Con el lema “Familias cristianas, apóstoles en el mundo”, la Iglesia celebra en Pentecostés el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar.

 

El mensaje de los obispos españoles con motivo de esta Jornada, es una invitación a valorar el Evangelio de la familia como una urgencia evangelizadora y como una responsabilidad del todo el Pueblo de Dios. La familia, enfrentada hoy a un gran cambio social, debe redescubrirse a sí misma, afianzarse en su función específica y tomar conciencia de su misión en la Iglesia, siendo ella misma sujeto de evangelización, y estando siempre al servicio de todos sus miembros.

 

ACTOS EN LA DIÓCESIS ORGANIZADOS POR LA DELEGACIÓN DIOCESANA DE APOSTOLADO SEGLAR

 

VIGILIA DE PENTECOSTÉS

Sábado 23 de mayo

10 de la noche

Claustro de las Adoratrices

Guadalajara

 

CELEBRACIÓN DE PENTECOSTÉS

Domingo 24 de mayo

Cada comunidad en su parroquia

 

PENTECOSTÉS MUSICAL

Viernes 29 de mayo

8 de la tarde

Plaza Mayor de Marchamalo

Con la participación de Divino Acorde, Admiel y Católicos sin Complejos.

           

 

 

 

 

Mensaje de los obispos de la Comisión Episcopal de Apostolado Seglar (CEAS) conmotivo del Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar

Solemnidad de Pentecostés, 24 de mayo de 2015

El anuncio del Evangelio de la familia constituye una urgen­cia para la nueva evangelización como nos recuerdan los padres si­nodales (n. 29). Esta tarea es responsabilidad de todo el Pueblo de Dios. En el seno de la Iglesia existen diversas vocaciones, carismas, ministerios, condiciones de vida y responsabilidades que se comple­mentan. Como nos propone la exhortación Christifideles laici, gracias a esa diversidad y complementariedad, cada fiel laico está en dispo­sición de ofrecerle su propia aportación. Toda vocación cristiana es, pues, una vocación al apostolado, a la misión. El matrimonio que funda la familia, es una vocación a la que Dios llama como camino de seguimiento y santidad, haciendo así de la familia lugar y fuente de evangelización, por ser vocación cristiana. La familia debe tomar conciencia gozosa de su misión en la Iglesia, para ello hay que proponer caminos que permitan a la fa­milia alcanzar su plenitud de vida humana y cristiana. A esta apa­sionante tarea estamos llamados todos los que formamos parte de la Iglesia, asumiendo cada uno su papel. Esto conlleva alumbrar un cambio que permita trasformar la pasividad en protagonismo, animando a la familia a asumir su misión evangelizadora. Ello pasa porque los cónyuges, y toda la familia, asuman la responsabilidad que les viene conferida por su pertenencia a la Iglesia a través del bautismo y concretada de una forma especial por la gracia sacra­mental del matrimonio. Para conseguir este objetivo, toda la comu­nidad eclesial debe alentar a las familias a descubrir el plan que Dios ha establecido para ellas y ayudarles a conseguir que se convierta en realidad.

La familia se enfrenta hoy a un gran cambio social que reper­cute profunda y agresivamente en ella. «La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno». Existen, además, los grandes problemas sociales que asolan a tantas familias (paro, vi­vienda, seguridad, emigración, droga...). En este contexto hay que ayudar a la familia cristiana a redes­cubrirse siendo ella misma, con todo el potencial misionero que tie­ne. Nacida del amor, la familia recibe la misión de «custodiar, revelar y comunicar el amor». La familia cristiana, reunida por el Señor a través del sacramento del matrimonio, es una verdadera «iglesia doméstica», una imagen viva y una representación histórica del miste­rio mismo de la Iglesia. Lo propio y original de esta «iglesia domés­tica», lo que la distingue de las otras manifestaciones de la Iglesia de Cristo, es su condición de comunidad de vida y amor. En ella la comunión que crea el Espíritu, se expresa y realiza en la íntima y total unión de los esposos, como unión de cuerpos, de sentimientos y de voluntades, como entrega y aceptación mutua y generosa de todo lo que constituye a las personas que la integran. De manera que el amor y la vida son, al mismo tiempo, gracia que la familia recibe de Dios y testimonio que ella transmite para renovación de la humanidad.

