El mensaje del Papa para esta Cuaresma que reproducimos, partiendo de la Transfiguración del Señor, ofrece los paralelismos entre la Cuaresma y el Sínodo

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Anteayer, miércoles, día 22 de febrero, ha sido Miércoles de Ceniza, día del comienzo de la Cuaresma, que se prolongará hasta la tarde del Jueves Santo, 14 de abril (la Semana Santa de 2022 será del 2 al 9 de abril).  

Así, pues, durante cuarenta días –imagen de los cuarenta días de Jesucristo en el desierto antes de comenzar su predicación y misión y los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto hasta llegar a la tierra prometida-, los cristianos nos encontraremos en el tiempo litúrgico de la Cuaresma, un bien hermoso y caracterizado tiempo de preparación a los misterios centrales del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección redentoras de Jesucristo.  

El ciclo cuaresmal tiene seis domingos, incluido el Domingo de Ramos, pórtico solemne de la Semana Santa. La espiritualidad de estas semanas mira a preparar la vivencia de la Pascua de Resurrección con mayor intensidad religiosa en las celebraciones litúrgicas y en prácticas como la oración, los retiros, la limosna, el ayuno y la penitencia. El ambiente cuaresmal se aprecia también en las celebraciones: los ornamentos son de color morado, se suprime el Gloria y el Aleluya y el templo aparece más sobrio. Todo ello hasta el Domingo de Pascua de la Resurrección del Señor, que será el 9 de abril. 

 

Dos partes y, este año, triple contexto 

 

De alguna manera, estos seis domingos y semanas podríamos que decir que se dividen en dos partes. La primera parta va desde el Miércoles de Ceniza hasta la víspera del Domingo IV de Cuaresma, que es llamado el Domingo “Laetare, domingo de la alegría ante la tan próxima Pascua. Y ya la segunda parte, intensificando las notas propias cuaresmales, hasta su culminación con el Triduo Pascual (desde la tarde del Jueves Santo al Domingo de Pascua y, por extensión, durante toda la semana de Pascua, incluido el segundo domingo pascual, Domingo, a su vez, de la Divina Misericordia). 

Por iniciativa del Papa Francisco, y desde 2014, para visibilizar este tránsito entre dos partes citadas de la Cuaresma, desde la tarde del viernes de la tercera semana de Cuaresma hasta la tarde del sábado ya víspera del cuarto domingo cuaresmal, se celebra la Jornada 24 horas para el Señor”. Es una convocatoria en toda la Iglesia universal destinada a la adoración eucarística y a las confesiones sacramentales. Este año será de la tarde del viernes 17 a la tarde del sábado 18 de marzo. Su lema de este año es “¡Oh Dios!, ten compasión de este pecador(Lucas 18, 13). 

Por otro lado, el contexto concreto de la Cuaresma de 2023 es triple: la invasión y guerra en Ucrania, ya en su primer aniversario; los devastadores efectos de los terremotos en Siria y en Turquía; y el proceso sinodal en que vive toda la Iglesia universal desde octubre de 2021. 

 

Texto íntegro del mensaje papal 

 

“Queridos hermanos y hermanas: Los evangelios de Mateo, Marcos y Lucas concuerdan al relatar el episodio de la Transfiguración de Jesús. En este acontecimiento vemos la respuesta que el Señor dio a sus discípulos cuando estos manifestaron incomprensión hacia Él.  

De hecho, poco tiempo antes se había producido un auténtico enfrentamiento entre el Maestro y Simón Pedro, quien, tras profesar su fe en Jesús como el Cristo, el Hijo de Dios, rechazó su anuncio de la pasión y de la cruz. Jesús lo reprendió enérgicamente: «¡Retírate, ve detrás de mí, Satanás! Tú eres para mí un obstáculo, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres» (Mt 16,23). Y «seis días después, Jesús tomó a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y los llevó aparte a un monte elevado» (Mt 17,1). 

 

La Cuaresma, tiempo de encuentro de Jesús y su Iglesia 

 

El evangelio de la Transfiguración se proclama cada año en el segundo domingo de Cuaresma. En efecto, en este tiempo litúrgico el Señor nos toma consigo y nos lleva a un lugar apartado. Aun cuando nuestros compromisos diarios nos obliguen a permanecer allí donde nos encontramos habitualmente, viviendo una cotidianidad a menudo repetitiva y a veces aburrida, en Cuaresma se nos invita a “subir a un monte elevado” junto con Jesús, para vivir con el Pueblo santo de Dios una experiencia particular de ascesis. 

