Por Comunidad de la Madre de Dios de Buenafuente del Sistal
(Monasterio de Buenafuente)
Hermanos: “Cristo ha resucitado y con su claridad ilumina al pueblo rescatado con su sangre. ¡Aleluya!” En este pueblo, rescatado a tan alto precio, estamos todos nosotros, la humanidad entera.
Hermanos, ¡Cuántas gracias y dones recibidos y compartidos en esta Pascua! Y en toda nuestra vida. ¡Es impresionante la misericordia del Señor con nosotros! Podemos cantar con el salmista: “Por eso se me alegra el corazón, se gozan mis entrañas y mi carne descansa serena. Porque no me entregarás a la muerte, ni dejarás a tu fiel conocer la corrupción” (Sal 15, 9-10). En esta Pascua de 2015, en este paso del Señor por nuestra vida, hemos escuchado con fuerza que el Señor no nos entregará a la muerte de vivir haciendo nuestra voluntad y esto nos ha llenado de entusiasmo. ¡Dejar que Él conduzca nuestra vida! Esto puede parecer una contradicción, o que, llenas de fervor, decimos bonitas palabras, pero es sencillamente la verdad. Hacer nuestra voluntad, aun en las cosas pequeñas o triviales, nos ha llevado muchas veces a la muerte, al combate y a defendernos, incluso de nuestros hermanos, tal como decía el santo de Asís. Ahora, con el corazón exultante porque Cristo ha resucitado, cantamos con más fuerza esta antífona del 5º Domingo de Cuaresma: “Todo lo estimo pérdida comparado con la excelencia del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor" (Flp 3,8).