Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

1ª Estación: A María el ángel le anuncia su maternidad 

“¿Cómo será eso, pues no conozco varón?” (Lc 1, 34). José, su esposo, como era justo y no quería difamarla, decidió repudiarla en privado” (Mt 1, 18-19). 

Si tú te sientes afectado por el virus, y estigmatizado por la enfermedad, mira a María, de quien se sospecha lo peor, y atrévete a decir: “Hágase en mí según tu Palabra” (Lc 1, 38). 

¿Encuentras en el comportamiento de María y de José luz para tus dudas y tus miedos?

 

2ª Estación: María tiene que dejar su casa 

“Subió también José desde Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por ser él de la casa y familia de David, para empadronarse con María, su esposa, que estaba encinta” (Lc 2, 4-7).

 Si tú, o alguien de los tuyos, habéis sido evacuados al hospital, o estáis aislados, si vives el confinamiento como un secuestro, mira a María, que estando a punto de dar a luz tiene que dejar su casa y alumbrar a su Hijo en un establo. “María, por su parte, conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón” (Lc 2, 19). 

¿Estás hundido, deprimido? ¿Te justificas en tus necesidades para no levantarte?

 

3ª Estación: María atravesada de dolor 

“Simeón los bendijo y dijo a María, su madre: «Este ha sido puesto para que muchos en Israel caigan y se levanten; y será como un signo de contradicción, y a ti misma una espada te traspasará el alma»” (Lc 2, 34-35). 

Si tu mente está invadida por hipótesis negativas, si tu imaginación adelanta situaciones dolorosas, y hasta sospechas que no podrás con tanto sufrimiento. Mira a María, ella permaneció de pie delante del anciano Simeón. Ella es la zarza ardiente. (Ex 3, 2-3) 

¿Por tu bautismo, te sientes consagrado por Jesucristo? ¿Has decidido ser enteramente suyo?

 

4ª Estación: María sufre el exilio 

«Levántate, toma al niño y a su madre y huye a Egipto; quédate allí hasta que yo te avise, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo». José se levantó, tomó al niño y a su madre, de noche, se fue a Egipto” (Mt 2, 13-14). 

Si has quedado separado de los tuyos, si te encuentras como exiliado, sin poder ver a los que más quieres, mira a María que tiene que esconderse, huir perseguida, con miedo de que hagan daño a su Hijo. 

¿Qué actitud tienes ante las personas que viven sin tierra, sin casa, sin trabajo o sin familia? ¿Eres sensible ante el maltrato de los niños y de la mujer?

 

5ª Estación: María sufre angustia 

“(Sus padres), al verlo, se quedaron atónitos, y le dijo su madre: «Hijo, ¿por qué nos has tratado así? Tu padre y yo te buscábamos angustiados” (Lc 2, 48). 

Si las noticias te llegan a producir angustia, tristeza o llanto, no creas que por ello pecas por falta de fe. Mira a María, que cuando se le perdió el Niño Jesús no pudo contener la angustia y acudió al templo. 

¿En estos momentos de dificultad, acudes a la oración? ¿Tienes experiencia de haber sido escuchado por Dios en tus pruebas?

 

6ª Estación: María despojada de los afectos 

«¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?» Y, extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: «Estos son mi madre y mis hermanos. El que haga la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ese es mi hermano y mi hermana y mi madre» (Mt 12, 47-50) 

Si en esta hora sientes que te arrancan las entrañas, que sufres la distancia de los tuyos, que el silencio y la soledad te introducen la sospecha de que no te quieren, mira a María; ella tuvo que asimilar un nuevo modo de saberse amada, desde el amor de Dios. 

¿En qué fundas tus relaciones personales, en la simpatía, en la ideología, en la coincidencia religiosa… o en que todos somos hijos de Dios, sacramentos de Jesús?

 

7ª Estación: María, herida en su Hijo 

Los escribas le dijeron a Jesús: «Nosotros no hemos nacido de la prostitución; no tenemos más padre que Dios». Jesús les respondió: «Si Dios fuera vuestro Padre, me amaríais a mí, porque yo he salido y vengo de Dios; no he venido por mi cuenta, sino que él me ha enviado” (Jn 8, 39-42) 

Si en esta hora padeces por bulos, infundios, mentiras, sospechas o rechazos, mira a María, a la que le llegan los insultos que dirigen a su Hijo respecto a ella. 

