Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Con fiebre de amor herido

siento que tiemblas Señor

¡y es por mí por quién te dueles!

 

Tiemblas porque te hago daño,

por esta traición cobarde

conque mi vida te hiere.

 

Y hoy siento aquel dolor tuyo

que también a mí duele

porque a ti te está doliendo,

¡a ti que tanto me quieres!

 

A ti que viniste a este mundo

con tu pasión y tu entrega

a líbrame de la mía

cautivo de amor y muerte.

 

A ti que tanto nos amas,

que estás pendiente de todos

y a todos como padre llamas,

¡es por mí por quien te dueles!

 

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

DE FUERA ADENTRO DE SAN GINÉS
hasta llegar al incendio redentor del madero de Cristo

 

Aquel que tiene de mi gusto el trono
Que no otro templo de Arriaca lo iguale
Este es Ginés, aunque alguno señale
Lugar santo de muy parejo tono…
 
Quieta alta mole de la cual se sale
Un doble pilar blanco, como icono
En cumbre lateral de dual cono.
Tañer de campanas ambos escale.
 
Inicial arco en medio punto que abre,
En piedra blanca, puerta renaciente,
Noble en madera, al paso de la gente,
Entre la fachada, que su arte labre.
 
De pronto, en Altar Mayor, un Cristo,
En doble madero alto y anchuroso,
Muestra a Dios en supremo y amoroso
INCENDIO REDENTOR, ya desprovisto 
 
de todo... Salvo de habernos salvado,
con entrega y dolor en tanto extremo
como pueda llegar sudor supremo,
quedando en un tablero –ahí- clavado.

 

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

Agustín Bugeda

(vicario general)

 

 

Hace un año que celebrábamos en la Iglesia que camina en las diócesis españolas el impactante congreso “Pueblo de Dios en salida”. Y justamente cuando estábamos empezando el pos congreso… de pronto, nos vino el “parón” del coronavirus con todas las circunstancias que conocemos y sufrimos. El día 11 de marzo nos reuníamos en la diócesis los que habíamos participado en el Congreso en vísperas del confinamiento.

Por eso, en esto tiempo de separación social, de “quédate en casa” ¿podemos seguir hablando del Pueblo de Dios en salida? ¿Es valida tal expresión, tal forma de vida…. O resulta anacrónica?

Yo creo que hoy más que el año pasado se pide a toda la Iglesia, y en concreto al laicado, el gran motor de la Iglesia, que esté más en salida que nunca, más en el mundo que nunca. Nuestros paisanos nos necesitan porque necesitan a Jesucristo, y tenemos que llevarlo y hacerlo con pasión.

Ahora nos tenemos que dejar llevar por el Espíritu, tal como sucedió en el Congreso, en ese nuevo Pentecostés, y seguro que será El quien nos dirá, nos guiará para que podamos ir, podamos acercarnos a los que caminan a nuestro lado: desde la oración, desde el gesto sencillo, desde la alegría y a esperanza de quien confía en el Señor.

El Congreso fue una fiesta de la vida bautismal, como esta tarde mismo decía el Secretario de la Conferencia Episcopal Española, y esa fiesta, aún con lágrimas en los ojos, la hemos de vivir con un corazón encendido, con un sueño misionero, con la sencillez de cada día.

En el Congreso trabajamos el primer anuncio, ¿y no necesita hoy nuestro mundo mucho más ese primer anuncio de la Buena Nueva que antes de la pandemia?; profundizamos en la línea de la formación, una formación muy necesaria hoy en todos los ámbitos para saber dar respuesta a tanto interrogantes como nos rodean; Y qué decir del acompañamiento en el que tanto insistimos, ¿no es hoy la clave de la pastoral en medio de la soledad de esta enfermedad? Un acompañamiento en tantos sentidos y de tantos modos: Acompañamiento personal, acompañamiento virtual, acompañamiento espiritual, acompañamiento real; Y por último, trabajamos la línea de la presencia de los cristianos en la vida pública… y ahí es donde el laico ha de estar como tal, en el trabajo, en el ocio, en las calles, en tantos ámbitos…

