El Papa Francisco beatificó el domingo 4 de septiembre a Juan Pablo I, durante 33 días Papa, en el final del verano de 1978, tras Pablo VI y antes de Juan Pablo II

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

“Jesús -afirmó el Papa Francisco en la homilía de la misa de beatificación de su antecesor Juan Pablo I- nos pide esto: vive el Evangelio y vivirás la vida, no a medias sino hasta el extremo. Vive el Evangelio, vive la vida, sin concesiones. Hermanos, hermanas, el nuevo beato vivió de este modo: con la alegría del Evangelio, sin concesiones, amando hasta el extremo. Él encarnó la pobreza del discípulo, que no implica sólo desprenderse de los bienes materiales, sino sobre todo vencer la tentación de poner el propio ego en el centro y buscar la propia gloria. Por el contrario, siguiendo el ejemplo de Jesús, fue un pastor apacible y humilde. Se consideraba a sí mismo como el polvo sobre el cual Dios se había dignado escribir. Por eso, decía: «¡El Señor nos ha recomendado tanto que seamos humildes! Aun si habéis hecho cosas grandes, decid: siervos inútiles somos»”.

Y prosiguió Francisco: “Con su sonrisa, el Papa Luciani logró transmitir la bondad del Señor. Es hermosa una Iglesia con el rostro alegre, el rostro sereno, el rostro sonriente, una Iglesia que nunca cierra las puertas, que no endurece los corazones, que no se queja ni alberga resentimientos, que no está enfadada, no es impaciente, que no se presenta de modo áspero ni sufre por la nostalgia del pasado cayendo en el involucionismo. Roguemos a este padre y hermano nuestro, pidámosle que nos obtenga la sonrisa del alma, que es transparente, que no engaña: la sonrisa del alma. Supliquemos, con sus palabras, aquello que él mismo solía pedir: «Señor, tómame como soy, con mis defectos, con mis faltas, pero hazme como tú me deseas»”.

La fecha que Francisco ha establecido para la memoria litúrgica del nuevo beato es el 26 de agosto de cada, aniversario de su elección pontificia en 1978.

 

Una calurosa tarde del estío de 1978

 

En torno a las siete de la tarde del sábado 26 de agosto de 1978, el cónclave reunido tras la muerte, veinte días antes del Papa Pablo VI, elegía nuevo Obispo de Roma y Pastor Supremo de la Iglesia católica a un desconocido y humilde obispo del norte de Italia: el cardenal Albino Luciani, patriarca de Venecia desde 1969. Tenía 65 años de edad.

Su elección pontificia fue necesariamente fácil y sencilla, pues resultó elegido en apenas veinticuatro horas, en la tercera sesión de escrutinios. Su nombre, no obstante, apenas aparecía en la “rosa de los papables” de los grandes medios de comunicación social. Su perfil era el de un discreto y humilde pastor, el de un gran párroco y mejor catequista, sin que –excepto en Italia y entre los cardenales, naturalmente- su nombre hubiera contado en las jornadas previas al cónclave.

 

Juan Pablo I recién elegido Papa

 

El Papa de las sorpresas

 

No fue, con todo, esta la primera sorpresa de aquel verano de 1978. La segunda sorpresa vino con la elección del nombre con que iba a sentarse en la Cátedra de San Pedro y calzar las sandalias del Pescador: Juan Pablo I, el primer nombre compuesto en la historia del pontificado romano. Un nombre lleno, eso sí, de sabiduría: aunar los legados del Papa Juan XXIII y su sabiduría del corazón y el del Papa Pablo VI y su sabiduría de la inteligencia, como el mismo nuevo papa desveló nada más ser elegido Sumo Pontífice.

La tercera sorpresa empezó a llegar, a la par que con la sonrisa que ha pasado a la historia, en cuanto comenzó a hablar, en cuanto empezó a mostrarse. Era, en efecto, un Papa sencillo, humilde, del pueblo; un Papa catequeta, que hablaba también de los gondoleros, de Pinocho, de Dickens, de Mark Twain, de Fígaro, de Marconi… Era el Papa que ofrecía “migajas” de la mejor catequesis y que destilaba el inconfundible aroma de la frescura evangélica, de la verdad desde la sencillez, del amor desde la humildad.

Su mismo curriculumn vitae lo presentaba como un eclesiástico de provincias, bien preparado, curtido en la pastoral y en el gobierno, con alguna escasa experiencia internacional, bien valorado y querido por sus hermanos obispos de Italia y, sobre todo, por sus fieles. Pero ¿iba a ser, como Juan XXIII, el párroco del mundo o la cruz se iba a instalar en su ministerio hasta nublar su sonrisa, como aconteciera con Pablo VI? Tiempo a tiempo –pensábamos-, mientras él que mismo decía de sí que era como un pobre gorrión que, en la última rama del árbol, no hace más que piar, diciendo algún que otro pensamiento sobre temas complejísimo… Y así, en medio de la acogida entusiasta, comenzaban a su discurrir sus primeros… y últimos días.

