(Por la Comunidad religiosa del Monasterio de Buenafuente del Sistal)

 

Estimados amigos y hermanos en Cristo, reflexionando acerca de qué escribir hemos caído en la cuenta de como la Iglesia, nuestra Madre, nos cuida siempre, también en este tiempo de estío, de ocio y descanso. En nuestra lógica, tantas veces mundanizada, pensamos que hasta la Iglesia está de vacaciones y por lo tanto todo es rutinario, sin mucho valor. Sin embargo, el calendario litúrgico está salteado de fiestas y solemnidades muy importantes, la última el pasado día 15, La Pascua de María, más conocida como La Asunción de María al cielo, la famosa Virgen de Agosto que tantas poblaciones invocan como patrona. También para nosotras cistercienses es nuestra fiesta grande, ya que es patrona del Cister junto con san Bernardo, que celebraremos el próximo día 20. Además, en los evangelios dominicales se está proclamando el discurso del Pan de Vida, del Evangelio de san Juan, del que se puede decir tanto….., salvo que es rutinario y sin valor.

La Iglesia, como cualquier madre se preocupa de sus hijos. Sabe que en verano, necesitamos igual el alimento que nos da vida, a Cristo, y aunque nosotros acudamos a la Eucaristía en clima de relax, el Señor sale a nuestro encuentro y nos dice: “Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo”. Este versículo fue el final del evangelio del Domingo XIX y el principio del evangelio de este domingo. Y durante tres domingos repetiremos el mismo verso en el salmo responsorial: “Gustad y ved que bueno es el Señor” (sal 33, 9a).

Pensábamos nosotras que para las personas de nuestro entorno que no conocen a Jesús, lo han de conocer por nosotros, ser Cristos hoy, ser carne para la vida del mundo. Tal vez para esta misión nos hace mucha falta experimentar cada uno el versículo del salmo que vamos a repetir 3 semanas seguidas, saber a ciencia cierta que el Señor ha sido bueno conmigo, siempre, en toda circunstancia, en las que me alegraron y también en aquellas tan dolorosas, o que truncaron nuestros planes. Cada uno sabemos que es lo que en su día nos hubiese gustado que sucediera de otro modo y hoy damos gracias por la gran ayuda que ha sido en nuestra vida.

Hermanos aprovechemos el alimento que nos da la Iglesia y rompamos un poco la dinámica social buscando ratos de encuentro e intimidad con Jesucristo, ahora que tenemos tiempo, “Pues bien, este es el tiempo propicio, este es el día de la salvación.” (2ª Co 6,2).

 

Unidos en la oración, vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal

GRANITOS DE MOSTAZA

  

Por Álvaro Ruiz Langa

(Delegado diocesano de MCS)

 

 

 

La expresión “hacer el agosto” da pie al título de esta columna usando uno de tantos juegos que permiten las palabras, el inacabable lenguaje. “Hacer agosto” significa otra realidad. El primer dicho, casi proverbial, da la idea de hacer un buen negocio por referirse a la recolección agrícola que acopia cereales y semillas. Se comprende mejor todavía este valor en la doble expresión de otros siglos, como escribe Cervantes en La Gitanilla: “hacer su agosto y su vendimia”. El título ahora empleado se queda en los escaños discretos de la expresión. De las muchas acepciones que el diccionario recoge para el verbo hacer, aquí se aplica la directa y llana, la primera, que alude a producir o dar el ser. Hacer agosto será, por tanto, vivir el mes según lo que le es genuino. Darle al tiempo, la sucesión de días y los momentos con su circunstancia, lo que el mes guarda en su alforja.

El mes de más fiestas. Fiestas populares y fiestas religiosas llenan los agostos de nuestras geografías mediterráneas. En los 31 días del octavo mes del año, el calendario católico oficial sitúa más celebraciones litúrgicas que en ningún otro mes: un total de 22 memorias y fiestas. En desglose, una solemnidad mariana, tres fiestas, diez memorias y ocho memorias libres. En la mente de todos están. La Asunción de María, titular de la diócesis y de más de cien parroquias. San Bartolomé y santo Domingo, que lo son de ocho cada uno, además de patrones de fiesta mayor, como el inalcanzable san Roque, que mueve más fiestas que ningún otro santo o santa. Y san Agustín y san Benito y san Lorenzo…

Hacer tradición. Lo primero que implican las fiestas, junto al sentido jubiloso y lúdico, es revivir y fortalecer la tradición. Nadie se para a preguntar la razón de unos días de fiesta en el pueblo. Se siente así puesto que así se ha heredado de los antecesores; y aunque las modas traigan nuevos modos, lo sustancial del hecho festivo se repite, permanece. Como una raíz demasiado profunda, imposible de arrancar. Y si en algún caso esa raíz muriera, algo mucho mayor estaría feneciendo en la comunidad humana en cuestión. Hacer tradición es comulgar con los antepasados.

