Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Hermandades y Cofradías)

 

 

La fiesta de la Natividad de la Virgen María es la fiesta mariana más importante del mes de septiembre. En numerosos lugares de la geografía provincial y nacional se celebra la María en numerosas advocaciones.

En nuestra diócesis destaca la advocación de la Virgen de la Antigua, que se celebra en tres lugares: Campillo de Dueñas, en el Señorío molinés, en Guadalajara, capital provincial, y en El Casar, situada entre los valles de los ríos Henares y el Jarama.

 

El pueblo de El Casar celebra con gran solemnidad, el primer domingo de septiembre, la fiesta de su patrona, la Virgen de la Antigua. Dicha cofradía es ejemplo de colaboración y coordinación con la parroquia en múltiples aspectos, especialmente en el culto que se da en el triduo preparatorio y en el día de la fiesta. Este año ha predicado en la función mayor D. Fernando Marcos Ayjón, sacerdote diocesano, hijo del pueblo y actual párroco de El Buen Pastor y Sta. Teresita del Niño Jesús de Bilbao. 

 

 

 

 

 

Cerca de Campillo de Dueñas se encuentra la ermita, en donde hubo un poblado, que guarda la Imagen de la patrona del pueblo. Su fiesta celebrada tradicionalmente el día de la Natividad (aún hoy día tiene su celebración), se trasladó al 24 de agosto para facilitar la asistencia del mayor número de fieles. Dicha fiesta está precedía de la novena que da comienzo el 15 de agosto y concluye el 23, antes de los espectaculares fuegos artificiales. Es la patrona de la localidad caracterizada por ser cuna de numerosos sacerdotes y que vive fundamentalmente de la agricultura.

 

 

 

 

 

 

 

La capital alcarreña tiene como patrona y alcaldesa de honor a la Virgen de la Antigua. Devoción que se remonta siglos atrás, y cuya cofradía tiene su primer libro de actas de 1600. La novena y la fiesta se celebran en la bella iglesia de San Francisco el fuerte, a donde es trasladada desde su santuario.

Durante nueve días las diferentes parroquias de la ciudad se van haciendo presentes ante la madre del Señor y patrona de la capital alcarreña.

Por Juan José Plaza

(delegado diocesano de Misiones)

 

 

Este año,  2015, celebramos el V centenario del nacimiento de Santa Teresa de Jesús. Es una ocasión propicia para  dar gracias a Dios por el gran regalo que nos hizo con Santa tan sin igual, para ponernos bajo su patrocinio y para aprender de ella las grandes enseñanzas que nos ha legado ya sea en el orden literario, en el  humano, en el espiritual y en el del apostolado. Sin olvidar la enseñanza de  su gran fidelidad a la Iglesia, a la  que  quería entrañablemente; cosa que no le hacía cerrar los ojos a sus defectos y problemas que, en cuanto le fue posible, trató de ayudar a solucionar, aportando su granito de arena.

El tiempo  en que le tocó vivir a Santa Teresa de Jesús ella lo calificó de “tiempos recios”. Efectivamente,  la herencia que recibió la Iglesia, por parte del Humanismo de los siglos XV y XVI, fue una contaminación doctrinal, a la vez que una contaminación mundana en la manera de vivir, que afectó gravemente al clero y a las órdenes  religiosas, que se alejaron del compromiso de vivir evangélicamente.

“De estos polvos vinieron esos lodos”, que derivaron muy especialmente en el nacimiento de la herejía protestante, como un intento erróneo de llevar adelante la reforma de la Iglesia.

La “Barca de Pedro”, la Iglesia, se vio, pues,  azotada por un verdadero vendaval, que amenazaba echarla a pique. Pero en estas circunstancias se cumplió, como siempre se cumple, la Palabra de Dios, la Palabra de Jesús en el Santo Evangelio: “Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella” (Mat. 16, 18).

