Por Eduardo Marques Almeida

(Conferencia Santa Margarida Maria, Rio de Janeiro)

 

 

 

Nuestro legado

 

Hace muchos años que vengo intentando estudiar el tema de liderazgo en las instituciones adonde he pasado, sea como profesional, sea como miembro de la Sociedad de San Vicente de Paúl.  Con la edad avanzando, confieso que este tema viene siendo más frecuente en mis reflexiones. Definitivamente, tener buenos líderes es la más grande necesidad de nuestros tiempos; por cierto, como siempre ha sido en la historia de la humanidad, y, en particular, de la salvación.

Todos nosotros somos llamados a ser líderes en el contexto de nuestras familias, de nuestras conferencias y consejos vicentinos, en nuestro trabajo, en nuestras pastorales.  Somos, en particular, invitados a escribir todos los días una página de nuestro “libro de la vida”, como nuestro legado en el mundo: el libro que un día vamos a entregar a Dios, cuando Lo encontremos   cara-a-cara, en el momento de nuestra partida de este mundo.

¿Qué legado, que recuerdo, queremos dejar en el mundo, para nuestros hijos, nuestros consocios vicentinos, nuestros amigos?  Cuenta el dicho que, si pudiéramos definir lo que alguien pudiera decir de cada uno de nosotros en nuestro funeral, ¿que nos gustaría que dijera?

Hay líderes sobre los cuales no es necesario decir nada, solo en hablar su nombre, ya se siente una emoción por haber compartido de su presencia.  San Juan Pablo II es este caso.  Hay otros que nos sorprenden con la capacidad de dar ánimo.  San Juan XXIII podría encuadrarse en esta situación: un papado que prometía ser de transición, tibio, fue transformado en el más grande momento de renovación de la Iglesia de muchos ciclos, con el Concilio Vaticano II.  Hay líderes que son mal comprendidos en su sabiduría, pero dejan un legado de coraje, innovación y reflexión para muchos años después de su vida.  Así se podría recordar al grande Benito XVI, tal vez, el más importante intelectual del siglo

Como miembros de nuestras conferencias y consejos, entiendo que debemos buscar en el alma, adonde reside el Espíritu Santo, la inspiración para el texto de nuestro “libro de la vida”.  Aunque siempre seremos “humildes siervos de la viña del Señor”, Dios nos llama a tener actitudes heroicas, a ser sal de la tierra y luz del mundo, a ser más grandes que nosotros mismos.  Al final, Dios “capacita a los escogidos y no escoge los capacitados”. 

En tiempos de tinieblas del mundo actual, hay que salir de nosotros mismos, de nuestro pequeño mundo, de nuestra sensación de poder y gloria, para ser un líder transformador de corazones.  En el encuentro con el otro, ser una semilla de amor y de esperanza, además de la fe.  Nuestra Sociedad de San Vicente de Paúl, es, por cierto, una oportunidad (un Kairós) para poner en práctica las enseñanzas sobre la “cultura del encuentro” y la “Iglesia en salida” del Papa Francisco.

Como líderes vicentinos, sea en nuestras conferencias, sea en el ambiente internacional, tenemos que preguntarnos que hemos dejado en el “encuentro cara-a-cara” tanto con el Pobre, cuanto con el joven vicentino que nos mira (o nos debería mirar) como ejemplo.  Me acuerdo la primera vez que me encontré con San Juan Pablo II: el Santo Padre me miró con sus ojos azules, no a mi rostro, sino en mi alma, como si yo fuera único en medio de la multitud.  Fueran dos segundos que nunca me voy a olvidar.  ¿Qué “recuerdo de mirada” queremos que mi prójimo vicentino lleve de mí?  Esta es una pregunta que nos deberíamos hacer todos los días.

Como líderes vicentinos, sea en nuestras conferencias, sea en el ambiente internacional, tenemos que reflexionar sobre nuestra “salida” hacia el otro: ¿con que intención me encuentro con su alma?  ¿qué semilla he plantado en su corazón?  ¿qué voy a contar sobre esta salida al Señor, cuando Le encuentre cara-a-cara?

En tiempos de superficialidad, y, pasados unos meses de la Asamblea General Internacional de la SSVP, es nuestro deber ir a lo más profundo de nosotros mismos, en nuestra alma, y buscar el Espíritu Santo que ahí reside.  Al tomar conocimiento del Espíritu Santo (conocimiento, en el sentido de sintonía de amor, como indica el Evangelio de San Juan), reflexionemos un momento sobre qué llevaremos desde Roma a los corazones de nuestros Pobres, de nuestros consocios y de nuestros hijos.

En 2010, una señora vendedora de frutas en una calle de Haití me ha dado una clase de desarrollo personal y social, cuando un camión pasó por encima de su canasta y le destrozó todo el “capital de trabajo” de su venta.  Me dijo: “no se preocupe, señor, porque mañana yo empiezo nuevamente”. 

