Gregoria Aguirre

(Delegación de Catequesis)

 

 

Así fue, lo que en un principio nos parecía un sueño, salió adelante, con el esfuerzo y la ilusión de un equipo de responsables y monitores, impulsado y coordinado desde las Delegaciones de Infancia-catequesis y Vocaciones que se pusieron en marcha después del “parón” impuesto por la pandemia. Y así, en pocos meses resurge el campamento con el lema “1, 2. 3. empezamos otra vez”, este año ubicado en Alarcón (Cuenca) en un bello paraje junto al pantano.  La respuesta fue increíble y en la primera semana de la convocatoria quedaron cubiertas las plazas con un total de 129 participantes y con una novedad, esta vez se ha distribuido el campamento en dos periodos: del 30-junio al 4 de julio con el grupo de los más pequeños (9-11años) y del 5 al 9 de julio con el grupo de mayores (12-13 años). Lo que en un principio se planteó como una necesidad, por la exigencia de los aforos ha resultado ser un descubrimiento que aún tendremos que evaluar.

Han sido días intensos, los chicos han tenido la oportunidad de vivir momentos de convivencia con otros chicos de la diócesis, desde la oración, juegos, marcha, piscina, trabajo de grupo, celebraciones del perdón y Eucaristía…y todo con el objetivo de seguir creciendo en los valores cristianos. Hemos seguido. un “hilo conductor” que en esta ocasión ha estado inspirado en el libro del Génesis (la Creación, Adán y Eva, la torre de Babel, Abrahán…)

Pero no queremos que esta aventura acabe aquí, como una actividad de tiempo libre, sin más, y animamos a todos los participantes junto con sus familias a que continúen con los itinerarios de catequesis en sus parroquias…

Gracias a todos los que habéis hecho realidad este proyecto y ¡hasta pronto!

 

 

 

 

 

«Sal de tu tierra» es el lema del presente Año Santo Compostelano, el 120 de la historia, que, excepcionalmente, en razón de la pandemia, durará dos años: del 31 de diciembre de 2020 a la misma fecha de 2022

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Desde el 25 de julio de 1122 cada vez que el día de la fiesta del apóstol Santiago cae en domingo se celebra, en la ciudad del Apóstol, Santiago de Compostela, año santo y jubilar. Así lo dispuso el Papa de entonces, Calixto II. Medio siglo después, el Papa Alejandro III, en 1179, mediante la Bula «Regis aeterni», le confirió carácter de perpetuidad a esta gracia jubilar. Desde entonces, el año jubilar compostelano se repite en secuencias de 11, 6, 5 y 6 años y vuelta a comenzar. Cada siglo hay catorce años jubilares. 2010 fue año santo, el 119 año jubilar compostelano de la historia y el primero del tercer milenio.

Los últimos años jubilares compostelanos fueron en 1976, 1982, 1993 y 1999 y 2004 y los próximos serán en los años 2021 (ya comenzado desde el pasado 31 de diciembre y se prolongará, excepcionalmente a causa de la pandemia, hasta el 31 de diciembre de 2022) y luego la secuencia de años citados: es decir, en 2027, 2032, 2038, 2049, …

 

Las esencias del año santo compostelano

La veneración de las reliquias del Apóstol Santiago centra toda la historia y tradición jacobea. La esencia del año santo compostelano es, pues, la veneración de la tumba del primer Apóstol que bebió el cáliz del Señor Jesús.

A partir de esta creencia, avalada científicamente tras los estudios y hallazgos arqueológicos en la tumba del Apóstol a finales del siglo pasado y la correspondiente Bula del Papa León XIII «Deus omnipotens» de 1894, los «caminos» de Santiago pasan por la búsqueda, por el esfuerzo, por la reconciliación, por la gran «perdonanza», tal y como recoge la tradición jacobea.

El camino de Santiago se convierte, así, en símbolo y metáfora de la condición cristiana y humana. La búsqueda del perdón de Dios por los pecados cometidos y la necesidad de la reconciliación configuran también la entraña del Jacobeo, que está lucrado por la Iglesia con indulgencia plenaria.

La tradición jacobea se inserta plenamente en la clave de las grandes peregrinaciones de la Edad Media (a Roma, Jerusalén y Santiago, que han sido a lo largo de los siglos los tres grandes y hasta competitivos focos de peregrinaciones) y en el entonces preponderante culto a las reliquias. En tiempos todavía de milenarios y de una visión teocéntrica de la realidad, esta tradición surgirá también como camino de penitencia y conversión.

Es «año de la gran perdonanza, del perdón de los pecados y de las penas de los pecados, año de la reconciliación entre los adversarios, año de múltiples conversiones y de penitencia sacramental y extrasacramental».

 

 

Ganar, recibir el Jubileo

Para ganar (o mejor, recibir) el jubileo compostelano se necesitan cuatro requisitos: visitar la catedral y la tumba del Apóstol; rezar por las intenciones del Papa; y, quince días antes o después de la peregrinación a la catedral, confesarse y comulgar. A estos cuatro requisitos, bueno sería añadir, fiel al espíritu de la tradición de la Iglesia, otro: una obra de caridad.

De este modo, el año santo será ocasión privilegiada para la gran «perdonanza» y para la conversión, que los peregrinos del Medievo, simbolizaban entrando a la catedral compostelana por la puerta del perdón y saliendo, una vez cumplidos los citados requisitos, por la puerta de la gloria.      

El Jubileo Compostelano, con su indulgencia plenaria y demás prerrogativas, antecederá en más de un siglo al Jubileo Romano de los años santos y jubilares romanos -cada 25 años, instituidos en el año 1300 por el Papa Bonifacio VIII.

 

Peregrinos y viajeros

Aquellos peregrinos que recorren, al menos, cien kilómetros a pie o doscientos en bicicleta o a caballo serán considerados propiamente como peregrinos y recibirán la «compostela», el pergamino acreditativo.  Desde este año, los peregrinos también pueden obtener la Compostela haciendo un recorrido a bordo de un velero o caminando por la costa sin perder de vista el mar. Cinco días lleva la opción marinera de unas 90 millas náuticas y tres días, la andariega de unos 89 kilómetros a pie por la costa.