San Josemaría decía que las crisis del mundo, también de la Iglesia, son siempre crisis de santos, de falta de santos. Por eso, cuando se producen esas crisis, el Señor, en cumplimiento de su Palabra, hace surgir una pléyade de hombres y mujeres en su Iglesia, para que con la Luz y la fuerza de su Espíritu puedan ayudarla a  superar esas pruebas.

Esto es lo que ocurrió en la crisis que atravesó  la iglesia en los Siglos antes mencionados.

En España, que fue  pionera en comenzar la reforma de la Iglesia, el Señor hizo surgir una lista innumerable de santos, como fueron: San Ignacio de Loyola, San Francisco de Borja, San Juan de Avila, San Juan de la Cruz, San Pascual Bailón, San Pedro de Alcántara, Santa Teresa de Jesús, San Juan de Dios...

De entre ellos queremos destacar a SANTA TERESA DE JESUS, de la cual, por celebrar el V centenario de su nacimiento, vamos a ocuparnos en sucesivos artículos.

Lo que hemos querido hacer  en el presente no es otra cosa que colocar a la santa en el contexto en que se desarrolló su vida y obra, que a grandes rasgos hemos pretendido dibujar en estas líneas introductorias.

Pero seguiremos…, si Dios lo quiere.

Por Jesús de las Heras

(periodista y sacerdote)

 

 

 

Es la Virgen que mira al pueblo. Es la Virgen que sonríe y bendice a sus fieles, que la veneran con amor filial desde el siglo XII.

             Es la Virgen elegante y señorial que porta al Niño Jesús y que muestra, en catequesis de talla, la verdad y la hermosura de su humanidad y divinidad.                    

 

 

Es la Virgen florecida, en claveles, gladiolos y nardos, que exhala el inconfundible buen olor de Cristo. Es la Virgen que enseña la grandeza del misterio y de la misión de María Santísima, la Intercesora y la Modelo. Es la Virgen compañera de camino y de afanes, transmisora de fe, de esperanza y de caridad. Es la Virgen Eucarística, que guarda en su regazo materno a Jesús Sacramentado y nos lleva siempre a El. Es la Virgen solidaria, que con su mejilla herida y abierta, se une al dolor de toda la humanidad, al grito y al llanto de los que sufren. Es la Virgen del perdón y de la misericordia, que nos llama siempre a reconciliarnos con Dios a través del sacramento de la confesión y a reconciliarnos con los hermanos. Es la Virgen que se enraíza con la historia de nuestra fe y guía e interpela a todos sus devotos para que sean fieles a esta misma historia de fe.

Es la Virgen de la Palabra, que, dichosa Ella, que escuchó la Palabra de Dios y al puso por obra, que tanto se adhirió a la Palabra que la Palabra se  hizo Carne en sus entrañas de Virgen y de Madre y habitó entre nosotros. Es la Virgen coronada que nos indica que la mejor corona es la vida cristiana coherente, apostólica y comprometida de los hijos de la Iglesia. Es la Virgen procesionada con faroles y antorchas, con cirios y velas, que nos llama a correr bien la carrera y a dar el relevo para que todas las generaciones sigan proclamándola Bienaventurada en el Nombre del Señor y para Gloria suya.

Es la Virgen de la catedral, la Virgen de la iglesia principal de nuestra ciudad y de nuestra diócesis, “caput et mater ecclesiarum”. Es la Virgen de la Iglesia, la Virgen de nuestra Iglesia que peregrina, con su pastor al frente, en las tierras de Sigüenza-Guadalajara. Es, sí, la Virgen de la Mayor de Sigüenza, su Patrona, su Señora, su Madre, su Abogada, su Orgullo, su Corona, clave inequívoca y fecunda de su identidad más cierta.

 

Imagen románico-gótica que mira y bendice al pueblo

 

La Virgen de la Mayor es una imagen originariamente románica, de madera de ciprés, traída a Sigüenza por el obispo Bernardo de Agén, reconquistador y restaurador de la diócesis, en el año 11243. Su emplazamiento primero fue la capilla mayor de la catedral, de donde procede su nombre popular: Virgen de la Mayor.

