Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

Al volver, una vez más, a Tierra Santa, la gente me pregunta si siento algo nuevo. Y yo respondo que, ante el rostro amigo, nunca se lleva cuentas de haberlo visto.

Esta vez, la noche se hizo luz, Belén brillaba, Nazaret resplandecía. Nochebuena de nuevo, el silencio elocuente. En lo discreto, la vida de quienes permanecen orantes y vecinas del Misterio que cambió la historia permanece.

En Nazaret hemos entrado entre luces y lluvia copiosa, mas el silencio se hizo palabra en el desierto, la tarde fue ocasión de adoración discreta, enamorada. Es distinto visitar que celebrar la Tierra Santa, es diferente caminar con nerviosismo, que recorrer orante las calles y lugares bendecidos. Y sentir el privilegio de la hospitalidad nativa.

Volver a Galilea no es por nostalgia, que esta tierra va dentro del corazón creyente, donde el amor abraza sin merecerlo, y el barro se capacita para la gracia, y se hace cuenco vacío para recibir el beso del artesano.

Esta vez he vivido lo que no se ve al mediodía, al rezar atardecido donde Foucauld, y donde las de Calcuta adoran en pobreza. He sido bendecido, al terminar el día, al quedar arrodillado ante la casa de María, y al caminar por las calles nazarenas, regalado de luces de colores, por ser Epifanía.

Y el corazón se esponja, al tiempo que recuerda a quienes desea perciban en su lucha una ráfaga de aliento, de fuerza, de consuelo. No sabré si el recuerdo orante ha sido causa de que otros sientan alivio en sus quehaceres, pero yo me siento obligado, al gozar del privilegio de la peregrinación asidua a Tierra Santa, a rezar por tantos que confían los presente en la gruta nazarena, ante el pesebre de Belén, y en el Calvario.

Y doy fe de llevar sobre mis hombros el clamor de los que esperan confían que el signo providente acontezca en sus vidas.

En el tercer domingo del tiempo litúrgico ordinario, este año el 26 de enero, y con la figura de san Jerónimo como especial guía e intercesor

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

Con fecha del pasado 30 de septiembre, memoria litúrgica de san Jerónimo y como preparación al XVI centenario de su muerte, el Papa Francisco escribió la carta apostólica en forma de motu proprio «Aperuit illis» (AI), con la que se instituye el Domingo de la Palabra de Dios en el tercer domingo del tiempo ordinario.

Para conocer esta carta apostólica y a san Jerónimo –autor de la célebre, paradigmática  y emblemática frase «La ignorancia de las Escrituras es ignorancia de Cristo»- y para prepararnos a esta nueva jornada eclesial (el III domingo del tiempo ordinario será el próximo 26 de enero), he aquí una breve semblanza biográfica del santo y una selección de las principales frases de la carta apostólica del Santo Padre.

 

San Jerónimo, el santo de la Palabra de Dios 

Padre de la Iglesia latina y doctor de la Iglesia, Eusebio Jerónimo de Estridón (por la localidad dálmata, en la actual Croacia, donde nació en el año 340), recibió el Papa  san Dámaso I, en el año 382, el encargo de traducir al latín la la Biblia a partir de su versión original en griego y hebreo. Su traducción, conocida como la Vulgata de san Jerónimo, será normativa en toda la Iglesia durante cuatro siglos,  desde el año 1546, en el Concilio de Trento, y hasta el Concilio Vaticano II. Para poder este trabajo de traducción, se trasladó a vivir a Belén, donde falleció el 30 de septiembre del año 420. Fue ordenado sacerdote a los 40 años.

Junto a su estudio y trabajo de las Sagradas Escrituras, san Jerónimo llevó durante décadas una vida eremítica y ascética (pintores y artistas como GhirlandaioLeonardo da Vinci, El Bosco, Durero, Patinir, Caracci, El Greco (ver foto que ilustra este artículo), Velázquez, Alonso Cano, Martínez Montañés, Caravaggio, RiberaSalzillo, Torgiano,… legaron espléndidas obras de arte sobre él y su vida dedicada a la Palabra de Dios, a la oración y a la penitencia).

Junto a santa Paula de Roma (347-404), promovió la creación de monasterios en Tierra Santa, germen de lo que después, desde el siglo XIV en el monasterio de San Bartolomé de Lupiana, gracias al guadalajareño Pedro Fernández Pecha,  será la orden monástica jerónima u Orden de San Jerónimo, con ramas masculina y femenina.