Cada día nos llegan noticias de violencia y de maltrato social por la fe.  ¿Qué relación tienes con la Iglesia perseguida?

 

8ª Estación: María en la vía dolorosa

“Las calzadas de Sión están de luto, que nadie viene a las solemnidades. Todas sus puertas desoladas, sus sacerdotes gimiendo, afligidas sus vírgenes, ¡y ella misma en amargura! De la hija de Sión se ha ido todo su esplendor” (Lm 1, 4-6). 

Si estos días te llegan noticias de amigos, conocidos o seres queridos que están infectados y no puedes acudir a ellos, mira a María que ve a su Hijo avanzar hacia el Calvario y no puede socorrerlo, pero le envía con los ojos todo su amor. 

 ¿Sales al encuentro de los que sufren? ¿Estás comprometido con alguna circunstancia dolorosa?

 

9ª Estación: María, testigo del despojamiento de Jesús

La túnica era sin costura, tejida de una pieza de arriba abajo. Por eso se dijeron: «No la rompamos, sino echemos a suertes a ver a quién le toca», para que se cumpliera la Escritura: Se han repartido mis vestidos, han echado a suertes mi túnica” (Jn 19, 23-24). 

Si te sientes desprotegido, sin los mínimos auxilios para defenderte de la pandemia, como si estuvieras desnudo, a la intemperie, mira a María que asiste al despojo de su Hijo, sin poder acercarse. Revístete de su fortaleza y cuídate. 

¿Cómo tratas tu corporeidad? ¿Cómo miras a los demás?

 

10ª Estación: María al pie de la Cruz donde crucifican a su Hijo 

“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre y la hermana de su madre, María, mujer de Clopás, y María Magdalena” (Jn 19, 25). 

Si te ha sucedido que han ingresado en el hospital a algún ser querido y no lo puedes acompañar, mira a María, quien desde lejos acompaña a su Hijo clavado en la Cruz y se mantiene de pie sin derrumbarse, sostenida por la fe. 

En estos momentos tan recios, ¿te derrumbas? ¿Permaneces de pie, como María?

 

11ª Estación: La nueva maternidad de María 

“Jesús, viendo a su madre y junto a ella al discípulo a quien amaba, dice a su madre: «Mujer, ahí tienes a tu hijo». Luego dice al discípulo: «Ahí tienes a tu madre». Y desde aquella hora, el discípulo la acogió en su casa” (Jn 19, 26-27). 

No hay parto sin dolor. Si te cuesta asumir la prueba, si te parece que sobrepasa tu capacidad, mira a María, a quien su Hijo le encomienda la maternidad universal. Acógete a su amparo. 

¿Te sientes acompañado por la mirada maternal de María? ¿Acudes a la Virgen en los momentos de riesgo?

 

12ª Estación: María presencia la muerte de su Hijo en la Cruz 

“Sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu” (Jn 19, 28-30). 

Si has perdido a un ser querido, a un amigo o a algún conocido, mira a María, la Madre del Crucificado. Ella te acompaña sin palabras, y sabe de tu dolor. Ella se mantuvo en esperanza. 

¿Te reconoces en la actitud de María? ¿Te da valor su testimonio?

 

13ª Estación: María abraza el cuerpo muerto de su Hijo 

-“Había allí muchas mujeres que miraban desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirlo; entre ellas, María la Magdalena y María, la madre de Santiago y José, y la madre de los hijos de Zebedeo”- (Mt 27, 55-56) 

Se puede suponer que entre las mujeres estuviera también María, la Madre de Jesús, pues no la dejarían marcharse sola. Quizá tú no has podido despedirte de algún ser querido, o de algún amigo, ni has podido acercarte al hospital. Mira a María. La piedad cristiana ha imaginado que abrazó a su Hijo, bajado de la Cruz. Seguro que ella también ha estado junto a los que han muerto en el momento supremo. 

¿Te sientes acompañado por María en tus pruebas? ¿Descargas en ella tu dolor?