La ascesis cuaresmal es un compromiso, animado siempre por la gracia, para superar nuestras faltas de fe y nuestras resistencias a seguir a Jesús en el camino de la cruz. Era precisamente lo que necesitaban Pedro y los demás discípulos. Para profundizar nuestro conocimiento del Maestro, para comprender y acoger plenamente el misterio de la salvación divina, realizada en el don total de sí por amor, debemos dejarnos conducir por Él a un lugar desierto y elevado, distanciándonos de las mediocridades y de las vanidades. Es necesario ponerse en camino, un camino cuesta arriba, que requiere esfuerzo, sacrificio y concentración, como una excursión por la montaña.  

Estos requisitos también son importantes para el camino sinodal que, como Iglesia, nos hemos comprometido a realizar. Nos hará bien reflexionar sobre esta relación que existe entre la ascesis cuaresmal y la experiencia sinodal. 

 

La ascesis cuaresmal como también camino sinodal, expresada en esta imagen de un grupo de católicas filipinas

 

Experiencias comunitarias, sinodales 

 

En el “retiro” en el monte Tabor, Jesús llevó consigo a tres discípulos, elegidos para ser testigos de un acontecimiento único. Quiso que esa experiencia de gracia no fuera solitaria, sino compartida, como lo es, al fin y al cabo, toda nuestra vida de fe. A Jesús hemos de seguirlo juntos. Y juntos, como Iglesia peregrina en el tiempo, vivimos el año litúrgico y, en él, la Cuaresma, caminando con los que el Señor ha puesto a nuestro lado como compañeros de viaje.  

Análogamente al ascenso de Jesús y sus discípulos al monte Tabor, podemos afirmar que nuestro camino cuaresmal es “sinodal”, porque lo hacemos juntos por la misma senda, discípulos del único Maestro. Sabemos, de hecho, que Él mismo es el Camino y, por eso, tanto en el itinerario litúrgico como en el del Sínodo, la Iglesia no hace sino entrar cada vez más plena y profundamente en el misterio de Cristo Salvador. 

Y llegamos al momento culminante. Dice el Evangelio que Jesús «se transfiguró en presencia de ellos: su rostro resplandecía como el sol y sus vestiduras se volvieron blancas como la luz» (Mt 17,2). Aquí está la “cumbre”, la meta del camino. Al final de la subida, mientras estaban en lo alto del monte con Jesús, a los tres discípulos se les concedió la gracia de verle en su gloria, resplandeciente de luz sobrenatural. Una luz que no procedía del exterior, sino que se irradiaba de Él mismo. 

La belleza divina de esta visión fue incomparablemente mayor que cualquier esfuerzo que los discípulos hubieran podido hacer para subir al Tabor. Como en cualquier excursión exigente de montaña, a medida que se asciende es necesario mantener la mirada fija en el sendero; pero el maravilloso panorama que se revela al final, sorprende y hace que valga la pena.  

También el proceso sinodal parece a menudo un camino arduo, lo que a veces nos puede desalentar. Pero lo que nos espera al final es sin duda algo maravilloso y sorprendente, que nos ayudará a comprender mejor la voluntad de Dios y nuestra misión al servicio de su Reino. 

 

Transformación personal y eclesial 

 

La experiencia de los discípulos en el monte Tabor se enriqueció aún más cuando, junto a Jesús transfigurado, aparecieron Moisés y Elías, que personifican respectivamente la Ley y los Profetas (cf. Mt 17,3). La novedad de Cristo es el cumplimiento de la antigua Alianza y de las promesas; es inseparable de la historia de Dios con su pueblo y revela su sentido profundo.  

De manera similar, el camino sinodal está arraigado en la tradición de la Iglesia y, al mismo tiempo, abierto a la novedad. La tradición es fuente de inspiración para buscar nuevos caminos, evitando las tentaciones opuestas del inmovilismo y de la experimentación improvisada. 

El camino ascético cuaresmal, al igual que el sinodal, tiene como meta una transfiguración personal y eclesial. Una transformación que, en ambos casos, halla su modelo en la de Jesús y se realiza mediante la gracia de su misterio pascual. Para que esta transfiguración pueda realizarse en nosotros este año, quisiera proponer dos “caminos” a seguir para ascender junto a Jesús y llegar con Él a la meta. 

