Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

En la sede del arzobispado de Toledo del 19 de marzo al 10 de junio y en el contexto del congreso eucarístico de esta diócesis del próximo mes de junio

 

 

 

 

El martes 19 de marzo se inauguró una nueva exposición de arte contemporáneo en el arzobispado de Toledo, dedicada a la figura de Cristo en el misterio de la eucaristía, en las salas de la calle Trinidad, 1, frente a la catedral primada.

Con el título VIVO. Cristo: Pasión + Vida + Corazón, la Delegación de fe y cultura del arzobispado toledano propone un recorrido por el misterio de la eucaristía, memorial de la pasión, muerte y resurrección de Cristo, a través de más de 100 obras contemporáneas, en diálogo con algunas piezas del patrimonio conventual de la ciudad.

 

 

Horario, comisaría, patrocinio

La exposición permanecerá abierta hasta el 10 de junio, con un amplio horario de lunes a domingos de 11 a 19 y viernes y sábados de 11 a 21 horas. Esta exposición forma parte de las actividades que organiza la archidiócesis de Toledo con motivo del Congreso Eucarístico Diocesano, que tendrá lugar del 5 al 8 de junio de 2024, en las sedes de Torrijos, Oropesa, Toledo y Camuñas.

La exposición ha sido preparada y es ahora coordinada por Pilar Gordillo Isaza, delegada episcopal de Fe y Cultura con la participación, en el diseño gráfico y montaje de sala, de los artistas toledanos Carlos Galván y Carolina Espejo. Cuenta con el patrocinio de la Consejería de Cultura de la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha, la Diputación Provincial de Toledo y el Ayuntamiento de la ciudad.

 

Cinco ámbitos expositivos, 40 artistas contemporáneos

El misterio central (pasión, muerte y resurrección) y todo ello representado y presente en la eucaristía es el eje de la exposición y el que ilustra sus cinco ámbitos expositivos: Santa Cena, Pasión de Cristo, Muerte, Resurrección y Sagrado Corazón.  Los escritos de san Juan de Ávila (1499-1560), gran amante y divulgador de la eucaristía, guían la exposición, acompañados de melodías musicales que ayuda a penetrar en estos profundos misterios de la fe.

Entre los más 40 artistas participantes, se halla figuras renombradas en el panorama nacional actual como José Manuel Ballester, Javier Viver, Santiago Ydáñez o César Barrio, junto con jóvenes artistas amateur, algunos estudiantes de Bellas Artes, cuyas obras aquí presentadas son el trabajo de fin de carrera o fin de master.

Y este es el elenco completo de los artistas contemporáneos presentes en la exposición: Javier Viver, Santiago Ydáñez, José Manuel Ballester, César Barrio, Matilde Olivera, David López, Alberto Guerrero, Nicolás de Maya, Diana García Roy, Javier Martínez Pérez, Teresa Guerrero Serrano, Jesús Sáenz, Juan Ramón Martín, Jesús Zafra, Víctor Pulido, Luis Martín de Vidales, Mariano Guerrero Corrales, Vicente Molina Pacheco (O.P.), Amalia Parra, María Tarruella Oriol, Adriana Torres Silva, Dalila del Valle, Carlos Galván,  Constanza López Schlichting, Inés Azagra, Rodrigo Zaparaín, Paco Paso, Margarita Sanz de Andino, Pedro Quesada, Jesús Carrasco, Pedro Montserrat, Matoya Martínez-Echevarría, Lirios Doménech Bardisa,  Susana Alamán, Carolina Espejo,  Magui Rebollo, Ana Belén Vidal, Elena Egea, Valentina Mattern, Sara Bargueño, Catalina Orart y Karel Rodríguez Fernández.

 

Santa Cena, Pasión, Muerte

La exposición se inicia con la sala, pintada en gris, dedicada a la Santa Cena presidida por la gran instalación del murciano Nicolás de Maya, que recrea el paso procesional ejecutado por Francisco Salzillo en el siglo XVIII.

Las esculturas de Cristo de Javier Martínez y Teresa Guerrero, ambos profesores de escultura en la Universidad Complutense de Bellas Artes, ocupan un lugar muy destacado en la sala de la Pasión, sala pintada en rojo, junto con la triple interpretación del Crucificado como principio de luz, espejo de la verdad y fuente de vida, del valenciano David López, el primer artista español galardonado con la Medalla de las Academias Pontificias del Vaticano.

La sala de la Muerte está presidida por una gigantesca cruz, interpretación de la cruz de Velázquez, del fotógrafo, Premio Nacional de Fotografía, José Manuel Ballester. El color de la pintura de esta tercera sala es el negro.

 

Resurrección y Sagrado Corazón

Una imagen popular de Jesucristo resucitado centra la sala dedicada a la resurrección, sala pintada en blanco. Además de esta imagen, hay otras representaciones ya más figurativas de Jesús resucitado.

