José Ramón Díaz-Torremocha

Conference of Santa María la Mayor | Guadalajara, Spain

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How good it is to be part of a Christian/Catholic group! Whatever it is. By belonging to the group, we support each other and besides growing in faith and prayer, we learn to serve every day from the friends and fellow members with whom we form the group. To serve with joy, which is the same as saying that we learn to be better and more often than not with the added virtue of pure gratuity. With generosity. 

If the group is duly set up with democratic rules, we also learn to join it with joy, as I have mentioned. At least this is how I have felt it in my service to the various Conferences of St. Vincent de Paul to which I have belonged, in which I have served or in which I have tried to serve, over a lifetime that has already been quite long. 

Furthermore, in the many Catholic groups that I have known and with which I have never felt in competition. I was taught by the older members of the early days in the Conference to which I belonged, that we were all in the same boat and heading for the same voyage as far as the desire to reach the same port was concerned. Within the Church, there was no sense of competition. Charity made sense, which was precisely - charity - the opposite of competition. 

If in the room next to ours where we met every week, in that bleak and run-down office in the parish building, if that room housed another association that was growing with new volunteers, we were overjoyed. Although we used to stop him, one of the members of my first Conference in Madrid, under the patronage of St. Lawrence, insisted on celebrating it by inviting us to a coffee. That dear fellow member used to say: "the Church grows through the growth of a good work, and the Good News spreads”. 

The Conferences are also growing in many parts of the world. New members from Africa, America, Asia and Oceania are coming to replace the many who are gradually disappearing in Europe because of age, tiredness and, how can we not admit it: because they are attracted by the worldly. Because they are fleeing from effort in these times in which we boast of solidarity. There is no poverty, we often hear in Europe: but every day there are more elderly lonely people, more single-parent families, more sick people who are also alone. Are there no poor people? What we are building is a society that is ungrateful to itself. 

But let us go back to the beginning and let us remember and feel happy about our group, about the institution to which we belong, about the Church that shelters us and leads us to the safe harbour for the protection of our souls. 

In my case and in the case of my fellow members, let us rejoice that our Conferences of St. Vincent de Paul are also growing. That they have life. That they are renewed and that, as an example, we must remember that this year, we elect a new President General. Someone who will come eager to work and to remind us that we are an Institution of action as well as prayer. At the service of those who suffer. 

From this exciting perspective, let me, dear readers of this monthly page, allow each of us to find our own personal formula, our own work, in which we can begin or continue to serve human beings who are suffering for whatever reason. 

Always to Christ through and with Mary.

 

 

 

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencia Santa María la Mayor en Guadalajara)

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¡Qué bueno es formar parte de un grupo cristiano/católico! Sea cual sea. Desde nuestra pertenencia al colectivo, nos apoyamos unos a otros y además de crecer en la fe y la oración, cada día aprendemos de los amigos y camaradas con los que formamos el grupo, a servir. A servir con alegría, que es tanto como decir que aprendemos a ser mejores y la mayoría de las veces con la virtud añadida de la pura gratuidad. Con generosidad.

Si el grupo está debidamente constituido con normas democráticas, además aprendemos a incluirnos en el con alegría como he indicado. Al menos así lo he percibo desde mi servicio en las diversas Conferencias de San Vicente de Paúl a las que he pertenecido, en las que he servido o he pretendido hacerlo, a lo largo de toda una vida que ya va siendo bastante dilatada.

También en tantos grupos católicos como he conocido y con los que jamás me he sentido en competencia. Me enseñaron los consocios mas mayores de la primera hora en la Conferencia a la que pertenecí, que todos estábamos en el mismo barco y apuntando a una singladura igual en cuanto al deseo de llegar al mismo puerto. Dentro de la Iglesia, no tenía sentido la competencia. Tenía sentido la caridad que, precisamente era – la caridad – lo más opuesto a la competencia.

