Por la Delegación de Apostolado Seglar

 

 

 

Estamos en tiempo de cuaresma y estas palabras de Padre Ignacio Larrañaga nos pueden ayudar a parar, hacer un acto en el camino y darnos cuenta de la cantidad de veces que sufrimos por cosas sin importancia, y mientras lo hacemos no somos felices y lo que es peor hacemos sufrir a los que tenemos al lado.

Despertar es el primer acto de salvación.

La persona por lo general, es un sonámbulo que camina, se mueve, actúa, pero está dormido. Se inclina en una dirección y con frecuencia no sabe por qué irrumpe aquí, grita allá, ahora corre, más tarde se detiene; acoge a éste, rechaza a aquél, llora, ríe, canta; ahora triste, después contento: son generalmente actos reflejos y no plenamente conscientes. A veces da la impresión de ser un títere movido por hilos misteriosos e invisibles.

¡Cuántas veces el hombre no entiende nada y sufre!

Sufre porque está dormido y dormir significa estar fuera de la objetividad, dormir es sacar las cosas de su dimensión exacta, es exagerar los perfiles negativos de los acontecimientos, personas y cosas.

Es preciso despertar y despertar es salvarse; es economizar altas cuotas de sufrimiento. Es el arte de ver la naturaleza de las cosas, en uno mismo y en los demás, con objetividad, y no a través del prisma de mis deseos y temores. Es darse cuenta si un hecho tiene remedio o no; si lo tiene para encontrarle solución: si no la tiene, para olvidarlo.

Despertar y darse cuenta que los hechos consumados, consumados están, saber que todo pasará, que aquí no queda nada que todo es transitorio, precario, efímero. Que las penas suceden a las alegrías, y las alegrías a las penas; saber que aquí abajo nada hay absoluto; que todo es relativo, y lo relativo no tiene importancia o tiene una importancia relativa.

¡Despierta! muchas tinieblas de tu mente desaparecerán y grandes dosis de sufrimiento se esfumarán.

 

Extractado del libro del Sufrimiento a la Paz de p. Ignacio Larrañaga.

Pilar y Ángel

Raúl Pérez Sanz

(Delegación de Liturgia)

 

 

Toda celebración eucarística, e incluso podemos aplicar esta afirmación a cualquier celebración sacramental, tiene una estructura dialogal entre Dios y el hombre.

Así en la misa vemos como: Dios nos llama y nosotros acudimos, Dios nos habla y nosotros respondemos, Dios nos da sus dones y nosotros se los ofrecemos, Dios consagra sus dones y nosotros los recibimos, Dios nos envía y nosotros vamos.

Este diálogo se realiza en clave sacramental, es decir a través de signos y símbolos. Es de suma importancia familiarizarse con el lenguaje de los signos y de los símbolos en la celebración para adentrarnos así en el misterio celebrado.

Los signos en la celebración están muy bien elegidos en la Iglesia, son signos que valen para todos: tiempo y lugar, para todo estado y edad. Destacan tres grupos de signos en la celebración: los signos corporales, los signos materiales y los signos ornamentales.

Para descubrir el significado de los signos es llevar a cabo una gran tarea de catequesis mistagógicas. Catequesis que en nuestras parroquias no están muy desarrolladas.

Hemos de subrayar la necesidad que tenemos los cristianos de una mayor formación en lo que respecta a la liturgia, pues a veces, se ofrecen alternativas teatralizadas o cambiadas de signos que tienen su contenido ontológico y eclesial o se inventan ritos nuevos, sin preocuparnos por dar a entender el signo original de cómo quiere la Iglesia que se celebre el Misterio Pascual.

Feliz unión a Cristo muerto en la Cruz. Feliz Semana Santa.

José Ramón Díaz-Torremocha

(Conferencias den San Vicente de Paúl en Guadalajara)

 

 

Iban juntos de viaje, a pie, por polvorientos caminos. Evidentemente de algo tendrían que hablar mientras caminaban. Podrían haber comentado sobre mil cosas. Pero: ¡nos gusta tanto presumir de lo que sabemos! somos tan vanidosos en ocasiones, que no somos conscientes de cómo nos ponemos en ridículo y con cuánta frecuencia. 

