Padre amado, padre en la ternura, padre en la obediencia, padre en la acogida, padre en la valentía creativa, padre trabajador, padre en la sombra

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Ya la pasada semana esta misma página de Religión de NUEVA ALCARRIA ofrecía, junto a otros materiales complementarios, la primera carta de la hermosísima carta apostólica del Papa Francisco, dedicada a san José, y mediante la cual instituía el Ano de San José, con ocasión del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal.

Hoy, en el mismo día de la fiesta litúrgico de este santo, 19 de marzo, completamos la presentación de dicha carta «Patris corde» (Con corazón de padre), a través de los siete rasgos claves, esenciales, identitarios de San José y su permanente gracia e interpelación para todos.

 

(1) Padre amado

La grandeza de san José consiste en el hecho de que fue el esposo de María y el padre de Jesús. En cuanto tal, «entró en el servicio de toda la economía de la encarnación», como dice san Juan Crisóstomo.

San Pablo VI observa que su paternidad se manifestó concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio al misterio de la Encarnación y a la misión redentora que le está unida; al haber utilizado la autoridad legal, que le correspondía en la Sagrada Familia, para hacer de ella un don total de sí mismo, de su vida, de su trabajo; al haber convertido su vocación humana de amor doméstico en la oblación sobrehumana de sí mismo, de su corazón y de toda capacidad en el amor puesto al servicio del Mesías nacido en su casa».

Por su papel en la historia de la salvación, san José es un padre que siempre ha sido amado por el pueblo cristiano, como lo demuestra el hecho de que se le han dedicado numerosas iglesias en todo el mundo; que muchos institutos religiosos, hermandades y grupos eclesiales se inspiran en su espiritualidad y llevan su nombre; y que desde hace siglos se celebran en su honor diversas representaciones sagradas. Muchos santos y santas le tuvieron una gran devoción, entre ellos Teresa de Ávila, quien lo tomó como abogado e intercesor, encomendándose mucho a él y recibiendo todas las gracias que le pedía. Alentada por su experiencia, la santa persuadía a otros para que le fueran devotos.

 

San José en la sede del Obispado en Guadalajara

 

(2) Padre en la ternura

José vio a Jesús progresar día tras día «en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y los hombres» (Lucas 2,52). Como hizo el Señor con Israel, así él “le enseñó a caminar, y lo tomaba en sus brazos: era para él como el padre que alza a un niño hasta sus mejillas, y se inclina hacia él para darle de comer” (cf. Oseas 11,3-4).

Jesús vio la ternura de Dios en José: «Como un padre siente ternura por sus hijos, así el Señor siente ternura por quienes lo temen» (Salmo 103,13).

La historia de la salvación se cumple creyendo «contra toda esperanza» (Romanos 4,18) a través de nuestras debilidades. Muchas veces pensamos que Dios se basa solo en la parte buena y vencedora de nosotros, cuando en realidad la mayoría de sus designios se realizan a través y a pesar de nuestra debilidad. Esto es lo que hace que san Pablo diga: «Para que no me engría tengo una espina clavada en el cuerpo, un emisario de Satanás que me golpea para que no me engría. Tres veces le he pedido al Señor que la aparte de mí, y él me ha dicho: “¡Te basta mi gracia!, porque mi poder se manifiesta plenamente en la debilidad”» (2 Corintios 12,7-9).

Si esta es la perspectiva de la economía de la salvación, debemos aprender a aceptar nuestra debilidad con intensa ternura. Y san José nos enseña que, en medio de las tormentas de la vida, no debemos tener miedo de ceder a Dios el timón de nuestra barca. A veces, nosotros quisiéramos tener todo bajo control, pero Él tiene siempre una mirada más amplia.

 

(3) Padre en la obediencia

José estaba muy angustiado por el embarazo incomprensible de María; no quería «denunciarla públicamente», pero decidió «romper su compromiso en secreto» (Mt 1,19). En el primer sueño, el ángel lo ayudó a resolver su grave dilema: «No temas aceptar a María, tu mujer, porque lo engendrado en ella proviene del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo 1,20-21). Su respuesta fue inmediata: «Cuando José despertó del sueño, hizo lo que el ángel del Señor le había mandado» (Mt 1,24). Con la obediencia superó su drama y salvó a María.

En el segundo sueño, el ángel ordenó a José: «Levántate, toma contigo al niño y a su madre, y huye a Egipto; quédate allí hasta que te diga, porque Herodes va a buscar al niño para matarlo» (Mateo 2,13). José no dudó en obedecer, sin cuestionarse acerca de las dificultades que podía encontrar: «Se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se fue a Egipto, donde estuvo hasta la muerte de Herodes» (Mateo 2,14-15).

