Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Hoy, 3 de mayo, antiguo fiesta litúrgica del hallazgo de la Santa Cruz, es la principal jornada festiva de la Santa y Vera Cruz de Caravaca, ahora en año jubilar

 

 

 

 

Las dos principales fiestas del santuario de Santa y Vera Cruz de Caravaca de la Cruz, en Murcia, son los días 3 de mayo y 14 de septiembre. El primero, hoy, fue durante siglos la festividad de la invención o hallazgo de la Santa Cruz; y el 14 de septiembre es la festividad de la exaltación de la Santa Cruz. Además, cada 3 de mayo, hoy, se cumplen años del milagro “fundacional” o “fundante” de la tradición de Santa Cruz de Caravaca: la aparición de esta, el 3 de mayo de 1232, para que el sacerdote Ginés Pérez Chirinos, apresado en el castillo de Caravaca, pudiera celebrar la eucaristía que le pedía el rey musulmán Ceyt Abu Ceyt. Este acontecimiento, que luego narramos con más detalle, marca el comienzo de la tradición caravaqueña, como ahora vemos.

 

 

¿Qué es el año jubilar caravaqueño?

El evento que supone el año jubilar caravaqueño tiene su base en un hecho religioso, cuya trascendencia se remonta a casi ochocientos años. La presencia de la Santísima y Vera Cruz en estas tierras desde el siglo XIII, y en la que la tradición religiosa y la fe cristiana considera depositada una astilla del lignum crucis (leño de la cruz) en que murió Jesucristo; guardada por los caballeros Templarios y, tras su desaparición, por la Orden de Santiago.

Este hecho ha supuesto el desarrollo de un culto enraizado y admitido por la Iglesia Católica, hasta el punto de asignársele por el Vaticano (siglo XVIII) el culto de latría, equivalente al tributado al Santísimo Sacramento. Esta realidad trascendió los estrictos límites geográficos locales y nacionales, convirtiéndose Caravaca de la Cruz en un punto neurálgico y de referencia religiosa, teniendo su máximo apogeo en los siglos XVI, XVII y XVIII.

La fe generada en torno a la santa reliquia propició verdaderas corrientes de peregrinación hacia su castillo santuario desde los más diversos puntos de la geografía europea, hasta tal punto que ya en pleno siglo XVI se hallaba establecido un hospital en la localidad (el del Buen Suceso). A modo de muestra del valor de las referidas peregrinaciones nos pueden servir los jubileos decretados en distintos años de los siglos XVI y XVII, con motivo de las diferentes festividades de la Cruz o la solicitud concreta que dirigía la Cofradía de la Vera Cruz en 1663 al Papa Alejandro VII, para que se pudiera admitir en la misma cofrades de cualquier lugar de España, y en la que hace referencia a los peregrinos «¿que frecuentemente concurren de toda la cristiandad a adorar a esta  santa reliquia».

 

Disposiciones de san Juan Pablo II

Ya en el siglo XX, el Papa Juan Pablo II concedió año jubilar extraordinario a Caravaca de la Cruz en 1981, al conmemorarse el 750 aniversario de la aparición de la Cruz en Caravaca. Gracia que fue nuevamente concedida a Caravaca y su Vera Cruz en 1996. Y dos años más, en 1998, se comunicaba oficialmente por parte del Vaticano la concesión de año santo en perpetuidad en torno a la Santísima y Vera Cruz de Caravaca a celebrar cada siete años, siendo el primero el 2003. De este modo, estamos en el cuarto año jubilar de Caravaca.

Entre las condiciones para ganar el jubileo figura visitar la basílica-santuario de la Santísima y Vera Cruz de Caravaca; también, participar en cualquier celebración religiosa allí, rezar un Padrenuestro, un Ave María o un credo y orar por las intenciones del Papa con la oración jubilar, amén de la confesión y comunión sacramentales.

 

“Camino a la Cruz, camino de amor”, lema de este año jubilar

Esta doble frase del lema del presente año jubilar caravaqueño, “Camino a la cruz, camino de amor”, contiene dos ideas claves. La primera parte quiere ayudarnos a redescubrir que el gran valor de la cruz de Caravaca es formar parte de la cruz de Cristo.

Y, en segundo lugar, el encuentro con la cruz a un camino de amor, a entregar la vida como Cristo. Llegar, caminar a la cruz es, pues, encuentro con Cristo y compromiso para para sus testigos mediante el amor en la vida cotidiana. La cruz es el modo propio de amor de Dios y ha de serlo también de los cristianos.

 

¿Cuál es el significado de la Cruz de Caravaca?

