Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

“Galileos, ¿qué hacéis ahí mirando al cielo?” (Act 1, 11).

 

Liberación de proyecciones naturales

En el lenguaje común, el cielo significa el firmamento. Y en un sentido religioso, la imagen del cielo se ubica en el lugar más alto, de ahí que a los montes se les tenga por lugares sagrados, porque desde nuestras concepciones antropológicas religiosas, concebimos como más cercano del cielo, más cerca de Dios aquello que está más alto.

 

El cielo es un estado de vida diferente

“Más que de un lugar, se trata de un ‘estado’ del alma” (Francisco, Audiencia 26-XI-2014). “¿Y qué es el cielo?” ‘¿Será un poco aburrido estar allí, toda la eternidad?’. No, el cielo no es eso. Nosotros caminamos hacia un encuentro: el encuentro definitivo con Jesús. El cielo es el encuentro con Jesús” (Francisco, Homilía, 27-IV- 2018).

 

La ciudad de los seres celestes

Los relatos evangélicos de Pascua son una demostración de la contemporaneidad del cielo con la tierra. Jesús se hace compañero de los dos de Emaús, aparece en las orillas del Lago de Galilea. En la noche pascual, canta el pregón: “¡Qué noche tan dichosa, en que se une la tierra con el cielo, el cielo con la tierra!”

 

El cielo, una necesidad de justicia

Quienes creemos en la otra vida, no podemos pasar por esta de manera insensible y ajenos a los sufrimientos y esperanzas de nuestros contemporáneos. La Santa doctora mística señala: “Pues pensar que hemos de entrar en el cielo y no entrar en nosotros, conociéndonos y considerando nuestra miseria y lo que debemos a Dios y pidiéndole muchas veces misericordia, es desatino. (M II, 1, 11).

 

La belleza, anticipo del cielo

Los artistas y contemplativos están sumergidos en el abrazo del amor infinito. El desierto es el mismo y los tiempos recios son iguales para todos. Es verdad la luz, no obstante la noche. Es verdad el abrazo, no obstante la herida. Para quienes creen todo está envuelto en gloria.

 

Profetas del cielo

“Bienaventurados los pobres en el espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 3.9). Los místicos y los monjes son los que nos anticipan y muestran la vida celeste con frutos de santidad.

 

Testigos de los valores del cielo

En la historia de la Iglesia, han existido personas ungidas por el Espíritu Santo, que han deseado vivido de manera anticipada a la manera de los seres celestes. Jesús, en una ocasión les dice a los fariseos, les dice: “Estáis en un error por no entender las Escrituras ni el poder de Dios. Pues en la resurrección, ni ellos tomarán mujer ni ellas marido, sino que serán como ángeles en el cielo” (Mt 22, 29-30).

 

La hora del cielo

“No olvidéis una cosa, queridos míos, que para el Señor un día es como mil años y mil años como un día” (2Pe 3, 8). Estamos hechos para lo eterno, para vivir sin nostalgia. Cabe vivir en Él, ya sin tiempo, y por la fe cabe vivir en anticipo lo que se espera.

 

Hoy estarás conmigo en el Paraíso

Gracias a la Redención, podemos vivir desde ahora con la certeza de que estamos destinados a compartir con Cristo el gozo de habitar en su Gloria. “Nosotros somos ciudadanos del cielo, de donde esperamos como Salvador al Señor Jesucristo, el cual transfigurará este miserable cuerpo nuestro en un cuerpo glorioso como el suyo, en virtud del poder que tiene de someter a sí todas las cosas” (Flp 3, 20-21).

Pasado mañana, 16 de mayo, es el domingo de la Ascensión del Señor a los cielos y la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, instituida en 1967 por Pablo VI

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El itinerario pascual (ocho semanas, cincuenta días)   inicia su  recta final. Pasado mañana, 16 de mayo, será ya en el séptimo domingo y semana. Es el domingo de la Ascensión del Señor y es la semana de preparación a Pentecostés. De este modo, Resurrección-Ascensión-Pentecostés forma así una unidad sucesiva, que es la cincuentena pascual.

Culminada su misión y fortalecida la fe de los apóstoles y discípulos, Jesús asciende al cielo ante la mirada, admirada y atónita, de estos (1ª lectura de la liturgia de la Palabra, ciclo B, de la Ascensión del Señor). Idea que, con gozo y alabanza, expresa y ora también el salmo responsorial.

¿Y adónde va Jesús? San Pablo, en la segunda lectura, y san Marcos, en el evangelio, nos lo dicen claramente: a sentarse a la derecha del Padre, en la Gloria de la eternidad y en la permanente asistencia a su Iglesia y a la entera humanidad.

Jesús se va, pero que se queda. Su misión queda ahora, bajo el impulso y la gracia del Espíritu Santo, que nunca nos fallarán,  en nuestras manos. Comienza nuestra misión.

 

 

Jornada Mundial Pontificia desde 1967

 

En el día de la Ascensión del Jesús, día en cuyas vísperas nos hallamos, y  tras una propuesta del Concilio Vaticano II, el Papa Pablo VI instituyó, en 1967, la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales. Nada ajeno le es ajeno a la Iglesia y en absoluto le pueden ser ajenos los medios de comunicación social. Todo lo contrario.

