Por Alfonso Olmos Embid

(Director de la Oficina de Información)

 

 

 

 

 

 

La celebración anual de la fiesta de San Juan de Ávila, patrono del clero secular español, nos evoca dos realidades: la acción de gracias por los sacerdotes, especialmente por los que celebran efemérides significativas, y la petición a Dios por medio del que, además, es doctor de la Iglesia, el don de la vocación sacerdotal para nuestra diócesis.

Oí, en los primeros días de la presencia de nuestro obispo entre nosotros, como respuesta a esa pregunta recurrente de los periodistas sobre la escasez de vocaciones, que don Julián contestaba “nunca ha habido tantas vocaciones en la Iglesia como ahora”. Me admiré y pensé que se equivocaba. A continuación vino la aclaración en la que manifestaba cómo había países de Asia, de África o América donde los datos se habían disparado en los últimos años. Sin embargo en el viejo continente se padece la sequía vocacional.

Al mirar atrás podemos comprobar cómo nuestro seminario vivió épocas gloriosas. Eran numerosas las ordenaciones anuales. Ahora, sin embargo, después de tres años en los que estamos viviendo, a modo de cuentagotas, otras tantas ordenaciones presbiterales, el ritual litúrgico habrá que guardarlo y conservarlo hasta la próxima vez que se utilice y, si Dios quiere, tendrá que pasar más de un lustro para ello.

Es tiempo de reaccionar. Es momento para dar un impulso a la pastoral vocacional. Tendremos, los sacerdotes, que dar un testimonio amable y alegre de nuestra vida y ministerio; deberán, nuestras comunidades, orar intensamente para que el Señor siembre. Y, lógicamente, tiene que haber muchos, especialmente jóvenes, abiertos a la posibilidad de dar respuesta y confiar.

Todo es posible y, entre todos, debemos hacerlo realidad. Que junto con el recuerdo de la vida entregada y generosa de tantos sacerdotes, no dejemos que pedir al dueño de la mies que envíe obreros a su mies.


 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Hoy, 3 de mayo, antiguo fiesta litúrgica del hallazgo de la Santa Cruz, es la principal jornada festiva de la Santa y Vera Cruz de Caravaca, ahora en año jubilar

 

 

 

 

Las dos principales fiestas del santuario de Santa y Vera Cruz de Caravaca de la Cruz, en Murcia, son los días 3 de mayo y 14 de septiembre. El primero, hoy, fue durante siglos la festividad de la invención o hallazgo de la Santa Cruz; y el 14 de septiembre es la festividad de la exaltación de la Santa Cruz. Además, cada 3 de mayo, hoy, se cumplen años del milagro “fundacional” o “fundante” de la tradición de Santa Cruz de Caravaca: la aparición de esta, el 3 de mayo de 1232, para que el sacerdote Ginés Pérez Chirinos, apresado en el castillo de Caravaca, pudiera celebrar la eucaristía que le pedía el rey musulmán Ceyt Abu Ceyt. Este acontecimiento, que luego narramos con más detalle, marca el comienzo de la tradición caravaqueña, como ahora vemos.

 

 

¿Qué es el año jubilar caravaqueño?

El evento que supone el año jubilar caravaqueño tiene su base en un hecho religioso, cuya trascendencia se remonta a casi ochocientos años. La presencia de la Santísima y Vera Cruz en estas tierras desde el siglo XIII, y en la que la tradición religiosa y la fe cristiana considera depositada una astilla del lignum crucis (leño de la cruz) en que murió Jesucristo; guardada por los caballeros Templarios y, tras su desaparición, por la Orden de Santiago.

Este hecho ha supuesto el desarrollo de un culto enraizado y admitido por la Iglesia Católica, hasta el punto de asignársele por el Vaticano (siglo XVIII) el culto de latría, equivalente al tributado al Santísimo Sacramento. Esta realidad trascendió los estrictos límites geográficos locales y nacionales, convirtiéndose Caravaca de la Cruz en un punto neurálgico y de referencia religiosa, teniendo su máximo apogeo en los siglos XVI, XVII y XVIII.

