- I - LA ESPERA
Radiante de emoción, la Virgen pura
esperaba gozosa el gran momento
en que se produjese el Nacimiento
conforme a lo anunciado en la Escritura.
Contagiado José de su ventura
y, comulgando el mismo sentimiento,
aguardaba el divino advenimiento
de tan maravillosa coyuntura.
La noche transcurría entusiasmada,
como que viera ya muy inminente
el instante de dar la campanada.
El misterio flotaba en el ambiente,
y, por Belén, la soledad callada
sin decidirse a dar un paso al frente.
- II - EL NACIMIENTO
En una humilde cueva, oscura y fría,
al calorcillo de unos animales,
el Redentor de todos los mortales
vino a hacernos humana compañía.
Encantados y llenos de alegría
vinieron pastorcillos y zagales
y una legión de coros celestiales
los espacios celestes recorría.
La Madre, entre suspiros y pudores,
miraba absorta a su recién nacido
y aquello era el primor de los primores.
Luego José, que ve al Niño dormido,
se levanta a pedir a los pastores
que traten de no hacer el menor ruido.
- III - LOS REYES MAGOS
De los altos confines del Oriente
llegaron al Pesebre tres Altezas
y ofrecieron al Niño sus riquezas
con gesto cariñoso y reverente.
El Niño los miraba sonriente,
la Madre agradecía sus finezas
y José, tan ajeno a las grandezas,
asombrado miraba a aquella gente.
A decirles, puntual, un ángel vino
- antes de que iniciaran el regreso -
que el rey Herodes era un asesino.
Gaspar, Melchor y Baltasar, por eso,
eligiendo, a la vuelta, otro camino.
dieron remate a tan feliz suceso.
Por Francisco Vaquerizo