Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Saeta del Borriquillo de Guadalajara

(Domingo de Ramos)

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Las palmas y los olivos

a Jesús, Cristo, saludan,

de Pascua en preparativos

a los que fieles acudan.

.

Jerusalén da motivos

a aquellos que aún de Él dudan

de que, con ramas de olivos,

al Jesús de la fe acudan

.

¡Oh, Jesús del borriquillo.

quiero ser tu monaguillo,

.

para ir a Jerusalén

y ya nunca salir de él!

.

Los cánticos y oraciones

dan bienvenida a sus dones.

.

¡Quién diría que, después,

le sangrarían los pies,

.

pues sería Barrabás

quien ellos preferirán!

.

¡Deja, Dios del borriquillo,

que sea tu monaguillo,

.

hoy día y los que vendrán!

.

Juan Pablo Mañueco,

del libro "Saetas a las Semanas Santas de España. Guadalajara y una al menos por región"

.

En librerías o en plataformas digitales:

 

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En las vísperas de Semana Santa, una invitación a orar y peregrinar al País de Jesús la Tierra de Dios, la cuna del cristianismo, los santos lugares de la Redención

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Tras dos años sin posibilidad alguna, a causa de la pandemia, de peregrinaciones, desde hace un mes, Tierra Santa (los Estados de Israel y de Palestina) han vuelto a abrir las fronteras y a recibir los primeros nuevos grupos de peregrinos.

Entre estos privilegiados, del 24 al 29 de marzo pasados, la Providencia de Dios, a través de la invitación al efecto recibida por Rafael Capitán, director de la Agencia de Viajes “Turismo y Peregrinaciones 2000”, ha querido que quien esto suscribe pudiera regresar al País de Jesús. Lo he hecho junto con otros once sacerdotes de distintos y tres laicos. Y una vez más, y van siete (julio de 1987, abril de 1992, julio de 1992, noviembre de 1995, agosto de 2000 y noviembre de 2005), he vuelto a comprobar que el Señor ha sido grande conmigo en su tierra prometida (también, disputada, lacerada, crucificada y hasta resucitada…).

Por ello y con el salmista, vuelvo a exclamar de corazón: “Bendito sea el Señor que ha hecho, para mí y por mí, prodigios en la ciudad amurallada” y en la Tierra Santa. Bendito sea el Señor y gracias a los hombres que en esta ocasión lo han hecho posible. Amén.

Y en los umbrales de la Semana Santa 2022 y mientras oro y espero que las peregrinaciones retornen a Tierra Santa y vuelvan a ser manantial de gracias para tantos cientos, miles y millones de personas, ofrezco en la página de hoy de NUEVA ALCARRIA algunas informaciones y reflexiones sobre lo que es Tierra Santa y cómo hay que peregrinar a ella para dejarse perfumar y transformar por su gracia.

 

Testigos de la resurreción ante la tumba vacía del Señor

 

¿Qué es Tierra Santa?

 

Tierra Santa es un extenso territorio en Oriente Medio, bañado por el Mar Mediterráneo, entre Asia y África, cuyos epicentros son los Estados de Israel, Palestina y Jordania, sobre todo, y también Egipto, Siria e Irak. Por extensión, sobre todo neotestamentaria, algunos lugares de Turquía, Grecia y Chipre se integran en ella. Tierra Santa es el territorio geográfico que comprende todos los sitios en los cuales se desarrollaron escenas bíblicas tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.

Los principales e indiscutibles lugares de Tierra Santa son Jerusalén, Belén, Nazaret, Galilea (mar o lago de Tiberiades o Genesaret y sus ciudades y aldeas), Samaria, desierto de Judea, monte Sinaí.

Y los lugares en donde se desarrolló la encarnación de Jesús (Nazaret), su nacimiento (Belén), los primeros meses o años de su vida (Egipto), su infancia y vida oculta (Nazaret), su misión y predicación evangélica (Galilea, Samaría y Jerusalén) y los episodios centrales de su pasión, muerte y resurrección (Jerusalén)

Y a la pregunta de si estos lugares históricos corresponden con los que actualmente se visitan y se identifican como tales, la respuesta, desde las mismas ciencias bíblica, arqueológica e histórica, es afirmativa. Con notables elevaciones en sus terrenos y con las modificaciones visuales lógicas de los dos mil años discurridos y de la azarosa historia de Tierra Santa.

