Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Del 4 al 29 de octubre, en Roma, la XVI Asamblea General Ordinaria de los Obispos, la más numerosa en participación, la más preparada y con seglares con voz y voto

 

 

 

 

El miércoles el 4 de octubre (significativamente es la fiesta de san Francisco de Asís, el gran reformador, con su vida y ejemplo, de la Iglesia) ha comenzado la cita eclesial más esperada de los últimos años: la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada a la sinodalidad. “Por una Iglesia sinodal: comunión, misión y participación” es su tema.

Además, ese mismo día 4 de octubre, el Papa Francisco firmó una exhortación apostólica de actualización de su encíclica “Laudato sí`” (“Alabado seas, mi Señor”) de 2015 sobre el cuidado de la casa común (la creación) y la ecología integral. Este nuevo documento lleva por título “Laudate Deum” (“Alabad al Señor”).

Se trata de un sínodo muy singular: preparado en toda la Iglesia universal durante dos años, con un año más para la segunda asamblea sinodal sobre este mismo tema (en octubre de 2024) y, además, comenzado con un triple prólogo.

 

Primer prólogo: 21 nuevos cardenales

El primer prólogo fue a partir de las 10 de la mañana del sábado 30 de septiembre, con la creación de 21 nuevos cardenales.  Tres de los nuevos cardenales son de origen español: el nuevo arzobispo de Madrid, José Cobo Cano, de 58 años; el asturiano Ángel Fernández Artime, de 63 años, y hasta julio del año próximo rector mayor de la Congregación Salesiana; y el franciscano conventual navarro, de 54 años, Francisco Javier Bustillo, obispo de Ajaccio, la capital de la isla francesa de Ajaccio.

Con estos 21 nuevos cardenales, se visibiliza mejor la universalidad de la Iglesia. Proceden de 16 países distintos, de los cuatro continentes (todos menos, Oceanía). Hay tres prefectos de dicasterios curiales: el argentino Víctor Manuel Fernández; el norteamericano Robert Prevost; y el italiano Claudio Gugerotti, que presiden, respectivamente Doctrina de la Fe, Obispos e Iglesias Orientales. Destaca también la juventud de la mayoría, y la presencia entre los nuevos purpurados del patriarca católica de Jerusalén (el franciscano Pierbattista Pizzaballa) y que, por fin vez, en la historia haya un cardenal de Sudán del Sur. Tras este consistorio de creación de nuevos cardenales 91 países de todo el mundo están representados en el colegio cardenalicio.

En su discurso, el Papa Francisco vinculó la creación de los nuevos cardenales con el sínodo y con una Iglesia sinodal. He aquí tres significativas frases suyas al respecto: “El Colegio Cardenalicio está llamado a asemejarse a una orquesta sinfónica, que representa la sinodalidad de la Iglesia: la diversidad es indispensable, pero cada sonido debe contribuir al proyecto común. Y para eso es fundamental la escucha recíproca”. “Tenemos como maestro al Espíritu Santo: maestro interior de cada uno de nosotros y maestro del caminar juntos. Él crea la variedad y la unidad, Él es la armonía misma. Nos encomendamos a su guía dulce y fuerte”.  “Ser sinodales quiere decir acogernos así, unos a otros, con la convicción de que todos tenemos algo que testimoniar y aprender, poniéndonos juntos a la escucha del «Espíritu de la verdad» (Jn 14,17) para conocer lo que Él «dice a las Iglesias» (Ap 2,7)”.

 

Segundo prólogo: vigilia ecuménica de oración

En la tarde del 30 de septiembre, día de la citada creación de los 21 nuevos cardenales, la Plaza de San Pedro de Roma acogió una vigilia ecuménica de oración, animada por la Comunidad de Taizé. Fue el pistoletazo de salida de la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos. Francisco, durante una hora, participó en el final de esta vigilia ecuménica de oración. Asistieron 18.000 jóvenes de todo el mundo (entre ellos, 13 de nuestra diócesis de Sigüenza-Guadalajara, más el delegado diocesano de Juventud, José García Juárez).

