Por Ángel Moreno

(De Buenafuente)

 

 

 

Señor, si es verdad cierta que me miras,

y no dejo de estar ante tus ojos.

Al levantar los míos a los tuyos,

siento el pudor, al vérmelos oscuros.

 

Cómo dejarse ver por tu semblante,

si he perdido la luz de mi mirada.

Y soportar la fuerza de tu rostro

Si parece arrogante que te mire.

 

Me siento mejor postrado, rendido,

vuelto hacia mi yo como el publicano,

sabiéndome acogido en tu presencia,

sin evadir tu amor necesitado.

 

¿Acaso te has quedado en el misterio,

para fijar mis ojos en los tuyos,

sin sentir el pudor de tu presencia

al verte compasivo, cara a cara?

 

¿Acaso te velas en la materia,

para poder estar en tu presencia?

Y dejas contemplarte, aun sin verte,

destellos interiores en el alma.

 

Mire que le mira, dice tu santa,

y ella nos aconseja te miremos.

Más ella gozaba de tu presencia,

mientras yo no puedo esquivar mi herida.

  

Sé no me justifica mi pecado,

para volver mis ojos a los tuyos.

Perdóname los ciclos de retorno,

y los momentos que vivo en exilio.

 

Mejor será permanecer sereno,

Sin éxtasis de luz, más conocido.

Mejor será permanecer discreto,

sin experiencia cumbres, más unido.

 

Déjame gustar, al menos, muy adentro,

no se te ocultan mis buenos deseos.

Aunque tenga bajada mi mirada,

Tú sabes no hay alivio, si me alejo.

 

Ávila, 12 de octubre, 2019

Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

 

El pasado sábado 5 de octubre en el colegio diocesano Cardenal Cisneros tenía lugar el encuentro diocesano del Pueblo de Dios. Con él se iniciaba oficialmente el curso pastoral 2019-2020.

Desde la delegación de MCS seguiremos echando la red en este curso, en camino sinodal, en eso que nosotros llamamos la red de redes o la internet.

La Conferencia Episcopal Española ha renovado hace poco tiempo su página web. Todo un acierto, desde mi punto de vista. Llevaba tiempo sin consultarla y su diseño y la ampliación de contenidos me ha sorprendido gratamente.

Aunque dedicaremos algún articulo más a esta página me gustaría destacar hoy, hermanos lectores, dos contenidos interesantes. Por un lado, podemos encontrar las lecturas diarias de la misa en varios idiomas: alemán, italiano, portugués y polaco. También el Ordinario de la Misa en seis idiomas.

Y el segundo contenido, que aparece de forma destacada en la página de inicio, son los tiempos fuertes del año litúrgico: Adviento, Navidad, Cuaresma, Semana Santa, Pascua. Entrando en cualquier tiempo litúrgico encontraremos vídeos, explicación de lo que celebramos en ese tiempo, costumbres, las lecturas de cada día … A modo de ejemplo, sirva en el tiempo de Navidad un artículo muy bonito del Papa Benedicto XVI.

En lo que al ámbito diocesano se refiere, en esa página tenemos la catedral de Sigüenza y la concatedral de Santa María en un solo clic. Para ello abrimos la sección COMISIONES y pinchamos en PATRIMONIO CULTURAL en cuya parte baja aparece la lista de todas las catedrales españolas; allí se selecciona Sigüenza-Guadalajara y ya estamos en las puertas de la catedral y de la concatedral.

Seguiremos navegando por la red de redes en una próxima ocasión.

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

¡Oh, Arriaca, oh tierra, oh agua, oh piedra, oh cielo, oh clara

urbe entre Henares y un monte erigida!,

¡Oh, Henares de heno fértil y de vida

pleno, debajo de esta Alcarria en ara!

 

¡Oh vega, oh huerta, oh prado, oh riba, oh fluida

pendiente en desliz de Guadalajara,

curvo cauce de arroyos de almenara!

¡Oh piedras de corriente siempre en ida!