Para hacernos una idea de la azarosa historia de Tierra Santa, baste decir que Jerusalén fue 15 veces destruida y 22 veces conquistada y, en la actualidad, sigue siendo una ciudad disputada y marcada por la contradicción.

 

Tierra Santa según el Papa Francisco

 

El 17 de enero de 2021, con ocasión del primer centenario de la revista de la Custodia Franciscana “Tierra Santa”, el Papa Francisco recibió en audiencia a sus responsables y entre otras ideas les trasmitió las siguientes:

“Dar a conocer Tierra Santa significa transmitir el Quinto Evangelio, es decir, el entorno histórico y geográfico en el que la Palabra de Dios se reveló y luego se hizo carne en Jesús de Nazaret, por nosotros y para nuestra salvación. También significa conocer a las personas que viven allí hoy, la vida de los cristianos de las distintas Iglesias y denominaciones, pero también la de los judíos y musulmanes, para intentar construir, en un contexto complejo y difícil como el de Oriente Medio, una sociedad fraterna.”

 

Detalles en el Calvario

 

Próximo viernes, Viernes Santo, día y colecta por Tierra Santa

 

Una convocatoria tradicional de la Semana Santa, ya tan próxima, de carácter pontificio y universal, es la jornada y colecta por los Santos Lugares de Tierra Santa. Será el Viernes Santo, día 17 de abril. “Tierra Santa: lugar de comunión” es el lema de este año del Día de los Santos Lugares, con invitación a la solidaridad con los cristianos en los países de la Custodia Franciscana de Tierra Santa (Israel, Palestina, Jordania, Egipto, Siria, Chipre y Rodas) y a una renovada llamada a las peregrinaciones a los Santos Lugares.

En 2021, nuestra diócesis recaudó para esta colecta en favor de los Santos Lugares 18.092,54 euros. Y es que son necesarios signos de solidaridad, comunión y eclesialidad hacia Tierra Santa.

 

Custodia Franciscana de Tierra Santa

 

La Custodia Franciscana de Tierra Santa data ya de tiempos de san Francisco de Asís, quien peregrinó al país de Jesús en el año 1217 y decidió que allí hubiera siempre frailes franciscanos. Y así ha sucedido y sucede interrumpidamente. Además, en 1342, el Papa Clemente VI encomendó de modo formal y permanente la custodia de los Santos Lugares a la Orden de Hermanos Menores (OFM, Franciscanos).

En la actualidad y en los siete países antes citados, hay 270 franciscanos. Con ellos colaboran 62 Comisarías de Tierra Santa en 41 naciones (una de ellas, claro, España) y más de 150 religiosas de distintas órdenes y congregaciones.

La Custodia Franciscana en Tierra Santa sirve 55 santuarios ubicados en otros tantos lugares evangélicos. Ejerce la pastoral en 24 parroquias y 79 iglesias. La Custodia dirige la actividad educativa en 15 escuelas, 3 centros de formación profesional y cada año da 525 becas de estudios anuales para estudiantes universitarios.

Además, la Custodia Franciscana en Tierra Santa sostiene actividad social y caridad con más de 630 viviendas para familias necesitadas y 5 hospitales para enfermos y niños huérfanos. En la devastada Siria, ha reconstruido 1.300 casas para familias pobres. Otra dimensión de su trabajo son las residencias para peregrinos (“Casas Novas”), en 6 santos lugares significativos, con más, en total, de 500 plazas de alojamiento. Y todo ello, genera 1.100 puestos de trabajo en las distintas actividades.

Finalmente, la Custodia promueve la acción cultural, científica y ecuménica mediante instituciones académicas de Teología Bíblica, Arqueología e Información Cristiana (en Jerusalén), Estudios Orientales (en El Cairo), Teología Ecuménica (en Damasco), centros editoriales y publicaciones en seis idiomas (en Jerusalén, Milán y Madrid) y hasta una revista mensual y un instituto musical “Magníficat” para jóvenes.

La sede central en España de la Custodia, la Comisaría de Tierra Santa se halla en la calle San Buenaventura, 1, junto a la iglesia monumental de San Francisco el Grande de Madrid. El teléfono de contacto es el 635 264 331.

 

Decálogo de claves para peregrinar a Tierra Santa

 

Y mientras sigo pensando en regresar a Tierra Santa -"Al año que viene en Jerusalén…"-, ofrezco ahora este decálogo de conclusiones y de claves para peregrinar y volver a peregrinar al País de Señor.