Y en el ámbito dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, también con pintura blanca en sus paredes, se presenta el proyecto del escultor Javier Viver: el Sagrado Corazón más grande del mundo, que, con sus 35 metros de altura, presidirá el área de Boadilla del Monte (Madrid).

 

 

Este domingo, 21 de abril, Jornadas Vocacionales

Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada Misionera de las Vocaciones Nativas

 

Pasado mañana, domingo 21 de abril de 2024, será el cuarto domingo de Pascua, domingo del Buen Pastor, Jornada mundial de Oración por las Vocaciones y Jornada misionera de las vocaciones nativas.

La Jornada Mundial de Oración por las Vocaciones del domingo cuarto de pascua, el domingo del Buen Pastor, fue instituida en 1964 por el Papa san Pablo VI. Por su parte, la jornada misionera de las Vocaciones Nativas es una de Obras Misionales Pontificias, la llamada Obra de San Pedro Apóstol.  Fue creada por en 1889 por Juana Bigard y Estefanía Cottin de Bigard (una hija y su madre, francesas de Normandía), tras recibir una carta de un obispo misionero en Asia, solicitando ayuda económica para formar vocaciones.

 

Jornada unitaria, objetivos propios de cada jornada, lema

Aunque se celebran el mismo día, cada jornada (oración por las vocaciones y vocaciones nativas) mantiene sus objetivos. La Jornada de oración por las vocaciones invita a todos, especialmente a los jóvenes, a interrogarse sobre su vocación y a la comunidad cristiana, a acompañar y rezar por ellas. La Jornada de vocaciones nativas busca sostener las vocaciones de especial consagración que surgen en los territorios de Misión, para que ninguna de ellas se quede frustrada por falta de recursos. Para ello, además de la oración, promueve la colaboración económica.

“Hágase tu voluntad: todos discípulos, todos misioneros” es el lema de la jornada vocacional del este domingo. Llamados a sembrar la esperanza y a construir la paz es el tema abordado por el Papa Francisco en su mensaje para esta jornada.

 

Actividades vocacionales diocesanas

Nuestra diócesis tendrá mañana, sábado 20 de abril, víspera de esta jornada, el Festival de Canción Vocacional, en el seminario de Guadalajara, desde las 16:30 horas. Nacido en 1982 y con gran éxito durante muchos años, la pandemia interrumpió el Festival Diocesano de la Canción Vocacional, que regresa este año, en su edición 39.

Hoy, viernes 19, a las 20 horas, es la vigilia de oración en las Carmelitas de Guadalajara. Asimismo, se anuncia para el sábado 4 de mayo, de 10:30 horas a 14 horas, en el seminario de Guadalajara, Encuentro del Grupo Samuel, iniciativa pensada para muchachos y muchachas con alguna inquietud vocacional o abiertos a discernir la llamada de Dios. Estas tres acciones las promueve la Delegación Diocesana de Vocaciones.

Por otro lado, y como acción promovida por la Delegación Diocesana de Misiones, del 15 al 18 de abril ha sido la Semana de Sensibilización Misionera en varios colegios de Guadalajara, Azuqueca de Henares y Sigüenza.

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 19 de abril de 2024

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Catorce estaciones de la resurrección del Señor para fortalecer la fe y la vivencia del tiempo litúrgico de la Pascua, al igual que lo es el Vía Crucis en Cuaresma

 

 

 

 

Escribía hace cerca de cuatro décadas el gran José Luis Martín Descalzo: “Durante siglos, las generaciones cristianas han acompañado a Cristo camino del Calvario, en una de las más hermosas devociones cristianas: el Vía Crucis. ¿Por qué no intentar -no (en lugar de), sino (además de)- acompañar a Jesús también en las catorce estaciones de su triunfo?”. Así nació su Vía Lucis, quizás el primer Vía Lucis escrito formalmente.

El Vía Lucis (“Camino de la luz”) es el recorrido de los principales episodios bíblicos de la resurrección del Señor. Son sus apariciones a las mujeres, a los apóstoles y a los discípulos y los siguientes pasos que Jesús resucitado fue realizando hasta su Ascensión a los cielos y la venida del Espíritu Santo.

 El Vía Lucis es, de este modo, el camino de la búsqueda, del encuentro y del testimonio. Es el camino del gozo, de la alegría y de la felicidad. Es camino de las llagas, de la Palabra de Dios y de la Eucaristía. Es el camino de la luz, de la paz y de la misión. Es el certificado de la fe, la prueba de la esperanza y el camino de la caridad. Decir Vía Lucis es decir Jesucristo Resucitado, la clave de bóveda de nuestra fe, la realidad histórica más grande que los siglos han conocido, la verdad que mueve al mundo y lo transforma en vocación de Pascua y de eternidad.