La cruz llegó en 1231 a esta localidad murciana, de modo milagroso, procedente de Jerusalén. Pertenecía, según la tradición, al patriarca Roberto de Jerusalén, el primer obispo de la ciudad santa, tras la primera cruzada del año 1099. La reliquia se conserva con un relicario en forma de cruz de doble brazo horizonte (de 7 y 10 centímetros) y de un vertical (de 17 centímetros).

Su emblema es la cruz, que representa la muerte y resurrección de Jesús para redimir a la humanidad, hechos que fundamentan la fe del creyente. La cruz aparece representada en un contexto cristiano desde el siglo IV. Pero también es un símbolo que encontramos -evidentemente con otros significados- en otras religiones

La Vera Cruz de Caravaca es un lignum crucis, es decir, un leño de la cruz donde murió Jesucristo. Está dentro de un relicario de doble brazo y actualmente es el emblema de la ciudad de Caravaca y uno de los símbolos cristianos más conocidos en el mundo.

Desde el siglo XIII, la tradición piadosa de la aparición milagrosa de la Vera Cruz se difunde a través de los limosneros: en 1231 gobernaba en Caravaca el sayid almohade Ceyt Abu Ceyt. Se cuenta que entre sus prisioneros se encontraba Ginés Pérez Chirinos, un sacerdote cristiano. La curiosidad del reyezuelo musulmán acerca del sentido de la eucaristía, le llevó a preparar todo lo necesario para que el sacerdote la celebrara en su presencia. Al poco de comenzar, Ginés se percató que no había ningún crucifijo en el altar. En ese momento, aparecieron dos ángeles que portaban una cruz de doble brazo. Tras este hecho milagroso, el sayid, el rey, se convirtió al cristianismo.

 

Órdenes militares, expansión misionera, ilustres peregrinos

Esta tradición ha marcado la trayectoria histórica de la ciudad, custodiada durante siglos por las órdenes militares del Temple y Santiago.

La Vera Cruz, sus milagros y los testimonios de los peregrinos adquirieron fama en Europa y América. Jesuitas, franciscanos y carmelitas la utilizaron como emblema de la evangelización: desde California a Tierra de Fuego, desde el Caribe hasta las misiones guaraníes de Brasil. La encontramos también en lugares tan lejanos como Filipinas, Polonia, Italia o Hungría.

La presencia de peregrinos está perfectamente constatada desde la Edad Media, particularmente desde el siglo XIV. Así, en las indulgencias del Papa Clemente VII, en 1392, afirma que "a la Capilla de la Santa Cruz de dicho Real Castillo concurre gran cantidad de los mismos fieles que vienen de lejanas partes".      En los siglos XV y XVI consta la existencia de tres hospitales que reservaban camas para peregrinos. Igualmente, podemos confirmar gran cantidad de testimonios de peregrinos, entre ellos, el rey Fernando el Católico o san Juan de la Cruz. Siglos después, en diciembre de 2002, peregrinó a Caravaca de la Cruz el entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, Josep Ratzinger, que, dos años y medio después, sería el Papa Benedicto XVI.

 

Peregrinación a Caravaca de la Cruz del 1 al 4 de julio

Del lunes 1 al jueves 4 de julio, discurrirá un nuevo cultural y religioso de la Asociación de Amigos de la Catedral de Sigüenza, con salidas desde Sigüenza, Guadalajara y Madrid. El destino será Caravaca de la Cruz, con ocasión del presente año jubilar de la Cruz de Caravaca. También se visitarán con detenimiento las ciudades de Valencia y de Murcia. El precio por persona del viaje es de 595 euros. Se puede ampliar información en los teléfonos 670 39 9161 y 949 390655.

Esta iniciativa viajera, cultural y religiosa, una de las más veteranas y populares de la diócesis, nació en 1990. Hasta ahora ha habido 74 viajes, con destinos a 37 países distintos de 4 continentes y a la práctica totalidad peninsular de España. El número de viajeros asciende a día de hoy a 3.787 participantes.

 


 

La Marcha Diocesana a Barbatona será el domingo 12 de mayo

 

Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante” (Jn 10, 10) es la frase elegida como lema para la ya 58 Marcha Diocesana a Nuestra Señora de la Salud de Barbatona. La intención orante de la Marcha será por el obispo y por el sínodo. Será, como es fecha tradicional, el segundo domingo de mayo, este año, día 12. Comenzará a las 9 horas con la bendición de peregrinos en el atrio de la catedral.

Tras dos horas de marcha orante a pie, a las 11 horas será la misa en la explanada del pinar de Barbatona. Todo ello presidido por nuestro obispo don Julián Ruiz Martorell, en su primera Marcha a la Virgen de la salud de Barbatona, cuyo santuario que ya visitó en la víspera de su toma de posesión.

