Por Jesús Francisco Andrés

(Delegación de Pastoral de la Salud)

 

 

Como cada mes de febrero nos encontramos ante la Jornada Mundial del Enfermo que celebramos el día 11 -festividad de la Virgen de Lourdes-.

 

Este año, el Papa Francisco nos ofrece un mensaje cargado de sensibilidad y al tiempo nos ofrece unas pautas de lo que supone el servir a los enfermos y nos ayuda a descubrir cómo realizamos esta tarea que tenemos enconmendada.

 

El Papa toma un pequeño texto del libro de Job “Era yo los ojos del ciego y del cojo los pies” -Job 29,15- y nos invita a meditarlo desde la sabiduría del corazón.

 

  • Sabiduría del corazón es servir al hermano. Muchos lo hacen desde el silencio en las casas, residencias, hospitales... sin hacer ruído. Servir sin prisas y por el tiempo que haga falta -sin cuentagotas-.

 

  • Sabiduría del corazón es estar con el hermano que sufre sabiendo que el tiempo que se pasa con él es un tiempo santo.

 

  • Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces se nos olvida que estar con el enfermo es estar con el Señor (Mt. 25, 40), y mira que hemos leído y escuchado veces este texto evangélico.

 

  • Sabiduría del corazón es ser solidarios con el hermano sin juzgarlo, es estar con él, aunque sea en silencio porque el silencio también sana.

 

Desde estas letras os quiero desear a todos los que tengáis algún enfermo en la familia que el Señor les conceda la salud y a todos vosotros la fortaleza necesaria para acompañarles como se merecen sin olvidar que el rostro dolorido de Cristo lo tenéis delante de vosotros.

Por Sandra Pajares

(Maestra)

 

Cada vez que escucho una canción me gustaría inventar una nueva palabra que definiera la música, una sola palabra que resumiera lo que ella despierta en mí, o el nombre de un nuevo color que determine lo que me hace sentir. Quizá sea imposible expresar con palabras lo que es la música y lo que representa en nuestras vidas. Se defina como se defina, la música nos lleva, nos trae, nos acerca, nos distingue, nos identifica…

La música, unas veces es terapia, otras antídoto y en ocasiones calmante. Es estímulo para bebés y niños, confidente para jóvenes y adolescente y buena compañera de camino para los adultos.

Muchos artistas y cantantes han dedicado canciones o pequeñas obras a la música y la han llegado a comparar, puede ser que en un intento de explicarla, de definirla, con mujeres, con divinidades o con las mejores sensaciones o sentimientos, hasta con la misma palabra “Amor”. Es posible que ellos sean conscientes del poder de la música para hacer tales comparaciones.

Ese poder que posee, es capaz de ponernos la carne de gallina cuando oímos ciertas melodías, de hacernos llorar y de hacernos sonreír. La música nos transporta a lugares sin movernos y nos sitúa cerca de personas que no podemos tener al lado. ¿Cómo es posible que al oír  una canción me pueda acordar de ti, de aquel día, y que pueda tener hasta la misma sensación que me inundaba mientras miraba al sol? ¿Y por qué cuando suena otra canción puedo sentir un olor ficticio en mi nariz o un calor intenso en mis manos?

La siento como mi segunda piel, me acompaña siempre, esté donde esté y haga lo que haga. Vive conmigo y me ayuda a vivir con mayor intensidad los buenos momentos, y casi siempre consigue hacerme olvidar los malos. Me acompaña al caminar y me enseña a rezar.

Me gusta ver las misas llenas de sonidos, misas alegres donde la gente participa cantando. Las canciones nos hablan del Evangelio, nos cuentan los pasos que Jesús dio, nos ayudar a tomar ejemplo y a aprender a confiar y a vivir con Fe. Desde aquí el más  sincero agradecimiento a los jóvenes y niños que “nos enseñan” a los mayores que cantar es rezar dos veces. Son sus voces en los coros parroquiales los que alegran el corazón de la comunidad y nos ayudan a entender mejor la misa de cada domingo.

Cada día le agradezco a Dios tener la posibilidad de escuchar la música, de sentirla, de vivirla, de enseñarla, de transmitirla y de disfrutarla.