 

Escuchar a Jesús, escuchar la Palabra de Dios 

 

El primero se refiere al imperativo que Dios Padre dirigió a los discípulos en el Tabor, mientras contemplaban a Jesús transfigurado. La voz que se oyó desde la nube dijo: «Escuchadlo» (Mt 17,5). Por tanto, la primera indicación es muy clara: escuchar a Jesús. La Cuaresma es un tiempo de gracia en la medida en que escuchamos a Aquel que nos habla. ¿Y cómo nos habla? Ante todo, en la Palabra de Dios, que la Iglesia nos ofrece en la liturgia. No dejemos que caiga en saco roto. Si no podemos participar siempre en la Misa, meditemos las lecturas bíblicas de cada día, incluso con la ayuda de internet.  

Además de hablarnos en las Escrituras, el Señor lo hace a través de nuestros hermanos y hermanas, especialmente en los rostros y en las historias de quienes necesitan ayuda.  

Pero quisiera añadir también otro aspecto, muy importante en el proceso sinodal: el escuchar a Cristo pasa también por la escucha a nuestros hermanos y hermanas en la Iglesia; esa escucha recíproca que en algunas fases es el objetivo principal, y que, de todos modos, siempre es indispensable en el método y en el estilo de una Iglesia sinodal. 

 

Testimonio compartido en la vida cotidiana  

 

Al escuchar la voz del Padre, «los discípulos cayeron con el rostro en tierra, llenos de temor. Jesús se acercó a ellos y, tocándolos, les dijo: “Levantaos, no tengáis miedo”. Cuando alzaron los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús solo» (Mt 17,6-8). He aquí la segunda indicación para esta Cuaresma: no refugiarse en una religiosidad hecha de acontecimientos extraordinarios, de experiencias sugestivas, por miedo a afrontar la realidad con sus fatigas cotidianas, sus dificultades y sus contradicciones. La luz que Jesús muestra a los discípulos es un adelanto de la gloria pascual y hacia ella debemos ir, siguiéndolo “a Él solo”.  

La Cuaresma está orientada a la Pascua. El “retiro” no es un fin en sí mismo, sino que nos prepara para vivir la pasión y la cruz con fe, esperanza y amor, para llegar a la resurrección.  

De igual modo, el camino sinodal no debe hacernos creer en la ilusión de que hemos llegado cuando Dios nos concede la gracia de algunas experiencias fuertes de comunión. También allí el Señor nos repite: «Levantaos, no tengáis miedo». Bajemos a la llanura y que la gracia que hemos experimentado nos sostenga para ser artesanos de la sinodalidad en la vida ordinaria de nuestras comunidades. 

Queridos hermanos y hermanas, que el Espíritu Santo nos anime durante esta Cuaresma en nuestra escalada con Jesús, para que experimentemos su resplandor divino y así, fortalecidos en la fe, prosigamos juntos el camino con Él, gloria de su pueblo y luz de las naciones”. 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 24 de febrero de 2023

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

 

"/Ya te alejas, Pastor santo, hacia la luz de arriba,

Alzándote -incluso con la cruz- al cielo;

Te ilumina, desde allí, una llama que tu vuelo

Está alumbrando, mientras la Tierra de tu luz se priva.

 

Aunque de tu propio madero mana luz en rielo,

Luciendo sobre la redimida Tierra fugitiva,

En la que tu misma estela queda viva

Junto a una escena de pescadores y de suelo.

 

¿A dónde te diriges, si ha quedado la celeste riba

Sombría, de destinos cubierta por un velo?

Pareces mirar dentro de Ti, tapado por tu pelo.

Atisbas a la Tierra, girando a la deriva.

 

Sol del espíritu, nos has dejado al menos el consuelo

Todavía, cuando alguien la escuche y la reciba,

Oficiada por Ti, de cuanta palabra y luz perciba:

¡Resurrecta esperanza emanada del anhelo!

 

¡SANTO apetito de vida eterna, que el alma por siempre la conciba!

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia Santa María, Guadalajara)

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La fila de miembros del Consejo aproximadamente una docena y media de personas avanzaba lentamente. El hombre de blanco se paraba con cada miembro según llegaban a saludarle, bajo la atenta mirada del cardenal-presidente del Consejo Pontificio que presentaba al Papa, a cada uno de ellos.