En Egipto, José esperó con confianza y paciencia el aviso prometido por el ángel para regresar a su país. Y cuando en un tercer sueño el mensajero divino, después de haberle informado que los que intentaban matar al niño habían muerto, le ordenó que se levantara, que tomase consigo al niño y a su madre y que volviera a la tierra de Israel (cf. Mt 2,19-20), él una vez más obedeció sin vacilar: «Se levantó, tomó al niño y a su madre y entró en la tierra de Israel» (Mt 2,21).

Pero durante el viaje de regreso, «al enterarse de que Arquelao reinaba en Judea en lugar de su padre Herodes, tuvo miedo de ir allí y, avisado en sueños —y es la cuarta vez que sucedió—, se retiró a la región de Galilea y se fue a vivir a un pueblo llamado Nazaret» (Mt 2,22-23).

El evangelista Lucas, por su parte, relató que José afrontó el largo e incómodo viaje de Nazaret a Belén, según la ley del censo del emperador César Augusto, para empadronarse en su ciudad de origen. Y fue precisamente en esta circunstancia que Jesús nació y fue asentado en el censo del Imperio, como todos los demás niños (cf. Lucas 2,1-7).

San Lucas, en particular, se preocupó de resaltar que los padres de Jesús observaban todas las prescripciones de la ley: los ritos de la circuncisión de Jesús, de la purificación de María después del parto, de la presentación del primogénito a Dios (cf. Lucas 2,21-24).

 

(4) Padre en la acogida

La vida espiritual de José no nos muestra una vía que explica, sino una vía que acoge. Solo a partir de esta acogida, de esta reconciliación, podemos también intuir una historia más grande, un significado más profundo.  José no es un hombre que se resigna pasivamente. Es un protagonista valiente y fuerte.

La acogida de José nos invita a acoger a los demás, sin exclusiones, tal como son, con preferencia por los débiles, porque Dios elige lo que es débil (cf. 1 Colosenses 1,27), es «padre de los huérfanos y defensor de las viudas» (Sal 68,6) y nos ordena amar al extranjero. Deseo imaginar que Jesús tomó de las actitudes de José el ejemplo para la parábola del hijo pródigo y el padre misericordioso (cf. Luca 15,11-32).

 

San José en San Pedro de Sigüenza

 

(5) Padre de la valentía creativa

Muchas veces, leyendo los “Evangelios de la infancia”, nos preguntamos por qué Dios no intervino directa y claramente. Pero Dios actúa a través de eventos y personas. José era el hombre por medio del cual Dios se ocupó de los comienzos de la historia de la redención. Él era el verdadero “milagro” con el que Dios salvó al Niño y a su madre.  Si a veces pareciera que Dios no nos ayuda, no significa que nos haya abandonado, sino que confía en nosotros, en lo que podemos planear, inventar, encontrar.

La Sagrada Familia tuvo que afrontar problemas concretos como todas las demás familias, como muchos de nuestros hermanos y hermanas migrantes que incluso hoy arriesgan sus vidas forzados por las adversidades y el hambre. A este respecto, creo que san José sea realmente un santo patrono especial para todos aquellos que tienen que dejar su tierra a causa de la guerra, el odio, la persecución y la miseria.

 

(6) Padre trabajador

Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la «Rerum novarum»  de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.

El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no solo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?

La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!

 

(7) Padre en la sombra

El escritor polaco Jan Dobraczyński, en su libro  «La sombra del Padre», noveló la vida de san José. Con la imagen evocadora de la sombra define la figura de José, que para Jesús es la sombra del Padre celestial en la tierra: lo auxilia, lo protege, no se aparta jamás de su lado para seguir sus pasos.

Nadie nace padre, sino que se hace. Y no se hace sólo por traer un hijo al mundo, sino por hacerse cargo de él responsablemente. Todas las veces que alguien asume la responsabilidad de la vida de otro, en cierto sentido ejercita la paternidad respecto a él.

En la sociedad de nuestro tiempo, los niños a menudo parecen no tener padre. También la Iglesia de hoy en día necesita padres.  Ser padre significa introducir al niño en la experiencia de la vida, en la realidad. No para retenerlo, no para encarcelarlo, no para poseerlo, sino para hacerlo capaz de elegir, de ser libre, de salir.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 19 de marzo de 2021

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Padre mío

 

Padre mío que viniste a buscarme,

que enviaste a tu Hijo a la vida nuestra,

y se hizo hombre para ser mi amigo;

 

Señor Padre mío que estás en el cielo,

que me estás cuidando sin que lo merezca

y me estás hablando, aunque no te oiga,

 

Padre del Dios Hijo que me ha rescatado,

que me ha dado su sangre y su sufrimiento,

me ha abierto la puerta de la eterna vida.

 

Gracias Padre Dios, Señor de lo eterno,

que nos has dejado a la Virgen Madre

Señora del alma, llave de tu Reino.