Los caminos de Santiago, con su universalismo, son también, en cualquier caso, caminos de cultura, de historia y tradición y al final del camino, la experiencia demuestra que el peregrino se encuentra interiormente más renovado y purificado.

La práctica totalidad de los municipios y parroquias de Galicia peregrinan en los años santos hasta Santiago. Empresas, instituciones varias y hasta variopintas, parroquias, cofradías, movimientos, comunidades, congregaciones, hermandades, colegios, asociaciones y particulares sin fin de nuestra sociedad y de nuestra Iglesia tienen o han tenido su peregrinación y su encuentro jubilar en Santiago, a la vera de la tumba del Apóstol, en compromiso de renovación de nuestras raíces cristianas.

 

Peregrinos ilustres

En los pasados Años Santos Compostelanos 1999, 2004 y 2010, el entonces Príncipe de Asturias, Felipe de Borbón, acudió a la Catedral compostelana como peregrino tras recorrer a pie 25 kilómetros. Era hasta ahora uno de los últimos peregrinos más afamados e ilustres. Ahora se espera su presencia como rey de España en la celebración del 25 de julio.

Rodrigo Díaz de Vivar (El Cid), Raimundo Lulio, Francisco de Asís, Brígida de Suecia, Domingo de Guzmán, Fernán González, el rey Jaime el Conquistador, Vicente Ferrer, los Reyes Católicos, Juan de Austria, Felipe II, Giuseppe Angelo Roncalli, antes de ser el Papa Juan XXIII, el Papa Juan Pablo II, en dos multitudinarias y emblemáticas ocasiones -en noviembre de 1982 y en agosto de 1989- y el Papa Benedicto XVI, en noviembre de 20210, forman parte de este elenco de ilustres y hasta santos peregrinos… Y es que, como ya escribiera Dante en el final del Medievo, «peregrinos solo los de Santiago».

Los dos viajes del Papa Juan Pablo II a Santiago de Compostela, y de una manera muy particular, su visita en agosto de 1989 en el marco de la Jornada mundial de la juventud, que atrajo a cerca de medio millón de jóvenes de todo el mundo, han sido, sin duda, uno de los factores que más han contribuido al actual momento de pujanza -hasta desborda- de las peregrinaciones jacobeas. En el emblemático Monte del Gozo, a cinco kilómetros de la Catedral compostelana, un hermoso monumento recuerda al Papa Juan Pablo II peregrino jacobeo.

Francisco, el actual Papa, ha sido invitado a visitar Santiago de Compostela en distintas ocasiones. No hay ninguna confirmación oficial al respecto, sino que más bien se duda de que esta peregrinación vaya a tener lugar. Con todo, no sería antes de julio de 2022, y se podría hacer coincidir con alguno de los lugares más relacionados con san Ignacio de Loyola, fundador de la Compañía de Jesús, a la que el Papa pertenece, y quien, san Ignacio de Loyola, se celebra, desde el 20 de junio de 2021 al 31 de julio de 2022, el quinto centenario de su conversión.

 

El campo de estrellas

El camino de Santiago y la devoción al Apóstol nacieron en los finales del primer milenio de la era cristiana como respuesta a la creencia y fervor popular de que en estos confines de Galicia y de España, en un «campo de estrellas», se hallaba la tumba del Apóstol Santiago, uno de los predilectos del Señor y el primero en beber su cáliz de martirio.

El obispo Teodomiro, el monje Pelayo y el Rey Alfonso II el Casto son los primeros protagonistas y nombres propios de esta historia. A ellos, y por diferentes motivos, le seguirán otros como los Papas, ya citados, Calixto II y Alejandro III y los obispos Godescalco y Gelmírez, y el monje benedictino Aymeric Picaud el autor del «Codex Calixtinus​​» o, al menos, de su quinto libro, la Guía del Peregrino del camino de Santiago, escrito, aproximadamente, en 1140.

Antes ya, en el año 813 el emperador del Sacro Imperio Romano Germánico, Carlomagno, acuñaba monedas alusivas al Apóstol y a su enterramiento en el Finisterre y el camino a Santiago se irá haciendo camino al andar. El ser humano, «homo viator», encontraba en el camino de Santiago una de las expresiones más simbólicas y hasta metafóricas de su misma condición y destino, acrecentado por la índole cristiana y religiosa de este camino.

En el siglo XII el camino y la devoción jacobea adquiere tal relieve en la Iglesia que los Papas Calixto II y Alejando III, grandes devotos de esta tradición, instituyen, tal y como decíamos al comienzo, el año santo jubilar, haciéndolo coincidir siempre que el día de Santiago, 25 de julio, caiga en domingo, lo que sucede en la secuencia de años ya indicada.

 

Camino de Europa, camino del hombre, camino de las estrellas

El camino de Santiago fue desde sus comienzos camino de Europa y de cristiandad unida. De ahí, aquel memorable discurso del Papa Juan Pablo II, en su primera visita a Santiago, el 9 de noviembre de 1982, cuando recordó que Santiago está en las raíces de Europa y cuando pronunció aquella célebre frase: «¡Europa, sé tú misma!», aludiendo a su identidad e historia cristiana, alentada y significada en Santiago de Compostela y en su camino.

El bajo medievo, el barroco y los finales del siglo XIX y XX y, sobre todo, el comienzo del siglo XXI han sido los momentos más esplendorosos de esta tradición, promovida, en sus albores, por los monjes cluniacenses, quienes convirtieron el Camino en instrumento de evangelización, de renovación y de purificación, en una época donde, como queda dicho, las peregrinaciones y el culto a las reliquias eran el corazón de la religiosidad popular.