Cuando llegué a su altura, me encontré frente a un ser humano que me recibía con una cordial y tímida sonrisa y limpios y claros ojos azules. Al darle la mano, trasladé con cierta timidez, el saludo que me había casi ordenado mi madre, que le hiciera llegar “si llegaba a ver al Papa” me decía ella. Quise continuar y terminar rápidamente el protocolo del saludo para no quitarle más tiempo del debido, pero no me dejo. Su mano mantenía con firmeza la mía, con cierta sorpresa del Cardenal Cordes que me había presentado y desde luego la mía. Me preguntó por datos de mi madre. ¿Qué años tiene? ¿cómo está de salud? Fundamentalmente, me impresionaron sus ojos, ojos de hombre limpio de hombre amable de hombre bueno. Los pocos momentos que estuve frente a él a través de los años siguientes, confirmaron las impresiones de los primeros momentos. Era tímido sí, pero de una gran delicadeza y diría que hasta de dulzura. Hoy escribo bajo la impresión de saberle de viaje, de un viaje que terminará ante Aquel que le encomendó cuidar Su Iglesia a la que se entregó y a cuyo Fundador dedicó sus últimas palabras antes de entregar el alma: “Señor te amo”

Había conocido al Cardenal Ratzinger solo unos años antes en el comedor de la Casa Santa Marta cuando llegó con un acompañante y le colocaron en una de aquellas enormes mesas redondas y la casualidad, me hizo gozar de su compañía como vecino de mesa y de asiento. Él no me conocía, pero yo si le conocía a él ¿Quién no conocería en el Vaticano al Prefecto para la Doctrina de la Fe? Podría contar alguna anécdota de mi pequeña relación con él a lo largo de los años. Pero ahora que ya está en el Cielo, me gustaría dejar solo una que ya me impacto entonces y que agradecí profundamente.

Él era un gran Cardenal, de los conocidos, el guardián de las esencias en la Iglesia, por mi lado un pobre y desconocido laico. En aquella mesa redonda, el Cardenal tenía a su izquierda al amigo con el que había llegado a comer y a su derecha, al “laico desconocido”.

Personalmente, me encontraba aislado. La silla de mi derecha, la ocupaba un obispo que hablaba un “perfecto” inglés idioma que desconozco absolutamente, salvo las habituales palabras: gracias, buenos días o buenas noches, perdón y poco más. El futuro Papa, a mi izquierda fue consciente enseguida de mi forzada reclusión idiomática y a lo largo de la comida y sin duda para que no me sintiera aislado, me dirigió pequeñas frases en francés e incluso en español que daban pie a cortos intercambios de conversación, para que, sin abandonar a su compañero de comida, me permitiera no encontrarme solo. Su simpatía, su amabilidad y su caridad, será difícil que los olvide y a él, ya me encomiendo desde el día en el que, creo firmemente, inició su vuelo con destino al Cielo llamado por la Plenitud de la Alegría.

Después de recordar esta importante pérdida para la Iglesia universal, no puedo olvidarme de otras dos grandes pérdidas personales que he sufrido en estos días de finales de enero 2023, en los que escribo estas líneas.  No conmoverán a muchos, pero si a mí.

Uno se llamaba Ronaldo Daniel, era uno de mis consocios de Guatemala y ha vuelto al Señor mientras dormía. Era un hombre de Dios y te acercaba a Él ya fuera oyéndole o leyéndole en preciosos comentarios a las lecturas dominicales. Nos conocimos y compartimos la amistad y la alegría de Cristo solo unos días personalmente. Después hemos seguido esa amistad por medios electrónicos los casi últimos veinte años.

José María era otro consocio este de Madrid y durante una época fue mi “servidor” en la presidencia del consejo de Madrid de las Conferencias de San Vicente. Creo que fue consciente de que no ocupaba un “cargo” sino un exigente “servicio”. También falleció alrededor de los comienzos del año 2023. Era un buen médico y después de jubilado y del trabajo en su Conferencia, ejercía la Medicina en caridad en algún pequeño Centro médico caritativo de Madrid y en la tutela de un Comedor de las Conferencias, también en Madrid, fundado por consocios muy anteriores a él.

He incorporado a los tres a la cada vez más larga y numerosa lista de mi oración diaria por tantos amigos, que ya han viajado hasta el Padre. A todos tengo que agradecer su ejemplo de entrega eclesial y su constancia. Tres más que han abonado mi vida. Gracias.

Siempre a Cristo por y con María.

Por Eugenio Abad Vega

Consiliario de la Delegación de Infancia y Catequesis

 

 

 

A veces, en relación a la liturgia y a las celebraciones cristianas, podemos tener la sensación de que se trata de un eterno retorno. Llega el adviento, la navidad, el tiempo ordinario, la cuaresma, la pascua…y el ciclo se repite año tras año. Y aunque eso es verdad en cuanto al ritmo celebrativo, no lo es en cuanto a la naturaleza de la vida cristiana, pues ésta es lineal: En el bautismo iniciamos un camino que recorremos con la finalidad de ir progresando en la santidad.

