesús, de mano, primero, y después, a pesar…, de la princesa de Éboli, dejó dos fundaciones: el carmelo descalzo femenino en el convento de San José y el naciente carmelo descalzo masculino en el convento de El Carmen, donde san Juan de la Cruz y otros frailes reformados hicieron el resto.

Pastrana ha sido, pues, epicentro de las celebraciones diocesanas de este quinto centenario. Pastrana pertenece a la red de ciudades teresianas que integran la llamada ruta “Huellas de Teresa”. Son los destinos de sus diecisiete fundaciones: Ávila, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos.

Pastrana acogió las celebraciones de apertura y de clausura del año teresiana con sendas y solemnes misas, el 15 de octubre, presididas por el obispo diocesano. Además, la villa ducal y teresiana, recibió el año con la apertura de su Museo de Tapices, en la colegiata-parroquia, y lo despidió con la apertura del Museo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, en el convento de El Carmen.

A finales del siglo XVI, tuvo lugar en Guadalajara, en el convento llamado popularmente desde entonces, “las carmelitas de arriba”, la fundación del carmelo descalzo de Nuestra Señora de las Vírgenes, trasladado hace cuarenta años a Iriépal. En 1615, hace, pues, cuatrocientos años se fundó en Guadalajara el carmelo descalzo de San José. Ambas iglesias han sido también templos jubilares durante este año y en ellas y en sus conventos anexos se han desarrollado distintas acciones e iniciativas conmemorativas. En ambos conventos el ayuntamiento capitalino ha dejado como recuerdo de la efeméride una placa conmemorativa.

Cuando se concede un año jubilar, la catedral –en nuestro caso, también la concatedral- son templos jubilares. Así ha sido también este año. Y de lo acontecido en la catedral de Sigüenza, subrayamos dos apuntes: la difusión y la popularización de dos vestigios teresianos del patrimonio catedralicio (una reliquia y un velo) y la restauración de una hermosa talla barroca del siglo XVII. Por su parte, la concatedral de Guadalajara acogió un concierto extraordinario de música, amén de otras convocatorias.

 

Y ¿cuál es, pues,  “secreto”, de Teresa?

El gran Fénix de los Ingenios, Félix Lope de Vega y Carpio, haciendo memoria de ella, de la no menos grande Teresa de Jesús, al evocar su muerte en el otoño de 1582, en Alba de Tormes (Salamanca), escribió “con asombro del profundo, Teresa ilustre mujer, nace en Alba para ser sol de España y luz de mundo”.

Adelantada a su tiempo, mujer de una pieza, cristiana cabal y admirable, mística y andariega, fémina e inquieta, Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila, quinientos años después, no ha pasado de moda y su ejemplo sigue siendo válido y necesario para los creyentes de hoy y de todos los tiempos como orgullo de lo mejor de nuestra tierra y de nuestra Iglesia, como fuente inagotable de virtud y crisol luminoso de verdadera sabiduría.

Pero, ¿cuál fue y sigue su secreto? Esta pregunta nos la formuló, recién llegados, este verano a Ávila la guía que iba a explicar los lugares teresianos. Cuando concluyó, volvió a preguntárnoslo. Y añadió: “¿Su belleza, su fama, sus obras…? La respuesta es que se fio totalmente de Dios”.

Y yo me pregunté a mi mismo, a continuación: ¿y cómo fue posible, cómo sabemos lo que Dios quiere de nosotros para fiarnos de Él? La respuesta está en la vida interior, en la oración, en la perseverancia fiel, tantas veces costosa, de saber descubrir y discernir su voluntad. La respuesta está en seguir afanándonos en bajar y subir el cubo por el brocal del pozo del agua viva de la oración. Su respuesta es tratar con Él de amistad, que sabemos nos ama, aun tratando tantas veces a solas. Dios nos sigue hablando; Dios no deja de emitirnos señales. “Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura y yéndolos mirando vestidos los dejó de su hermosura”.

Incluso, Dios habla en el silencio, ese silencio monacal y conventual tan querido por Teresa. Se trata, pues, de saber escuchar a Dios; de interpretar correcta y cristianamente sus señales y sus palabras, que son muchas veces renglones torcidos, donde un día comprobaremos que Él siempre escribe recto. Sus palabras no nos evitan a nosotros recorrer el camino: “Ahora te toca a ti”, parece decirnos tantas veces; “¡es tiempo de caminar!”. Dios nunca nos lo da todo hecho, ni mucho menos.

El secreto de santa Teresa fue y sigue siendo ser, en tiempos recios y no tan recios, amiga fuerte de Dios, una amistad que nacía y se nutría de la oración y que se concretaba en un amor apasionando por Jesucristo y en su sacratísima humanidad: desde la cuna (los niños Jesuses  de los carmelos descalzos, las castañuelas y la alegría ante el Belén) al sepulcro (Teresa de Jesús fue también Teresa de la Cruz, una cruz en su propio cuerpo tantas veces enfermo y en tantas tribulaciones interiores como las que hubo experimentar) y desde el sepulcro a la Pascua.

El secreto de Teresa de Jesús fue su amor y fidelidad a la Iglesia, en la que pudo morir como hija fiel.  El secreto de santa Teresa su humanidad repleta que según se divinizaba era más humana. El secreto de Teresa de Jesús fue su amor filial a María: la abadesa de sus conventos (sus “palomarcitos”), su madre (en la imagen de la Virgen de Caridad de Ávila) desde los 12 años.

El secreto de santa Teresa de Jesús fue Dios, Dios y su hermosura, el Dios inmutable y siempre amigo y cercano, el Dios de la misericordia y de las misericordias: el primado absoluto del Dios que nos ama absolutamente. El todo frente ante la nada de las cosas.

Por Sor. Mª de Cortes Astasio Lara

(Hija de la Caridad. Delegada de Pastoral Penitenciaria)

 

 

Un año más los voluntarios de Capellanía Católica, del Centro Penitenciario Madrid VII- Estremera, nos reuníamos el día 24  para conmemorar  la festividad de Nuestra Señora de la Merced. Como siempre llegamos antes de la hora prevista para la celebración de la Eucaristía, con la finalidad y el acierto de poder saludar a cada uno de los internos/@s. El llamarles por su nombre, el estrecharnos en un abrazo de gozo y alegría, llena de satisfacción y humanidad, lugares tan hostiles como son los Centros Penitenciarios; debemos saber aprovechar cada encuentro, porque son oportunidades únicas. Cada día, allí dentro está compuesto de diversas circunstancias cargadas de sufrimiento, soledad y desesperanza, todo tiempo que compartimos, acompañamos, acogemos y escuchamos, siempre resulta escaso.

También queremos compartir la Medalla de Bronce al Mérito Social Penitenciario, otorgada  por el Ministerio del Interior a través de su Secretaría General, a Capellanía Católica, por el reconocimiento de dos  compañeros voluntarios, Manuel Mesonero y Consuelo Hernández, su destacado compromiso y colaboración conjunta con la Institución Penitenciaria, en los programas de: primeros permisos, tabaquismo y educación para la salud PPS (formación a presos que están al cuidado de internos con riesgo de suicidio). Gracias a los dos por vuestra generosa entrega, y gracias al equipo directivo del Centro.

Continuemos con ilusión esta Pastoral, y hagamos realidad las palabras de SS el Papa Francisco “Abramos nuestros ojos para mirar las miserias del mundo, las heridas de tantos hermanos y hermanas privados de la dignidad, y sintámonos provocados a escuchar su grito de auxilio”. (Nº 15 – Misericordiae Vultus)

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