En la presidencia del acto, el Papa estuvo acompañado de líderes de principales confesiones religiosas cristianas y también no cristianas. Entre ellos, se hallaron el patriarca ecuménico de Constantinopla, primado ortodoxo, Bartolomé I; y el arzobispo de Canterbury y primado anglicano, Justin Welby.

Y he aquí otras frases de marcado carácter sinodal pronunciadas por Francisco durante su homilía en la vigilia de oración. “El silencio es esencial en la vida de la Iglesia: hace posible una comunicación fraterna y permite el discernimiento, mediante la escucha atenta de los «gemidos inefables» (Rm 8,26) del Espíritu que resuenan, a menudo ocultos, en el Pueblo de Dios”. “El silencio es esencial en el camino de unidad de los cristianos: el silencio hecho oración nos permite acoger el don de la unidad como Cristo la quiere, con los medios que Él quiere, no como fruto autónomo de nuestros propios esfuerzos y según criterios puramente humanos”. “Pidamos, en la oración común, aprender a hacer silencio nuevamente, para escuchar la voz del Padre, la llamada de Jesús y el gemido del Espíritu”.

 

 

 

Tercer prólogo: tres días de retiro espiritual

Y una vez concluida esta vigilia, todos los participantes en la asamblea sinodal se desplazaron hasta una gran casa de ejercicios en la localidad de Sacrosano, en las afueras de Roma, para realizar durante tres días un retiro espiritual previo al Sínodo.

Quien fuera maestro general de los Dominicos entre 1992 y 2001, Timothy Radcliffe, inglés de 78 años, y la monja benedictina italiana sor María Ignazia Angelini, fueron los predicadores de este retiro espiritual.

 

Camino sinodal desde 2021 y hasta 2024

Inaugurado en octubre de 2021, este sínodo, que ha sido denominado de moco coloquial “sínodo universal”, ha contado ya con dos fases: la fase diocesana en toda las diócesis de la Iglesia, rematadas y recapituladas con asambleas en las distintas conferencias episcopales (de octubre de 2021 a agosto de 2022) y la fase continental (de enero a marzo de 2023), arranca, por fin, la llamada fase universal, con la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que tiene lugar en el Vaticano del 4 al 29 de octubre.

La Asamblea de octubre de 2023 está llamada a ser uno de los acontecimientos más importantes del pontificado. La decisión de Francisco de dar voz y voto por primera vez a mujeres y laicos y el anuncio de algunos de los temas que se van a tratar ha despertado el interés de muchos. Los miembros con voz y voto en este Sínodo serán 365. Son obispos, sacerdotes, consagrados y seglares (incluidas, mujeres, 54) y todos ellos tendrán derecho a voto, algo inédito en la historia de los sínodos. El total de participantes asciende a 464 personas.

Los españoles en este sínodo son 23. De ellos, ejerzan su ministerio dentro o fuera de España, 3 cardenales. El número de obispos de nacionalidad española, en España o en el extranjero, son siete. Forman parte de la asamblea sinodal cuatro sacerdotes diocesanos y otros dos sacerdotes religiosos (jesuitas). Las religiosas con nacionalidad española son otras dos; y, finalmente, 1 laico y 2 laicas.

Una vez concluidos los trabajos de octubre de 2023 y tras su difusión, acogida y enriquecimiento en el resto de la Iglesia desde noviembre de 2023 a mayo de 2024, en octubre de 2024, será la segunda edición de esta XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos.

 

Lo que es un sínodo

El Sínodo de los Obispos es un organismo consultivo creado por Pablo VI, en 1965, en el marco del Concilio Vaticano II, para pedir a obispos de todo el mundo que participen en el gobierno de la Iglesia, aconsejando al Papa sobre asuntos de interés para la Iglesia universal.

Etimológicamente, la palabra “sínodo” deriva de los términos griegos “syn” (“juntos”) y hodos (“camino”), y expresa la idea de “caminar juntos”.