Gus Chacón

(Delegación de Juventud)

 

En algún momento del camino de tu vida alguna misionera loca se te planta delante y te dice: “Ven y verás”. Al principio no sabes si la propuesta te genera tremenda duda o infinitas ganas de saber qué es lo que tienes que ver; y sin darte cuenta te ves enrolado en una batalla entre don Carnal en forma de miedos e inseguridades y doña Cuaresma en forma de inquietud y necesidad de crecimiento. Cuando te cuentan que consiste en una convivencia, con otros tantos universitarios, en torno a la reflexión sobre la situación de la sociedad actual y cuál es el hueco que nosotros individualmente y como grupo tenemos que ocupar, no te queda ninguna alternativa que se contraponga a la aceptación con un Sí, rotundo y mayúsculo, de lanzarte a esta aventura.

Durante una semana estamos conviviendo con personas que somos muy distintas. Nos diferenciamos en la edad (desde los dieciocho hasta los veinticinco), en la formación (Desde grados medios a estudios universitarios casi acabados) e incluso en la forma de vivir la vida con respecto a la religión, ya que algunos somos practicantes habituales y otros hace años que no mantienen relación alguna con la fe.

Poco a poco, pese a las diferencias, te das cuenta que todos los jóvenes aquí reunidos somos personas humanas, como decía el filósofo, que tenemos situaciones familiares más o menos diferenciadas pero similares, cada una con su particularidad, y que sentimos la necesidad de hacer algo por cambiar el sufrimiento del mundo, por dar un poco más de nosotros en nuestra cotidianidad, por ser conscientes de las necesidades de nuestro entorno, incluido el más cercano en forma de amigos y medio familiar.

Esta experiencia nos está moviendo por dentro, nos está haciendo un núcleo duro que avanza fuerte, nos está aumentando la confianza y seguridad en la persecución de nuestras metas y nos está haciendo conscientes de que la sociedad necesita de los jóvenes, como cada uno de nosotros, para salir adelante, para que tiremos de ella y no nos acomodemos en las lástimas y el sufrimiento, sino que tomemos medidas para cambiar la realidad.

Puedo decir con total libertad que esta experiencia me hace sentirme querido, me hace sentirme necesario para esta sociedad y me hace que encuentre un espacio para continuar cambiando las piezas del puzle una a una, para tornar un presente que se dibuja gris en el boceto de un arcoíris con forma de sonrisa.

Granitos de mostaza

En febrero

 

Por Álvaro Ruiz Langa

(Delegado diocesano de MCS)

 

 

 

En febrero llega, por fin. Dar con los granitos de mostaza ha resultado más laborioso de lo previsible. Todo tiene su hora; todo tiene su ritmo. Sale en las vísperas de celebrar el Día mundial de la Radio, que es el 13 de febrero por designación de la UNESCO en respuesta a una iniciativa española. Radio, medios escritos, red de redes y otros canales, con sus teclados y pantallas, plumas y bolígrafos, micrófonos y cascos... Herramientas para la comunicación. Y aquí, en el cuaderno de bitácora de este navío diocesano, las hojitas de “Granitos de mostaza”. Opinión personal. De entrada, una visera para la sección y dos beatos como abogados.

Granitos de mostaza. Como las aves, el título cruzó los aires de la imaginación un día. Y como ave empeñada revoló más veces. Así que el cazador terminó ganando presa: “granitos de mostaza”. El nombre, como todos, tiene su gracia y razón. Los granos de mostaza evangélicos enseñan que el reino de Dios tiene reglas muy particulares. De la pequeñez de la semilla se desarrollará el árbol de varios metros; gracias a la savia del Espíritu de Dios. Estas colaboraciones y este portal, lo mismo que tantas iniciativas evangelizadoras, son pequeñas. Con el tiempo y la bendición crecerán lo que Dios quiera. Por otra parte, lo de la mostaza ayuda a medir las obras humanas según la escala de los condimentos. El nutriente esencial viene de otra parte, igual que el maná en la travesía del desierto. Sobre el matiz, no hay que sospechar sólo del picante. Siendo tal la base de la mostaza, se distinguen tres intensidades decrecientes. La tercera, la más común, hasta se combina con la miel en casos. A su vez, el diminutivo perfila la columna.