¡Que Dios nos anime a empezar de nuevo y de nuevo, a cada día, para encontrar a nuestro próximo y, una vez encontrándolo, podamos transformar su corazón y el nuestro, en nuevos siervos de su viña!.

 

Our legacy

 

For many years, I have been trying to study the issue of leadership at the institutions where I have worked, as a professional, as well as a member of the Society of Saint Vincent de Paul.  With the advancing of my age, this subject has been more present in my reflections.  Definitely, having good leaders is the most important challenge of our times; by the way, as it has always been in human history and, particularly, in the history of salvation.

All of us are called to be leaders in the context of our families, our Vincentian conferences and councils, our work and our pastoral missions.  We are, particularly, invited to write every day a page of the “book of our life”, as our legacy to the world: the book, which we will give to God, when we will find Him face to face, at the moment of our departure from this world.

Which legacy, which remembering, do we want to leave to the world, to our children, our Vincentian fellows, our friends?  As a saying states, if we could define what someone could say about us at our funeral celebration, what would we like to be said?

There are leaders, about whom we don´t need to say anything: we only mention his or her name and a strong emotion comes to us, for having shared his or her presence.  Saint John Paul II is a case.  There are others, who surprise us with the capacity of changing the world.  Saint John XXIII could represent this situation: a papacy, which was supposed to be a transition, warm, has been transformed into a moment of the largest renovation of the Church in many centuries, with the Second Vatican Council.  There are leaders, who are misunderstood in their wisdom, but leave a legacy of courage, innovation and reflection, which perdures many years after their lives.  I think the great Pope Benedict XVI, could be included in this group: he has perhaps been the most important intellectual person of our century.

As members of our Conferences and Councils, I understand that we should search deep in our souls, where the Holy Spirit resides, the inspiration for the text of the “book of our life”.  Despite we will always be the “humble servants of the Lord´s vineyard”, God calls us to act heroically, to be salt of the earth and light of the world, to be larger than ourselves.  At the end, the Lord “doesn´t choose the qualified, but qualifies the called”.

In the dark times of our contemporary world, we need to get out of ourselves, of our small world, of our sensation of power and glory, to be a leader who really changes hearts.  In our encounter with our neighbor, we shall be a seed of love and hope, beyond the faith.  Our Society of Saint Vincent de Paul is, surely an opportunity (a Kairos) to put in practice the teachings about the “Culture of the Encounter” and the “outward looking Church” of Pope Francis.

As Vincentian leaders, either in our Conferences, or at the international arena, we should ask ourselves what we will bring in our face to face encounter both with the Poor, and with the young Vincentian who searches (or, should search) in us the example for his or her life.  I remember the first time I met Saint John Paul II: the Holy Father looked with his blue eyes, not to my face, but to my soul, as if I was a unique person in the middle of the multitude.  It has been two seconds, which I will never forget.  Which “remembering look” do we want our Vincentian neighbor to have of me?  This is a question we should all make every day.

As Vincentian leaders, either in our Conferences, or at the international arena, we should reflect on our “outward looking” towards our neighbor: with which intention, I encounter with his/her soul? Which seed have I planted in his/her heart? What am I going to tell the Lord about this outward looking, when I encounter Him face to face?

In times of superficiality, and, after some time away from the International General Assembly of the SSVP, it is our duty to go to the deepest of ourselves, in our souls and search for the Holy Spirit, who resides there.  And, after getting to know the Holy Spirit (with a tuning of love, as the Gospel of Saint John asks us), we should reflect on what will we take from Rome to the hearts of the Poor we serve, of our Vincentian fellows and of our children.

In 2010, a poor lady, who was selling fruits on the streets of Haiti, gave me a full class of personal and social development, when a truck passed over her basket and destroyed all the “working capital” of her sales.  She said: “don´t worry, my friend, because tomorrow, I will start again”.

May the Lord animate us to start again and again, every day, to encounter our neighbors, and, once, finding them, transform their hearts and ours, becoming new servers of His vineyard.

 

Nosso legado

 

Faz muitos anos, venho tentando estudar o tema da liderança nas instituições onde tenho passado, seja como profissional, seja como membro da Sociedade de São Vicente de Paulo.  Com a idade avançando, confesso que este tema vem sendo mais frequente em minhas reflexões.  Definitivamente, possuir bons líderes é o maior desafio de nossos tempos; aliás, como sempre tem sido na história da humanidade, e, em particular, na história da salvação.

Todos nós somos chamados a ser líderes no contexto de nossas famílias, de nossas conferências, de nossos conselhos vicentinos, em nosso trabalho e em nossas pastorais.  Somos, em particular, convidados a escrever todos os dias uma página de nosso “livro da vida”, como nosso legado no mundo: um livro que um dia vamos entregar a Deus, quando O encontrarmos face a face, no momento de nossa passagem deste mundo.

Que legado, que recordação, queremos deixar no mundo, para nossos filhos, nossos confrades e consocias, e para nossos amigos?  Conta o ditado que, se pudéssemos definir o que alguém diria de nós no momento de nosso funeral, o que gostaríamos que dissesse?