1.- Peregrinar a Tierra Santa es don inmenso de Dios, es gracia colmada y rebosante, es espléndida oportunidad para conocer el país de la Biblia y la tierra de Jesús. ¡Qué bueno y qué grande sería si todos los cristianos pudieran peregrinar siquiera una vez a Tierra Santa! Y peregrinar a Tierra Santa como es don, es también tarea y misión, las de ser testigos con nuestras vidas de ello.

2.- Peregrinar a Tierra Santa es continuar, prolongar, actualizar y empalmar en una larga y venerable tradición de peregrinos a lo largo de los siglos. Son los miles y millones de peregrinos anónimos. Son peregrinos ilustres como Egeria, santa Elena, san Francisco de Asís, san Ignacio de Loyola, san Charles de Foucauld o los Papas Pablo VI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y Francisco.

3.- Peregrinar a Tierra Santa no será tanto la búsqueda milimétrica y científicamente indudable de los mismísimos lugares del Señor -la mayoría de ellos así contrastados ya por la historia, por la arqueología y por la exégesis bíblica y crítica- cuanto abrirse a su geografía, a su paisaje, a su paisanaje y a la varias veces centenaria tradición.

4.- Peregrinar a Tierra Santa es también contradicción, paradoja, hasta, en algunos casos, dolor y escándalo. Tierra Santa ha sido la porción territorial más disputada de la historia. Y así lo sigue siendo. Tierra Santa es santa y sagrada para las tres grandes religiones históricas. Tierra Santa habla de humanidad por sus cuatro costados. Y el peregrino tendrá que orar, contemplar, celebrar y venerar muchas veces desde el bullicio, las prisas, la precariedad, el cansancio, la extenuación, el bochorno, la esterilidad, el dolor e incluso el llanto.

5.- Peregrinar a Tierra Santa es tiempo y espacio para el encuentro, el diálogo, el afecto y el respeto por las otras Religiones, especialmente el Judaísmo y el Islamismo. Esta peregrinación supone también el esfuerzo por conocer sus culturas, tradiciones y expresiones actuales de las mismas.

 

Estrella de Belén. Aquí nació Jesús.

 

6.- Peregrinar a Tierra es renovada ocasión para comprobar el escándalo de la división de los cristianos y para rezar y trabajar por la unidad de todas las Iglesias y confesiones que reconocen a Jesucristo, el hijo de Tierra Santa, como su Señor. Y para ser solidarios con los cristianos perseguidos también allí.

7.- Peregrinar a Tierra Santa es realizar un apasionante recorrido por la historia de la humanidad de occidente y del próximo oriente en los últimos cuatro mil años. Es sumergirse en las culturas y civilizaciones cananita, israelí, babilónica, persa, helena, romana, bizantina, musulmana, cruzada, mameluca y otomana, hasta llegar a los años entre guerras del siglo XX en que el país estuvo controlado por Gran Bretaña y hasta que en 1948 nació el Estado judío de Israel y después surgió el Estado islámico de Palestina.

8.- Peregrinar a Tierra Santa es experimentar la necesidad de la paz, el don de los dones del Señor de Tierra Santa. La paz ha sido muchas veces una efímera quimera en Tierra Santa. Hoy también es débil, frágil, precaria, insuficiente. No es cuestión de dividir sus habitantes entre buenos y malos, entre opresores y oprimidos. Es cuestión de contribuir a su encuentro, a su reconciliación y a su común construcción de la paz. En este sentido, el muro de Belén y de la franja de Gaza y Cisjordania no es símbolo de paz, como no son los atentados suicidas. El peregrino a Tierra Santa debe testimoniar y servir a la paz.

9.- Peregrinar a Tierra Santa conlleva y requiere para el peregrino actitudes de esfuerzo, paciencia, espera, apertura, disponibilidad, solidaridad, fe, oración, capacidad de contemplación y de admiración, espíritu de búsqueda y sencillez y limpieza de corazón.

10.- Peregrinar a Tierra Santa es el quinto evangelio. Es el encuentro con el espacio que se encontró con la Santísima Humanidad de Nuestro Señor Jesucristo. Es entender lo concreto, cotidiano, grande, humilde, limitado, precario y hermoso de la Encarnación. Es dejar hablar a las piedras, a las montañas, a los valles, al lago, al Jordán y a los caminos de Quien por ellos estuvo, anduvo e hizo el bien. Tierra Santa es la patria de Jesús y es, por ello, la patria de los que queramos ser sus seguidores, sus testigos y sus discípulos.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 8 de abril de 2022

Guía para el trabajo sinodal en grupos del tema segundo, sesión segunda, del cuaderno primero, "Llamados", de nuestro Sínodo de Sigüenza-Guadalajara

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

En la segunda sesión del tema de los fundamentos de la fe cristiana, vamos a reflexionar sobre los que podemos considerar sus fundamentos externos o extrínsecos: la familia, la escuela y la parroquia. A estos tres, hay que añadir los medios de comunicación, de decisiva Estos tres ámbitos, estas tres realidades, han sido claves y vitales no solo para la transmisión de la fe, sino también para su propio crecimiento, cultivo y desarrollo.