 

«Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras» 

Con estas palabras, traducidas del original latino («Aperuit illis»), procedentes del relato evangélico de san Lucas (24,45) del encuentro de Jesús Resucitado con los discípulos de Emaús, comienza el Papa la carta apostólica mediante la cual instituye el Domingo de la Palabra de Dios y lo hace coincidir con el tercer domingo del tiempo litúrgico ordinario, en 2020, el próximo 26 de enero. Y avala Francisco con esta frase, con la que comienza la aludida selección de citas de la carta apostólica:

 

(1).- La relación entre el Resucitado, la comunidad de creyentes y la Sagrada Escritura es intensamente vital para nuestra identidad. Si el Señor no nos introduce es imposible comprender en profundidad la Sagrada Escritura, pero lo contrario también es cierto: sin la Sagrada Escritura, los acontecimientos de la misión de Jesús y de su Iglesia en el mundo permanecen indescifrables. 

(2).- Tras la conclusión del Jubileo extraordinario de la misericordia, pedí que se pensara en «un domingo completamente dedicado a la Palabra de Dios, para comprender la riqueza inagotable que proviene de ese diálogo constante de Dios con su pueblo». 

(3).- Dedicar concretamente un domingo del año litúrgico a la Palabra de Dios nos permite, sobre todo, hacer que la Iglesia reviva el gesto del Resucitado que abre también para nosotros el tesoro de su Palabra para que podamos anunciar por todo el mundo esta riqueza inagotable. 

(4).- Con esta Carta, tengo la intención de responder a las numerosas peticiones que me han llegado del pueblo de Dios, para que en toda la Iglesia se pueda celebrar con un mismo propósito el Domingo de la Palabra de Dios.

(5).- Así pues, establezco que el III Domingo del Tiempo Ordinario esté dedicado a la celebración, reflexión y divulgación de la Palabra de Dios. Este Domingo de la Palabra de Dios se colocará en un momento oportuno de ese periodo del año, en el que estamos invitados a fortalecer los lazos con los judíos y a rezar por la unidad de los cristianos. No se trata de una mera coincidencia temporal: celebrar el Domingo de la Palabra de Dios expresa un valor ecuménico, porque la Sagrada Escritura indica a los que se ponen en actitud de escucha el camino a seguir para llegar a una auténtica y sólida unidad.

(6).- En este domingo, de manera especial, será útil destacar su proclamación y adaptar la homilía para poner de relieve el servicio que se hace a la Palabra del Señor. En este domingo, los obispos podrán celebrar el rito del Lectorado o confiar un ministerio similar para recordar la importancia de la proclamación de la Palabra de Dios en la liturgia. Asimismo, los párrocos podrán encontrar el modo de entregar la Biblia, o uno de sus libros, a toda la asamblea, para resaltar la importancia de seguir en la vida diaria la lectura, la profundización y la oración con la Sagrada Escritura, con una particular consideración a la lectio divina.

 

La Palabra es de y para todo el Pueblo de Dios

 (7).- La Biblia no puede ser sólo patrimonio de algunos, y mucho menos una colección de libros para unos pocos privilegiados. Pertenece, en primer lugar, al pueblo convocado para escucharla y reconocerse en esa Palabra.

(8).- A menudo, se dan tendencias que intentan monopolizar el texto sagrado relegándolo a ciertos círculos o grupos escogidos. No puede ser así. La Biblia es el libro del pueblo del Señor que al escucharlo pasa de la dispersión y la división a la unidad. La Palabra de Dios une a los creyentes y los convierte en un solo pueblo.

(9).- La Biblia no es una colección de libros de historia, ni de crónicas, sino que está totalmente dirigida a la salvación integral de la persona. El innegable fundamento histórico de los libros contenidos en el texto sagrado no debe hacernos olvidar esta finalidad primordial: nuestra salvación. Todo está dirigido a esta finalidad inscrita en la naturaleza misma de la Biblia, que está compuesta como historia de salvación en la que Dios habla y actúa para ir al encuentro de todos los hombres y salvarlos del mal y de la muerte. 