Nos necesita nuestra sociedad tan apartada de Dios, de su amor, de sus valores… no podemos dejar que se desmorone el mundo que nos ha tocado vivir sin ofrecerle la roca firme del amor de Dios, de su presencia creadora…

Esta pandemia nos ha paralizado en algunos aspectos más exteriores, pero por otro lado nos ha movilizado mucho más en lo más profundo para que permanezcamos en constante salida, para que estemos atentos a lo Dios quiere de nosotros, definamos prioridades y no perdamos el horizonte. Siempre en camino, un camino de comunión y sinodalidad, un camino que recorre todos los rincones de nuestro mundo y llega a todos los confines.

Pueblo de Dios en salida, ¡¡claro que sí!!

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

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ZOILO, ANTONIO Y SANTIAGO

 

Tuve la suerte, mejor el regalo y la caricia del Misericordioso, de vivir el principio de la aventura. Allá hace muchos años, las Conferencias españolas quisieron iniciar el Proceso de Canonización de quien, también muchos más años atrás, exactamente en Madrid el 11 de noviembre de 1849, había fundado y traído a España desde Paris junto con el Padre Lobo (1), las Conferencias de San Vicente de Paúl. Me refiero a Don Santiago Masarnau Fernández.

Hará tan solo unas semanas cuando se publiquen estas líneas, qué la Santa Sede comunicaba que través del oportuno Decreto, el Santo Padre ha reconocido que Don Santiago, había vivido las Virtudes cristianas en grado heroico. Por lo tanto y desde ese Decreto, las Conferencias de San Vicente de Paúl en el mundo y en España, cuentan con un Venerable más.

Recuerdo bien aquellos días de tan intensas emociones pues, a pesar de la seguridad que tenían los responsables en aquel momento de las Conferencias españolas, no se les ocultaba la dificultad de iniciar un Proceso de Canonización histórico pues nadie de los que conocieron al hoy Venerable, continuaba con vida.

Al comienzo del Proceso y por lo que me contaban, una de las ilusiones de aquellos consocios, era trasladar con la mayor dignidad los restos de Don Santiago al Templo Nacional de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Madrid, situado en la calle Verónica. Finalmente lograron las oportunas autorizaciones civiles y eclesiásticas

Entre todos aquellos que de una manera u otras participaron en aquel “prologo”, no puedo olvidar a tres de ellos cuyos nombres sirven de título a estas líneas: Zoilo, Antonio y Santiago. Dos de ellos, Zoilo y Antonio, es posible que nadie en el fututo los vincule o los recuerde unidos a ese acontecimiento.

Zoilo, simpático siempre, era un amigo que vivía en la Casa Nª Srª del Amparo para enfermos de sida. Antonio, consocio bueno y siempre con un punto de broma en su hablar, era miembro de la Conferencia que tutelaba la Casa del Amparo como siempre nos referíamos a ella. Una de las dificultades, sin duda estribaba en buscar el arcón que recibiera sus restos.

En aquella Casa de Nª Srª del Amparo, había un taller de carpintería para que los muchachos que vivían en ella pudieran desahogar toda su adrenalina y aprendieran un oficio. Los consocios tutelaban el Taller y muy en particular el bendito Antonio. Enterados de la necesidad del arcón que guardaría los restos de Don Santiago, propusieron confeccionarla en el Taller de Carpintería.

Para ello, compraron la mejor madera noble que pudieron encontrar y con ella confeccionaron el arca que sería después pulida y barnizada con todo esmero hasta quedar verdaderamente útil para el servicio al que iba a ser destinado. Me contaban, que compraron el mejor lino para forrar el arcón y recoger sus restos. Finalmente, conociendo la fecha en la que iba a producirse el traslado de los restos, prepararon la correspondiente placa.

