Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

 

Hoy celebramos en Buenafuente la solemnidad de los santos fundadores del Císter. Ellos fueron pioneros de la reforma benedictina, con el deseo de una vida monástica más sencilla, fraterna, humilde.

 

El Císter nos ofrece una espiritualidad afectiva, en la que impera el amor a Dios, desde la Carta de Caridad.

 

Los santos cistercienses nos adentran a la relación con Dios que es amor, amistad, relación, compañía, huésped y anfitrión, tres veces santo, un Dios que es siempre más.

 

En esta fiesta deseamos ofrecer la nueva página WEB, donde se puede encontrar información de la identidad del lugar del Sistal, actividades programadas, apoyo litúrgico.

La dirección de la página es: https://buenafuente.org/

 

Espero que os guste. Su creación ha sido una ofrenda muy generosa de algunos amigos informáticos.

 

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Porque son el bienestar supremo con que saciar el hambre y deseo humano,

Ante lo que todo lo demás es sed seca y fría sombra que importa menos,

Zaguán imprescindible que pone proa a la dicha, a la gloria y a dar serenos

Pasos hacia dentro del gozoso silo de soles que colmen el anhelo cotidiano…

 

Intima clemencia ten contigo y todos. Que la paz nos lleve a los valles plenos

En los que la piedad, compasión e indulgencia contigo mismo y el hermano

Demuestren la arcillosa bondad fructífera del fértil y fecundo grano

Ante el que tales sentimientos nos hacen ser, con nosotros y el entorno, buenos.

 

Demos al amigo, al adversario y a la naturaleza la viva y abierta mano

Para que ellos nos devuelvan instantes, tiempos y actos libres de cienos,

En armonía, consonancia, cordialidad, perdón y en acuerdos plenos,

Rindiendo y desterrando la desafección y la enemistad a un lugar lejano.

 

Deseo que camines, amigo, siempre por estos vitales y luminosos terrenos,

Ondeando la bandera de la paz, la piedad y el perdón, como un lozano

Navío que singla hacia un tiempo de abrazos ya casi sobrehumano.

AMOR, PAZ, PIEDAD, PERDÓN, en suma, te desea con ánimos nazarenos

LO MÁS PROFUNDO del tañido de este humilde hermano franciscano.

 

 

 

Rafael C. García Serrano

(Conferencia de Nª Srª de la Antigua, Guadalajara)

 

 

 

Ahora sé que me has hablado.

 

Al principio no entendía bien,

seguramente mi oído rebelde y torpe

    aún no estaba preparado,

seguramente la espesa nube de mi ceguera

    empujaba a imposibles osadías

    mi atención y mi cordura.

 

¡Pero ahora sé que eras Tú y que me has hablado!

 

Te acercaste a mi oído

y dejaste tu verso de fuego

quemando mi alma.

 

Te acercaste a mi oído

y dijiste, en voz baja,

una sola palabra:

“amor”

 

Amor el que Tú me tienes

Amor el que Tú me pides

Amor que me exige entrega

Amor que me ha atrapado.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

El invierno recrudece la intemperie,

soledad que se hace recia en despoblado.

El grito no llega al tú vecino, humano.

Cabe resignarse o huir del aislamiento.

 

También es posible sentir el vértigo,

la locura de gritar voces al aire,

la nostalgia de los rostros deseados,

el refugio ensimismado, solitario.

 

Y, si esperas, cabe descubrir la voz,

el horizonte del espacio íntimo,

la habitación real, cálida, secreta,

el Tú interior, abrazo, caricia y beso.

 

Cabe el amor en el recinto secreto,

más adentro aún de todo pensamiento,

atravesados los deseos primarios,

Dentro de ti, en el más profundo centro.

 

Prueba a recorrer la arena del desierto.

Silencia todas las voces del recuerdo.

Deja resonar sin ruido perceptible,

la voz que te declara: “Yo a ti te quiero”.

 

No pienses me invento relación amiga,

que miento y te engaño si te digo: ¡Espera!

Mucho antes que yo nos lo aseguran otros,

es posible enamorarse en el desierto.

 

Otro amor divino entona sus canciones,

que nos liberan de obsesos pensamientos.

¡Dejémonos querer por quien nos habita,

Y el frío no podrá al calor doméstico.

 

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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ATENCION: Al finalizar el artículo que sigue en español, está su traducción al inglés. Si algún lector deseara que se le enviaran estos artículos directamente a otro consocio o amigo, indíquelo como viene sucediendo a la dirección electrónica Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo. facilitando la dirección electrónica del consocio o amigo. Al igual que aquellos que no quieran seguir recibiéndolos, indíquelo en la misma dirección de correo. Muchas gracias por su atención

 

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Acababan de salir los dos consocios, de la reunión de Conferencia y, siguiendo con su costumbre tal y como aconseja la Regla de las Conferencias (1), habían pasado un buen rato haciendo oración ante el Sagrario. Pidiendo la ayuda de Aquel al que querían llevar con ellos para servir a un ser humano irrepetible y concreto. Más tarde, habían iniciado el camino hacia el encuentro con el amigo que vivía en soledad su ancianidad ya muy mermada de facultades. Era la misión que les habían encomendado en su pequeña Conferencia a ambos. Siempre en pareja como aquellos Apóstoles del tiempo de Jesucristo. Modernos apóstoles enviados como los primitivos cuyo ejemplo, los miembros de las Conferencias, quieren, queremos seguir, a pesar de nuestras múltiples imperfecciones.