Y es que la mayor de las sorpresas nos la deparó Juan Pablo I tan solo treinta y tres días después de su llegada: en la noche del jueves 28 de septiembre fallecía de fulminante ataque de corazón. Después se supo que su salud era muy precaria, aun cuando tanto y tan innecesariamente se ha fabulado sobre su muerte.

Cuando a primera hora del viernes 29 de septiembre de 1978 se supo su muerte, la catolicidad y el mundo entero quedaron consternados. En un mes Juan Pablo I había llegado al corazón de la humanidad, su sonrisa había llenado de esperanza a tantos. Y su muerte era un mazazo doloroso, un acontecimiento imprevisto e imprevisible, un indescifrable y alertador signo.

 

Una de las fotografías del Papa Juan Pablo I

 

En los Dolomitas

 

Su nombre de pila era Albino Luciani, nacido en Forno di Canale (en la actualidad, Canale D´Agordo) el 17 de octubre de 1912. Ese mismo día, por peligro inminente de muerte, fue bautizado por la asistente sanitaria de su alumbramiento. Dos días después, recibió en la parroquia el resto de los ritos bautismales. La tierra de Luciani se halla en la región italiana del Véneto, en Belluno, muy cerca de la cadena montañosa de los Dolomitas.

Inició sus estudios a los seis años. El 26 de septiembre de 1919 recibió el sacramento de la confirmación. En 1923 ingresa en el seminario menor de Feltre y cinco años después en el seminario mayor de Belluno. El 2 de febrero de 1935 fue ordenado diácono y el 7 de julio de aquel mismo año fue ordenado sacerdote.

Los dos primeros años de su ministerio sacerdotal los pasó en Belluno y en Canale D´Agordo, dedicado a la pastoral parroquial y a la enseñanza, mientras que en los diez años siguientes fue formador y profesor del seminario de Belluno a la par que estudia Teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. “El origen del alma humana en la teología de Antonio Rosmini” fue el título de su tesis doctoral, defendida el 27 de febrero de 1947 y publicada tres años más tarde. Entre 1947 y 1958, sirvió en la curia diocesana de Belluno, en los más destacados cargos, es canónigo de la catedral y director del secretariado de Catequesis, y publicó su primer libro: “Catequesis en migajas”.

 

Obispo también en el Véneto

 

El 15 de diciembre de 1958 fue nombrado obispo por el Papa Juan XXIII, quien personalmente le confirió el orden episcopal en la basílica romana de San Juan de Letrán doce días después. Durante once años fue obispo de la diócesis de Vittorio Veneto. Son años de visitas pastorales, de participación en el Concilio Vaticano II y del primero de sus viajes internacionales con destino a la misión diocesana de Vittorio Veneto en Burundi.

El Papa Pablo VI lo trasladó a Venecia, capital, capital del Véneto. El nombramiento para Luciani de la sede patriarcal de San Marcos se hizo público el 15 de diciembre de 1969. Durante nueve años fue el pastor de la histórica diócesis y de la romántica ciudad de los canales y de las góndolas sobre el Adriático, que antes habían ocupado, ya en el siglo XX, Giuseppe Sarto y Angelo Giuseppe Roncali, posteriormente los respectivos Papas Pío X y Juan XXIII. También la visita pastoral fue una de sus principales ocupaciones.

De 1972 a 1975 fue vicepresidente de la Conferencia Episcopal Italiana, por votación de sus miembros. Realizó asimismo viajes a Suiza, Alemania, Yugoslavia y Brasil y participó en las Asambleas Generales Ordinarias del Sínodo de los Obispos de 1971, 1974 y 1977, dedicadas respectivamente al ministerio sacerdotal y la justicia en el mundo, la evangelización y la catequesis.

El 16 de septiembre de 1972 el Papa Pablo VI realizó una visita apostólica a Venecia. En plena de plaza de San Marcos, abarrotada de fieles, el Papa Montini se quitó su estola pontificia y se la colocó al patriarca Luciani, en un premonitorio gesto de amistad y confianza. Meses después –el 5 de marzo de 1973- fue creado cardenal, con el título presbiteral de la céntrica iglesia romana de San Marcos, frente al Capitolio. En enero de 1976, publicó su libro “Ilustrísimos señores”, una deliciosa colección de cartas dirigidas a personajes históricos y de ficción, que alcanzaría gran difusión internacional tras su elección papal.

El 10 de agosto de 1978, tras la muerte cuatro días antes de Pablo VI, viajó a Roma para los funerales del Papa y posterior cónclave. Ya no regresaría jamás a Venecia ni a su Belluno natal. Ya no saldría de Roma: el 26 de agosto es elegido Papa, el 3 de septiembre es la celebración oficial del comienzo de su ministerio apostólico petrino y en la noche del 28 al 29 de septiembre, fallece de repente.

