Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)

 

 

"/Un año más celebraremos la Semana Danta de manera diferente a como estamos acostumbrados. La situación sanitaria provocada por el virus nos obliga a aceptar las limitaciones de movilidad y agrupación de personas.

Si el año pasado vivimos desde nuestros hogares la Semana santa, este año la celebraremos dentro de los templos, presencial o por medio de los Medios de comunicación.

Oímos en numerosas informaciones que este año no hay Semana Santa.  Pero los cristianos sí celebraremos la Semana Santa, porque tenemos necesidad de celebrarla, y así dar sentido a nuestros sufrimientos y gozos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.

Necesitamos encontrarnos con el Señor y reencontrarnos con los hermanos. Para ello nos estamos preparando en este tiempo de cuaresma. Tendremos que renunciar a las manifestaciones públicas de fe en el exterior de los templos, tan propio de estos días por parte de las hermandades y cofradía de nuestra diócesis. Pero unidos, como hermanos, daremos sentido al sufrimiento de nuestro mundo desde la cruz del Señor e iniciaremos caminos de esperanza a la luz de la Resurrección de Cristo.

El Obispo Diocesano nos ha dado unas directrices en el decreto firmado por el pasado día 16 de febrero. Cuidar la salud en este estado de pandemia también es una exigencia y manifestación de nuestra fe. Dos cosas quiero resaltar del Decreto:

  • El valor imprescindible de celebrar la fe. Es la celebración más solemne de todo el Año litúrgico.
  • Las iniciativas y creatividad a la hora de exponer, celebrar y vivir la piedad popular con nuevos modos y maneras.

Que estos días nos sirvan para vivir unidos la fe y sentirnos con nuestra devoción miembros evangelizadores de la Iglesia.

Del 8 de diciembre de 2020 al 8 de diciembre de 2021, por decisión del Papa Francisco, toda la Iglesia vive un año santo dedicado a San José, con ocasión del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El 8 de diciembre pasado, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco convocó un año santo especial en honor de san José, el esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Lo hizo mediante la carta apostólica “Patris corde” (“Con corazón de padre”), que va a ser el hilo conductor de esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA de este viernes, día 12 de marzo, y del próximo, día 19, fiesta del santo. Hoy abordaré la primera parte de la carta apostólica josefina de Francisco y la próxima semana, los siete rasgos esenciales, las siete claves de identidad del santo, según el Papa, que es un gran devoto suyo.

 

Razón de ser de este año santo de San José

 

“Al cumplirse ciento cincuenta años (escribe Francisco) de que el beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, lo declarara como Patrono de la Iglesia Católica, quisiera —como dice Jesús— que «la boca hable de aquello de lo que está lleno el corazón». (cf. Mt 12,34), para compartir con ustedes algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”.

A continuación, el Papa explica que “este deseo ha crecido durante estos meses de pandemia, en los que podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. […] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos»”.

Y es que, añade el Papa, “todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en segunda línea tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”.

 

San José - Carmelitas Descalzas Guadalajara

 

San José en los Evangelios

 

Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió. Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mateo 13,55), desposado con María (cf. Mateo 1,18; Lucas 1,27); un “hombre justo” (Mateo 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley (cf. Lucas 2,22.27.39) y a través de los cuatro sueños que tuvo (cf. Mateo 1,20; 2,13.19.22).

El Papa Francisco subraya la condición de testigo excepcional de san José en la infancia de Jesús. Afirma textualmente: “Después de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio «no había lugar para ellos» (Lucas 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lucas 2,8-20) y de los Magos (cf. Mateo 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos”.

 

Valentía y protección

 

El Papa encomia asimismo la valentía de san José al “asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo1,21). Como se sabe, en los pueblos antiguos poner un nombre a una persona o a una cosa significaba adquirir la pertenencia, como hizo Adán en el relato del Génesis (cf. 2,19-20)”.

Junto a la valentía de san José, el Papa reflexiona sobre cómo el santo siempre ejercicio la paternidad sobre su Jesús, tanto en el cumplimiento de los deberes religiosos como protegiéndolo de los peligros, deteniéndose en cuatro escenas: la presentación del Niño Jesús en el templo, la persecución de Herodes, el regreso a Nazaret y la pérdida y el hallazgo de Jesús en el templo a los 12 años.

