rafael amo ecumenismo

Por Rafael Amo

(Delegación de Ecumenismo)

 

 

Ya han pasado los tiempos, en que por falta de herramientas conceptuales, se afirmaba que el error no tiene derecho a existir y al solo ser posible una religión verdadera, no era posible la coexistencia de religiones. El arduo trabajo de los teólogos –cuya misión no siempre es reconocida y valorada en la Iglesia, sino muchas veces minusvalorada y hasta ridiculizada- hizo posible este cambio conceptual y permitió a afirmar a los Padres conciliares en el Vaticano II esta afirmación sobre la diversidad de religiones: 

“La Iglesia no rechaza nada de lo que en estas religiones hay de santo y verdadero. Considera con sincero respeto los modos de obrar y de vivir, los preceptos y doctrinas, que, por más que discrepen en mucho de lo que ella profesa y enseña, no pocas veces refleja un destello de aquella Verdad que ilumina a todos los hombres. […] Por consiguiente, exhorta a sus hijos a que, con prudencia y caridad, mediante el diálogo y colaboración con los adeptos de otras religiones, dando testimonio de la fe y vida cristiana, reconozcan, guarden y promuevan aquellos bienes espirituales y morales, así como los valores socio-culturales que en ellos existen” (NA 2)

 

 

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

Amo amparo albo aupado altar alado,
María, máxima música mía.
Oh rosa, oh madre del Amparo, oh guía
Amorosa del fiel que se ha acercado.
 
Madre musical, más madre María
Para quien acude a tu amor llegado
Ante Dios más pronto, pues realzado
Rinde en tu amor materno luz más pía.
 
Oro a ti, oh señora, oh obra tan grande
Ante la que el orbe ora en pleitesía.
Lujo y "lumen dei" que lució el día
Bañado en luz, cuando la Luz se expande.
 
Aurora alada, alba, ayuda, amparo, vía
Unida a Dios, por el umbilical y cande
parto de la luz que el mundo más demande:
Amor, Amparo, Alba, Alma, Alegría…
 
 
 
Juan Pablo Mañueco

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

 

 

Comenzar una colaboración en un medio de comunicación, digital en este caso, provoca siempre una sensación de vértigo, de inseguridad y de preocupación al dudar de tener algo que decir que verdaderamente interese al posible lector. De temer, incluso, sobre la capacidad misma para hacerlo bien, aún cuando la base que sustentara lo escrito pudiera ser interesante para algunos. 

Especialmente cuando se hace en nombre de una institución como son las Conferencias de San Vicente de Paúl y en un medio donde han de "codearse", tus artículos, con personalidades tan destacadas en todos los órdenes, con tanto prestigio, como son todos los colaboradores de esta web de la Diócesis de Sigüenza-Guadalajara.  

Sin embargo, me lanzaré a ello con la tranquilidad cierta que gracias al medio que me acoge, a sus lectores, nadie me comparará con el resto de sus colaboradores, si no es juzgándome  con caridad y especialmente en este año dedicado a la exaltación de la Misericordia. Con esa tranquilidad y con el agradecimiento a la Diócesis que me permite figurar entre ellos, por el solo mérito de pertenecer a las Conferencias de San Vicente de Paúl. 

En esta primera colaboración, no parecería lógico que dejara de referirme a las Conferencias de San Vicente de Paúl, a las que pertenezco hace más años de los que quisiera (pues ellos dan fe de mi edad que ya no es la de un chaval), y que no intentara dar una visión por general que esta sea, de lo que persiguen desde su fundación en 1833.   

Habrá sin duda, quien piense que se trata de un esfuerzo inútil pues, las Conferencias, son sobradamente conocidas. Déjenme que discrepe de quien así lo crea. En la mayoría de los casos, son unas absolutas desconocidas y en más de una ocasión, incluso en ambientes eclesiales cuando me he referido a ellas, alguno me ha preguntado: ¿Que qué era "eso" o si todavía existían?. Les sonaba a algo de la época del medievo. No solo existen hoy, sino que además tienen cifras de pertenencia, extensión y servicio, verdaderamente  sorprendentes para una Institución católica fundada y dirigida siempre por laicos desde hace más de 180 años. 

Estamos en ciento cincuenta y un países con más de 53.000 grupos de trabajo y a pesar de las dificultades para mantener estadísticas fiables en este tipo de instituciones, estamos alrededor de los 950.000 miembros y una cifra superior a 1.600.000 voluntarios que nos ayudan en nuestras obras. 

Pero ¿Qué somos o que queremos ser las Conferencias de San Vicente de Paúl?. 

He indicado antes que somos laicos católicos. Así fuimos fundados y así hemos continuado hasta hoy. Con una absoluta vinculación espiritual con la Santa Iglesia a través de los tiempos. 