El Papa Benedicto XVI advertía hace unos años: «Sucede hoy con frecuencia que los cristianos se preocupan mucho por las consecuencias sociales, culturales y políticas de su compromiso, al mismo tiempo que siguen considerando la fe como un presupuesto obvio de la vida común. De hecho, este presupuesto no sólo no aparece como tal, sino que incluso con frecuencia es negado. Mientras que en el pasado era posible reconocer un tejido cultural unitario, ampliamente aceptado en su referencia al contenido de la fe y a los valores inspirados por ella, hoy no parece que sea ya así en vastos sectores de la sociedad, a causa de una profunda crisis de fe que afecta a muchas personas».

 

La familia

 

Ya hace algún año el religioso mexicano Pascual Chávez, entonces rector mayor de la Congregación Salesiana, afirmaba que "lo que era una la cadena de transmisión de una experiencia religiosa está rota. Lo está porque antes dicha transmisión comenzaba en la familia, que era el ambiente natural en que se crecía humanamente y en la que también se maduraban concepciones religiosas y formas de comportamiento. Y esto no existe hoy. La familia se ha debilitado mucho en su capacidad de dar hijos al mundo y de educar".

Las familias de esta hora necesitan redescubrir su propia y exclusiva identidad, basada en el matrimonio entre un hombre y una mujer, que constituye el hogar de amor abierto y destinado a la procreación y educación de los hijos. La familia necesita ser ella misma, reavivar sus raíces, fortalecer su naturaleza y misión y no acostumbrarse y dar por buenos otros "modos" de convivencia.

Fue el Concilio Vaticano II el que acuñó la expresión y el anhelo de convertir a cada familia en una Iglesia doméstica. Y por lo que respecta a la transmisión de la fe, ésta, debe traducirse a actitudes y acciones como la toma de conciencia de esta irreemplazable misión en el ejemplo coherente de los padres, en la vivencia de las prácticas sacramentales, en la oración enseñada y practicada desde el mismo seno familiar, en el compromiso por la educación religiosa de los hijos a través de la enseñanza religiosa escolar y de la catequesis, en la lectura y escucha en familia de la Palabra, en el anuncio explícito de Jesucristo, en la pertenencia y comunión eclesial y en el testimonio de la propia vida.

 

La escuela

 

La escuela, el colegio ha de enseñar no solo conocimientos y hábitos básicos y vitales sino también valores y creencias.

De ahí la importancia a la hora de defender una escuela libre y respetuosa con los derechos de los padres, los primeros e insustituibles educadores de sus hijos. De ahí la importancia de defender y promover una enseñanza de calidad y de valores, de solidaridad y de esfuerzo.

De ahí, asimismo, la necesidad de insuflar en nuestras escuelas y colegios (también en los de titularidad católica, más allá de que se pueda dar por supuesto) el alma de la verdadera educación, que incluye también la educación y la formación religiosa, en suma, la transmisión de la fe.

Y de ahí, igualmente, la necesidad imperiosa de defender y hacer valer el derecho fundamental de los padres a elegir el modelo de educación que desean para sus hijos según sus convicciones, incluido el derecho a la educación religiosa escolar.

 

La parroquia

 

La parroquia ha sido y debe seguir siendo asimismo ámbito fecundo para la fundamentación y la transmisión de la fe.

En su emblemática y programática exhortación apostólica “Evangelii gaudium”, de la que ya hemos hablado, escribió, en 2013, el Papa Francisco: “La parroquia, que no es una estructura caduca y aunque no es tampoco la única institución evangelizadora, está llamada a sumarse a este proceso. ¿Y cómo? Estando en contacto con los hogares y con la vida del pueblo, y no convirtiéndose en una prolija estructura separada de la gente o en un grupo de selectos que se miran a sí mismos. La parroquia ha de ser comunidad de comunidades, santuario donde los sedientos van a beber para seguir caminando, y centro de constante envío misionero. Por ello y porque no siempre nuestras parroquias responden siempre a este perfil ideal, la parroquia ha de situarse en estado de misión permanente y en conversión eclesial y misionera”.