Habrá también misas el sábado 11 a las 20 horas y el domingo 12 a las 13 y a las 18:30 horas. Por la tarde, adoración eucarística en el templo parroquial de 14 a 16:30 horas y de 17 a 18 horas, en el santuario, vigilia de oración juvenil, vocacional y sinodal.

         En las ofrendas estarán representadas las parroquias de Chiloeches, Balconete-Archila-Tomellosa, San Pascual Baylón y San Diego de Guadalajara, Tórtola de Henares, Corduente, Mondéjar y las unidades pastorales de Imón y Palazuelos y del Ato Tajo.

También presentarán ofrendas las Carmelitas del Sagrado Corazón de Humanes y de Guadalajara, la Cofradía de San Vicente de Sigüenza, la Hermandad de la Virgen de la Luz de Almonacid de Zorita, Servidores del Evangelio de la Misericordia y Misioneras Scalabrinianas de San Carlos Borromeo, así como la parroquia de Nuestra Señora de la Granada de Madrid.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 3 de mayo de 2024

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Castellana de Cristo

 

Creí, más fue infundada mi creencia.
Pensé, pero fue errado el pensamiento.
Sentí, más fue confuso el sentimiento.
Juzgué, pero fue incierta mi conciencia.

Razoné, mas vagué en mi entendimiento.
Convine, y descarrié mi conveniencia.
Entendí y se engañó mi inteligencia.
Cavilé hasta perder casi el aliento.

Forjé dogmas de encubierto misterio.
Rasgué velos de secreto en criterio.

Sentí el sentimiento igual falseaba,
juzgué inviable aquello que pensaba.

Deslumbrado al fin fui por Jesucristo.
Cavilé y entendí: eras la luz, Cristo.

Y sobre tu mensaje aprendo el mínimum.
Santo y excelso sea la senda del Espíritu

 

Juan Pablo Mañueco

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

 

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

La Vera Cruz de Caravaca, en año jubilar, desde el 7 de enero al próximo 12 de enero: el cielo que desciende a la tierra en la cruz que es y se hace Eucaristía

 

 

 

 

A 60 kilómetros de la capital, en el nordeste de la región de Murcia, se halla Caravaca de la Cruz, a 625 metros sobre el nivel del mar. Próximo a su término municipal discurre el río Argós, de la cuenca del Segura, que fecunda esta tierra fértil de huertas, flores y hortalizas, cuales nuevos leche y miel.

Encaramado sobre una pequeña montaña se eleva el corazón de esta ciudad de más de 25.000 habitantes. Es su castillo y alcázar. Es su monte Calvario. Es la casa y el santuario de la Vera y Santa Cruz. Desde hace ocho siglos ha sido y sigue siendo su faro y su guía. Su mayor reclamo. Y su gloria para siempre.

Caravaca de la Cruz celebra año santo y jubilar desde el pasado 7 de enero y hasta el próximo 12 de enero. Fue el Papa san Juan Pablo II quien, el 9 de enero de 1998, declaró a Caravaca de la Cruz “ciudad santa” e instituyó a perpetuidad, cada siete año, el año jubilar de Cruz de Caravaca, estableciendo que el primero de estos años jubilares fuera en 2003. De este modo, estamos en el cuarto año jubilar de Caravaca. Camino a la Cruz, camino de amor es su lema.

 

 

Una cruz para el pecho, junto al corazón

La cruz de Caravaca es un "lignum crucis", esto es, un madero de la cruz de Cristo, conservado en un relicario con forma de cruz, de doble brazo horizontal y de uno vertical. La cruz llegó en 1231 a esta localidad murciana, de modo milagroso, procedente de Jerusalén. Pertenecía, según la tradición, al patriarca Roberto de Jerusalén, el primer obispo de la ciudad santa, tras la primera cruzada del año 1099. La reliquia se conserva con un relicario en forma de cruz de doble brazo horizonte (de 7 y 10 centímetros) y de un vertical (de 17 centímetros).

La dimensión del relicario corresponde, como es lógico, al tamaño que originariamente tenía la madera -el "lignum crucis"- guardada en el interior. No debe, pues, confundirse el relicario exterior con la reliquia interior, que es el verdadero objeto de culto y de amor de los fieles.

La procedencia de la cruz es inequívocamente oriental. No es una cruz latina u occidental de un solo brazo horizontal. No es tampoco la cruz en forma de "Tau", ni la cruz griega o "quadrata" de cuatro partes iguales, producidas al cruzarse los dos brazos, horizontal y vertical, en la mitad de su longitud. Es una cruz en forma pectoral y sus proporciones permiten al devoto llevar una réplica colgada en el pecho y cerca del corazón.   