 

Un canto a la vida en medio de signos de muerte

La Congregación vaticana para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos publicó, bajo la expresa autorización del Papa Juan Pablo II, el Directorio sobre la Piedad Popular y la Liturgia. En el número 153 habla del Vía Lucis. Estas son las principales ideas de su contenido:

Recientemente, en diversos lugares, se está difundiendo un ejercicio de piedad denominado Vía Lucis. En él, como sucede en el Vía Crucis, los fieles, recorriendo un camino, consideran las diversas apariciones en las que Jesús –desde la Resurrección a la Ascensión, con la perspectiva de la Parusía– manifestó su gloria a los discípulos, en espera del Espíritu prometido (cfr. Jn 14,26; 16,13-15; Lc 24,49), confortó su fe, culminó las enseñanzas sobre el Reino y determinó aún más la estructura sacramental y jerárquica de la Iglesia.

Mediante el ejercicio del Vía Lucis los fieles recuerdan el acontecimiento central de la fe –la Resurrección de Cristo– y su condición de discípulos, que, en el Bautismo, sacramento pascual, han pasado de las tinieblas del pecado a la luz de la gracia (cfr. Col 1,13; Ef 5,8).

Durante siglos, el Vía Crucis ha mediado la participación de los fieles en el primer momento del evento pascual –la Pasión– y ha contribuido a fijar sus contenidos en la conciencia del pueblo. De modo análogo, en nuestros días, el Vía Lucis, siempre que se realice con fidelidad al texto evangélico, puede ser un medio para que los fieles comprendan vitalmente el segundo momento de la Pascua del Señor: la Resurrección.

El Vía Lucis, además, puede convertirse en una óptima pedagogía de la fe, porque, como se suele decir, "per crucem ad lucem" (“Por la cruz a la luz”). Con la metáfora del camino, el Vía Lucis lleva desde la constatación de la realidad del dolor, que en plan de Dios no constituye el fin de la vida, a la esperanza de alcanzar la verdadera meta del hombre: la liberación, la alegría, la paz, que son valores esencialmente pascuales.

El Vía Lucis, finalmente, en una sociedad que con frecuencia está marcada por la "cultura de la muerte", con sus expresiones de angustia y apatía, es un estímulo para establecer una "cultura de la vida", una cultura abierta a las expectativas de la esperanza y a las certezas de la fe.

 

El Vía Lucis de José Luis Martín Descalzo

El gran y recordado José Luis Martín Descalzo (1930-1991) publicó en 1986, dentro del libro “Razones para la alegría”, el quizás primer Vía Lucis escrito y redactado como tal. Las catorce estaciones de este Vía Lucis reflejan los acontecimientos iniciales de la Pascua del Señor y su significado e interpelación.

Las primeras estaciones son la proclamación de la verdad de la resurrección y de sus implicaciones. La primera estación es: “Jesús, resucitando, conquista la vida verdadera” (Mt 28,1-6). El enunciado de la segunda reza: “Su sepulcro vacío muestra que Jesús ha vencido a la muerte” (Mc 16,2-6). En la tercera, se detiene a contemplar el triunfo definitivo de la resurrección y sus consecuencias: “Jesús, bajando a los infiernos, muestra el triunfo de su resurrección” (1 Pe 3,18).

Las siguientes tres estaciones son las estaciones de los personajes, de los testigos de la resurrección. Así, la cuarta estación es la estación mariana: “Jesús resucita por la fe en el alma de María” (Lc 1,41-49). La quinta, bien hermosa y significativa, es la estación de María Magdalena: “Jesús elige a una mujer como apóstol de sus apóstoles” (Jn 20,11-18). La sexta es la estación de los discípulos de Emaús: “Jesús devuelve la esperanza a dos discípulos desanimados” (Lc 24, 13-31).

La séptima, bajo el epígrafe “Jesús enseña a los suyos su carne herida y gloriosa” (Jn 20, 26-31), muestra una de las claves de las contraseñas de la resurrección. Es la estación de Santo Tomás, el que dudó. Es la estación de los que dudan. Esta estación, la séptima, es la estación de las llagas sanadas y sanadoras. Es la estación del cuerpo de Cristo, el mismo y distinto, glorificado, que complementa con la octava. La corporeidad, la materialidad de la resurrección, es, en efecto, el argumento de la octava estación: “Con su cuerpo glorioso, Jesús explica que también los cuerpos resucitarán” (Lc 24,36-43).

El camino de la luz se hace camino también para vencer al miedo y para la confianza y la alegría: “Jesús bautiza a sus apóstoles contra el miedo” (Jn 20,1931), “Jesús anuncia que seguirá siempre con nosotros” (Mt 28,16-20) y ”Jesús devuelve a sus apóstoles la alegría perdida” (Jn 20, 19-31) son los epígrafes de las estaciones nueve, diez y once.