Si en la habitación al lado de la nuestra en la que nos reuníamos todas las semanas, en aquel inhóspito y destartalado despacho del edificio parroquial, si en aquella habitación se alojaba otra asociación que se ampliaba con nuevos voluntarios, teníamos un gran regocijo. Aunque solíamos impedírselo, uno de los consocios de aquella mi primera Conferencia en Madrid, bajo el patrocinio de San Lorenzo, se empeñaba en celebrarlo invitándonos a un café. Aquel querido consocio decía: “crece la Iglesia a través del crecimiento de una obra buena y la Buena Nueva se extiende”.

También crecen las Conferencias en tantos puntos del mundo. Nuevos consocios de África de América de Asia o de Oceanía, vienen a reemplazar tantos como en Europa van faltando por edad, por cansancio y ¿cómo no reconocerlo?: por sentirse atraídos por lo mundano. Por huir del esfuerzo en estos tiempos en los que presumimos de ser solidarios. No hay pobreza, oímos con frecuencia en Europa: pero cada día hay más ancianos solos, más familias monoparentales, más enfermos también en soledad. ¿No hay pobres? Lo que estamos construyendo es una sociedad ingrata con ella misma.

Pero volvamos al principio y recordemos y sintámonos felices de nuestro grupo, de la institución a la que pertenezcamos, de la Iglesia en definitiva que nos cobija y nos conduce al puerto seguro para el abrigo de nuestras almas.

En mi caso y en el de mis consocios, alegrémonos de que nuestras Conferencias de San Vicente de Paúl, también crecen. Que tienen vida. Que se renuevan y que, como ejemplo, hemos de recordar que este año, elegimos un nuevo presidente general. Alguien que vendrá con ganas de trabajar y de recordarnos que estamos en una Institución de acción y también de oración. Al servicio del que sufre.

Desde esa perspectiva apasionante, permitidme todos los queridos lectores de esta página mensual, que encontremos cada uno la fórmula personal, la obra, en la que poder comenzar o seguir sirviendo, a los seres humanos adoloridos por cualquier motivo.

Siempre a Cristo por y con María.

 

 

 

Rafael C. García Serrano

(Conferencia Nuestra Señora de la Antigua, Guadalajara)

 

 

 

 

La fe

¿cómo devoción solamente?

No, la fe

como camino, como dirección,

como encuentro con lo divino.

La fe

que te ayuda a saber quien eres

a acercarte a porqué eres

y te ayuda a reconocerte

y a reconocer tus errores.

La fe que te acerca al amor,

te llama a comprender al diferente,

a acercarte al que sufre

al que carece y no se le atiende.

La fe

que te acerca a ese encuentro

con lo que eleva tu vida

y solo a Dios pertenece.

 

Fe en Dios, en el prójimo, en ti,

que como humano entre humanos

no hiere, no teme, aunque sufra,

porque hay algo más grande,

más allá… ¡y es Él!, ¡y es infinito!

 

Problemas de movilidad por dolencias en una rodilla, cuatro viajes internacionales y otros cuatro en Italia y el documento de reforma de la Curia Romana

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Como no podía de ser de otro, la actividad del Papa Francisco en 2022, empezó también a retornar a la normalidad, abruptamente interrumpida por la pandemia, sus altibajos, incertidumbres y retos. En lo más personal, con consecuencias obvias en su ministerio, la noticia del año relativa al Papa, es una dolencia persistente en una de sus rodillas, que le impide la movilidad requerida y le obliga al uso de sillas de ruedas, aun cuando, según el mismo afirma, la Iglesia no se rige con las rodillas, sin con la cabeza y el corazón. Por lo demás, su salud es muy aceptable, máxime habida cuenta de que ya ha cumplido 86 años.

Por otro lado, la noticia vaticana del año 2022 ha sido la promulgación de la constitución apostólica «Predicate Evangelium» («Id y predicad el Evangelio»), mediante la cual ha reformado la curia romana, simplificando y coordinando mejor su estructura y destinándola, de un modo más expreso, a la misión evangelizadora. El citado documento se hizo público el 19 de marzo (San José, patrono universal de la Iglesia) y entró en vigor en 5 de junio (Pentecostés, día que evoca y actualiza la misión principal de la Iglesia, que no es otra sino la evangelización). La implementación de dicha reforma, uno de los objetivos prioritarios desde la elección pontificia de Francisco, el 13 de marzo de 2013, está siendo lenta, pero progresiva.

