Por Ana I. Gil Valdeolivas

(Delegación de Apostolado Seglar)

 

Comenzamos un nuevo curso, atrás quedan las vacaciones, las fiestas de nuestros pueblos y las ferias y fiestas de nuestra ciudad.

Volvemos como habremos dicho muchos a la rutina. Buscando en el diccionario, ¿qué es la rutina?, nos dice que es la costumbre o hábito adquirido de hacer las cosas por mera práctica y de manera más o menos automática. Es cierto que nuestro día a día, necesita costumbres, hábitos… pero también es cierto aquello que dice mi paisano en una canción (José Luis Perales), “que nadie se acostumbre a ser feliz, que la rutina mata lo que toca”, de aquí el título de hoy, hacer cada día nuestra rutina nueva, una rutina a estrenar.

En mi vida de Fe, ¿quién rompe esta rutina? La respuesta creo que es fácil, la rompe Cristo, con El, cada día es nuevo, es distinto, ¿vivo yo así mi día a día?

Hoy ponían en mi facebook unas claves que daba el Papa Francisco para tener seguridad en nuestra vida de FE, nos decía que tenemos que ser conscientes de la presencia de Dios, acostumbrándonos a que la FE no es un sentimiento, el papa nos dice que a veces el Señor nos da la gracia de sentirla, pero es algo más.

Para mí como dice el Papa la clave está en algo tan fácil y a la vez tan difícil como es:

“MI RELACIÓN CON JESUCRISTO” y es en la rutina diaria donde este Jesús vivo pone la diferencia, y donde hace que cada día sea distinto.

La rutina sin Jesús no nos deja crecer, e incluso divide y nos hace débiles. Cuando Jesús está como primera opción en nuestras vidas hace que mi primera mirada del día hacia el otro sea nueva, que mi trabajo sea nuevo, que en mi familia haya vida nueva, en mi comunidad brote frescura, alegría….

Y en esta relación con Jesús, el papa nos da otra clave, llevar el evangelio con nosotros, en el bolsillo, en el bolso, en casa, porque desde “LA PALABRA DE DIOS” es donde se alimenta nuestra FE.

Los cristianos tenemos la forma de ser felices en todo momento, ahora queda que nos lo creamos de verdad, y que hagamos nueva nuestra rutina de cada día.

Y termino, como empieza la canción “estrenar cada mañana una mirada…”junto al Señor, todo tiene sentido, una mirada que parte de dejarnos mirar por la mirada nueva del Señor cada día.

Por Rafael Amo

(Delegación de Ecumenismo)

 

 

Diversas ciencias como la historia de las religiones o la fenomenología del hecho religioso intentan dar cuenta del hecho constatable de que en la humanidad, a lo largo de la historia y a lo ancho del mundo, ha dado diversas respuestas a la pregunta religiosa. Esto es lo que se conoce como el pluralismo religioso. El Concilio Vaticano II en la declaración Nostra Aetate ya dio cuenta de esa pluralidad: “Los hombres esperan de las diversas religiones la respuesta a los enigmas recónditos de la condición humana, que hoy como ayer conmueven su corazón: ¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido y qué fin tiene nuestra vida? ¿Qué es el bien y el pecado? ¿Cuál es el origen y el fin del dolor? ¿Cuál es el camino para conseguir la verdadera felicidad? ¿Qué es la muerte, el juicio y cuál la retribución después de la muerte? ¿Cuál es, finalmente, aquel último e inefable misterio que envuelve nuestra existencia, del cual procedemos y hacia donde nos dirigimos? (NA 1)

La Iglesia cree que esta pluralidad que constata, lejos de dividir al género humano, lo une, ya que muestra que en el fondo de la naturaleza humana –sea cual sea la religión que profesa- se esconde el mismo anhelo de Dios que debe ser protegido con el derecho humano de libertad religiosa.

Agustín Bugeda Sanz

(Vicario General de Sigüenza-Guadalajara)

 

Tras la celebración gozosa de numerosas fiestas en nuestras comunidades y el merecido descanso o cambio de actividad, llega de nuevo un nuevo curso pastoral.

En este ritmo del Tiempo Ordinario, la Palabra de Dios nos anima a ser fieles en lo poco para que se nos pueda encargar de lo mucho. Ciertamente “no hay virtud más eminente que hacer sencillamente bien lo que tenemos que hacer” –decía el literato- y eso es lo que estamos llamados a realizar siempre y ahora en el ritmo ordinario de forma particular.

 Hemos de encontrar cada uno nuestro puesto en la sociedad y en la Iglesia para dar fruto y fruto en abundancia. Para ello nuestra oración cada día no puede ser otra que la de María: “Hágase tu voluntad, hágase en mí según tu Palabra”, y así viviremos en paz, felices, intentando cumplir cada día la voluntad divina en nosotros con toda sencillez y entrega.

