Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Cazando el amor terreno

yo me hice cazador,

pero me cazó el amor

dándome a mí tan de lleno.

Entré en el monte sereno

de Cupido, pero su arco

me vio, y a su flecha fui el marco

que la herida recibió.

Creí que cazaba yo,

pero el que caza es Amor.

 

Cazando el amor divino

yo me hice cazador,

pero me cazó de amor,

con un rumor angelino

entrándome en alma Dios,

nada más vernos los dos.

Su atracción es absoluta.

Tanto atrae su camino

que es recorrerlo ya es fruta

de amor para el peregrino.

 Creí que cazaba yo:

Cazáronme Amor y Dios.

 

 

 

Del libro "Romancero castellano y otros poemas"

https://aache.com/tienda/es/641-romancero-castellano-y-otros-poemas.html

 

Sobre el autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Precisamente, mañana, sábado 23 de septiembre, Sigüenza acoge la VI Jornada Diocesana de las cofradías y hermandades de Sigüenza-Guadalajara

 

 

 

 

La pasada semana comenzábamos una serie de tres artículos sobre la identidad, misión y eclesialidad de las cofradías y hermandades y, en suma, sobre el gran valor, tan pujante en nuestra Iglesia, de la religiosidad o piedad popular.

En nuestra primera entrega, ofrecimos al respecto siete epígrafes con sus correspondientes contenidos. Presentábamos al mundo cofrade como camino de fe en nuestra tierra, recordábamos su esencial naturaleza religiosa y su triple finalidad originaria y principal. Peligro y antídoto frente a la secularización era el cuarto apartado y las luces y oportunidades para la Pastoral Juvenil, el quinto. En sexto lugar, hablábamos de lo que es importante y decisivo, y que no lo es tanto, en el mundo cofrade. Y en el séptimo epígrafe, proponíamos a las cofradías y hermandades como oratorio, escuela y taller.

Hoy, en la víspera de la jornada que cada año dedica nuestra diócesis al encuentro de las cofradías en una ciudad (este año, Sigüenza, desde las 11 a las 20 horas y bajo la presidencia del obispo) y en un ambiente de convivencia, fiesta, cultura y celebración, abundamos con otras cuatro consideraciones.

 

 

 

(8) Cofradías y Hermandades, espacio de encuentro con el Señor

Cuando el Concilio Vaticano II, hace ya seis décadas, quiso esclarecer el ser y la naturaleza de la Iglesia, la definió como el sacramento de Jesucristo, el sacramento del encuentro con Dios (LG 1,9,48; SC 5). Ese es el fin casi exclusivo de la Iglesia, ser transparencia de Jesucristo, ser camino para el encuentro con el Señor, ser sacramento universal de salvación.

Por ello, la misión de la Iglesia no es otra que "mostrarnos a Cristo, llevarnos a Él, comunicarnos su gracia". "La Iglesia -ha escrito un gran teólogo del siglo XX- tiene la única misión de hacer presente a Jesucristo ante los hombres. Ella debe anunciarlo, mostrarlo y darlo a todos. Todo lo demás... no es más que sobreañadidura" (Henri de Lubac).

Si este es el fin de la Iglesia, sus instituciones, por ejemplo, un colegio, un asilo, una universidad dirigida por la Iglesia no pueden tener un fin distinto del de la propia Iglesia. Ellas deben ser para sus miembros sacramento y escalera de nuestra ascensión hacia Dios (San Ireneo).

Este es el caso también de una Hermandad, que debe ser ocasión e instrumento para que sus miembros vivan en gracia de Dios, vivan con gozo su condición de hijos de Dios y su vocación cristiana y se encuentren con el Señor, que es mucho más que una idea, un sentimiento, unas tradiciones e, incluso, que un sistema de valores éticos y morales. Como nos dijera en 2006 el Papa Benedicto XVI en la encíclica Deus caritas est, Jesucristo es la opción fundamental de nuestra vida, pues "no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva" (n. 1).

Si todo esto no se da en una determinada Hermandad o Cofradía, aunque sus procesiones sean muy hermosas, aunque organice brillantes actos culturales y publique una bellísima revista en papel couché, no cumple el 95 % de su misión, no está respondiendo a lo que exige su propia naturaleza y no está viviendo la verdad más profunda de la vida de las Hermandades, porque los árboles de lo accidental no le dejan ver el bosque de lo esencial.

