Por Diego Borobia

(Abogado)

 

Es la primera hora del sábado cuando te dispones a desayunar una taza de café mientras decides ojear el noticiario del día. En una de las páginas  descubres unas caricaturas algo sátiras sobre una de las figuras más representativas de la religión católica, y que llamándote consideradamente la atención decides detenerte a contemplarlas durante unos instantes mientras, comienza aparecer en tu rostro una mueca de disconformidad que en todo caso reflejarás en una carta dirigida al diario, en la que demostrarás en todo momento una conducta pacífica, sincera y aceptable, ejemplar hacia los demás y modelo a seguir.

 

Sin embargo, no todos somos iguales, y es muy fácil buscar un pretexto que justifique una acción sin que importe lo más mínimo lo injusto o egoísta que pudiera llegar a ser el fin que se pretenda alcanzar con la misma. Y es que hay determinadas conductas para las cuales no existe medio alguno capaz de justificarlas, como es el caso de la violencia extrema que se vive cada día en el mundo, pues solo hay que ver el telediario, o leer un periódico para darse cuenta que aunque no lo reconozcamos estamos inmersos en un mundo en el que se prioriza la violencia con la que se tiende abatir cualquier situación que no es conforme con nuestros ideales, creencias, pensamientos. Lo que nos lleva a recordar lo sucedido esta segunda semana del año en París, en donde se ha vivido un auténtico atentado contra la vida como consecuencia de la publicación de unas caricaturas satíricas en un semanario francés hace ya unos años, y que han terminado siendo utilizadas como pretexto de una ofensa religiosa para llevar a cabo una acción brutalmente violenta que carece de justificación alguna.

 

Existen multitud de formas en las que podemos expresar nuestra disconformidad, ya sea oral, escrita, mediante la utilización de dibujos, señas o gestos, a través de los que podemos decir todo aquello que no aprobemos, por ello debemos de evitar utilizar la violencia por mínima que sea y procurar ser ejemplo para los demás, pues la pluma es siempre más fuerte que la espada.

 

Por Jesús Francisco Andrés

 

 

(Delegado de Pastoral de la Salud)

 

 

Estamos ante una pregunta que, durante unos días, se va a repetir millones de veces. Las respuestas van a ser igualmente numerosas y habrá respuestas de todos los tamaños, de todos los colores e, incluso, de todos los gustos.

Ambas, pregunta y respuesta, no son, sólo, cosas de niños, también los mayores las hacemos, porque a todos sus Majestades nos han traído algo, seguro.

Los Magos nos han dejado a todos, aunque a veces no nos demos cuenta, unos ojos para poder ver la estrella y así encontrarnos con el Señor reflejado en el hermano que sufre, que está enfermo, que pasa por dificultades de todo tipo.

También nos han dejado unas manos abiertas para compartir con los demás lo que somos y tenemos: nuestro tiempo, nuestras cualidades, nuestro dinero, en definitiva nuestro ser.

También nos han dejado un corazón grande para amar a todos, un corazón que palpita al ritmo de ese Niño acostado en el pesebre que hace que nuestras bocas se abran de admiración al contemplar al que ha querido poner su tienda entre nosotros.

También nos han dejado unos pies para caminar junto al que nos necesita, para salir en su busca sin ningún miedo, sin cansancio y sin desánimo porque, a veces, también perdemos la estrella de vista y nos hacemos un lío.

Como podéis ver los Reyes han traído muchas cosas, pero que muchas y nos las han dejado para que las aprovechemos. Puede que nos cansemos y nos entre la tentación de guardarlo todo en el armario, pero no. Aprovechemos los ojos, los corazones y los pies que los Magos nos han dejado. Nosotros disfrutaremos y los demás: los que nos necesitan, también.


Por Sandra Pajares López

(Maestra)

  

¿Qué es el tiempo? Sabemos que pasa, que transcurre, que se va, que no vuelve, que nos envuelve, nos limita, nos reúne, nos separa, que nos sorprende, que cura y nos prepara. Si bien, algo grande debe ser el tiempo que acapara la mayoría de los momentos de nuestra vida,  desde el tiempo verbal que empleamos cuando contamos una apasionante historia hasta el tiempo musical que contiene una bella música que nos invade.