Há líderes sobre os quais, não é necessário dizer nada: só em falar seu nome, já se sente uma emoção por ter compartilhado da sua presença.  São João Paulo II personifica este caso.  Há outros que nos surpreendem com a capacidade de dar ânimo: São João XXIII poderia se enquadrar neste grupo.  Um papado que prometia ser de transição, morno, foi transformado no momento de maior renovação da Igreja em muitos séculos, com o Concílio Vaticano II.  Há líderes que são mal compreendidos em sua sabedoria, mas deixam um legado de coragem, inovação e reflexão por muitos anos depois de sua vida.  Aqui, poderíamos recordar do grande Bento XVI, talvez o intelectual mais brilhante do nosso século.

Como membros de nossas conferências e conselhos, entendo que devemos buscar na alma, onde reside o Espírito Santo, a inspiração para o texto de nosso “livro da vida”.  Apesar de sempre sermos “humildes servos da vinha do Senhor”, Deus nos chama a ter atitudes heroicas, a ser sal da terra e luz do mundo, a ser maiores do que nós mesmos.  No final, Deus “capacita os escolhidos e não escolhe os capacitados”.

Em tempos de escuridão no mundo atual, temos que sair de nós mesmos, de nosso pequeno mundo, de nossa sensação de poder e glória, para ser um líder transformador de corações.  E, no encontro com o outro, ser uma semente de amor e de esperança, além da fé.  Nossa Sociedade de São Vicente de Paulo, é, seguramente, uma oportunidade (um kairós) para colocar em prática os ensinamentos sobre a “cultura do encontro” e a “Igreja em saída” do Papa Francisco.

Como líderes vicentinos, seja em nossas conferências, seja no ambiente internacional, temos que nos perguntar que deixamos em nosso encontro face a face, tanto com o Pobre, quanto com o jovem vicentino que nos olha (ou nos deveria olhar) como exemplo.  Eu me lembro da primeira vez em que me encontrei com São João Paulo II: o Santo Padre olhou com seus olhos azuis, não no meu rosto, mas em minha alma, como se eu fosse o único, no meio da multidão.  Foram dois segundos que nunca vou esquecer.  Que “lembrança de olhar” queremos que o meu próximo vicentino leve de mim?  Esta é uma pergunta que nos deveríamos fazer todos os dias.

Como líderes vicentinos, seja em nossas conferências, seja no âmbito internacional, temos que refletir sobre nossa “saída” em direção ao outro: com que intenção me encontro com a sua alma?  Que semente plantei no seu coração?  O que vou contar sobre esta saída, ao Senhor, quando O encontrar face a face?

Em tempos de superficialidade, e, passado um tempo da Assembleia Geral Internacional da SSVP, é nosso dever ia ao mais profundo de nós mesmos, em nossa alma, e buscar o Espírito Santo que aí reside.  Ao tomar conhecimento do Espírito Santo (conhecimento, no sentido da sintonia de amor, como indica o Evangelho de São João), reflitamos um momento sobre que levaremos de Roma aos corações de nossos Pobres, de nossos confrades e consocias, de nossos filhos.


Em 2010, uma senhora vendedora de frutas em uma rua do Haiti me deu uma aula de desenvolvimento pessoal e social, quanto um caminhão passou por cima de sua cesta e destruiu todo o “capital de giro” de sua venda.  Me disse: “não se preocupe, senhor, porque amanhã, eu começo novamente”.

Que Deus nos anime a começar de novo e de novo, a cada dia, para “buscar a quem transformar e transformar a quem encontrar” no caminho que Deus pede que caminhemos!

 

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

Atmósfera que envuelves de mañana,

suave, luminosa, cálida,

al alba cada día de temprano,

señal de tu presencia creadora

 

Miro fuera por verte entre los árboles

Quizá estés más allá del sol de plano.

El viento me deja tu caricia

y aun sin verte siéntote a mi lado

 

Mas, de pronto me dices que estás dentro,

que no mire a los lados, que no indague.

Y descubro en mis pisadas que acompasas

tu paso con el mío en el camino.

 

Si la luz del alba te refleja,

y al mediodía remeces la jornada,

Prolonga en mi sombra tu presencia

y sienta al ocaso la brisa atardecida.

 

Si estás en todo, no hay nostalgia.

Si por doquier caminas, no hay vacío.

Déjame sentirte, pues me habitas.

Déjame sumergirme, en tus abrazos.

 

                          Ángel Moreno, Solíus, 16 de noviembre de 2023

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

“Orgullosos de nuestra fe” es el lema de la jornada que llama a incrementar el sentido de pertenencia eclesial y contribuir al sostenimiento económico

 

 

 

 

Desde hace cerca de cuatro décadas, un domingo de noviembre (este año, pasado mañana, domingo día 12) es en España el Día de la Iglesia Diocesana. Se trata de una jornada destinada a incrementar la pertenencia y corresponsabilidad eclesial en y desde la diócesis. Esta corresponsabilidad se ha concretar asimismo en una mayor disponibilidad para colaborar en toda la actividad de la Iglesia y en su financiación y sostenimiento económico.