Beato Lolo. La entrega inicial ve la luz en las vísperas del Día del Enfermo. La vecindad de fechas y de oficio despierta en la mente el recuerdo de “Lolo”, Manuel Lozano Garrido,  cristiano de Linares que vivió 28 años de enfermedad en proceso degenerativo. Hombre de Acción Católica, escritor vocacional, comunicador convencido, desplegó a lo largo de los 51 años de su vida una ejemplar actividad, aunque tuviera que escribir con mil reducciones o al dictado. Se van a cumplir cinco años de su proclamación como beato. El 3 de noviembre, su fiesta, fue cuando la página diocesana renovada abrió puertas. Bien parece poner estas líneas bajo tal patronazgo. Por eso mismo, de las muchas cuartillas escritas por Manuel Lozano Garrido, entre artículos periodísticos, novelas, cuentos, poesías, he aquí un testimonio de combate en la enfermedad. El 23 de febrero de 1967, cuatro años antes de fallecer, escribe en su diario: “Cáncer, cáncer, cáncer” me digo... Bueno ¿Y qué del cáncer? ¿Es que se come a los niños crudos? Mala enfermedad como todas, pero impotente ante un espíritu, si este se lo propone”.

Beato Álvaro de Córdoba. También acontece en estos días la memoria litúrgica de otro beato familiar. Muchos calendarios avisan que la fiesta de Álvaro de Córdoba es el día 19. ¡Cómo no advertirlo! Tanto más, si cabe, al estar iniciando el camino cuaresmal, que tiene en la práctica del vía crucis una de sus insignias distintivas. Y tal devoción llegó a la piedad popular europea de mano del religioso Álvaro de Córdoba hace seiscientos años. A la vuelta de Tierra Santa, el piadoso dominico levantó, en las cercanías de Córdoba, catorce ermitas con las respectivas cruces, recorrido que hoy se sigue con señalada devoción en la capital cordobesa. Era el primer vía crucis de Occidente. Quienes abren caminos de tal seguimiento siempre merecen atención. Quede constancia.

Por Eva Rojo

(Socióloga)

 

En los últimos días hemos oído hablar mucho sobre la importancia que tiene para occidente la libertad de expresión, y digo occidente porque para todo el mundo no existen las mismas reglas del juego, aunque lo creamos no existe culturalmente una única escala de valores que pueda medir una misma línea estándar  sobre valores para toda la humanidad.

No hemos de olvidar que “donde termina tu libertad empieza la mía” y es verdad que la libertad de expresión es un derecho pero sin menoscabar e insultar la integridad de las personas, esto incluye valores morales, religiosos etc.

No podemos en base de la libertad de expresión justificar la violencia, ningún tipo de ella, ni la verbal ni la física, pero el respeto con mayúsculas es el que marca la delgada línea que marca tu opinión de la mía, y no tanto la opinión como la expresión de la misma, o ¿puedo decir lo que quiera en el momento que me venga en gana?, no creo que esto sea el derecho a la libre expresión.

Las principales y más importantes guerras que nos narra la historia comienzan con un problema de comunicación, un mal entendido, una diferencia de opinión, de ideas dan al traste con la mejor convivencia, y es esta la base de la existencia del ser humano. Los nuevos sistemas de comunicación global tienen dos consecuencias importantes, en primer lugar la inmediatez de la información, nos llegan noticias de inmediato y con un flujo que nos impide contrastar y valorar siendo esto la causa de multitud de malas interpretaciones y malos entendidos, y en segundo lugar la globalización que proporciona una gran expansión de las ideas por todo el mundo. Estos dos binomios hacen del sistema algo volátil y a su vez apasionado quedándonos con la parte irracional que conlleva de este último adjetivo.

En fin estamos necesitados de un nuevo marco de entendimiento que pasa por la necesidad imperiosa de hablar del RESPETO como ingrediente básico en cualquier cultura que dote a la sociedad de empatía para conectar en un nuevo sistema que aporte la sinergia necesaria para hacer de este mundo un mundo mejor.

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Teléf. 949231370
Móvil. 620081816
Fax. 949235268

Obispado en Sigüenza
C/Villaviciosa, 7
19250 Sigüenza
Teléf. y Fax: 949391911

Oficina de Información
Alfonso Olmos Embid
Director
Obispado
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Tfno. 949 23 13 70
Fax: 949 23 52 68
info@siguenza-guadalajara.org

 

BIZUM: 07010

CANAL DE COMUNICACIÓN

Mapa de situación


Mapa de sede en Guadalajara


Mapa de sede en Sigüenza

Si pincha en los mapas, podrá encontrarnos con Google Maps