Habrá recibido el amable lector con desgraciada frecuencia la dichosa pregunta: ¿pero no sabes lo que ha pasado? Habitualmente, no hay la menor intención de informar por parte del que pregunta. Ninguna voluntad de servir informando al otro ser humano. No, con demasiada frecuencia, simplemente hay deseo de presumir. De sorprender al otro con algo que no sabe. De dar rienda suelta a nuestra pequeña vanidad. 

Aquellos que iban juntos de camino, no pudieron evitar el intentar presumir de lo que sabían: de lo que había pasado en Jerusalén: pero ¿no sabes lo que ha pasado? 

¡Con cuanta frecuencia se cae en ese ridículo defecto! Pero ellos, los que todos conoceríamos más tarde con el nombre genérico de los “discípulos de Emaús” fueron el mayor ejemplo ¡se lo estaban preguntando al protagonista del suceso! Se lo estaban preguntando al compañero de viaje que, pasado sólo un rato, iban a reconocer como el Hijo de Dios, que había sido crucificado, muerto, sepultado y resucitado. ¡Caminaba con ellos a su lado y no lo reconocieron! Caminaba como ya jamás dejaría de hacerlo a nuestro lado a lo largo de los tiempos. Sin que tampoco, tantas veces, lo reconozcamos hoy, cuando sigue caminando en nuestra compañía. 

Dos mil años después, sigue acompañando a cada uno que queramos seguirle a pesar de nuestra imperfecta humanidad. A pesar de nuestras caídas. Ayudándonos siempre a recuperar el equilibrio y a levantarnos. Ayudándonos a intentar ser mejores. 

Me parece que hay una gran diferencia entre preguntar ¿pero no sabes lo que ha pasado? a preguntar ¿Qué te parece lo que ha pasado? La primera, como he indicado más arriba, siempre he creído que conlleva un penoso componente de vanidad y presunción. Sin el menor interés de que el otro se enriquezca con la información. Sólo de sorprenderle. De demostrar que se está mejor informado. 

La segunda, sin embargo, me parece que lleva la voluntad de enriquecerse con la opinión y experiencia del que ya se supone que sabe tanto como él de lo ocurrido y del que se quiere conocer, para su enriquecimiento, el poso que la experiencia del suceso ha dejado en el alma del otro. Compartiendo, tal vez, la suya propia. Pretendiendo enriquecer y enriquecerse por el conocimiento. 

Todo lo anterior, me lleva de nuevo al Evangelio de Lucas que, es enormemente aleccionador en este pasaje que nos refiere el Evangelista de la vida de Cristo: 

“Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: «Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba». El entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista”. 

“Hizo ademán de seguir adelante” nos recuerda Lucas, no quería imponer su presencia. Al igual que hoy, hemos de pedirle, hemos de desear el “…quédate con nosotros…” Hasta ese punto respeta nuestra libertad: hasta buscar no imponer la suya salvo que se lo pidamos, salvo que la deseemos. Salvo que nos abramos a Él. 

La Madre, si pedimos su intercesión, nos ayudará a no “dejarle pasar de largo” a conseguir que se quede con nosotros y que nos ayude a ahormar nuestra vida a la manera que El mismo nos señaló enseñándonos.

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

Amo amparo albo aupado altar alado,

María, máxima música mía.

Oh rosa, oh madre del Amparo, oh guía

Amorosa del fiel que se ha acercado.

 

Madre musical, más madre María

Para quien acude a tu amor llegado

Ante Dios más pronto, pues realzado

Rinde en tu amor materno luz más pía.

 

Oro a ti, oh señora, oh obra tan grande

Ante la que el orbe ora en pleitesía.

Lujo y "lumen dei" que lució el día

 

Bañado en luz, cuando la Luz se expande.

