Por Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente del Sistal)

 

Estimados hermanos en Cristo, compañeros en nuestro camino hacia el cielo: Hace unos días, en la Conmemoración de Todos los Fieles Difuntos, nos sentimos hermanas de todos los que peregrinamos hacia nuestra morada definitiva; y acompañadas por todos los que nos han precedido.

Nuestra oración y ofrecimiento por los difuntos, nos invita con fuerza a la conversión, a volvernos al Padre, a velar,  porque no sabemos el día ni la hora en que el Hijo del Hombre vendrá a llamarnos (cf Mt 25,13). Este movimiento de mirar a Jesús y dejarnos mirar por Él, nos ha recordado nuestros Ejercicios Espirituales, que nos dirigió un padre claretiano la primera quincena de octubre. Unos días de gracia del Señor, en los que escuchamos como María, las palabras del ángel Gabriel: “El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que ha de nacer será santo y se le llamará Hijo de Dios” (Lc 1,35). Porque siempre es necesaria la acción del Espíritu Santo en nuestra vida para que estemos dispuestos, al igual que María, a engendrar al Hijo de Dios y Él esté vivo hoy para nuestros contemporáneos; para “que a nadie le falte la experiencia del rostro de la misericordia, del amor incondicional que solo Dios muestra” (Carta Pastoral del Arzobispo de Madrid 2015,  2.8).

Además de una jornada especial de oración por los difuntos, para todos nosotros, celebrar esta fiesta es un momento privilegiado para conocer a nuestro Dios y descubrir que solo anhela nuestra felicidad. La liturgia de todo el día nos ha fortalecido en la fe y la esperanza, a través de la Palabra de Dios.  En la primera lectura de la Eucaristía: “Que la misericordia del Señor no termina y no se acaba su compasión” (Lm 3, 17-26), en el salmo responsorial: “El Señor es compasivo y misericordioso, lento a la ira…..no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas…..” (Sal 102).

Al final del día, el cántico de las Vísperas nos dio la clave para escuchar al Señor de modo que todo lo vivido en la liturgia no sea solo como el velo que cubre nuestra cabeza; sino que sea la sangre que recorra nuestras arterias, nuestra vida. Decía el cántico: “Cristo, a pesar de su condición divina, no hizo alarde de su categoría de Dios; al contrario se despojó de su rango…. ,  se rebajó …” (Flp 2, 6-11). Y nos hemos dicho: “¡Hermanas, si decimos que seguimos a Jesús, a vivir como Él!”. Asimismo, en el Evangelio de Juan, hemos escuchado: Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a dónde vas, ¿cómo podemos saber el camino?» Le dice Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí(Jn 14, 1-6). Hermanos, si María, nuestra Madre, la primera cristiana, al anuncio del ángel respondió con una pregunta: “¿Cómo será esto, puesto que no conozco varón? (Lc 1, 34) y el apóstol Tomás le dijo a Jesús: “¿Cómo podemos saber el camino?” (Jn 14, 5), no nos dé vergüenza preguntar al Señor, y cada día, a cada instante invocar al Espíritu Santo que venga en ayuda de nuestra debilidad.

Unidos en la  invocación al Espíritu Santo, vuestras hermanas del Sistal

GRANITOS DE MOSTAZA

 

Álvaro Ruiz Langa

(Delegado diocesano de MCS)

 

 

El mes del leñador y de las hojas secas. El refrán lo dice: “Marzo trae las hojas y noviembre las deshoja”. Y lo va confirmando la alfombra que cada día deja al pie de los árboles. Con ritmo sosegado, sin agitación de tormenta, las ramas se desvisten del traje dorado hasta quedar a la intemperie el esqueleto. Es el otoño que avisa de la proximidad del invierno. Noviembre trae también la sazón del crisantemo y del membrillo. Crisantemos, la flor de oro, para honrar a los difuntos. Membrillo de sol y también de oro, manzana dulce, de jugo y aroma benéficos. El alma se serena en noviembre y se dora a ras de tierra. 