Las tres últimas estaciones del Vía Lucis de Martín Descalzo son las estaciones de la misión. La Pascua marca siempre el tiempo de la Iglesia, la hora de la misión y de la evangelización: ”Jesús entrega a Pedro el pastoreo de sus ovejas” (Jn 21, 15-17), “Jesús encarga a los Doce la tarea de evangelizar” (Mt 28.16-20) y “Jesús sube a los cielos para abrirnos camino” (Hch 20,9-14) son los respectivos enunciados de las estaciones doce, trece y catorce.     

 

Otras catorce estaciones

“¡Cristo vive!¡Ha resucitado!” (Mt 28,1-7) es la primera estación. En la segunda estación nos hallamos con María Magdalena, la primera en ver a Jesús resucitado: “Jesús se aparece a María Magdalena” (Jn 20,10-18). La aparición de Cristo a las otras mujeres constituye la tercera estación: “Jesús se aparece a las otras mujeres” (Mt 28, 8-10).

Siguiendo la literalidad y la cronología de los relatos de la resurrección, llegamos a la cuarta estación: “Los soldados custodian el sepulcro de Cristo” (Mt 28,11-15). Y al sepulcro, ya vacío, llegan Pedro y Juan, tal y como contemplamos en la estación quinta del Vía Lucis: “Pedro y Juan contemplan el sepulcro vacío” (Jn 20,3-10).

Jesús comienza a mostrarse resucitado a los apóstoles. Es, en primer lugar, la estación sexta: “Jesús en el cenáculo muestra sus llagas a los apóstoles” (Lc 24,36-43). Es el encuentro con los Emaús, presentado en la estación séptima, titulada “En el camino de Emaús” (Lc. 24,13-32).

Comienza la misión en la estación octava –“Jesús da a sus apóstoles el poder de perdonar los pecados” (Jn 20,19-23). Una misión, que necesita robustecer la fe: “Jesús fortalece la fe de Tomás” (Jn 20,26-29) reza la estación novena. El lago grande Galilea es el símbolo del mundo y del ámbito de la misión. Es la décima estación del Vía Lucis: “Jesús resucitado en el lago de Tiberiades” (Jn 21, 1-6). La misión, para remar mar adentro, necesita del timonel y la brújula: “Jesús confirma a Pedro en el amor” (Jon 21, 15-19). Y la misión es ya la seña de identidad de todos los apóstoles, de todos los testigos de la resurrección. Es la duodécima estación, titulada “En su despedida, Jesús encarga a los apóstoles la misión de evangelizar” (Mt 28, 16-20).

Por fin, la Ascensión y Pentecostés confirman todo lo anterior, son la culminación y la prueba de la Pascua y el comienzo de la Iglesia. “Jesús asciende a los cielos” (Hch 1, 9-11) y “La venida en Pentecostés del Espíritu Santo” (Hch 2, 1-4) son los enunciados de las dos últimas estaciones, la decimotercera y la decimocuarta, respectivamente.

 

 

El Vía Lucis, óptimo medio para vivir la Pascua

En cualquier caso, el Vía Lucis es una nueva praxis de piedad que ha de ponerse en práctica y ha de desarrollarse. Es un medio óptimo para vivir la Pascua, para mantener su tensión y su gracia durante los cincuenta días de este tiempo santo.

Si al Vía Crucis acompaña la cruz durante su rezo itinerante, al Vía Lucis bien podría acompañarle el cirio pascual. Para rezar el Vía Lucis, en que compartimos con Jesús la alegría de su Resurrección, proponemos un esquema similar al que utilizamos para rezar el Vía Crucis: enunciado de la estación, presentación o monición que encuadra la escena, texto evangélico correspondiente, oración que pretende tener un tono de súplica, meditación y cántico final de alabanza.

 

Potenciar los signos de la Pascua

Necesitamos llenar de signos y de símbolos nuestra fe y su expresión litúrgica, pastoral y espiritual. El Vía Lucis ha de ser uno de ellos. Como el cirio pascual todos los días de la cincuentena pascual encendido.

Los domingos el rito penitencial debería ser, al menos algunos domingos, el de la aspersión con el agua bendita. Es preciso asimismo recuperar todos los días el Regina Caeli en sustitución del Ángelus, y, al menos, sábados y domingos, cantarlo al final de la eucaristía.

Las flores es otro signo a potenciar y a cuidad durante la Pascua. Nuestros templos, comunidades y hogares deben estar bien adornados y revestidos de flores y macetas. Fue en un jardín, el jardín, el huerto del Calvario, donde florecieron para siempre la vida y la esperanza con la resurrección del Señor

 


 

Publicado en Nueva Alcarria el 12 de abril de 2024

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

En su mensaje «Urbi et Orbi» de Pascua 2024, Francisco clama en pro de la paz, de la vida y de los más vulnerables y propone al Resucitado como nuestra esperanza

 

 

 

 

Como en otros años, el primer artículo de esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA tras la Semana Santa se centra en el mensaje que el Papa ha dirigido a la ciudad y al mundo (de ahí, su nombre latino de mensaje «Urbi et Orbi») con ocasión de la fiesta de la Pascua de Resurrección del Señor, la fiesta más importante del año cristiano y de la misma historia de la humanidad.