La fe generada en torno a la santa reliquia propició verdaderas corrientes de peregrinación hacia su castillo santuario desde los más diversos puntos de la geografía europea, hasta tal punto que ya en pleno siglo XVI se hallaba establecido un hospital en la localidad (el del Buen Suceso). A modo de muestra del valor de las referidas peregrinaciones nos pueden servir los jubileos decretados en distintos años de los siglos XVI y XVII, con motivo de las diferentes festividades de la Cruz o la solicitud concreta que dirigía la Cofradía de la Vera Cruz en 1663 al Papa Alejandro VII, para que se pudiera admitir en la misma cofrades de cualquier lugar de España, y en la que hace referencia a los peregrinos «¿que frecuentemente concurren de toda la cristiandad a adorar a esta  santa reliquia».

 

Disposiciones de san Juan Pablo II

Ya en el siglo XX, el Papa Juan Pablo II concedió año jubilar extraordinario a Caravaca de la Cruz en 1981, al conmemorarse el 750 aniversario de la aparición de la Cruz en Caravaca. Gracia que fue nuevamente concedida a Caravaca y su Vera Cruz en 1996. Y dos años más, en 1998, se comunicaba oficialmente por parte del Vaticano la concesión de año santo en perpetuidad en torno a la Santísima y Vera Cruz de Caravaca a celebrar cada siete años, siendo el primero el 2003. De este modo, estamos en el cuarto año jubilar de Caravaca.

Entre las condiciones para ganar el jubileo figura visitar la basílica-santuario de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca; también, participar en cualquier celebración religiosa allí, rezar un Padrenuestro, un Ave María o un credo y orar por las intenciones del Papa con la oración jubilar, amén de la confesión y comunión sacramentales.

 

“Camino a la Cruz, camino de amor”, lema de este año jubilar

Esta doble frase del lema del presente año jubilar caravaqueño, “Camino a la cruz, camino de amor”, contiene dos ideas claves. La primera parte quiere ayudarnos a redescubrir que el gran valor de la cruz de Caravaca es formar parte de la cruz de Cristo.

Y, en segundo lugar, el encuentro con la cruz a un camino de amor, a entregar la vida como Cristo. Llegar, caminar a la cruz es, pues, encuentro con Cristo y compromiso para para sus testigos mediante el amor en la vida cotidiana. La cruz es el modo propio de amor de Dios y ha de serlo también de los cristianos.

 

¿Cuál es el significado de la Cruz de Caravaca?

La cruz llegó en 1231 a esta localidad murciana, de modo milagroso, procedente de Jerusalén. Pertenecía, según la tradición, al patriarca Roberto de Jerusalén, el primer obispo de la ciudad santa, tras la primera cruzada del año 1099. La reliquia se conserva con un relicario en forma de cruz de doble brazo horizonte (de 7 y 10 centímetros) y de un vertical (de 17 centímetros).

Su emblema es la cruz, que representa la muerte y resurrección de Jesús para redimir a la humanidad, hechos que fundamentan la fe del creyente. La cruz aparece representada en un contexto cristiano desde el siglo IV. Pero también es un símbolo que encontramos -evidentemente con otros significados- en otras religiones

La Vera Cruz de Caravaca es un lignum crucis, es decir, un leño de la cruz donde murió Jesucristo. Está dentro de un relicario de doble brazo y actualmente es el emblema de la ciudad de Caravaca y uno de los símbolos cristianos más conocidos en el mundo.

