Por Rafael Amo

(Delegación de Ecumenismo)

 

Este verano, trufado de la amenaza terrorista, está provocando que de forma trágica las sociedades europeas afronten el hecho de la multiplicidad de religiones

 

Quizá lo hayan hecho siempre así. Si miramos con un poco de atención gran parte de la historia europea no ha sido sino una lucha interreligiosa, ecuménica o antireligiosa. La guerra de reconquista española fue, durante casi ochocientos años, una guerra entre dos religiones: cristianismo e Islam. Las guerras que asolaron Europa durante el siglo XVII fueron entre dos confesiones de una misma religión: catolicismo versus otras formas de cristianismo (protestantismo, calvinismo, anglicanismo, etc.). En el siglo XX asistimos a persecuciones a las religiones, cruentas e incruentas,  por parte de los poderosos Estados que se habían configurado. Baste citar dos ejemplos: la persecución de la Unión Soviética a los cristianos ortodoxos –de la que casi no nos hemos preocupado- y la de los años treinta en España. Y por supuesto, el terrible holocausto de los judíos por el régimen nazi.

Religiones en el espacio público, religiones y violencia son asuntos que debemos reflexionar para comprender un poco qué está pasando en el mundo y cómo debemos afrontarlo los cristianos. Los documentos del Concilio Vaticano II allá por la década de los 60 del pasado siglo tienen fuerza profética pues su actualidad es innegable. Especialmente importante para iluminar este convulso inicio del siglo XX es Nostra Aetate sobre las relaciones de la Iglesia con las religiones no cristianas".

Por Ángel Moreno

(Monasterio de Buenafuente)

 

 

Señor Santiago, un año más, los Amigos del Monasterio de Buenafuente del Sistal, llegamos gozosos a tu casa, después de hacer a pie cerca de cien kilómetros por el Camino del Norte, hasta llegar a Ribadeo, donde hemos sido testigos de la belleza de esta tierra y la hospitalidad de sus gentes.

Si siempre este templo nos invita a la perdonanza, mucho más este año de gracia y de misericordia, cuando gozamos del ofrecimiento del perdón, que nos dispensa Jesucristo, por medio de la Iglesia, especialmente en este lugar.

En el Año de la Misericordia, no podemos callar ante ti la necesidad de quienes padecen más necesidad, o por hambre de pan, o por ser menesterosos de tu Palabra. A lo largo del Camino se experimenta sed, y ¡cómo se agradece el vaso de agua de la hospitalidad! Pero no siempre la angustia mayor es por encontrar alivio a la sed física. Te encomendamos especialmente a quienes tienen sed de esperanza, sed de sentido. Que no nos falte nunca la certeza de caminar hacia quien es el agua viva, Jesucristo.

Cuando se camina con la credencial de peregrino, a pesar de ser forastero, se siente la acogida de las gentes, la amabilidad de los que van por el mismo sendero, pero también se percibe con mayor sensibilidad lo que significa ir de paso. ¡Cuántos, Apóstol Santiago, sufren la intemperie de no tener casa, ni tierra, ni familia! Tú mismo debiste pasar serias dificultades, pues llegaste a sentir desánimo a orillas del Ebro. Te pedimos por todos los desplazados, migrantes, exiliados y peregrinos: que la luz de tu mirada se convierta en su horizonte de sentido, y tu casa se convierta en espacio entrañable para cuantos andamos por el camino de la vida.

En la andadura se adquiere la sabiduría de llevar lo imprescindible, como enseña el Maestro Jesús; llevar solo el equipamiento indispensable. ¡Cuánta libertad se experimenta cuando se vive con lo justo! Pero, Señor Santiago, hay quienes no tienen ni el manto que les cubra su dignidad, por sentirse perseguidos, incluso por razón de la fe. ¡Cómo desnuda la difamación, la crítica, el infundio! Te pedimos porque todo ser humano goce del derecho al honor, al respeto, y que nadie sea rechazado por motivo de raza, color, cultura o religión. Tú que fuiste testigo de la Transfiguración del Señor, intercede para que todos nos veamos y tratemos como personas creadas por Dios, hijos suyos.

No puedo dejar de decirte los deseos y esperanzas de tantos que acudimos a tu casa, de cuantos hoy estamos aquí. Tú conoces nuestras mayores necesidades, preséntalas a Jesús. También te pedimos por tantos que otros años nos han acompañado, y por razón de salud, o de incapacidad esta vez no han podido hacerlo. Amigo del Señor, bendice a las comunidades contemplativas, a las monjas de Buenafuente, a nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, y a tantos amigos que nos han acompañado estos días con su oración.

Una obra de misericordia es la de consolar al triste; que por tu intercesión sintamos el consuelo en el alma, el beso de paz en la conciencia, que colma todo deseo. Te lo pedimos para todos, con agradecimiento a esta Iglesia Apostólica que nos recibe y a sus pastores. Bendícenos con tu abrazo de amigo del Señor. Amén.

Por Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente)

 

 

“Cuando tenemos experiencia, en nosotros y entre nosotros, en nuestras comunidades, de que el Espíritu sopla con ternura en nuestra miseria, entonces tenemos la certeza de que la esperanza de vida de la que damos testimonio es invencible y dará fruto a su tiempo, el tiempo de Dios.”

Abad General OCist

 

Con profundo agradecimiento y nuestros mejores deseos para todas las hermanas y hermanos, un fraternal abrazo en Jesús y María de la Madre Abadesa y la Comunidad cisterciense de la Madre de Dios de Buenafuente del Sistal.

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular)

 

 

El tiempo de vacaciones hace que se den cita en nuestros pueblos las personas que emigraron y cuyas raíces familiares y espirituales se encuentran en el mundo rural.

Con este motivo, y en medio de los días de vacación y descanso, tiene un lugar central las celebraciones religiosas de nuestros pueblos.

Las fiestas patronales son un recordatorio importante de las raíces de fe que poseen diversas personas, pertenecientes ya a otras ciudades y ambientes muy diferentes.

En torno a la fiesta de la Asunción de María y de San Roque numerosos pueblos de nuestra diócesis celebrar sus fiestas en honor a sus patronos.

Frente al laicismo de nuestra sociedad, la piedad popular es uno de los pequeños, a la vez que intensos, refugio de la fe que nuestros pueblos, como tal, tienen.

Por ello valoremos, cuidemos, cultivemos, profundicemos, purifiquemos nuestra devoción a María y a los santos. Son devociones que con una fuerte vocación cristológica, con un unas tradiciones que nos hablan de la belleza de la fe, de la sinceridad en la vivencia de la fraternidad y de la caridad.

Con este motivo, animo a todas las personas que lo deseen, a que nos hablen de sus fiestas y de las tradiciones de sus pueblos, enviando una reseña al correo electrónico de esta Delegación Diocesana de Piedad Popular, Cofradías y Hermandades. La dirección es la siguiente: cofradíEsta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

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