 

14ª Estación: Jesús es colocado en el sepulcro 

“Las mujeres que lo habían acompañado desde Galilea lo siguieron, y vieron el sepulcro y cómo había sido colocado su cuerpo” (Lc 23, 55). 

En estos días, impresiona asistir a un entierro, sin que la familia ni los amigos puedan acompañar en esos momentos. Mira a María; no consta que ella estuviera entre las mujeres que ven el lugar donde ponen a Jesús. Ella sabe de soledad, de silencio y hasta de angustia, y espera confiada. 

¿Eres más proclive a encerrarte en tu dolor, o te atreves a confiar en la Providencia divina en lo recio de la prueba?

 

15ª Estación: María la mujer creyente 

“Bienaventurada la que ha creído, porque lo que le ha dicho el Señor se cumplirá»” (Lc 1, 45). 

María ya no volverá al sepulcro. La mujer creyente espera a su Señor al alba. Es la hora de la fe, de apostar por Dios, de fiarse de Él, de no renunciar al cristianismo por pensar que es un placebo, un consuelo barato. Jesús murió, asumió toda nuestra mortalidad, pero creemos lo que escucharon las mujeres: “El primer día de la semana, de madrugada, las mujeres fueron al sepulcro llevando los aromas que habían preparado. Encontraron corrida la piedra del sepulcro. Y, entrando, no encontraron el cuerpo del Señor Jesús. Mientras estaban desconcertadas por esto, se les presentaron dos hombres con vestidos refulgentes. Ellas quedaron despavoridas y con las caras mirando al suelo y ellos les dijeron: «¿Por qué buscáis entre los muertos al que vive? No está aquí. Ha resucitado (Lc 24, 1-6).

 ¿Crees esto?

Por Alfonso Olmos Embid

(director de la Oficina de Información de la Diócesis)

 

 

En tiempos de pandemia Guadalajara no se queda sin su semana de pasión, porque la procesión va por dentro y los misterios de la fe, además de expresión pública, también tienen corazón. Por eso viviremos unidos estos días de fervor con recuerdo emocionado y memoria agradecida.

María se queda en casa. Jesús también se quedan en casa, solidarizándose así con nuestro mundo enfermo y sufriente. Pero en nuestras calles vacías, más que nunca, su presencia perpetua y su amor misericordioso lo inundará todo, porque todo lo impregna su rostro y su figura.

Por eso el domingo, al comienzo de estos días santos y tras una cuarentena diferente y hostil, en Guadalajara, muchos niños acompañarán desde su confinamiento a la Borriquilla, y estrenarán ilusiones y entonarán con júbilo el “hosanna” de este domingo sin ramos y acompañado de otras palmas, las de los balcones, el “resistiré” de otras décadas que se ha convertido ahora en un himno triunfal, expresión de nuestros mejores deseos.

Y a la tarde miraremos hacia el camposanto y rezaremos, con lágrimas en los ojos, por los que expiran a causa de este virus letal. Y sin entender muy bien lo sucedido, pero con fe y pasión en nuestros labios, le musitaremos al Padre como Cristo en Getsemaní: “si es posible, que pase de mí este cáliz” o “por qué nos has abandonado”. Y si guardamos silencio lo entenderemos.

Entenderemos que su mejor regalo es la misericordia que nos regala y nos sana. Misericordia que no se adquiere en los supermercados ni a granel, sino que se nos obsequia por pura gracia. Por eso aceptamos esa merced indulgente que el papa nos ofrece cordialmente en este tiempo, deseando que así la obtengan los que la pidan de corazón, a falta de un perdón confinado. María: vuelve a nosotros y a todos tus hijos necesitados, tus ojos misericordiosos.

El sufrimiento nos ha visitado. Sin preverlo, sin quererlo siquiera y sin darnos cuenta. Y nuestra ciudad vive un calvario, su particular vía crucis no en la calle con los jóvenes como protagonistas cada martes santo, sino en muchos hogares, en el hospital, en los centros de salud o en las residencias de ancianos. Allí “cirineos” y “verónicas” con nombres propios, ayudan a llevar la cruz y enjugan rostros: sanitarios y trabajadores, héroes de nuestro tiempo, que ahora reciben a diario la ovación de una sociedad volcada y agradecida.

