Apuntes y singularidades sobre el pontificado romano ante la festividad, sábado 22 de febrero, de la Cátedra del apóstol san Pedro, unos de los días del Papa

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Mañana, sábado día 22 de febrero,  es la festividad de la Cátedra del Apóstol San Pedro, una fiesta que nos recuerda la actualizada asistencia que Dios realiza sobre su Iglesia a través singularmente del ministerio apostólico del sucesor de san Pedro, del Papa.  La fiesta de la Cátedra de San Pedro nos recuerda, sobre todo, la firmeza y solidez doctrinal del magisterio apostólico del Papa, de todo Papa, ahora Francisco, quien el  ya tan próximo, el 13 de marzo, a cumplir siete años calzando las sandalias del pescador.

Pero, ¿qué es el Papa y cuál es su misión? Nos acercamos a la identidad del ministerio apostólico a través de los siguientes apuntes y singularidades.

 

Vicario de Cristo, Sucesor de Pedro, Obispo de Roma, Pastor universal 

El Papa es el Obispo de Roma, la sede primada de la Iglesia católica, la sede que ocupó el apóstol san Pedro, puesto por Jesucristo como cabeza del colegio apostólico. De su condición de Obispo de Roma, deriva la de pastor de la Iglesia universal, sobre la tiene potestad ordinaria, plena e inmediata.

A título descriptivo, los títulos de un Papa, de un Obispo de Roma, son, según el Anuario Pontificio, y tras renunciar Benedicto XVI al título de Patriarca de la Iglesia Occidental, los siguientes: Obispo de Roma, Vicario de Jesucristo, Sucesor del Príncipe de los Apóstoles, Sumo Pontífice de la Iglesia Universal, Primado de Italia, Arzobispo y metropolitano de la provincia eclesiástica de Roma, Soberano del Estado de la Ciudad del Vaticano, Siervo de los siervos de Dios.

Su tratamiento es de Su Santidad, Papa, Santo Padre, Romano Pontífice. A lo largo de la historia del Pontificado Romano, ha habido 266 Papas, incluidos san Pedro y Francisco.

 

El cambio de nombre 

La tradición del cambio de nombre del elegido Papa por otro mediante el cual será conocido durante su ministerio apostólico petrino halla su raíz en el cambio de nombre del apóstol Simón de Betsaida, a quien Jesucristo, al confiarle el primado, cambió también el nombre: Pedro.

Esta es una tradición muy arraigada y frecuente en la Sagrada Escritura, según la cual aquellas personas a las que Dios confía una misión especial y extraordinaria, la encomienda de la misión conlleva también el cambio de nombre.

Estos son los once nombres que más veces han tenido los Papas: Juan: 23; Benedicto y Gregorio: 16; Clemente: 14; León: 13; Inocencio y Pío: 12; Esteban: 10; Bonifacio: 9;  Urbano: 8; y Alejandro: 7.

 

Pontificados más largos y más breces de la historia 

Los catorce siguientes Papas ocuparon el cargo al menos dos décadas: 1.- San Pedro (33-68): unos 35 años; 2.- Pío IX (1846-1878): 31 años y 7 meses y medio;3.- Juan Pablo II (1978-2005): 26 años y 5 meses y medio; 4.-  León XIII (1878-1903): 25 años y 5 meses; 5.-  Pío VI (1775-1799): 24 años y 6 meses; 6.-  Adriano I (772-795): 23 años y 11 meses; 7.-  Pío VII (1800-1823): 23 años y 5 meses; 8.-  Silvestre I (314-335): 21 años y 11 meses; 9.-  Alejandro III (1159-1181): 21 años y 11 meses; 10.- León I (440-461): 21 años y 1 mes.; 11.- Urbano VIII (1623-1644): 20 años y 11 meses y medio; 12.- León III (795-816): 20 años y 5 meses y medio; 13.- Clemente XI (1700-1721): 20 años y 4 meses; y 14.- Pío XII (1939-1958): 19 años, 7 meses y 7 días

Por su parte, uno de los pontificados más breves,  es muy reciente: Juan Pablo I (Albino Luciani) del 26 de agosto de 1978 al 28 de septiembre de 1978: 33 días. De menor duración aún, fuero estos pontificados: Urbano VIII (+1590): 12 días; Celestino IV (+1241): 13 días; Bonifacio VI (+ 896): 15 días; y León XI (+ 1605): 17 días.