Junto a ello, la tradición jacobea intensifica su dimensión penitencial y el año santo es también el año de la «gran perdonanza», a la par que el camino se traduce asimismo en el surgimiento y crecimiento de burgos y ciudades y de una red de infraestructuras al servicio de los peregrinos.

El camino se transforma también en camino de leyendas como las del gallo o la gallina de la Catedral de Santo Domingo de la Calzada, la del paso honroso del río Orbigo en tierras leonesas, la piedra a recoger en Triacastela o los himnos y cánticos…

Mientras tanto, el camino de Santiago, camino hacia Finisterre, se convertirá también en un gran símbolo de la condición humana, creyente y cristiana y de su destino peregrino en búsqueda de perdón, de reconciliación y su misma identidad.

 

España y América

Como afirmaron los historiadores y ensayistas Claudio Sánchez Albornoz y Américo Castro, el camino de Santiago y la creencia en la autenticidad de las reliquias del Apóstol en este nuestro «campo de estrellas» fueron uno de los elementos constituyentes e integradores de la identidad nacional española. Tanta verdad es decir «España de Santiago» como «Santiago de España», tal como se puso de relieve en la reconquista o en el descubrimiento y evangelización de América.

Como botón de muestra, en la Iglesia Católica hay nueve diócesis con el nombre de Santiago: desde Cabo Verde a Chile, desde Argentina a Cuba, desde España a República Dominicana, desde Panamá a Venezuela, desde México a Nicaragua…, amén de otras muchas dedicadas en su patronazgo a este santo apóstol.

A luz de todo ello, nacerá el Voto y la Ofrenda nacionales a Santiago, quien se convertirá en el patrón de España y cuya devoción se trasplanta pronto por las tierras americanas, como lo demuestran las referidas ciudades, al igual que otras muchas localidades y lugares puestos bajo el nombre del Señor Santiago.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 16 de julio de 2021

Tercer y penúltimo recorrido detallado sobre la catedral de Sigüenza, abierta las visitas culturales todos los días de 11 a 14 horas y de 17 a 20 horas, excepto el descanso del personal laboral del lunes completo y del martes por la mañana

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace dos semanas, al hilo del 852 aniversario de la consagración de la catedral de Sigüenza, ofrecí una visita general, un recorrido panorámico sobre ella. La pasada semana nos adentramos en el templo para recorrer sus quizás siete principales lugares: el crismón de consagración de 1169, el Doncel y capilla, la Sacristía de las Cabezas, el sepulcro del obispo Bernardo de Agén, santa Librada y la Virgen de la Mayor

Y anuncié para este viernes, en la página de Religión de NUEVA ALCARRIA, un nuevo recorrido, que se completará el viernes próximo con una visita completa al claustro.

Este nuevo recorrió parte del coro, en el corazón de la catedral, recorre la girola, se detiene en dos espléndidas capillas de la nave del Evangelio y hace un ya más somero recorrido de las capillas de la nave de la Epístola.

 

El coro gótico-renacentista

 

El coro de la catedral es un espacio reservado para la oración cantada del cabildo catedralicio que, en nombre de toda la comunidad diocesana, reza la liturgia de las horas. Se comunica con el Altar Mayor, cuyo retablo de Giraldo de Merlo ya conté, la pasada semana. a través de la denominada Vía Sacra, ubicada en la nave central de la catedral, y así denominada porque atraviesa la nave central del templo, de tres a imitación de Cruz de Jesucristo y comunica el palo vertical (el servicio a Dios) de la cruz con el palo horizontal (el servicio al prójimo).

Su fábrica es de sillar y el interior va revestido de una excelente sillería de nogal de estilo gótico castellano. La planta es rectangular, con tres lados y 84 sitiales distribuidos en dos órdenes. Entre los distintos artistas que trabajaron en él se pueden citar con certeza a Francisco de Coca, Gaspar, Peti-Juan y Martín de Vandoma. Terminado en 1491, fue completado posteriormente añadiendo sillas en la parte inferior, destinadas a beneficiados y cantores.

Las sillas superiores, asignadas a canónigos y seglares invitados, se muestran más trabajadas, sobre todo en sus respaldos. Destaca la elegante silla episcopal que muestra la influencia del gótico flamígero. Su respaldo está decorado con las figuras de dos profetas. Dos ángeles sostienen el escudo heráldico del cardenal Mendoza, obispo de Sigüenza y arzobispo de Toledo, mecenas de este coro. Corona la silla episcopal un pináculo aéreo, que asemeja una mitra, signo episcopal. La autoría decorativa de la silla del obispo parece pertenecer al maestro Rodrigo Duque Alemán.

Sobre el doselete corrido de la sillería se emplaza una balaustrada plateresca del siglo XVI elaborada por los entalladores Calderón y Juan de Amores y por el pintor Juan de Arteaga.

 

 

Dos magníficos órganos de tubos

 

En lo alto del coro se hallan los dos órganos catedralicios. El órgano mayor, el del evangelio, fue montado (tras los destrozos de la guerra civil para suplir a otro de comienzos del siglo XX) por la casa Amézua de San Sebastián en 1945, con sonoridad sinfónica. El de epístola, denominado “órgano pequeño o de san Pascual”, obra del taller Acitores de Torquemada, armonizado al modo barroco, fue donado a la catedral en el año 2011. Este segundo órgano también suplió a otro destrozado en el mismo periodo histórico recién citado. Ambos disponen de dos teclados y pedalero.

El coro se cierra con una imponente reja barroca, obra de Domingo Zialceta en 1647. Está coronada por Nuestra Señora del Rosario, santo Domingo de Guzmán y santo Tomás de Aquino, por deseo del donante, fray Pedro de Tapia, dominico y obispo entonces de Sigüenza.