 

Su memoria y su legado

 

Con un pontificado tan efímero e inédito, su figura es, sobre todo, la de un símbolo, la de un estilo, la de una profecía. Juan Pablo I fue el Papa de la sonrisa para una Iglesia y un mundo que necesitaban de ella. Juan Pablo I fue el Papa de la sencillez evangélica: el primer Papa contemporáneo en abandonar, por ejemplo, el “nos” mayestático, la silla gestatoria y la tiara (Pablo VI fue coronado, pero donó la corona a los pobres del mundo).

 

Lienzo de la beatificación de Juan Pablo I

 

Fue el Papa catequista, concreto, sencillo, directo al corazón. Fue, por todo ello, Papa de esperanza y el Papa que cedió el paso –quizás misterio y prodigioso signo de la Providencia- a su sucesor, Juan Pablo II el Magno, el Papa quien, de alguna manera y de tantos modos, “revolucionó” y modernizó definitivamente el pontificado romano.

Pedro apenas, Juan Pablo I, Papa de la verdad desde la sencillez, del amor desde la humildad y de la frescura auténticamente cristiana en migajas, nos legó el buen e inconfundible olor y sabor del Evangelio.  Y no obstante a su fugacidad, se suma así y por todo lo anterior a la magnífica pléyade de extraordinarios y santos Papas que han regido nuestra Iglesia en los últimos ciento ochenta años. Y con su sonrisa, tímida, humilde –“Humilitas” era la única y elocuente frase de su lema episcopal y pontificio- y luminosa, sigue acogiendo y bendiciendo a la Iglesia y a la humanidad enteras y ahora aún más, una vez beatificado.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 9 de septiembre de 2022

El próximo jueves, día 8 de septiembre, es la Natividad del María; el miércoles 14, la Exaltación de la Santa Cruz; y el jueves 15, la Virgen de los Dolores

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

La Iglesia en general y muy en particular también nuestra diócesis se prepara para la gran cita del día 8 de septiembre, jueves, festividad litúrgica de la Natividad de María. Fiesta que, además, tiene domingo de la octava y otras manifestaciones.

El jueves 8 de septiembre será la fiesta en Tamajón, con los Enebrales; Alhóndiga con la Virgen del Saz; Illana con la Virgen del Socorro; Berninches con Nuestra Señora del Collado; Arbancón, Peñalver y Tendilla con la Salceda; El Pobo de Dueñas y Trillo, con la Virgen del Campo; Chillarón del Rey con Nuestra Señora de los Huertos; Espinosa de Henares con Nuestra Señora de las Gracias; Campillo de Dueñas con la Virgen de la Antigua; Tortuera y Pareja con la Virgen de los Remedios; Hontoba con la Virgen de los Llanos; Hita con la Virgen de la Cuesta; Alovera y Mandayona con la Virgen de la Paz; Torija con la Virgen del Amparo; en Razbona con la Virgen del Viso; en Riba de Saelices con la Virgen de Armallak; en Almonacid de Zorita con la Virgen de la Luz; en Yebra y en Horche con la Virgen de la Soledad; o en Romanones, Alustante y Zaorejas, por citar otros ejemplos, con la advocación propia del día: la Natividad. También es la fiesta de la Virgen de Sopetrán y de Tórtola de Henares. Y, por supuesto, el 8 de septiembre es la fiesta de la ciudad de Guadalajara, bajo el título de la Antigua. 

Antes, en el primer domingo de septiembre, El Casar, la cuarta diocesana más poblada, con más de doce mil habitantes, celebra a su patrona, la Virgen de la Antigua, de cuya cofradía se cumplen, además, 400 años. Mañana sábado 3, por la tarde, el obispo procederá a la coronación canónica de la imagen mariana y el domingo, a las 12 horas, tendrá la misa de la fiesta.

También celebra su fiesta mariana en el primer domingo de septiembre Torrebeleña, en honor a la Virgen del Cerro

        

Virgen de la Antigua de Guadalajara

        

Las misas de la fiesta de la Virgen de la Antigua, en la iglesia de san Francisco (El Fuerte) de Guadalajara del jueves 8 de septiembre serán a 8, 9:30, 12 horas (ésta presidida por el obispo diocesano) y a las 19 horas.  La procesión de la Virgen de la Antigua por las calles de Guadalajara y hasta el santuario comenzará a las 20 horas.

La misa de las 8 horas será la llamada Misa de las Familias, con la posibilidad de recibir el jubileo plenísimo y perpetuo concedido para esta eucaristía por el Papa Paulo V, en los albores del siglo XVII.

Los cultos a la Virgen de la Antigua comenzaron el lunes 29 de agosto, tras una eucaristía a las 20 horas, con el traslado procesional de la imagen de la Virgen de la Antigua hasta la iglesia de San Francisco en el Fuerte de Guadalajara.