Desde el siglo XIII, la tradición piadosa de la aparición milagrosa de la Vera Cruz se difunde a través de los limosneros: en 1231 gobernaba en Caravaca el sayid almohade Ceyt Abu Ceyt. Se cuenta que entre sus prisioneros se encontraba Ginés Pérez Chirinos, un sacerdote cristiano. La curiosidad del reyezuelo musulmán acerca del sentido de la eucaristía, le llevó a preparar todo lo necesario para que el sacerdote la celebrara en su presencia. Al poco de comenzar, Ginés se percató que no había ningún crucifijo en el altar. En ese momento, aparecieron dos ángeles que portaban una cruz de doble brazo. Tras este hecho milagroso, el sayid, el rey, se convirtió al cristianismo.

 

Órdenes militares, expansión misionera, ilustres peregrinos

Esta tradición ha marcado la trayectoria histórica de la ciudad, custodiada durante siglos por las órdenes militares del Temple y Santiago.

La Vera Cruz, sus milagros y los testimonios de los peregrinos adquirieron fama en Europa y América. Jesuitas, franciscanos y carmelitas la utilizaron como emblema de la evangelización: desde California a Tierra de Fuego, desde el Caribe hasta las misiones guaraníes de Brasil. La encontramos también en lugares tan lejanos como Filipinas, Polonia, Italia o Hungría.

La presencia de peregrinos está perfectamente constatada desde la Edad Media, particularmente desde el siglo XIV. Así, en las indulgencias del Papa Clemente VII, en 1392, afirma que "a la Capilla de la Santa Cruz de dicho Real Castillo concurre gran cantidad de los mismos fieles que vienen de lejanas partes".      En los siglos XV y XVI consta la existencia de tres hospitales que reservaban camas para peregrinos. Igualmente, podemos confirmar gran cantidad de testimonios de peregrinos, entre ellos, el rey Fernando el Católico o san Juan de la Cruz. Siglos después, en diciembre de 2002, peregrinó a Caravaca de la Cruz el entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Josep Ratzinger, que, dos años y medio después, sería el Papa Benedicto XVI.

 

Peregrinación a Caravaca de la Cruz del 1 al 4 de julio

Del lunes 1 al jueves 4 de julio, discurrirá un nuevo cultural y religioso de la Asociación de Amigos de la Catedral de Sigüenza, con salidas desde Sigüenza, Guadalajara y Madrid. El destino será Caravaca de la Cruz, con ocasión del presente año jubilar de la Cruz de Caravaca. También se visitarán con detenimiento las ciudades de Valencia y de Murcia. El precio por persona del viaje es de 595 euros. Se puede ampliar información en los teléfonos 670 39 9161 y 949 390655.

Esta iniciativa viajera, cultural y religiosa, una de las más veteranas y populares de la diócesis, nació en 1990. Hasta ahora ha habido 74 viajes, con destinos a 37 países distintos de 4 continentes y a la práctica totalidad peninsular de España. El número de viajeros asciende a día de hoy a 3.787 participantes.

 


 

La Marcha Diocesana a Barbatona será el domingo 12 de mayo

 

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10, 10) es la frase elegida como lema para la ya 58 Marcha Diocesana a Nuestra Señora de la Salud de Barbatona. La intención orante de la Marcha será por el obispo y por el sínodo. Será, como es fecha tradicional, el segundo domingo de mayo, este año, día 12. Comenzará a las 9 horas con la bendición de peregrinos en el atrio de la catedral.

Tras dos horas de marcha orante a pie, a las 11 horas será la misa en la explanada del pinar de Barbatona. Todo ello presidido por nuestro obispo don Julián Ruiz Martorell, en su primera Marcha a la Virgen de la salud de Barbatona, cuyo santuario que ya visitó en la víspera de su toma de posesión.

Habrá también misas el sábado 11 a las 20 horas y el domingo 12 a las 13 y a las 18:30 horas. Por la tarde, adoración eucarística en el templo parroquial de 14 a 16:30 horas y de 17 a 18 horas, en el santuario, vigilia de oración juvenil, vocacional y sinodal.