De este modo, el Día de la Iglesia conlleva colecta imperada. En 2018, esta colecta alcanzó en nuestra diócesis la cifra de 30.329 euros. En 2017 fue de 31.768,11 euros, trescientos euros menos que en 2016. Y en 2019, fue de 32.803,74 euros. Cifra que descendió en 2020, en plena pandemia, quedándose en 27.055,37 euros. Y en 2021 fue de 28.899,53 euros, casi dos mil euros más que en 2020; y en 2022, con claro crecimiento, 33.182,87 euros.

La cuenta de resultados económicos en la diócesis en 2022 quedó equilibrada en un total de 17.606.616,58 euros de ingresos y otros tantos de salidas. La campaña del Día de la Iglesia, unida a la de la declaración de la renta en primavera con la marca X (Por) Tantos, es divulgada con amplia difusión en los medios de comunicación de ámbito nacional y en las redes sociales. “Orgullosos de nuestra fe” es el lema de este año.

Una de las acciones de la campaña del Día de la Iglesia Diocesana es dar mejor a conocer la realidad concreta de cada diócesis. De ahí, que, a continuación, ofrezcamos, como en los pasados años, una descripción de cómo es hoy a día de hoy nuestra Iglesia diocesana de Sigüenza-Guadalajara.

 

 

Territorio y población

El Concilio Vaticano II define la diócesis como "una porción del pueblo santo de Dios, que se confía el obispo con la colaboración de los sacerdotes, de suerte, que adherida a su pastor y reunida por él, en el Espíritu Santo por medio del evangelio y de la eucaristía, constituya una Iglesia particular, en la que se encuentra y opera verdaderamente la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica”.

La diócesis de Sigüenza-Guadalajara, cuyos límites geográficos coinciden con los de la provincia civil de Guadalajara, ha vuelto a aumentar en su población: 268.386 habitantes. Se trata de un nuevo récord histórico, pero con contrapartida o con ambivalencia ya que solo crecen las ciudades y pueblos del Corredor del Henares, incluida, por supuesto, la capital provincial, mientras que la distribución de la población es muy alarmante y desde Torija y hasta El Pedregal, en línea recta, a la derecha y a la izquierda, nuestra diócesis es España vaciada pura y dura y cada vez más…

 

Relevo episcopal en la diócesis

El presente Día de la Iglesia Diocesana llega a Sigüenza-Guadalajara en reciente y pleno proceso de relevo episcopal. El 31 de octubre se hizo pública la renuncia, por razones de edad, tras dos años de prórroga, de don Atilano Rodríguez Martínez, de origen asturiano, que ha regido nuestra diócesis desde el 2 de abril de 2011. Ahora y hasta el próximo 23 de diciembre es el administrador apostólico de la diócesis.

El obispo electo es don Julián Ruiz Martorell, nacido en Cuenca, aunque criado en Zaragoza, el 19 de enero de 1957. Sacerdote desde el 24 de octubre de 1981, está licenciado en Teología dogmática y en Sagrada Escritura. El 5 de marzo de 2011 recibió la ordenación episcopal y desde entonces ha sido el obispo de las diócesis de Jaca y de Huesca.

Don Atilano pasará a ser obispo emérito de la diócesis el 23 de diciembre. Además, contamos también con un segundo obispo emérito: don José Sánchez González, que, con 89 años, vive en la Casa Sacerdotal de Salamanca.

 

Sacerdotes, seminaristas y misioneros

 En la actualidad, el número de sacerdotes diocesanos se sitúa ya por debajo de los 180, incluidos cerca de dos decenas de sacerdotes, que, aunque, aunque incardinados en nuestra diócesis, sirven a otras diócesis. Ello significa que son algo menos de 160 los sacerdotes diocesanos residentes en el territorio diocesanos, más de un tercio ya jubilados y más de la mitad de este total sacerdotal vive en la ciudad de Guadalajara. Colaboran directamente con la pastoral diocesana unas tres decenas sacerdotes, la mayoría de ellos extranjeros. El número de parroquias en la diócesis asciende a 469.

Hay un diácono, que será próximamente ordenado presbítero.  La diócesis cuenta, asimismo, con cinco laicos aspirantes al diaconado permanente. En los años 2022 y 2023 se registraron una ordenación sacerdotal en cada uno de estos años. La diócesis tiene con dos seminaristas (uno ya diácono), que estudian en la Facultad de Teología de San Dámaso de Madrid.

Hay ahora tan solo 3 sacerdotes diocesanos en misiones, en otros tantos países de América Latina.  Además, oriundos de la diócesis hay otros 42 misioneros, religiosas, religiosos y seglares (en concreto, cinco familias en misión).

