Por Jesús de las Heras Muela
(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)
La diócesis de Sigüenza-Guadalajara ha “vivido” este año 2023 en Adviento no desde la tarde del sábado 2 de diciembre, cuando comenzó este tiempo litúrgico de preparación a la Navidad, sino desde el mediodía del martes 31 de octubre cuando se hacía público el relevo episcopal en nuestra diócesis.
Adviento es espera, es preparación, es allanar los caminos al Dios que en Jesucristo vino en el tiempo (en Belén hace 2023 años). Que viene (su celebración litúrgica, el 25 de diciembre, junto con la Pascua de resurrección, es la mayor fiesta del calendario cristiano anual); y que viene, además, como rezamos con el prefacio III de las Misas de Adviento, “en cada persona y en cada acontecimiento para que lo recibamos en la fe y por el amor demos testimonio de la esperanza dichosa de su reino”). Y que vendrá al final de los tiempos a examinarnos en el amor.
Y si acabo de decir que Adviento es esperar y recibir a Jesús -el Dios que vino, que viene y que vendrá- también en cada persona y en cada acontecimiento, ¿cómo no iba a marcar este Adviento, largo Adviento de la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, la llegada de una persona, de la persona de quien iba a ser y ya es su obispo (el nonagésimo séptimo documentado obispo de sus mil quinientos años de historia), la llegada de Julián Ruiz Martorell, conquense-aragonés de casi 67 años?
Un camino que ha tenido, sobre todo, cuatro lugares, cuatro espacios, en nuestra geografía diocesana, más un quinto, que ha sido y es la aldea global de la comunicación: los medios de comunicación social, sí, que gracias, a tantos artículos, entrevistas, comentarios, imágenes, vídeos, y en los distintos soportes mediáticos (prensa, radio, televisión, internet, redes sociales) se han hecho eco de este acontecimiento, que, además, fue transmitido, en su espacio y lugar y principal, la catedral seguntina, la catedral diocesana, por TRECE TV.
Alcolea del Pinar y Barbatona a la hora del atardecer
Fue a la 5 de la tarde del viernes 22 de diciembre cuando comenzó su primer periplo. Alcolea del Pinar y su parroquia dedicada a Nuestra Señora del Rosario fue el lugar. El acto duró cerca de media hora, más la espera previa y los saludos finales. El sol, previo a la atardecida, brillaba con esplendor (estrenando el equinoccio del invierno) y en los primeros rayos del crepúsculo se filtraban los inmensos tonos azules de un firmamento, aquella tarde, inmaculado, con hermosas y austeras tonalidades rojizas, cárdenas y amarillas.
Escasos minutos después de las 6 de aquella misma tarde, cuando el sol ya prácticamente había declinado, pero todavía el cielo destellaba una bella y sugerente luz crepuscular, las campanas del santuario de Nuestra Señora de la Salud de Barbatona sonaban con fuerza, con alegría, con expectación. Por su puerta principal, entraba ya su nuevo obispo, a quien se le invitaba a “arrimarse” todavía más a María, a su nuevo “Pilar”, y a que Ella volviera a él y a todos sus nuevos diocesanos “esos sus ojos misericordiosos”. Durante tres cuartos de hora se prolongó la visita y la oración a María. Pero no había prisa. Estábamos en la casa de la Madre y en la casa de las madres nunca han de tener prisas los hijos.
Interludio nocturno
Y ya a las 19 horas, en agenda privada y familiar, aunque también luego pública, don Julián llegaba a la residencia episcopal de Sigüenza. Quizás algún lector haya observado que he hablado de agenda privada y familiar (luego en privado y en familia ha de quedar), pero también de agenda pública, eso sí, no publicada ni anunciada previamente, pero fue pública, puede ser publicada... ¿Qué pasó?… Muy sencillo: a las 20:30 horas, un grupo de Batucada de Sigüenza acudió con su música, estruendo y su alegría hasta la puerta de la residencia episcopal seguntina. Don Julián saludó a todos y cada uno de los integrantes de la batucada, cuyo director le regaló dos platillos, dos palos, dos baquetas, y con los que nuestro nuevo obispo hasta ofreció algún acorde…
Muy cerca de este lugar, en la calle Cardenal Mendoza o calle Guadalajara, unas tres decenas de voluntarios estaban empezando a rematar la tradicional alfombra de tierras de colores, serrín, posos de café y otros elementos decorativos, con la que tradición recibe en Sigüenza al nuevo obispo. Digo empezando a rematar porque ya llevaban días de trabajo y porque todavía les quedaban horas de noche, escarchas y de madrugada vigilante hasta que, sobre las 10:15 horas del día siguiente, sábado 23 de diciembre, el nuevo obispo fuera el primero en pisarla y en recorrerla. Se lo propuso a don Julián ir a visitar la citada calle y saludar a los voluntarios aludidos y a los viandantes. Y así lo hizo. Eran sobre las 20:45 horas. E incluso le regalaron el plano, el diseño de la alfombra.
Sábado 23, 10 horas, 1º grado de temperatura
Apenas heló aquella noche, la noche del 22 al 23 de diciembre. Pero, claro, a las 9:45 horas, cuando salí a la calle, había un grado de temperatura. Pronto la temperatura subiría, sobre toda la humana y la religiosa, y también la climatológica. El día tenía que ser radiante del alba al anochecer. Y así lo fue.