Memorias entrañables. El rememorar a los difuntos suele ser una remembranza cálida en el corazón alimentado por el cariño. También la esperanza contribuye a asentar la pena de la pérdida. Y así se va abriendo una especie de ascensión. Por eso, la memoria se torna festiva en fechas como el día 6, cuando la liturgia celebra la memoria religiosa de los Mártires españoles del siglo XX. Ya no hay dolor y sangre negra, sino que prevalece el sentimiento de paz y de gozo por quienes viven la gloria divina. Y con Saturnino, José María, Gumersindo y demás compañeros mártires, el recuerdo, dos días después, del bendito don Jesús Pla Gandía, el obispo inquebrantable. Su memoria y el camino que empieza a abrirse hacia el reconocimiento de su condición de santo vuelven más hondas, entrañables, la memoria y las plegarias.

Comunidades adultas. En el mes dorado y bendecido por los frutos, tres jornadas de título diocesano se suceden; con matiz frutal. La mayor en amplitud y resonancia es el Día de la Iglesia Diocesana. La lectura de los lemas que la inspiran esta vez ayuda a descubrir alcances más allá de la contribución con donativos monetarios. El “Gracias a ti” y el “Ayuda a tu parroquia” reconocen y solicitan la participación de los fieles en cuanto es vida parroquial; y vida arciprestal; y vida diocesana. Sugieren ir más lejos de las obras y la limpieza del templo parroquial. Invitan a forjar comunidades adultas. Adultas y crecidas no por la medida de la edad, ni de la cantidad, sino por la magnitud de la participación en las celebraciones y en los retos pastorales. Adultas con madurez y fuste por abiertas, activas, evangelizadoras. Aquí enlazan los otros dos motivos: los Consejos diocesanos de Pastoral y del Presbiterio. Hablarán del compromiso evangelizador al estilo del papa Francisco, hablarán del Jubileo de la Misericordia. Más pautas para que las comunidades parroquiales y la Iglesia diocesana entera venzan inercias de debilidad y rutina; y asienten la confianza de ir creciendo poco a poco.      

Francisco viaja a la periferia africana. En el Papa hay ejemplo y estímulo al respecto. Y Francisco viaja al continente que todavía no ha visitado. Lo hará del 25 al 30. La visita incluye tres países: Kenia, Uganda y República Centroafricana. Recorrido complicado y con riesgos diversos; pero también esperanzado, sobre todo para las comunidades católicas. Francisco tiene en el programa encontrarse con refugiados, con pobres, con musulmanes y con evangélicos, además de departir y celebrar con los obispos y los fieles católicos. En este último aspecto, se habla de que en Nairobi, capital de Kenia, pueden juntarse cerca del millón y medio de católicos en la principal celebración eucarística. Desde lejos, desde aquí, convienen plegarias a favor de esas iglesias y países africanos. Y por el propio pontífice y los objetivos del viaje. Frutos de paz y de bendición.

 

Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

La Religión en  la Escuela como arma arrojadiza; los Acuerdos Internacionales con la Santa Sede como bandera discutida; la posibilidad de paso adelante en Cataluña para lograr la independencia; corrupción en familias conocidas de políticos históricos y en El Corte Inglés, pasando de todo lo anterior, ya es Navidad.

Me ha sorprendido ver en octubre espumillón, sin haberme comido aún los huesos de santo. Pero este año lo mismo es que todo se adelanta, con eso de que las elecciones le van a quitar el protagonismo hasta al sorteo de la lotería más importante del año. Tanto que el otro día, paseando por Madrid, me percaté de que ni siquiera había cola en la puerta del establecimiento de Doña Manolita, como si este año la gente pasara hasta de tener sueños.

Y para colmo llegan noticias de la OMS de que nuestro rico patrimonio gastronómico está en tela de juicio. No sé a qué podremos reducir este año el menú de la Nochebuena. No me extraña, por tanto, que la gente pierda la ilusión.

Pues no, la ilusión es como la esperanza, lo último que se debe perder. Nosotros, los que llevamos otro ritmo, los que nos movemos al ritmo de Cristo tenemos mucha esperanza que transmitir. Mucho que hacer y mucho que decir: en todos los ámbitos de la vida.

