Raúl Pérez Sanz

(Delegación de Liturgia)

 

El Misal es el libro oficial según el cual la comunidad cristiana celebra la Eucaristía.  Dos son los libros que se utilizan en las Eucaristías, un primer volumen con las oraciones del presidente, llamado propiamente Misal o libro de altar. Y un segundo con las lecturas bíblicas que se proclaman a lo largo del año litúrgico, el Leccionario.

El Misal contiene las oraciones y los cantos que dirigimos a Dios a lo largo de la Misa, Hay algunas partes que se repiten en todas las Eucaristías es el “Ordinario de la Misa” en el aparecen: los ritos iniciales, acto penitencial, el Gloria, las plegarias Eucarísticas… Lo que cambia según el tiempo litúrgico en el que celebramos se denomina “Propio del Tiempo” en cual aparecen: la oración colecta, la oración sobre las ofrendas y la oración de después de la comunión.

En el año 1970 apareció el Misal Romano Reformado por mandato del Concilio Vaticano II y promulgado por el Beato Pablo VI. Este nuevo misal sustituyo al promulgado por S. Pío V y encargo del Concilio de Trento, en el año 1570.

El día 5 de marzo del 2017, primer domingo de Cuaresma; ni antes, ni después, se empezará a usar la tercera edición del Misal Romano en lengua española. No se trata de un nuevo misal, sino de una edición ya existente.

Cuando se empiece a usar el nuevo Misal nos daremos cuenta de pequeñas variaciones en algunas oraciones. La nueva traducción intenta seguir rigurosamente el texto latino del Missale Romanun, según las orientaciones de la instrucción Liturgiam Authenticam que pide la máxima fidelidad al texto latino. De ahí que ahora cambien, por ejemplo, las palabras de consagración del cáliz “Tomad y bebed todos de él, porque este es el cáliz de mi sangre, que será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”.

La aplicación de este nuevo Misal con estos cambios y otros muchos, son una clara invitación a estudiar en profundidad sobre la Sagrada Liturgia.  Próximamente nos iremos centrando en el Ars Celebrandi que “favorece el sentido de lo sagrado y el uso de las formas exteriores que educan para ello…” Benedicto XVI.

Testimonio de Ericka

(Delgación de Vocaciones)

 

Mis abuelos desde siempre han sido creyentes; siempre que podían iban a rezar. Se podría decir que yo siempre he sido creyente, pero aún mas porque yo fui testigo de un acto de fe.

Uno de mis primos (el mas pequeño) tenía un día un partido de fútbol. Todo iba muy bien, el equipo de mi primo iba ganando 5-2; pero justo unos minutos después de marcar el quinto gol, empezó a llover muy fuertemente y el balón se llenó de agua. Fue entonces cuando mi primo iba a marcar un gol de cabeza y el peso del balón era tal que de repente le dio una ataque de epilepsia. Enseguida el partido se paró, llamamos a la ambulancia y fuimos al hospital.

Los doctores no paraban de repetir que la epilepsia no tiene cura y nosotros no sabíamos que hacer. Todo sucedió un sábado.

Al día siguiente, fuimos todos a misa y mi tía se ponía a llorar y a rezar de corazón para que mi primo se curara. Pasaron unos días. Todos fuimos al hospital otra vez y mi primo ya no tenía epilepsia, y, desde entonces, mi primo nunca ha tenido enfermedades de ningún tipo.

No se si ha sido pura casualidad o que los doctores hicieron algo, pero me siento agradecida de que se sienta mejor mi primo.

 

Firmado: Ericka

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

No me mueve, mi Dios, para quererte 
el cielo que me tienes prometido.

 

Anónimo. Siglo XVI

 

 

 

No para amarte es, Jesús, que me mueve

la promesa futura de tu cielo,

ni tampoco el infierno, sin consuelo.

El amor hacia Ti mismo es quien me eleve.

 

Me mueves Tú mismo a Ti, desde el suelo

verte en cruz, clavo en leño tu relieve.

Vejado, herido, ultrajado,  remueve

a ascender hasta Ti, a darte consuelo.

 

Muévenme las afrentas que han herido

tu cuerpo sangrante, que señalara

el amor que tu ofrenda demostrara

a cada golpe de martillo unido. 

 

Tu amor obra en modo que igual  te amara

sin cielo, y sin infierno igual temido;

que el tuyo amor y reino es que ha venido

a enseñarnos Amor. Y eso sobrara.

 

Y más, que tu naturaleza humana

ante el clavo que a carne ha desgarrado,

-hálito alado que lanza ha sacado

tras última sangre, ya lo que mana,

saliendo, es tu divinidad hermana-.