        

La girola o corona de la Cruz

 

La primera parada, una vez concluida la nave de la epístola, es la capilla del Cristo de la Misericordia, que acaba de ser objeto de rehabilitación integral. Antiguamente, esta capilla fue sagrario o sacristía mayor. Su construcción data del año 1498, aunque fue restaurada en el siglo XVI. Su portada es de estilo plateresco, con un arco de medio punto decorado en sus enjutas y coronado con un frontón triangular recargado de elementos decorativos. En el interior destaca su hermosa bóveda gótica tardía y, en el centro, un retablo del siglo XVII que acoge la imagen del venerable Cristo titular de la capilla. Se trata de una excelente talla en madera del siglo XVI que expresa de forma admirable un gran naturalismo y serenidad. Los detalles anatómicos propios de estado de crucifixión son muy cuidados.

Tras esta capilla, aparece el altar dedicado a san Pedro Arbués. Se trata de un cuadro del siglo XVII, de estilo y líneas muy sencillas. En el centro, el lienzo de su titular, flanqueado por otros dos de san Pedro de Alcántara y santa Teresa de Jesús.

El siguiente altar es el de san Roque. También de mediados del siglo XVII, pero de un marcado estilo herreriano, recoge en su hornacina la talla estofada del santo titular. A ambos lados, algunos lienzos alusivos a su vida.

El altar central está dedicado a Nuestra Señora del Rosario. Es obra del siglo XVII de estilo escurialense. En su hornacina central se emplaza la Virgen titular, una bella talla policromada costeada por el franciscano fray Pedro González de Mendoza, obispo de Sigüenza.

El cuarto altar está dedicado a san Felipe Neri. Dispone de una arquitectura sencilla de corte herreriano. En él se sitúan varios lienzos alusivos a la vida del titular, obra del pintor aragonés Jusepe Martínez.

El último altar es el de san Ildefonso. Del mismo siglo que los demás altares visitados, presenta un retablo con pinturas. La central la imposición de la casulla por la Virgen al santo titular.

Cada uno de estos cinco altares están rematados por cinco vidrieras. Tras el altar de san Felipe Neri, llegan la sacristía de las Cabezas y la tumba del obispo don Bernardo de Agén, descritas la pasada semana, y la sacristía menor o de los Mercedarios (está tiene una preciosa bóveda gótica y alberga un Cristo del siglo XV, probablemente de Alejo de Vahía y cuya restauración se espera comience en las próximas semanas).

 

Capilla de San Marcos y Santa Catalina

 

Concluido el recorrido de la girola y del transepto norte (el maravilloso conjunto de Santa Librada, descrito la pasada semana), se prosigue por la nave del Evangelio y se llega a la capilla de San Marcos y Santa Catalina.

Esta capilla cuenta con fachada gótica. En el intradós del arco se observan los escudos de su fundador, el chantre de la catedral y protonotario apostólico don Juan Ruiz de Pelegrina, enterrado en la parte derecha del muro de la capilla.

En su interior, llama la atención un interesante tríptico de la escuela castellana del siglo XVI. Se trata de un retablo gótico-flamenco de gran valor artístico, obra probable de Antonio Contreras. Se compone de una predela con siete tablitas, tres calles con dos tablas cada una y el guardapolvo.

En la tabla central aparecen los dos santos titulares de la capilla: san Marcos, con el fundador arrodillado ante él, y Santa Catalina. Justo encima un Calvario y en los cuerpos laterales escenas alusivas a la vida de los titulares. Destaca sobremanera la técnica utilizada, la armonía y su magnífico colorido.

Justo encima de la puerta de la sacristía, se observa un Calvario de estilo románico de fábrica anterior a la capilla.

 

Capilla de la Anunciación o de la Inmaculada

 

Su fachada es de gran interés por la combinación de tres estilos diferenciados: el gótico es visible en el centro del friso que corre sobre el arco y en el coronamiento de la cornisa; el plateresco se aprecia desde la base hasta el arranque del arco; y el mudéjar ocupa el resto. De algún modo, es lo que se entiende, en el alba del siglo XVI, por el estilo cisneriano.

En la parte baja, insertas en pequeñas hornacinas, se emplazan las figuras de piedra de san Miguel, a la izquierda, y Santiago, a la derecha. En las enjutas del arco, y entre labores de lacería moriscas, se sitúan los escudos del fundador, don Fernando de Montemayor. Encima se desarrolla un friso con paños de lacería a los extremos y la escena de la Anunciación en el centro junto a la jarra de azucenas, emblema del Cabildo. Otro friso corrido se sobrepone con los escudos del fundador y del cabildo, separados por paños de lacería. Remata una cornisa de mocárabes con figuras de leones en los extremos y una crestería gótica con un pequeño calvario en el centro.

La capilla está cubierta por una bóveda gótica y su retablo actual, de 1654, acoge una imagen de la Purísima (la Inmaculada), tallada en Madrid por el artista catalán Francisco Font y Pons, en 1904, con ocasión del cincuenta aniversarios de la definición del dogma de la Inmaculada Concepción de María.

En su interior, están enterrados el obispo don Eustaquio Nieto y Martín, martirizado el 27 de julio de 1935, obra neogótica del siglo XX, del escultor aragonés Ángel Bayod, y el del fundador de la capilla, don Fernando de Montemayor, de estilo plateresco, Cierra este espacio una reja gótica con abundantes temas renacentistas, obra de Juan Francés.

 

Altares menores de la nave de la Epístola

 

Un magnífico Pentecostés de Julio César Semini, de comienzos del siglo XVII, es el primer elemento ornamental de la nave de la Epístola. Le sigue el altar de santa Cecilia, patrona de la música, con una imagen en escayola de la santa de comienzos del siglo XX, y un óleo del 1989 del sacerdote y pintor seguntino Constantino Casado.

La tercera parada es el altar de san Joaquín y de santa Ana, barroco, los padres de la Virgen María, que aparecen en óleo, acompañados, ya en imágenes pictóricas más pequeños, por san Pascual Baylón y san Francisco de Asís.

A continuación, llega el retablo de la Virgen de las Nieves (actualmente esta imagen está en el claustro, como contaré la próxima semana), en cuya hornacina aparece una talla de la Virgen del Pilar, del primer cuarto del siglo XIX.  Y al lado, ya lindando con el crucero, aparece un cuadro, muy oscuro, fututo objeto de restauración, del jesuita del siglo XVI san Francisco de Borja.