Una tarea fundamental para la familia es la construcción res­ponsable y generosa de la comunión de personas. Esa comunión es parte de la misión encomendada a la «iglesia doméstica». Por eso los cónyuges deben trabajar para construir esa comunión íntima que implica la donación personal y total, la unidad, la fidelidad y el valor de la indisolubilidad. Esta comunión se extiende a los demás miembros de la familia recibidos con generosidad, como signo de sentirse copartícipes de la obra creadora de Dios. Así todos ellos cumplen su misión dentro de la Iglesia confirmando y perfeccio­nando la comunión familiar. La oración compartida en el seno de la familia ayuda a construir esa comunión. Asumiendo esta tarea la familia descubre el gozo de la búsqueda común de la plenitud y se convierte en Buena Noticia para las demás familias.

Todo ello viene marcado por el sacramento del matrimonio que da comienzo a un apostolado especial, que hace partícipe a la familia de la misma misión de Cristo. Caer en la cuenta de esto es fundamental para asumir su propia misión eclesial. Esta debe aso­ciarse a la acción de la Iglesia, por ser parte de la Iglesia; debe hacer­lo de una forma especial, conforme el sacramento recibido y en las circunstancias que la vida familiar le ofrece. La familia se convierte entonces en sujeto activo de evangelización, no por un encargo reci­bido o una delegación, sino por su propio ser, la vida misma de las familias. Se constituye en vida de la Iglesia misma y por ello, cons­truyéndose como familia cristiana, realiza en la historia la misión sacerdotal, profética y real conferida por Cristo y la Iglesia.

En la concreción de esta triple misión, que la convierte en au­téntica familia misionera, la familia deberá ser fiel a sí misma, testi­moniando de modo silencioso una vida vivida en Cristo. La familia cristiana, conforme va madurando en la fe, debe ser cada vez más consciente de que es necesaria su participación en el anuncio explí­cito de Jesucristo6, convirtiéndose en sujeto activo de la pastoral fa­miliar (cf. Sínodo, n. 30). Este anuncio debe llegar a los alejados, las familias que no creen todavía y a las familias cristianas que no viven coherentemente la fe recibida. Es entonces cuando tomamos con­ciencia, se descubre que la familia necesita una continua evangeli­zación para llegar a ser comunidad evangelizadora y poder cumplir su misión en la Iglesia y en el mundo. Ahí es donde se concreta la vocación de los cónyuges: ser, entre ellos y para los hijos, testigos del amor de Cristo. Ese testimonio debe llegar también a la sociedad.

La familia cristiana está también llamada por Cristo a servir al Reino de Dios y a difundirlo en la historia. Es parte de su misión. La familia cristiana no debe vivir replegada egoístamente sobre sí misma sino que ha de vivir encarnada en la sociedad y la ilumina y enriquece por los valores compartidos y experimentados en el seno familiar. El fundamento del amor orienta en la comunidad de per­sonas a un reconocimiento profundo de la dignidad y vocación de todos los que la constituyen y, consiguientemente, al reconocimien­to y promoción de sus derechos. Esta tarea es una de las manifes­taciones del protagonismo de la familia en la misión de la Iglesia y contagia a la función de la familia en la construcción de la sociedad.

Las familias deben estar siempre al servicio de todos sus miembros, especialmente de los niños, los enfermos y los más ancia­nos, que son los más vulnerables. Este servicio crea una sensibilidad nueva, pues ayuda a valorar a todos, no por lo que tienen o por lo que aportan, sino por lo que son. Servir al evangelio de la familia y de la vida implica además el servicio a las otras familias y, sobre todo, a las familias necesitadas.

Queridos laicos y queridas familias: en este año los obispos de la CEAS, siguiendo la estela de trabajo y reflexión a la que nos convocan los actuales Sínodos de los Obispos, os animamos a redes­cubrir la gran fuerza evangelizadora que tiene la familia cristiana y a ponerla al servicio de la Iglesia y de la sociedad.

? Javier Salinas Viñals, obispo de Mallorca, Presidente ? Mario Iceta Gavicagogeascoa, obispo de Bilbao, Vicepresidente ? Juan Antonio ReigPlá, obispo de Alcalá de Henares ? Carlos Manuel Escribano Subías, obispo de Teruel y Albarracín ? Antonio Algora Hernando, obispo de Ciudad Real ? Francisco Cases Andreu, obispo de Canarias ? Francisco Gil Hellín, arzobispo de Burgos ? Xavier Novell Gomà, obispo de Solsona ? José Mazuelos Pérez, obispo de Jerez de la Frontera ? Ángel Rubio Castro, obispo, emérito, de Segovia ? Gerardo Melgar Viciosa, obispo de Osma-Soria ? Juan Antonio Aznárez Cobo, obispo auxiliar de Pamplona y Tudela

50 días después de la Resurrección del Señor la Iglesia celebra la Pascua de Pentecostés: la venida del Espíritu Santo, el nacimiento de la Iglesia y la fiesta de todos los laicos comprometidos en ella.