“En el templo, cuarenta días después del nacimiento, José, junto a la madre, presentó el Niño al Señor y escuchó sorprendido la profecía que Simeón pronunció sobre Jesús y María (cf. Lucas 2,22-35). Para proteger a Jesús de Herodes, permaneció en Egipto como extranjero (cf. Mateo 2,13-18). De regreso en su tierra, vivió de manera oculta en el pequeño y desconocido pueblo de Nazaret, en Galilea —de donde, se decía: « No sale ningún profeta» y «no puede salir nada bueno» (cf. Juan 7,52; 1,46)—, lejos de Belén, su ciudad de origen, y de Jerusalén, donde estaba el templo. Cuando, durante una peregrinación a Jerusalén, perdieron a Jesús, que tenía doce años, él y María lo buscaron angustiados y lo encontraron en el templo mientras discutía con los doctores de la ley (cf. Lucas 2,41-50)”.

 

Numerosos patronazgos

 

Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el magisterio pontificio como José, su esposo. Los Papas han profundizado en el mensaje contenido en los pocos datos transmitidos por los Evangelios para destacar su papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró patrono universal de la Iglesia Católica, como ya quedó dicho; el venerable Pío XII lo presentó como patrono de los trabajadores; y san Juan Pablo II como custodio del Redentor. Y el pueblo  fiel lo invoca como patrono de la buena muerte.

Son muy numerosas las congregaciones e instituciones religiosas puestas bajo su patrocinio. Y entre los santos que profesaron especial devoción a san José, bien merece ser mencionada santa Teresa de Jesús.

 

Objetivos del Año Santo de San José

 

Según el Papa, el objetivo principal es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución. Y añade: “En efecto, la misión específica de los santos no es sólo la de conceder milagros y gracias, sino la de interceder por nosotros ante Dios, como hicieron Abrahán y Moisés, como hace Jesús, único mediador, que es nuestro “abogado” ante Dios Padre, ya que vive eternamente para interceder por nosotros.

Los santos ayudan a todos los fieles a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. La vida de san José y la vida de los santos son pruebas concreta de que es posible vivir el Evangelio. Y se puede hacer de mil maneras distintas, también mediante el silencio y la obediencia como san José.

Por ello, apunta el Papa, ante el ejemplo de tantos santos y santas, por ejemplo, san Agustín se preguntó a sí mismo: “¿No podrás tú lo que éstos y éstas?”. Y así llegó a la conversión definitiva exclamando: “¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!”. Y  Francisco concluye su carta apostólica dedicada a san José con este deseo: “No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión”.

 

Gracias jubilares especiales

 

El Papa Francisco, a través de la Penitenciaría Apostólica, organismo del Vaticano y del Papa al servicio del perdón de los pecados y de la obtención de la gracia de Dios, ha decretado indulgencias plenarias especiales en razón del 150 aniversario de la proclamación de san José como patrono universal de la Iglesia.

 

¿Cómo hacer efectiva esta indulgencia plenaria especial para cada día del Año de San José?

 

(1) Intención expresa de recibir la gracia de esta indulgencia plenaria especial.

(2) Ejercicio de piedad y/o de caridad expreso y concreto por este motivo, que puede consistir en  (a) meditar una media hora sobre la oración del Padre Nuestro o participar en un retiro espiritual sobre san José; (b) rezar las letanías de San José o cualquier otra oración oficial dirigida a este santo.; (c) rezar en familia y/o en grupo (parroquia, comunidad) el Santo Rosario; y/o (d) llevar a cabo una obra de misericordia (espiritual o corporal), intentando que sus destinatarios sean los más necesitados y/o los más damnificados por la pandemia.

(3)  Concluir el ejercicio de piedad y/o caridad rezando el  Padre Nuestro por las intenciones del Papa y la recitación o proclamación del Credo.

(4) Y como siempre, confesión sacramental y comunión sacramental, quince días antes o quince días después, o antes si hay pecado grave.

 

San José - San Vicente de Sigüenza

 

Letanías de San José, del Papa León XIII

 

Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.

Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Santa María, ruega por nosotros.

San José, ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David,  ruega por nosotros.   

Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.  

Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.  

Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.  

Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.  

Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.  

Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.  

José, justísimo, ruega por nosotros.  

