Por la Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenfauente del Sistal)

 

 

Queridos Amigos en el Señor: 

Con la frase del abad general de la Orden Cisterciense de la Común Observancia, en la mente y en el corazón, os recordamos en nuestras fiestas patronales cistercienses, la Asunción de la Virgen María al cielo y san Bernardo, abad y doctor de la Iglesia. Damos gracias a Dios, a nuestra Madre la Virgen María y a nuestro padre san Bernardo por vosotros. Os recordamos especialmente en la oración, por vuestras intenciones y necesidades y  las de toda la humanidad.   

 

 

 

Unidos en la oración

vuestras hermanas de Buenafuente del  Sistal

Por Jesús de las Heras

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Sigüenza, hoy, viernes 16 de agosto, en la fiesta de san Roque, se apresta  ya a la fiesta más grande todavía del domingo 18, día de la Virgen de la Mayor

 

Sigüenza celebra al domingo siguiente a la Asunción y a la fiesta de San Roque, este año, pasado mañana, día 18 de agosto, la festividad de su patrona, la Virgen de la Mayor. Esta fiesta llega tras un solemne novenario -que ha incluido el rezo del Rosario y de la Novena y la celebración de la Eucaristía-, comenzado el viernes día 9 y celebrado con convocatorias, a las ocho de la mañana y a las siete y media de la tarde.

«Cantaré eternamente las misericordias del Señor, anunciaré su fidelidad por todas las edades» (Salmo 88) es el lema de la novena y fiesta, en acción de gracias al 850 aniversario de la consagración de la catedral y a su año jubilar, celebrado desde el 19 de junio de 2018 al 19 de junio de 2019.

El Sínodo diocesano y los jóvenes y las vocaciones son también intenciones principales por las que los fieles rezan en los cultos de la Virgen de la Mayor de este año.

 

Tres grandes convocatorias, el domingo 18 

En el día de la festividad de la Virgen de la Mayor, fiesta que se celebra desde finales del siglo XV, los actos conmemorativos tienen tres grandes momentos. El primero de ellos comienza a las ocho de la mañana. Numerosos fieles participan en el tradicional Rosario de la Aurora, que recorre las travesañas y las murallas de la ciudad. A continuación, se oficia una eucaristía.

A las 12 horas,  nuestro obispo diocesano, monseñor  Atilano Rodríguez, y el arzobispo de Sevilla, el seguntino monseñor Juan José Asenjo, presiden la misa central y principal de la jornada. Más de medio millar de fieles acuden a la Misa.

El momento más esperado del día llegará a partir de las nueve de la tarde. Comienza con el rezo del rosario ante el altar de la Virgen de la Mayor, mientras va saliendo la procesión en su honor, que media hora más tarde está ya en las calles de la ciudad. Es la procesión de los faroles en honor de la Virgen de la Mayor, que recorrerá las principales calles de la ciudad, acompañada de varios miles de fieles. La procesión de los faroles de la Virgen de la Mayor es fiesta de interés turístico regional.

 

La Virgen de la Mayor es

 

(1) Es la Virgen, la imagen mariana, fundacional de la catedral, ofrenda del obispo Bernardo de Agén, el restaurador de la diócesis en 1124, al que habría ser el templo catedralicio de su diócesis. De alguna manera, pues, es la Virgen de la Mayor, junto a las reliquias de la mártir aquitana como el obispo Bernardo, quien hace la catedral.

 

(2) Es la Virgen de la catedral, la Virgen de la iglesia principal de nuestra ciudad y de nuestra diócesis, “caput et mater ecclesiarum” (cabeza y madre del resto de las iglesias y templos de la diócesis). Es la imagen mariana que ha presidido las principales celebraciones catedralicias y diocesanas en estos últimos 850 años y de los 87 obispos que, tras don Bernardo, se han sucedido al frente de la diócesis en estos ocho siglos y medios.

 

(3) Es la Virgen patrona de la ciudad de Sigüenza, que junto a san Vicente, san Roque y santa Librada, compatronos históricos seguntinos, vela por todos los seguntinos, amigos y visitantes de la ciudad.