 

“Al llegar el día de Pentecostés, estaban todos reunidos en un mismo lugar. De repente vino del cielo un ruido como el de una ráfaga de viento impetuoso, que llenó toda la casa en la que se encontraban. Se les aparecieron unas lenguas como de fuego que se repartieron y se posaron sobre cada uno de ellos; quedaron todos llenos del Espíritu Santo y se pusieron a hablar en otras lenguas, según el Espíritu les concedía expresarse. Había en Jerusalén hombres piadosos, que allí residían, venidos de todas las naciones que hay bajo el cielo”.
Hechos de los Apóstoles 2, 1-5

 

Al Espíritu Santo se le representa de diferentes formas:

  • Agua: El simbolismo del agua es significativo de la acción del Espíritu Santo en el Bautismo, ya que el agua se convierte en el signo sacramental del nuevo nacimiento.
  • Unción: Simboliza la fuerza. La unción con el óleo es sinónima del Espíritu Santo. En el sacramento de la Confirmación se unge al confirmado para prepararlo a ser testigo de Cristo.
  • Fuego: Simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu.
  • Nube y luz: Símbolos inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo. Así desciende sobre la Virgen María para "cubrirla con su sombra". En el Monte Tabor, en la Transfiguración, el día de la Ascensión; aparece una sombra y una nube.
  • Sello: Es un símbolo cercano al de la unción. Indica el carácter indeleble de la unción del Espíritu en los sacramentos y hablan de la consagración del cristiano.
  • La Mano: Mediante la imposición de manos los Apóstoles y ahora los Obispos, trasmiten el "don del Espíritu".
  • La Paloma: En el Bautismo de Jesús, el Espíritu Santo aparece en forma de paloma y se posa sobre Él.

 

Dones

Para que el cristiano pueda luchar, el Espíritu Santo le regala sus siete dones, que son disposiciones permanentes que hacen al hombre dócil para seguir los impulsos del Espíritu. Estos dones son:

  1. Don de Ciencia: es el don del Espíritu Santo que nos permite acceder al conocimiento. Es la luz invocada por el cristiano para sostener la fe del bautismo.
  2. Don de consejo: saber decidir con acierto, aconsejar a los otros fácilmente y en el momento necesario conforme a la voluntad de Dios.
  3. Don de Fortaleza: es el don que el Espíritu Santo concede al fiel, ayuda en la perseverancia, es una fuerza sobrenatural.
  4. Don de Inteligencia: es el del Espíritu Santo que nos lleva al camino de la contemplación, camino para acercarse a Dios.
  5. Don de Piedad: el corazón del cristiano no debe ser ni frío ni indiferente. El calor en la fe y el cumplimiento del bien es el don de la piedad, que el Espíritu Santo derrama en las almas.
  6. Don de Sabiduría: es concedido por el Espíritu Santo que nos permite apreciar lo que vemos, lo que presentimos de la obra divina.
  7. Don de Temor: es el don que nos salva del orgullo, sabiendo que lo debemos todo a la misericordia divina.

Por otro lado, los frutos del Espíritu Santo son:

 

1. Caridad.
2. Gozo.
3. Paz.
4. Paciencia.
5. Longanimidad.
6. Bondad.
7. Benignidad.
8. Mansedumbre.
9. Fe.
10. Modestia.
11. Continencia.
12. Castidad. 

 

 

 

Desde el pasado 1 de mayo se puede modificar el borrador que Hacienda envía para realizar la declaración de la renta correspondiente al año 2014.

Junto con la campaña de la renta, propiamente dicha, que se inicia en mayo y termina en junio, este es un momento oportuno para recordar que se puede marcar la X a favor de la Iglesia Católica. Cada vez son más los que reciben el Borrador de Hacienda y que lo tramitan directamente desde su ordenador. De ahí la importancia de esta campaña. Si, además, se marca la casilla a favor de otros fines sociales también muchas asociaciones o grupos eclesiales que trabajan con los más necesitados se beneficiarán.


También es importante recordar que, si bien sigue siendo importante la cantidad económica que cada año recibe la Iglesia por este medio, no lo es menos el número de los que en su declaración marcan la X a favor de la Iglesia.

Todo cuenta: la aportación económica y el número de X.

A continuación se ofrecen los datos de la Asignación Tributaria a nivel nacional y a nivel provincial por si puede servirte de ayuda para concienciar a nuestras comunidades cristianas.