Minutos antes de la diez de aquella mañana invernal, don Julián, revestido del denominado hábito coral (sotana morada clara y roquete blanco) aparecía en las inmediaciones de la puerta del popular y querido Asilo de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados. Después de saludar al arzobispo emérito de Sevilla, seguntino de nacimiento, una yegua blanca de nombre Ginebra y procedente de Yunquera de Henares le esperaba. Al compás de los dulzaineros seguntinos, don Julián montó en la yegua y recorrió, hasta la plaza Hilario Yaben, ese tramo a sus lomos…
Y tras la yegua blanca, de nuevo, la alfombra, pero ya concluida, preciosa, llena de coloridos, de mensajes y de símbolos. Mil metros cuadrados de alfombra de bienvenida. Y un baño, en el primer día del invierno…, de calor humano, de amabilidad y de cortesía, bien correspondida y agradecida por el prelado.
Pero, ¿qué significan la yegua blanca y la alfombra? El origen de esta tradición tiene con toda probabilidad reminiscencias bíblicas: al igual que Jesucristo entró en Jerusalén a lomos de un borrico y con las calles de la ciudad santa alfombradas por los mantos de sus acompañantes, el obispo –Dulce Cristo en una diócesis- entra en ésta de modo similar.
Ya en la catedral: atrio, santuario, cátedra, sede, altar, casa y campanario
Más de dos horas de aquella luminosa mañana tuvieron a la catedral seguntina, la catedral diocesana como principal e insustituible escenario. Aproximadamente desde las 10:40 horas a las 13 horas.
Y la catedral fue lo que toda una catedral ser. Primero, fue atrio, lugar de acogida, de encuentro, de intercambios y saludos, con un preciso Cristo barroco de marfil como anfitrión. Después fue santuario, con las imágenes de la Virgen de la Mayor y de la Virgen del Pilar como sentidos e iniciales testigos. Santuario singular, religioso, jurídico y canónico, en la capilla del Cristo de la Misericordia, donde el nuevo obispo realizó el juramento de fidelidad al servicio episcopal encomendado y la profesión. Y santuario celebrativo en el crucero de la catedral, donde la cátedra, la sede y altar hicieron la casa del pueblo santo de Dios, la casa de la comunión y de la misión, la nueva casa por excelencia del nuevo obispo, y donde, poco antes de las 11:30 horas, recibía de manos del nuncio apostólico en España el báculo del buen pastor, ocupaba la sede, después la cátedra y más tarde el alta. Símbolos que expresan el ministerio de un obispo, quien, a la zaga del Buen Pastor con mayúsculas y en su nombre, es el representante sacramental de Jesucristo pastor y guía (munus regendi: el ministerio de regir), de Jesucristo maestro (munus docendi: el ministerio de enseñar y predicar) y de Jesucristo sacerdote (munus sanctificandi: el ministerio de santificar mediante los sacramentos).
Y todo ello para el pueblo santo de Dios que le ha sido confiado, en este caso, la diócesis de Sigüenza-Guadalajara, su casa, nuestra casa, la casa de todos. Y mientras tanto, las campanas catedralicias, incluso con artísticos toques manuales, apenas dejaron de sonar y llamar a fiesta.
Y más agenda en Sigüenza
El domingo 24 de diciembre, celebró la eucaristía del cuarto y último domingo de Adviento en la iglesia de Nuestra de los Huertos, donde se halló la primera catedral seguntina, la catedral visigótica, y desde hace 80 años, monasterio de monjas Clarisas, con quienes después compartió desayuno y encuentro.
Almorzó con sacerdotes seguntinos en el Colegio Episcopal Sagrada Familia. Por la tarde, hizo verdad que la Navidad es caridad y visitó a los ancianos y a las Hermanitas de la residencia Padre Saturnino López Novoa, donde celebró, a las 20:30 horas, la Misa del Gallo, y donde cenó.
El lunes 25, Navidad, celebró la eucaristía en la catedral, concretamente en San Pedro. Almorzó y se encontró con las monjas Ursulinas, amén de otras visitas y encuentros no programados.
Y ya, Guadalajara
Entre las 12 y las 16 horas del martes 26 de diciembre, don Julián compartió con los sacerdotes diocesanos el tradicional encuentro navideño del presbiterio diocesano. Fue en el Colegio Cardenal Cisneros.
Y el remate final, mejor dicho, la corona (el 26 de diciembre es el protodiácono y protomártir san Esteban, nombre que, nos desveló el biblista don Julián, significa corona…), llegó en la concatedral de Guadalajara, repleta de fieles, con dulzaineros a sus puertas, con solemne misa a las 18 horas. En la homilía, el nuevo obispo se comprometió a “mirar con el corazón” para así amarnos y servirnos mejor.
¡Bendito el que viene, el que ha venido, en el nombre del Señor! Pasó el Adviento, llegó la Navidad y llegarán también el tiempo ordinario, la Cuaresma, el Triduo Pascual y la Pascua. Seguiremos en camino, en camino también sinodal, en camino de Iglesia. En camino que lleva siempre a Belén. En camino que lleva al Señor Jesús.
Publicado en Nueva Alcarria el 29 diciembre de 2023