Y al día siguiente, martes 30 de agosto y hasta el miércoles 7 de septiembre, a las 19:30 horas, en esta misma iglesia de San Francisco (El Fuerte) de Guadalajara se desarrolla la novena en honor de la patrona de la capital provincial, la Virgen de la Antigua. «Por una Iglesia y un mundo nuevos. “Hago nuevas todas las cosas” (Apocalipsis 21,5)» es su lema. Como es habitual, en las predicaciones y animación pastoral, litúrgica y religiosa de cada día de la novena, irán oficiando los sacerdotes de las distintas parroquias de la ciudad.

El programa de actos de los cultos en honor de la Virgen de la Antigua, patrona de Guadalajara, anuncia otros tres actos especiales: el martes 6 de septiembre, a las 22 horas, vigilia de oración de jóvenes; y el miércoles 7, dos más: 18:30 horas, ofrenda floral, y 22 horas, vigilia de adoración eucarística.

Otros dos cultos a la Virgen de la Antigua, ya en su santuario, serán el viernes 9, a las 12:30 horas y a las 19 horas, con misa de réquiem por los hermanos difuntos de la Cofradía; y el miércoles 28 septiembre, a las 19 horas, misa de acción de gracias en el 92 aniversario de la coronación canónica de la imagen de la Antigua.  Después será el tradicional Paso de los niños por el manto de la Virgen. La declaración oficial del patronazgo de la Virgen de la Antigua de la ciudad de Guadalajara se produjo en el año 1874.

 

 

 

Domingo de la octava de la Natividad de María

 

Al domingo siguiente a la festividad de la Natividad de Nuestra Señora se celebra la fiesta de la Virgen de la Salud de Barbatona; y en Humanes, Auñón, Luzón, Taracena y Budia, en honor, respectivamente de la Virgen de Peñahora, de la Virgen del Madroñal, de la Virgen de la Peña, de la Virgen del Valle y de la Virgen del Peral.

Este año, el domingo de la octava de la fiesta de la Natividad de la Virgen es el día 11 de septiembre.

 

Virgen de la Salud de Barbatona

 

En el santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona el viernes día 2 de septiembre, comienza el Novenario, con convocatorias a las 9 de la mañana y a las 7 de la tarde. La fiesta de la Virgen de la Salud de Barbatona, como es tradicional, es el domingo siguiente a la fiesta de la Natividad de María (8 de septiembre). Esto es, la fiesta de la Virgen de la Salud de Barbatona será el domingo 11 de septiembre.

La fiesta en Barbatona de este domingo 11 de septiembre contará con tres misas: a las 10:30, las 12:30 y las 18:30 horas, La misa de las 12:30 horas es presidida por el obispo diocesano.  Una vez concluida esta eucaristía, será la procesión con la tan venerada imagen mariana.

Virgen de la Salud, Reina de la Paz, ruega por nosotros” es el lema de la novena y fiesta de septiembre de la Virgen de la Salud de Barbatona en este año, con plegaria especial por el final de la invasión y guerra en Ucrania.

Por otro lado, el domingo siguiente, día 18 de septiembre, será la fiesta de la octava con misa a las 13:15 horas.

 

 

Fiestas del Cristo

 

El miércoles 14 de septiembre será, o habrá sido ya en celebración anticipada, la festividad de la Exaltación de la Santa Cruz, el popular Cristo en otros lugares y de la geografía diocesana como Ablanque, Pardos, Almoguera, Laranueva, Algorra, Balconete, Chiloeches, Cifuentes, Jadraque, Valdenuño Fernández, Loranca de Tajuña, Trijueque, Mondéjar, Monasterio, Cogolludo, Malaguilla, Ciruelos del Pinar, Quer, Villanueva de Alcorón, Alustante y Argecilla, todos ellos con distintas y hermosas advocaciones sobre Cristo y su Cruz.

Molina de Aragón también celebra la Santa Cruz, aunque lo hace no el 14 de septiembre, sino el 1 de septiembre. Cristo de las Victorias es la advocación patronal molinesa, junto a la Virgen del Carmen (16 de julio). 

La fiesta de la cruz y de Cristo crucificado es también muy celebrada en Marchamalo y en Cabanillas del Campo, si bien lo es el 3 de mayo, fiesta llamada de la cruz de mayo, la antigua fiesta litúrgica de la invención de la Santa Cruz.

El 14 de septiembre es también la fiesta de Buenafuente del Sistal. Son las fiestas del Cristo de la Salud y del Día de Amistad de la Asociación de Amigos y Fundación Buenafuente del Sistal. Las celebraciones serán los días 17, sábado, y el domingo 18 de septiembre.