Sobre el "lignum crucis", la devoción de los siglos ha ido dejando expresiones hermosas de su significado como el remate del INRI en la parte superior y la corona de espinas con los anagramas de JHS y de María MV.

 

La aparición milagrosa

De modo misterioso, apareció esta cruz en el alcázar de Caravaca. Fue el 3 de mayo de 1232. El territorio estaba ocupado bajo dominación islámica. El rey musulmán Ceyt Abu Ceyt, que entonces reinaba en Murcia, quería saber de un sacerdote católico, apresado en el alcázar, qué era ser sacerdote y qué era celebrar la Eucaristía. El sacerdote, llamado Ginés Chirinos, le explicó al monarca que la Eucaristía era la prescripción más sagrada, elevada y sublime de la fe cristiana, instituida por Jesucristo en la Última Cena. Ginés Chirinos le explicó también al rey musulmán que en la Eucaristía el pan y el vino se convertían en el Cuerpo y en la Sangre de Cristo, "cuerpo de Dios puro y verdadero". Para ello, el sacerdote debe revestirse de las santas vestiduras, como Cristo, y pronunciar las mismas palabras que Él pronunció en la Ultima Cena.

Ceyt Abu Ceyt quedó tan profundamente interesado por ello que quiso asistir a una misa. Mandó traer el pan y el vino, las vestiduras sagradas y todo lo necesario para la celebración eucarística, tal y como había indicado el sacerdote. Cuando la misa iba a empezar, Ginés Chirinos se dio cuenta de que faltaba una cosa: la cruz, que debía estar sobre el altar para la celebración. Indicó su ausencia y trazó con sus dedos la figura de una cruz. Al instante, el rey, le dijo lleno de asombro, percatándose de una cruz había aparecido de súbito: "¿Es eso que está sobre el altar?". Ginés Chirinos dirigió, de nuevo, su mirada al altar y vio cómo, en efecto, allí estaba plantada una cruz, la vera cruz de Caravaca. El misterio -el milagro- se había producido, cargado además de fuerza, de mensaje y de simbolismo: no hay Eucaristía sin Cruz, la Cruz es la Eucaristía, el sacerdote es el hombre de la Cruz y de la Eucaristía.

 

El cielo se hace presente en la tierra

La cruz de Caravaca es así un poderoso signo del "corazón", del nervio central, de la esencia de la fe cristiana: Jesucristo, en la Cruz y en la Eucaristía, hace presente el cielo en la tierra. Abre el cielo el palo vertical de la cruz- para que éste venga a la tierra -el palo horizontal- y se una, se estreche y se abrace en Él y en el sacerdote, "alter Christus".

Con las palabras de la consagración eucarística, a imagen y a memoria de Jesucristo, el sacerdote transforma cosas y realidades terrenas como el pan y el vino en un misterio divino. La Eucaristía y la Cruz ponen en comunicación permanente, en diálogo de amor y de fecundidad, a Dios con el hombre, al cielo con la tierra.

La Cruz y la Eucaristía nos enseñan a mirar por encima de las cosas terrenas de la vida cotidiana, por encima de las imágenes habituales de nuestra sociedad, llena de imágenes y de iconos. Nos previenen además de la ceguera del corazón, que no ve ya sino lo contingente, lo pasajero y lo externo. Nos abren a la mirada del cielo, que fue precisamente para lo que y por lo que Jesús tomó la cruz sobre sí.

"Él lleva nuestras oscuridades, nuestros dolores, para que se abran nuestros ojos, para que lleguemos al camino que nos lleva a la alegría de Dios. Mirar a Jesús significa dirigir la mirada a la alegría de Dios, aprendiendo de Jesús que precisamente la renuncia y el dolor nos llevan al camino de la verdadera alegría", recordada en su visita a Caravaca de la Cruz, en diciembre de 2002, el cardenal Ratzinger, antes de ser elegido, pues, papa.

 

Cruz para la Eucaristía, Eucaristía que es Cruz redentora

Y Jesús realizó y consagró este plan de salvación y de vida nueva cargando con la cruz, muriendo en ella, resucitando desde ella. En Caravaca en 1232 se hizo misteriosa y milagrosamente presente un trozo de esta cruz para posibilitar la celebración de la Eucaristía.

"Los milagros exteriores –según también el cardenal Ratzinger- no se repiten y tampoco son lo esencial. Pero el milagro interior sucede en la Eucaristía siempre de nuevo: la Cruz del Señor se hace, en realidad, presente. La misa no es sólo un banquete; en ella el misterio de la cruz, está en medio de nosotros. El sacrificio de Cristo en la cruz simplemente al pasado… Ese acto es el que rasgó el velo del templo, el que partió en dos el muro que separaba a Dios y al mundo. En la entrega de Jesús, su humanidad se hace amor, y así se unen Dios y el hombre… Esta es la grandeza de la Santa Cruz. Esta es la grandeza de la Eucaristía”.