Este mensaje, que también se produce el 25 de diciembre, fiesta de la Natividad de Jesucristo, y que conlleva bendición papal especial con indulgencia plenaria, aborda el significado de la Pascua y lo proyecta sobre la realidad presente. Por ello, la invasión y guerra en Ucrania, en Siria, la situación bélica en Gaza y en otros lugares han estado muy presentes en las palabras del Papa Francisco.

 

 

Texto íntegro mensaje papal «Urbi et Orbi» 2024

Hoy resuena en todo el mundo el anuncio que salió hace dos mil años desde Jerusalén: “Jesús Nazareno, el Crucificado, ha resucitado” (cf. Mc 16,6).

La Iglesia revive el asombro de las mujeres que fueron al sepulcro al amanecer del primer día de la semana. La tumba de Jesús había sido cerrada con una gran piedra; y así también hoy hay rocas pesadas, demasiado pesadas, que cierran las esperanzas de la humanidad: la roca de la guerra, la roca de las crisis humanitarias, la roca de las violaciones de los derechos humanos, la roca del tráfico de personas, y otras más. También nosotros, como las mujeres discípulas de Jesús, nos preguntamos unos a otros: “¿Quién nos correrá estas piedras?” (cf. Mc 16,3).

Y he aquí el gran descubrimiento de la mañana de Pascua: la piedra, aquella piedra tan grande, ya había sido corrida. El asombro de las mujeres es nuestro asombro. La tumba de Jesús está abierta y vacía. A partir de ahí comienza todo. A través de ese sepulcro vacío pasa el camino nuevo, aquel que ninguno de nosotros sino sólo Dios pudo abrir: el camino de la vida en medio de la muerte, el camino de la paz en medio de la guerra, el camino de la reconciliación en medio del odio, el camino de la fraternidad en medio de la enemistad.

Hermanos y hermanas, Jesucristo ha resucitado, y sólo Él es capaz de quitar las piedras que cierran el camino hacia la vida. Más aún, Él mismo, el Viviente, es el Camino; el Camino de la vida, de la paz, de la reconciliación, de la fraternidad. Él nos abre un pasaje que humanamente es imposible, porque sólo Él quita el pecado del mundo y perdona nuestros pecados. Y sin el perdón de Dios esa piedra no puede ser removida. Sin el perdón de los pecados no es posible salir de las cerrazones, de los prejuicios, de las sospechas recíprocas o de las presunciones que siempre absuelven a uno mismo y acusan a los demás. Solo Cristo resucitado, dándonos el perdón de los pecados, nos abre el camino a un mundo renovado.

 

 

Tierra Santa, Israel, Palestina, Ucrania         

Solo Él nos abre las puertas de la vida, esas puertas que cerramos continuamente con las guerras que proliferan en el mundo. Hoy dirigimos nuestra mirada ante todo a la Ciudad Santa de Jerusalén, testigo del misterio de la pasión, muerte y resurrección de Jesús, y a todas las comunidades cristianas de Tierra Santa.

Mi pensamiento se dirige principalmente a las víctimas de tantos conflictos que están en curso en el mundo, comenzando por los de Israel y Palestina, y en Ucrania. Que Cristo resucitado abra un camino de paz para las martirizadas poblaciones de esas regiones. A la vez que invito a respetar de los principios del derecho internacional, hago votos por un intercambio general de todos los prisioneros entre Rusia y Ucrania: ¡todos por todos!

Además, reitero el llamamiento para que se garantice la posibilidad del acceso de ayudas humanitarias a Gaza, exhortando nuevamente a la rápida liberación de los rehenes secuestrados el pasado 7 de octubre y a un inmediato alto el fuego en la Franja.

No permitamos que las hostilidades en curso continúen afectando gravemente a la población civil, ya de por sí extenuada, y principalmente a los niños. Cuánto sufrimiento vemos en los ojos de los niños: ¡han olvidaron de sonreír esos niños en aquellas tierras de guerra! Con su mirada nos preguntan: ¿por qué? ¿Por qué tanta muerte? ¿Por qué tanta destrucción? La guerra es siempre un absurdo, la guerra es siempre una derrota. No permitamos que los vientos de la guerra soplen cada vez más fuertes sobre Europa y sobre el Mediterráneo. Que no se ceda a la lógica de las armas y del rearme. La paz no se construye nunca con las armas, sino tendiendo la mano y abriendo el corazón.

 

Siria, Líbano

Hermanos y hermanas, no nos olvidemos de Siria, que lleva trece años sufriendo las consecuencias de una guerra larga y devastadora. Muchísimos muertos, personas desaparecidas, tanta pobreza y destrucción esperan respuestas por parte de todos, también de la comunidad internacional.