Precisamente la apertura ayer mismo, del proceso de beatificación y canonización de nuestro obispo D. Jesús Plá, un santo de lo ordinario, de la entrega cotidiana, nos ayuda y alienta en este vivir de cada día, haciendo cotidianamente bien lo que tenemos que hacer.

Este curso pastoral para nuestra diócesis estará marcado por intentar cumplir uno de los objetivos específicos de nuestro Plan Pastoral diocesano vigente: “Que nuestras comunidades estén atentas a escuchar el clamor del pobre y a socorrerlo, viendo en él la prolongación de la Encarnación de Cristo”.

Analizar, organizar, impulsar la condición samaritana de nuestra Iglesia particular de Sigüenza-Guadalajara será tarea y afán de todos en este curso como culminación y prolongación a la vez del Jubileo de la Misericordia.

Para ayudarnos en esta tarea comenzaremos nuestro curso con el Encuentro del Pueblo de Dios, el próximo 1 de octubre, que tiene como lema “Misión que es Amor”. A él estamos todos invitados, y no debería faltar ningun agente pastoral de nuestras comunidades, de tal manera que viviendo en comunión, todos nos sintamos y seamos lanzados a la Misión que sólo podremos realizar desde el Amor.

En ese mismo encuentro nuestro Obispo D. Atilano nos presentará su carta pastoral para este año que gira en torno a este tema y desde diversos ángulos nos ayudará a crecer en la caridad, a vivirla como algo propio de la misión, a enlazar íntimamente lo que creemos, lo que celebramos y lo que vivimos.

Queridos amigos, comencemos con ilusión renovada este nuevo curso pastoral. Nos mueve el Espíritu Santo siempre joven y siempre nuevo para que sigamos haciendo de nuestra Iglesia, una Iglesia en salida, en salida especialmente hacia los más pobres, los más pobres en el cuerpo y en el alma.

 

                        

47ª aniversario de mi ordenación sacerdotal

 

Por Ángel Moreno

(Vicario de Vida Consagrada)

 

 

Este año de gracia, Señor, en el que nos has querido abrir de manera especial la puerta de la misericordia, me acerco a tu imagen para contemplar hasta dónde ha llegado tu amor por nosotros, en el ofrecimiento del perdón. 

Leo en los Evangelios las palabras que  dirigiste a tus discípulos: “Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por su amigos”. Pero Tú no solo te entregaste en manos de los que te crucificaron por los tuyos, sino que lo hiciste por todos los hombres, y como expresión de la verdad de tu ofrecimiento, dijiste al ladrón arrepentido: “Hoy estará conmigo en el paraíso”, y en una súplica suprema a tu Padre rogaste por los mismos que te crucificaban: “Perdónalos porque no saben lo que hacen”. 

Nadie queda fuera de tu misericordia, y sin embargo, hay veces que me resisto a presentarte mi pobreza, o porque la legitimo con el argumento de que soy humano, o porque me parece que ya no tengo remedio. 

Y Tú permaneces, de la manera más discreta, entregando tu espíritu, para que como leve susurro me mueva a la confianza, y me acerque humilde a solicitar tu perdón. 

A lo largo del verano he meditado las obras de misericordia, y me ha iluminado la explicación que nos hace el papa Francisco de lo que es la justicia. Para el Papa, justicia significa confianza en ti, abandono en tus manos, como Tú lo hiciste en manos de tu Padre, porque estabas seguro de su amor. 

Si Tú te has entregado enteramente y por amor en manos de tu Padre para demostrarnos hasta donde llega tu confianza, que se vio coronada por el triunfo de tu resurrección, y yo, en mi caso, me quedo anclado en la sospecha, en la reticencia, en la desconfianza por no dar crédito al ofrecimiento de tu perdón, estoy siendo injusto contigo y con tu Padre.

He sentido, Señor, la necesidad de reivindicar la confianza en tu persona. Te has ganado el crédito más absoluto. Instalarnos en nuestro egoísmo, defendernos de tu mirada por sentir vergüenza, o creer que ya no tenemos acceso al perdón por nuestra debilidad crónica, es una injusticia que cometemos contigo. 

Cristo, no dejes de enviarme tu aliento, el soplo de tu Espíritu, para que siempre, en cualquier circunstancia, vuelva a casa, a tu abrazo, y entre por la puerta de la misericordia, la que me restaura, sin echarme en cara mi pobreza, mi debilidad y hasta mi pecado. 

Gracias, Señor, por permanecer con los brazos abiertos, esperando siempre mis retornos. ¡Que de una vez me quede bajo tu mirada, sin emanciparme de tu amor!

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