Y añadía quien después fuera Papa Benedicto XVI: “La redención se hace presente porque el amor crucificado se hace presente. Todo amor humano tiene que ver con la cruz: con la renuncia de uno mismo, con la donación de uno mismo. Solo el que se pierde se encuentra. Tenemos que aprender de nuevo esta grandeza de la Eucaristía y de la Cruz… La Cruz, a la que remite la Eucaristía y cuyo signo exterior es la Santa Cruz de Caravaca, es la fuerza santa con la que Dios golpea nuestros corazones y nos despierta".

 

Peregrinos de la Cruz y de la Eucaristía

La vida es una peregrinación. Es una peregrinación hacia Cristo, monte de la salvación. Caravaca de la Cruz es también una montaña, que indica y señala el verdadero y definitivo monte de la salvación, que son la Cruz y la Eucaristía. Caravaca de la Cruz, como tantos otros lugares de nuestra Iglesia, es meta de peregrinaciones y de peregrinos, pero no la meta final, que solo es Cristo. Como toda peregrinación, el camino de Caravaca de la Cruz es camino de ida y de vuelta.

Por ello, para ser peregrinos de Caravaca hay que ir pertrechos y solidarios de la cruz nuestra de cada día y nutridos de la Eucaristía. Este es su camino de ida. ¿Y su camino de vuelta? Su camino de vuelta será, tras contemplar y adorar la Cruz y recibir y amar la Eucaristía, el camino del testigo y del servidor de la Cruz y de la Eucaristía. Un testimonio y un servicio transidos de ofrenda, de transformación, de humildad y de amor.

El verdadero peregrino de Caravaca, peregrino de la Cruz y de la Eucaristía, será aquel que ofrece el pan y el vino de su quehacer y de su herida, en solidaridad con todo el trabajo y con todo el dolor de la humanidad, y que, en el ara de la Eucaristía, se transforma, por la fuerza y la gracia de lo Alto, en intermediario entre el cielo y la tierra y en instrumento del Amor.

Sí, del Amor de la Cruz y de la Eucaristía, que son siempre el Cuerpo y la Sangre de Cristo y el pan y el vino partido y repartido para una humanidad inquieta que ha de descubrir que el cielo, que no puede esperar, se halla entre los brazos extendidos en la Cruz por Jesucristo, que abrazan cielo y tierra, y que en la Eucaristía que se nos dan y se nos quedan para siempre como presencia del Dios que pone su morada de amor entre nosotros.

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 26 de abril de 2024

Eduardo Marques Almeida

(Conferência Santa Margarida Maria)

 

 El artículo del autor está disponible en los idiomas castellano, portugués, francés, e inglés. ↓

 

 

 

A veces tenemos la impresión de que Jesús se nos presenta de la misma manera, con el "mismo rostro".  Les invito a que estén atentos para percibirlo cada vez que te encuentres con Él en tu oración, en tu visita a los pobres, en tu trabajo, en tu estudio, en tu familia o con tus amigos.  Puede ser que se les muestre diferente en cada situación.

 

Como sólo los místicos tienen la capacidad de ver a Cristo cara a cara, sólo podemos percibir cómo interactúa con nosotros en todas estas situaciones, a través de nuestra imaginación.  Santa Teresa de Ávila, por ejemplo, solía ver a Jesús con los ojos del alma de muchas maneras: sólo sus manos, sólo su rostro, todo su cuerpo, sin imagen (sólo sintiendo su presencia junto a ella), en éxtasis (con Jesús levantando físicamente el cuerpo de la Santa, en levitación).  Cada vez, ella sabía cuándo se trataba de una visión imaginaria o cuándo era real; igualmente, sabía cuándo era el Señor mismo quien se hacía sentir, o cuándo era obra del demonio para engañarla.

 

En el Evangelio, se presenta de diferentes maneras a sus amigos y discípulos.  Una vez, Jesús, caminando sobre el agua, fue confundido con un fantasma por los apóstoles; incluso después de la frase que repitió muchas veces durante su vida ("no tengáis miedo, soy yo"), los apóstoles seguían teniendo dudas y Pedro le pidió que le hiciera caminar sobre el agua, como "prueba de identidad" (Mt 14,25-30).

 

En otro encuentro, ocho días después de su resurrección, Jesús se dirigió a donde estaban los apóstoles y les dijo: "la paz esté con vosotros".  Ciertamente se presentó de un modo distinto al habitual, porque entró en la habitación con la puerta cerrada (Jn 20,26).