 

Virgen de la Soledad y de los Dolores

 

Por su parte, en el jueves 15 de septiembre, fiesta litúrgica de la Virgen de los Dolores, esta advocación mariana será especialmente celebrada en Azuqueca de Henares y en El Cubillo de Uceda, con la fiesta de la Virgen de la Soledad; en Yunquera de Henares, con la Virgen de la Granja; entre otros lugares.

La Virgen de los Dolores es también patrona de Hinojosa; y, junto al Cristo –ambas con celebración fecha anticipada en agosto- y Pentecostés con la Caballada y en su fecha litúrgica propia, es la fiesta también de Atienza.

Antes, en los pasados días ha habido varias fiestas en distintos pueblos de la diócesis como Escariche en torno a la Virgen de las Angustias;  Sienes, con santa Eulalia; Atanzón, Torre del Burgo, Fuentelaencina y  Fuentes de la Alcarria en honor de san Agustín: Valdelcubo con la Virgen de la Zarza; Torrecuadradilla, en honor de la Virgen de la Salud; en Paredes de Sigüenza, por san Julián y la Virgen del Sagrario; en Cincovillas en honor de la Virgen de la Soledad; en Maranchón, en el honor de la Virgen de los Olmos; en El Recuenco, la Virgen de Bienvenida; en Sacedón en honor de la Cara de Dios y la Virgen del Socorro; y en otros muchos lugares de nuestra tierra, además del gran ciclo festivo en torno a los días 15 (la Asunción de la Virgen María) y 16 (San Roque).

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 2 de septiembre de 2022

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Donde estáis,

años aquellos, sueños aquellos

              - hoy tan lejanos -

 

aquella primavera interminable,

              aquel vivir

siempre con luz de amanecida;

 

aquel volver de cada noche

              con un cansancio

que apenas se notaba;

 

aquel no temer al otro día,

               y tener siempre delante

un horizonte, un camino,

alguien que espera.

 

Donde estáis

               ¡en que rincón,

            en que lugar del olvido

años que fuisteis y se fueron!

 

Luis Marín de San Martín

(Subsecretario del Sínodo de los Obispo)

 

 

 

Parafraseando a san Juan XXIII cuando hablaba del Concilio, podemos decir que también nosotros somos novicios en lo que se refiere al Sínodo y a la sinodalidad, aun tratándose de una realidad tan antigua y, al mismo tiempo, tan actual como la Iglesia. Desde que san Pablo VI lo instituyó en 1965, sí nos hemos ido familiarizando con el Sínodo de los Obispos, cuya asamblea se celebra periódicamente para tratar argumentos de importancia eclesial. Esta institución, en la que se concreta un modo de ejercer la colegialidad, ha estado abierta a renovación y al cambio por lo que se refiere a su organización y estructura. En esta línea se expresaron y actuaron tanto san Juan Pablo II como Benedicto XVI.

Pero ha sido el Papa Francisco quien ha dado un paso enorme al poner el foco en la sinodalidad de toda la Iglesia. Un primer intento lo encontramos en el Sínodo sobre la Familia, cuando Francisco promovió en la Iglesia una consulta sobre la familia según la orientación y el espíritu del proceso sinodal y celebró el Sínodo de los Obispos en dos momentos: una Asamblea extraordinaria en 2014 y una Asamblea ordinaria en 2015. Las experiencias en la sucesiva Asamblea ordinaria de 2018 sobre los jóvenes y en el Sínodo Especial Panamazónico de 2019 desembocaron en la decisión del tema para la siguiente Asamblea: «Por una Iglesia sinodal: comunión, participación y misión». El llamado «Sínodo sobre la sinodalidad» implicaba un gran cambio, no entendido como originalidad sino como revitalización de la que es una esencial dimensión de la Iglesia, hasta entonces tal vez no suficientemente considerada. Eso suponía:

  • Desarrollar y revitalizar la dimensión sinodal de toda la Iglesia. Porque es toda la Iglesia (no solo los obispos) la que es sinodal en su esencia y, por tanto, en el ser, el actuar y el estilo.
  • Renovar la propia institución del Sínodo de los Obispos, sin que esto suponga anular esta expresión de la colegialidad, sino contribuyendo a potenciarla.

Por eso, el proceso sinodal iniciado en octubre de 2021 es ya Sínodo (caminar juntos) y no solo un modo de preparar la Asamblea del Sínodo de los Obispos, fijada para octubre de 2023. Ni tampoco esta Asamblea puede considerarse como punto de llegada, sino como un elemento más del proceso para hacer realidad una Iglesia toda ella sinodal, que vive la comunión, impulsa la participación corresponsable y se orienta a la misión evangelizadora

 

El impulso inicial

La primera etapa ha sido la diocesana, iniciada desde abajo: parroquia-diócesis-Conferencia Episcopal. En ella se han clarificado algunos aspectos:

  • Hemos precisado de qué se trata, debiendo superar equívocos muy arraigados: el término Sínodo(camino que se hace juntos, comunión en el camino) hace referencia a la entera Iglesia y no puede identificarse únicamente con el Sínodo de los Obispos. De hecho, en la Iglesia han existido y existen diversas estructuras sinodales, varias de ellas recogidas en el Código de Derecho Canónico (concilios, sínodos, consejos pastorales, consejos económicos, capítulos conventuales, etc.).
  • Nos hemos abierto a la unidad pluriforme de la Iglesia. No hay un único camino para seguir a Cristo, sino tantos como personas existen, ya que cada uno es llamado a seguirle según una vocación específica (laical, sacerdotal, consagrada) y cada uno responde según su propia personalidad, formación, cultura, sensibilidad. Pero, eso sí, todos integrados, formando parte de la única Familia de Dios. En esta unidad de amor es donde encontramos la posibilidad de enriquecimiento mutuo.
  • Hemos ido comprendiendo que la sinodalidad es para vivir y no solo para pensar. La propuesta se orienta a la autenticidad, a la coherencia de nuestra fe y no, prioritariamente, al intercambio de opiniones, al crecimiento numérico, a la clarificación teológica o a la actualización de las estructuras, por importantes que sean. Es la vivencia de Cristo, la participación y la experiencia en el Resucitado lo que da sentido y posibilidad a todo ello. No olvidemos que la Verdad no es una idea, sino una persona viva.

El riesgo de seguir a Cristo

Algunos pueden insistir en la irrelevancia del proceso sinodal. Otros en su peligro. Algunos otros en su ineficacia. Una mentira varias veces repetida no se convierte en verdad. No fomentemos las caricaturas ni trivialicemos algo serio, una posibilidad que Dios nos ofrece. La soberbia y la dureza del corazón puede frustrar la acción divina, que no se impone, sino que se propone. Esta oferta de gracia debe ser acogida con humildad y gratitud, con disponibilidad. A través de nuestra participación, puede llegar a otros y contribuir a revitalizar la Iglesia. A los que miran con suspicacia, a los que se limitan a criticar desde sus atalayas ideologizadas, a los que ven siempre el vaso medio vacío, a los que tienen miedo a dejar seguridades, yo les digo, de corazón: participa, dialoga, aporta luz, no tinieblas; ya está bien de individualismo y soledad; superemos el anonimato y la indiferencia; vamos a ayudarnos unos a otros como hermanos que somos: tenemos necesidad unos de otros para poder vivir a Cristo. Solo si abrimos las puertas de nuestro corazón, podrá obrar el Espíritu, Señor y dador de vida. La sinodalidad es una gracia, no una amenaza. Estamos ante una excelente oportunidad para profundizar en la experiencia de Cristo Resucitado, robustecer el sentido comunitario de la fe e impulsar el testimonio evangelizador. Esto es la sinodalidad. Los medios son la oración, la escucha y el diálogo, la implicación corresponsable, siempre abiertos al Espíritu Santo, en las circunstancias concretas de tiempo, lugar y cultura. Desde ahí vendrán los necesarios cambios personales, comunitarios, estructurales, como consecuencia y expresión de vida en Cristo, que nos orienta a la felicidad y a la alegría participada y compartida.

Y esta experiencia de Jesús Resucitado debe comunicarse. Los cristianos tenemos aquí una gran responsabilidad. El proceso de secularización en todo el occidente ha llegado a cotas alarmantes y la misma fe cristiana se torna irrelevante en muchos países. Ante este panorama, esta urgencia de revitalización evangelizadora que requiere un testimonio claro y creíble, los cristianos, con demasiada frecuencia, nos perdemos en divisiones, discordancias, particularidades, intereses de grupo; insistimos hasta la saciedad en lo que nos separa, en las discrepancias, y no en lo que nos une. El proceso sinodal está abierto a todas las voces, a todas las sensibilidades. Nadie sobra, todos somos necesarios en esta unidad pluriforme, como bellamente señalaba san Juan Pablo II. Parecemos olvidar que el eje de la vida cristiana es el amor y que la Iglesia es comunión. Solo desde el amor fundante, el amor primero, las diferencias son posibilidad de enriquecimiento mutuo; de lo contrario se tornan en motivo de enfrentamiento. El mundo no puede creer si no damos testimonio de Cristo. En efecto, si no somos comunidad de amor, nos convertimos en agresivas bandas sectarias o en individualidades egoístas, cansadas, hedonistas y desmotivadas. La mundanización, que supone la pérdida del sentido religioso y la adopción de los criterios del mundo, se manifiesta en gran medida en la defensa de las seguridades, en la ideologización de la fe, en la profesionalización de los ministerios, en la adopción de un cristianismo a la carta del que solo se acepta lo que coincide con los propios criterios.