 

Allí donde Alcarria y Campiña juntan

tierras altas y bajas en abrazo

uniéndose una y otra su regazo

entreverándose venas y puntas. 

 

¡Oh, Arriaca, oh tierra, oh agua, oh piedra, oh clara

maravilla en beldades todas juntas,

entre tus torres y casonas hay adjuntas

hojas de vida en ti, oh, Guadalajara!

 

 Que nadie me apartara,

oh patria de mis padres, oh mi Castilla en jara,

oh trozo de mi España y de mi Europa

que, tanto como a ella yo, ella me amara,

es cuanto deseara.

 

¡Pues si soy yo mi propio proel, conmigo vais ya siempre en popa!

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

de la novela "La sombra del sol" (2017), premio Cervantes-Cela-Buero Vallejo de la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha.

 

Comentario: 

http://aache.com/la-sombra-del-sol/

 

Más información: 

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Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Los hechos me confirman tu favor.

Reconozco tu paso por mi vida

y siento estremecerme al pensar

¿Es posible tu acción en mi pobreza? 

 

¿Acaso soy herido por tu amor,

para necesitar siempre de tu gracia? 

Reconozco no es razón mi persona

de mi historia recorrida de tu mano.

 

Me da pudor el reconocimiento

que me hacen generoso los amigos.

Recibe Tú el honor y la alabanza.

Es de justicia invocar tu nombre.

 

Si has querido tomar este barro,

para más darte a otros generoso,

sea ahora mediación de los amigos

al darte el  homenaje merecido. 

 

Si yo no soy motivo de alabanza,

seas reconocido en mi persona,

pues si en algo destacó mi existencia

fue en necesidad de misericordia. 

 

No quiero apropiarme de tus derechos.

Ni quiero reivindicar lo que es tuyo,

acepto ser canal para los fieles

de su canto de gloria y el hosanna. 

 

Mas, entre nosotros, bien lo conoces,

los hechos no responden a mi entrega. 

Tú has querido valerte de mi herida,

dejándome conciencia de tu gracia.

 

Me sumo a la alabanza, al homenaje,

a tu nombre y providencia amiga.

Bien sé yo donde mana y fluye el agua,

que reconvirtió el páramo en jardín. 

 

Ha sido el borbotón de tu costado,

el torrente crecido, desbordante,

el manantial donde sacié mi sed

y me convertí en sorbo para otros.

 

Aquí quedo sumido en el misterio

de que sea posible tanta gracia

a través de mediación tan humana,

paradoja constante en mi existencia.    

 

                                                               

 Cáceres, 19, 09, 2019

José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia de la Santa Cruz de Marchamalo, España)

 

 

Me escribe una vieja amiga y consocia, (aunque muy joven por años), sobre la necesaria gratuidad que debe presidir y acompañar a todo lo que hacemos dentro de nuestros trabajos apostólicos. Aquellos que nos impongamos para seguir el mandato del Buen Dios, que quiere contar con nosotros para la extensión del Reino. “Lo que habéis recibido gratis, dadlo gratis” nos recuerda el Evangelista. (Mateo 10, 8) 

Cree mi amiga, que no siempre tenemos todos clara esa gratuidad y me pide que lo recuerde. Me escribe incluso de varias experiencias personales próximas que ha padecido recientemente. De algún “antiejemplo”. 

La gratuidad que no es sólo la de no recibir una soldada a cambio del trabajo realizado. No sólo es no recibir contraprestación económica alguna. No, va mucho más allá pues hay infinidad de maneras de “cobrarnos” nuestros trabajos. Hay infinidad de maneras de traicionar el mandato Evangélico. También de traicionarnos a nosotros mismos creyendo que nos damos cuando sólo pretendemos extraer algo para nosotros mismos. 

El buscar el reconocimiento social, puede ser una de ellas. El de procurarse un cierto prestigio en la comunidad en la que se viva, puede ser otra. El de aumentar el número de los que nos conozcan para brillar, es otro y de los más frecuentes. Son formas diversas de “cobrar” por lo que hemos recibido gratis. Pero cobrar al fin. 