Aurora alada, alba, ayuda, amparo, vía

UNIDA A DIOS, por el umbilical y cande

 

parto de la luz que el mundo más demande:

Amor, Amparo, Alba, Alma, Alegría…

 

 

Juan Pablo Mañueco

Del libro:

“Cantil de Cantos VIII. Los poemas místicos”

http://aache.com/tienda/654-cantil-de-cantos-viii.html

 

> Un artículo de José Luis Albares

> Delegación Diocesana de Migraciones

 

 

 

Es significativo comprobar cómo los evangelistas contemplan la personalidad de Jesucristo desde una perspectiva muy concreta: la extranjereidad. Jesús nunca se sintió atado a ninguna cuna ni a ninguna patria, sino que vivió absolutamente la condición de todo mortal: ser peregrino en este mundo. Según sus propias palabras, no tenía donde reclinar la cabeza (Lc 9,58).

Mateo nombra en su genealogía (Mt 1,1-17) a cuatro mujeres, las cuatro extranjeras: Tamar siempre fue considerada cananea o aramea (cf. Gén 38,1-6); Rut es moabita (Rut 1,4); Rajab es habitante de la Jericó cananea (Jos 2,1); nada sabemos sobre Betsabé, pero el texto bíblico la presenta como esposa de Urías, un hitita (2 Sam 11,3). Mateo será el único que nos habla de la migración forzosa que tuvo que hacer la Santa Familia a Egipto (2,13-23).

Por su parte, Marcos presenta a Jesús rompiendo fronteras para anunciar el Evangelio en cuatro importantes viajes fuera de las fronteras galileas. Jesús viaja, en primer lugar, a la región de los gerasenos (Mc 4,35-5,20), donde realiza su primer milagro fuera de Israel, paralelo al primero que realizó en Israel (Mc 1,23-28). El segundo viaje de Jesús tiene como destino la ciudad de Betsaida (Mc 6,45-52), viaje fallido. Tiro-Sidón y la Decápolis serán el centro del tercer viaje de Jesús al extranjero (Mc 7,24-8,10): de manera explícita, Jesús anuncia allí que el pan del Evangelio está destinado a todos, judíos y paganos. Y el cuarto viaje, de nuevo a Betsaida y Cesarea de Filipo (Mc 8,13-30), será el escenario de la gran confesión de fe de Pedro.

El tercer evangelista, Lucas, es el único que habla del éxodo de Jesús (Lc 9,31), de su «ser llevado al cielo» (Lc 9,51). En esa misma perspectiva, Juan es consciente de que Jesús ha salido de Dios, se hizo carne y vuelve a Dios (Jn 1,14; 16,28): estaba desde el principio junto a Dios (Jn 1,1-2) y, realizada la obra de la redención, retorna de nuevo junto al Padre (Jn 20,17), su verdadera patria, en donde prepara un lugar eterno para los suyos (Jn 14,2-3).

Es el mismo itinerario en “U” que había cantado Pablo en el famoso himno de Flp 2,6-11: Cristo Jesús, «siendo de condición divina, no retuvo ávidamente el ser igual a Dios; al contrario, se despojó de sí mismo tomando la condición de esclavo, hecho semejante a los hombres. Y así, reconocido como hombre por su presencia, se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó sobre todo y le concedió el Nombre-sobre-todo-nombre; de modo que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en el cielo, en la tierra, en el abismo, y toda lengua proclame: ‘Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre’».

 

 

Información

Obispado en Guadalajara
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Teléf. 949231370
Móvil. 620081816
Fax. 949235268

Obispado en Sigüenza
C/Villaviciosa, 7
19250 Sigüenza
Teléf. y Fax: 949391911

Oficina de Información
Alfonso Olmos Embid
Director
Obispado
C/ Mártires Carmelitas, 2
19001 Guadalajara
Tfno. 949 23 13 70
Fax: 949 23 52 68
info@siguenza-guadalajara.org

 

BIZUM: 07010

CANAL DE COMUNICACIÓN

Mapa de situación


Mapa de sede en Guadalajara


Mapa de sede en Sigüenza

Si pincha en los mapas, podrá encontrarnos con Google Maps