El relieve social o la dimensión cultural no es sino sobreañadidura y será algo bueno y apreciable en la medida en que ayude a vivir aquello que está en los orígenes y en los propósitos fundacionales de las Hermandades, es decir, aquello que constituye su mística, su corazón, su razón de ser, el núcleo que les confiere autenticidad como escuelas de vida cristiana y talleres de santidad, como las definió el Papa Benedicto XVI, que ayudan a sus miembros a conocer y a amar más a Jesucristo, a vivir la experiencia de Dios, a aspirar a la santidad, a cultivar la vida interior, la oración, la amistad y la intimidad con el Señor, a participar con asiduidad en los sacramentos, especialmente la eucaristía y la penitencia.

Y si todo esto que es exigible a cualquier buen cristiano, es mucho más exigible a un cristiano cualificado, como es el cofrade por formar parte de una asociación de fieles erigida y aprobada por la Iglesia. En este sentido, suscribo de corazón la afirmación del Papa Francisco en su encuentro con las Hermandades de todo el mundo el 5 de mayo de 2013: en las Hermandades tiene la Iglesia un tesoro porque son un espacio de “encuentro con Jesucristo”.

 

(9) Testigos y promotoras de la auténtica renovación y sinodalidad      

En los últimos treinta o cuarenta años, en muchas partes de España, se ha recorrido un camino apreciable en la clarificación y robustecimiento de la genuina identidad religiosa de las Hermandades, de acuerdo con el espíritu del Concilio Vaticano II y el Código de Derecho Canónico de 1983.

Pero hemos de reconocer que queda todavía un largo camino por hacer. En ello estamos todos.

En la vida de la Iglesia desde sus orígenes ha existido siempre la conciencia de que la Iglesia debe estar en actitud perenne de reforma. Este principio sigue conservando hoy toda su validez. La Iglesia, efectivamente, ha de estar en una actitud perenne de renovación para ser cada día más fiel a su fundador, para ser cada día más transparencia cabal de Jesucristo.

De esta renovación nos habla el Papa Francisco, en tantas ocasiones al igual en su tan emblemática y programática exhortación apostólica Evangelii Gaudium (nn.25-28), al decirnos que por fidelidad a Jesucristo la Iglesia ha de estar siempre en actitud reforma, renovación y conversión.  Y la reforma y renovación de la Iglesia es para todos, también para las cofradías.

Y en la hora presente de la sinodalidad, del caminar juntos, sinodalidad y cofradías, que ya de, por sí son conceptos muy próximos, han todavía de identificarse más. Dicho de otro modo: las cofradías y hermandades están llamadas a vivir, servir, estimular y fomentar la sinodalidad dentro de toda la Iglesia.

Como Iglesia que son y como cualquier otra institución eclesiástica, las Hermandades deben estar también en actitud permanente de renovación. También a las Hermandades, en su devenir histórico, se les pega el polvo de los caminos y algunas adherencias que no responden a su identidad religiosa más neta y profunda.

Por ello, igual que toda la Iglesia, sus pastores, fieles y estructuras, también las hermandades y cofradías han de estar siempre dispuestas a la reforma y a la renovación. Esto es, la reforma de la Iglesia no es para los otros, para los demás: es para todos.

 

(10) Hermandades y Cofradías discípulas y misioneras, impulso de compromiso apostólico 

Desde la fuente de la vida interior y de la formación, surgirá otra expresión clave de eclesialidad en las cofradías y hermandades como es su propia misión, misión también evangelizadora. Lo decía antes: la Iglesia es para evangelizar. Y todos los miembros de la Iglesia estamos llamados a ser evangelizadores. Pero nadie da lo que no tiene. De ahí, la importancia de espiritualidad y de la formación. Y es como repite el Papa Francisco la doble y simultánea condición de discípulos y misioneros: conocer y ahondar nuestra fe y esperanza para dar razones creíbles con la vida de ellas.

Por ello, también los miembros de las Hermandades están llamados a ser apóstoles y evangelizadores en su hogar, en su trabajo, en su profesión, en su quehacer cofrade y en todas las circunstancias y ambientes que entretejen sus vidas. Su comunión con el Señor debe traducirse en dinamismo apostólico y misionero: han de anunciar a Jesucristo con obras y palabras. En primer lugar, con su testimonio, con sus criterios verdaderamente evangélicos, con su vida intachable, con su rectitud moral en vuestro trabajo y con la ejemplaridad en el cumplimiento del deber y de sus obligaciones cívicas.