 

(4) Es la Virgen testigo de la historia también del arte cristiano, que, en el caso de esta talla cipresina, originariamente románica y del siglo XII, ha salido recibir la huella del arte gótico y de distintas restauraciones, que el paso de los siglos, sin perder su identidad original, engrandecieron su belleza.

 

(5) Es la Virgen que sonríe y bendice a sus fieles, que la veneran con amor filial desde el siglo XII.

 

(6) Es la Virgen elegante y señorial, la Virgen del “Haced lo que Él os diga”, que porta al Niño Jesús, con la mano derecha, y que muestra, en catequesis de talla (la flor de lis, evocación del árbol de Jesé, en la mano izquierda), la verdad de su humanidad y divinidad.

 

(7) Es la Virgen florecida, en claveles, gladiolos y nardos, que exhala el inconfundible buen olor de Cristo.

 

(8) Es la Virgen que enseña, en consecuencia, la grandeza del misterio y de la misión de María Santísima, la Intercesora y la Modelo.

 

(9) Es la Virgen compañera de camino y de afanes, que acompaña y guía desde 850 años al pueblo fiel seguntino y diocesano. Talla denominada “socia belli” (compañera de batalla), la Virgen de la Mayor acompañó al obispo Bernardo de Agén en sus acciones e incursiones para recuperar el territorio diocesano y llevar la evangelización a todos sus habitantes y rincones

 

(10) Es la Virgen transmisora de fe, de la fe de nuestros mayores, de la fe que hizo grande a Sigüenza, de fe que nutre todas nuestras arterías y raíces y reclama ser reavivada en tiempos como actuales marcados por la secularización y la lejanía de lo religioso.

 

(11) Es la Virgen que se enraíza con la historia de nuestra fe y guía e interpela a todos sus devotos para que seamos fieles a esta misma historia de fe.

 

(12) Es la Virgen de la esperanza (“Spes nostra, Salve”), que ha alentado y alienta a los creyentes y fieles que la invocan.

 

(13) Es la Virgen de la caridad, que con su Hijo en brazos, nos enseña al Amor de los Amores y con su mirada nos llama a todos a la fraternidad.

 

(14)  Es la Virgen solidaria, que con su mejilla herida y abierta, presente en su rostro desde la invasión napoleónica (en 1809, la imagen de la Virgen de la Mayor se libra milagrosamente de ser quemada por los franceses, en plena guerra de la Independencia. Con todo, un soldado francés deja huella de lo acontecido mediante un sablazo en la mejilla derecha de la imagen de la Virgen, que todavía permanece hoy), se une al dolor de toda la humanidad, al grito y al llanto de los que sufren.

 

(15) Es la Virgen de la eucaristía, que guarda en su regazo materno y en el sagrario de sus espaldas a Jesús Sacramentado y nos lleva siempre a Él.

 

(16) Es la Virgen de la cruz (el Descendimiento de la Semana Santa de Sigüenza se realiza, cada Viernes Santo) a los pies de su trono, la Virgen del “Stabat”, cuando del costado de su Hijo, Nuestro Salvador, brotaron la sangre y el agua redentores.

 

(17) Es la Virgen de la Pascua, expresada en la alegría y en la bondad de  su mirada y en su condición eucarística de sagrario y portadora del Cristo eucaristía que no es otro que el Cristo crucificado y resucitado.

 

(18) Es la Virgen de los sacramentos, que custodió durante décadas en una concavidad de su dorso, los santos óleos sacramentales.

 

(19) Es la Virgen del perdón y de la misericordia, que nos llama siempre a reconciliarnos con Dios a través del sacramento de la confesión y a reconciliarnos con los hermanos.

 

(20) Es la Virgen de la Palabra, que, dichosa Ella,  Virgen del “Fiat” escuchó la Palabra de Dios y al puso por obra, que tanto se adhirió a la Palabra que la Palabra se  hizo Carne en sus entrañas de Virgen y de Madre y habitó entre nosotros.

 

(21) Es la Virgen coronada –lo hizo en 1906 el obispo fray Toribio de Minguella y Arnedo- que nos indica que la mejor corona es la vida cristiana coherente, apostólica, caritativa, misericordiosa y comprometida de los hijos de la Iglesia.