Mi mirada se dirige hoy de modo especial al Líbano, afectado desde hace tiempo por un bloqueo institucional y por una profunda crisis económica y social, agravados ahora por las hostilidades en la frontera con Israel. Que el Resucitado consuele al amado pueblo libanés y sostenga a todo el país en su vocación a ser una tierra de encuentro, convivencia y pluralismo.

 

Balcanes occidentales, Armenia y Azerbaiyán

Mi pensamiento se orienta en particular a la Región de los Balcanes Occidentales, donde se están dando pasos significativos hacia la integración en el proyecto europeo. Que las diferencias étnicas, culturales y confesionales no sean causa de división, sino fuente de riqueza para toda Europa y para el mundo entero.

Asimismo, aliento las conversaciones entre Armenia y Azerbaiyán para que, con el apoyo de la comunidad internacional, puedan proseguir el diálogo, ayudar a las personas desplazadas, respetar los lugares de culto de las diversas confesiones religiosas y llegar cuanto antes a un acuerdo de paz definitivo.

Víctimas del cambio climático, víctimas del terrorismo

Que Cristo resucitado abra un camino de esperanza a las personas que en otras partes del mundo sufren a causa de la violencia, los conflictos y la inseguridad alimentaria, como también por los efectos del cambio climático.

Que el Señor dé consuelo a las víctimas de cualquier forma de terrorismo. Recemos por los que han perdido la vida e imploremos el arrepentimiento y la conversión de los autores de estos crímenes.

 

Haití, Myanmar, África, migrantes, pobres

Que el Resucitado asista al pueblo haitiano, para que cese cuanto antes la violencia que lacera y ensangrienta el país, y pueda progresar en el camino de la democracia y la fraternidad.

Que conforte a los Rohinyá, afligidos por una grave crisis humanitaria, y abra el camino de la reconciliación en Myanmar, país golpeado desde hace años por conflictos internos, para que se abandone definitivamente toda lógica de violencia.

Que el Señor abra vías de paz en el continente africano, especialmente para las poblaciones exhaustas en Sudán y en toda la región del Sahel, en el Cuerno de África, en la región de Kivu en la República Democrática del Congo y en la provincia de Cabo Delgado en Mozambique, y ponga fin a la prolongada situación de sequía que afecta a amplias zonas y provoca carestía y hambre.

Que el Resucitado haga resplandecer su luz sobre los migrantes y sobre todos aquellos que están atravesando un período de dificultad económica, brindándoles consuelo y esperanza en los momentos de necesidad. Que Cristo guíe a todas las personas de buena voluntad a unirse en la solidaridad, para afrontar juntos los numerosos desafíos que conciernen a las familias más pobres en su búsqueda de una vida mejor y de la felicidad.

 

 

Valor sagrado de toda humana y de toda la vida

En este día en que celebramos la vida que se nos da en la resurrección del Hijo, recordamos el amor infinito de Dios por cada uno de nosotros, un amor que supera todo límite y toda debilidad. Y, sin embargo, con cuánta frecuencia se desprecia el don precioso de la vida. ¿Cuántos niños ni siquiera pueden ver la luz? ¿Cuántos mueren de hambre o carecen de cuidados esenciales o son víctimas de abusos y violencia? ¿Cuántas vidas se compran y se venden por el creciente comercio de seres humanos?

 Hermanos y hermanas, en el día en que Cristo nos ha liberado de la esclavitud de la muerte, exhorto a cuantos tienen responsabilidades políticas para que no escatimen esfuerzos en combatir el flagelo de la trata de seres humanos, trabajando incansablemente para desmantelar sus redes de explotación y conducir a la libertad a quienes son sus víctimas. Que el Señor consuele a sus familias, sobre todo a las que esperan ansiosamente noticias de sus seres queridos, asegurándoles conforto y esperanza.

Que la luz de la resurrección ilumine nuestras mentes y convierta nuestros corazones, haciéndonos conscientes del valor de toda vida humana, que debe ser acogida, protegida y amada. ¡Feliz Pascua a todos!


 

Publicado en Nueva Alcarria el 5 de abril de 2024

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

Meditación conmovida e interpeladora para la hora de sexta del Viernes Santo, ese Viernes Santo que es toda vida humana y toda la vida humana

 

 

 

 

Una de las praxis cristianas más tradicionales y hermosas del Viernes Santo, en el mediodía, a las 12 horas (se considera que Jesucristo comenzó el camino hacia el Calvario a las 9 de la mañana –hora de tercia-, a las 12 horas –hora de sexta- fue crucificado y a las 15 horas –hora de nona- exhaló su espíritu, murió) es la meditación de las Siete Palabras.