Intentamos ser, unas comunidades cristianas de oración y acción que a través del contacto personal, nos ocupemos de compartir el sufrimiento de los pobres, cualesquiera que este sea. Nacimos, de una respuesta de unos fieles laicos en el primer tercio del siglo XIX, que se sintieron responsables de dar respuesta a sus promesas bautismales. Aquellas siete personas, la mayoría muy jóvenes, se adelantaron casi siglo y medio a lo que después el Concilio Vaticano II, nos iba a señalar como camino a los creyentes laicos. 

Compartir el sufrimiento personalmente, acercarnos al lugar de los pobres, de los que sufren, hacer nuestros en lo posible sus problemas, constituir una verdadera comunidad de oración  y de reflexión entre los miembros de la Conferencia. Unir a la oración individual, por tanto, la oración comunitaria y de esa vida de oración, imposible sin ella, sacar las fuerzas necesarias para poder entregarnos a nuestro trabajo. 

Si a ello unimos estar pendientes de las necesidades de las Parroquias en las que intentamos servir y seguir con atención las directrices pastorales de la Diócesis en la que estemos sirviendo, seremos, realmente, una Conferencia de San Vicente de Paúl.  

Todo ello, sin abandonar nuestras responsabilidades en el mundo. Al contrario actuando más responsablemente como padres, esposos, profesionales……… 

Siempre hay motivos para dar una vez más gracias al Buen Dios. Para mi hoy, además de agradecer la caridad que como he dicho más arriba espero de los posibles lectores de este artículo, me alegra especialmente que el mismo se publique el día 21 de octubre en el que la Santa Iglesia, celebra la festividad de una santa colombiana, una santa de Medellín, de Antioquía: Santa Laura Montoya. Celebro ésta feliz coincidencia  para unirme a la alegría de tantos buenos amigos, tantos vicentinos de Colombia, que me sorprenden siempre por su entrega al servicio de los que sufren y que en este día celebraran a su santa compatriota.

Agustín Bugeda Sanz

(vicario general)

 

Queridos amigos:

Estamos a un mes de finalizar oficialmente el Jubileo de la Misericordia con la clausura de las Puertas Santas en todo el mundo. Y al llegar a esta recta final nos podemos preguntar: ¿Qué ha quedado de dicho Jubileo? ¿Qué ha supuesto en la vida eclesial y personal de cada cristiano y comunidad? ¿Cuál serán sus frutos? ¿Cómo aprovechar bien el tiempo que nos queda?

Son preguntas que todos nos hacemos y que seguro tienen una clara y cierta respuesta. Yo también me las estoy haciendo e intento respondérlas desde la reflexión y oración.

¿Qué ha quedado de este Jubileo? Creo sinceramente que nos ha ayudado profundamente a colocar la Misericordia divina en el centro de nuestra fe. Una Misericordia auténtica, una Misericordia que nace desde el mismo ser de Dios, es Dios mismo. Esta experiencia de Misericordia, en definitiva, la experiencia del Amor de Dios creo que muchos la hemos tenido a lo largo de esta Jubileo de una u otra forma. Tantas personas que se han acercado al sacramento de la reconciliación, que han experimentado de forma particular el perdón divino, que han “tocado” el amor de Dios en las diversas celebraciones y peregrinacines, que han descubierto el rostro misericordioso de Jesús manifestado de tantas maneras.

Por otro lado, ha habido tanta reflexión, artículos, homilías, encuentros… sobre la Misericordia que creo que al menos teóricamente nos ha ayudado a aclarar conceptos y situar exactamente lo que la Misericordia significa, para no caer en extremismos o posturas interesadas de la misma. La Bula de convocatoria del Jubileo, las catequesis de los miércoles del Papa y otros documentos del magisterio quedarán en la reflexión como un hito al que siempre volver. ¿No pasó así con la Exhortación final del Gran Jubileo del 2000, “Tertio Milennio Adveniente”, a la que continuamente estamos volviendo?

Y como no, todos hemos recordado y hasta aprendido la Obras de Misericordia, que quizá estaban un poco olvidadas. Y no solo las hemos recordado como un ejercicio de catecismo, sino que ciertamente ha sido un despertar de las mismas en la comunidad creyente, que se ha visto y se ve en tantas obras de ternura, de misericordia, de acercamiento al hombre de hoy en su circunstancia concreta. Un acercamiento y caridad al más pobre, estar pendiente del mismo. Es un deber, un hecho, una actitud de la Iglesia que siempre debemos tener y tendremos.

Creo que hemos adquirido un hábito, en el sentido ético de la palabra, un hábito de “ser misericordiosos como el Padre”, de vivir en tal experiencia y manifestarla, que quedará en la comunidad creyente, en cada uno de nosotros ya para siempre. Además, ese es el estilo de nuestro Papa y lo que quiere trasmitir a nuestro mundo en nombre de Jesucristo, por lo que su palabra y persona constantemente nos lo recordarán y nos hará a todos vivir en la “tensión de la Misericordia”.

Vivamos este mes que nos queda con una gran disposición a acoger las gracias que el Señor nos quiera dar. Tengamos tiempo para preguntarnos y orar, sobre lo que ha supuesto el Jubileo de la Misericordia en mi vida, en la vida de los hombres mis hermanos.

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