Y noticia del año, ya en su último día, fue la muerte de un antecesor, Benedicto XVI, con casi 96 años, a quien Francisco enterró, en una funeral digno e histórico, el 5 de enero de 2023.

 

Otros documentos papales en 2022

 

Junto a la citada constitución apostólica de reforma de la curia romana, Francisco publicó dos hermosas cartas apostólicas: «Desiderio, desideravi»Ardientemente he deseado comer esta Pascua con vosotros, antes de padecer») sobre la formación litúrgica del pueblo de Dios, fechada el 29 de junio y «Totum amoris est» («Todo pertenece al Amor») en el IV centenario de la muerte de san Francisco de Sales y firmada el 28 de diciembre.

Ha habido también en 2022 otras cinco cartas apostólicas dadas en forma motu proprio (con decretos insertos en ellas). De ellas, destacamos dos. Primero, el 11 de febrero, «Fidem servare»Para servir fielmente»), con la que se modifica la estructura interna de la Congregación para la Doctrina de la Fe, sobre todo en aras a reforzar la lucha contra los abusos y que se plasma en la creación de dos secciones (Doctrinal, incluida la antigua sección Matrimonial) y Disciplinar (cuyas competencias se amplían). Y segunda, el 14 de julio, «Ad charisma tuendum»Para custodiar el carisma»), en orden a confirmar la Prelatura del Opus Dei en el ámbito auténticamente carismático de la Iglesia.

Francisco emanó, asimismo, otros ocho documentos y decretos, de distintas denominaciones y rango. Subrayamos ahora los dos más significativos: la derogación del canon 588 §2 del Código de Derecho Canónico, permitiendo de este modo que los hermanos legos puedan ser elegidos superiores de sus congregaciones religiosas, firmado el 18 de mayo; y, con fecha 22 de noviembre, el decreto papal de intervención de Cáritas Internacional, mediante el cual nombra un nuevo comisario extraordinario y sus asistentes y su coordinación con la Curia vaticana.

 

Ocho viajes apostólicos

 

Sus problemas ya citados de movilidad impidieron la visita apostólica programada del 2 al 7 de julio, a República Democrática del Congo y a Sudán del Sur. Finalmente, esta peregrinación papal, ecuménica y de servicio a la paz, la justicia y la reconciliación se va a llevar a cabo ahora, del 31 de enero al 5 de febrero. Para 2023, junto a otros viajes todavía en el telar (¿uno de los ellos a la martirizada, según expresión tan repetida de Francisco, Ucrania?), es seguro que Francisco clausura la Jornada Mundial de la Juventud de Lisboa, prevista del 2 al 6 de agosto.

Los cuatro viajes internacionales sí realizados en 2022 fueron: Malta, los días 3 y 4 de abril; Canadá, del 24 al 30 de julio; Kazajistán, del 13 al 15 de septiembre; y Baréin, del 3 al 6 de noviembre. Estos dos últimos fueron una nueva apuesta del Papa en su compromiso por el diálogo interreligioso, singularmente con el islamismo. La visita a Malta evidenció la también prioridad de Francisco en favor de los migrantes y de los refugiados. Y el viaje a Canadá, fue una peregrinación de penitencia, una vez se van conociendo los malos tratos y abusos sufridos, tiempo atrás, por los indígenas canadienses.