 

(22) Es la Virgen procesionada con faroles y antorchas (la procesión de los faroles actual data de 1928, siendo obispo de Sigüenza el mártir Eustaquio Nieto Martín), con cirios y velas, que nos llama a correr bien la carrera y a dar el relevo para que todas las generaciones sigan proclamándola Bienaventurada en el Nombre del Señor y para Gloria suya.

 

(23) Es la Virgen despojada de sus antiguas vestiduras –feliz iniciativa en 1974 del entonces obispo de la diócesis Laureano Castán Lacoma- para exclamar, como hizo su Hijo, Nuestro Señor, quien a pesar de su condición divina no hizo alarde de su categoría, sino que al contrario se despojó de su rango, enseñándose así que solo quien se despoja y se humilla será ensalzado y dará fruto para toda la eternidad.

 

(24) Es la Virgen vestida azul y de grana, que anticipa el cielo y nos sitúa en la tierra, que nos dice que el cielo no puede esperar, pero que solo se gana y se logra desde la tierra en el afán nuestro de cada día que labra el rostro de la eternidad.

 

(25) Es la Virgen de la capilla mayor, junto al sagrario, donde permaneció durante cinco siglos, la Virgen de la oración y de la contemplación.

 

(26) Es la Virgen blanca. En el año 1313, hallándose muy deteriorada la imagen, el obispo Simón Girón de Cisneros mandó revestirla de plata. Por ello, durante un tiempo fue llamada "La Blanca", título que no prevaleció ya que el pueblo seguía llamándola la Virgen de la Mayor. Durante la citada restauración de la talla, se procede también a otras acciones, que le dotan de una presencia más gótica -ágil, risueña, señorial, benedicente-, como actualmente puede contemplarse.

 

(27) Es la Virgen del transcoro, su actual emplazamiento desde hace 350 años (entre los años 1666 y 1673, por mandato del obispo Andrés Bravo de Salamanca, el artista Juan de Lobera construye en el transcurro de la catedral un altar-retablo barroco destinado a la Virgen de la Mayor), y que llama a hacer de nuestra vida un cántico de alabanza al Señor.

 

(28) Es la Virgen del pueblo como atestiguan sus cerca de 700 cofrades y los miles de personas que acompañan su fiesta de cada año el domingo siguiente al 16 de agosto, san Roque. El año 1522 el obispo de Sigüenza Fadrique de Portugal funda la Cofradía de la Virgen de la Mayor, cuyos primeros estatutos datan de 1598, siendo obispo de Sigüenza Lorenzo Suárez de Figueroa y Fernández de Córdoba. En el año 1871, siendo obispo Francisco de Paula Benavides y Navarrete, se renuevan los Estatutos de la Cofradía de la Virgen de la Mayor, que han permanecido en vigor hasta 2005, año en que se renuevan, a la luz del Código de Derecho Canónico de 1983, y siendo obispo José Sánchez González.

 

(29) Es la Virgen que mira al pueblo, que mira a nuestras calles y plazas, que con su amorosa mirada maternal nos indica, desde su trono catedralicio, la puerta de la catedral, todo un símbolo y una mirada que expresan la necesidad de ser siempre Iglesia en salida, como nos reclama el Papa Francisco.

 

(30) Es, sí, la Virgen de la Mayor de Sigüenza, su Patrona, su Señora, su Madre, su Abogada, su Orgullo, su Corona, clave inequívoca y fecunda de su identidad más cierta.

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia de San Vicente de Paúl de Marchamalo)

 

 

Sí, a veces, a veces hay consocios que como se dice vulgarmente, te “ponen los pelos de punta” con sus aseveraciones. Mi amigo y consocio Jacinto, también espero que ya amigo de tantos de los lectores de estos modestos artículos, es uno de ellos por la profundidad frecuente de sus pensamientos, que nos hacen pensar si no estamos ante un Teólogo de altura, al que no llegamos.  Más de una vez, alguno ha salido corriendo al confesionario por si lo que había escuchado, era pecado. ¡Sin exagerar! 