En las Actas de la catedral de Sigüenza del año 1197 consta que el entonces obispo Rodrigo mandó que ardieran día y noche ante la imagen de la Virgen de la Mayor siete lámparas, de plata grabada, llenas de aceite.

Artísticamente, es una imagen que representa el misterio de la Coronación de María. Es efigie "socia belli" ("compañera de batalla"), ya que acompañaba al obispo Bernardo en sus intervenciones en pro de la reconquista del antiguo territorio diocesano. Es también imagen eucarística: tiene una concavidad con portezuelas al dorso, en donde se guardaban reliquias y el viático o Santísimo Sacramento.

En el año 1313, hallándose muy deteriorada la imagen, el obispo Simón Girón de Cisneros mandó revestirla de plata. Por ello, durante un tiempo fue llamada "La Blanca", título que no prevaleció ya que el pueblo seguía llamándola la Virgen de la Mayor. Durante la citada restauración de la talla, se procede también a otras acciones, que le dotan de una presencia más gótica -ágil, risueña, señorial, benedicente-, como actualmente puede contemplarse.

 

Procesión vespertina desde 1493

En 1493, según relatan las Actas de la Catedral de Sigüenza, comienzan la procesión anual de la imagen de la Virgen de la Mayor, cuya fiesta venía ya celebrándose en el domingo siguiente a la Asunción de María (entre los días 17 y 24 de agosto). Era obispo de Sigüenza Pedro González de Mendoza, el guadalajareño cardenal Mendoza.

El año 1522 el obispo de Sigüenza Fadrique de Portugal funda la Cofradía de la Virgen de la Mayor, cuyos primeros estatutos datan de 1598, siendo obispo de Sigüenza Lorenzo Suárez de Figueroa y Fernández de Córdoba.

En 1609 se construye un nuevo retablo para la capilla mayor de la catedral. Es obra de Giraldo de Merlo. Era obispo de Sigüenza fray Mateo de Burgos. La imagen de la Virgen de la Mayor experimenta entonces distintos emplazamientos: en 1610 en la Iglesia de Santa María de Medina o Santa María de los Huertos -actual Iglesia de las Hermanas Clarisas y perteneciente al patrimonio catedralicio- y en 1617 y hasta 1673, en la capilla de la Anunciación de la catedral de Sigüenza, a cuyo efecto el artista Juan de Orihuela labra altar y retablo, que desde 1904 es ocupado por una imagen de la Inmaculada.

 

La Virgen del Trascoro

Entre 1666 y 1673, por mandato del obispo Andrés Bravo de Salamanca, el artista Juan de Lobera construye en el transcurro de la catedral un altar-retablo barroco destinado a la Virgen de la Mayor. Es desde entonces su sede. 

En 1809, la imagen de la Virgen de la Mayor se libra milagrosamente de ser quemada por los franceses, en plena guerra de la Independencia. Con todo, un soldado francés deja huella de lo acontecido mediante un sablazo en la mejilla derecha de la imagen de la Virgen, que todavía permanece hoy. 

En el año 1871, siendo obispo Francisco de Paula Benavides y Navarrete, se renuevan los Estatutos de la Cofradía de la Virgen de la Mayor, que han permanecido en vigor hasta 2005.

 

Coronada en 1906   

El 18 de marzo de 1906 es robada la corona de la Virgen de la Mayor y un anillo. Inmediatamente después, por suscripción popular y ayudas del Cabildo Catedralicio, se labra una nueva corona para la Virgen y las Religiosas Ursulinas bordan un manto de raso blanco para la fiesta de la coronación, que tiene lugar el 17 de agosto de 1906, presidida por el obispo de Sigüenza fray Toribio de Minguella y Arnedo. 