         En las ofrendas estarán representadas las parroquias de Chiloeches, Balconete-Archila-Tomellosa, San Pascual Baylón y San Diego de Guadalajara, Tórtola de Henares, Corduente, Mondéjar y las unidades pastorales de Imón y Palazuelos y del Ato Tajo.

También presentarán ofrendas las Carmelitas del Sagrado Corazón de Humanes y de Guadalajara, la Cofradía de San Vicente de Sigüenza, la Hermandad de la Virgen de la Luz de Almonacid de Zorita, Servidores del Evangelio de la Misericordia y Misioneras Scalabrinianas de San Carlos Borromeo, así como la parroquia de Nuestra Señora de la Granada de Madrid.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 3 de mayo de 2024

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Castellana de Cristo

 

Creí, más fue infundada mi creencia.
Pensé, pero fue errado el pensamiento.
Sentí, más fue confuso el sentimiento.
Juzgué, pero fue incierta mi conciencia.

Razoné, mas vagué en mi entendimiento.
Convine, y descarrié mi conveniencia.
Entendí y se engañó mi inteligencia.
Cavilé hasta perder casi el aliento.

Forjé dogmas de encubierto misterio.
Rasgué velos de secreto en criterio.

Sentí el sentimiento igual falseaba,
juzgué inviable aquello que pensaba.

Deslumbrado al fin fui por Jesucristo.
Cavilé y entendí: eras la luz, Cristo.

Y sobre tu mensaje aprendo el mínimum.
Santo y excelso sea la senda del Espíritu

 

Juan Pablo Mañueco

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

 

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

La Vera Cruz de Caravaca, en año jubilar, desde el 7 de enero al próximo 12 de enero: el cielo que desciende a la tierra en la cruz que es y se hace Eucaristía

 

 

 

 

A 60 kilómetros de la capital, en el nordeste de la región de Murcia, se halla Caravaca de la Cruz, a 625 metros sobre el nivel del mar. Próximo a su término municipal discurre el río Argós, de la cuenca del Segura, que fecunda esta tierra fértil de huertas, flores y hortalizas, cuales nuevos leche y miel.

Encaramado sobre una pequeña montaña se eleva el corazón de esta ciudad de más de 25.000 habitantes. Es su castillo y alcázar. Es su monte Calvario. Es la casa y el santuario de la Vera y Santa Cruz. Desde hace ocho siglos ha sido y sigue siendo su faro y su guía. Su mayor reclamo. Y su gloria para siempre.

Caravaca de la Cruz celebra año santo y jubilar desde el pasado 7 de enero y hasta el próximo 12 de enero. Fue el Papa san Juan Pablo II quien, el 9 de enero de 1998, declaró a Caravaca de la Cruz “ciudad santa” e instituyó a perpetuidad, cada siete año, el año jubilar de Cruz de Caravaca, estableciendo que el primero de estos años jubilares fuera en 2003. De este modo, estamos en el cuarto año jubilar de Caravaca. Camino a la Cruz, camino de amor es su lema.

 

 

Una cruz para el pecho, junto al corazón

La cruz de Caravaca es un "lignum crucis", esto es, un madero de la cruz de Cristo, conservado en un relicario con forma de cruz, de doble brazo horizontal y de uno vertical. La cruz llegó en 1231 a esta localidad murciana, de modo milagroso, procedente de Jerusalén. Pertenecía, según la tradición, al patriarca Roberto de Jerusalén, el primer obispo de la ciudad santa, tras la primera cruzada del año 1099. La reliquia se conserva con un relicario en forma de cruz de doble brazo horizonte (de 7 y 10 centímetros) y de un vertical (de 17 centímetros).

La dimensión del relicario corresponde, como es lógico, al tamaño que originariamente tenía la madera -el "lignum crucis"- guardada en el interior. No debe, pues, confundirse el relicario exterior con la reliquia interior, que es el verdadero objeto de culto y de amor de los fieles.