Llegado el día del traslado del hoy Venerable, mientras el arcón con los restos de Santiago Masarnau entraba en el Templo hoy dedicado al Beato Federico Ozanam y recibían sepultura, había que ver a aquellos hombres, con tan distintos pasados como Zoilo y Antonio, llorar como niños. Alguien al entrar el arca en el atrio del Templo musito: “Bienvenido a casa, querido consocio”. En su Casa siguen.

No sé si en el Cielo estará admitido el lloro, pero si fuera así, el Venerable Santiago Masarnau Fernández, aquel que cedía su abrigo los días de frío si encontraba a alguien en la calle que lo necesitara, lloraría de alegría al ver los restos de su cuerpo llevados por un amigo en necesidad al que acompañaba otro amigo y consocio.

A María, siempre a Cristo por María

 

José Ramón Díaz-Torremocha

Conferencia de Santa María la Mayor

Guadalajara, España

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(1) Este Padre Lobo, fue Secretario de San Antonio María Claret. En algún momento seguro que alguien escribirá sobre la relación de los Claretianos en los primeros años de las Conferencias en España.

 

 

 

ZOILO, ANTONIO AND SANTIAGO

 

I was fortunate, or rather I had the Merciful’s gift and caress, to live the beginning of the adventure. Many years ago, the Spanish Conferences decided to start the Canonization Process of who, many more years ago, exactly on 11th November 1849, had founded and brought to Spain from Paris, together with father Lobo (1), the Conferences of St. Vincent de Paul. I mean Mr. Santiago Masarnau Fernández.

Just a few weeks before publishing these lines, the Holy See informed that through the due Decree, the Holy Father has recognized that Santiago, had lived the Christian Virtues to a heroic degree. Therefore, since that Decree, the Conferences of St. Vincent de Paul in the world and in Spain, have one more Venerable.

I remember well those days of such intense emotions because, despite the faith of the then leaders of the Spanish Conferences, they did not ignore the difficulty of starting a historical Canonization Process since no one of those who had known the now Venerable, was still alive.

At the beginning of the Process and according to what I was told, one of the hopes of those fellow members, was to transfer with the greatest dignity the remains of Santiago to the National Temple of the Conferences of St. Vincent de Paul in Madrid, located in Veronica Street. They finally obtained the necessary civil and ecclesiastical authorizations

Among all those who in one way or another participated in that "prologue", I cannot forget three of them whose names serve as a title to these lines: Zoilo, Antonio and Santiago. Two of them, Zoilo and Antonio, may not be remembered by anyone in the future as linked to that event.

Zoilo, always nice, was a friend who lived in Our Lady of Refuge’s Home for AIDS sufferers. Antonio, a good fellow member who always had a joking point in his speaking, was a member of the Conference that sponsored the ‘Casa del Amparo’ [House of Refuge] as we always referred to it. One of the difficulties was undoubtedly to look for a coffin suitable for his remains.

In that Home of Our Lady of Amparo, there was a carpentry workshop so that the boys who lived in it could vent all their adrenaline and learn a trade. The fellow members, and in particular that blessed Antonio, organized the workshop. Aware of the need for a coffin that would keep the remains of Santiago, they proposed to make it in the Carpentry Workshop.

To do this, they bought the best hardwood they could find and with it they made the coffin that would then be carefully polished and varnished until it was ready for the service it would be given. I was told that they bought the best linen to line the coffin and receive his remains. Finally, knowing the date on which the transfer of his remains was going to take place, they prepared the pertinent plaque.

On the day of the transfer of who is now Venerable, when the coffin with the remains of Santiago Masarnau entered the Temple currently dedicated to Blessed Frederic Ozanam and received burial, those men with such different pasts as Zoilo and Antonio, cried like children. Someone, when the coffin arrived at the portico of the Temple, murmured: "Welcome home, dear fellow member". He is still there.

I do not know if in Heaven crying is allowed, but if so, the Venerable Santiago Masarnau Fernández, the one who offered his coat to someone in the street who needed it on cold days, would cry with joy at seeing the remains of his body carried by a friend in need and another friend and fellow member.