Salud es lo que pedimos. Hasta los que oraban poco ahora la piden e insisten con fe. Salud es lo que deseamos Cristo, hermano nuestro, para los que viven atados a la columna del dolor y de la enfermedad. Pisa nuestras calles, acércate a nuestras casas, toca nuestros corazones y concédenos, a todos, la salud del cuerpo y del alma. Confiamos y esperamos. La esperanza es lo último que se pierde, porque la esperanza no defrauda. Esperamos con paciencia el fin de esta pandemia, esperamos absortos la recuperación de los afectados, esperamos mirando a María que es “vida, dulzura y esperanza nuestra” y le suplicamos por todos los que en sus casas esperan buenas noticias de sus seres queridos. También con esperanza le pedimos que interceda para que los que sucumben obtengan el descanso eterno.

Pasión, entrega y sacrificio: amor fraterno. Comunión espiritual a falta de pan. Adorar “en espíritu y en verdad”. Se nos pide aún más fe. Creer sin ver que se sigue haciendo presente Cristo y que, a puerta cerrada, la eucaristía se celebra a diario por el pueblo. Hemos descubierto que los apóstoles de nuestra sociedad, son los que nos siguen asistiendo desde sus trabajos en servicios esenciales. Sin duda que merecen monumentos este jueves santo.

Maniatado Nazareno, Jesús amigo y hermano, detén tu camino hacia el calvario. Quédate en casa este año, pero no dejes de dar la vida por amor; como tantos que serán recordados por su entrega silenciosa y reconocidos por cargar con la cruz de los crucificados por el sufrimiento. Jesús, con su cruz a cuestas, como tantos miles de afectados e infectados: pasión de nuestro mundo enfermo que grita pidiendo favores, que grita pidiendo piedad. Piedad hecha indulgencia como regalo papal, como prueba del amor de Dios y para que se quede el alma con paz. Amor y paz necesita nuestro mundo: el consuelo infinito de la fe. Amor y paz que restaure vidas, familias y corazones devastados.

Dolor y soledad ante el calvario, que es la quinta angustia que muchos están viviendo junto a la cruz en este tiempo. Dolor y soledad, o impotencia, ante el yacente muerto. Dolor y soledad de muchos que se han dejado la vida en el intento y a los que no se ha podido ni velar: cruz desnuda, abandono infinito, desgarro del corazón.

Sufrimiento, orfandad aparente y desamparo que necesita ver la luz. Pascua florida para el estado de alarma. Procesión del resucitado por las calles tras el confinamiento. Abandono del “quédate en casa” cuando se eclipse el temor, cuando superemos el miedo a un contagio sin vacuna.

Pero sobre todo la vida. En un mundo marcado por la cultura de la muerte, somos testigos de que la vida vale la pena, de que la gente quiere vivir y resistir al virus letal. La vida cuenta, la pascua es un regalo. La esperanza no se pierde. La pandemia nos hará mejores. ¿Comprenderemos lo sucedido? ¿Obraremos en consecuencia? La respuesta es la fe: “creed en Dios y creed también en mí”. La respuesta es la esperanza: “espera en el Señor que volverás a alabarlo”. La respuesta está en el corazón: “amarás a Dios y al prójimo”, porque tras esta crisis profunda nuestro mundo necesitará más caridad.

Laura Lara y María Lara

(Profesoras universitarias, escritoras y académicas de la Televisión) (*)

 

 

 

Describe la teoría del “cisne negro” procesos impredecibles que, sin embargo, cuando son contemplados de manera retrospectiva, pudieron ser de algún modo anticipados. Ante estos fenómenos toca la reacción de urgencia. La metáfora viene de Juvenal, el romano que, en el siglo II de nuestra era, afirmó que rara avis sería un cisne negro.

Esta sentencia se hizo habitual en Londres en la época de Elizabeth I, en el Renacimiento. Sin embargo, el panorama cambiaría en breve cuando una expedición holandesa localizara en 1697  cisnes negros en Australia Occidental. De esta forma, el término se transformó para hacer constar que una imposibilidad percibida puede ser refutada luego.