La parroquia no es un dispensario de sacramentos, un espacio para el culto solo privado, devocional y ocasional, sino el hogar comunitario donde crece y madura la fe y la pertenencia y comunión eclesial.

La parroquia es la Iglesia en pequeño, en particular, en miniatura, en concreto, en lo cotidiano, con nombres y rostros conocidos, sin anonimatos.

La parroquia es la Iglesia de cercanías y en cercanía, la casa de la comunión y de la misión, el hogar de la fiesta y también del llanto.

Y necesitamos intensificar y fortalecer las catequesis parroquiales, no solo las destinadas directamente a la recepción sacramental (por ejemplo, las importantísimas catequesis de primera comunión y también las catequesis de confirmación), sino todo el proceso e itinerario formativo de la educación en el despertar de la fe y en su crecimiento y maduración a tenor de las distintas edades. Deberíamos vivir la catequesis parroquial como un itinerario educativo similar al de los centros escolares.

 

 Altar y capilla sinodal en la catedral

 

Los medios de comunicación

 

Y, además, y máxime hoy en día y cada vez más, la fundamentación y la transmisión de fe encuentra hoy en los Medios de Comunicación Social (MCS) uno de los principales y más desafiantes ámbitos.

Y en este sentido deben seguir siendo especialmente luminosas e interpeladoras aquellas palabras del Papa Juan Pablo II, en la encíclica "Redemptoris missio" (1991): "El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformándola en una aldea global. Los medios de comunicación son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación y de inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales".

¿Cómo podemos y debemos transmitir la fe mediante los medios de comunicación? En primer lugar, formándonos en medios de comunicación social, conociéndolos, sabiendo quiénes están detrás de los medios, cuáles sus intereses y sus ideologías.

En segundo lugar, los padres deben educar a sus hijos en el uso y no en la dependencia de los MCS, que son eso, "medios", "instrumentos", no fines en sí mismo. Los MCS no pueden suplir ni a los padres, ni a los maestros ni a los sacerdotes.

 

Iluminación desde la Palabra de Dios

 

En el Antiguo Testamento, entre los distintos textos bíblicos que encontramos en relación con estos fundamentos que hemos denominado extrínsecos, seleccionamos dos: Deuteronomio 6, 1-9 y Ester 4, 17. El primero es muy conocido. Es el llamado en hebrero “Shemá, Israel”, nombre de una de las principales plegarias de la religión judía. Su nombre retoma las dos primeras palabras de la oración en cuestión, siendo esta a su vez la plegaria más sagrada del judaísmo.

“Estos son los preceptos, los mandatos y decretos que el Señor, vuestro Dios, me mandó enseñaros para que los cumpláis en la tierra en cuya posesión vais a entrar, a fin de que temas al Señor, tu Dios, tú, tus hijos y tus nietos, observando todos sus mandatos y preceptos, que yo te mando, todos los días de tu vida, a fin de que se prolonguen tus días.

Escucha, pues, Israel, y esmérate en practicarlos, a fin de que te vaya bien y te multipliques, como te prometió el Señor, Dios de tus padres, en la tierra que mana leche y miel. Escucha, Israel: El Señor es nuestro Dios, el Señor es uno solo. Amarás, pues, al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas. Estas palabras que yo te mando hoy estarán en tu corazón, se las repetirás a tus hijos y hablarás de ellas estando en casa y yendo de camino, acostado y levantado; las atarás a tu muñeca como un signo, serán en tu frente una señal; las escribirás en las jambas de tu casa y en tus portales” (Deuteronomio 6, 1-9).

El segundo texto veterotestamentario es del libro de Ester, quien, en su capítulo 4, versículo 17, reza con estas palabras ante el peligro inminente de muerte:

“Desde mi nacimiento yo oí en mi tribu y en mi familia que tú, Señor, escogiste a Israel entre todas las naciones y a nuestros padres entre todos sus antepasados para que fueran por siempre tu heredad. Realizaste en favor suyo todo lo que prometiste” (Libro de Este4, 17)

 

Concilio Vaticano II

 

Uno de los documentos más emblemáticos del Concilio Vaticano II (1962-1965), es su constitución dogmática sobre la Iglesia, titulada “Lumen gentium” (Luz de las gentes). En su número 41, podemos leer:

“Los esposos y padres cristianos, siguiendo su propio camino, deben apoyarse mutuamente en la gracia, con un amor fiel a lo largo de toda su vida, y educar en la enseñanza cristiana y en los valores evangélicos a sus hijos, recibidos amorosamente de Dios.