Y debajo del órgano menor, enfrente del retablo de la Virgen de las Nieves, actualmente de la Virgen del Pilar, se halla el altar de san Pascual Baylón, el primer santo canonizado oriundo de la diócesis (de Torrehermosa, en la provincia de Zaragoza, hasta 1956, obispado de Sigüenza, ahora de Tarazona). Fraile franciscano de la segunda mitad del siglo XVI, es el patrono de los movimientos y asociaciones eucarísticas ya que destacó por su amor a la eucaristía. En su honor, ya en el siglo XVIII, se levantó un altar rococó, con talla central del santo y acompañándole, escenas de su vida de piedad mariana y eucarística, humildad y pobreza.

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 2 de julio de 2021

Cuarto y último recorrido detallado sobre la catedral de Sigüenza, abierta las visitas culturales todos los días de 11 a 14 horas y de 17 a 20 horas, excepto el descanso del personal laboral del lunes completo y del martes por la mañana

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Hace tres semanas, al hilo del 852 aniversario de la consagración de la catedral de Sigüenza, ofrecí una visita general, un recorrido panorámico sobre ella. Hace dos viernes nos adentramos en el templo para recorrer sus quizás siete principales lugares: el crismón de consagración de 1169, el Doncel y capilla, la Sacristía de las Cabezas, el sepulcro del obispo Bernardo de Agén, santa Librada y la Virgen de la Mayor

Y el viernes pasado, esta página de NUEVA ALCARRIA recorrió el coro y los órganos de tubos, en el corazón de la catedral, la girola, las dos espléndidas capillas de la nave del Evangelio e hizo un ya más somero recorrido de las capillas de la nave de la Epístola. Hoy toca el claustro, donde se halla un espléndido cuadro de El Greco.

 

Bóvedas, estructura arquitectónica y jardín

 

El claustro de la catedral de Sigüenza es una magnífica obra gótica, de principios del XVI. De planta cuadrada, se adosa al costado norte de la catedral. En cada una de sus cuatro alas o pandas (se las conoce por su orientación según los cuatro puntos cardinales), se abren siete altos ventanales ojivales, cerrados por altas columnillas y calados con celosías de trazo gótico. Estos siete ventanales aluden a la presencia de Dios: a las siete lámparas del Apocalipsis que arden en la presencia divina.

La obra, concebida con un renovado sentido de espacialidad y monumentalismo, de acuerdo con la nueva estética del momento, fue realizada bajo la dirección de Alonso Vozmediano por cuadrillas de canteros encabezadas por Fernando y Pedro de las Quejigas, Juan de Gureña y Juan de las Pozas. Posteriormente, entre 1515 y 1537, para reforzar los grandes arcos ojivales, situaron contrafuertes entre los ventanales, unidos por arcos escarzanos que sostienen la cornisa del tejado.

El claustro presenta bóveda de crucería. En las repisas de las nervaduras y en las claves de las bóvedas alternan el escudo del cardenal don Bernardino López de Carvajal y el emblema del Cabildo, promotores de la obra. En el centro de los muros interiores se disponen las armas heráldicas del obispo don Francisco Santos Bullón (del siglo XVIII), como obsequio de la corporación capitular por haber sufragado el enlosado del pavimento.

En el centro del jardín, un elegante y bellísimo brocal renacentista de un aljibe de piedra y sillería sirvió antiguamente para surtir de agua potable a los capitulares, beneficiados y vecinos de la ciudad. En los lados este y oeste encontramos dos puertas hechas con arcos semicirculares y decoración plateresca, cerradas por rejas del maestro Usón, que dan acceso al jardín o vergel central.

Cada panda o lado del claustro mide casi cuarenta metros de longitud, que se relacionan con los cuarenta años que necesitó el pueblo de Israel para pasar de la esclavitud a la libertad o los cuarenta días y cuarenta noches que pasó Jesús en el desierto siendo tentado por el diablo. De esta manera, el claustro simboliza un espacio de libertad, abierto a la presencia divina, apropiado para el encuentro con Dios, donde es posible el triunfo del bien.

 

Capilla de la Concepción y El Greco

 

Al este de la panda norte del claustro, se encuentra en la capilla de la Concepción. Es la más interesante de cuantas contiene el claustro. Fue fundada por don Diego Serrano, abad de Santa Coloma, en 1509. Es de estilo de transición del gótico al plateresco. La portada muestra un amplio arco escarzano decorado delicadamente con elementos vegetales. Flanquean la puerta dos pilastras con los entrepaños cubiertos de grutescos, y se corona por un friso decorado con una escultura de la Virgen. El vano está cerrado por una reja forjada por el maestro Usón, que pone en el remate unas Sirenas.

En su interior, destaca la bóveda estrellada, con nervaduras múltiples policromadas, la más bella bóveda de nuestra catedral, remata en su clave o piedra angular por una preciosa escultura policromada con el escudo del cabildo seguntino, el jarrón de azucenas, símbolo mariano ya que la catedral seguntina está dedicada a la Virgen María en su misterio de la Asunción.

Podrá apreciar una hermosa decoración de dragones sobre sus nervios. El dragón o la serpiente, asociada al demonio, eran la representaban del Mal en la iconografía cristiana. En el renacimiento ese aspecto negativo empieza a desaparecer y se retoma la concepción clásica del dragón como símbolo protector. Estaríamos bajo una representación del triunfo del Bien sobre el Mal.

Destaca además el frontal plateresco y las pinturas ejecutadas sobre los muros, que recrean un mundo repleto de símbolos y alegorías, como la ciudad simbólica de la Jerusalén Celeste. Su autor fue Francisco de Pelegrina (entre 1531 y 1532).