Todavía nos deben quedar ganas de transmitir la fe sea como sea y donde sea, pero sobre todo dando en el mundo testimonio alegre de que creemos en Jesús. Aún debemos ratificar nuestro derecho de que hay unas reglas que nos amparan, y que podemos manifestarnos como cristianos abiertamente en la sociedad.

El ciclo litúrgico pronto llegará a su fin, pero todavía tenemos mucho que celebrar antes de empezar a comernos los turrones, entre otras cosas que Dios es un Padre misericordioso. El papa quiere que no perdamos eso de vista. Será una oportunidad de mostrar a todo el mundo lo que verdaderamente merece la pena, dejando de un lado tantas trivialidades que nos apartan de lo realmente importante.

Por Juan José Plaza

(Delegado de Misiones)

 

 

El  Domund de 2015, que celebramos  el 18 de Octubre, fecha tan  cercana a la fiesta de Santa Teresa de Jesús, 15 de Octubre,  y en el año jubilar del V centenario de su nacimiento, era obligado el hacer referencia a Santa Teresa, verdadera misionera Jesús.

Ya en su infancia, como una premonición de lo que habría de ser su vida y su ardor misionero,  la descubrimos, junto con hermano Rodrigo, escapándose de casa para ir a dar testimonio de su fe y amor a Cristo en tierra de moros.

Más tarde, en el Carmelo, es  grande su solicitud por las almas que se pierden por no conocer ni seguir a Cristo. El detonante, que hace remover desde lo más profundo del alma su ser misionero, es el sermón de un franciscano, venido de las Indias. Escuchemos los que nos dice  de todo ello la Santa:

 “A los cuatro años ( de la fundación del Carmelo de S. José), me parece era algo más, acertó a venirme a ver un fraile franciscano, llamado fray Alonso Maldonado, muy gran siervo de Dios y con los mismos deseos del bien de las almas que yo; pero él podía ponerlos por obra, por lo que le tuve mucha envidia. Este venía de las Indias, poco había. Comenzóme a contar de los muchos millones de almas que allí se perdían por falta de doctrina, e hízonos un sermón y plática animándonos a la penitencia. Y cuando se  fue  quedé tan lastimada de la perdición de tantas almas, que no cabía en mí. Fuime a una ermita con muchas lágrimas; clamaba a Nuestro Señor, suplicándole diese medio cómo yo pudiese algo para ganar algún alma para su servicio, pues tantas llevaba el demonio, y que pudiese mi oración algo, ya que yo no era para más. Había gran envidia a los que podían por amor de Nuestro Señor emplearse en esto, aunque pasasen mil muertes. Y así me acaece que cuando en las vidas de los santos leemos que convirtieron almas, mucha más devoción me hace y más ternura y más envidia, que todos los martirios que padecen (por ser ésta la inclinación que Nuestro Señor me ha dado), pareciéndome que precia más un alma que por nuestra industria y oración ganásemos mediante su misericordia, que todos los servicios que le podemos hacer” (Fundaciones 1,7).

Esta cita del libro de las fundaciones es claro testimonio del ardor misionero de Teresa, que intentará  llevar adelante con todos los medios a su alcance: por medio de su oración y la  de su monjas, por medio de sus fundaciones y también  poniendo todo su empeño en  en mandar misioneros a esas tierras donde tantas almas se perdían y ella, en persona, no podía ir a misionar.

Este ardor misionero lo contagia a un joven carmelita descalzo, el padre Jerónimo Gracián, que llegado a provincial,  atendiendo  los requerimientos de la Madre Teresa, manda desde Lisboa una  primera remesa de Frailes carmelitas al Congo de  Etiopía. Estos no pueden llegar a su destino, pues naufragan en medio del océano. Y a este envío le siguen otros a distintos lugares, Méjico, etc.