San Pablo VI definió al sínodo como “una institución eclesiástica establecida tras el Concilio Vaticano II para favorecer la unión y la colaboración de los obispos de todo el mundo con la Sede Apostólica, mediante un estudio común de las condiciones de la Iglesia y las soluciones pertinentes sobre las cuestiones relativas a su misión. No es un Concilio, no es un Parlamento, sino que el Sínodo tiene su propia y particular naturaleza”.

Para san Juan Pablo II, el sínodo es “una «expresión particularmente fructuosa” y “un instrumento de la colegialidad episcopal” y corresponsabilidad eclesial.  Y el Papa Francisco, que ha impulsado mucho el sínodo, ha afirmado que “la sinodalidad es el camino de la Iglesia del tercer milenio”.

 

 

¿Qué es la sinodalidad?

La sinodalidad representa, en efecto, el camino principal para la Iglesia, llamada a renovarse bajo la acción del Espíritu y gracias a la escucha de la Palabra. La capacidad de imaginar un futuro diverso para la Iglesia y para las instituciones a la altura de la misión recibida depende en gran parte de la decisión de comenzar a poner en práctica procesos de escucha, de diálogo y de discernimiento comunitario, en los que todos y cada uno puedan participar y contribuir.

Al mismo tiempo, la opción de “caminar juntos”, la sinodalidad, es un signo profético para una familia humana que tiene necesidad de un proyecto compartido, capaz de conseguir el bien de todos. Una Iglesia capaz de comunión y de fraternidad, de participación y de subsidiariedad, en la fidelidad a lo que anuncia, podrá situarse al lado de los pobres y de los últimos y prestarles la propia voz.

El sentido del caminar sinodal consiste, principalmente, en descubrir el rostro y la forma de una Iglesia sinodal, en la que “cada uno tiene algo que aprender. Pueblo fiel, Colegio episcopal, Obispo de Roma: uno en escucha de los otros; y todos en escucha del Espíritu Santo, el Espíritu de verdad, para conocer lo que Él dice a las Iglesias”.

Tres conceptos claves para la sinodalidad

Comunión: Dios reúne a su Pueblo en una misma fe, mediante la alianza establecida por Jesucristo. Es Él quien nos reconcilia con el Padre y nos une entre nosotros en el Espíritu Santo. Cada uno tenemos un lugar y papel que desempeñar en el discernimiento y la vivencia de la llamada de Dios a su pueblo.

Participación: En una Iglesia sinodal, toda la comunidad, en la libre y rica diversidad de sus miembros, está llamada a rezar, escuchar, analizar, dialogar, discernir y aconsejar para tomar decisiones pastorales que correspondan lo más posible a la voluntad de Dios.

Misión: La Iglesia existe para evangelizar. Viviendo la sinodalidad la Iglesia cumplirá con más fruto su misión de evangelización en el mundo, como levadura al servicio de la llegada del Reino de Dios

 

Publicado en Nueva Alcarria el 6 de octubre de 2023

Por Alfonso Olmos Embid

(Director de la Oficina de Información)

 

 

 

 

Los lemas se convierten en emblemas que, normalmente, identifican una marca. La Iglesia solo tiene un lema propio, que nos encomendó Jesucristo: el amor. Dios es amor. Lo dice la sagrada escritura. El amor luego se jalona con actitudes que lo expresan incondicionalmente. Así surge otro aforismo: ama y haz lo que quieras.

Podríamos decir que servir y amar es lo mismo. Por eso la palabra que se ha empleado para titular el último cuaderno de trabajo de los grupos sinodales de la diócesis es: Servimos.

Servir y amar siempre y en todo, pero de una forma especial en cuatro ámbitos en los que ahora la diócesis quiere hacer hincapié, en su último periodo de reflexión: la dimensión social y caritativa de la Iglesia, la movilidad humana, el cristiano en la vida pública y la comunicación.

Hoy, más que nunca, nuestra Iglesia será más creíble si crece en servicio a la sociedad en estos aspectos, tan actuales como vitales. Se reflexionará sobre la caridad, la escucha y el acompañamiento a los más pobres y necesitados, a los que viven solos, a los mayores o a los que tienen distintas carencias; también sobre la acogida a los que vienen de lejos buscando un mundo mejor, que muchas veces no terminan de encontrar. El servicio se hace público en la vida política y asociativa y en el compromiso por la verdad en los medios de comunicación y las redes sociales, los dos últimos temas a tratar.