 

Los Papas de mayor edad 

Esta es la relación de los doce Papas con que alcanzaron mayor edad: 1.- Clemente XII (1730-1740): 97 años; 2.- León XIII (1878-1903): 92 años; 3.- Pío IV (1775-1799): 91 años; 4.- Celestino II (1191-1198): 91 años; 5.- Juan XXII (1316-1334): 90 años; 6.- Gregorio XII (1406-1415): 89 años; 7.- Benedicto XVI (2005-2008): Renunció mes y medio antes de cumplir 86 años; 8.- Gregorio IX (1227-1241): 85 años; 9.- Pío IX (1846-1878): 85 años; 10.- Inocencio XII (1691-1700): 85 años; 11.- Clemente X (1670-1676): 85 años; y 12.- Juan Pablo II (1978-2005): 84 años y diez meses y medio.

Francisco, actual Papa desde el 13 de marzo de 2013, tiene ya 83 años. Nació en Buenos Aires (Argentina) el 17 de diciembre de 1936.

 

Papas por siglos 

Los tres últimos siglos han sido los que han contado con un menor número de Papas: ocho en los siglos XVIII y XX y seis en el siglo XX. Francisco,  sucesor de Benedicto XVI, es ya el tercer Papa del siglo XXI, tras Juan Pablo II, que murió el 2 de abril de 2005, y el citado Benedicto XVI, cuya renuncia fue efectiva el 28 de febrero de 2013.

Esta es la relación de Papas por siglos: Siglo I: 14; Siglo II: 17; Siglo III: 11; Siglo IV: 13; Siglo V: 13; Siglo VI: 20;  Siglo VII: 20; Siglo VIII: 13; Siglo IX: 21; Siglo X: 26; Siglo XI: 19; Siglo XII: 16; Siglo XIII: 17; Siglo XIV: 10; Siglo XV: 13; Siglo XVI: 17; Siglo XVII: 12; Siglo XVIII: 8; Siglo XIX: 6; Siglo XX: 8; Siglo XXI: por ahora 3.

 

Los países de procedencia de los Papas 

Esta es el listado, desglosado por países: Italia: 211 (de ellos, 103 de Roma); Francia: 15; Grecia: 14; Alemania: 6 (el último Benedicto XVI, de 2005 a 2013; el anterior, Víctor II, de 1055 a 1077); Siria: 6; España: 2 (Calixto IV y Alejandro VI); Dalmacia: 2.

El resto procedían de Holanda, Inglaterra, Israel, Polonia, Portugal, Tracia, más ya Argentina (con Francisco desde el 13 de marzo de 2013).

Según el Anuario Pontificio, de los 266 Sucesores de San Pedro, dos son de origen español: Calixto III (1455-1458) y Alejandro VI (1492-1503). Los dos eran de la familia Borgia y naturales de Játiva (Valencia).

Se ha considerado también de origen español –madrileño concretamente– al Papa san Dámaso I (366-384). Aunque su familia podía proceder de España, el Anuario Pontificio consigna su origen romano.

El llamado Papa LunaBenedicto XIII– es considerado antipapa. Se trata del cardenal aragonés Pedro Martínez de Luna (Illueca, 1328/Peñíscola, 1423). El periodo en que asumió el papado fue entre 1394 y 1417, en pleno Cisma de Occidente. Oficialmente es considerado antipapa.