José, castísimo, ruega por nosotros.  

José, prudentísimo, ruega por nosotros.  

José, valentísimo, ruega por nosotros.  

José, fidelísimo, ruega por nosotros.  

Espejo de paciencia, ruega por nosotros.  

Amante de la pobreza, ruega por nosotros.  

Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.  

Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.  

Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.  

Sostén de las familias, ruega por nosotros.  

Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.  

Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.  

Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.  

Terror de los demonios, ruega por nosotros.  

Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.  

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,…

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,..

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,..

V.- Le estableció señor de su casa./ R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

OREMOS: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector, patrono y custodia en la tierra. Por Jesucristo Nuestro Señor.

 

Salve a San José, compuesta por el Papa Francisco

“Salve, custodio del Redentor/ y esposo de la Virgen María./ A ti Dios confió a su Hijo,/ en ti María depositó su confianza,/ contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José,/ muéstrate padre también a nosotros/ y guíanos en el camino de la vida./ Concédenos gracia, misericordia y valentía,/ y defiéndenos de todo mal. Amén”.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 12 de marzo de 2021

Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer; cita que anteriormente se celebraba con el nombre de Día de la Mujer Trabajadora. Una conmemoración anual que en Estados Unidos lleva celebrándose más de cien años y que, poco a poco, ha ido calando en el resto del mundo. Es una jornada para reconocer el valor de la mujer en la sociedad, en la familia y en el resto de los ámbitos sociales, culturales o laborales; también en la Iglesia.

De las mujeres se puede aprender mucho. Podemos echar una ojeada a la Biblia para rescatar el nombre y las virtudes, o defectos, de algunas mujeres de la Sagrada Escritura y lo que de ellas debemos, de una forma u otra, aprender todos.

Sin ánimo de aturdir con citas bíblicas, miro al Antiguo Testamento y me encuentro, al comienzo con Eva, la primera que menciona la Biblia, y descubro el pecado, el peligro de alimentar los deseos incorrectos. Veo, además, la sensatez y la humildad de Abigail o la traición de Dalila. Veo cómo Dios utilizó a Débora, la profetisa, para revelarse a los israelitas. Contemplo a la reina Ester y su influencia y valentía para evitar la matanza de su pueblo, siempre con humildad y modestia. Jael, mujer valiente que se puso de parte del pueblo de Dios y, sin embargo, Jezabel, corrupta y sin escrúpulos.

Algunas de las mujeres de la Biblia ni siquiera tienen nombre o, al menos, no lo conocemos. En la primera parte del texto sagrado nos encontramos con dos de ellas muy distintas: la mujer de Lot, que desobedece el mandato de Dios, y la sulamita, humilde, modesta y leal.

También Lea y Raquel, hermanas y mujeres las dos de Jacob, que sufrieron las dificultades familiares de la poligamia vigente. Rajab, que fue una prostituta convertida a Dios y que experimentó la misericordia del que no mira, ni recuerda, el pasado de las personas. Rebeca, esposa de Isaac, que vivió siempre cumpliendo la voluntad de Dios, incluso en las dificultades más extremas, siendo modesta, trabajadora y hospitalaria. Rut, nuera ejemplar de Noemí y mujer trabajadora por excelencia o Sara, esposa de Abrahán, que dejó la vida cómoda de la ciudad de Ur porque tenía fe en las promesas de Dios, consciente de que él siempre cumple sus promesas.

Ya en el Nuevo Testamento destaca, cómo no, María, la madre de Jesús, la humilde nazarena: obediente, dispuesta, sacrificada, dolorosa y fiel. La mujer del sí. Nuestra madre. Bendita entre todas las mujeres.

También aparecen muy unidas a Jesús las otras “Marías”: la de Cleofás y Salomé, María la hermana de Lázaro, mujer ejemplo de fe, de recogimiento y adoración, y María la Magdalena, la discípula del Señor, generosa y ferviente; entregada a la causa de Cristo; testigo de su resurrección. De este grupo de las cercanas al Señor debemos añadir a Marta, la otra hermana de su buen amigo de Betania, hospitalaria, sentida y fiel. También a Isabel, la madre del precursor, familia de la Virgen, depositaria de la bondad de Dios y protagonista de la visita de su prima, en la que esta entonará el Magníficat como acción de gracias.