Dos hechos significativos: el primero es que el sector más entusiasta y el más implicado es el de los laicos y el segundo es que el clero tiene una gran capacidad para condicionar el proceso: el párroco o el obispo puede potenciarlo, comunicando ilusión y ganas, o dejarlo languidecer y frustrar así la acción del Espíritu. Ninguno de nosotros es el dueño de la Iglesia. Se impone una serena reflexión entre todos y de todos. Como punto de partida creo necesario:

  • Asumir que es consustancial a la fe cristiana la profundización vivencial en el misterio de Cristo y el dinamismo evangelizador. Y que la vida cristiana es peregrinación, camino de santidad, vía hacia la plenitud.
  • Asumir que Cristo es el único redentor; que Cristo resucitado está indisolublemente unido a su Iglesia (a toda la Iglesia); que el Cristo Total ni está dividido ni es divisible. El Bautismo, siempre en conexión con los otros dos sacramentos de iniciación cristiana e inserto en la realidad sacramental de la Iglesia, es el sacramento básico porque nos incorpora a Cristo, con todo lo que conlleva.
  • Asumir que el Espíritu Santo, Espíritu de Amor, suscita en la Iglesia diversidad de carismas y ministerios que no deben homogeneizarse, sino desarrollarse e interrelacionarse. Todos ellos se orientan siempre al bien de la Iglesia.
  • Asumir que no es el poder, sino el servicio, lo que determina la actividad en la Iglesia, lo que debe caracterizar a todos los cristianos y orientar todas sus estructuras.
  • Asumir que el Papa es el centro de unidad (cum Petro et sub Petro). Como ha indicado Joseph Ratzinger de forma precisa, la comunión con el Papa es comunión con la totalidad, sin la cual es imposible la comunión con Cristo. Y hoy el Papa es Francisco.

Se hace camino al andar

Concluye la etapa diocesana pero el proceso continúa también a nivel parroquial, diocesano y nacional. Se trata de continuar avanzando con paciencia y perseverancia, de ir tomando decisiones fruto del discernimiento. Ya tenemos magníficos materiales a disposición en las síntesis que se han realizado a todos los niveles: grupal, parroquial, diocesano (en su caso, congregacional), nacional. No se trata de documentos que se archivan una vez redactados, sino de puntos de partida, documentos de trabajo que ofrecen espléndidas oportunidades de renovación.

 

Propongo algunas acciones prioritarias:

  • Considerar cómo seguir avanzando en todo lo conseguido. Las síntesis y las asambleas no son un punto de llegada, sino una etapa en un proceso dinámico que no termina. Por tanto, deben continuar los equipos sinodalespara realizar una doble tarea: seguir coordinando el trabajo sobre lo expresado y recogido en las síntesis diocesanas o nacionales; ser punto de enlace en la sucesiva etapa continental.
  • Reflexionar sobre las carencias. Poner nombre a los fantasmas que algunos perciben cuando se habla de sinodalidad. No obviarlos. Un camino por recorrer es el del encuentro con estos sectores que menos participan en el proceso sinodal, que se sienten marginados o que manifiestan más dudas o recelos. Es preciso saber el porqué de su ausencia, escucharlos y dialogar con ellos.
  • Cuidar la comunicación, tanto en lo que se refiere a los canales y cauces como al lenguaje. Se trata de llevar a cabo una «pedagogía» sinodal sólida, pero al mismo tiempo comprensible e inteligible. Es necesario desarrollar una correcta comunicación si queremos evitar que sectores fuertemente ideologizados condicionen el proceso sinodal o lo vinculen a criterios políticos o ideológicos de distinto signo, frecuentemente en escasa sintonía con la Iglesia. No podemos limitarnos a enunciar los tres o cuatro temas recurrentes que a menudo se utilizan solo como bandera de enganche. También me parece necesario un mayor contacto con los profesionales católicos de la comunicación, una mayor escucha y diálogo con este sector tan importante. Y favorecer una mayor interrelación entre ellos.
  • Prestar una particular atención a varios aspectos, entre los que destacan cinco:
  • La dimensión espiritual, orante.
  • La práctica del discernimiento. No se trata solo de resumir y sintetizar opiniones.
  • La escucha e inclusión de los márgenes, de todos los márgenes.
  • La corresponsabilidad y participación. También la interconexión e interrelación de los diferentes carismas y ministerios.
  • La común dimensión evangelizadora.
  • Robustecer los fundamentos teológicos de la sinodalidad. No debe ser percibida solo como una opción pastoral, un quehacer sociológico o una mera reestructuración administrativa. Se trata de profundizar en el ser de la Iglesia, en su identidad. Y para ello debemos desarrollar mucho más, entre otras, las referencias bíblicas, eclesiológicas, sacramentales, ecuménicas, históricas y patrísticas.
  • Revisar las estructuras sinodales de participación a todos los niveles. Son muchas y, como ya he indicado, muy variadas (desde los consejos pastorales a los sínodos diocesanos, pasando por los consejos presbiterales, de consultores, económicos, etc.). Detengámonos en todas ellas, evaluemos su organización, su funcionamiento, su eficacia; preguntémonos cómo mejorarlas, como potenciarlas, partiendo de la corresponsabilidad de todos los cristianos, según los diferentes carismas y vocaciones. Seamos creativos y abrámonos también a otras posibilidades.