Los sucesos tipo Cisne Negro fueron descritos por el investigador libanés Nassim Nicholas Taleb en su libro El Cisne Negro (de 2007, revisado en 2010). Hechos “cisne negro” son el inicio de la Primera Guerra Mundial y la pandemia de coronavirus que estamos sufriendo en 2020.

Desde hace años, las Hermanas Lara llevamos investigando el impacto de la mal llamada gripe española, la acontecida en 1918, la cual fue apodada sin culpa alguna “the Spanish Lady”, aunque el primer afectado se registró en Kansas. A consecuencia de la pandemia fallecieron Francisco Marto, el 4 de abril de 1919 a los 10 años de edad, y Jacinta Marto, el 20 de febrero de 1920 con 9 años, dos de los tres pastores de Fátima. Ahora los dos hermanos son santos y su prima, Lucía, quien custodió el Secreto de la Virgen, se encuentra en camino de beatificación.

Y, en este tránsito del invierno a la primavera, nos parece que, lamentablemente, nos hemos introducido en el tema de estudio. ¿Quién iba a esperar que el virus llegara? Epidemia que recluye a los ciudadanos en sus domicilios. Confinamiento que obliga a recapacitar en el hilo que separa la vida de la muerte. Situación límite en la que se acrecientan las muestras de solidaridad.

No es porque Juvenal fuera poeta, pero ni que decir tiene que la poesía es refugio ante un planeta que hasta “anteayer” estaba acelerado y que hoy tiembla. A propósito de ello, comentamos que el cisne es el animal que más se ha asociado con los juglares. Aún se debate si es cierto que el cisne entone una canción en el instante previo a fenecer, después de haber guardado silencio durante la mayor parte de su existencia. Proverbio presente en la antigua Grecia hacia el siglo III a.C., y retomado en el arte occidental.

Quizás en estas jornadas, en que solo un miembro de la familia puede salir a comprar los víveres y en los hogares cada uno está pendiente del otro o de los allegados por vía telefónica, bastantes de nosotros nos estamos percatando del equipaje invisible. Como decía san Juan de la Cruz, “quien supiere morir a todo, tendrá vida en todo”. En Inglaterra, al místico de Fontiveros lo conocieron más tarde pues, en plena contienda con la armada hispánica, se le dio poca difusión a su obra aunque después, en el siglo XIX, fueron los mismos autores anglicanos quienes enfatizaron “la noche oscura” del carmelita como cauce de reflexión.

Dios quiera que esta crisis pase pronto. Que el sistema sanitario resista y venzamos al COVID-19. Que de la Cuaresma despertemos en la Resurrección. Con vistas de morar por muchos años sobre la Tierra vienen al caso otros versos del Doctor de la Iglesia, ahora como invitación a la esperanza: “El llanto del hombre en Dios, y en el hombre la alegría, lo cual del uno y del otro tan ajeno ser solía”.

 

 
(*) Las Doctoras Laura Lara y María Lara son Profesoras de la UDIMA, Primer Premio Nacional de Fin de Carrera en Historia del Gobierno de España, académicas de la Televisión, historiadoras del Servicio Histórico y Cultural del Ejército del Aire y Escritoras, con el Premio Algaba entre otros galardones.

 

 

Por Ana I. Gil Valdeolivas

(Delegación de Apostolado Seglar)

 

 

 

No me es fácil escribir en estos momentos, porque no sé cómo expresar lo que estamos viviendo.

Al principio de este confinamiento, me venía a mi cabeza la palabra PROJIMO. Y busque la parábola del Buen Samaritano (Lucas 10, 25-37), la cual os invito a meditar.

La palabra prójimo proviene del latín “proximus”, semejante, cercano, vecino.

En el contexto en el que estamos viviendo, en mi oración diaria y en mi día a día me preguntaba ¿Cómo puedo yo ayudar a mi prójimo, a mi semejante, al cercano al vecino?, no quiero quedarme parado, inmóvil, dejando pasar los días.