En una ocasión, pero no la única, sin ninguna pretensión teológica, más bien disculpándose por el revuelo que armó en la Conferencia, contaba muy campanudo sobre lo que esperaba de sus “experiencias” para cuando llegara a gozar de la Presencia. Evidentemente no se refería a cualquier presencia. Se refería a la Presencia en mayúsculas. Es decir, se refería cuando, al instante de su muerte, pasara a la presencia de la Presencia sin intermedio alguno. Vamos, no ya sin infierno, también sin Purgatorio. Se quedó tan pancho. No así sus consocios que, con prudencia, trataban de rebatir lo que entendían como excesivo optimismo y le hablaban de la necesaria purificación de sus pecados, salvo que no los tuviera. Le decían con un punto de guasa. 

Cariacontecido, pero no por ello menos peleón, como lo es y mucho el amigo Jacinto, mientras su inocente amigo Roberto le miraba embobado[i], comenzó haciendo profesión de fe de sus múltiples pecados que, para los que le conocemos, no creemos que sean tan graves, en alguien siempre volcado en los demás. Pero es verdad que eso sólo lo sabe el Buen Dios y el amigo Jacinto aseguraba que merecían la más “dura condena”. Pero que eso era examinar sus postrimerías con ojos de hombre y no de Dios. Si había, seguía diciendo y enseñando Jacinto, un atributo de la Divinidad que no podía estar en duda, era la Misericordia. ¿Cómo a él que, con todas sus limitaciones, sus miserias, había intentado seguirle, le iba a impedir que lo viera y que se “recostase junto a Él”? 

Ya lo creo, seguía él diciendo en su credo particular de persona buena, que algún capón ha de darme ya que lo merezco. Pero cada vez que leo a Lucas (15) y me encuentro con la perícopa del pasaje del Padre recibiendo al Hijo Pródigo, pienso que si él perdonó, el Buen Dios me perdonará a mí y me pondrá el mejor vestido y el mejor anillo, pues yo también llegaré arrepentido ante el Señor de la Esperanza y la Misericordia. No habrá queja de ningún otro hijo por el trato que reciba, pues los que ya han llegado a la Comunión de los Santos, estarán felices de recibirme, terminó asegurando Jacinto. 

Pero claro, decía como para sí mismo: algún cachete he de llevarme pues no siempre he sido capaz de responder con amor al Amor. Aunque, se argumentaba también para sí recordando la pregunta de Cristo a una entristecida Marta: “Jesús le contestó: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás. ¿Crees esto?” (Juan 11, 25-26) y yo creo, se afirmaba Jacinto rotundo. 

El amigo sacerdote que participaba en la Conferencia, le dijo: Jacinto, hemos de hablar tú y yo muy en serio. 

Jacinto, por toda contestación dijo: si le parece, hablamos delante de la Madre en la Capilla de la Inmaculada. Siempre recurría Jacinto a María. 

El inocente Roberto, al suponer un poco triste a su amigo, le dio un par de palmadas en el hombro, para pasar después a dar palmas pura y simplemente, mientras el Presidente de la Conferencia, le hacía señas para que no fuera tan ruidoso. 

A mí, Jacinto, me traía siempre a la memoria, el siguiente párrafo de Aldo Marchesini en su libro “Siéntate corazón mío, Aventuras de contemplación”: “No había estudiado teología espiritual ni sagrada escritura, pero todos los días de su vida, en cuanto podía recordar, había pedido el don de la sabiduría, que hace comprender y gustar las cosas de Dios sin necesidad de palabras". Seguro que Jacinto imploraba también en ese sentido: el del mayor conocimiento y crecimiento espiritual.

 

 

[i] Roberto, era un amigo muy especial de toda la Conferencia de Jacinto, pero especialmente de éste que iba casi todos los días a visitarlo en la Casa de Misericordia en donde le tenían a su cuidado unas buenas Hermanas.

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Vívelo, vívelo, a Cristo.

Vívelo, que Sigüenza-

Guadalajara comienza

Sínodo: de Él me revisto

Vívelo, vívelo a Cristo.

Este Cristo sinodal

es nuestro mejor vestido

de la esperanza surgido

como amigo más cordial.

 

Con el sínodo, se ha unido

a Sigüenza episcopal,

el asistente esencial

Cristo: el mayor contenido.

 

Siendo Jesús divinal

primero que se ha reunido,

por todos será seguido

a tan excelsa señal. 

 

Sigüenza se ha revestido

de la luz más especial,

es el fulgor sinodal

que en el Cristo se ha sumido.