 

Es interesante cómo Jesús también se nos muestra de diferentes maneras, según la situación en la que nos encontremos.  Cuando le pedimos un milagro para la salud de un familiar o de un amigo íntimo, vemos a Cristo, médico de cuerpos y de almas, muy cerca de nosotros, comprendiendo nuestro sufrimiento y nuestra necesidad.

 

Cuando Jesús nos regala un milagro de curación, vemos a un Jesús sonriente, compartiendo con nosotros nuestra alegría, mostrando que es capaz de hacer lo que nadie más podría, ningún médico.

 

Cuando, en misa, vemos al Cristo eucarístico, presente en un trozo de pan, queriendo ser nuestro alimento, entrando físicamente en nuestro ser, para ocupar el espacio de nuestro corazón, de nuestra alma, él se presenta como nuestro salvador.

 

Cuando pedimos algo a Jesús y no nos lo da, a veces no podemos verlo porque, quizá con razón, nos quedamos tristes porque no cumplió nuestra petición en el momento y de la manera que queríamos.  A menudo, más tarde, nos damos cuenta de que el plan de Jesús era mucho más inteligente que el nuestro y, si no recibimos la gracia, fue por nuestro bien o por el bien de nuestros seres queridos.  Jesús se nos aparece como un maestro, un sabio que ve mucho más allá de nosotros.

 

Cuando vamos a casa de un Pobre, vemos a Jesús en el rostro mismo de la persona que visitamos, sentimos como si la casa fuera suya, de Cristo.  Se nos aparece como el que tiene misericordia de los Pobres y nos pide que compartamos lo que tenemos o lo que somos, como pidió a los apóstoles que hicieran en el milagro de la multiplicación de los panes (Mt 14,13-21).

 

No siempre conseguimos ver, o tener la impresión de ver, los distintos rostros de Jesús en nuestra vida cotidiana.  Pero podemos, en cada situación en la que nos encontramos, mostrar su rostro de resucitado, de salvador, de médico, de maestro, de pobre y, siempre… de misericordia infinita.

 

Ser el rostro de Jesús y mirar a través de sus ojos nos pone en unión con Él, integra nuestra alma con la suya y nos transforma en verdaderos evangelizadores con la palabra y el ejemplo.

 

Eduardo Marques Almeida

Conferência Santa Margarida Maria

Rio de Janeiro, Brasil

 

 

 

Os muitos rostos de Jesus

Às vezes, temos a impressão de que Jesus se apresenta a nós da mesma forma, com o “mesmo rosto”.  Eu convidaria você a estar atento ou atenta a, talvez, percebê-Lo a cada vez que você O encontra na sua oração, na sua visita ao Pobre, no seu trabalho, em seu estudo, em sua família ou com os seus amigos.  Pode ser que Ele se apresente diferente em cada situação. 

 

Como só os místicos têm a capacidade de ver o Cristo face a face, só podemos perceber como Ele interage conosco em todas estas situações, através de nossa imaginação.  Santa Teresa d´Ávila, por exemplo, via com os olhos da alma Jesus de muitas formas: só as mãos, só o rosto, todo o corpo, sem imagem (só sentindo a presença ao lado), em êxtase (com Jesus levantando fisicamente o corpo da Santa, em levitação).  Em todas as vezes, ela sabia quando era uma visão imaginária ou quando era real; igualmente, sabia quando era o próprio Senhor que se fazia sentir, ou, quando era obra do demônio, para enganá-la.

 

No Evangelho, Jesus se apresenta de diversas formas aos seus amigos e discípulos.  Uma vez, andando sobre as águas, foi confundido com um fantasma, pelos apóstolos; mesmo depois da frase que Ele repete muitas vezes durante sua vida (“não tenham medo, sou eu”), os apóstolos ainda tiveram dúvida e Pedro pede a Ele que o faça andar sobre as águas, como uma “prova de identidade” (Mt 14, 25-30).

 

Outra vez, oito dias depois de sua ressurreição, Jesus vai aonde estavam os apóstolos, e diz “a paz esteja convosco”.  Certamente, Ele se apresentou de forma diferente do habitual, porque entrou na sala com a porta trancada (Jo 20, 26).

 

É interessante como Jesus se mostra a nós também de formas diferentes, de acordo com a situação em que nos encontramos.  Quando pedimos a Ele um milagre da saúde de um parente, ou um amigo próximo, vemos o Cristo médico de corpos e de almas, muito perto de nós, entendendo nosso sofrimento e a nossa necessidade.