Seguimos teniendo por delante un reto llamado sinodalidad, que ahora está más de moda y es más universal por los trabajos que se están llevando a cabo en Roma. Que acertemos, con la ayuda del Espíritu.

 

 

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Las dos pasadas semanas ofrecíamos las dos primer entregas de los tres artículos (este es el último) sobre la identidad, misión y eclesialidad de las cofradías

 

 

 

 

En nuestra primera entrega, ofrecimos al respecto siete epígrafes con sus correspondientes contenidos. Presentábamos al mundo cofrade como camino de fe en nuestra tierra, recordábamos su esencial naturaleza religiosa y su triple finalidad originaria y principal. Peligro y antídoto frente a la secularización era el cuarto apartado y las luces y oportunidades para la Pastoral Juvenil, el quinto. En sexto lugar, hablábamos de lo que es importante y decisivo, y que no lo es tanto, en el mundo cofrade. Y en el séptimo epígrafe, proponíamos a las cofradías y hermandades como oratorio, escuela y taller.

En la segunda entrega, considerábamos otros cuatro aspectos: espiritualidad, renovación y sinodalidad, compromiso cristiano y apostólico y comunión y misión. Hoy lo completamos con otras cinco reflexiones.

 

 

 

(12)   Hogares de unidad, fraternidad y reconciliación

Un valor importante a cultivar en el seno de cada Hermandad es su unidad y cohesión interna. La comunión no es un valor tangencial en la vida de la Iglesia, sino algo que pertenece a su entraña más profunda. Las Hermandades aprobadas y erigidas por la Iglesia han de hacer honor a su nombre, vivir la fraternidad y hacerse acreedoras al elogio que sus conciudadanos hacían de los primeros cristianos: "Mirad cómo se aman".

Las divisiones y personalismos son siempre un antitestimonio, un descrédito para la Iglesia y un freno a la evangelización.  Y cuando se busca que esas divisiones transciendan a la opinión pública o a los Medios de comunicación social, quien padece es la Iglesia, se daña a la toda Iglesia.

Todos los miembros de las cofradías, especialmente sus directivos y sacerdotes, han de tutelar la unidad interna, propiciar el diálogo y el entendimiento y ser aceite y bálsamo que suaviza y ayuda a cicatrizar las heridas. Ellos, más que nadie, están llamados a ser sembradores de paz, artesanos humildes de la paz.

 

(13) Servidoras de los pobres

El cristiano cofrade no es una isla o un solitario, sino un solidario, un hermano, que no puede ser, pues, ser insensible a los dolores, carencias y sufrimiento de sus semejantes. Todo lo contrario, ha de vivir con los ojos bien abiertos a las necesidades de los más pobres.

La comunión con el Señor y el culto a las imágenes de los titulares han de llevarles espontáneamente a vivir la comunión con aquellos hermanos nuestros que han quedado en las cunetas del desarrollo y que son imágenes vivientes del Señor.

En los pobres y en los que sufren, habéis de descubrir el rostro ensangrentado de Cristo. Porque amáis a Cristo, no podéis ser indiferentes a ninguna necesidad y dolor, pues como nos dice el Apóstol San Juan, "nadie puede decir que ama a Dios a quien no ve, si no ama al prójimo a quien ve" (1 Jn 4,20).

 

(14)   Entraña religiosa de las procesiones y fidelidad a la liturgia

Nuestras hermosísimas procesiones, despojadas del misterio, quedan vaciadas del contenido original que está en su origen y que es lo que las acredita y legitima. La dimensión cultural no es la única, ni siquiera las más relevante. De ahí que debamos cuidar especialmente este aspecto. No debemos consentir que los intereses económicos, turísticos o el simple renombre de una ciudad o villa solapen lo que primariamente es un acto de piedad y de penitencia, de catequesis y evangelización y también llamada a la conversión, ya que la contemplación de la belleza de un Cristo barroco, descoyuntado, lacerado y exangüe o de una imagen de María Santísima nos interpela, conmueve y suscita en nosotros la compunción del corazón, pues la via pulchritudinis tiene este incontestable valor evangelizador. No debemos dejar que esto se pierda o se desvirtúe.