 

Edades al ser elegidos Papas desde 1846 

En la época reciente, desde la mitad del siglo XIX, el Papa elegido a mayor edad fue hasta abril de 2005 Angello Giusepe Roncalli (san Juan XXIII). Estaba a punto de cumplir 77 años de edad. Pero el 19 de abril de 2005 Joseph Ratzinger, cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Benedicto XVI, fue elegido Papa con 78 años, cumplidos tres días antes. Ha sido la persona elegida Papa con mayor edad de los dos últimos siglos.

Los más jóvenes de esta siglo y medio último  Giovanni Mastai Ferreti, que a los 54 años se convirtió en Pío IX, beato, y gobernó a la Iglesia durante cerca de 32 años -el pontificado, tras san Pedro, más largo de la historia- y Karol Wojtyla, el siguiente Papa que durante más tiempo nos ha regido,  san Juan Pablo II, que tenía 58 años de edad al ser elegido Vicario de Cristo.

Eugenio Pacelli, el Papa Pío XII, cumplía 63 años el mismo día de su elección pontificia el 2 de marzo de 1939.  Achille Rati, arzobispo de Milán en 1992, fue elegido Papa, Pío XI, con 64 años. Estaban próximos a los 66 años, Giovanni Battista MontiniAlbino Luciani, los papas respectivos Pablo VI y Juan Pablo I. Giacomo della Chiesa, Papa Benedicto XV de 1914 a 1922, tenía 67 años al ser elegido Papa. Los Papas León XIII y San Pío X fueron elegidos sumos pontífices con 68 años.

El cardenal Jorge Mario Bergoglio, arzobispo de Buenos Aires, fue elegido Papa, tomando el nombre de Francisco (el primero de la saga), con 76 años y casi tres meses.

 

Papas que renunciaron 

Con todo, el precedente más similar, a mucha distancia no solo temporal, a la renuncia de Benedicto XVI es la de Celestino V en 1294.

Este es el elenco de los 23 Papas que renunciaron a lo largo de la historia: 1.- Ponciano (230-235); 2.- Eusebio (309); 3.- Juan I (523-526); 4.- Silverio (535-537); 5.- Juan III (561-574); 6.- Martín I (649-655); 7.- Constantino II (767); 8.- Juan VIII (872-882).; 9.- Esteban VI (896-897); 10.- León V (903); 11.- Cristóbal (903); 12.- Juan X (914-928); 13.- Esteban VII (929-931); 14.- Juan XI (931-935); 15.- Benedicto V (964); 16.- Benedicto VI (973-974); 17.- Juan XIV (983-984); 18.- Benedicto IX (1033-1045); 19.- Gregorio VI (1045-1046); 20.- Benedicto  XI (1058-1059); 21.- Celestino V (1294); 22.- Gregorio XII (1406-1414); y 23.- Benedicto XVI (2005-2013).

 

Los Papas santos y beatos 

De los 264 Papas fallecidos hasta la fecha, 81 han sido reconocidos santos oficialmente. Son santos los 35 primeros Pontífices, desde san Pedro a san Julio I (337-352). Después hay otro grupo de 13 Papas santos entre san Dámaso I (366-384) y san Gelasio I (492-496). Los últimos seis Papas canonizados son: san Celestino V (1294, canonizado en 1313), san Pío V (1566-1572, canonizado en 1712), san Pío X (1903-1914, canonizado en 1954); desde el 27 de abril de 2014, san Juan XXIII (1958-1963) y san Juan Pablo II (1978-2005); y desde el 14 de octubre de 2018, san Pablo VI (1963-1978).

Hay nueve Papas beatos. El  último en el tiempo es Pío IX (1846-1878), beatificado el 3 de septiembre de 2000. Los otros ocho Papas beatos son: Víctor III y Urbano, II del siglo XI; Eugenio III, del siglo XII; Gregorio X e Inocencio V, del siglo XIII; Benedicto XI y Urbano V, del siglo XIV; e Inocencio XI, del siglo XVII. Juan Pablo I (1978) podría ser declarado beato próximamente.