Tengo claro, que hoy nuestra mayor aportación a lo que estamos viviendo es hacer caso a las indicaciones que nos van dando “quedarnos en casa”. Yo por mi trabajo tengo la obligación de salir todos los días, y comprendí que este poder salir se tenía que transformar en ayuda ¿cómo? Si yo salgo, evitar que salgan otros, ayudándoles en sus compras, ayudando en tirar la basura… vivimos momentos de ayudar y dejarnos ayudar y todo por el bien de todos. Otros confeccionando mascarillas, también hay algo que todos podemos y estamos haciendo y es que ser prójimo es estar cercano y hoy en día tenemos miles de formas de hacernos cercanos a nuestros mayores, a nuestros hijos que no están con nosotros, a nuestros amigos, familiares, vecinos… con una llamada telefónica, que sepan que estamos ahí, junto a ellos, con videowhatsapps, Facebook, you tube….

Creo que estos momentos como nos recuerdan nuestros pastores son momentos para volver la mirara a Dios desde nuestro interior, desde nuestra oración, momentos de hacer un alto en el camino y conocernos mejor e ir viendo lo que el Señor quiere de cada uno de nosotros, momentos de redescubrir a los demás y dejarnos descubrir por el otro.

Como delegada de apostolado seglar, desde esta situación nueva para todos seguimos siendo constructores de Iglesia, haciendo que la iglesia esté presente y activa en el mundo y a la vez llevando el clamor del mundo hasta el corazón de la Iglesia.

Vivimos momentos donde la palabra “sinodalidad” es real y palpable, el Papa Francisco en la oración del otro día en una plaza de S. Pedro vacía, pero a la vez mas llena que nunca nos decía que todos estamos en la misma barca y que todos tenemos que reman juntos.

También nos recordaba que tenemos un ancla fuerte que nos mantiene a todos “en su Cruz hemos sido salvados” y ahora debemos ser portadores entre los que nos rodean y los que tenemos lejos del abrazo de Cristo. Mostrar de quien nos hemos fiado.

El texto del buen Samaritano termina con una pregunta de Jesús: ¿Cuál de estos tres te parece que ha sido prójimo del que cayó en manos de los bandidos? La respuesta fue: El que practicó la misericordia con él. Jesús le dijo: Anda y haz tú lo mismo.

Practiquemos la misericordia vía teléfono y redes, con los que están solos, con los que están enfermos, con los que los cuidan, médicos, enfermeras, servicio de limpieza, cuerpos de policía, guardia civil, ejercito, transportistas, supermercados, farmacias, sacerdotes, funeraria, enterradores…

GRACIAS A TODOS POR APORTAR, POR SUMAR Y DE UNA MANERA MUY ESPECIAL A NUESTROS SANITARIOS QUE DESDE VUESTRA ENTREGA DAIS AMOR ALLI DONDE LOS DEMAS NO PODEMOS

“QUE TODOS SEAN UNO”

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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ATENCION: Al finalizar el artículo que sigue en español, está su traducción al idioma inglés. Si alguno deseara que se le enviaran estos artículos a algún otro consocio, en cualquiera de los dos idiomas, indíquelo a la dirección electrónica Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. facilitándome la dirección electrónica del consocio. Al igual que aquellos que no quieran seguir recibiéndolos. Muchas gracias por su atención 

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Leía hoy, en mi lectura diaria del Evangelio, “cuando veis subir una nube por el poniente, decís enseguida: chaparrón tenemos, y así sucede, cuando sopla el sur decís; va a hacer bochorno, y lo hace, ¡Hipócritas!, si sabéis interpretar el aspecto de la tierra y el cielo ¿cómo no sabéis interpretar el tiempo presente? ¿Cómo no sabéis vosotros mismos lo que se debe hacer?” (Lucas 12, 54-59)

Esto me daba qué pensar ante las circunstancias que nos rodean en estos días: el coronavirus, la obligación de recluirnos en nuestras casas, de respetar las distancias, de aumentar nuestra higiene...

¿Estamos sabiendo interpretar, como Él nos dice, lo que está sucediendo?

Esta pandemia debería hacernos pensar a todos en el defecto de solidaridad que nos acucia, en el olvido de la caridad y el descuido de nuestro amor al prójimo que tanto nos separa, a pesar de vivir tan juntos y de depender tanto los unos de los otros.