 

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)

 

 

"/Un año más celebraremos la Semana Danta de manera diferente a como estamos acostumbrados. La situación sanitaria provocada por el virus nos obliga a aceptar las limitaciones de movilidad y agrupación de personas.

Si el año pasado vivimos desde nuestros hogares la Semana santa, este año la celebraremos dentro de los templos, presencial o por medio de los Medios de comunicación.

Oímos en numerosas informaciones que este año no hay Semana Santa.  Pero los cristianos sí celebraremos la Semana Santa, porque tenemos necesidad de celebrarla, y así dar sentido a nuestros sufrimientos y gozos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.

Necesitamos encontrarnos con el Señor y reencontrarnos con los hermanos. Para ello nos estamos preparando en este tiempo de cuaresma. Tendremos que renunciar a las manifestaciones públicas de fe en el exterior de los templos, tan propio de estos días por parte de las hermandades y cofradía de nuestra diócesis. Pero unidos, como hermanos, daremos sentido al sufrimiento de nuestro mundo desde la cruz del Señor e iniciaremos caminos de esperanza a la luz de la Resurrección de Cristo.

El Obispo Diocesano nos ha dado unas directrices en el decreto firmado por el pasado día 16 de febrero. Cuidar la salud en este estado de pandemia también es una exigencia y manifestación de nuestra fe. Dos cosas quiero resaltar del Decreto:

  • El valor imprescindible de celebrar la fe. Es la celebración más solemne de todo el Año litúrgico.
  • Las iniciativas y creatividad a la hora de exponer, celebrar y vivir la piedad popular con nuevos modos y maneras.

Que estos días nos sirvan para vivir unidos la fe y sentirnos con nuestra devoción miembros evangelizadores de la Iglesia.

Del 8 de diciembre de 2020 al 8 de diciembre de 2021, por decisión del Papa Francisco, toda la Iglesia vive un año santo dedicado a San José, con ocasión del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El 8 de diciembre pasado, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco convocó un año santo especial en honor de san José, el esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Lo hizo mediante la carta apostólica “Patris corde” (“Con corazón de padre”), que va a ser el hilo conductor de esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA de este viernes, día 12 de marzo, y del próximo, día 19, fiesta del santo. Hoy abordaré la primera parte de la carta apostólica josefina de Francisco y la próxima semana, los siete rasgos esenciales, las siete claves de identidad del santo, según el Papa, que es un gran devoto suyo.

 

Razón de ser de este año santo de San José

 

“Al cumplirse ciento cincuenta años (escribe Francisco) de que el beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, lo declarara como Patrono de la Iglesia Católica, quisiera —como dice Jesús— que «la boca hable de aquello de lo que está lleno el corazón». (cf. Mt 12,34), para compartir con ustedes algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”.

A continuación, el Papa explica que “este deseo ha crecido durante estos meses de pandemia, en los que podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. […] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos»”.

Y es que, añade el Papa, “todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en segunda línea tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”.

 

San José - Carmelitas Descalzas Guadalajara

 

San José en los Evangelios

 

Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió. Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mateo 13,55), desposado con María (cf. Mateo 1,18; Lucas 1,27); un “hombre justo” (Mateo 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley (cf. Lucas 2,22.27.39) y a través de los cuatro sueños que tuvo (cf. Mateo 1,20; 2,13.19.22).

El Papa Francisco subraya la condición de testigo excepcional de san José en la infancia de Jesús. Afirma textualmente: “Después de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio «no había lugar para ellos» (Lucas 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lucas 2,8-20) y de los Magos (cf. Mateo 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos”.

 

Valentía y protección

 

El Papa encomia asimismo la valentía de san José al “asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo1,21). Como se sabe, en los pueblos antiguos poner un nombre a una persona o a una cosa significaba adquirir la pertenencia, como hizo Adán en el relato del Génesis (cf. 2,19-20)”.

Junto a la valentía de san José, el Papa reflexiona sobre cómo el santo siempre ejercicio la paternidad sobre su Jesús, tanto en el cumplimiento de los deberes religiosos como protegiéndolo de los peligros, deteniéndose en cuatro escenas: la presentación del Niño Jesús en el templo, la persecución de Herodes, el regreso a Nazaret y la pérdida y el hallazgo de Jesús en el templo a los 12 años.

“En el templo, cuarenta días después del nacimiento, José, junto a la madre, presentó el Niño al Señor y escuchó sorprendido la profecía que Simeón pronunció sobre Jesús y María (cf. Lucas 2,22-35). Para proteger a Jesús de Herodes, permaneció en Egipto como extranjero (cf. Mateo 2,13-18). De regreso en su tierra, vivió de manera oculta en el pequeño y desconocido pueblo de Nazaret, en Galilea —de donde, se decía: « No sale ningún profeta» y «no puede salir nada bueno» (cf. Juan 7,52; 1,46)—, lejos de Belén, su ciudad de origen, y de Jerusalén, donde estaba el templo. Cuando, durante una peregrinación a Jerusalén, perdieron a Jesús, que tenía doce años, él y María lo buscaron angustiados y lo encontraron en el templo mientras discutía con los doctores de la ley (cf. Lucas 2,41-50)”.