La procedencia de la cruz es inequívocamente oriental. No es una cruz latina u occidental de un solo brazo horizontal. No es tampoco la cruz en forma de "Tau", ni la cruz griega o "quadrata" de cuatro partes iguales, producidas al cruzarse los dos brazos, horizontal y vertical, en la mitad de su longitud. Es una cruz en forma pectoral y sus proporciones permiten al devoto llevar una réplica colgada en el pecho y cerca del corazón.   

Sobre el "lignum crucis", la devoción de los siglos ha ido dejando expresiones hermosas de su significado como el remate del INRI en la parte superior y la corona de espinas con los anagramas de JHS y de María MV.

 

La aparición milagrosa

De modo misterioso, apareció esta cruz en el alcázar de Caravaca. Fue el 3 de mayo de 1232. El territorio estaba ocupado bajo dominación islámica. El rey musulmán Ceyt Abu Ceyt, que entonces reinaba en Murcia, quería saber de un sacerdote católico, apresado en el alcázar, qué era ser sacerdote y qué era celebrar la Eucaristía. El sacerdote, llamado Ginés Chirinos, le explicó al monarca que la Eucaristía era la prescripción más sagrada, elevada y sublime de la fe cristiana, instituida por Jesucristo en la Última Cena. Ginés Chirinos le explicó también al rey musulmán que en la Eucaristía el pan y el vino se convertían en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, "cuerpo de Dios puro y verdadero". Para ello, el sacerdote debe revestirse de las santas vestiduras, como Cristo, y pronunciar las mismas palabras que Él pronunció en la Ultima Cena.

Ceyt Abu Ceyt quedó tan profundamente interesado por ello que quiso asistir a una misa. Mandó traer el pan y el vino, las vestiduras sagradas y todo lo necesario para la celebración eucarística, tal y como había indicado el sacerdote. Cuando la misa iba a empezar, Ginés Chirinos se dio cuenta de que faltaba una cosa: la cruz, que debía estar sobre el altar para la celebración. Indicó su ausencia y trazó con sus dedos la figura de una cruz. Al instante, el rey, le dijo lleno de asombro, percatándose de una cruz había aparecido de súbito: "¿Es eso que está sobre el altar?". Ginés Chirinos dirigió, de nuevo, su mirada al altar y vio cómo, en efecto, allí estaba plantada una cruz, la vera cruz de Caravaca. El misterio -el milagro- se había producido, cargado además de fuerza, de mensaje y de simbolismo: no hay Eucaristía sin Cruz, la Cruz es la Eucaristía, el sacerdote es el hombre de la Cruz y de la Eucaristía.

 

El cielo se hace presente en la tierra

La cruz de Caravaca es así un poderoso signo del "corazón", del nervio central, de la esencia de la fe cristiana: Jesucristo, en la Cruz y en la Eucaristía, hace presente el cielo en la tierra. Abre el cielo el palo vertical de la cruz- para que éste venga a la tierra -el palo horizontal- y se una, se estreche y se abrace en Él y en el sacerdote, "alter Christus".

Con las palabras de la consagración eucarística, a imagen y a memoria de Jesucristo, el sacerdote transforma cosas y realidades terrenas como el pan y el vino en un misterio divino. La Eucaristía y la Cruz ponen en comunicación permanente, en diálogo de amor y de fecundidad, a Dios con el hombre, al cielo con la tierra.

La Cruz y la Eucaristía nos enseñan a mirar por encima de las cosas terrenas de la vida cotidiana, por encima de las imágenes habituales de nuestra sociedad, llena de imágenes y de iconos. Nos previenen además de la ceguera del corazón, que no ve ya sino lo contingente, lo pasajero y lo externo. Nos abren a la mirada del cielo, que fue precisamente para lo que y por lo que Jesús tomó la cruz sobre sí.