 

 Vida Consagrada y nuevas formas de consagración

Hay también unas 35 comunidades de vida consagrada: 9 monasterios contemplativos, 15 casas de religiosas, 7 de religiosos, 2 institutos seculares, 1 familia eclesial, 1 orden de las vírgenes y 2 asociaciones privadas de fieles. En total, los consagrados presentes en la diócesis se sitúa en 211 según los últimos datos, a los hay que añadir 82 monjas contemplativas. En total, suman 293 consagrados y consagradas.

Las congregaciones religiosas presentes en los monasterios contemplativos de la diócesis son nueve: Clarisas (en Sigüenza), Carmelitas Descalzas (en Guadalajara y en Iriépal), Jerónimas (en Yunquera de Henares), Benedictinas (en Valfermoso de las Monjas), Cistercienses (en Buenafuente del Sistal), Ursulinas (en Sigüenza), y Franciscanas Concepcionistas (en Pastrana y en Guadalajara)

Las comunidades de religiosos presentes son Josefinos (en Sigüenza y en Azuqueca), Maristas, Salesianos y Agustinos Recoletos (en Guadalajara) y Hermanos de la Sagrada Familia (en Sigüenza). Las religiosas pertenecen a las Adoratrices (en Guadalajara), Carmelitas del Sagrado Corazón (en Guadalajara y en Humanes), Dominicas (en Azuqueca), Doroteas (en Azuqueca), Hermanas de la Caridad de Santa Ana (en Guadalajara), Hermanitas de los Ancianos Desamparados (en Sigüenza y en Guadalajara) Reparadoras del Sagrado Corazón (en Guadalajara), Scalabrinianas (en Guadalajara) y Ursulinas (en Guadalajara).

La Obra de la Iglesia, los Servidores del Evangelio de la Misericordia de Dios y la Asociación Papa Juan XXIII en Guadalajara, la Comunidad de la Sagrada Familia (en Trillo), el Orden de las Vírgenes (en Cabanillas del Campo) y la Comunidad Betania (en Brihuega) son otras presencias, con sus correspondientes servicios, de vida consagrada, en distintas y nuevas formas, en la diócesis. También hay en la diócesis mujeres consagradas pertenecientes a los institutos seculares Alianza en Jesús por María y Siervas Seglares de Jesucristo Sacerdote.

 

 

Acción sacramental, catequesis y laicado

En el último año registrado (2022), se administraron 1.080 bautizos, 1.248 primeras comuniones, 892 confirmaciones, 292 bodas canónicas, y una ordenación sacerdotal. Estos registros son mejores que en 2020 y 2011, los años principales de la pandemia, pero ligeramente inferiores a antes de ésta.

El número de catequistas en la diócesis se sitúa en los 489, que forman a unos 6.000 niños, adolescentes y jóvenes.

El laicado diocesano organizado se agrupa en torno a veintiuna instituciones: Acción Católica General, Adoración Nocturna Española, Adoración Nocturna Femenina, Asociación Católica de Servicio a la Juventud Femenina, Asociación Cristiana de Viudas, Asociación María Auxiliadora, Asociación Salesianos Cooperadores, Centros de Cultura Popular, Comunidades Fe y Luz, Comunidades Neocatecumenales, Conferencias de San Vicente de Paúl, Cursillos de Cristiandad, Encuentro Matrimonial, Hermandades de Trabajo, HOAC, Manos Unidas, Movimiento Scout Católico, Orden Franciscana Seglar, Renovación Carismática Católica, Sociedad de San Vicente de Paúl, Talleres de Oración y  Vida Ascendente.

 

Acción educativa y cultural

Los colegios de matriz religiosa presentes en la diócesis son 10, tres diocesanos y siete de congregaciones religiosas. Nuestros colegios católicos concertados educan a 6.978 alumnos y emplean a cerca de 800 trabajadores (415 docentes y 361 no decentes).

Estos colegios son de titularidad diocesana tres (Sagrada Familia-Ursulinas de Sigüenza, Cardenal Cisneros de Guadalajara y Santa Cruz de Guadalajara) y de congregaciones religiosas, siete: los Salesianos, los Agustinos Recoletos (dos colegios), los Maristas, las Adoratrices y las Hermanas de Santa Ana, todos en Guadalajara, además colegio de las Doroteas en Azuqueca de Henares.

La diócesis cuenta con siete museos: tres de la parroquia de Atienza, otro de la parroquia-colegiata de Pastrana, uno más en Mondéjar y otro en Sigüenza, el Museo Diocesano, además del de la catedral seguntina. La catedral de Sigüenza, la décima mejor catedral de España, recibió en 2022 más de 55.000 visitantes.

La diócesis cuenta con 39 templos eclesiásticos declarados bienes de interés cultural (BIC). Y en 2022, hubo 55 proyectos y realizaciones de construcción y de rehabilitación y 69 fiestas religiosas de interés turístico provincial y regional.

 

Formación y espiritualidad

Junto al Seminario, la diócesis cuenta con cuatro escuelas Diocesanas de formación: Teología, Formación Misionera, Pastoral Obrera y Hermandades y Cofradías. En la actualidad, hay unas 135 cofradías en la diócesis con estatutos actualizados a tenor del CIC de 1983. Hay también tres santuarios diocesanos y varios cientos de ermitas.