Dentro de Italia, hubo también cuatro viajes y otro suspendido por mismas razones antedichas. El viaje suspendido fue el previsto a Florencia para el 27 de febrero para clausurar un encuentro de obispos del Mediterráneo, reunidos para afrontar los retos de los migrantes y de la justicia social.  Y los realizados fueron a L’Aquila (capital de los Abruzos), el 28 de agosto; a Asís, una vez más Asís (ya la sexta a la ciudad del santo del que el Papa tomó el nombre), el 24 de septiembre, para un foro de jóvenes economistas y empresarios con la idea de relanzar nuevos y más cristianos y franciscanos modelos de economía social; a Matera, en la región sureña y empobrecida de la Basilicata, el 25 de septiembre, a fin de clausurar el XXVII Congreso Eucarístico Nacional de Italia; y a Asti, en Lombardía, los días 19 y 20 de noviembre, un viaje, sobre todo, debido a razones personales ya que la familia Bergoglio desciende de esta localidad, donde todavía conserva familiares vivos.

 

Acogida en Asís al Papa Francisco

 

12 nuevos santos

 

La pandemia impidió en 2020 y en 2021 las celebraciones de canonizaciones. Con la nueva situación sanitaria, se pudieron retoman en 2022. Así, el 15 de mayo diez beatos fueron inscritos en el libro de los santos: los mártires Titus Brandsma (Países Bajos) y Lazzaro, llamado Devasahayam (India); y los confesores de la fe cristiana César de Bus (Italia), Luigi Maria Palazzolo (Italia), Giustino Maria Russolillo (Italia), Charles de Foucauld (Francia/Argelia), Maria Rivier (Francia), Maria Francesca di Gesù Rubatto (Italia/Uruguay), Maria di Gesù Santocanale (Italia) y Maria Domenica Mantovani (Italia). De ellos, sobresalen dos extraordinarias figuras: el carmelita y filósofo holandés san Tito Brandsma, mártir durante el nazismo; y el hermano universal san Carlos de Foucauld.

El 9 de octubre hubo otras dos canonizaciones: Giovanni Battista Scalabrini, obispo y fundador, italiano, y Artemide Zatti, enfermero y laico salesiano italoargentino.

Asimismo, entre las beatificaciones habidas en 2022 es preciso haber mención de la llegada a cabo en Lyon (Francia) de Paulina Jaricot, laica francesa. En España, hubo tres celebraciones de beatificaciones, las tres de mártires de 1936: en Granada, el 26 de febrero, Cayetano Giménez y 15 compañeros mártires; en Sevilla, el 18 de junio, 27 mártires dominicos, incluidos un periodista laico y una monja pertenecientes también a la Familia Dominicana; y, en Madrid, el 22 de octubre, Vicente Renuncio Toribio y otros cinco redentoristas sacerdotes y otros 6 redentoristas hermanos.

Por otro lado, el 20 de enero de 2022 se anunció que el Papa Francisco proclamaría doctor de la Iglesia a san Ireneo de Lyon (Turquía, 130/140-Francia, 202). La correspondiente celebración, pendiente todavía de fecha, será en la basílica vaticana.

 

Otros eventos

 

La ciudad de Roma acogió el X Encuentro Mundial de las Familias del 23 al 26 de julio de 2022. «El amor familiar: vocación y camino de santidad» fue el tema. Se clausuraba también el Año de la Familia, en el quinto aniversario de la exhortación apostólica postsinodal «Amoris laetitia» del Papa Francisco, quien participó en estos actos en la tarde del sábado 25 y en la mañana del domingo 26.

Toda la Iglesia universal prosiguió en el camino sinodal trazado por Francisco. En el curso 2021-2022 fueron las fases diocesanas y nacionales. Ahora, comienzan las fases continentales. Para proseguir avanzando en el camino sinodal, en su significación, importancia y necesidad, Francisco ha decidido prorrogar todo este proceso por un año más, de modo que la XVI Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, dedicada a la sinodalidad y que será en octubre de 2023 (del 4 al 29), en una primera fase, y en una segunda, en octubre de 2024. El lema que anima todo este caminar reza «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión».

Además, Francisco quiere que este camino sinodal sea una oportunidad también de cara a la unidad de los cristianos. Y en este sentido, una doble previsión: el próximo 30 de septiembre habrá una vigilia internacional de oración ecuménica por el sínodo y la sinodalidad; y la unidad de los cristianos será eje central del Año Santo y Jubilar Romano 2025, cuyo lema será la frase «Peregrinos de la esperanza».