De esta manera, ofrecen a todos el ejemplo de un amor incansable y generoso, construyen la fraternidad de amor y son testigos y colaboradores de la fecundidad de la Madre Iglesia como símbolo y participación de aquel amor con el que Cristo amó a su esposa y se entregó por ella”.

 

Preguntas y propuestas para el trabajo en grupos

 

Tras estos y otros materiales, y desde un clima explícito de escucha, diálogo y oración, nuestro cuaderno sinodal 1, tema 2, sesión 2 formula, para el trabajo de los grupos, cinco preguntas, cuyas respuestas, en su momento, se estudiarán y formarán parte de los siguientes pasos del camino sinodal.  Las preguntas han de ser respondidas, preferentemente, en grupo y recogidas las distintas respuestas. 

Estas son las preguntas:

  1. ¿Estás de acuerdo en que familia, escuela y parroquia son fundamentos, quicios básicos para recibir, vivir y transmitir la fe?
  2. De estos tres ámbitos, destaca el principal para ti en tu historia de fe y en el presente y dinos por qué con algún ejemplo.
  3. Que cada miembro del grupo evoque el nombre de un máximo de dos personas claves en su vida en la relación entre fundamentación y vivencia de la fe y familia, escuela y parroquia. De cada uno de estos tres ámbitos, dos nombres propios por miembro del grupo.
  4. ¿Cómo viviste en familia, en familia (en Familia-Iglesia doméstica) los meses más duros del confinamiento y de la pandemia?
  5. ¿Cuáles estás viendo que son sus primeros frutos?

Asimismo, se formulan estas dos propuestas:

(1) Señalar entre todos tres o cuatro propuestas para recuperar y revitalizar en nuestra diócesis la familia, la parroquia y la escuela como fundamentos de la fe y su transmisión.

(2) Señalar entre todos tres o cuatro propuestas para tomar conciencia y actuar en la fundamentación de la fe y en su transmisión a través de los medios de comunicación social, muy singularmente, además, pensando sobre todo en las generaciones jóvenes, en el mundo de las redes sociales.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 1 de abril de 2022

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

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EN LA CAPILLA

 

Aquella mañana despertó intranquilo. Algo le estaba angustiando, y mucho. ¿Un mal sueño?, ¿un presentimiento incómodo?

No sabría decir qué. Decidió salir a que el fresco aire de la mañana despejase su ánimo, devolviese la normalidad a su reposada vida.

Calles tranquilas, con pocos ciudadanos camino de su trabajo y paso ligero. Él ya no tenía deberes laborales, podía sentirse un hombre libre, pero atado, y muy atado, a sus costumbres, a su invariable modo de vivir. Una vida monótona pero no desagradable, ni demasiado aburrida.

Pero aquella mañana era distinta. Algo no funcionaba en su cerebro, le pedía cambiar, hacer las cosas de otro modo, encontrar qué o quien le motivara, le indicara cómo cambiar esa rutina cómoda pero indiferente y poco solidaria.

Sus pasos le llevaron ante la fachada de una pequeña capilla que, con la puerta abierta, invitaba a echar una mirada a su interior. Transmitía una paz que empujaba a su interior donde el silencio era un imán poderoso, irresistible casi.

Hacía tiempo que no visitaba un templo. Se decidió a entrar.

La luz tibia y la solemnidad fueron una buena acogida para su ánimo quebrantado. Apenas había nadie y la piedad reinaba en aquel ambiente limpio, envolvente, que llamaba a la reflexión, invitaba al alma a una entrega que la elevaba a alguien superior, alguien por encima de la vida, más allá de cualquier sentimiento humano.

Se arrodilló y se entregó al silencio. Silencio que le abrigaba y le protegía. ¿Era el silencio de Dios que empezaba a hablarle?  Pensó que había algo que olvidaba, algo más importante que la vida misma: ¡algo le llegaba con palabras tenues, pero con un fuego que ardía en su pecho y le iluminaba!

Llevaba un buen rato: era un tiempo de nadie, un tiempo sin horas: tiempo distinto de paz, de luz interior.