En Guadalajara, se hallan la Casa Sacerdotal, la Cada Diocesana de Pastoral, el Centro de Acción Social Casa Nazaret, el Centro Juvenil Juan Pablo II, el Centro Diocesano de Orientación Familiar (COF) y el Centro de Escucha San Camilo.

Nuestra diócesis cuenta asimismo con cinco casas de espiritualidad: la Casa María Madre de Guadalajara, la Casa de Oración de los Hermanos de la Sagrada Familia “El Bosque” de Sigüenza, las Casas de Oración de los monasterios de Valfermoso de las Monjas (Benedictinas) y de Buenafuente del Sistal (Cistercienses) y el Centro de Espiritualidad y de Pastoral “San Francisco de Asís” de Trillo.

 

Acción caritativa y social

En total, en 2022, la diócesis atendió a 17.651 personas necesitadas y vulnerables, en 68 centros distintos. Así, hay un centro por cada uno de estos servicios: para la asistencia a migrantes y refugiados, otro para la defensa de la vida y de la persona y un tercero para la promoción de la mujer y para víctimas de la violencia, qua atendieron a 2.015, 29 y a 21 personas, respectivamente. Hubo dos proyectos de cooperación al desarrollo en el mundo, con 1.085 personas beneficiadas; y otros dos centros para promover el trabajo, con 750 personas atendidas.

Cáritas Diocesana acompañó y ayudó a 26.690 personas; y Manos Unidas, a 8.615. El número de voluntarios respectivamente estas organizaciones eclesiales diocesanas son de 480 y de 10, respectivamente.

14.343 personas fueron atendidas en 58 centros diocesanos para mitigar la pobreza. Igualmente, hay en la diócesis 5 casas para ancianos, enfermos crónicos y personas con discapacidad, que suman 494 beneficiarios.

 

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 10 de noviembre de 2023

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

El domingo 19 de noviembre es la Jornada Mundial de los Pobres, una iniciativa del Papa Francisco, cuyo lema de 2022 es «No apartes tu rostro del pobre»

 

 

 

 

La cita fue fijada ya hace siete años. Concluido el Jubileo de la Misericordia, en la carta apostólica «Misericordia et misera», en su punto 21, el Papa anunció la creación de la Jornada. «A la luz –escribió Francisco- del Jubileo de las personas socialmente excluidas (…), intuí que, como otro signo concreto de este año santo extraordinario, se debe celebrar en toda la Iglesia, en el XXXIII Domingo del Tiempo Ordinario, la Jornada Mundial de los Pobres. Será la preparación más adecuada para vivir la solemnidad de Jesucristo, Rey del Universo, quien se ha identificado con los pequeños y los pobres, y nos juzgará a partir de las obras de misericordia (cf. Mt 25,31-46)».

Y a renglón seguido, el mismo Papa adelantaba sus objetivos: «Será una Jornada que ayudará a las comunidades y a cada bautizado a reflexionar cómo la pobreza está en el corazón del Evangelio y sobre el hecho que, mientras Lázaro esté echado a la puerta de nuestra casa (cf. Lc 16,19-21), no podrá haber justicia ni paz social».  Y concluía: «Esta Jornada constituirá también una genuina forma de nueva evangelización (cf. Mt 11,5), con la que se renueve el rostro de la Iglesia en su acción perenne de conversión pastoral, para ser testimonio de la misericordia».

En Roma, el Papa organiza para la jornada una misa y un almuerzo para los pobres y quienes les atienden. Asimismo, despliega una serie de acciones caritativas en favor de ellos: chequeos médicos gratuitos, pagos de alquileres y de electricidad y lotes de alimentos, entre otras iniciativas, En nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, a través de la Vicaría Episcopal de Pastoral Social (ahora, durante la sede vacante del relevo episcopal en curso, Delegación de Pastoral Social) se programan distintas acciones asistenciales, campañas de sensibilización, celebraciones y gestos concretos de caridad y cercanía efectiva y afectiva hacia los pobres.

 

 

 

Lemas para el compromiso cristiano en favor de los pobres

Una frase bíblica acompaña, ilustra e interpela cada la jornada. Así, en 2017 y en 2018 fueron las frases «No amemos de palabra, sino con obras» (1 Jn 3,18) y «Este pobre gritó y el Señor lo escuchó» (Sal 34,7). En 2019, fue «La esperanza de los pobres nunca se frustrará» (Sal 9,19).  En 2020, la frase que tituló esta jornada: «Tiende tu mano al pobre», tomada del libro veterotestamentario del Sirácida, también llamado Eclesiástico (capítulo 7, versículo 32). En 2021, la frase fue «A los pobres los tenéis siempre con vosotros… (y podéis socorrerlos cuando queráis)» (Mc 14,7); y en 2022, «Jesucristo, siendo rico, se hizo pobre por nosotros» (2 Corintios, 8,9).