En el libro de los Gálatas (3, 28) se nos dice que Jesús no hace distinciones: “no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer”. Es por eso que no tiene inconveniente en comer con pecadores y prostitutas, ni de encontrarse y acercarse a mujeres, muchas también sin nombre, como la pecadora, a la que finalmente no juzgan, la hemorroísa que fue curada, las viudas con sus diversos problemas o con otras como la Samaritana, que le espeta con franqueza sus inquietudes, la cananea que le muestra su tenacidad como “madre coraje” o la Verónica que, en el momento extenuante de su pasión, recibe como premio a su valentía y a su fe, su imagen en el paño con el que le enjuga el rostro.

Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

 

 

Una vez más nos encontramos, queridos amigos, en mi artículo dedicado a la evangelización en el mundo de la internet y las redes sociales.

El objetivo de estos artículos no es otro que ayudar a mejorar buena nuestras labores pastorales en el mundo digital. Así lo asumí desde el primer momento en que me invitaron a colaborar en esta sección. Pues bien, después de varios de mis artículos echando balones fuera de la diócesis y aportando nuevas opciones para transmitir la fe a través del mundo digital, volvemos otra vez al punto de partida y en esta ocasión vamos a poner la mirada en una web que ya lleva bastante recorrido, la web del Obispado de Sigüenza-Guadalajara (www.sigüenza-guadalajara.org) y en otra con menor recorrido que merece atención estando en pleno año dedicado a San José por el Papa Francisco y en el mes de marzo fecha en que celebramos su fiesta. Es la página web de la parroquia de San José de El coto (www.parroquiaelcoto.es).

"/A simple vista, la página de El Coto es más llamativa, sale de lo corriente dado que hay un fondo con una imagen, algo inusual o poco visto. Analizando ambas paginas a fondo tienen las dos sus cosas buenas y otras mejorables. En cuanto a la web del obispado algo a destacar son las noticias relacionadas con una imagen. Ayudan sí, hacen más atractiva la página, aunque yo no pondría en primera plana ni tantas noticias ni todas con imágenes, sólo las más destacables. En cuanto a la mejora, se hace muy extensa, es difícil la navegación, sobre todo, si hablamos en un móvil o Tablet; que ya de por si hay que bajar mucho con el ratón en el ordenador. Los iconos del ‘banner’ derecho son muy poco atractivos a la vista; los pondría más dinámicos. Algo destacable de la web es el apartado del Sínodo Diocesano.

En cuanto a la web de El Coto se refiere, se debe evitar poner todo en muchos iconos para acceder y en la página de inicio.  Deberían estar los iconos principales y que a partir de ahí se pueda acceder a los demás. Otra apreciación es que son muy poco llamativos. Hay formas de hacer iconos más actuales y más atrayentes, aunque es más corta en extensión una navegación más fácil. Sin embargo, echo en falta un apartado especial dedicado al año de San José de forma destacada en la página de inicio. Oportunos, sin embargo, los anuncios de la adoración y la Santa Misa en directo cada semana.

Esto simplemente son sugerencias. Cada cual después haga lo que crea verdaderamente oportuno. Aunque sí me gustaría señalar que aquellas webs que están desactualizadas desde hace mucho tiempo, mejor que no estén en las redes. Es preferible crear una página o perfil de Facebook para anunciar actos puntuales sí es lo que deseamos.

Hasta una próxima ocasión.

 

La humildad, la reconciliación y la caridad son los otros tres ejes vertebradores de la verdadera Cuaresma, tres miradas a Jesús y a la misión, también en pandemia

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

La pasada semana, al hilo de la Cuaresma como tiempo aptísimo para volver, para dirigir la mirada y la vida hacia Jesucristo, esta página de NUEVA ALCARRIA ofrecía tres primeras miradas cuaresmales al Señor Crucificado y Resucitado. Fueron la oración, el examen de conciencia y la escucha de la Palabra de Dios, Hoy completamos estas miradas con otras tres, con otros tres ejes y claves irrenunciables para vivir la Cuaresma, máxime en pandemia.

 

(1) Una mirada más humilde en y desde la verdad de la humildad

 

Y la verdad de la humildad significa que no hay humildad sin humillación. Y que la soberbia, sobre todo la interior, la espiritual, de las élites cristianas y espiritual, es muy peligrosa, sobre todo, porque se envuelve, se reviste y se disfraza de humildad.