En aquella quietud sintió que alguien le miraba. Son esas miradas que uno presiente y no sabe quién y porqué le miran. Indagó curioso; no se había fijado y se encontró una imagen de la Virgen que, en su humilde trono, con ojos muy tristes, pero sonriendo, le estaba mirando.

Un dardo de acero atravesó su pecho y acertó en su alma. Algo iba directo a su corazón, algo le decía que hay otro camino, que estaba triste porque no encontraba lo que ya tenia, pero no lo usaba. ¡Es tu corazón que solo piensa en él dejando olvidado donde está el amor, donde tu prójimo, donde tu Dios que te está esperando!

María le hablaba. ¡Señora! ¡Señora!... Sus ojos, tan dulces, hablaban mirándole, le invitaban a pensar con calma.

Y empieza a recordar lo que había olvidado y en lo que ganaría siguiendo lo que Dios le pide y que ella le enseña con solo sus ojos en los suyos puestos. Siente que está ahí para él; quiere ayudarle a encontrar la senda perdida. Tranquilo su cuerpo, serena su mente, se encuentra dispuesto a no sabe qué, pero a seguir los pasos que le indica ella.

La paz de aquel templo ha ayudado al hombre a elevar su espíritu.

¡Bendita seas Señora!, ¡bendito el momento que entré en esta capilla! Te entrego mi vida, te entrego mis sueños, mi amor, mi esperanza. Yo no te buscaba, tú me has encontrado. Me abriste la puerta del pequeño templo donde solo habitan el Dios que nos ama y tú que nos llamas a estar a su lado.

Me entrego a tus brazos y a través de ellos a Jesús que me está esperando.

El hombre sale de nuevo a su vida, ¡pero algo ha cambiado! La luz de María lo ha iluminado.

Y rezan sus labios:

         

Tanto tiempo Madre en busca tuya

sin entender que estás siempre conmigo.

Gracias te doy, tú me has buscado,                        

has salido a mi encuentro en el camino.

He encontrado el amor que había perdido.

 

 

Rafael César García Serrano

Conferencia Nª Srª de la Antigua

Guadalajara, España

 

 

 

IN THE CHAPEL

 

That morning he woke up feeling restless. Something was troubling him, and very much so. A bad dream, an uncomfortable premonition?

He could not say what. He decided to go out to let the fresh morning air lighten his mood, bring normalcy back into his quiet life.

Quiet streets, with few citizens on their way to work at a brisk pace. He no longer had work duties; he could feel himself a free man, but attached, and very attached, to However, that morning was different. Something was not working in his brain, it was asking him to change, to do things differently, to find something or someone to motivate him, to show him how to change this comfortable but indifferent and unsupportive routine.

His steps led him to the entrance of a small chapel that, having the door open, invited him to take a look inside. It conveyed a peace that drew you inside, where silence was a powerful, almost irresistible magnet.

It had been a long time since he had visited a temple. He decided to step inside.

The dim light and the solemnity were a welcome to his broken spirit. There was hardly anyone there and piety reigned in that clean, surrounding atmosphere, which called to reflection, invited the soul to a surrender that raised it to someone higher, someone above life, beyond any human feeling.

He knelt down and surrendered to silence, a silence that sheltered and protected him. Was it the silence of God who began to speak to him?  He thought there was something he was forgetting, something more important than life itself: something was coming to him in faint words, but with a fire that burned in his chest and lit him up.

He had been there for a while: it was a time of nobody, a time without hours: a different time of peace and inner light.

In that stillness, he felt that someone was looking at him. There are those gazes that one senses but does not know who and why they are looking at him. He looked around curiously; he had not noticed it and found an image of the Virgin Mary looking at him from her humble throne, with very sad but smiling eyes.

A steel dart pierced his chest and hit his soul. Something went straight to his heart, something told him that there was another way, that he was sad because he could not find what he already had but did not use. It is your heart that thinks only of itself and forgets where love is, where your neighbour is, where your God is waiting for you!

Mary was speaking to him, our Lady! Her eyes, so sweet, were looking at him, inviting him to think calmly.

And he begins to remember what he had forgotten and what he would gain by following what God asks of him and what she teaches him with only her eyes on him. He feels that she is there for him; she wants to help him find the lost path. Calm in his body, serene in his mind, he finds himself ready to do he knows not what, but to follow the steps she shows him.

The peace of that temple has helped this man to elevate his spirit.