Las Siete Palabras es la denominación convencional de las siete últimas frases que Jesús pronunció durante su crucifixión, antes de morir, tal como se recogen en los Evangelios canónicos. Los dos primeros, el de Mateo y el de Marcos, mencionan solamente una, la cuarta. El de Lucas relata tres, la primera, segunda y séptima. El de Juan recoge las tres restantes, la tercera, quinta y sexta. No puede determinarse su orden cronológico. Su orden tradicional es:

        

"Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen." (Lucas, 23, 34).

"Yo te aseguro: hoy estarás conmigo en el Paraíso." (Lucas, 23, 43).

"Mujer, ahí tienes a tu hijo. [...] Ahí tienes a tu madre." (Juan, 19, 26-27).

"¡Dios mío, Dios mío!, ¿por qué me has abandonado?" (Mateo, 27, 46 y Marcos, 15, 34).

"Tengo sed."  (Juan, 19, 28).

"Todo está cumplido." (Juan, 19: 30).

"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." (Lucas, 23, 46).

 

El mismo texto evangélico atribuye a estas "palabras" un fin de cumplimiento de profecías del Antiguo Testamento: sabiendo que ya todo estaba cumplido, y para que la Escritura se cumpliera hasta el final (Juan, 19, 28). Estas Siete Palabras expresan, además, la entereza de Jesús, la conciencia de su misión redentora, su permanente oferta de perdón y de misericordia, la prolongación de la obra salvadora en manos de sus discípulos y apóstoles bajo la tutela de María y la sublimidad del Amor más grande, de la Misericordia que no tiene fin.

 

 

Vivir, sufrir, servir y amar según la voluntad del Padre

 

Con todo y para acercarnos más y comprender mejor, estas siete últimas palabras de Jesús en la cruz bien podríamos compendiarlas en otras dos, pronunciadas pocas horas de ser elevado sobre la cruz y morir. Ello, además, nos mostraría, una vez más, la unidad intrínseca de lo que la Iglesia celebra y denomina como triduo pascual.

La primera de estas dos palabras complementarias y unificadoras de las otras siete está separada cronológicamente de la segunda apenas un par de horas. Fue la que pronunció al concluir el rito -gesto que vale y simboliza toda una vida- del lavatorio de los pies durante la Última Cena de la tarde del Jueves Santo: "Os he dado ejemplo para que lo yo he hecho con vosotros, también vosotros lo hagáis".

La segunda, todavía en Jueves Santo, fue la exclamada en Getsemaní, mientras sudaba sangre y pasión: "Padre, pasa de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya".

 

La Misión de las Misiones

 

Toda la existencia terrena de Jesús tuvo un sentido, una lógica, una dirección: cumplir la voluntad del Padre, servir la misión redentora que le había sido encomendada, manifestar la realidad de la misericordia como ya la oferta del único Dios verdadero, del Dios que nos salva, del Dios de los cristianos. Ya nos los narra la carta a los Hebreos cuando afirma en labios del Señor que "he aquí, Padre, que vengo a hacer tu voluntad".

Cumplir la voluntad del Padre fue la misión de Jesús. ¿Y cuál era y es voluntad del Padre? La salvación, la redención.

La suya, la de Jesús, fue la más excelsa de las misiones jamás encomendada. Fue la Misión de las Misiones. Fue la misión de la salvación. Tenía que ser así: el Hijo del Hombre tenía que tomar nuestra condición en todo menos en el pecado, recorrer nuestros caminos y nuestras latitudes, sentir el gozo y el dolor de la humanidad, su necesidad, su precariedad y su esperanza. Tenía que redimir hasta lo más hondo, hasta el final, hasta lo más recóndito del hombre, hasta la muerte y muerte de cruz. Era la misión del Amor, pues nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. "Vosotros sois mis amigos".

Esta era la voluntad del Padre: sanar el corazón del corazón del hombre, herido por el pecado. Y solo podía hacerlo quien supiera de nuestras dolencias y quien poseyera la medicina de la salud verdadera. La misión de Jesús tenía, de este modo, la fuerza salvífica y redentora que necesitaba, necesita y necesitará la humanidad dolorida y anhelante. En sus cicatrices todos hemos sido sanados. La gracia está en el fondo de la pena y la salud naciendo de la herida.

 

Llamados a la misión desde la cruz

 

Y, a su vez, la misión de Jesús había de mostrarnos el camino: "Os he dado ejemplo para que lo yo he hecho con vosotros, también vosotros lo hagáis". ¿Y cuál fue y sigue este ejemplo?: servir, vivir en clave de servicio, testimoniar, mediante la humildad, la cercanía, la compasión y sencillez, la misericordia del Padre.

Ello nos lleva a que también nosotros seamos medicina de salud verdadera para los demás. También nosotros estamos llamados a reproducir, en mayor o en menor escala, su Pasión de Pasiones, su Pascua. 