Vívelo, vívelo a Cristo.

Vívelo, vívelo, a Cristo.

Vívelo, que Sigüenza-

Guadalajara es simienza:

del amor y fe provisto.

 

¡Vívelo, vívelo a Cristo!

 

 

Juan Pablo Mañueco

http://www.aache.com/alcarrians/manueco.htm

Por Jesús de las Heras

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

La catedral de Sigüenza se dispone a celebrar este sábado 20 de julio, con  gran solemnidad, la festividad de quien fuera su patrona y bajo cuyas reliquias se levantó hace 850 años el templo: la joven aquitana santa Librada.

La misa del sábado 20, epicentro de la jornada, será a las 11 horas, en el altar catedralicio de la santa, donde, a las 20:30 horas del viernes 19 de julio, hay oficio de vísperas. Además, con el fin de recaudar fondos para restaurar la ermita de la santa en los Chorrones entre Sigüenza y Señigo (la cuarta en su historia tras las habidas en La Guardera, entre Sigüenza y Pelegrina; en los campos de Viana, frente a Palazuelos; y en lo alto de los Chorrones), habrá una cena benéfica, a las 21 horas del sábado 20 de julio, en el Parador Nacional de Turismo.

 

María, monacato, mártires 

Los cánones del arte medieval cristiano establecían que toda la catedral (la iglesia propia del obispo, la iglesia cabeza y madre de todo el territorio o diócesis al obispo confiado) debía construirse integrando tres claves fundamentalmente: la presencia de una imagen mariana, la custodia del templo confiada a monjes y las reliquias de un mártir.

Cuando el obispo Bernardo de Agén, a partir de que el 22 de enero de 1124 reconquistara  del poder musulmán la ciudad de Sigüenza y continuará con la recuperación del antiguo territorio del Obispado de Sigüenza, situado entre el alto Duero y el alto Tajo, dio los primeros pasos para levantar su catedral estos tres elementos, estas tres claves, se observaron escrupulosamente. Y así lo mantuvieron sus inmediatos sucesores: don Pedro de Leucata (1152-1156) y don Cerebruno de Poitiers (1156-1166), quienes son también de capital importancia para los albores de la historia de la construcción de la catedral seguntina. Estos tres obispos procedían de la región hoy francesa, entonces de la Corona de Aragón, de Aquitania, de donde vinieron numerosos clérigos para la fortalecer la evangelización e impulsar la romanización (esto es, la universalidad, la condición romana de la Iglesia) en los distintos territorios de España que eran reconquistados

Nuestra catedral que fue consagrada al culto por el cuarto obispo de  Sigüenza tras la reconquista de 1124, el inglés Joscelmo Adelida (1168-1178), el 19 de junio de 1169. Esta fecha es la que la catedral y la diócesis han celebrado con un espléndido Año Jubilar entre el 19 de junio de 2018 y el 19 de junio de 2019.

 

Catedral mariana 

La catedral de Sigüenza cumple asimismo el requisito de ser catedral mariana desde sus mismos albores. Y la talla de la Virgen que durante los ocho siglos y medio de historia catedralicia que es objeto principal de devoción es una imagen traída por el obispo Bernardo.

Se trata de una talla inicialmente románica del siglo XII, esculpida en madera de ciprés, que fue modificada en varias ocasiones, adquiriendo, a partir del siglo XIV, también por a instancias del obispo ya citado Simón Girón de Cisneros, una configuración más gótica, esbelta, elegante y risueña.

La imagen es de las llamadas «vírgenes sagrario», pues tiene una portezuela en la espalda donde se reservaba el Santísimo y se portaba los santos óleos. Es, por ello, imagen también llamada «socia belli» (compañera de batalla), ya que consta que acompañó a don Bernardo en sus incursiones castrenses para recuperar el territorio diocesano

Es la llamada Virgen de la Mayor –también simplemente Nuestra Señora- y  la patrona de la ciudad, con fiesta el domingo siguiente a la Asunción y a san Roque, fiesta precedida por un solemne novenario.