“¡Puras como ángeles, soberbias como demonios!”; “Yo soy muy humilde, mire usted, padre, pero el callo que no me lo pisen que yo no se lo piso a nadie”; la moviola después de recibir una humillación que aparentemente hemos acogido con humildad y virtud… hasta que luego, cuando menos te lo esperas, se desata la tormenta repleta de nubarrones, rayos, truenos y centellas…; o “el perdono, pero no olvido”.

“Para seguir a Jesús hemos de dar tres pasos: acercarnos a Él para conocerlo; confesar -con la fuerza del Espíritu Santo- que es el Hijo de Dios; y aceptar el camino de humildad y humillación que eligió para redimir a la humanidad” #HomilíaSantaMarta (Papa Francisco, Twitter, 20-2-2020).

Jesucristo no solo fue humilde, sino que se humilló, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz (Filipenses, 2, 6-11). El que se humilla, será enaltecido y el que se enaltece (aunque sea solo en el fondo de su corazón como la parábola del fariseo y del publicano –Lucas 18, 9-14- en el templo), será humillado (Eclesiástico, 3, 17-18; Lucas 14, 7-11). Y es que un corazón quebrantado y humillado, nunca lo desprecia el Señor (Salmo 50), y sí hace frente al corazón orgulloso y arrogante.

“«Con la medida con que midáis, seréis medidos» (Mc 4,24). Pidamos al Señor la gracia de no tener miedo de la cruz, pidamos la capacidad de soportar alguna humillación, porque este es el camino que Él eligió para salvarnos. #HomilíaSantaMarta” (Papa Francisco, Twitter, 30-1-2020).

El hombre más grande nacido de mujer -Juan el Bautista- y el Hijo de Dios eligieron el camino de la humillación. Este es el camino que Dios muestra a los cristianos para seguir adelante. No se puede ser humilde sin humillaciones. #HomilíaSantaMarta” (Papa Francisco, Twitter, 7-2-2020).

 

Nuestro Padre Jesús de la Pasión, parroquia de Santiago de Guadalajara

 

(2) Una mirada reconciliada y reconciliadora

 

La Cuaresma es tiempo especialmente oportuno para pedir perdón por nuestros errores, negligencias, omisiones,  excesos y defectos. Y debemos pedir perdón con sinceridad y humildad. Un corazón que experimenta el perdón es un corazón sanado y es un corazón evangelizado y evangelizador. Es tener un corazón y una mirada que sabe de verdad que es verdad aquello de que quien esté libre de pecado tire la primera piedra (Juan 8, 1-7).

Pedir perdón y recibir el perdón nos hace mejores, más libres, más humanos, más cristianos, mejores discípulos misioneros del Señor. Y nos evita la lacra del juicio sobre los demás, el compararnos a ellos y amortiguar el pequeño y gran fariseo que todos llevamos dentro.

Tener este corazón y esta mirada reconciliada nos lleva, además, a vivir la verdad plena e integral del perdón: ser perdonados y perdonar. Es hacer realidad la quinta petición del Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6, 12).

Porque si el ser perdonados nos hace grandes, no menos grandes nos hace el perdonar. Porque si el pedir y recibir el perdón nos evangeliza y es semilla y dinamismo evangelizador, no menos lo es el perdón. “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto” (Salmo 129). Pues entonces, ¿vamos llevar nosotros cuentas de los males que nos infringen los demás?, ¿para qué?, ¿para cavar un pozo negro de rencor, de resentimiento y hasta, tarde o temprano, de odio?

No podemos permitir que nuestro corazón se emponzoñe y enfangue en este pozo negro y que nuestra mirada su turbe,  se enturbie y se nuble por un horizonte retrospectivo (a veces incluso hasta preventivo…) de las ofensas, injusticias y maldades recibidas. No es fácil perdonar, incluso cuando nos ofenden sabiendo lo que hacen… (Lucas 23, 34).  Incluso cuando nos tomen por tontos, por desasistidos y por débiles. Y cuando, en modo alguno, recibamos ninguna recompensa.