To Mary, always towards Christ through Mary

 

José Ramón Díaz-Torremocha

Conference of Santa María la Mayor

Guadalajara, Spain

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(1)  Father Lobo, was the Secretary of St. Antonio Maria Claret. I am sure that, some day, somebody will write about the participation of the Claretians in the first years of the Conferences in Spain.

 

 

 

ZOILO, ANTONIO ET SANTIAGO

 

J’ai eu la chance, ou plutôt le cadeau et la caresse du Miséricordieux, de vivre le début de l’aventure. Il y a de nombreuses années, les Conférences espagnoles voulaient lancer le Processus de Canonisation de celui qui, beaucoup d’années avant, exactement à Madrid le 11 Novembre 1849, avait fondé et amené en Espagne de Paris, avec le Père Lobo (1), les Conférences de Saint Vincent-de-Paul. Je parle de M. Santiago Masarnau Fernández.

Quelques semaines avant la publication de ces lignes, le Saint-Siège informait, à travers un Décret, que le Saint-Père a reconnu que Santiago avait vécu héroïquement les vertus chrétiennes. Par conséquent et à partir de ce Décret, les Conférences de Saint Vincent-de-Paul dans le monde et en Espagne, ont un Vénérable de plus.

Je me souviens bien de ces jours d’émotions si intenses car, malgré la confiance des responsables des Conférences espagnoles à ce moment-là, ils n’ignoraient pas la difficulté d’entamer un Processus de Canonisation historique, puisqu’aucun de ceux qui avaient connu celui qui est aujourd’hui Vénérable, vivait encore.

Au début du Processus et d’après ce qu’ils me racontaient, l’un des espoirs de ces confrères était de transférer avec la plus grande dignité les restes de Santiago au Temple National des Conférences de Saint Vincent-de-Paul à Madrid, situé rue Verónica. Ils ont finalement obtenu les autorisations civiles et ecclésiastiques nécessaires.

Parmi tous ceux qui, d’une manière ou d’une autre, ont participé à ce « prologue », je ne peux pas oublier trois d’entre eux dont les noms servent de titre à ces lignes: Zoilo, Antonio et Santiago. Il est possible que, dans le futur, personne ne se souvienne de deux d’entre eux, Zoilo et Antonio, comme liés à cet événement.

Zoilo, toujours sympathique, était un ami qui vivait à la Maison Notre Dame de l’Amparo [Protection/refuge] pour les malades du sida. Antonio, un bon confrère qui mettait toujours un point de plaisanterie dans son discours, était un membre de la Conférence qui s’occupait de la Casa d’Amparo [la Maison du Refuge] comme nous l’avons toujours appelée. L’une des difficultés était sans aucun doute de chercher le cercueil qui puisse recevoir ses restes.

Dans cette Maison de Notre Dame de l’Amparo, il y avait un atelier de menuiserie pour que les garçons qui y vivaient puissent défouler toute leur adrénaline et apprendre un métier. Les confrères, et en particulier ce sacré Antonio, dirigeaient l’Atelier. Conscients du besoin d’un cercueil pour garder les restes de Santiago, ils ont proposé de le construire à l’atelier de menuiserie.

Pour ce faire, ils ont acheté le meilleur bois noble qu’ils ont pu trouver et avec lui, ils ont fait le cercueil qui serait ensuite soigneusement poli et vernis jusqu’à ce qu’il soit vraiment utile pour le service auquel il était destiné. Ils m’ont dit qu’ils avaient acheté le meilleur lin pour tapisser l’intérieur et accueillir ses restes. Enfin, connaissant la date où le transfert de ses restes devait avoir lieu, ils ont préparé la plaque correspondante.

Le jour du transfert de celui qui est aujourd’hui Vénérable, lorsque le cercueil avec les restes de Santiago Masarnau entrait dans le Temple aujourd’hui dédié au Bienheureux Frédéric Ozanam et était placé dans sa sépulture, il aurait fallu voir ces hommes, avec des passé si différents comme ceux de Zoilo et Antonio, pleurer comme des enfants. Quelqu’un, quand le cercueil est arrivé sur le parvis du Temple, murmura: « Bienvenue à la maison, cher confrère ». Il est toujours chez lui.