 

Papas religiosos en la historia de la Iglesia 

De los 266 Papas, 25 –con Francisco- ha pertenecido a una Congregación religiosa: 9 benedictinos, tres canónigos regulares de San Agustín, tres cistercienses, cuatro dominicos, cuatro franciscanos, un camaldulense y un jesuita

 

BENEDICTINOS (OSB): 9

1.- San León IV (847-855); 2.- León VII (936-9399); 3.- Gregorio VII (1073-1085); 4.- Víctor III (1086-1087); 5.- Urbano II (1088-1099); 6.- Pascual II (1099-1118); 7.- Gelasio II (1118-1119); 8.- Beato Urbano V (1362-1370); 9.- Pío VII (1800-1823).

CANÓNIGOS REGULARES DE SAN AGUSTÍN (SRSA): 3

1.- San Pascual I (817-824); 2.- Adriano IV (1154-1159); 3.- Gregorio VIII (1187).

CISTERCIENSES (OC): 3

1.- Eugenio III (1145-1153); 2.- Luciano III (1181-1185); 3.- Benedicto XII (1335-1342).

DOMINICOS (OP): 4

1.- Beato Inocencio V (1276); 2.- Beato Benedicto XI (1303-1304); 3.- San Pío V (1566-1572); 4.- Benedicto XIII (1724-1730).

FRANCISCANOS (OFM): 4

1.- Nicolás IV (1288-1292); 2.- Sixto IV (1471-1484); 3.- Sixto V (1585-1590); 4.- Clemente XIV (1769-1774). Era fraile franciscano conventual.

CAMALDULENSES: 1: Gregorio XVI (1831-1846)

JESUITAS: 1: Francisco (2013- )

 

 

Texto publicado en NUEVA ALCARRIA el viernes 21 de febrero de 2020

 

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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“…El Evangelio no puede penetrar profundamente en las conciencias, en la vida y en el trabajo de un >pueblo sin la presencia activa de los seglares” [1]

 

El párrafo que antecede a estas líneas y que como se señala en la nota al pie está tomado de uno de los Decretos del Concilio Vaticano II, nos llama especialmente a los seglares, a los bautizados, a colaborar con los Pastores en las tareas de Evangelización, de llevar el Evangelio, a aquellos que no lo conocen. También a los que están alejados. 

A lo largo de la Historia, con más frecuencia de la que hubiera sido deseable, se ha considerado la Evangelización, el llevar la Buena Nueva, como una obligación de los consagrados y en particular casi fundamental y exclusivamente de los Presbíteros.  

Hace años, sin embargo, a partir del Concilio Vaticano II, cada día se es más consciente por parte de los que formamos la Santa Iglesia, de que todos somos necesarios y estamos obligados a proclamar el Evangelio. El Papa Francisco, nos lo recuerda en la "Evangelii Gadium": "Es vital que hoy la Iglesia salga a anunciar el Evangelio a todos, en todos los lugares, en todas las ocasiones, sin demoras, sin asco y sin miedo" 

Una proclamación sin púlpito, sin ambón, discurriendo en la sencillez de la vida diaria y sin discursos pretendidamente apologéticos: con la sencillez de quien cree firmemente en lo que está contando. Quien lo vive e intenta hacerlo suyo. Quien lo comenta y comparte con un amigo querido, queriendo trasladarle su mejor regalo, su mejor experiencia. No hay que olvidar, como nos recordaba Benedicto XVI que “Con frecuencia, la raíz más profunda del sufrimiento es precisamente la ausencia de Dios” (“Deus Caritas Est” 31 c) 

Y, al pensar en este traslado al amigo para compartir con él lo mejor de nosotros mismos, nuestra experiencia de fe, pienso siempre en el campo inmenso que, para este apostolado, tenemos cada uno de los que no siempre con razón, no siempre en verdad del corazón, nos proclamamos cristianos o católicos. Sé bien con cuánta desafortunada frecuencia, los laicos, cuando pretendemos ayudar a alguien que lo necesita, terminamos convirtiéndonos en meros repartidores de alimentos, dinero o cualquier otra clase de ayuda casi exclusivamente material que no nos obligue a ir más allá. Que olvidamos el contacto personal con el que sufre como nos exige el Evangelio y que debía ser nuestro principal carisma. El carisma de todo buen cristiano o todo buen católico. Especialmente, por ser su carisma fundamental y fundacional, de todo miembro de las Conferencias de San Vicente de Paúl. 