Desde la segunda mitad del siglo XVII, un espléndido retablo barroco, mandado hacer por el obispo Andrés Bravo de Salamanca (1662-1668) y ejecutada por Juan de Lobera, alberga la venerada imagen de la Virgen de la Mayor, cuya advocación responde, con toda seguridad, al hecho de que desde el siglo XII al siglo XVII, (quinientos años) estuvo en la capilla mayor del templo, de donde hubo de desplazarse hacia 1610, al erigirse allí el retablo mayor, obra de Giraldo de Merlo.

 

Catedral monacal 

Aunque inicialmente el cuidado pastoral de la catedral seguntina fue confiado a sacerdotes diocesanos, pronto la presencia monástica se hizo presente en él. Además, la impronta monacal ya la imprimía el obispo Bernardo de Agén en su condición de monje cluniacense o benedictino.

Con todo, el cabildo de la catedral de Sigüenza pasó al servicio de monjes canónigos regulares de San Agustín muy pronto, en la misma mitad primera del siglo XII y hasta en el primer cuarto del siglo XIV, en que el obispo Simón Girón de Cisneros (13001-13026) lo confío al clero secular.

 

Catedral martirial 

Las reliquias martiriales con las que se consagró la catedral de Sigüenza fueron las de una joven francesa, perteneciente con toda probabilidad al Orden de las Vírgenes y martirizada –por degollación, tal y como era la praxis habitual en el Imperio romano- en el alba del siglo IV, probablemente durante la persecución del emperador Diocleciano, entre los años 303 y 313. La persecución de Diocleciano fue la más grave, pues este quiso reformar el imperio en todos los aspectos y una parte muy esencial de su política era reforzar el culto imperial. Fue instigado a ella por los césares Maximiano y Galerio, y hasta ciudades enteras cristianas fueron arrasadas. Las Galias fue una de las zonas del imperio más devastadas. Entre las víctimas de esta persecución,  se cuentan san Sebastián, san Pancracio, santa Inés  y el diácono san Vicente de Huesca, quien, ya en el siglo XII, fue declarado asimismo patrono de Sigüenza.

Pero, ¿quién era esta joven virgen y mártir? Todos los documentos la identifican con el nombre de Librada y la vinculan estrechamente con el obispo don Bernardo. Ambos eran paisanos, de la región francesa de Aquitania, en el sur oeste, entre Burdeos y Tolosa. A día de hoy y con práctica y moral seguridad, sabemos que don Bernardo era de la ciudad de Agén y la ciudad de santa Librada (Sainte Livrade sur Lot) se halla a tan solo 30 kilómetros de distancia, en el medio de una naturaleza muy pródiga en ciruelos.

 

Mártir aquitana degollada 

Hay, además, una serie de datos arqueológicos y documentales de primera magnitud que avalarían plenamente este relato, tal y como nos escribe el organista e historiador de nuestra catedral Juan Antonio Marco Martínez, quien acaba de realizar, junto a otras 42 personas, un viaje a Aquitania: «Ya en el siglo VIII,  Carlomagno dedica una basílica a nuestra santa mártir en Sainte Livrada sur Lot. Posteriormente, del año 1120, hay una bula de Calixto II por la que dona la iglesia de santa Librada al monasterio Casae Dei, de monjes benedictinos. Actualmente  están restaurando ese monasterio. El ábside románico, datado en el siglo XII, de la iglesia de ese monasterio y actual templo parroquial de Sainte Livrade sur Lot presenta en los capiteles de las columnas que flanquean los arcos ciegos tres episodios, al menos, referidos a santa Librada: la santa en el desierto asistida por ángeles, conducción al martirio y degollación. Se conserva en el interior de la parroquia una reliquia de la santa».

Y apostilla Marco: «Tiene toda la lógica del mundo que nuestro primer obispo, que seguramente había conocido los monasterios de Cluny, la Casae Dei de Sainte Livrade y, ya en España, el de Sahagún, trajera a Sigüenza las reliquias de una mártir bien conocida por él, por ser tan venerada en su tierra de origen».

Y según el historiador por excelencia de los obispos y de la diócesis de Sigüenza, fray Toribio de Minguella y Arnedo, el obispo Bernardo trajo a Sigüenza las reliquias de su paisana santa Librada, aprovechando un viaje que hubo de realizar a Francia, concretamente a noroeste del país, para asistir al Concilio provincial, no ecuménico o universal, de Reims, del año 1131, convocado para deponer al antipapa Anacleto II y confirmar al papa legítimo Inocencio II.