Como culmen para esta excepcional capilla, cierra, desde 2014 (Año Greco), el espacio el cuadro de “La Anunciación” (es propiamente una Encarnación) de Doménicos Theotocópoulos, conocido mundialmente como El Greco. Este lienzo supone una de las últimas obras realizadas por el artista, posiblemente ayudado por su hijo Jorge Manuel. Aunque se ha considerado una “obra de taller”, como muchos de los grandes cuadros de El Greco, su firma se descubrió bajo el jarrón de azucenas, en su última restauración en el IPCE (Instituto del Patrimonio cultural de España).

 

        

Ocho tapices flamencos en el refectorio del claustro

 

La catedral de Sigüenza posee dos series de tapices sobre temas clásicos, realizados en Bélgica durante el siglo XVII. De ahí que se aprecie la marca B-B (Bruselas-Brabante) en cada uno de ellos. Para la creación de un tapiz, se elabora en primer lugar un pequeño patrón.

Fueron diseñados por un pintor flamenco al estilo del francés, Charles Poerson, y realizados en los talleres de Jean Le Clerc y Daniel II Eggermans. Se colgaron por primera vez en la capilla mayor de la catedral en el año 1664, como regalo a su obispo don Andrés Bravo de Salamanca. Son un total de 16 tapices, ocho dedicados a las Alegorías de Palas Atenea y ocho a la Fundación de Roma.

Los paños, el mayor de cuatro metros de altura por seis de anchura, están tejidos con hilos de seda y lana teñidos pigmentos naturales. Han sido restaurados de forma excepcional por la Real Fábrica de Tapices de Madrid.

En la gran sala central de la panda norte del claustro, de estilo cisterciense, y con total seguridad, el refectorio de los monjes canónigos regulares de San Agustín que sirvieron la catedral durante los siglos XII al XIV, se encuentran los tapices pertenecientes a la serie de las Alegorías de Palas Atenea, diosa civilizadora según la mitología griega. El hilo argumental de esta serie corresponde a las virtudes del buen gobernante, que debe buscar la paz, premiar a los que colaboran para conseguirla y mantenerla, porque trae bienestar y progreso, no tolerar a quienes no colaboran al bien común, proteger a quienes trabajan, fomentar las ciencias y las artes y favorecer la religión, la concordia y el comercio.

Desde julio de 2014, estos ocho tapices se hallan en la gran sala de la panda norte del claustro de la catedral, la sala del antiguo refectorio, que evoca el refectorio de la Abadía de Santa María de Muerta.

 

La historia de Rómulo y Remo en otros ocho tapices

 

La segunda colección de tapices de la catedral es de también ocho tapices, de las mismas dimensiones, características, autoría, datación y donación. En esta segunda sala de tapices el tema principal gira en torno a la fundación de Roma y la historia de Rómulo y Remo. El pastor Faústulo recoge y lleva a casa a los niños, donde su esposa los cuida como hijos propios. Pasado el tiempo crecen y los lleva ante el rey Munitor que los reconoce como nietos por la canastilla en la que habían sido arrojados al río Tíber.

Posteriormente, Rómulo construirá la ciudad de Roma, que gobierna como rey. Para asegurar el futuro de la ciudad. los soldados romanos raptan a las mujeres sabinas, con las que se casan. Después de derrotar al rey sabino Acrón y a su ejército, las mujeres sabinas raptadas lograrán la paz impidiendo la guerra entre los romanos y los sabinos. Esta última escena la puede contemplar en el tapiz que ocupa el fondo de la sala.

Estos ocho tapices se hallan en la sala llamada de la Fragua, en el este-norte del claustro. A ella, se accede por la sala que a continuación describimos.

 

Pintura, escultura y ropa litúrgica

 

La Sala Capitular de Verano, también conocida como capilla de la Virgen de la Paz por la imagen sedente de la Virgen con el Niño que la preside, sirvió como sala de grados de la histórica universidad de Sigüenza Al comienzo el siglo XVII, el maestro Juan de Orihuela realizó la cancela y una sencilla sillería de nogal de banco corrido, el techo nos muestra un artesonado plano con decoración mudéjar.

Sobre la sillería de nogal están situados unos retratos femeninos, de medio cuerpo, que corresponden a nueve sibilas. Las sibilas son personajes de la mitología grecorromana a los que se adjudicaban poderes adivinatorios y que fueron adoptados por el pensamiento cristiano al considerar que habían anticipado la llegada de Cristo. En 1795, el canónigo de la catedral seguntina Antonio de la Peña regaló al cabildo doce cuadros (tres de ellos, se perdieron) representando a las sibilas, lienzos que pueden datarse en la primera mitad del siglo XVII como obra de un pintor de la escuela madrileña y de estilo clásico. Sostienen una pintura o imagen de misterios centrales de la vida de Cristo y podemos leer sus nombres en la cartela situada a sus pies.

Centran esta misma sala varios textiles (una docena), ornamentos litúrgicos de los siglos XVIII y XIX, de los que destacan dos: casulla real: en terciopelo rojo y bordados en oro, con el escudo del rey Alfonso XII, en la espalda (y la fecha de su boda con María Cristina de Austria, 19 de noviembre de 1889), donación de quien fuera obispo de Sigüenza, el cardenal Francisco de Paula Benavides y Navarrete; y la casulla de los pajaritos: es el ornamento más hermoso y valioso. Está tejido en raso de seda y bordados en seda, oro y plata, con flores, pájaros y en la espalda el Pelícano (signo eucarístico) y el Cordero del Apocalipsis, todo ello con vivos y variados colores. Es una casulla de origen filipino, donada a la catedral por el obispo de Sigüenza a comienzos del siglo XX e historiador de la diócesis, fray Toribio de Minguella y Arnedo, quien, como agustino recoleto, fue misionero en Filipinas.

En el centro del comienzo esta misma sala, una vitrina contiene una escultura policromada, san Mateo, magnífica obra barroca (siglo XVII), que procede del hospital seguntino del siglo XV, puesto bajo el patrocinio de este apóstol.