Dice la Regla de las Conferencias en su artículo 1.9 al referirse a nuestro contacto con los que sufren: "Los vicentinos se esfuerzan en establecer relaciones que se basen en la confianza y en la amistad. Conscientes de su propia fragilidad y debilidad - la de cada uno de nosotros - sus corazones laten al unísono con el de los pobres. No juzgan a los que sirven. Por el contrario, tratan de comprenderlos como a un hermano".      

Todos los bautizados, como he indicado más arriba, tenemos la obligación de llevar la Buena Nueva. Algunos, sumergidos sólo en nuestros trabajos y obligaciones diarias, podríamos encontrar la falsa justificación de ¿a quién hablar de Jesús? ¿A quién transmitir su personal y gozosa experiencia de Fe? Nunca falta a quién, particularmente en las Conferencias, a través del contacto personal con el que sufre, tan propio de nuestro carisma. Aquellos a los que nos acercamos o se acercan a nosotros, tienen muy claro que somos un grupo de Iglesia. Un grupo de católicos. No les extrañará nada que hablemos con normalidad y naturalidad de nuestra Fe y de lo que ella nos aporta. Todo lo contrario. 

Hace años y durante una visita a una familia a la que ayudaba una determinada Conferencia en un país extranjero, presencié la petición de la familia para hablar "un poco" -dijeron- de Dios. Así lo hicieron los consocios a los que acompañaba, los que un poco avergonzados al salir, me contaron que no se habían decidido a hacerlo nunca, “para no molestarlos, para no invadir su intimidad” (sic). ¡Sin embargo ellos lo estaban esperando, además de ser nuestra obligación! 

No se trata, lo he indicado ya más arriba pero conviene repetirlo, que cada consocio prepare una "homilía" para la visita al amigo en necesidad. Al hermano que sufre. Sería espantoso y una presunción banal, hasta ridícula. Sólo se trata de dejar entrar a Cristo como uno más entre nosotros y, por lo tanto, manifestar lo que Él significa de importante en nuestras vidas. Sin forzar situaciones que tampoco serían lógicas, ni incluso bien recibidas. Sólo aprovechar el traslado de nuestras propias experiencias religiosas, cuando la ocasión se presente. 

Volvamos de nuevo al Papa Francisco en la "Evangelii gaudium":"La actividad misionera representa aún hoy día el mayor desafío para la Iglesia y la causa misionera debe ser la primera" . 

Que María, primera evangelizadora, nos ayude a cada consocio, a cada cristiano, a ser capaces de poner a Cristo en nuestras conversaciones, con la frecuencia que el mundo necesita sin vergüenzas y sin prepotencias. Con sencillez, con naturalidad, pues lo que sabemos, gratis lo hemos recibido y gratis hemos de darlo. (Mt. 10, 7)

 

 

 

(1) Decreto sobre la Actividad Misionera de la Iglesia, 21a , Concilio Vaticano II

 

Por Ana I. Gil Valdeolivas

(Delegada de Apostolado Seglar)

 

 

 

El pasado fin de semana hemos vivido un grupo de nuestra diócesis, encabezado por nuestro obispo el congreso nacional de laicos, con el lema “PUEBLO DE DIOS EN SALIDA”

Donde el eje principal ha sido la vocación y misión

Se nos invitaba a vivir en esos días un pentecostés renovado, donde estamos llamados a ser protagonistas del rumbo de nuestra historia como Iglesia, sintiendo que es lo que quiere Dios de cada uno. Llamados a ser misioneros de nuestro mundo y enviados, caminando juntos sacerdotes, consagrados y laicos sin olvidar que es el Espíritu Santo el que nos impulsa, guía, acompaña y nos da la fuerza para realizar todo este camino de Santidad.