Por eso, la iglesia nos invita a vivir la cuaresma no como un año más, de forma repetitiva y rutinaria, sino como un “más” en el año, como un “plus”, una oportunidad nueva o un regalo que Dios nos da (“Ahora es el tiempo de la gracia, ahora el es tiempo de la salvación” dirá san Pablo a Corintios).

Conversión, ayuno, perdón, compasión, pureza de corazón, alabanza, reconciliación, justicia, gracia, oración, silencio, limosna, salvación… son palabras muy presentes en este tiempo de cuaresma. Son un clamor de Dios hacia nosotros para que vivamos como hijos suyos; y, a la vez, un clamor nuestro hacia Él para que lo haga posible mediante su gracia.

Cuaresma, ¿un año más o un “más” en el año?, pregunta que, sin duda, podemos hacernos y tratar de responder también en los grupos de catequesis, sobre todo,  con adultos y jóvenes.

 

José Ramón Díaz-Torremocha

(Conference of Santa María, Guadalajara)

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The queue of Council members, about a dozen and a half people, moved slowly forward. The man in white stopped with each member as they came to greet him, under the vigilant gaze of the Pontifical Council’s cardinal-president who introduced each of them to the Pope.

When I reached him, I found myself in front of a human being who greeted me with a warm, shy smile and limpid, clear blue eyes. As I shook hands with him, I timidly conveyed the greeting that my mother had almost ordered me to give him "if I ever saw the Pope", she used to tell me. I wanted to continue and quickly finish the greeting protocol so as not to take up more time than I should have, but he wouldn't let me. His hand held mine firmly, to the surprise of Cardinal Cordes who had introduced me and, of course, to my surprise. He asked me about my mother: how old is she, what about her health? I was impressed, above all, by his eyes, the eyes of a clean man, of a kind man, of a good man. The few moments I spent in front of him throughout the following years confirmed the impression of the first moments. He was indeed shy, but with great kindness and I would even say gentleness. Today I write under the dismay of knowing that he was on a journey, a journey that will end before the One who entrusted him with the care of His Church to which he devoted himself and to whose Founder he dedicated his last words before he gave up his soul:” Lord, I love you”.

I had met Cardinal Ratzinger only a few years earlier in the refectory of Casa Santa Marta when he arrived with a companion and was placed at one of those huge round tables and, by chance, I enjoyed his company as a table and seat neighbour. He did not know me, but I knew him. Who in the Vatican would not know the Prelate for the Doctrine of the Faith? I could tell some anecdotes of my brief relationship with him over the years. But now that he is in Heaven, I would like to leave just one that had an impact on me at the time and for which I was deeply grateful.

He was a great Cardinal, a well-known Cardinal, the guardian of the Church’s essence, sitting next to me, a poor, unknown layman. At that round table, the Cardinal had on his left the friend with whom he had come for lunch and on his right, the "unknown layman”.

Personally, I found myself isolated. The chair on my right was occupied by a bishop who spoke "perfect" English, a language I do not speak at all, except for the usual words: thank you, good morning or good evening, excuse me and not much else. On my left, the future Pope was immediately aware of my forced linguistic reclusion and throughout the meal, certainly in order not to make me feel isolated, he spoke to me in French and even in Spanish, which gave rise to short exchanges of conversation. The result was that, without him abandoning his dining companion, I did not feel alone. It will be difficult for me to forget his friendliness, his kindness and his charity, and I have been entrusting myself to him since the day when, as I firmly believe, he began his flight to Heaven, called by the Plenitude of Joy.

After recalling this major loss for the universal Church, I cannot forget two other great personal losses that I have had in these days at the end of January 2023, when I am writing these lines. They will not move many, but they do move me.

One of them was called Ronaldo Daniel, he was one of my fellow members in Guatemala and he came back to the Lord in his sleep. He was a man of God and brought you closer to Him either by listening to him or by reading his beautiful commentaries to the Sunday readings. We met in person and shared the friendship and joy of Christ for only a few days. Then we have continued that friendship through electronic means for almost the last twenty years.

José María was another fellow member from the east of Madrid and for a while he was my "servant" in the presidency of the Madrid council of St. Vincent Conferences. I think he was aware that he was not in "office" but in a demanding "service". He also passed away around the beginning of the year 2023. He was a good physician and after his retirement and his work in his Conference, he practised medicine in a small charity Medical Centre in Madrid and in the supervision of a Dining Room of the Conferences, also in Madrid, founded by fellow members long before him.

I have included the three of them in my ever-growing list of daily prayers for so many friends who have already gone to the Father. I would like to thank them all for their example of ecclesial devotion and of perseverance. Three among the ones who have made a contribution to my life. Thank you.

Always to Christ through and with Mary.

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