En otro orden de cosas, el 27 de agosto, Francisco creó 20 nuevos cardenales, entre el español Fernando Vérgez Alzaga, legionario de Cristo, de 77 años, presidente del Gobernatorado y Comisión Pontificia del Estado de la Ciudad del Vaticano.

 

Francisco, con cruz y báculo papal, preside una celebración

 



 

22 de enero, Domingo de la Palabra y san Vicente

 

El Domingo de la Palabra de Dios, por iniciativa del Papa Francisco en 2019, es, en 2023, este domingo 22 de enero. Es una jornada eclesial que busca potenciar la importancia capital de la Palabra de Dios en la vida de los cristianos y en la misión de la Iglesia. Parafraseando a san Jerónimo, el gran traductor y divulgador de la Biblia, ya en el siglo V, desconocer las Sagradas Escrituras es ignorar a Jesucristo, y, en consecuencia, no entender ni vivir como es debido la identidad y misión de la Iglesia.

Este año coincide con la fiesta, 22 de enero, de san Vicente, diácono y mártir, compatrono de Sigüenza. Al ser diácono, san Vicente fue servidor y predicador habitual de la Palabra de Dios. Y su martirio y fortaleza en el mismo se debió a que conocía, amaba, transmitía, defendía y vivía la Palabra de Dios, a la que no estuvo dispuesto a renunciar.

Que san Vicente, patrono asimismo de Valtablado del Río, Condemios de Arriba, Quer y Cincovillas, nos haga también cristianos conocedores, servidores y testigos fieles de la Palabra de Dios y, así, reavive nuestras raíces cristianas. La misa de san Vicente, en su parroquia de Sigüenza, será presidida por el obispo diocesano, a las 12 horas. La procesión será a continuación.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 20 de enero de 2023

A la luz de la homilía del Papa Francisco en el funeral de Benedicto XVI

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Reconozco mi sorpresa inicial al conocer, un par de días antes, el Evangelio que el Papa Francisco había elegido para el funeral de su antecesor, Benedicto XVI.  Era el pasaje lucano de la muerte de Jesús, acompañado por los dos ladrones o, como se traduce ahora, malhechores. Pero recapacité en la frase final de este fragmento evangélico: «Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu» (Lc 23,46), palabras finales del Señor antes de expirar.

Inmediatamente después cotejé este texto evangélico con la primera lectura elegida para el funeral y me encontré con un breve, pero hermosísimo pasaje, del profeta Isaías, que nos presenta a Dios Padre como el Alfarero que con sus manos amorosas y providentes moldea nuestro barro humano (cf. Is 29,16).

Al escuchar y leer la homilía de Francisco, pronto entendí el mensaje que el Papa quería transmitir. Pronto me fijé en la expresión «las manos» y hasta conté las veces en que esta palabra era reiterada por Francisco: ni más ni menos que en 19 ocasiones.

 

Las manos de Dios

 

Pero antes de proseguir con mi relato y evocación, creo que es bueno recordar la importancia de las manos de Dios en la Sagrada Escritura. Y es que precisamente uno de los símbolos más frecuentes de Dios Padre es la mano. La mano, o el brazo, es el símbolo de la intervención activa de Dios en la historia, en todas sus diversas formas y circunstancias.

 

La mano de Dios en la creación del hombre, Miguel Ángel, Capilla Sixtina

 

Manos de Dios que nos crean: «Entonces el Señor Dios modeló al hombre del polvo del suelo e insufló en su nariz aliento de vida; y el hombre se convirtió en ser vivo» (Génesis 2, 7); manos de Dios que liberan: «Liberó a Israel… con mano poderosa, con brazo extendido» (Salmo 136); manos de Dios que corrigen: «El ímpetu de tu mano me acaba» (Salmo 39); manos de Dios que socorren en la debilidad: «Que tu mano me auxilie» (Salmo 119); manos de Dios que cubren: «Me estrechas detrás y delante, me cubres con tu palma» (Salmo 139); manos de Dios que protegen: «Que tu mano proteja a tu elegido y al hombre que tú fortaleciste» (Salmo 79); manos de Dios que conceden con generosidad sus bienes: «Abres tú la mano y sacias de favores a todo viviente» (Salmo 145); manos de Dios que salvan: «La mano del Señor no se queda corta para salvar» (Isaías 59); mano de Dios que llevan tatuados nuestros nombres «en las palmas de sus manos» (Isaías 49).