 

Quando Jesus nos dá um milagre de cura, vemos um Jesus sorridente, compartilhando conosco a nossa alegria, mostrando que Ele é capaz de fazer o que ninguém mais poderia, nenhum médico.

 

Quando, na missa, vemos o Cristo eucarístico, presente em um pedaço de pão, querendo ser alimento nosso, entrando fisicamente em nosso ser, para ocupar o espaço de nosso coração, de nossa alma, Ele se apresenta como nosso salvador.

 

Quando pedimos algo a Jesus que Ele não nos concede, às vezes não conseguimos vê-Lo, porque, talvez com razão, estamos tristes porque Ele não nos atendeu no momento e da forma que queríamos.  Muitas vezes, mais tarde, entendemos que o plano de Jesus era muito mais inteligente do que o nosso e, se não recebemos a graça, era para o nosso bem ou do bem de nossos queridos.  Jesus nos aparece como um mestre, um sábio que vê muito adiante de nós.

 

Quando vamos à casa de uma pessoa pobre, vemos Jesus no próprio rosto da pessoa que visitamos, sentimos como se a casa fosse dele mesmo, do Cristo.  Ele nos aparece como o que tem misericórdia dos Pobres e nos pede para que repartamos o que temos ou o que somos, como pediu aos apóstolos que fizessem, no milagre da multiplicação dos pães (Mt 14, 13-21).

 

Nem sempre nós conseguimos ver, ou ter a impressão de ver, os diferentes rostos de Jesus no nosso dia a dia.  Mas podemos sim, em cada situação em que nos encontramos, mostrar o Seu rosto de ressuscitado, de salvador, de médico, de mestre, de Pobre e, sempre... de misericórdia infinita.

 

Ser o rosto de Jesus e olhar através de seu olho, nos coloca em união com Ele, integra a nossa alma à sua e nos transforma em verdadeiros evangelizadores da palavra e do exemplo.

 

 

Eduardo Marques Almeida

Conferência Santa Margarida Maria

Rio de Janeiro, Brasil

 

 

Les multiples visages de Jésus

 

Parfois nous avons l'impression que Jésus se présente à nous de la même manière, avec le "même visage".  Je vous invite à être attentifs à chaque fois que vous le rencontrez dans votre prière, dans votre visite aux pauvres, dans votre travail, dans votre étude, dans votre famille ou avec vos amis.  Il peut se présenter différemment.

 

Comme les mystiques ont la capacité de voir seuls le Christ face à face, nous aussi, pouvons réaliser, comment il interagit avec nous, dans toutes ces situations qu'à travers notre imagination. 

 

Sainte Thérèse d'Avila, par exemple, a vu Jésus plusieurs fois, avec les yeux de son âme de nombreuses façons :  Ses mains, Son visage, Son corps, sans image (sentant simplement Sa présence à côté d'elle), en extase (avec Jésus soulevant physiquement Son corps, en lévitation).  Elle le savait chaque fois qu’il s'agissait d'une vision imaginaire ou réelle, de même, elle le savait quand c'était le Seigneur Lui-même qui se faisait sentir, ou alors lorsque c'était l'œuvre du diable pour la tromper.

 

Dans l'Évangile, Jésus se présente de différentes manières à ses amis et ses disciples.  Une fois, en marchant sur l'eau, il est pris pour un fantôme par les apôtres ; malgré la phrase qu'il répétait plusieurs fois au cours de sa vie ("n'ayez pas peur, c'est moi"), les apôtres avaient encore des doutes et Pierre lui demandait de le faire marcher sur l'eau, comme une "preuve d'identité" (Mt 14,25-30).

 

De nouveau, huit jours après sa résurrection, Jésus se rend à l'endroit où se trouvaient les apôtres et leur dit : "La paix soit avec vous".  Il s'est certainement présenté d'une manière différente que d'habitude, car il est entré dans la pièce dont la porte était fermée à clé (Jean 20,26).

 

Il est intéressant de constater que Jésus se montre également à nous de différentes manières, en fonction de la situation dans laquelle nous nous trouvons.  Lorsque nous lui demandons un miracle pour la santé d'un parent ou d'un ami proche, nous voyons le Christ, médecin des corps et des âmes, très proche de nous, comprenant notre souffrance et notre besoin.

 

Lorsque Jésus nous donne un miracle de guérison, nous voyons un Jésus souriant, partageant notre joie avec nous, montrant qu'il est capable de faire ce que personne d'autre ne pourrait le faire, même si c’est un médecin.

 

Lorsque nous sommes à la messe, nous voyons le Christ eucharistique, présent dans un morceau de pain, voulant être notre nourriture, entrant physiquement en nous, pour occuper l'espace de notre cœur, de notre âme.  Il se présente alors comme notre Sauveur.