Hacer pueblo. Agosto es el mes que mayor número de fiestas populares reúne por haberse convertido en el período en que más habitantes se juntan en los pueblos. Lo uno va con lo otro, como el haz y el envés. Semejante condición solicita el empeño positivo de todos, o al menos de la mayoría, por contribuir en cuanto enriquezca a la comunidad. Lograr que se hable bien de “mi pueblo”. Ahí puede estar la clave del hacer pueblo. Y para ello hay que aportar. A veces serán ideas y sugerencias para el programa; en otros momentos, colaboraciones de diverso género; y algún rato, en tantos ratos, aportar la presencia y el ánimo festivo. Con estos comportamientos enlaza otro más complicado pero posible: el de volver al pueblo de continuo, cuando se pueda, para la fiesta…   

Hacer parroquia. En los pueblos está claro. En verano hay más gente y a las misas acuden muchas más personas; de todas las edades. La comunidad parroquial se modifica. En consecuencia, también varían las celebraciones religiosas; al menos, el ambiente. Por eso, y como yendo en paralelo al párrafo anterior, cabe pensar en planes de “hacer parroquia”. ¿Que el propósito y las propuestas tienen un fuste y la realidad contante y sonante otro? Nadie va a montar discusión a este propósito. Sin embargo, sí que debería admitir la posibilidad de algunas vías “de nueva evangelización” que sirviesen y ayudasen a hacer parroquia en agosto y durante todo el tiempo vacacional del estío.

 

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Hermandades y Cofradías)

 

 

Hablar de la Virgen de las Angustias en Escariche es hablar de lo más grande. La devoción que sienten los cristianos por la Virgen patrona de la localidad y titular de la cofradía se ha transmitido de padres a hijos como uno de los más grandes tesoros.

Dicha hermandad esta celebrando el centenario de su fundación, con diversos actos, que dieron comienzo el 26 de abril de 2014 con la Celebración Eucarística, presidida por el obispo diocesano.

Las fiestas en honor de la patrona se celebran el 22 de abril y un domingo de la segunda mitad del mes de agosto (el presente año el día 23), y están organizadas por el cura párroco y la Junta directiva, a la cabeza de la cual se encuentra el Hermano Mayor, en la actualidad D. Sergio Sánchez.

La Hermandad cuenta con Estatutos, aprobados por el Obispo diocesano el 17 de junio de 1996.

Dicha hermandad cuenta con página web en donde se puede encontrar más información: www.hermandadvangustiasescariche.es

Por Sandra Pajares

(maestra)

 

 

“Dicen que hace unos años, un hombre cualquiera, preparaba su equipaje para partir de vacaciones. Cuidadosamente fue introduciendo en la maleta todo aquello que preveía iba a necesitar: pantalones, camisetas, libros de lectura, cámara de fotos… Cuando terminó de colocar cada cosa en su compartimento, todavía tuvo el tiempo suficiente y la paciencia de repasar, de nuevo, la  lista que había confeccionado días atrás.

¡Creo que está todo! Se decía. El secreto para pasar unas buenas vacaciones está en la correcta elección del lugar y en procurarse lo necesario para disfrutar a tope… cueste lo que cueste.

Temprano, de madrugada, para evitar el calor, partió nuestro hombre cualquiera hacia un lugar cualquiera, seguro de disfrutar de unos días maravillosos. Nada más llegar al apartamento, en primera línea de playa, comenzó a colocar cada cosa en su sitio. Aquí, la ropa, aquí mis libros, aquí el reproductor de música, aquí la tablet…

Conforme pasaban los días, y a pesar de ir cumpliendo cada uno de los planes programados, se iba dando cuenta de que no lograba sentirse lo bien que había imaginado en la lejanía. Algo le faltaba y no sabía lo que era. Comenzó a repasar de nuevo aquella lista y a comprobar todas y cada una de las cosas que minuciosamente había estudiado y apuntando esperando encontrar aquello que le faltaba y que creía olvidado.

De repente sonó el móvil, y escuchó al otro lado la voz familiar de un amigo recordándole quién era, entonces pudo percatarse de que no había hecho la maleta correctamente, que había sido él mismo el que se había quedado olvidado en casa.”