Ahora que una relativa soledad, en la obligada reclusión, nos dejará tiempo para reflexionar en lo que somos y en lo que nos necesitamos, en lo que pasaría si la enfermedad nos ataca y no encontramos a quien recurrir o con quien compartir las dificultades que se nos planteen, ¡ahora pensamos en el prójimo!

En ese prójimo al que hemos olvidado, ese compañero de humanidad, de vida, de sociedad, de cultura y de fe en Nuestro Señor, se asoma a nuestro egoísmo desde la distancia con la que le hemos excluido largamente; todo ello me exige “juzgarme a mí mismo ante lo que debo hacer”.

No hemos sabido prever lo que puede acontecer en nuestras vidas: demasiado vivir el presente y poco prepararnos para lo que el futuro puede depararnos.

¡Me pongo en marcha! Soy miembro de Las Conferencias; he de acercarme (con las debidas precauciones que la obligación sanitaria exige) a buscar a mis hermanos en la fe para ponernos a trabajar por los que sufren, por los que van a tener que soportar el dolor de haber perdido a un ser querido, por los que no tengan quien les acerque la comida, medicamentos o necesiten una mano en lo doméstico.

Seamos nosotros, los humildes servidores del amor, quienes los acompañemos a aliviar su soledad y les llevemos, cuando se pueda, la presencia de Dios con nuestra visita, porque Él estará en medio y ayudará con la paz que su amor pone en los hombres.

Y yo estoy aquí para eso. No sé si he entendido bien lo que estaba leyendo en el Evangelio, pero siento que esas palabras, que son las SUYAS, me obligan a hacer, a entregarme más, ahora que tanta gente puede necesitar ayuda humana y la paz de Dios.

Y el consocio, no lo pensó más y se puso en marcha con la oración y preparado para cuando llegara la hora de la ayuda en contacto personal con aquellos que sufran.

Con María, siempre a Cristo por María

                         

 

Please find below the text in english 

 

A FELLOW MEMBER REFLECTS ON THE CORONAVIRUS 

 

Today, in my daily reading of the Gospel, I have read, "When you see a cloud looming up in the west, you say at once that rain is coming, and so it does. And when the wind is from the south you say it is going to be hot, and it is. Hypocrites! You know how to interpret the face of the earth and the sky. How is it you do not know how to interpret these times? Why not judge for yourselves what is upright?"

(Luke 12, 54-59)

This made me think about the circumstances that surround us today: the coronavirus, the obligation to be confined in our homes, to respect minimum distances, to increase our hygiene...

Do we know how to interpret, as He tells us, what is happening?

This pandemic should make us think about the lack of solidarity that we suffer, about our forgetfulness of charity and the neglect of our love for our neighbour, which separates us so much, despite living so close together and depending so much on one other.

Now that a relative loneliness, in compulsory seclusion, will give us time to reflect on what we are and what we need, on what would happen if the disease attacks us and we find no one to turn to or share with the difficulties that we face, then we think of our neighbour!

On that neighbour that we have forgotten, this companion of humanity, of life, of society, of culture and of faith in our Lord, who appears to our selfishness from the distance with which we have largely excluded him; all of this demands of me to “judge for myself what is upright”.

We have not been able to foresee what may happen in our lives: too much living in the present and we scarcely prepare ourselves for what the future can bring to us.

I set off! I am a member of the Conferences. I must join (with the due precautions required by health duties) my brothers in the faith to work for those who suffer, for those who will have to endure the pain of losing a loved one, for those not having anyone to bring them food, medicines or who need a hand at home. 

Let us be the humble servants of love, who accompany them in order to alleviate their loneliness and bring them, when possible, the presence of God with our visit, because He will be there and will help with the peace that His love gives to men.

That is why I am here. I do not know if I have understood well what I was reading in the Gospel, but I feel that those words, which are HIS words, oblige me to act, to give myself more, now that so many people may need human help and God's peace.

And the fellow member thought no more and set out with prayer and prepared for when the time for help comes in a personal contact with those who suffer.

With Mary, always toward Christ through Mary

 

RG/José Ramón Díaz-Torremocha

Conferences of Saint Vincent de Paul

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