El lema para este año 2023 es «No apartes tu rostro del pobre», frase del libro de Tobías, en el Antiguo Testamento, frase que Tobit, padre de Tobías y modelo de vida recta, religiosa y de caridad, legó a su hijo como una su principal heredad.

Con el hilo conductor de estas frases, el Papa escribe cada año un mensaje, que firma el 13 de junio, memoria litúrgica de san Antonio de Padua, modelo de caridad y de servicio a los pobres.

 

Ideas centrales del mensaje papal para la Jornada de este año

“El Libro de Tobías nos enseña cómo actuar de forma concreta con y por los pobres. Es una cuestión de justicia que nos compromete a todos a buscarnos y encontrarnos recíprocamente... Por tanto, el interés por los pobres no se agota en limosnas apresuradas; exige restablecer las justas relaciones interpersonales que han sido afectadas por la pobreza”.

 “Nuestra atención hacia los pobres siempre está marcada por el realismo evangélico. Lo que se comparte debe responder a las necesidades concretas de los demás, no se trata de liberarse de lo superfluo… Lo que de seguro necesitan con mayor urgencia es nuestra humanidad, nuestro corazón abierto al amor”.

“No lo olvidemos: «Estamos llamados a descubrir a Cristo en ellos, a prestarles nuestra voz en sus causas, pero también a ser sus amigos, a escucharlos, a interpretarlos y a recoger la misteriosa sabiduría que Dios quiere comunicarnos a través de ellos» (Evangelii gaudium, 198). La fe nos enseña que cada uno de los pobres es hijo de Dios y que en ellos está presente Cristo: «Cada vez que lo hicisteis con el más pequeño de mis hermanos, conmigo lo hicisteis» (Mt 25,40)”.

 

Modelos e intercesores de servicio a los pobres

Además, cada año, en su mensaje, el Papa propone un modelo concreto de cristiano, normalmente santo, que sobresalió en el ejercicio de la caridad y de su compromiso en favor de los pobres. Así, en 2017 fue san Francisco de Asís; en 2018, santa Teresa de Jesús; en 2019, el sacerdote italiano don Primo Mazzolari y Jean Vanier; en 2020, la Virgen María, presentada como la Madre de los Pobres.

En 2021, fue el padre Damián de Veuster o de Molokai, santo apóstol de los leprosos. Para 2022 fue san Charles de Foucauld, canonizado por Francisco, el 15 de mayo de aquel año. Y, ahora, en 2023, en pleno año jubilar del 150 aniversario de su nacimiento, santa Teresita de Lisieux.

 

El testimonio de Teresita

Estas son las palabras textuales que, sobre la joven santa francesa, referente este año para la Jornada Mundial de los Pobres, escribe el Papa Francisco en su mensaje para la jornada: “Este año se conmemora el 150 aniversario del nacimiento de santa Teresa del Niño Jesús y de la Santa Faz. En una página de su Historia de un alma escribió: «Sí, ahora comprendo que la caridad perfecta consiste en soportar los defectos de los demás, en no extrañarse de sus debilidades, en edificarse de los más pequeños actos de virtud que les veamos practicar. Pero, sobre todo, comprendí que la caridad no debe quedarse encerrada en el fondo del corazón: Nadie, dijo Jesús, enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de la casa. Yo pienso que esa lámpara representa a la caridad, que debe alumbrar y alegrar, no sólo a los que me son más queridos, sino a todos los que están en la casa, sin exceptuar a nadie»”.

Y Francisco añade y concreta la frase final de la santa, en la que se refiere «a todos los están en la casa, sin exceptuar a nadie»: “En esta casa que es el mundo, todos tienen derecho a ser iluminados por la caridad, nadie puede ser privado de ella. Que la perseverancia del amor de santa Teresita pueda inspirar nuestros corazones en esta Jornada Mundial, que nos ayude a «no apartar el rostro del pobre» y a mantener nuestra mirada siempre fija en la faz humana y divina de nuestro Señor Jesucristo”.

 

Oración para la Jornada de los Pobres

Oh, Señor nuestro Jesucristo, crucificado y resucitado, con alegría nos encontramos en torno a Tu Mesa para recibir nuevamente de Ti el don y el compromiso de vivir la pobreza y de servir a los pobres, en los cuales encontramos Tu rostro.

Te agradecemos porque hay tantos hombres y mujeres que viven la dedicación y el compartir con los pobres y excluidos, teniendo cuidado de la promoción integral de su persona. Tu Reino se hace presente y visible en este servicio generoso y gratuito.

Ilumina las instituciones públicas para que cumplan bien su deber, garantizando a cada ser humano el derecho a la existencia, a la integridad física, a los medios indispensables para un digno tenor de vida, el derecho a la seguridad en caso de enfermedad, de discapacidad, de viudez, de vejez, de desocupación.

Oh, Espíritu Santo, que nos donas el discernimiento, haz que bajo tu guía podamos reconocer las verdaderas exigencias de los hermanos pobres. Haznos capaces de prestar a ellos nuestra voz en sus causas, acogiendo la misteriosa sabiduría que quieres comunicarnos a través de ellos, hijos de Dios.