Si ser perdonados nos hace libres, no menos libres nos hace ofrecer el perdón a quienes nos ofenden. Si recibir el perdón es fuente de nuestra alegría, no es fuente de menor alegría el perdonar.

Pero, ¡ojo!, normalmente es aquí donde el demonio en tantísimas ocasiones nos pondrá a prueba, con el engaño –el demonio es el príncipe de la mentira- de la autoestima, del amor propio y de tantas sutilezas que nos impiden perdonar y que, incluso, cuando pensábamos que ya habíamos perdonado la cicatriz de la herida infringida vuelve a abrirse, a supurar y a sangrar. Nunca podemos dar por ganada del todo esta batalla, pues el diablo acecha, de modo que debemos invocar continuamente la ayuda de Dios.

Pedir perdón y perdonar nos ayudan, pues, a experimentar mejor el don de la verdad integral de la reconciliación (“En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”, 2 Co 5,20). Recibir y otorgar el perdón es tener un corazón y una mirada reconciliados y reconciliadores,  y, de este modo, poder testimoniar y servir humildemente el Evangelio de la reconciliación y de la misericordia. Y como no es fácil, el corazón y la mirada reconciliados y reconciliadores experimentan mejor la gratuidad de recibir el perdón y de ofrecer el perdón. Y así vivir y servir la paz, el don de los dones del Señor que es nuestra paz (Efesios 2, 14) y nuestra alegría. Y la paz (tener y ofrecer paz), recordemos a san Ignacio de Loyola, es el gran criterio de discernimiento para nuestra vida cristiana cotidiana.

 

Cristo del Amor y de la Paz, parroquia de San Ginés de Guadalajara

 

(3) Una mirada de misericordia y de caridad  

 

Porque ser perdonados y perdonar, porque el fruto de la oración, de la conversión y de la escucha de la Palabra y porque la humildad verdadera y completa son siempre don de Dios,  este don de Dios, el Dios siempre rico en misericordia (Efesios 2, 4-8: “Porque Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con Él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”), ha de ser también don para los demás y visibilizar, de este modo, la vocación cristiana, vocación de don para los demás, vocación de misericordia y de caridad. Y ello desde el misterio pascual es un absoluto imperativo categórico y una necesidad.

Escribió el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de 2020: “Poner el misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría”.

Y prosiguió: “Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía”.

Los pobres nos molestan, en el fondo y en la forma.  Tenemos organizada la caridad y queremos servirles, porque sabemos que debemos hacerlo, solo y exclusivamente desde nuestros servicios organizados de caridad, con sus horarios, sus normas y requisitos, que nadie duda que sean necesarios. Pero los pobres nos molestan: que huelen mal, que se gastan el dinero en vino, que si pueden nos roban los lampadarios –y hasta puede ser verdad-, que si ellos mismos no quieren cambiar de vida…, que estamos dispuestos a servirles pero como a nosotros nos gusta servirles… Humanamente es comprensible todo esto, no lo dudo.

Pero, ¿dónde quedan Mateo 25 (Bienaventuranzas) y Mateo 25 (el juicio final)?, ¿dónde queda aquella frase, que es verdad, según la cual “los pobres son el mayor tesoro de la Iglesia” y esas otras dos que dicen que “los pobres nos evangelizan” y que “los pobres son la escalera y el camino hacia el cielo”? Por supuesto que necesitamos organizar la caridad, pero nunca a costa de que sea un silenciador y justificador de nuestra conciencia, un amortiguador que desdibuje de nosotros una mirada de misericordia y de caridad hacia ellos.

Dios nos ama apasionadamente a todos y nos ama a todos hasta el extremo (Juan 13, 1, 15) y su obra redentora es para todos, también para quienes la rechazan, la minimizan o se olvidan de ella. Y también para ellos, nuestros hermanos los pobres. Porque “lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor” (I Corintios, 1, 25-29).

No hay Cuaresma, ni hay Pascua, ni hay vida cristiana si no hay una mirada por nuestra parte de misericordia y de caridad. Porque nuestro Dios, el Dios que hace salir su sol a buenos y malos (Mateo 5, 45), a justos e injustos, a ricos y pobres, nos reviste de sus entrañas de amor y de misericordia para que también nosotros  tengamos de entrañas de misericordia ante toda miseria humana (Joel 2,12-18).

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 5 de marzo de 2021

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