Todos los veranos me gusta recordar este cuento, me ayuda a vivir con los pies en la tierra y a valorar mejor mi tiempo. Hoy quiero compartirlo. Muchas veces sentimos la necesidad de marchar en nuestros días de vacaciones con la intención de escapar de la rutina del curso o con el objeto de descansar de la frenética actividad del trabajo, las obligaciones, la familia… Y como el hombre cualquiera buscamos un lugar donde “huir”, intentando dejar todo lo que nos pesa.

Hace tiempo, leí una reflexión en una sencilla revista parroquial que viene ahora al hilo de nuestro cuento. Hablaba sobre la diferencia que existe entre la palabra VACACIÓN y la palabra VOCACIÓN. A primera vista distan en una sola letra. Pero hay mucho más. Vocación significa llamada y vacación equivale a vaciar, a dejar espacio.

Si la vocación es una llamada, nos exige una respuesta. Debemos responder también en verano. Si vacación es dejar espacio, que no se nos olvide vaciarnos de aquello que nos aleja de nosotros mismos, de los demás y de Dios.

¿Y tú, cómo vives tus vacaciones?

Las vacaciones no deberían ser tiempo de vagancia, de vacío, de apartar el espíritu. Deberían ser un tiempo ocioso de convivencia, de encontrarse con nosotros mismos, con los demás y con Dios. Disfruta de tu tiempo de vacaciones y vive la vocación también en vacaciones.

Por Jesús de las Heras

(sacerdote y periodista)

 

 

 

A primera hora de la noche del jueves 30 de julio, falleció en el Hospital Universitario de Guadalajara, el sacerdote diocesano Félix Ochayta Piñeiro.  El próximo 24 de septiembre habría cumplido 81 años. Su funeral fue en la catedral de Sigüenza el sábado 1 de agosto. Concelebraron más de ochenta sacerdotes y presidió el obispo de la diócesis, acompañado por el arzobispo de Sevilla, seguntino de origen. Fue enterrado en el cementerio capitular de la catedral seguntina. Era, desde 1977, canónigo magistral de la catedral, de la que fue deán de 1990 a 2002.        

Félix Ochayta era natural de Trillo. Estudió en el seminario de Sigüenza, en la Universidad Pontificia de Comillas y en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, con licenciaturas en Filosofía y en Teología Dogmática y diplomatura en Patrología. Perteneció a la Sociedad Mariológica y Mariana de España, de la que fue presidente de 1992 a 1995 y vicepresidente de 1995 a 1998. Fue autor de libros y artículos en distintas publicaciones. Fue un gran conocedor y divulgador de san Maximiliano María Kolbe y de santa Edith Stein.

Fue ordenado sacerdote en Comillas (Cantabria) el 11 de febrero de 1958. Su principal ministerio fue la formación sacerdotal: profesor de Teología Dogmática y de otras disciplinas en el seminario diocesano durante casi medio siglo, fue también formador y prefecto de Estudios de este mismo centro, del que fue rector de 1970 a 1992. Fue también profesor de la Escuela de Teología de Guadalajara. Era prelado de honor del Papa, desde 1993 y fue rector del santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona y abad de su cofradía entre 1994 y 2013.

 

Lo que hay detrás y dentro de su biografía

Esta es su biografía, ya de por sí bastante fecunda y repleta. Pero este obituario me resultaría insuficiente sin alguna palabra más. La idea me la brindó, en su funeral, su primo sacerdote, Jesús Ochayta Mayoral, expárroco de San Nicolás el Real de Guadalajara. Al final de la misa, en una breve, entrañable y enjundiosa intervención, nos confesó que Félix había sido un don para su familia y que pensaba que había sido también un don para nuestra diócesis.

Y, sí, claro que lo fue. El don de Félix Ochayta (de don Félix) fue el de su magnífica formación intelectual  y acendrada piedad puestas al servicio de los demás, en especial, de los seminaristas y de los sacerdotes. El don de don Félix fue su inteligencia y su sensatez. Fue cura de corte “clásico”, tradicional, pero no “casposo”, ni anclado en las nostalgias… Fue persona de firmes convicciones. Fue sacerdote de comunión, de buen criterio y de buen consejo. Su don fue asimismo el don de la palabra, de la precisión y de la fidelidad. Era serio, tímido e introvertido. No abundaba a primera vista en cordialidades, pero tenía un corazón grande y un alma de niño. Y amaba entrañablemente a la Madre María y a la Santa Madre Iglesia. Descanse en paz. Gracias, don Félix.

 

Jesús de las Heras Muela

 

Artículo y fotografía publicados en NUEVA ALCARRIA de fecha 7 de agosto de 2015

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