Llevaban la entrevista con aquel amigo al que tenían la pretensión de ayudar, perfectamente preparada en lo que iban a hacer y lo que tenían que decir. Estaban a punto de cometer a pesar de su buenísima intención, el error de creer que sabían más del dolor que aquel que lo sufría. Error muy frecuente cuando se pretende ayudar a otro el indicarle ¡creo que debes hacer! en lugar de examinar con el doliente y escucharle en cómo desea que se le ayude a combatir su dolor. El dolor que él siente. No el que otros con la mejor voluntad, crean que siente.

Los pobres, los que sufren, saben mejor que nadie lo que necesitan y agradecen en muchas ocasiones, más que cualquier otra cosa, simplemente que se les escuche. Que se les considere personas interesantes de escuchar. Podría referir unas cuantas anécdotas vividas que atestiguan como, el que está solo, al margen de sus posibles necesidades económicas, incluso de las anímicas, está siempre deseando sentirse que se le considera y que se encuentra interesante lo que él cuenta. Que alguien comparte y siente con él su dolor. Su historia. Que no está del todo solo.

Según seguían hablando, con las diversas intervenciones de cada uno, que habían hecho pensar a su compañero y poco a poco, afortunadamente, fueron matizando lo que querían decirle a aquel que sufría y con el que iban a verse en un corto rato. Decidieron que lo mejor era escucharle. Sin olvidar escuchar también al que los acompañaba. Pues no iban solos. (Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo, en medio de ellos” San Mateo 18:20)

A veces, incluso con demasiada frecuencia los cristianos, nos olvidamos qué ninguna oración, se pierde y si con buena fe, habían pedido la ayuda del Altísimo, Él iba con ellos. De una manera misteriosa sí, pero caminaba con ellos.

Cuando volvían a su Conferencia, terminado el encuentro con aquel amigo, solucionado o a medio solucionar de momento su sufrimiento, fueron conscientes de que por sí solos, con sus solas fuerzas, poco habrían conseguido.

Que alguien los había acompañado e inspirado.

¿Alguien?

A Cristo, siempre por y con María

 

José Ramón Díaz-Torremocha
Conferencia of Santa Maria la Mayor
Guadalajara, España
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(1) Los vicentinos rezan para que el Espíritu Santo les guie durante sus encuentros con los que sufren y les convierta en canales de la paz y de la alegría de Cristo (Regla S.S.V.P. art. 1.7

 

 

LISTENING

 

The two fellow members had just left the Conference meeting and, following their custom as recommended by the Rule of the Conferences (1), they had spent some time praying before the Tabernacle. Asking for the help of the One that they wished to take with them to serve a unique and special human being. Later, they had begun the journey to meet the friend who was living his old age in loneliness, with his faculties already very impaired. This was the mission that had been entrusted to both of them in their small Conference. Always in pairs like those Apostles of the time of Jesus Christ. Modern apostles sent out like the early ones whose example we, the members of the Conferences, want to follow, in spite of our many imperfections.

They had thoroughly prepared the interview with the friend they wanted to help, worked out what they were going to do and what they had to say. Despite their very good intentions, they were about to make the mistake of believing that they knew more about pain than the person who was suffering it. It is a very common mistake when trying to help someone else to tell him what he should do, instead of discussing with the sufferer and listening to him in order to learn how he wishes to be helped to deal with his grief. The pain he feels, not the pain that others, with the best intentions, believe he feels.

The poor, those who suffer, know better than anyone what they need and are very grateful for being listened to, more than anything else, for being considered interesting people to listen to. I could tell you a number of personal anecdotes that attest the fact that those who are lonely, regardless of their possible economic or even mental needs, always want to feel that they are taken into account and that what they have to say is interesting. That someone shares and feels his pain with him, his story. That he is not entirely alone.

As they kept talking, about their different interventions that made the other think, little by little and fortunately, they were gradually clarifying what they wanted to say to the suffering man they were about to meet. They decided that the best thing to do was to listen to him. Without forgetting to listen also to the one who was accompanying them, since they were not on their own. (“For where two or three gather in my name, there am I with them" Matthew 18:20).

Sometimes, even too often, we Christians forget that no prayer is lost and if in good faith they had asked for the help of the Most High, He was walking with them. In a mysterious way indeed, but He walked with them.

When they returned to their Conference, once they had finished their meeting with that friend and had solved, or half solved, his suffering for the time being, they realized that on their own, with their own strength, they would have achieved little.

That someone had accompanied and inspired them.

Someone?

To Christ, always through and with Mary

                                                                                         

 
José Ramón Díaz-Torremocha
Conference of Santa Maria la Mayor
Guadalajara, Spain
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(1) Vincentians pray that the Holy Spirit will guide them in their encounters with those who suffer and make them channels of the peace and joy of Christ (Rule S.S.V.P. art.

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