Je ne sais pas si les pleurs sont tolérés au Ciel, mais si c’est le cas, le Vénérable Santiago Masarnau Fernández, celui qui offrait son manteau par temps froid s’il trouvait quelqu’un dans la rue qui en avait besoin, pleurerait de joie de voir les restes de son corps portés par un ami dans le besoin accompagné d’un autre ami et confrère.

À Marie, toujours vers le Christ à travers Marie

 

José Ramón Díaz-Torremocha

Conférence de Santa María la Mayor

Guadalajara, Espagne

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(1) Le Père Lobo, fut le Secrétaire de Saint Antonio María Claret. Je suis sûr que, à un moment donné, quelqu’un écrira sur la participation des Clarétains dans les premières années des Conférences en Espagne.

 

<<Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...>> (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad" lema de la Cuaresma de este año, que ha comenzado anteayer, Miércoles de Ceniza, la segunda Cuaresma en pandemia

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Este pasado miércoles, día 17 de febrero, ha sido Miércoles de Ceniza, día del comienzo,  de la Cuaresma, que se prolongará hasta la tarde del Jueves Santo, 1 de abril (la Semana Santa de 2020 será del 28 de marzo al 4 de abril).

Así, pues, durante cuarenta días –imagen de los cuarenta días de Jesucristo en el desierto antes de comenzar su predicación y misión y los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto hasta llegar a la tierra prometida- los cristianos nos encontraremos en el tiempo litúrgico de la cuaresma, un bien hermoso y caracterizado tiempo de preparación a los misterios centrales del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección redentoras de Jesucristo.  

 

Placita del Calvario en el paseo de San Roque de Sigüenza

 

Cuaresma en pandemia

 

Y todo ello, adquiere especial resonancia e interpelación precisamente porque estamos en pandemia y celebramos ya la segunda Cuaresma consecutiva en tiempos de pandemia. De ahí, la necesidad de elevar la mirada, como nos pide el Papa, y no perder la perspectiva, que no es otra que Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado por nosotros.

Durante la Cuaresma, según la legislación vigente de la Iglesia, es preciso abstenerse de comer carne durante todos los viernes de estos cuarenta días. El ayuno y la abstinencia –la dimensión penitencial de la Cuaresma- obligan tan solo para el Miércoles de Ceniza, el pasado miércoles, día 17 de febrero,  y para el Viernes Santo, este año, el día 2 de abril. El ayuno y la abstinencia, esto es, la dimensión penitencial de la cuaresma puede además ser ofrenda especial, este año singularmente en favor de las personas que están resultando más damnificadas por la pandemia.

Junto al ayuno o penitencia, la limosna o la caridad es también espléndido y necesario camino cuaresmal. Esta limosna cuaresmal puede nutrirse del importe de aquello de lo que nos privemos a través del ayuno. Y hay otro camino cuaresmal más, que es la oración, y, de modo transversal,  la formación cristiana.

Esta página de RELIGIÓN de hoy de NUEVA ALCARRIA ofrece este año –otros años ha sido una selección de frases al tratarse de un texto más extenso- el mensaje íntegro del Papa Francisco para esta Cuaresma.

 

Introducción del mensaje papal

 

Queridos hermanos y hermanas: Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Carta a los Filipenses 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo.

Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

 

Fe para acoger la Verdad y ser testigos

 

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas, que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta encíclica Fratelli tutti 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Juan 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Juan 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

 

Esperanza como agua viva que nos permite caminar 

           

La mujer samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Juan 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19).

Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.          

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta encíclica Laudato si`32-34, 43-44)).

Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta encíclica Fratelli tutti, 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mateo 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Apocalipsis 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 Pedro 3,15).

 

Caridad, que se nutre de la fe y avala la esperanza

 

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (Fratelli tutti, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 Reyes 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Marcos 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Isaías 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Solo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (Fratelli tutti, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Esta llamada a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual”. 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 19 de febrero de 2021

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