 

Numerosos patronazgos

 

Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el magisterio pontificio como José, su esposo. Los Papas han profundizado en el mensaje contenido en los pocos datos transmitidos por los Evangelios para destacar su papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró patrono universal de la Iglesia Católica, como ya quedó dicho; el venerable Pío XII lo presentó como patrono de los trabajadores; y san Juan Pablo II como custodio del Redentor. Y el pueblo  fiel lo invoca como patrono de la buena muerte.

Son muy numerosas las congregaciones e instituciones religiosas puestas bajo su patrocinio. Y entre los santos que profesaron especial devoción a san José, bien merece ser mencionada santa Teresa de Jesús.

 

Objetivos del Año Santo de San José

 

Según el Papa, el objetivo principal es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución. Y añade: “En efecto, la misión específica de los santos no es sólo la de conceder milagros y gracias, sino la de interceder por nosotros ante Dios, como hicieron Abrahán y Moisés, como hace Jesús, único mediador, que es nuestro “abogado” ante Dios Padre, ya que vive eternamente para interceder por nosotros.

Los santos ayudan a todos los fieles a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. La vida de san José y la vida de los santos son pruebas concreta de que es posible vivir el Evangelio. Y se puede hacer de mil maneras distintas, también mediante el silencio y la obediencia como san José.

Por ello, apunta el Papa, ante el ejemplo de tantos santos y santas, por ejemplo, san Agustín se preguntó a sí mismo: “¿No podrás tú lo que éstos y éstas?”. Y así llegó a la conversión definitiva exclamando: “¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!”. Y  Francisco concluye su carta apostólica dedicada a san José con este deseo: “No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión”.

 

Gracias jubilares especiales

 

El Papa Francisco, a través de la Penitenciaría Apostólica, organismo del Vaticano y del Papa al servicio del perdón de los pecados y de la obtención de la gracia de Dios, ha decretado indulgencias plenarias especiales en razón del 150 aniversario de la proclamación de san José como patrono universal de la Iglesia.

 

¿Cómo hacer efectiva esta indulgencia plenaria especial para cada día del Año de San José?

 

(1) Intención expresa de recibir la gracia de esta indulgencia plenaria especial.

(2) Ejercicio de piedad y/o de caridad expreso y concreto por este motivo, que puede consistir en  (a) meditar una media hora sobre la oración del Padre Nuestro o participar en un retiro espiritual sobre san José; (b) rezar las letanías de San José o cualquier otra oración oficial dirigida a este santo.; (c) rezar en familia y/o en grupo (parroquia, comunidad) el Santo Rosario; y/o (d) llevar a cabo una obra de misericordia (espiritual o corporal), intentando que sus destinatarios sean los más necesitados y/o los más damnificados por la pandemia.

(3)  Concluir el ejercicio de piedad y/o caridad rezando el  Padre Nuestro por las intenciones del Papa y la recitación o proclamación del Credo.

(4) Y como siempre, confesión sacramental y comunión sacramental, quince días antes o quince días después, o antes si hay pecado grave.

 

San José - San Vicente de Sigüenza

 

Letanías de San José, del Papa León XIII

 

Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.

Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Santa María, ruega por nosotros.

San José, ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David,  ruega por nosotros.   

Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.  

Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.  

Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.  

Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.  

Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.  

Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.  

José, justísimo, ruega por nosotros.  

José, castísimo, ruega por nosotros.  

José, prudentísimo, ruega por nosotros.  

José, valentísimo, ruega por nosotros.  

José, fidelísimo, ruega por nosotros.  

Espejo de paciencia, ruega por nosotros.  

Amante de la pobreza, ruega por nosotros.  

Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.  

Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.  

Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.  

Sostén de las familias, ruega por nosotros.  

Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.  

Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.  

Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.  

Terror de los demonios, ruega por nosotros.  

Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.  

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,…

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,..

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,..

V.- Le estableció señor de su casa./ R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

OREMOS: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector, patrono y custodia en la tierra. Por Jesucristo Nuestro Señor.

 

Salve a San José, compuesta por el Papa Francisco

“Salve, custodio del Redentor/ y esposo de la Virgen María./ A ti Dios confió a su Hijo,/ en ti María depositó su confianza,/ contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José,/ muéstrate padre también a nosotros/ y guíanos en el camino de la vida./ Concédenos gracia, misericordia y valentía,/ y defiéndenos de todo mal. Amén”.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 12 de marzo de 2021

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