 

 

Juan Pablo Mañueco

Del libro "La sombra del sol" (2017)

 

Por Rafael Amo

(Delegación de Ecumenismo)

 

 

Todos los años, en el mes de enero, se convoca a las iglesias y comunidades eclesiales a rezar por la unidad de los cristianos. La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos se celebra tradicionalmente del 18 al 25 de enero. Estas fechas fueron propuestas en 1908 por Paul Watson para coincidir con la conversión de san Pablo, que tienen un significado simbólico. Él pasó de ser un judío perseguidor, a ser un defensor y un misionero infatigable de la Buena Noticia. Es el gran momento del ecumenismo espiritual. 

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos de 2017 tiene lugar en el año en que se conmemora el 500 aniversario de la Reforma. Según muchas crónicas, el 31 de octubre de 1517 el monje agustino alemán Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia del castillo de Wittenberg, dando así inicio a un proceso que llevó tristemente a la división del cristianismo occidental. 

El pasado 31 de octubre de 2016, en el marco de la Comisión conjunta Luterano-Católico Romana sobre la unidad, se firmaba una declaración conjunta que concluye con las siguientes palabras: “Aunque estamos agradecidos profundamente por los dones espirituales y teológicos recibidos a través de la Reforma, también reconocemos y lamentamos ante Cristo que luteranos y católicos hayamos dañado la unidad visible de la Iglesia. Las diferencias teológicas estuvieron acompañadas por el prejuicio y por los conflictos, y la religión fue instrumentalizada con fines políticos. Nuestra fe común en Jesucristo y nuestro bautismo nos piden una conversión permanente, para que dejemos atrás los desacuerdos históricos y los conflictos que obstruyen el ministerio de la reconciliación. Aunque el pasado no puede ser cambiado, lo que se recuerda y como se recuerda puede ser trasformado. Rezamos por la curación de nuestras heridas y de la memoria, que nublan nuestra visión recíproca. Rechazamos de manera enérgica todo odio y violencia, pasada y presente, especialmente la cometida en nombre de la religión. Hoy escuchamos el mandamiento de Dios de dejar de lado cualquier conflicto. Reconocemos que somos liberados por gracia para caminar hacia la comunión, a la que Dios nos llama constantemente”.

Por Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente del Sistal)

 

 

Queridísimos amigos y hermanos en Cristo: Han concluido las fiestas por el nacimiento del Hijo de Dios,  a pesar de que en nuestra casa perduren algunos de los adornos navideños; en otros queda la nostalgia de esos días y algunos piensan “¡por fin se han acabado!”. 

Para nosotras, que vivimos a ritmo litúrgico, desde el pasado lunes 9 hemos comenzado el Tiempo Ordinario. La rutina, el día a día… En apariencia lo que más disgusta o de lo que se intenta huir. Por este tópico, en el locutorio, nos interpelan a menudo: “¿No se aburren haciendo siempre lo mismo?” Nuestra respuesta es clara: “¡¡NO!!” La verdad es que gozamos haciendo siempre lo mismo, el Amor siempre es nuevo y todo lo hace nuevo. Esta respuesta, pueden pensar que es estereotipada y sin embargo, es real; ahora bien: igual que no nos sirve la fe de otro, tampoco nos sirve la relación enamorada de otro, es personal e intransferible.  Lo que nosotras queremos resaltar con esta reflexión, es que en apariencia se rechaza lo rutinario, y no obstante, durante las fiestas navideñas, algunas personas deseaban que se terminasen. ¿Por qué? Para retomar el día a día. Vivimos en esta contradicción social, posiblemente consumista, cuando nuestra biología es totalmente rítmica, nuestras células hacen siempre lo mismo. Tal vez, este sea el motivo por el que la rutina nos serena, y nos da la oportunidad de entusiasmarnos en la voluntad del Señor, que siempre es fuente de Paz y Alegría.

Esto mismo es lo que hemos pedido toda la Iglesia en la oración colecta de este 2º Domingo: ”Dios todopoderoso, que gobiernas a un tiempo cielo y tierra, escucha paternalmente la oración de tu pueblo y haz que los días de nuestra vida se fundamenten en tu paz”.  Es decir, seamos verdaderos discípulos de “Jesús, rostro de la misericordia del Padre” (MV 1), que con su muerte en la cruz construyó la Paz y destruyó la enemistad (P. Franciscus, JM de la Paz). Si la muerte de Jesús construyó  la Paz para toda la humanidad, también nosotros podemos colaborar con Jesucristo, constructor de paz, aprovechando todas las oportunidades que tenemos para morir a nosotros mismos (sta. Isabel de la Trinidad). 

“La Paz es posible”, dijo san Juan Pablo II;  y sta. Teresa de Calcuta: “El fruto del amor es el servicio; y el fruto del servicio es la paz". El Papa Francisco en su deseo más profundo de invitarnos a vivir “misericordiosos como el Padre” (MV) publicó el 20-XI-2016, al finalizar el Año de la Misericordia, la carta apostólica Misericordia et Misera, para que la misericordia sea siempre vivida y celebrada. Carta que os invitamos a meditar para que se integre en nuestra vida.

 

"Estar en paz consigo mismo, es el medio más seguro de comenzar a estarlo con los demás"  (F. Luis de León)

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