Además, la piedad popular ha de vivirse en armonía con la liturgia de la Iglesia y vinculada a los sacramentos. Las procesiones, siendo importantes, no suplen la riqueza y la hondura espiritual de la hermosa liturgia de los días de Semana Santa y de las fiestas del Señor, de la Virgen María o de los santos, que actualizan los acontecimientos redentores. Hay que cuidar y participar en las procesiones y hacerlo con la emoción a flor de piel, pero como complemento de una participación previa, activa y gozosa en las celebraciones litúrgicas (santa misa, rosario, triduo, novena, etc.) y en la recepción del sacramento de la confesión.

 

(15) Hermandades, no seducidas por la emulación, sino fraternas, libres, ejemplares y serviciales

 Nunca nos dejemos llevar por el afán de emulación ni el deseo de hacer más cosas que otras Hermandades cercanas o lejanas. La vida de las Hermandades no es un pugilato para mostrar quien es el mejor, el más fuerte o el que más cosas hace. No nos obsesionemos por la cantidad de las cosas que programamos, sino por la calidad.

Las Hermandades han de ser también libres en relación con los poderes políticos, económicos y mediáticos. La búsqueda exagerada de subvenciones de instituciones, sean del signo que sean, casi siempre suponen un cierto enfeudamiento con quienes las otorgan, coartan la libertad de los responsables y, casi sin darnos cuenta, ahondamos la secularización interna de las Hermandades.

No nos debe importar ser más pobres, hacer menos cosas, que nuestros pasos sean menos ostentosos y nuestras revistas más modestas, para ser más libres y para salvaguardar la verdadera identidad y las buenas esencias de las Hermandades.

Todo ello conduce a la ejemplaridad.  Y es que, como haya escrito el arzobispo emérito de Sevilla, monseñor Juan José Asenjo, si hubiéramos de trazar el retrato ideal del cofrade,  se describiría de esta manera: un cofrade es un cristiano que acepta y vive el mensaje del Evangelio y el estilo de vida propuesto por la Iglesia, tanto en su vida familiar como en su vida profesional, social y religiosa; un cofrade es un cristiano que encuentra y degusta en la piedad popular y en todas sus expresiones y manifestaciones uno de los lugares de referencia en la comunidad cristiana y eclesial y que nutre en buena medida su vida de fe en la religiosidad propia de estas expresiones, pero que no lo hace de modo excluyente o exclusivo, ni aisladamente en relación con el resto de los contenidos de la fe y de las praxis de la Iglesia; un cofrade es un cristiano inserto en su parroquia, que participa en la eucaristía dominical, reza, se alimenta con los sacramentos, especialmente la eucaristía y la penitencia, y colabora en las  actividades e iniciativas de la diócesis y de su comunidad parroquial; un cofrade es un cristiano que en su vida pública no oculta su condición de cristiano, sino que la muestra con alegría y convicción; un cofrade es un cristiano que vive el amor cristiano y la fraternidad y es sensible a los problemas y necesidades de sus hermanos.

Y si esto es exigible a cualquier cofrade, lo es mucho más a los Hermanos Mayores y a los miembros de sus Juntas de Gobierno, que deben ser especialmente ejemplares en su vida pública y privada y no solo porque así lo preceptúan los documentos de la Iglesia, sino porque también lo pide el sentido común.

Y junto a la ejemplaridad, el servicio. Quien aspire a ser Hermano Mayor no debe buscar el brillo social, el poder o el medro ante sus conciudadanos, sino servir humildemente al Señor, a la Iglesia y a sus hermanos, tomando buena nota de aquello que nos dice el Señor en el evangelio de San Marcos, 10,43-45: "Quien quiera ser grande entre vosotros que sea vuestro servidor y el que entre vosotros quiera ser el primero, sea siervo de todos, pues el Hijo del Hombre no ha venido a ser servido sino a servir y a dar su vida en rescate por todos".  Por ello, tanto el Hermano Mayor, como sus compañeros de Junta de Gobierno, deben ser los primeros servidores de la Hermandad.