Blessed be our Lady, blessed the moment I entered this chapel! I give you my life; I give you my dreams, my love, my hope. I was not looking for you, you found me. You opened the door of the little temple inhabited only by the God who loves us and by you who call us to be at his side.                                                                                                                                                       

I surrender myself into your arms and through them to Jesus who is waiting for me. 

The man returns to his life, but something has changed! Mary's light has enlightened him.

Then, his lips pray:

         

Mother, so much time searching for you

Without understanding that you are always with me.

I thank you; you have looked for me,                         

You have come out to meet me on the road.

I have found the love I had lost.

 

 

Rafael César Garcia Serrano

Conference of Our Lady of Antigua

Guadalajara, Spain

 

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Según algunos comentaristas de las Sagradas Escrituras, la parábola del “hijo pródigo”, juntamente con la de la “dracma perdida” y la de la “oveja perdida” es el corazón del evangelio de San Lucas.

En mi meditación del texto lucano (Lc 15, 1-3. 11-32), había encontrado resonancias de la bendición que recibe Jacob, el hijo segundón, a quien por llevar el vestido del primogénito obtiene de su padre Isaac el título de heredero (Gn 27).

"/Es conocido el libro: “El regreso del hijo pródigo” de E. Nouwen. Texto que lleva al lector a personalizar las figuras del hijo menor, la del hijo mayor, e incluso la figura del padre. Uno se proyecta fácilmente en el retorno de quien se alejó de Dios por su pecado; siente la denuncia en el endurecimiento que muestra el hijo mayor, y se sorprende en la vocación de ser ternura, comprensión, perdón, como demuestra el padre.

El relato entrañable de Lucas se ha aplicado con frecuencia en la predicación al movimiento del pecador, que decide volver a la casa paterna, y se exaltan los detalles que concurren en la descripción evangélica, desde el alejamiento del hijo menor, que ha pasado todas las fronteras, hasta llegar desde tierras en las que se crían cerdos al abrazo del padre.

Yo mismo, en mi reflexión y estudio, me sorprendí, al encontrar en la parábola lucana el protagonismo de los sentidos, de cómo interviene la corporeidad en la acción. El padre, al otear por si ve venir a su hijo, no se cansa de mirar al horizonte; el texto cita el abrazo, el beso, la música, el banquete... descripción que tiene resonancias litúrgicas, especialmente a la hora de celebrar la Eucaristía. Cada vez más, se ofrecen métodos para despertar la consciencia, y todos ellos pasan por la mediación de la corporeidad. La atención, la sensibilidad, la percepción consciente de la realidad y de uno mismo son llamadas muy actuales en quienes desean avanzar por el camino espiritual.

Simón, el Nuevo Teólogo, tiene un poema en el que reza: “Haz que mis manos sean Tus Manos; que mis pies sean Tus Pies, que mi corazón sea Tu Corazón. Déjame ver con Tus Ojos, escuchar con Tus Oídos. Hablar con Tus labios, amar con Tu corazón, entender con Tu Mente, y servir con Tu Voluntad. Te encomiendo todo mi ser, hazme Tú otro yo” (en Vincent Pizzuto, “Contemplar a Cristo”, 56) Y cómo no recordar a M. Teresita, quien rezaba a la Virgen: “Quiero mirar con tus ojos, oír con tu oído, hablar con tu boca y amar con tu corazón”.

Me había atrevido, en mis meditaciones, a contemplar la concurrencia que se da entre el gesto de Dios al confeccionar unos vestidos y ponérselos a Adán y Eva, con la petición del padre del pródigo, quien manda traer un vestido de fiesta para el hijo menor. Pero debo reconocer mi sorpresa y fascinación ante la exégesis que compara el relato de la creación con el Misterio de la Encarnación. “El amor del padre pródigo se derrama en la Encarnación, no solo como un momento pasado, sino como una realidad permanente que afecta a la interioridad más profunda de todo ser viviente” (Ibid 108). En el relato de la creación, Dios busca al hombre en el jardín, por donde acostumbraba pasear cada tarde con él. Esta intimidad tiene consumación en el Dios hecho hombre, como gesto supremo. Ya no cabe perdernos, ni ocultarnos. Dios se ha hecho hombre, Dios se ha revestido de humanidad, para que la humanidad se revista de divinidad. Nuestros exilios, éxodos, emancipaciones y huidas, ya no pueden apartarnos de Dios, pues Dios está en nosotros. Quien da fe a este misterio, se deja abrazar, besar, perdonar y reconciliar, y sobrecogido, se sienta al banquete del amor, sin orgullo, consciente de la gracia de la misericordia.

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