 

EVOLUCIÓN DE LA ASIGNACIÓN TRIBUTARIA A FAVOR DE LA IGLESIA A NIVEL NACIONAL 

 

AÑO

Nº DECLARACIONES A FAVOR IGLESIA CATÓLICA

% DECLARACIONES

IMPORTE

2005

5.706.000

33,41%

144.974.151

2006

6.483.180

33,45%

173.753.065

2007

6.958.012

34,38%

241.327.321

2008

7.195.155

34,31%

252.682.547

2009

7.260.138

34,75%

249.456.822

2010

7.454.823

35,71 %

248.294.002

2011

7.357.037

34,83 %

247.058.004

2012

7.339.102

34,87%

249.051.689

2013*

  1. 268.597

34,88%

  1. 563.076

 

 

 

 

EVOLUCIÓN DE LA ASIGNACIÓN A FAVOR DE LA IGLESIA CATÓLICA EN LA DECLARACIÓN DE LA RENTA EN LA PROVINCIA DE GUADALAJARA

 

AÑO

Nº DECLARACIONES A FAVOR IGLESIA CATÓLICA

% DECLARACIONES

IMPORTE

2005

38.171

42,38%

798.087

2006

39.711

40,81%

1.018.894

2007

44.220

42,35%

1.379.380

2008

46.978

41,72%

1.477.422

2009

48.050

42,33%

1.427.298

2010

50.145

43,97 %

1.432.992

2011

49.513

43,03 %

1.398.384

2012

50.604

42,64 %

1.439.687

2013*

  1. 218

42,87%

  1. 419.198

 

 

* A nivel nacional se observa un ligero descenso de los que marcaron la X a favor de la Iglesia Católica y en el importe total de la asignación, aumentando en una décima el porcentaje de las declaraciones.

A nivel provincial disminuye el nº de declaraciones a favor de la Iglesia Católica y el importe total de la asignación, mientras que aumenta el % de los declarantes.

 

Las causas están, principalmente, en la crisis económica y sus consecuencias a nivel impositivo: las declaraciones presentadas en toda España en 2014 (ejercicio 2013) han disminuido en 70.505.

 

MEMORIA ANUAL DE LA IGLESIA CATÓLICA

"Él ha sido elevado ya a lo más alto de los cielos; sin embargo, continúa sufriendo en la tierra a través de las fatigas que experimentan sus miembros".

San Agustín

 

"Subió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre"

"El Señor Jesús, después de haber hablado con ellos, fue levantado a los Cielos y está sentado a la diestra de Dios" (Mc 16, 19); "al día cuadragésimo de su resurrección subió a los Cielos con la carne en que resucitó y con el alma". Ascendió "por su propio poder", poder que tenía co­mo Dios y también poder de su alma glorificada so­bre su Cuerpo glorioso. "El que lo creó todo, subió por encima de todo y por su propio poder".

"Estar sentado" es una manera de decir que ha lle­gado al reposo que merece como guerrero vencedor. Es la postura del Rey y del Juez, lleno de poder y majestad.

La Ascensión de Cristo al Cielo, entre otras cosas, nos mueve a buscar siempre las cosas esenciales, que son invisibles a los ojos del cuerpo, y que son aquellas cosas que no pasan y que no mueren: "Aspirad a las cosas de arriba donde está Cristo... gustad las cosas de arriba, no las de la tierra", decía el apóstol San Pablo a los primeros cristianos (Col 3, 1-2).

Asimismo, la Ascensión del Señor debe llenarnos de inconmovible esperanza, ya que nos aseguró: "En la casa de mi Padre hay muchas moradas... Voy a prepararos el lugar... De nuevo volveré y os tomaré conmigo, para que donde yo estoy estéis también vosotros" (Jn 14, 2-3). ¡Somos ciudadanos del Cielo! (Flp 3, 20). Y como los apóstoles, que tras la Ascensión quedaron "mirando al cielo", debemos tener "fija la vista en Él..." (He 1,10).
A la diestra del Padre

"Se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas" (Heb 1, 3), según San Juan Damasceno se refiere a "la gloria y el honor de la divinidad", o sea, significa que Cristo reina junto con el Padre y, además, tiene el poder judicial sobre vivos y muertos. El saber que el Señor está junto al Padre debe hacernos crecer, de manera inconmensurable, nuestra confianza en Él: "Todo lo puedo en aquél que me conforta" (Flp 4,13), debe decir un joven junto con San Pablo y con él también aquella otra magnífica expresión de confianza total: "¡Sé a quién me he confiado!" (2 Tim 1,12).


Catecismo de la Iglesia Católica

 

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