 

(16) Abiertas, acogedoras y disponibles a la guía de los pastores de la Iglesia

La figura del sacerdote guiando a una cofradía, como capellán, abad, consiliario o director espiritual, ha de ser clave en la vida de las Hermandades, no para anular a los cofrades y a sus juntas directivas, sino para animarlas y guiarlas. El sacerdote no lo puede ser todo en una cofradía, pero tampoco nada, pero tampoco una figura decorativa.

Y él, el sacerdote, ha de evitar la tentación de acaparar la cofradía, una tentación a evitar por los equipos directivos de las Hermandades es considerarlo como una figura prescindible o un mero objeto decorativo. Las Hermandades deben utilizar sus servicios y recabar su consejo y los sacerdotes deben brindarse a colaborar con ellas con generosidad, pues es mucho el bien que pueden hacer.

El sacerdote actúa en la vida de la Hermandad con autoridad delegada del obispo, la acompaña para que viva su auténtica identidad cristiana y eclesial, procura la formación de sus miembros, comparte con ellos el pan de la palabra y de la eucaristía, discierne entre las distintas opciones, aconsejando aquellas que están más en sintonía con el Evangelio y la doctrina de la Iglesia, es servidor y ministro de la unidad interna de la Hermandad, artesano de la paz, hermano entre hermanos, a la vez que pastor y padre de sus miembros.

Es, además, vínculo de conexión entre aquella y la Iglesia particular y universal, preservándola de un sectarismo estrecho y abriéndola a la catolicidad. Es, por último, testigo del Absoluto de Dios.

En una época como la nuestra en la que se niegan cada vez más los derechos de Dios sobre el hombre, hoy más que nunca es necesario el servicio del profeta, del abogado de los derechos de Dios. Ese es el papel de los directores espirituales, nada más y nada menos.

Y lo mismo y como instancia suprema, cabe decir en relación con el obispo, cuya responsabilidad y deber es acompañarlas, estar cerca de ellas, ayudarles para que se impregnen de espíritu cristiano y procurar que sus actividades, programas y vida asociativa esté en coherencia con ese espíritu.  No es misión del obispo coartar la legítima autonomía ni la libertad de iniciativa que la Iglesia reconoce a las asociaciones de fieles. Pero el obispo no puede ocultarse cuando estime que tiene que corregir con prudencia y mesura algo que se aparta del Evangelio.

 

 

Publicado en Nueva Alcarria el 29 de septiembre de 2023

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)

 

 

Los días 18 al 20 de septiembre, los Delegados Diocesanos de Piedad Popular, Cofradías y Hermandades de las distintas diócesis españolas, así como los rectores de santuarios hemos sido convocados por la Comisión Episcopal para la Evangelización, Catequesis y Catecumenado de la Conferencia Episcopal Española.

En la ciudad de Santander se han tratado temas de gran interés como la identidad cristiana hoy (por D. Ángel Cordovilla Pérez, profesor de dogmática en la universidad de Comillas de Madrid), la religiosidad popular e identidad cristiana (por Mons. D. Manuel Sánchez Monge, obispo de la diócesis de Santander), santuarios e identidad cristiana (por D. José María Lucas, Ofm., Hno. Guardián de la fraternidad franciscana de Santo Toribio) y Cofradías y Hermandades e identidad cristiana (por D. Daniel Cuesta Gómez, SJ, Encargado de la Pastoral Juvenil y Universitaria de Santiago de Compostela y Vigo.

Jornadas que han servido para reflexionar y compartir experiencias sobre el mundo cofrade y de santuarios. Además se celebró la Eucaristía jubilar en el Santuario de Santo Toribio de Liébana, que se encuentra en Año Santo.

 

 

 

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