La homilía y la catequesis, al servicio de la Palabra de Dios

(10).- La homilía, en particular, tiene una función muy peculiar, porque posee «un carácter cuasi sacramental» Ayudar a profundizar en la Palabra de Dios, con un lenguaje sencillo y adecuado para el que escucha, le permite al sacerdote mostrar también la «belleza de las imágenes que el Señor utilizaba para estimular a la práctica del bien». Esta es una oportunidad pastoral que hay que aprovechar.

(11).- De hecho, para muchos de nuestros fieles esta es la única oportunidad que tienen para captar la belleza de la Palabra de Dios y verla relacionada con su vida cotidiana. Por lo tanto, es necesario dedicar el tiempo apropiado para la preparación de la homilía. No se puede improvisar el comentario de las lecturas sagradas. A los predicadores se nos pide más bien el esfuerzo de no alargarnos desmedidamente con homilías pedantes o temas extraños. Cuando uno se detiene a meditar y a rezar sobre el texto sagrado, entonces se puede hablar con el corazón para alcanzar los corazones de las personas que escuchan, expresando lo esencial con vistas a que se comprenda y dé fruto. Que nunca nos cansemos de dedicar tiempo y oración a la Sagrada Escritura, para que sea acogida «no como palabra humana, sino, cual es en verdad, como Palabra de Dios» (1 Ts 2,13).

(12).- Es bueno que también los catequistas, por el ministerio que realizan de ayudar a crecer en la fe, sientan la urgencia de renovarse a través de la familiaridad y el estudio de la Sagrada Escritura, para favorecer un verdadero diálogo entre quienes los escuchan y la Palabra de Dios.

 

Palabra de Dios y Sacramentos 

(13).- El Concilio Vaticano II nos enseña: «la Iglesia ha venerado siempre la Sagrada Escritura, como lo ha hecho con el Cuerpo de Cristo, pues, sobre todo en la sagrada liturgia, nunca ha cesado de tomar y repartir a sus fieles el pan de vida que ofrece la mesa de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo». El contacto frecuente con la Sagrada Escritura y la celebración de la Eucaristía hace posible el reconocimiento entre las personas que se pertenecen. Como cristianos somos un solo pueblo que camina en la historia, fortalecido por la presencia del Señor en medio de nosotros que nos habla y nos nutre. 

(14).- El día dedicado a la Biblia no ha de ser “una vez al año”, sino una vez para todo el año, porque nos urge la necesidad de tener familiaridad e intimidad con la Sagrada Escritura y con el Resucitado, que no cesa de partir la Palabra y el Pan en la comunidad de los creyentes. 

(15).- La Sagrada Escritura y los Sacramentos no se pueden separar. Cuando los Sacramentos son introducidos e iluminados por la Palabra, se manifiestan más claramente como la meta de un camino en el que Cristo mismo abre la mente y el corazón al reconocimiento de su acción salvadora.

 

Palabra de Dios, Espíritu Santo y María 

(16).- El papel del Espíritu Santo en la Sagrada Escritura es fundamental. Sin su acción, el riesgo de permanecer encerrados en el mero texto escrito estaría siempre presente, facilitando una interpretación fundamentalista, de la que es necesario alejarse para no traicionar el carácter inspirado, dinámico y espiritual que el texto sagrado posee. 

(17).- A menudo se corre el riesgo de separar la Sagrada Escritura de la Tradición, sin comprender que juntas forman la única fuente de la Revelación. El carácter escrito de la primera no le quita nada a su ser plenamente palabra viva; así como la Tradición viva de la Iglesia, que la transmite constantemente de generación en generación a lo largo de los siglos, tiene el libro sagrado como «regla suprema de la fe».

(18).- Cuando la Sagrada Escritura se lee con el mismo Espíritu que fue escrita, permanece siempre nueva. Y nos señala constantemente el amor misericordioso del Padre que pide a sus hijos que vivan en la caridad.

(19).- Escuchar la Sagrada Escritura para practicar la misericordia: este es un gran desafío para nuestras vidas. La Palabra de Dios es capaz de abrir nuestros ojos para permitirnos salir del individualismo que conduce a la asfixia y la esterilidad, a la vez que nos manifiesta el camino del compartir y de la solidaridad.

(20).- En el camino de escucha de la Palabra de Dios, nos acompaña la Madre del Señor, reconocida como bienaventurada porque creyó en el cumplimiento de lo que el Señor le había dicho (cf. Lc 1,45).