El padre Gracián, fiel discípulo de Teresa Misionera, escribe: “El más alto fin de la religiones más perfectas, como dice Santo Tomás,  es llevar almas para el cielo. Bien entendió la madre Teresa de Jesús ser esta la vocación de nuestra orden del Carmen de los descalzos: oración y celo de almas, no contradecir a nuestra regla,  el púlpito y las conversiones. Y quien quisiere ver este espíritu de la orden del Carmen de los descalzos, en todo punto y perfección, tratando con la madre Teresa de Jesús, hallará una oración tan alta como se colige de sus libros y un celo de almas tan encendido que mil veces suspiraba poder tener libertad, talentos y oficios, que tienen los hombres, para traer almas a Dios, predicando, confesando y convirtiendo a gentiles, hasta derramar la sangre por Cristo.   De aquí  nació criarnos a todos en esta vocación de ir a convertir gentiles”.

Que Santa teresa de Jesús nos contagie su ardor apostólico y nos conceda a todos ser  verdaderos discípulos y misioneros de Jesús, como lo fue ella.

Por Jesús de las Heras

(sacerdote y periodista)

 

 

Recién concluido el Año Jubilar Teresiano del quinto centenario del nacimiento de santa Teresa de Jesús, resulta evidente y necesario dar gracias  a Dios –volver a dar gracias, para ser más precisos- por el inmenso don de la santa, por su actualidad que permanece a lo largo de los siglos y, a la vez, constatar, satisfechos, agradecidos e interpelados, como tiene, sigue teniendo una atracción y una capacidad de convocatorias extraordinarias que hasta ella misma se halla también entre pucheros...

Bastaría trazar un recorrido por lo que este año teresiano ha deparado en nuestra Iglesia y en nuestra misma sociedad para comprobarlo.  Y todo, todo ello, como la breve crónica que de esta efeméride podemos hacer en nuestra diócesis y que ahora sigue, nos ha de llevar a preguntarnos el por qué, qué cuál es, suma, el secreto, la razón, la clave del éxito de esta mujer del siglo XVI.

 

Sigüenza-Guadalajara teresiana

Nuestra tierra e Iglesia local tiene la suerte de ser también tierra e Iglesia teresianas. Singularmente, lo es Pastrana, la villa ducal, donde en la década de los sesenta del siglo XVI, Teresa de Jesús, de mano, primero, y después, a pesar…, de la princesa de Éboli, dejó dos fundaciones: el carmelo descalzo femenino en el convento de San José y el naciente carmelo descalzo masculino en el convento de El Carmen, donde san Juan de la Cruz y otros frailes reformados hicieron el resto.

Pastrana ha sido, pues, epicentro de las celebraciones diocesanas de este quinto centenario. Pastrana pertenece a la red de ciudades teresianas que integran la llamada ruta “Huellas de Teresa”. Son los destinos de sus diecisiete fundaciones: Ávila, Medina del Campo, Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca de la Cruz, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos.

Pastrana acogió las celebraciones de apertura y de clausura del año teresiana con sendas y solemnes misas, el 15 de octubre, presididas por el obispo diocesano. Además, la villa ducal y teresiana, recibió el año con la apertura de su Museo de Tapices, en la colegiata-parroquia, y lo despidió con la apertura del Museo del V Centenario del Nacimiento de Santa Teresa de Jesús, en el convento de El Carmen.

A finales del siglo XVI, tuvo lugar en Guadalajara, en el convento llamado popularmente desde entonces, “las carmelitas de arriba”, la fundación del carmelo descalzo de Nuestra Señora de las Vírgenes, trasladado hace cuarenta años a Iriépal. En 1615, hace, pues, cuatrocientos años se fundó en Guadalajara el carmelo descalzo de San José. Ambas iglesias han sido también templos jubilares durante este año y en ellas y en sus conventos anexos se han desarrollado distintas acciones e iniciativas conmemorativas. En ambos conventos el ayuntamiento capitalino ha dejado como recuerdo de la efeméride una placa conmemorativa.