 

¿Y dónde se veneran ahora las reliquias de esta mártir? 

En el transepto o brazo norte de la catedral, en la parte central del retablo plateresco, mandado levantar por el obispo don Fadrique de Portugal (1519-1532), está la urna que contiene las reliquias de santa Librada, virgen y mártir aquitana de los primeros siglos del cristianismo y quien llegó a ser patrona de la catedral, de la ciudad y de la diócesis.

El conjunto del transepto norte de la catedral (lo integran el mausoleo de Fadrique de Portugal, el relicario de santa Librada, la puerta de jaspe o del pórfido –puerta de acceso al claustro- y la fachada de la sacristía de santa Librada) es de extraordinaria belleza, realzada aún más gracias al magnífico trabajo de restauración, auspiciado por el Ministerio de Cultura, y que concluyó en abril de 2018.

La traza arquitectónica de este conjunto fue realizada por el gran Alonso de Covarrubias, y ejecutada, entre otros, por Francisco de Baeza. Las pinturas del relicario de santa Librada son de Juan de Soreda. Estos tres artistas son de la primera mitad del  siglo XVI. Y muy importante es el hecho de que estas hermosísimas pinturas «rafaelinas» (por el gran Rafael Sanzio, de quien Soreda fue discípulo en Italia) siguen la tradición aquitana y romana del martirio por degollación.

A partir de este retablo y pinturas,  la traslación de las reliquias de santa Librada a su nuevo altar está datada el 15 julio de 1537. Además,  se crea un nuevo rezo u oficio a la santa y se cambia la fiesta del 18 de enero (teórica fecha de su martirio)  al 20 de julio (fecha actual y fecha elegida quizás, entre otras razones) por cercanía con el día del traslado de las reliquias a su actual emplazamiento), según documenta también Juan Antonio Marco Martínez.

 

Sin embargo, siglos de polémicas

En efecto, y a pesar de las evidencias y certidumbres científica e histórica con la que casan y encajan todas estas piezas, la devoción y la misma identidad de santa Librada se han visto sometidas a lo largo de los siglos a polémicas interminables y a  una nociva superposición de tradiciones, que tanto han oscurecido la verdad y han perjudicado su culto.

¿De qué se trata en sustancia? De la yuxtaposición a la tradición aquitana (la auténtica en nuestro caso) de la tradición centroeuropeo, aunque de origen galaico-portugués (Bayona la Real sería su cuna), de una santa Librada crucificada (confusión con la Wilgeforte centroeuropea) y los consiguientes falsas leyendas auspiciadas, tras el Concilio de Trento (1545-1563) y con origen en dos corrientes hagiográficas surgidas a partir del entonces: una racionalista (bolandistas) y otra fantasiosa (barroco) y populista.

Todo ello llegará hasta el entorno del Concilio Vaticano II (1962-1965). En 1962, el entonces obispo de Sigüenza, Lorenzo Bereciartúa Balerdi, solicita a la Santa Sede la supresión del culto, que es así concedido. Y cinco años más, su sucesor, Laureano Castán Lacoma, logra que el Vaticano restituya el culto, pero no el histórico patronazgo de la santa sobre la ciudad y la catedral.

Más de cincuenta años después,  la verdad histórica, la que estas líneas han contado, está ya firmemente asentada y el culto a santa Librada experimenta un nuevo florecer.

 

Texto enviado a NUEVA ALCARRIA para su publicación el viernes 19 de julio de 2019

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Teléf. 949231370
Móvil. 620081816
Fax. 949235268

Obispado en Sigüenza
C/Villaviciosa, 7
19250 Sigüenza
Teléf. y Fax: 949391911

Oficina de Información
Alfonso Olmos Embid
Director
Obispado
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Tfno. 949 23 13 70
Fax: 949 23 52 68
info@siguenza-guadalajara.org

 

BIZUM: 07010

CANAL DE COMUNICACIÓN

Mapa de situación


Mapa de sede en Guadalajara


Mapa de sede en Sigüenza

Si pincha en los mapas, podrá encontrarnos con Google Maps