Finalmente, en la hornacina que hay sobre la sede episcopal de la sillería, podemos admirar la escultura sedente de la Virgen María que sostiene a su Hijo sobre las rodillas, conocida con el título de Nuestra Señora de la Paz, talla gótica del siglo XIV, que está punto de ser restaurada.

Tanto la Fragua como esta capilla y sus elementos ornamentales fueron restaurados recientemente y se muestran, como se ha contado, desde hace tres años, en el alba del Año Jubilar de la Catedral.

 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 9 de julio de 2021

El crismón de consagración de 1169, el Doncel y capilla, la Sacristía de las Cabezas, el sepulcro del obispo Bernardo de Agén, santa Librada y la Virgen de la Mayor

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

La pasada semana, al hilo del 852 aniversario de la consagración de la catedral de Sigüenza, ofrecí una visita general, un recorrido sobre ella. Y anuncié para este viernes, en la página de Religión de NUEVA ALCARRIA, siete paradas sobre siete de sus lugares más o espacios más representativos y emblemáticas.

Este nuevo recorrió parte del lugar donde nació la catedral, en el crucero sur, se adentra por la girola, al este del templo, y tras detenerse en el norte del edificio, concluye su itinerario en el oeste.

Es muy probable que próximamente ofrezca otras paradas de otros tantos lugares capitales de nuestra catedral como el cuadro de El Greco, las salas de los tapices, las capillas de la Anunciación o de la Inmaculada y de san Marcos y santa Catalina, etcétera.

 

El crismón de consagración, 1169

 

En el transepto o brazo sur del templo, junto a la actual puerta del Mercado antes puerta de la Cadena (desde la que impartía justicia, por ejemplo, el cardenal Cisneros, cuando canónigo capellán mayor de la catedral y provisor del obispado), en un dintel de la puerta de la torre del Santísimo, junto a la capilla del Doncel, está esculpido el dibujo más antiguo de la catedral. Dentro de un círculo (figura de lo divino), están grabadas y superpuestas las letras iniciales de la palabra Cristo en griego. Cristo significa Ungido. Puesto que la acción de ungir se realiza con el «crisma», por eso a este grabado se le llama «crismón».

Y en él viene la prueba científica epigráfica de la fecha de consagración de la catedral: 19 de junio de 1169, que es la fecha que conmemora este año jubilar: 850 años. En concreto, debajo del crismón aparece esta leyenda, en piedra arenisca, notablemente desgastada: ERA. M. CC.VI, fecha de la era de Augusto que corresponde al año de la era cristiana 1169. La fecha viene completada, ya en documento, con el 19 de junio del citado año. Era obispo de Sigüenza Joscelmo Adelida, quien consagró el templo.

El crismón mide 0,50 por 0,50 metros. Técnica, artísticamente es un lábaro de Constantino el Grande.

Con ocasión del 850 aniversario de la consagración del templo, el 19 de junio de 2019, al lado de este crismón, se labró un nuevo en memoria del año jubilar con que la catedral había celebrado la efeméride.

 

El Doncel, siempre el Doncel

 

Al lado del crismón, a la izquierda según se camina, aparece la capilla de San Juan Bautista y de Santa Catalina de Alejandría, más conocido por ser la capilla funeraria de la capilla Arce, donde se halla y sobresale la obra artística más hermosa y popular de la catedral seguntina: el Doncel, el sepulcro yacente de Martín Vázquez de Arce (1461-1486), hijo de los fundadores de la capilla. Se trata de una prodigiosa escultura, en estilo gótico flamígero o isabelino, del año 1493, de autor anónimo. Sobrecoge de que autor de la obra halla representado vivo y semiyacente al Doncel, la belleza, compostura (ojos vivos, libro en las manos, vestido de comendador de la Orden Militar de Santiago, a la que perteneció), simbolismo (un anticipo del ideal renacentista) y mensaje del personaje, muerto en la guerra de Granada, en junio de 1486. Es de autor anónimo.

La portada de la capilla es de comienzos del siglo XVI, de composición renacentista y con labores de estilo plateresco que responden a las trazas de Francisco de Baeza, Sebastián de Almonacid, Juan de Talavera y Peti Juan. Se dispone con un arco de medio punto que lleva a sus lados columnas jónicas de dos tramos. Sobre el arco se observan los emblemas heráldicos de los patronos, la familia de los Arce. En la parte superior de la clave y enjutas del arco se encuentra un entablamento con la inscripción, flanqueada por el escudo del obispo de Canarias, Fernando de Arce, hermano del Doncel y mecenas de la capilla, también enterrado en ella, en una espléndida tumba plateresca. La entrada se corona un magnífico frontón semicircular con la representación artística de la Epifanía.

La reja, de estilo gótico renacentista, es de la autoría de Juan Francés. Fue pintada y dorada por el maestro Juan de Arteaga.

        

La Sacristía de las Cabezas

 

Estamos ya en la girola, hacia el norte de la misma. Entramos en la Sacristía Mayor, también conocida como la Sacristía de las cabezas, destaca por ser una de las obras más importantes del renacimiento español.

En primer lugar, obsérvese la magnífica portada renacentista. Es de estilo plateresco, pero, a pesar de su ornamentación, se advierte ya una tendencia al clasicismo puro, propia del renacimiento español avanzado. Fue erigida en 1573 bajo la dirección de Juan Sánchez del Pozo. Tiene aspecto de retablo a causa de las hornacinas que contienen las esculturas de los apóstoles. Está encuadrada por columnas corintias.

Mención aparte merece los batientes de la puerta de nogal que da acceso al interior. Son de estilo plateresco y fueron labrados por maese Pierres bajo la dirección del seguntino Martín de Vandoma. Ambos batientes se dividen en compartimentos que incluyen relieves del jarrón de azucenas, emblema del cabildo, y una serie de santas mártires representadas con sus atributos.

El diseño de la Sacristía de las Cabezas es obra del famoso arquitecto toledano Alonso de Covarrubias. A partir de 1533 y hasta 1567 participaron sucesivamente en su ejecución los maestros Francisco de Baeza, Nicolás de Durango, Juan de Durango y Martín de Vandoma.