El símbolo de la mano o del brazo del Señor se encuentra también en el Nuevo Testamento. María, en el Magníficat, canta «las proezas de su brazo», y Cristo pone su espíritu en las manos del Padre, frase inicial, motriz y matriz de este artículo.

Nuestro Dios no está de brazos cruzados. Tiene manos, en suma, que inspiran confianza; que no están cerradas, sino abiertas; manos que son signo de cercanía, ternura y amor. Y, al respecto, escribe el padre capuchino cardenal Raniero Cantalamessa, predicador de la Casa Pontificia: «¿Quién de nosotros no lleva en el corazón el recuerdo de una mano que, de pequeño o de mayor, estrechó la nuestra en el dolor, en el miedo, en el peligro? ¿Quién no sabe lo que es una mano amiga? Un niño que lleva, tranquilo, su manita dentro de la de su papá es para el hombre la mejor manera de caminar con Dios».

 

Las manos de Benedicto XVI

 

Y vuelvo a aquella mañana para la historia,  mañana de tímida niebla y de sol intermitente del jueves 5 de enero de 2023, y  cuando por primera vez en la historia un Papa enterraba a otro Papa (propiamente lo fue Pío VII, quien en 1802 pudo enterrar a Pío VI, muerto, en 1799,  en el destierro que le impuso Napoleón Bonaparte), a la mente y al corazón me vino instantánea la imagen que más me impactó del cuerpo muerto de Benedicto XVI en su capilla ardiente: sus manos yertas y macilentas, bien aferradas, bien cruzadas para sostener un gran rosario, al que evoqué, con palabras de la bellísima oración del beato Bartolo Longo al Santo Rosario de María, como «la dulce cadena que nos une al cielo».

También recordé, al instante, que, cuando en la tarde del 19 de abril de 2005, Benedicto XVI, recién elegido Papa, salió al balcón central de la basílica vaticana a saludar y a bendecir, urbi et orbi, a los fieles, el nuevo Papa movía tímidamente las manos, no sabía qué hacer con ellas, debido quizás a su timidez natural y al enorme impacto de la tan altísima responsabilidad que acababa de recibir sobre sus hombros y también sobre sus manos.

 

Uno de los múltiples encuentros entre Francisco y Benedicto XVI

 

Manos de pianista, escritor, sacerdote y obispo

 

Asimismo, hice memoria que siempre me habían llamado la atención las manos de Joseph Ratzinger-Benedicto XVI: finas, estilizadas, elegantes, alargadas, aunque proporcionadas, delicadas; y que, al respecto, un amigo me dijo que eran lo propio de las manos de un pianista.

Ya lo sabíamos, pero sobre todo lo comprobamos después, que Joseph Ratzinger-Benedicto XVI, un prolífico y fecundísimo escritor, solo escribía a mano, nunca a máquina o a ordenador.   También vino a mi recuerdo cuando, el 12 de diciembre de 2012, inauguró la presencia de un Papa en la red social de Twitter y la delicadeza y el cuidado con el que sus manos teclearon la Tablet con la que comenzó, echando las redes, la aventura misionera pontificia en el océano digital de la citada red social.

Y pensé en sus manos de profesor y de conferenciante, de confesor y de consejero espiritual, del pastor y del servidor en el gobierno de la Iglesia; en sus manos que estrecharon miles y millones de manos de ricos y de pobres, de poderosos y de menesterosos, de líderes mundiales políticos y religiosos y de hombres y mujeres sencillos del pueblo santo de Dios.

