Por Asunción Parra

(Delegación de Vocaciones)

 

Tuve la oportunidad  o suerte de nacer en una familia cristiana y fue mi familia quien me inició en la vivencia de una fe sencilla. Me bautizaron en  mi pueblo, Albendiego,  y mis padres me educaron con los valores cristianos, desde la coherencia de ser y actuar, teniendo muy  presente el amor, la unidad  y la ayuda a los demás.

Durante mi infancia y adolescencia tengo que agradecer a las “madres” Ursulinas,  donde estudie y está mi hermana mayor de religiosa,  la ayuda para madurar en la fe  y facilitarme los encuentros con Jesús (oración, ejercicios espirituales...)

A lo largo de los años me he comprometido como laica con diferente intensidad. Durante varios años colaborando poco, quizá: por comodidad, por pensar que poco podía aportar,  por falta de escucha o atención a lo que Dios quería de mí.  Sentía que todas las necesidades de mi parroquia estaban cubiertas. Sin embargo, en los últimos  años he sido consciente de que cada uno de los miembros que formamos la Iglesia somos importantes, lo que no hagamos, nuestro pequeño granito de arena, no lo puede poner otra persona, siendo todos necesarios  en tantas labores que desempeña la Iglesia al servicio de los demás. Cada uno estamos llamados a encontrar nuestro camino.

 En los últimos años he colaborado con la parroquia dirigiendo un grupo de lectio divina, me he involucrado en las celebraciones de la eucaristía, he participado con la delegación de vocaciones en algunas actividades compartidas con otras delegaciones. He  experimentado, en los encuentros con jóvenes o niños, que cuando das un poco de ti recibes mucho más a cambio, que mi vida está más llena, tiene más sentido y soy más feliz cuando Dios forma parte de mis vivencias.

Este verano he podido hacer realidad una ilusión y he percibido la humanidad, fraternidad y hospitalidad en el Instituto Psicopedagógico de la ciudad de Sucre (Bolivia).  Participé en un campo de trabajo solidario: “un corazón sin fronteras” con los hermanos de San Juan de Dios, junto a un gran equipo de nueve personas,  viviendo la experiencia desde la fe. Admiro la gran labor que  llevan a cabo los hermanos  en el mundo y , en este centro, la calidez que muestran con los niños discapacitados, haciendo un mundo mejor, más justo, luchando por la igualdad y dignidad de las personas.

¡Entre todos podemos hacer un mundo mejor cada día!

Carta de Navidad 2014

 


Por Ángel Moreno

Monasterio de Buenafuente

 

 

Querido Amigo

 

Al hilo de la peregrinación por Tierra Santa, donde pude acompañar a un buen grupo de peregrinos, de la mano de las enseñanza de Santa Teresa de Jesús, especialmente en el momento de contemplar la Pasión de Cristo, me vino a la memoria lo que dice precisamente la santa respecto a la posada, al pesebre y al portal, aplicándolo no solo a las circunstancias en las que nació Jesús, sino a nuestro propio interior.

 

Cuando las relaciones son difíciles, y cabe que se instale en el corazón la violencia, es bueno recordar el dicho de la maestra espiritual: “Piensen y crean han echado a su Esposo de casa y que le necesitan a ir a buscar otra posada, pues le echan de su casa propia” (Camino de Perfección  7, 10).

 

La Navidad es propicia a reavivar el sentimiento por lo que acontece cuando recibimos al Señor en la Eucaristía: “Cuando comulgaba, ni más ni menos que si viera con los ojos corporales entrar en su posada el Señor, procuraba esforzar la fe, para que, como creía verdaderamente entraba este Señor en su pobre posada, desocupábase de todas las cosas exteriores cuanto le era posible, y entrábase con El” (Camino de Perfección 34, 7).

 

Son días de hospitalidad, de visita a los amigos, de familia, y todo es para significar el hospedaje que deseamos dar a quien viene a lo más íntimo de nuestro propio interior: “Pues, si cuando andaba en el mundo, de sólo tocar sus ropas sanaba los enfermos, ¿qué hay que dudar que hará milagros estando tan dentro de mí, si tenemos fe, y nos dará lo que le pidiéremos, pues está en nuestra casa? Y no suele Su Majestad pagar mal la posada, si le hacen buen hospedaje”.