Es de planta rectangular, dividida en cuatro tramos sobre los que descansa una bóveda encañonada con una decoración única: centenares de casetones circulares que alternan cabezas humanas y florones. Un total de 304 cabezas grandes que destacan por su expresividad, variedad y perfecta ejecución. En ellas se representan los distintos tipos sociales de la época: obispos, abades, doctores, alarifes, guerreros, monjes. etc. Si se tienen en cuenta las cabezas de inferior tamaño de querubines de la bóveda y las que se hallan en el friso, enjutas y capiteles el total asciende a 3.000 ejemplares.

Otro elemento a destacar son las cajonerías de nogal. Las dos más próximas a la capilla de las reliquias, las más antiguas, se diferencian de las demás por su talla, más artística y valiosa; fueron diseñadas por Martín de Vandoma y talladas por maese Pierres con motivos ornamentales platerescos.

 

Sepulcro del obispo don Bernardo

 

De origen francés, concretamente aquitano, y monje cisterciense, don Bernardo de Agén fue el obispo de la restauración diocesana en el siglo XII, a partir de 1124, en que, tras la reconquista de la ciudad, comenzó su ministerio episcopal en ella y en la diócesis. Falleció en 1152. Fue enterrado en esta catedral, junto a la sacristía de las Cabezas, recién descrita, en la girola. Fue don Bernardo quien puso las bases para la construcción de la catedral.

Bajo su estatua yacente, en la girola, entre la sacristía menor y la sacristía de las cabezas, vemos una larga inscripción que comienza con estas palabras: «Aquí yace don Bernardo, natural de la ciudad de Aquino, del Reino de Francia, capiscol de Toledo, y después que España se restauró de los moros, cuando el Rey don Rodrigo la perdió, fue el primer obispo de Sigüenza».

El sepulcro, «uno de los monumentos más venerables de la catedral», en palabras del historiador Manuel Pérez Villamil, fue ejecutado, en estilo gótico tardío por Martín de Lande, en 1499, y se halla entre la sacristía menor o de los Mercedarios y la sacristía mayor o de las Cabezas, en el comienzo de la girola, según la nave del Evangelio.

 

"/Altar mayor

 

Ya en el centro del crucero, al fondo de la capilla mayor, en un plano elevado sobre el nivel de la capilla por medio de tres escaleras y rodeado por el gran retablo tardorenacentista que hizo Giraldo de Merlo, por disposición del prelado fray Mateo de Burgos, a comienzos del siglo XVII, vemos el altar mayor, el lugar donde se hace presente el sacrificio de Cristo. El altar mayor es el centro espiritual de la catedral, la fuente de donde brota la gracia. En el altar mayor se encuentra también la sede y la cátedra del obispo, donde éste ejerce su triple ministerio: enseñar, santificar y regir.

El retablo fue recientemente restaurado (2009) por el Ministerio de Cultura, al igual que su reja y púlpitos (el púlpito gótico del cardenal Mendoza, de la nave de la Epístola; y el púlpito plateresco de la nave del Evangelio).

La capilla mayor de la catedral es coronada en su bóveda por una extraordinaria clave con un Pantocrátor medieval como figura decorativa.

La capilla mayor de la mayor está en la cabecera del templo, al este, y es prolongada por el crucero -también de belleza extraordinaria-, en la nave central, y el coro, espléndida obra del siglo XVI con dos magníficos órganos musicales.

 

Relicario de Santa Librada

 

En el transepto o brazo norte de la catedral, en la parte central del retablo plateresco, mandado levantar por el obispo don Fadrique de Portugal, en el primer tercio siglo XVI, está la urna que contiene las reliquias de santa Librada, virgen y mártir aquitana de los primeros siglos del cristianismo, cuyas reliquias fueron traídas hasta aquí por don Bernardo de Agén, el obispo de la restauración.

Las catedrales se consagran con las reliquias de los mártires. Este fue el caso de la catedral de Sigüenza, consagrada, con toda probabilidad, con reliquias de santa Librada, quien llegó a ser patrona de la catedral, de la ciudad y de la diócesis.

El conjunto del transepto norte de la catedral (lo integran el mausoleo de don Fadrique de Portugal, el relicario de santa Librada, la puerta de jaspe o del pórfido –puerta de acceso al claustro- y la fachada de la sacristía de santa Librada) es de extraordinaria belleza, realzada aún más gracias al magnífico trabajo de restauración, auspiciado por el Ministerio de Cultura, concluido en abril de 2018.

La traza arquitectónica de este conjunto fue realizada por el gran Alonso de Covarrubias, en 1515, y ejecutada, entre otros, por Francisco de Baeza. Las pinturas del relicario de santa Librada son de Juan de Soreda. Estos tres artistas son del siglo XVI.

 

Virgen de la Mayor

 

Es una talla inicialmente románica del siglo XII, traída también por don Bernardo de Agén. La talla, esculpida en madera de ciprés, fue modificada en varias ocasiones, adquiriendo, a partir del siglo XIV, una configuración más gótica, esbelta, elegante y risueña.

La imagen es de las llamas «vírgenes sagrario», pues tiene una portezuela en la espalda donde se reservaba el Santísimo. Es la patrona de la ciudad, con fiesta el domingo siguiente a la Asunción y a san Roque, fiesta precedida por un solemne novenario.

Desde la segunda mitad del siglo XVII, un espléndido retablo barroco, mandado hacer por el obispo Andrés Bravo de Salamanca y ejecutada por Juan de Lobera, alberga la venerada imagen de la Virgen de la Mayor, cuya advocación responde, con toda seguridad, al hecho de que desde el siglo XII al siglo XVII, (quinientos años) estuvo en la capilla mayor del templo, de donde hubo de desplazar a partir de 1610 al erigirse allí el ya citado retablo mayor de Giraldo de Merlo.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 25 de junio de 2021

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