Asimismo, en el anochecer de aquel día, se celebró una procesión especial por las calles Medina, Seminario, San Roque, Puerta de Guadalajara, Valencia, Fuerte, Mayor y Plaza. En los últimos treinta años no se había realizado esta procesión, cuyos orígenes datan de 1493. 

En 1926 comienzan las gestiones para dotar de un rosario de faroles con los misterios del Rosario para esta procesión, que sale, por primera vez, a las calles seguntinas el 17 de agosto de 1928. Era obispo de Sigüenza Eustaquio Nieto Martín.

 

Rosario de faroles desde 1928              

En octubre de 1936, en plena guerra civil española, el rosario de faroles es gravemente dañado. Tras el final de la guerra, se emprende su restauración y mejora y en la fiesta de la Virgen de la Mayor de 1943 sale el nuevo rosario de faroles. En sede vacante tras el martirio el 27 de julio de 1936 del obispo Nieto Martín, la diócesis era regida por el canónigo arcediano Hilario Yaben Yaben como vicario capitular. 

Entre 1941 y 1946 -años de la restauración de la catedral, gravemente dañada durante la guerra civil- la imagen de la Virgen de la Mayor es ubicada en la capilla parroquial de San Pedro, dentro de la catedral. 

En 1974, el obispo Laureano Castán Lacoma promueve una nueva restauración de la imagen, que además es despojada de los mantos que la revestían. Desde entonces la imagen ofrece la belleza cipresina de su original creación bajomedieval.

En 1998, la Cofradía de la Virgen de la Antigua de Guadalajara ofrece a la Cofradía de la Virgen de la Mayor de Sigüenza dos faroles de los misterios gozosos y dieciocho faroles de mano.

 

Fiesta de interés turístico regional

En 2000, la Cofradía hace entrega de un cuadro de la Virgen de la Mayor a la Casa de Guadalajara en Madrid y restaura el histórico trono barroco de la Virgen de la Mayor.

En 2005, con fecha 24 de junio, el obispo José Sánchez González aprueba los nuevos Estatutos de la Cofradía de la Virgen de la Mayor y, con fecha 15 de noviembre, la Dirección general de Turismo y Artesanía de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha declara fiesta de interés turístico regional a la procesión de los faroles. En el año 2006, se celebra el centenario de su coronación y en 2008 se inaugura una nueva iluminación de su hornacina.

  

Tres grandes actos en el día de su fiesta

En el día de la festividad de la Virgen de la Mayor, que es, desde finales del siglo XV, el domingo siguiente a la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, los actos conmemorativos se desarrollan en tres grandes momentos. El primero de ellos comienza a las ocho de la mañana. Varios cientos de fieles participan en el tradicional Rosario de la Aurora, que recorre las travesañas y las murallas de la ciudad. A continuación, en el altar de la Virgen de la Mayor se oficia una Eucaristía. 

A las 12 horas, el obispo diocesano preside la Eucaristía central y principal de la Jornada. Más de medio millar de fieles acuden a la misma. Cantará la Coral Santa Cecilia de Sigüenza. 

El momento más esperado del día llega a partir de las nueve de la tarde. Comienza con el rezo del rosario ante el altar de la Virgen de la Mayor, mientras va saliendo la procesión en su honor, que media hora más tarde está ya en las calles de la ciudad. 

Es la procesión de los faroles en honor de la Virgen de la Mayor, que recorre las principales vías de la ciudad, acompañada de varios miles de fieles. 

El tañido de las campanas catedralicias, el desgranar del Santo Rosario y los sones de la banda de música aportan el sonido inconfundible de la más bella noche seguntina, iluminada por los cirios de los faroles procesionales y las luces artísticas y monumentales de la ciudad, mientras que los nardos, los gladiolos y las rosas en honor de María Santísima de la Mayor esparcen sus mejores olores y fragancias al igual que del corazón y de los labios de los seguntinos salen las más hermosas y conmovidas plegarias y oraciones en la fiesta anual de su Madre y Señora.