 

Texto publicado en NUEVA ALCARRIA el viernes 17 de enero de 2020

Por Cáritas Diocesana Sigüenza-Guadalajara

 

 

 

Nuestra sociedad actual está necesitada de escucha, de ternura, de acompañamiento. Todos nosotros hemos tenido o tenemos cerca a alguna persona mayor, que en un momento difícil o decisivo de su vida ha necesitado de ayuda para realizar sus actividades de vida diaria y no ha encontrado el consuelo necesario.

Es en ese instante, donde Cáritas pone el Acento de ESPERANZA y ALEGRÍA para desarrollar su trabajo poniendo en el Centro a la Persona Mayor.

Porque los mayores son un ejemplo a seguir, por su generosidad, seguridad, honestidad y templanza. También por el esfuerzo, dedicación y SACRIFICIO para seguir adelante.

Día a día Cáritas quiere llegar a satisfacer las necesidades de las personas mayores a través de diferentes proyectos en Guadalajara Capital y en la Provincia, y es por ello que desde hace 20 años acerca con cariño, ilusión y generosidad la Comida al Domicilio de los mayores.

Del mismo modo entrega la compra y proporciona el servicio de lavado y planchado de ropa.

El proyecto “Junto a Ti” es el “ alma” del programa; el cual da calor en los momentos de Soledad, esos momentos que tenemos de tiempo libre, pero sin compañía o con dificultades para realizar actividades de Ocio, ese Ocio que tanto les gusta… reír, cantar, bailar, en definitiva estar Junto a ellos, disfrutando momentos en familia, esa familia que desde estas líneas AGRADECE LA CONFIANZA Y EL BUEN TRATO.

GRACIAS, CON MAYUSCULAS por el servicio que realizan trabajadores y personas voluntarias todos los días del año para que el trabajo sea un manantial de AMOR y SERENIDAD con las personas mayores.

Por la Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente)

 

 

 

Muy queridos hermanos:

Nos encontramos todavía en la última semana de Navidad, hasta el próximo domingo, el Bautismo del Señor, pues aunque la vuelta a la actividad casi nos sitúa ya en el tiempo ordinario, este comenzará el próximo lunes, 13 de enero. 

El nacimiento del Hijo de Dios, la Encarnación del Verbo de Dios en nuestra humanidad es el gran Misterio, el gran acontecimiento en el que Dios se despoja de su divinidad para salvarnos. Ante este gran regalo, hemos celebrado muchas fiestas, grandes comidas, en total, mucho consumo. A nosotras, estos días nos ha interpelado que los primeros que recibieron esta “buena noticia, una gran alegría para todo el pueblo” (Lc 2, 10), fueron unos pastores que velaban por turnos su rebaño. En el lenguaje actual, serían considerados un grupo marginal porque su trabajo los convertía en impuros para la religión oficial. Es decir, un grupo pobre recibió el anuncio del ángel, que además les dijo: “Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre” (Lc 2, 12). 

El gran Misterio de nuestra salvación nos ha acercado a nuestras pobrezas, a reconciliarnos con nuestras circunstancias actuales de precariedad comunitaria, porque somos una Comunidad muy pequeña, con hermanas mayores cuya salud flaquea. Nos ha ayudado mucho la cercanía de algunas enfermas muy graves y con problemas sociales de diversa índole. El deseo de acoger cada día nuestra pobreza nos ha acercado a quienes de verdad están sufriendo, a quienes viven en su carne el Misterio del sufrimiento humano. Reviven entre nosotros la pequeñez del Hijo de Dios al que recostaron en un pesebre porque no encontraron acogida en otro lugar más confortable. Como las familias o personas que entre nosotros viven en un coche e incluso en la calle. 

Ante el Misterio de la salvación nos viene la respuesta de san Pablo: “Al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo y toda lengua proclame: Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre” (Flp 2, 10-11). Lo mismo que repetimos en la antífona del salmo invitatorio en este tiempo de la Epifanía: “A Cristo, que se nos ha manifestado, venid adorémosle”. 