Sin duda alguna ha sido un DON, un regalo del Señor.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Mimética presencia, hecha silencio.

Naturaleza pétrea, éxtasis pleno.

Belleza ante los ojos derramada.

La firma, sin dudarlo, es del cielo,

 

Presencia, hecha plegaria milenaria,

halo humano, al tiempo del misterio,

a la Mare de Deu, virgen morena,

el canto secular de monjes negros.

 

Montaña ¡qué bien guardas el secreto!

de anhelos y miradas escondidos

del corazón herido, peregrino,

De pies llagados, descalzos, ungidos.

 

No sé decir la atmósfera que envuelve

el recio santuario entre macizos,

de cárdenos, enhiestos roquedales,

entre soledades y recios pinos.

Quiero unirme al himno y a la danza,

a los haces de luz de voces blancas,

que traspasan la bóveda terrena,

a melismas de voces gregorianas.

 

Según recé en otros santuarios,

a la Señora le dejé los ruegos

Y ella reiteró lo prometido:

¡No tengas miedo! ¿Por qué tienes miedo?

 

 

                        Montserrat, 17 de febrero, 2020

Por la Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio Cisterciense de Buenafuente)

 

 

 

Queridos amigos:

¡Qué providencia, escribir esta reflexión el día de Nuestra Señora de Lourdes! Jornada Mundial del Enfermo, que este año tiene por lema: “Acompañar en la soledad”. La soledad, posiblemente sea la enfermedad del siglo XXI. 

Sí, providencia, porque los cistercienses hemos recibido de nuestros fundadores la devoción a nuestra Madre la Virgen María, y muchas veces escuchamos que nos dice: “Haced lo que Él os diga” (Jn 2, 5).

Desde el encuentro de enero, hemos celebrado dos solemnidades muy importantes para nuestra vida, que son de gran ayuda en nuestro camino de ser sólo para Dios. El 26 de enero, nuestros Padres Fundadores, los santos Roberto, Alberico y Esteban, y el 2 de febrero,  Día de la Presentación del Señor y la Jornada Mundial de la Vida Consagrada. Este año, en el día de los fundadores, hemos recordado la Carta de Caridad, documento fundacional de la orden cisterciense, que el pasado 23 de diciembre cumplió 900 años. Nuestro Abad General ha resaltado de forma particular una palabra de este documento: “Prodesse Omnibus”, que significa: servir o desear beneficiar a todos. Él, en su carta de Navidad nos  entregó esta palabra como regalo, diciendo: “Os la ofrezco como una pregunta que nos interroga y estimula, quizás sólo para darnos cuenta de que para beneficiar verdaderamente a todos necesitamos una gran caridad, que sólo Dios puede comunicarnos y que, por lo tanto, debemos suplicar juntos, con humildad y fe” (P. Mauro-Giuseppe Lepori). Este regalo nos trae a la memoria y al corazón las palabras de Jesús: “Sin mí no podéis hacer nada” (Jn 15, 5). Rogamos al Dueño de la mies que lleve a término la obra que comenzó en nosotras, y le damos siempre gracias por su amor incondicional y gratuito, como decía Madre Teresita: “Gracias-Perdón” “Pues los dones y la llamada de Dios son irrevocables” (Rm 11, 29). 

La Virgen, la Madre de Dios, modelo de acompañamiento para los enfermos, es guía para los cistercienses en nuestro deseo de beneficiar a todos. “La vida consagrada con María, esperanza de un mundo sufriente”, es el lema de la Jornada de este año. Tal vez ahora más que en otros momentos de la historia, hemos de acogernos a nuestra Madre y pedir su ayuda e intercesión, para imitar su fe, su entrega confiada a la voluntad del Padre y vivir, como ella en Nazaret, en humildad, sencillez y alabanza.

 

Vuestras hermanas de Buenafuente del  Sistal

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