Pero han de anunciar a Jesucristo también con la palabra. No les debe dar miedo ni vergüenza hablar del Señor a nuestros hermanos, mostrándoles a Jesucristo como único Salvador, único camino para el hombre y única esperanza para el mundo. En esta hora, más que en épocas anteriores, ante el avance del laicismo militante, es urgente también robustecer la presencia confesante de los católicos en la vida pública, sin complejos, sin vergüenza, con valentía y decisión.

 

(11)   Hermandades y Cofradías, en la comunión y en la misión de la Iglesia  

Una tarea importante que urge a todos los miembros de las Hermandades, y muy especialmente a los Hermanos Mayores, Juntas de Gobierno y Directores Espirituales (abades o consiliarios), es propiciar la eclesialidad y el amor a la Iglesia y favorecer la comunión de las Hermandades con la diócesis y con la parroquia.

Las Hermandades no son islas, entes autónomos e independientes que caminan por libre, desconectadas de la Iglesia diocesana o de la comunidad parroquial.

Todo lo contrario, deben buscar la comunión y la comunicación con las otras Hermandades, con los demás grupos cristianos, con el sacerdote, con la parroquia, con el obispo, con todos lo que buscamos el Reino de Dios.

La Iglesia, que aprecia las sanas tradiciones, las singularidades, fines y actividades propias de las Hermandades, les pide al mismo tiempo en el Directorio de la piedad popular y la liturgia, publicado por la Santa Sede el 17 de diciembre de 2001, que "evitando toda forma de contraposición y aislamiento, estén integradas de manera adecuada en la vida parroquial y diocesana" (n. 69).

El cristiano cofrade no puede ser un solitario, sino un solidario, un hermano, que sabe trabajar en equipo, que participa en la vida de la parroquia, que se implica en la catequesis, en la vida litúrgica, en la Cáritas parroquial, o en el Consejo de Pastoral parroquial, compartiendo sus dones con sus otros hermanos cristianos. En la diócesis y en la parroquia no sobra nadie. No cabe, pues, automarginarse. Todos somos necesarios a la hora de anunciar a Jesucristo a nuestros hermanos.

Hoy más que nunca, por la peculiar situación que está viviendo la Iglesia en España, es preciso robustecer nuestra mutua comunión, aunar fuerzas, abandonar las propias piraguas particulares para remar dentro de la barca grande y magnífica que es la Iglesia, todos con el mismo ritmo y en la misma dirección. Y esto es también sinodalidad.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 22 de septiembre de 2023

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia Santa María, Guadalajara)

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DESOLADA

Entre los varios correos que recibo a lo largo del año de mis entrañables amigos cristianos y vicentinos, como tengo indicado en artículos anteriores, hay algunos que me producen especial alegría y otros, a veces, tristeza y hasta cierta desazón. Hay momentos en la Iglesia en los que se producen enfrentamientos que hay que asimilar, no esconder los malos tragos, la verdad os hará libres como nos indica el Evangelio de Juan (Jn 8,31), procurando sobrellevarlos y superarlos sin perder la paz. También Pedro y Pablo, tuvieron problemas a la hora de entenderse en los primeros años de la Iglesia y fueron además perseguidos por él Mal. El mal no como algo etéreo y del que no sabemos bien hasta qué punto es cierto. No: el mal presidido buscando nuestra perdición, por un sujeto el Diablo que trata de convencernos de que no existe. Es su mayor existo convencernos de que no existe. Con muchos lo consigue.

 

Volviendo a los correos recibidos y con la filosofía que se desprende del párrafo anterior una buena amiga me escribía un día: Acabo de regresar de una reunión donde pasé la semana más espantosa de mi vida, ver una asamblea católica, dividida entre hermanos que se consideran enemigos, que se calumnian, en la que algunos hasta mienten, que hablan hasta de fraudes dentro de la institución a la que pertenezco, me enfermó. Yo estaba asqueada, perturbada e infeliz… ¿por qué el diablo gano? ¿Por qué el mal entro en mi querida institución? ¡No pude orar más porque no entendía la razón por la que Dios permitió que destruyeran la verdad! le pregunté a un sacerdote que asistió a la reunión: ¿Cómo aceptó este fraude?, delante de sus propios ojos? Él, el sacerdote, me pidió calma hasta que él mismo pudiera asimilar lo que había sucedido”

 

Hasta aquí el bochorno, la desolación y el dolor de mi amiga

 

Queridos amigos, Santa Teresa, primera mujer Doctora de la Iglesia, nos dejó escrito uno de los versos más profundos en nuestra lengua y que más puede ayudarnos en circunstancias difíciles:

 

Nada te turbe,

Nada te espante,

Todo se pasa,

Dios no se muda,


Pues que nada nos turbe. Llegará, mañana, la paz a la institución que preocupaba a mi amiga sin la menor duda y el mal será aplastado por el Bien. Sin duda también. Creo que mi amiga, quedó un poco más tranquila después de releer las palabras de la santa y dispuesta a recuperar el tiempo no dedicado a la oración.