Cuando se concede un año jubilar, la catedral –en nuestro caso, también la concatedral- son templos jubilares. Así ha sido también este año. Y de lo acontecido en la catedral de Sigüenza, subrayamos dos apuntes: la difusión y la popularización de dos vestigios teresianos del patrimonio catedralicio (una reliquia y un velo) y la restauración de una hermosa talla barroca del siglo XVII. Por su parte, la concatedral de Guadalajara acogió un concierto extraordinario de música, amén de otras convocatorias.

 

Y ¿cuál es, pues,  “secreto”, de Teresa?

El gran Fénix de los Ingenios, Félix Lope de Vega y Carpio, haciendo memoria de ella, de la no menos grande Teresa de Jesús, al evocar su muerte en el otoño de 1582, en Alba de Tormes (Salamanca), escribió “con asombro del profundo, Teresa ilustre mujer, nace en Alba para ser sol de España y luz de mundo”.

Adelantada a su tiempo, mujer de una pieza, cristiana cabal y admirable, mística y andariega, fémina e inquieta, Teresa de Cepeda y Ahumada, Teresa de Ávila, quinientos años después, no ha pasado de moda y su ejemplo sigue siendo válido y necesario para los creyentes de hoy y de todos los tiempos como orgullo de lo mejor de nuestra tierra y de nuestra Iglesia, como fuente inagotable de virtud y crisol luminoso de verdadera sabiduría.

Pero, ¿cuál fue y sigue su secreto? Esta pregunta nos la formuló, recién llegados, este verano a Ávila la guía que iba a explicar los lugares teresianos. Cuando concluyó, volvió a preguntárnoslo. Y añadió: “¿Su belleza, su fama, sus obras…? La respuesta es que se fio totalmente de Dios”.

Y yo me pregunté a mi mismo, a continuación: ¿y cómo fue posible, cómo sabemos lo que Dios quiere de nosotros para fiarnos de Él? La respuesta está en la vida interior, en la oración, en la perseverancia fiel, tantas veces costosa, de saber descubrir y discernir su voluntad. La respuesta está en seguir afanándonos en bajar y subir el cubo por el brocal del pozo del agua viva de la oración. Su respuesta es tratar con Él de amistad, que sabemos nos ama, aun tratando tantas veces a solas. Dios nos sigue hablando; Dios no deja de emitirnos señales. “Mil gracias derramando pasó por estos sotos con presura y yéndolos mirando vestidos los dejó de su hermosura”.

Incluso, Dios habla en el silencio, ese silencio monacal y conventual tan querido por Teresa. Se trata, pues, de saber escuchar a Dios; de interpretar correcta y cristianamente sus señales y sus palabras, que son muchas veces renglones torcidos, donde un día comprobaremos que Él siempre escribe recto. Sus palabras no nos evitan a nosotros recorrer el camino: “Ahora te toca a ti”, parece decirnos tantas veces; “¡es tiempo de caminar!”. Dios nunca nos lo da todo hecho, ni mucho menos.

El secreto de santa Teresa fue y sigue siendo ser, en tiempos recios y no tan recios, amiga fuerte de Dios, una amistad que nacía y se nutría de la oración y que se concretaba en un amor apasionando por Jesucristo y en su sacratísima humanidad: desde la cuna (los niños Jesuses  de los carmelos descalzos, las castañuelas y la alegría ante el Belén) al sepulcro (Teresa de Jesús fue también Teresa de la Cruz, una cruz en su propio cuerpo tantas veces enfermo y en tantas tribulaciones interiores como las que hubo experimentar) y desde el sepulcro a la Pascua.

El secreto de Teresa de Jesús fue su amor y fidelidad a la Iglesia, en la que pudo morir como hija fiel.  El secreto de santa Teresa su humanidad repleta que según se divinizaba era más humana. El secreto de Teresa de Jesús fue su amor filial a María: la abadesa de sus conventos (sus “palomarcitos”), su madre (en la imagen de la Virgen de Caridad de Ávila) desde los 12 años.

El secreto de santa Teresa de Jesús fue Dios, Dios y su hermosura, el Dios inmutable y siempre amigo y cercano, el Dios de la misericordia y de las misericordias: el primado absoluto del Dios que nos ama absolutamente. El todo frente ante la nada de las cosas.

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