"Él lleva nuestras oscuridades, nuestros dolores, para que se abran nuestros ojos, para que lleguemos al camino que nos lleva a la alegría de Dios. Mirar a Jesús significa dirigir la mirada a la alegría de Dios, aprendiendo de Jesús que precisamente la renuncia y el dolor nos llevan al camino de la verdadera alegría", recordada en su visita a Caravaca de la Cruz, en diciembre de 2002, el cardenal Ratzinger, antes de ser elegido, pues, papa.

 

Cruz para la Eucaristía, Eucaristía que es Cruz redentora

Y Jesús realizó y consagró este plan de salvación y de vida nueva cargando con la cruz, muriendo en ella, resucitando desde ella. En Caravaca en 1232 se hizo misteriosa y milagrosamente presente un trozo de esta cruz para posibilitar la celebración de la Eucaristía.

"Los milagros exteriores –según también el cardenal Ratzinger- no se repiten y tampoco son lo esencial. Pero el milagro interior sucede en la Eucaristía siempre de nuevo: la Cruz del Señor se hace, en realidad, presente. La misa no es sólo un banquete; en ella el misterio de la cruz, está en medio de nosotros. El sacrificio de Cristo en la cruz simplemente al pasado… Ese acto es el que rasgó el velo del templo, el que partió en dos el muro que separaba a Dios y al mundo. En la entrega de Jesús, su humanidad se hace amor, y así se unen Dios y el hombre… Esta es la grandeza de la Santa Cruz. Esta es la grandeza de la Eucaristía”.

Y añadía quien después fuera Papa Benedicto XVI: “La redención se hace presente porque el amor crucificado se hace presente. Todo amor humano tiene que ver con la cruz: con la renuncia de uno mismo, con la donación de uno mismo. Solo el que se pierde se encuentra. Tenemos que aprender de nuevo esta grandeza de la Eucaristía y de la Cruz… La Cruz, a la que remite la Eucaristía y cuyo signo exterior es la Santa Cruz de Caravaca, es la fuerza santa con la que Dios golpea nuestros corazones y nos despierta".

 

Peregrinos de la Cruz y de la Eucaristía

La vida es una peregrinación. Es una peregrinación hacia Cristo, monte de la salvación. Caravaca de la Cruz es también una montaña, que indica y señala el verdadero y definitivo monte de la salvación, que son la Cruz y la Eucaristía. Caravaca de la Cruz, como tantos otros lugares de nuestra Iglesia, es meta de peregrinaciones y de peregrinos, pero no la meta final, que solo es Cristo. Como toda peregrinación, el camino de Caravaca de la Cruz es camino de ida y de vuelta.

Por ello, para ser peregrinos de Caravaca hay que ir pertrechos y solidarios de la cruz nuestra de cada día y nutridos de la Eucaristía. Este es su camino de ida. ¿Y su camino de vuelta? Su camino de vuelta será, tras contemplar y adorar la Cruz y recibir y amar la Eucaristía, el camino del testigo y del servidor de la Cruz y de la Eucaristía. Un testimonio y un servicio transidos de ofrenda, de transformación, de humildad y de amor.

El verdadero peregrino de Caravaca, peregrino de la Cruz y de la Eucaristía, será aquel que ofrece el pan y el vino de su quehacer y de su herida, en solidaridad con todo el trabajo y con todo el dolor de la humanidad, y que, en el ara de la Eucaristía, se transforma, por la fuerza y la gracia de lo Alto, en intermediario entre el cielo y la tierra y en instrumento del Amor.

Sí, del Amor de la Cruz y de la Eucaristía, que son siempre el Cuerpo y la Sangre de Cristo y el pan y el vino partido y repartido para una humanidad inquieta que ha de descubrir que el cielo, que no puede esperar, se halla entre los brazos extendidos en la Cruz por Jesucristo, que abrazan cielo y tierra, y que en la Eucaristía que se nos dan y se nos quedan para siempre como presencia del Dios que pone su morada de amor entre nosotros.

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 26 de abril de 2024

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