 

No nos cansemos de hospedar al Señor dentro de nuestro castillo, y de acogerlo en aquellos que son la mayor presencia de la debilidad y pequeñez del Niño de Belén. “¡Oh Señor de mi alma, y quién tuviera palabras para dar a entender qué dais a los que se fían de Vos, y qué pierden los que llegan a este estado, y se quedan consigo mismos! No queréis Vos esto, Señor, pues más que esto hacéis Vos, que os venís a una posada tan ruin como la mía. ¡Bendito seáis por siempre jamás!” (Vida 22, 17)

 

No son días para egocentrismo, sino de compartir, de admirar y contemplar en el anonadamiento de Dios hecho hombre, el esplendor de la gloria de Dios, como cantan los ángeles ante el portal. “Represéntase tan señor de aquella posada, que parece toda deshecha el alma se ve consumir en Cristo. ¡Oh Jesús mío!, ¡quién pudiese dar a entender la majestad con que os mostráis!” (Vida  28, 8)

 

Con el deseo de que goces al saberte habitado por la Humanidad de Cristo, y la descubras en quienes te rodean.

 

¡Feliz Navidad!

No matemos la Navidad

 

Por Gregorio Rivera

Franciscano

 

 

Matar la Navidad. El domingo 23 de noviembre, en ese largo paseo por el eje cultural de Madrid, desde el Pabellón de Deportes en Felipe II hasta la Puerta de San Vicente, atravesando calles emblemáticas de Madrid, Alcalá, Gran Vía, pude descubrir que ya habían empezado el ajustamiento de la Navidad. No había llegado el Día de Acción de Gracias y ya podías ver centros comerciales iluminados con belenes completos reclamando consumó. Antes de encender la primera vela del Adviento...o la oficialidad de encender el iluminado de Madrid se ha convertido en un reclamo turístico para embobar a chicos y grandes. Y cuando parecía que la Navidad venía más tierna que nunca, haciéndonos llorar con el anuncio de la Lotería, veo en una pastelería el fusilamiento de la Navidad, ya hay roscones de Reyes. Qué fácil es matar la Navidad, sólo hay que echarle un poco de consumo y ya verás cómo te la cargas.

Cada vez me resulta más difícil vivir este tiempo. Me gusta el Adviento. Bueno, me gustaba. Ahora, con tantas cosas por hacer, tantos reclamos en un sitio y en otro, evaluaciones, celebraciones a mogollón, y siempre hay cosas que surgen. No tengo tiempo ni para quemar los mocos contemplado como se extinguen las cuatro velas adventistas en este mes de diciembre. Siento que maten la Navidad. Pero me duele más que yo atenué el Adviento angustiado y afanado en mis cosas.

Tengo que llamarme a la calma. Tengo que recuperar la quietud. Tengo que darle reposo a mi alma y sosiego a mi cuerpo. Entrar en el corazón, encender una lámpara y desde el silencio del ser ofrecer la erudición de mi soledad. Y recuperar, sólo Dios basta, mi Dios y mi todo. No quiero sólo gozar del soplo breve de la vida perdiendo el descanso eterno, como dirían los grandes místicos. Necesito hacer oración, perdiendo mis pasos por las calles, sentando los pensamientos en un templo, mirando con ternura al cielo, necesito implorar este adviento que más que venir parece que se me va.

No matemos la Navidad. Guardemos las tradiciones y eduquemos en este tiempo ha sentir que Dios llega. Pero más aún, que Dios es necesario en nuestras vidas.

"Para vos nací..., ¿qué mandáis hacer de mí?"

 

Por Agustín Bugeda Sanz

Vicario general

 

 

Permitidme que la colaboración de este mes, ya como felicitación navideña,  la abra con las mismas palabras de Santa Teresa de Jesús que nos están ayudando a vivir este quinto centenario de su nacimiento.

Muy pronto se nos va a abrir en el ritmo de la vida un nuevo año, el 2015, lleno de esperanzas, proyectos, ilusiones… ante ese tiempo que el Señor de nuevo nos va a regalar no hay mejor oración y disposición que la que tuvo Teresa de Jesús al decir de verdad, ¿qué mandáis hacer de mí? Para el Señor hemos nacido, en Él vivimos, nos movemos y existimos, por eso qué mejor que gastar toda nuestra existencia para su gloria y alabanza. La mejor felicitación para el 2015 es que cumplamos cada día de este nuevo año su voluntad.

Damos gracias a Dios en este año 2015 por la Vida Consagrada, hermanas y hermanos a nuestro lado, que nos ayudan a vivir en esa actitud total de disponibilidad, de entrega, de servicio. Ellos nos muestran que Dios es capaz de llenar de paz y alegría nuestros corazones, nuestras vidas.

La Navidad que nos disponemos a celebrar nos va a ayudar a vivir el presente con más pasión y abrirnos con más esperanza al futuro, ya que en estos días palpamos de una forma nueva la cercanía de Dios y la cercanía de los demás, que son el rostro de Dios para todos nosotros.

A todos os deseo, pues, que viváis en estos días de Navidad  intensamente diciéndole en verdad a ese Jesús que nace para nuestro bien: Soy yo el que he nacido para ti, Jesús, ¿qué mandáis hacer de mi?

 

 

Santo y feliz 2015, con todo mi afecto.

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