Los que sufren, a los que intentamos servir desde la proximidad, en el caso de las Conferencias, detectan inmediatamente a quien lo hace sin interés espurio, como respuesta cristiana al sufrimiento del otro, o de quien busca instrumentalizar esa ayuda, de alguna manera y puede haber muchas, en su propio beneficio. 

Decía un viejo amigo y querido sacerdote que, con más frecuencia de lo que suponemos, nos va mal como Iglesia, tenemos dificultades al encontrarnos con el que sufre, incluso a veces escandalizamos, porque no somos conscientes que lo que repartimos, si lo hacemos bien, es la Gracia de Dios. Nada nuestro. No le faltaba razón. Porque a veces ni tan siquiera somos conscientes de que Él acompaña siempre a su Iglesia y a los que trabajan por ella. De que nos acompaña la Gracia si la pedimos. Porque pensamos demasiado en nosotros mismos y en nuestras fuerzas. Porque nos olvidamos de ser conscientes de que Cristo, camina a nuestro lado. Porque intentamos, a veces,  instrumentalizarlo en nuestro beneficio. 

Un viejo consocio, hace muchos años, me aconsejaba sobre a quién votar o proponer para los servicios de Presidente o cualquier otro en las Conferencias: siempre a los consocios (a los miembros) que valgan para el servicio. Pero, añadía que no quieran serlo, a los que no lo deseen. También a los más ocupados. Huye de aquellos que se postulan siempre para ocupar “cargos” en lugar de servicios o que parece que tienen mucho tiempo libre. Con alguna frecuencia, algo buscan para ellos y no para el servicio a los que sufren, en el caso de los primeros o están poco dispuestos para el trabajo y por eso están bien desocupados, en el caso de los segundos. He seguido esa máxima siempre y recuerdo con enorme afecto al consocio del consejo que me evitó alguna importante equivocación. 

Para ir terminando, cuando deseemos encontrar a un consocio para un servicio en la Estructura, busquemos a uno que acuda con frecuencia y con puntualidad, casi con antelación, a cumplir con sus compromisos vicentinos y eclesiales. Busquemos a un consocio o consocia, con ideas claras que sea persona de oración. Busquemos incluso a alguno que le vaya a costar un poco de esfuerzo económico, (por pequeño que sea) el desempeño de la labor que se le pretende encomendar. Busquemos que esté alejado de la búsqueda de cualquier tipo de fama. Descartemos, siempre, a aquellos que tienen que ver con el ejercicio de la política tal y como nos pide nuestra Regla y Estatutos. 

Busquemos a algún miembro, que demostrará con su permanencia en la Conferencias o en el grupo eclesial de que se trate, que es capaz de perseverar. Busquemos a aquel que propone nuevas fórmulas y métodos para ayudar a otros o a quien le preocupa la situación de los excluidos. Excluidos de cualquier tipo. 

Busquemos a aquellos que tienen un concepto evangélico de la pobreza y no sólo material de la misma y en fin, lo más importante: busquemos a alguien a quien oigamos con frecuencia hablar de y con María. 

Ahora sí, para finalizar, en el momento de escribir estas líneas, me llega una Carta publicada por mi Obispo de Sigüenza-Guadalajara, Don Atilano, muchos de cuyos párrafos vienen como anillo al dedo a esta pequeña reflexión sobre la gratuidad. Escojo alguno de ellos. Escribe el señor Obispo: “Aunque sabemos que el fruto de la misión depende fundamentalmente de la apertura del corazón a la acción del Espíritu Santo, inconscientemente pensamos que todo depende de nuestras cualidades y esfuerzos. 

San Pablo, cuando contempla la fidelidad a Cristo de los miembros de sus comunidades y su constancia en el amor, llega a afirmar que todo es fruto de la gracia de Dios que actúa en él y por medio de él a favor de los demás. De este modo, asume sus limitaciones y la necesidad de dejarse conducir por Dios, pues solamente el Señor puede hacer que la semilla germine, crezca y produzca fruto abundante”. 

Espero haber complacido a mi amiga, con estas breves notas.

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