 

Una mirada al futuro

A mediados de agosto recibiremos en la Secretaría del Sínodo todas las síntesis; en septiembre procederemos al estudio y discernimiento que nos permita preparar el documento sobre el que se trabajará en la sucesiva etapa continental. Esperamos que pueda estar listo en octubre. Ya estamos en diálogo con las Conferencias Episcopales Internacionales con vistas a un trabajo coordinado. La Secretaría General del Sínodo ha consultado también a las Conferencias Episcopales sobre la organización de la fase continental. Emerge la necesidad de implicar en ella a los representantes de todo el Pueblo de Dios. Por eso, se piensa en dos momentos: una Asamblea eclesial continental seguida de un encuentro de obispos para releer colegialmente la experiencia sinodal vivida.

Enviaremos también indicaciones e informaciones que puedan ser de ayuda. Por mi parte quiero expresar mi profundo agradecimiento al Señor que, en su infinita misericordia, me ha llamado a participar activamente en este momento histórico, en este evento de la gracia. Mi gratitud también a todos los hermanos y hermanas, tan diferentes, que tengo la alegría de encontrar y con los que comparto camino, es decir: fatigas, dudas, ilusiones, gozos búsqueda. Y, siempre, una inmensa esperanza.

 

 

 

 

 

Un querido consocio español me hizo llegar este bonito artículo que me pareció bueno para que lo conozcan mis amigos. Gracias, José María (Nota de José Ramón Díaz-Torremocha - email: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.)

 

 

Por José María Vera

(Conferencia Virgen Milagrosa de Madrid)

 

 

 

Tedio: del latín “Taedius”, producir tedio – repugnancia, fastidio, molestia

Aburrimiento: acción o efecto de aburrirse, cansancio, no saber que hacer

Soledad: Carencia, voluntaria o involuntaria de compañía – melancolía que se siente por la   ausencia de alguna persona o cosa.

 

Tedio y aburrimiento, tienen una cierta similitud. Mas bien relación.

Resulta posible aburrirse sin tener conciencia de ello, como también lo es aburrirse sin saber el motivo o explicación de dicho aburrimiento. 

El tedio, tiene una cierta similitud en ocasiones, con la melancolía, tristeza o depresión que hace que el que la padece no encuentra gusto ni diversión en ninguna cosa. El tedio suele surgir cuando nos resulta imposible hacer lo que queremos o lo que nos gusta hacer. 

Hay que tener en cuenta que todas las curas que se recomiendan como apropiadas para combatir el tedio, como dedicarse al arte, al deporte, a viajar, lo más importante para un católico su relación con Dios, todo ello lo debemos hacer por nosotros mismos. En realidad, no podemos asegurar si el mundo se nos presenta carente de sentido porque nos aburrimos o si nos aburrimos porque el mundo no tiene sentido. La palabra aburrimiento, se ha convertido en uno de los usos lingüísticos más frecuentes. 

No es el tedio la enfermedad del aburrimiento, de no tener nada que hacer, sino la enfermedad más grave es sentir que no vale la pena hacer nada. Recuerdo que, en la época de mi niñez, era difícil aburrirse: nos entreteníamos con cualquier cosa (jugando al aro, a las canicas, al escondite etc) Actualmente a pesar del número de artilugios que han surgido, mas que entretener les subyugan no saben estar sin ellos, todavía se oye la palabra aburrimiento. 

Voy a dejar el tedio y el aburrimiento, para concentrarme en la soledad, que es la situación personal más frecuente. Es cierto que la soledad se suele experimentar como una carga. Sin embargo, todo ser humano ha estado solo en alguna ocasión, unas veces más que otras. 

Quizás sea que el número de personas de más de setenta años, ha aumentado de manera considerable y por lo tanto el número de personas que se encuentran solas ha crecido; y a pesar de la Televisión y el teléfono móvil, lo que se echa de menos es la comunicación interpersonal. 

En épocas anteriores nos entreteníamos con las tertulias después del café, las meriendas más frecuentes entre mujeres. Actualmente el aumento de personas mayores, la forma de trabajo de los seres queridos ha llegado a considerarse como una enfermedad (tristeza, melancolía), esto se ha pretendido paliar con las residencias de mayores y los centros de día. Finalmente, la aparición de la enfermedad del “corona virus”, que obligó a permanecer confinados en nuestros domicilios, ha hecho que haya aumentado la soledad y el aburrimiento, difícil de superar a no ser que demos a nuestra vida un sentido de dejar la oscuridad con la idea de gozar de la luz, para crear un espacio propicio para llegar a Dios.

 

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