El Papa Francisco ha publicado la Carta Apostólica Aperuit Illis, “Les abrió el entendimiento para comprender las Escrituras” (Lc 24, 45), en la que ha instituido el Domingo de la Palabra de Dios, el tercer Domingo del tiempo ordinario, el próximo 26 de enero. Será una gran ayuda para que Jesús, la Palabra de Dios, se encarne en nuestras vidas y para alimentarnos de la Palabra de Dios a través de nuestra relación personal y comunitaria con la Sagrada Escritura (http://w2.vatican.va/content/francesco/es/motu_proprio/documents/papa-francesco-motu-proprio-20191221_decano-collegio-cardinalizio.html).

 

Unidas en la oración y en la misión, vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal

Por la Dra. Laura Lara y  la Dra. María Lara

(Profesoras universitarias, escritoras y académicas de la Televisión) (*)

 

 

 

Dice el refrán popular que todo niño nace con un pan debajo del brazo. Pues a la vista de un cuadro del Museo del Prado, que hace unos meses ha cumplido 200 años, Jesús trajo también un libro. Y, por cierto, cada 3 de enero la Iglesia celebra el Día del Santísimo Nombre de Jesús.

Todos los niños suscitan ternura. Pensemos que esto sucede en cualquier momento con independencia de las circunstancias que arropan al yo: cuando se hallan fuertes, al mostrarse risueños e, incluso, cuando lloran por una rabieta o tuercen el gesto en los momentos en que se enfadan.

Pese a la riqueza de la Historia del arte, capaz de trasladarnos con millones de estampas al escenario o a la ruta de los hechos (el portal, la huida a Egipto o el hogar de Nazaret), pocos cuadros pueden competir con la Virgen con el Niño de Pedro Berruguete en cuanto a enigma y juego de miradas. Y es que las pupilas hablan entre los brocados, el velo, el salmo pendiente de la pared y la golondrina.

Jesús, con apenas tres meses, se presenta despierto y despabilado, sentado sobre un cojín en el regazo de María. Además, posee destreza en las manos para acariciar las hojas, complejo gesto, el de la precisión digital, que no le resta concentración, es más, pareciera que leyera al tacto: su nombre resonó desde antiguo en el pregón de los profetas… Él era el Mesías, la Palabra Revelada.

Esta tabla del siglo XV perteneció a la colección Golferich, de Barcelona, con la consideración de obra florentina. Actualmente, se encuentra en la pinacoteca madrileña. Pretendientes no le han faltado al cuadro. La composición recuerda al pintor flamenco Justo de Gante quien ideó otras con la mujer y el libro como argumento, tal es el caso de la alegoría de la Retórica, donde un joven, posiblemente Federico de Montefeltro, duque de Urbino, recibe lecciones de una dama (National Gallery, Londres).

Sin embargo, se atribuye ahora al palentino Pedro Berruguete (1445-1503) que, tras formarse con Fernando Gallego en Salamanca, viajó a Italia. Allí está documentado su trabajo como “Pietro Spagnuolo” bajo el mecenazgo del aristócrata citado. En ese período conoció a los principales artistas del Quattrocento, como Melozzo da Forlì.

Además, se empapó del estudio de la anatomía, de la naturalidad en la actitud y de los elementos arquitectónicos. No obstante, de regreso a Castilla, hacia 1483, estos rasgos no serían tan evidentes en su pintura, todavía apegada a la rígida solemnidad gótica. Pedro fue padre de Alonso, el célebre escultor renacentista, buena parte de su obra se encuentra reunida en Valladolid.

Pero, volviendo a la obra pictórica que nos ocupa, sobre la mano izquierda, la Virgen tiene un libro abierto. El volumen está ornado con perlas en el lomo. Con la derecha, acaricia la cabeza del Hijo. Por la ventana se trasluce un paisaje con río, marco repetido por doquier como escenario de los Pesebres.

Y lo que más llama la atención es el rostro del retoño, con ojos transparentes y gesto pensativo. Quizás, anduviera transitando la mente del Infante el miedo por aquel triste presagio que la Madre escucha en lontananza como si, a las puertas de la casa, se cantara el villancico Carita divina: “estoy viendo en la frente de mi Dios una corona de espinas”. Mas, aún así, sin comprender el destino, Jesús sostiene el peso del tomo y coloca el marcapáginas.

 

(*) Las Doctoras Laura Lara y María Lara son Profesoras de la UDIMA, Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia del Gobierno de España, académicas de la Televisión, historiadoras del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire y Escritoras, con el Premio Algaba entre otros galardones.

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