Oh, santa Teresa del Niño Jesús, la tenacidad de tu amor inspire nuestros corazones, ayudándonos a no apartar el rostro del pobre y a mantenerlo siempre fijo en el rostro humano y divino del Señor Jesucristo. Amén. ¡Aleluya!

 


Calendario para el relevo episcopal en nuestra diócesis

El martes 31 de octubre de 2023 la Santa Sede hacía pública la jubilación por razones de edad (77 años) de don Atilano Rodríguez Martínez, quien, a su vez, era nombrado administrador apostólico de la diócesis hasta la toma de posesión de su sucesor, don Julián Ruiz Martorell (66 años), hasta entonces y desde el 5 de marzo de 2011 obispo de Jaca y de Huesca. Don Atilano ha regido nuestra diócesis desde el 2 de abril de 2011. Sucedió a don José Sánchez González (89 años).

Desde ese momento y a tenor de la normativa canónica vigente, el colegio de consultores de la diócesis, organismo integrado por once sacerdotes, coordina todo los relativo al relevo episcopal. A sus reuniones de trabajo (hasta ahora, tres: los días 31 de octubre y 6 y 16 de noviembre) se han incorporado también los responsables de las delegaciones diocesanas de Liturgia y de Medios de Comunicación Social, así como los secretarios particulares del obispo en Sigüenza y en Guadalajara. Además, el colegio de consultores se encontrará en Madrid, en el mediodía del viernes 24 de noviembre, con don Julián Ruiz Martorell.

Ya están perfiladas las despedidas a don Atilano. La catedral de Sigüenza, en la capilla de San Pedro, acogerá la primera, de índole más sacerdotal, el sábado 16 de diciembre, a las 12 horas, seguida de un almuerzo fraterno. En Guadalajara, a las 19 horas del domingo 17 de diciembre, la concatedral acogerá la segunda, de características más institucionales.

Don Julián llegará a la diócesis a las 17 horas del viernes 22 de diciembre. Alcolea del Pinar será su primer destino y parada. Y una hora después lo hora en el santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona. Su solemne misa de toma de posesión será en la catedral seguntina a las 11 horas del sábado 23 de diciembre. Su primera misa en Guadalajara será el martes 26 de diciembre a las 18 horas, en la concatedral. Previamente, desde el mediodía, el nuevo obispo mantendrá, en el seminario menor y colegio diocesano de Guadalajara, un encuentro navideño con el presbiterio diocesano.

 

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 17 de noviembre de 2023

Por Alfonso Olmos Embid

(Director de la Oficina de Información)

 

 

 

 

 

 

Desde Protógenes en el siglo VI, la Iglesia que camina en lo que ahora es la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, se cuentan casi un centenar de nombres de los que son sucesores de los apóstoles, los obispos.

El territorio provincial, que ahora se identifica también con el diocesano, con todos sus pueblos y ciudades, ha sufrido a lo largo de la historia un vaivén de cambio de límites. Ahora, unificado administrativamente y también eclesiásticamente, recibe al que en esa lista de nombres ocupa el número 97, nuestro obispo electo Julián.

A los obispos, por la ordenación episcopal, se les ha transmitido la misión y la potestad de los apóstoles, y eso garantiza la comunión de fe y de vida de la comunidad diocesana, con los orígenes de la fe apostólica y con los que fueron elegidos por Cristo y configurados con él, para ser pescadores de hombre y apacentar a su pueblo. En pura teoría, habría que pensar que en el origen de esa sucesión por la ordenación, veinte siglos atrás, habría un apóstol al que los obispos “sucedieron al ser ordenados en su lugar”, como asevera Firmiliano de Cesarea, alma de los concilios celebrados en Antioquía entre los años 264 y 268.

Hace décadas, en nuestras parroquias, al recibir la visita pastoral de un obispo, los feligreses exhibían carteles o pancartas en las que se podían leer las palabras que recogen algunos evangelistas al narrar la entrada de Jesús en Jerusalén: “Bendito el que viene en el nombre del Señor”. También estas palabras resuenan en las sedes episcopales al recibir a un nuevo obispo en ocasiones, como el mismo Cristo, montado a lomos de un pollino. Y es que así llega cada prelado a su diócesis y a sus parroquias, en el nombre del Señor.

La memoria es limitada, pero todos podemos recordar los nombres de los obispos que, a lo largo de nuestra historia, hemos ido conociendo. Laureano, Jesús, José, Atilano y Julián, son de los que yo guardo memoria; y más atrás las gentes de Guadalajara recuerdan otros nombres de los pastores que rigieron las distintas comarcas de nuestra provincia que, hace décadas, pertenecían a distintos obispados.

Más allá de la historia, que siempre conviene recordar y reconocer, habrá que esforzarse por vivir el presente, que nos encamina hacia un futuro en el que, de la mano de nuestro obispo, la Iglesia debe vivir, como en los orígenes los apóstoles, con espíritu evangelizador y misionero.

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