 

                     

Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

1.- Haré, para esta nueva etapa, propósitos reales y factibles, de los que se pueden cumplir.

2.- Comenzaré el curso con ánimo de formarme participando en algún grupo parroquial.

3.- Me moderaré en todo aquello que durante el verano he vivido con exceso o abuso.

4.- Buscaré momentos de encuentro con Dios. Retomaré la adoración y la oración contemplativa.

5.- Encomendaré a María mis proyectos. Celebramos este mes su natividad, su cumpleaños, que nuestra felicitación sea sincera.

6.- Buscaré alguna lectura provechosa que inspire mis buenas intenciones.

7.- Me reconciliaré con el Padre, pediré perdón de todas mis imperfecciones, especialmente de las que más se hayan evidenciado durante el tiempo estival.

8.- No perderé de vista a los que sufren y ayudaré, dentro de mis posibilidades, en alguna obra de caridad.

9.- Fomentaré a mi alrededor la participación de los más pequeños y de los adolescentes, en las catequesis adecuadas a su edad y etapa de formación.

10.- Visitaré algún templo jubilar teresiano, antes de finalizar este jubileo extraordinario, para ganar la indulgencia plenaria.

 

TEMPLOS JUBILARES EN LA DIÓCESIS DE SIGÜENZA-GUADALAJARA

 

Catedral de Sigüenza.

Concatedral de Guadalajara.

Colegiata de Pastrana.

Monasterio de San José de Pastrana.

Monasterio de San José de Guadalajara.

Monasterio de Nuestras Señora de las Vírgenes de Iriépal.

Por Agustín Bugeda Sanz

(Vicario general)

 

 

Al pensar el acontecimiento principal de este mes de agosto para comentar en estas líneas, continuamente me viene a la mente la partida a la casa del Padre de sacerdotes venerables de nuestra Diócesis que nos dejan un gran vacío en el presbiterio diocesano.

 

En el pasado mes de julio fallecía D. Luciano Ruiz, siempre misionero incansable tanto en tierras lejanas como cercanas. Y en el mes de agosto nos han dejado D. Félix Ochayta, nuestro rector y profesor, punto de apoyo para tantas generaciones de sacerdotes, y D. Ángel Chicarro, incansable y buen pastor por tantas parroquias y sobre todo durante muchos años en su querida Mondejar donde ha dejado en muchos sentidos una huella imborrable.

 

Todos ellos son como los padres de una familia, que aunque últimamente estaban mayores y enfermos, seguían aportando su presencia callada, su oración, su mirada, su consejo.

 

Con otros sacerdotes hemos comentado que al irse muriendo estas personas venerables que han sido punto de referencia para muchos de nosotros, notamos lo mismo que en las familias:  que una parte de la misma, los que siempre han estado ahí, ya no están y que su vacío difícilmente se llenará.

 

Personalmente cuando veo estos sacerdotes mayores, entregados, con ilusión, apoyándonos y preocupados por la Diócesis, por la Iglesia, por el mundo… siento admiración y el deseo de que cuando llegue a esos años también sea como ellos, no pierda, no perdamos la frescura, la pasión de la juventud y de los primeros años ministeriales.

 

Por ellos pedimos, y por eso nuestro recuerdo, memoria, se hace Memorial, unido al Sacrificio de Jesucristo en la Eucaristía que ellos tantas veces celebraron, implorando su descanso eterno. A la vez les pedimos encarecidamente que cuando lleguen al cielo intercedan para que muchos niños y jóvenes escuchen la llamada del Señor y sean generosos en la entrega.

 

Siempre los recordaremos, siempre agradeceremos su entrega y dedicación plena al Señor, siempre serán para nosotros ejemplo y estímulo en nuestro camino vocacional.

 

            Gracias, Señor, por esas vidas fecundas.

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