 

 

 

Lorsque nous demandons quelque chose à Jésus et qu'il ne nous le donne pas, il arrive que nous ne le voyions pas car nous sommes tristes qu'il n'ait pas exaucé notre demande au moment opportun et de la manière que nous souhaitions.  C’est ainsi que plus tard, nous nous rendons compte que le plan de Jésus était beaucoup plus intelligent que le nôtre et que, si nous n'avons pas reçu la grâce, c'était pour notre bien ou celui de nos proches.  Jésus nous apparaît alors comme un maître, un sage qui voit plus loin que nous.

 

Lorsque nous nous rendons dans la maison d'un pauvre, nous voyons Jésus dans son visage, nous avons l'impression que sa maison est celle du Christ qui a pitié de ses souffrances car la maison du pauvre est le tabernacle de Jesus.  Il nous demande de partager avec lui, ce que nous avons ou ce que nous sommes, comme Il l'a demandé aux apôtres lors du miracle de la multiplication des pains (Mt 14, 13-21).

 

Nous ne parvenons pas toujours à voir ou à avoir l'impression de voir, les différents visages de Jésus dans notre vie quotidienne.  Mais nous pouvons, dans chaque situation où nous nous trouvons, découvrir Son visage de Ressuscité, de Sauveur, de médecin, d'enseignant, de pauvre enveloppé d’une infinie Miséricorde.

 

Être le visage de Jésus et regarder à travers Ses yeux nous met en union avec Lui, intègre notre âme à la sienne et nous transforme en véritables évangélisateurs par la parole et l'exemple.

 

Eduardo Marques Almeida

Conférence St Margaret Marie

Rio de Janeiro, Brésil

 

 

 

The many faces of Jesus

 

Sometimes we have the impression that Jesus always presents himself to us in the same way, with the "same face".  I would invite you to be attentive to note him each time you meet him in your prayer, in your visit to the poor, in your work, in your study, in your family or with your friends.  He may appear differently in each situation.

 

As only the mystical persons can see Christ face to face, we can only perceive how he interacts with us in all these situations through our imagination.  St. Teresa of Avila, for example, saw Jesus with the eyes of her soul in many ways: just his hands, just his face, his whole body, without an image (just feeling his presence next to her), in ecstasy (with Jesus physically lifting her body, in levitation).  Each time, she knew if it was an imaginary vision or if it was real; equally, she knew when it was the Lord himself who was making himself felt, or if it was the work of the devil to deceive her.

 

In the Gospel, Jesus presents himself in different ways to his friends and disciples.  Once, walking on water, he was mistaken for a ghost by the apostles; even after he said the phrase he repeated many times during his life ("don't be afraid, it's me"), the apostles still had doubts and Peter asked him to make him walk on water, as a "proof of identity" (Matthew 14:25-30).

 

Eight days after his resurrection, Jesus went to where the apostles were and said, "Peace be with you".  He certainly presented himself in a different way than usual, because he entered the room with the door locked (John 20:26).

 

It's interesting how Jesus also shows himself to us in different ways, depending on the situation we find ourselves in.  When we ask him for a miracle of health for a relative or a close friend, we see Christ, the medical doctor of bodies and souls, very close to us, understanding our suffering and our need.

 

When Jesus gives us a miracle of healing, we see a smiling Jesus, sharing our joy with us, showing that he is able to do what no one else could, no doctor.

 

When, at Mass, we see the Eucharistic Christ, present in a piece of bread, wanting to be our food, physically entering our being, to occupy the space of our heart, of our soul, he presents himself as our savior.

 

When we ask Jesus for something and he doesn't give it to us, sometimes we can't see him because, perhaps rightly, we're sad that he didn't answer us at the time and in the way we wanted.  Often, later, we understand that Jesus' plan was much more intelligent than ours and, if we didn't receive the grace, it was for our own good or for the good of our loved ones.  Jesus appears to us as a teacher, a sage who sees far ahead of us.

 

When we go to a poor person's house, we see Jesus in the very face of the person we are visiting, we feel as if the house is his, Christ's. He appears to us as the one who has mercy on the Poor and asks us to share what we have or what we are, as he asked the apostles to do in the miracle of the multiplication of the bread (Matthew 14:13-21).

 

We don't always manage to see, or have the impression of seeing, the different faces of Jesus in our daily lives.  But we can, in every situation we find ourselves in, show his face as the savior, the medical doctor, the teacher, the poor man and, always… of infinite mercy.

 

Being the face of Jesus and looking through his eyes puts us in union with him, integrates our soul with his and transforms us into true evangelizers by word and example.

 

Eduardo Marques Almeida

St. Margaret Mary Conference

Rio de Janeiro, Brazil

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