Domingo "Gaudete"
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Queridos hermanos en el Señor: Os deseo gracia y paz.
¿Hay motivos para alegrarse? ¿Descubrimos a nuestro alrededor razones para estar alegres? Nuestra respuesta es afirmativa, pero más que motivos o razones, hay un “Motivo”, que escribimos con mayúscula: Jesucristo, cuya venida esperamos, cuyo nacimiento celebramos y cuya presencia experimentamos.
Conocemos la densidad de los problemas que nos rodean: guerras, injusticias, pobreza, fragmentación social, hambre, soledad, precariedad laboral, pérdida del sentido de la vida, desequilibrios económicos, depresión, dificultades familiares y sociales y una larga lista que puede parecer aplastante, crónica y opresiva.
Sin embargo, el tercer domingo de Adviento escuchamos una insistente llamada a la alegría. San Pablo nos exhorta: “Estad siempre alegres” (1 Tes 5,16); “Alegraos siempre en el Señor; os lo repito, alegraos” (Flp 4,4). Y no se trata de una alegría consumista e individualista.
Cristo es nuestra alegría. Los cristianos no proponemos una alegría efímera, superficial, evasiva. El gozo cristiano se basa en la presencia constante del Señor que no nos deja de la mano. Nada ni nadie podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor.
De ahí la invitación a la alegría en este momento del Adviento. Nuestro mundo, carente de alegría y esperanza, necesita, más que nunca, testigos de la alegría del Evangelio. Si no queremos convertirnos en “seres resentidos, quejosos, sin vida”, hemos de abrirnos a “la vida en el Espíritu que brota del corazón de Cristo resucitado” (EG 2).
Es posible vivir con alegría, la alegría del Espíritu Santo. Se cumplen los antiguos anuncios: “Gritad jubilosos, habitantes de Sion, porque es grande en medio de ti el Santo de Israel” (Is 12,6); “Exulta, cielo; alégrate, tierra; romped a cantar, montañas, porque el Señor consuela a su pueblo y se compadece de los desamparados” (Is 49,13); “¡Salta de gozo, Sion; alégrate, Jerusalén! Mira que viene tu rey” (Zac 9,9); “¡No os pongáis tristes, el gozo del Señor es vuestra fuerza!” (Neh 8,10).
Jesús mismo nos dice: “Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud” (Jn 15,11); “vuestra tristeza se convertirá en alegría” (Jn 16,20); “se alegrará vuestro corazón, y nadie os quitará vuestra alegría” (Jn 16,22).
“La alegría del Evangelio llena el corazón y la vida entera de los que se encuentran con Jesús. Quienes se dejan salvar por Él son liberados del pecado, de la tristeza, del vacío interior, del aislamiento. Con Jesucristo siempre nace y renace la alegría” (EG 1).
La Bienaventurada Virgen María proclama exultante: “Se alegra mi espíritu en Dios mi salvador” (Lc 1,47).
Recibid mi cordial saludo y mi bendición.
+ Julián Ruiz Martorell
Obispo de Sigüenza-Guadalajara



