La fuerza de la cruz -"cuando yo sea elevado sobre la tierra atraeré a todos hacia mi"- no nos garantiza automáticamente la salvación, sino que nos pone en camino, nos lanza a la misión. La cruz está uncida, transida, empapada de fuerza y de gracia. Pero nos corresponde a nosotros saber llenarnos de ella, irrigar nuestras venas y las de nuestros hermanos de su sangre salvadora, de su potencial y caudal inagotable de misericordia.

De ahí, que la escucha dolorida de las Siete Palabras de Jesús en la cruz venga en ayuda de nuestra debilidad. Y lo hará iluminando -aun en las tinieblas de la duda, de la lejanía, de la apostasía silenciosa y de la increencia; aun en la noche del dolor abismal- el sentido auténtico de la vida.

 

Tres respuestas claves

 

Tres claves fundamentales, tres respuestas definitivas se escuchan desde el silencio y el tormento de la cruz de Cristo: la fidelidad a la voluntad del Padre en el cumplimiento de la misión encomendada (Palabras 1 -"Padre, perdónales porque no saben lo que hacen" y 6 -"Todo está consumado"-), el ejercicio heroico y sublime del amor hasta el extremo -amor transido de solidaridad y de servicio al prójimo- (Palabras 2 -"Hoy estarás conmigo en el Paraíso", 3 -"Mujer, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu Madre", 4 -"Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado?- y 5 -"Tengo sed") y la confianza plena en que el Padre sabe lo hace y que siempre -máxime en el dolor, en la prueba y en la misión- nos acoge en sus manos misericordiosas, en su regazo materno (Palabra 7 -"Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu"-).

Las Siete Palabras de Jesús en la cruz son, por ello, la síntesis de su vida y de su muerte, la prenda y anticipo de su resurrección. Son su testamento. Comienzan y acaban invocando, con dolor y amor infinitos, el nombre del Padre. He ahí, pues, su significado y su legado: vivir en la voluntad de Padre cuya gloria es la vida del hombre.

Por ello y desde entonces, la vida tiene sentido. La cruz es no solo un suplicio atroz e inhumano. Del costado de Cristo, abierto y traspasado por una lanza, brotan sangre y agua. La cruz es el árbol de la vida.

Las palabras de Jesús en la cruz no son un monólogo desesperado. Son un cántico de alabanza, desgarrado y confiado, atormentado y esperanzado. Son palabras para los demás. Son palabras pendientes de los demás: del buen ladrón -"Hoy estarás conmigo en el Paraíso-, de la Madre y del discípulo -"Madre, he ahí a tu hijo; hijo, he ahí a tu Madre"- y de la humanidad gimiente y redimida -"Padre, perdónales porque no saben lo que hacen", "Tengo sed". Son palabras del Hijo en diálogo de dolor y amor con el Padre: "Todo está consumado", "En tus manos encomiendo mi espíritu".

 

Palabras de gloria, de una gloria que es siempre la vida del hombre

 

"Os he dado ejemplo para que lo yo he hecho con vosotros, también vosotros lo hagáis". "Padre, pasa de mi este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la tuya". “Ahora es glorificado el Padre en el Hijo y por el Hijo; ahora es glorificado el Hijo en el Padre y por el Padre”.

Y ahora, a esta hora de la gloria, le falta tan solo la gloria, ya en prenda y en simiente, del hombre. Porque desde el Calvario la gloria plena de Dios es la vida del hombre, es que el hombre viva esa vida sembrada para siempre en la tierra abierta sobre la que se levantó y se levanta la cruz de Cristo, que elevado sobre cielos y tierra ha de atraer a todos hacia sí. Desde el Calvario, desde las Siete Palabras, la gloria de Dios es la misericordia es el “sed misericordiosos como vuestros celestial es misericordioso”.

 

Oración final

 

Señor de las Siete Palabras:

tu cruz, tu silencio y tus palabras

adoramos, y tu santa resurrección glorificamos.

Por el madero ha venido la alegría al mundo entero.

 

En tus palabras y en tus silencios,

ha hablado Dios,

ha hablado el Hombre (Ecce homo),

y ha hablado para siempre.

Y sigue hablando cada vez que queremos

ser fieles a nuestra misión y vocación cristiana

y a nuestro servicio de misericordia a los demás.

 

Nunca fuiste tan Verbo Eterno del Padre.

Nunca una palabra, siete palabras,

dijeron tanto y lo dijeron todo.

 

Es tu testamento de amor y de heredad eternas.

Es tu legado que ahora nos corresponde a nosotros

llevar a plenitud de entrega, de amor y de servicio

en nuestras existencias y en las existencias

de una humanidad que solo puede ser redimida

en tu cruz salvadora, en tu silencio elocuente,

en tus palabras de Vida,

en tu abrazo de permanente Misericordia.

 

Señor de las Siete Palabras:

tu cruz, tu silencio y tus palabras

adoramos, y tu santa resurrección glorificamos.

Por el madero ha venido la alegría al mundo entero. Amén.

 

Publicado en Nueva Alcarria el 27 de marzo de 2024

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