 

Bueno que así fuera, pero llamé su atención y me la llamé a mí mismo, sobre que, igual que nace el mal de nuestros actos, también lograremos hacer el Bien que Dios nos regala, si permanecemos despiertos y en oración. Sin que nos venza el sueño como venció a los Apóstoles mientras Él hablaba con Su Padre. Con Su Padre que era y es el de todos. No sólo buenas intenciones, también trabajo y profunda oración. Profunda conversación/oración con el dueño de la Viña.

 

Todo se irá superando y el mal quedará al descubierto y sin apenas fuerza si todo lo encomendamos al Buen Pastor por intercesión de Su Madre.

 

A Cristo por y con María.

 

DEVASTATED

Among the many emails that I receive throughout the year from my dear Christian and Vincentian friends, as I have mentioned in previous articles, there are some that bring me a special joy and sometimes others that bring me sadness and even a certain unease.

There are times in the Church when there are confrontations that must be assimilated, not hiding the bad experiences, the truth will set you free as the Gospel of John tells us (Jn 8,31), seeking to overcome them and cope with them without losing peace. Peter and Paul, too, had problems understanding each other in the early years of the Church and were persecuted by Evil. Evil not as something ethereal and of which we do not know to what extent it is real. No: evil presided over, seeking our doom, by a subject, the Devil, who tries to convince us that he does not exist. It is his greatest achievement to convince us that he does not exist. With many he succeeds. 

 

Going back to the incoming emails and with the philosophy that stems from the previous paragraph, a good friend of mine wrote to me one day:  "I have just returned from a meeting where I spent the most dreadful week of my life: to see a Catholic assembly, divided between brothers who consider themselves enemies, who slander each other, in which some even lie, who even speak of fraud within the institution to which I belong. It made me sick. I was disgusted, upset and unhappy...why did the devil win? why did evil come into my beloved institution? I could not pray anymore because I did not understand the reason why God allowed them to destroy the truth! I asked a priest who attended the meeting: How did you accept this fraud, in front of your own eyes? He, the priest, asked me to calm down until he himself could assimilate what had happened".

 

So far, my friend's embarrassment, desolation and pain.

 

Dear friends, Saint Teresa of Avila, the first woman Doctor of the Church, left us one of the most profound verses in our language and one that can help us most in difficult circumstances:

 

Let nothing disturb you,
Let nothing frighten you,
All things are passing,
God never changes.


Let nothing disturb us. Tomorrow, peace will come to the institution my friend was concerned about, without the slightest doubt, and evil will be crushed by Good. No doubt too. I think my friend was a little calmer after rereading the saint's words and was ready to make up for the time not spent in prayer.

 

Good that it should be so, but I drew her attention, and also drew mine, to the fact that, just as evil is born from our actions, we will also succeed in doing the Good that God gives us, if we remain awake and prayerful. Without being overcome by sleep as the Apostles were overcome while He was talking to His Father, His Father who was and is everyone's Father. Not only good intentions, but also work and deep prayer. Deep conversation or prayer with the owner of the Vineyard.

 

Everything will be overcome and the evil will be uncovered without any strength if we entrust everything to the Good Shepherd through the intercession of His Mother.

 

To Christ through and with Mary.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Horas después

 

Pasó la brisa de la estancia amiga,

el canto melodioso, la sonrisa,

el beso cálido, el abrazo,

la mirada brillantemente fija.

 

Sentimiento contrapuesto:

Recuerdo agradecido y de nostalgia,

recinto colmado y el vacío,

las calles remecidas, solitarias.

 

Se siente el frío, la lluvia arrecia,

retorna la llamada de la estepa,

del páramo, del yermo, y del desierto.

¡El corazón sabe la añoranza!

 

En esta encrucijada, el reclamo

de la presencia invisible, a solas,

estancia anchurosa, “sin amigos”,

otro abrazo más íntimo acontece.

 

Volví a mi interior y descubrí

que era real la fidelidad del Tú

compañero permanente, silencioso,

en espera agradecida a mi retorno.

 

Y el verso en la plegaria se hizo alivio.

Es bueno expresar el sentimiento

ante Él que conoce las entrañas,

heridas siempre de saberse amadas.

 

 

 

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