Las manos del predicador, del sacerdote, manos tan necesarias, casi imprescindible, sobre todo, para la administración de los sacramentos, esto es, para mediante ellos hacer presente el amor y la gracia de Jesucristo, en cuyo nombre y persona actúa el sacerdote, «alter Christus in aeternum».  Manos del obispo con las que ordena presbíteros y obispos, y unge, mano a mano, el óleo santo y de dulce olor, el crisma santo de Jesucristo.

Recordé, igualmente, otra imagen, cuando en torno a las 5 de la tarde del jueves 28 de febrero de 2013 abandonaba los palacios apostólicos (tres ahora más tarde pasaría a ser papa emérito) y en el coche que le aguardaba en el patio de San Dámaso, junto a él, en los asientos traseros, acomodaron, en un cesto, a una gatita blanca, a la que Benedicto pronto acarició…

 

Aquí están mis manos…, llagadas de dolor y de amor

 

«Aquí están mis manos» (Jn 20,27), le dijo Jesús resucitado a Tomás, recordó Francisco en la homilía del 5 de enero de 2023. Y añadió: «Y lo dice a cada uno de nosotros: “Aquí están mis manos”. Manos llagadas que salen al encuentro y no cesan de ofrecerse para que conozcamos el amor que Dios nos tiene y creamos en él (cf. 1 Jn 4,16)».

Las manos llagadas de Benedicto XVI por el paso de los años, por la vejez tan avanzada, en la que murió. Manos llagadas de tanto orar frente a las llagas de los pecados, de los abusos, de los escándalos, de las infidelidades, de las incomprensiones, de las críticas y de los prejuicios.

Manos llagadas que ya Benedicto XVI entendió, desde el comienzo, que le iban a corresponder, al asumir el yugo (aunque suave y ligero desde el Corazón de Cristo, yugo, al fin y al cabo) del ministerio apostólico petrino: «Apacentar quiere decir amar, y amar quiere decir también estar dispuestos a sufrir. Amar significa dar el verdadero bien a las ovejas, el alimento de la verdad de Dios, de la palabra de Dios; el alimento de su presencia», frase textual suya, en la misa solemne del comienzo de su pontificado, el 24 de abril de 2005, que Francisco retomó en el funeral del 5 de enero de 2023.

 

Manos que ya buscaban otras manos

 

Pero, además, manos unidas, uncidas, ungidas, no ya solo con cinta de la ordenación sacerdotal y después episcopal, sino con el Santo Rosario de María. Manos que ya buscaban otras Manos: las manos de misericordia del Padre, en que siempre puso su confianza.

Manos de Benedicto XVI, ungidas «con el perfume de la gratitud y el ungüento de la esperanza», como afirmó Francisco, por toda la Iglesia, «para demostrarle, una vez más, ese amor que no se pierde».

Manos orantes de la Iglesia a la que tanto amó y tan bien sirvió y que lo despidió, con su pastor supremo a la cabeza, «con la misma unción, sabiduría, delicadeza y entrega que él supo esparcir a lo largo de los años».  Y por lo que «queremos decir juntos: “Padre, en tus manos encomendamos su espíritu”». Y por lo que queremos y necesitamos rubricar y orar juntos: «Benedicto, fiel amigo del Esposo, que tu gozo sea perfecto al oír definitivamente y para siempre su voz». Al sentir el calor, la textura y abrazo sin fin de sus manos.

 

Las manos de Francisco y de Benedicto XVI salen al encuentro

 

Besad las manos que son Cristo

 

Por último, séame permitido concluir estas líneas con la canción mediante la cual la asamblea fiel ha besado y besa las manos del sacerdote recién ordenado; y que se lo dediqué, de todo corazón y de puntillas por su grandeza tan humilde y tan tierna, a Benedicto XVI:

«Besad las manos que Dios ha ungido, besad las manos que son de Cristo. Manos tendidas hacia la blancura, amigas en la pena y el dolor, manos que tocan con temblor a Cristo y dan al hombre paz y perdón. Besad las manos que Dios ha ungido, besad las manos que son de Cristo».

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 13 de enero de 2023

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