¿Y por qué medimos con el tiempo cosas que no tienen “medida”? ¿Por qué basamos nuestras relaciones en torno al tiempo que duran? ¿Por qué unos novios lo son porque llevan un determinado tiempo como pareja? ¿Por qué somos buenos amigos porque nuestra amistad comenzó hace mucho tiempo?

El tiempo no es una medida, ni un valor, ni un número… nuestras relaciones deben basarse o medirse en cariño, en amor, en comprensión, en alegría… ¡Y nuestra vida sí que no tiene medida!

El tiempo nos absorbe, nos acelera, nos mete prisa y, si no somos puntuales, siempre nos lleva a la carrera. Cualquier espera siempre es corta si vale la pena y todo llega cuando uno se esfuerza y lucha.

Podemos pensar que el tiempo es algo efímero, y que se gasta o se pierde si lo dejamos pasar sin más.  Y realmente no es que dejemos pasar nuestro tiempo, sino que no disfrutamos del tiempo que vivimos. Y es que en cada uno de nosotros nada se pierde, todo se transforma, y como dice una canción de Jorge Drexler, un beso se transforma en calor, y éste en movimiento y después en sudor para ser aire después y mover un molino.

Supongo que en una sociedad en la que todo gira a un determinado ritmo y en la que las horas del día rigen nuestras acciones, sería imposible “hacer desaparecer el tiempo”. Pero aún así no deberíamos desperdiciar ni un segundo que vivimos, deberíamos aprovecharlo como si fuera el primero y el último. El ritmo deberíamos marcarlo cada uno, tardando todo lo necesario en perdonar, en aceptar, en sonreír, en disfrutar, en compartir y en amar.

Por Alfonso Olmos

 

 

 

Director de la Oficina de Información

 

  

Ya sé que llega un poco tarde. No he tenido tiempo de pararme a escribir, pero todo lo que le pido a los Reyes este año lo llevaba dentro del corazón desde hace tiempo, por lo que supongo que su sabiduría mágica ya habrá penetrado en mi interior, y no necesitarán de mi epístola para conocer mis deseos.

Hay tres cosas clásicas que se suelen pedir cuando se idealizan los sueños y las esperanzas: salud, dinero y amor. No lo digo yo, lo dice un tango de Rodolfo Sciammarella, añadiendo que hay que ser agradecido a Dios si podemos disfrutar de las tres cosas. Y la canción sigue abundando en la posibilidad de perder esos dones y regalos si no se cuidan.

Nuestro mundo ha dejado de cuidar las posibilidades que Dios nos dio de vivir en paz. Somos egoístas y soberbios, tanto a nivel personal como a otros niveles. Los países, las grandes potencias, quieren dominar, aunque esto suponga la guerra y el sometimiento de los otros, que suelen ser siempre los más pobres. Unos países oprimen a otros apoderándose de sus riquezas, no condonando deudas, explotando sus recursos. Los humanos hacemos muchas veces lo mismo entre nosotros.

La "salud" de nuestro mundo no funciona bien porque el dinero ya no sirve para vivir, sino que es causa de corrupción. Así es imposible la paz en el mundo, el amor entre las personas y las buenas relaciones de los países de la tierra.

Le pido a los Reyes humildad, espíritu de sacrificio, bondad en el corazón, amor al prójimo y servicialidad. Respeto a todos, piensen como piensen y sean como sean. Saber estar pendiente de la familia y los amigos, y de los que carecen de familia y no cuentan con amigos de calidad. Deseo más justicia, a todos los niveles, y más observancia en el cuidado de los derechos de todos, especialmente de los indefensos. No quiero muertes estériles, ni abandonos, ni que nadie se aproveche de los otros. Deseo que nadie robe, ni mate. Que tengamos suficiente para vivir dignamente. Que trabaje más gente y que más gente viva feliz.

Queridos Reyes Magos, perdón por el retraso al escribiros, pero como he sido bueno espero que me traigáis todo lo que os pido.

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