San Pablo VI, que fue también un gran comunicador (era hijo de una abogado y periodista del norte de Italia) que el Señor donó a su Iglesia para su gobierno, decía que «la Iglesia se sentiría responsable y hasta culpable si no usara los medios de comunicación». Tal y como afirmara el Papa Montini a propósito de la publicidad y parafraseándole, podemos afirmar que «nadie puede escapar a la influencia de la comunicación».

Siguiendo con la paráfrasis («nadie puede escapar a la influencia de la comunicación»), la Iglesia, pues, anima a los medios de comunicación para que puedan llegar a ser un sano y eficaz instrumento de recíproca ayuda entre los hombres. La comunicación social, en sus distintos medios y expresiones, es quizás la revolución mayor y de más profundas consecuencias de la segunda mitad del siglo XX y desde todavía aún en estas dos primeras décadas del siglo XX, marcadas por la irrupción de internet y de las redes sociales.

 

Aldea global, comunicación social y evangelización

 

«El primer areópago del tiempo moderno es el mundo de la comunicación, que está unificando a la humanidad y transformándola -como suele decirse- es una “aldea global”. Los medios de comunicación son el principal instrumento informativo y formativo, de orientación y de inspiración para los comportamientos individuales, familiares y sociales». Son palabras del Papa Juan Pablo II en su encíclica «Redemptoris missio», de 1991. Son suficientemente conocidas y elocuentes como para abundar en mayores comentarios. Como suficientemente conocida y elocuente fue la condición de san Juan Pablo II como extraordinario comunicador.

Afirmaba en el año 2000 el Pontificio Consejo para las Comunicaciones Sociales, en su documento titulado «Ética en las comunicaciones sociales», que «la Iglesia asume los medios de comunicación social con una actitud fundamentalmente positiva y estimulante. No se limita simplemente a pronunciar juicios o condenas; por el contrario, considera que estos instrumentos no sólo son productos del ingenio humano, sino también grandes dones de Dios y verdaderos signos de los tiempos».

Y es que precisamente la misión y hasta identidad de la Iglesia es anunciar, comunicar la buena noticia, la mejor noticia, que no es otra que Jesucristo y este encarnado, crucificado y resucitado.

Por ello, la Iglesia sabe que debe evangelizar a los hombres y mujeres con los medios de hoy, entre los cuales emergen los poderosísimos medios de comunicación social: prensa, radio, televisión, internet, redes sociales, cine y demás plataformas comunicativas.

 

Entre el temor y la responsabilidad

 

No cabe, pues, la menor duda. Vivimos en la sociedad de la comunicación. Y no en vano, los modernos medios de comunicación social están insertos entre las maravillas de la creación, puesta al servicio y desarrollo del hombre. Son instrumentos de comunión y progreso y adelantado de la nueva era, en referencia a los títulos de los tres significativos documentos pontificios sobre los mass media.

Sin embargo, los medios de comunicación desconciertan, a menudo, a la Iglesia y a sus hombres y mujeres, pastores o fieles. Incluso, a veces, hasta son temidos y repudiados. ¡Podríamos aducir tantos y tantos ejemplos, muchos de ellos hasta justificados...! Como escribiera el arzobispo español Antonio Montero, uno de los más emblemáticos apóstoles de nuestra Iglesia en los mass media, la Iglesia vive su relación con ellos entre el miedo y la responsabilidad, más en clave de temor que de responsabilidad.

Incluso, el medio, el temor -humanísimo sentimiento donde los haya- muchas veces es tan grande que agarrota e impide la comunicación. ¿Cómo salir de esta situación, que tantas veces se convierte en un círculo vicioso y peligroso? Como manifestara el Papa Juan Pablo II en su mensaje para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales del año 1999, la Iglesia quiere, busca y necesita la amistad con los medios de comunicación. Y la Iglesia, que debe salir siempre al encuentro y al camino de hombre, no puede renunciar al aludido entendimiento. Con palabras, ya citadas de  san Pablo VI, habría de sentirse culpable.

 

¿Cuál es el mensaje del Papa Francisco para este año?

 

Habida cuenta del carácter pontificio de la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales en la solemnidad de la Ascensión, esta jornada cuenta cada año con un mensaje papal, que en 2021, escrito por Francisco, papa comunicativo donde los haya, lleva por título  «”Ven y lo verás”» (Jn 1,46). Comunicar encontrando a las personas donde están y como son».

En su Mensaje para la 55ª Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales, Francisco advierte del riesgo de una información siempre igual, exhortando a ir «donde nadie va». En su discurso tiene un gran peso la dinámica de ponerse en marcha con pasión y curiosidad y de salir «de la cómoda presunción de lo ya conocido».

El horizonte de la pandemia, que se extiende por el mundo desde principios de 2020, marca de forma decisiva este mensaje. El Papa advierte que se corre el riesgo de contarla, al igual que todas las crisis, «solo con los ojos del mundo más rico», de llevar una «doble contabilidad».

 

Oportunidades e insidias en internet y redes sociales

 

Escribe Francisco en este mensaje: «La red, con sus innumerables expresiones sociales, puede multiplicar la capacidad de contar y de compartir: tantos ojos más abiertos sobre el mundo, un flujo continuo de imágenes y testimonios. La tecnología digital nos da la posibilidad de una información de primera mano y oportuna, a veces muy útil: pensemos en ciertas emergencias con ocasión de las cuales las primeras noticias y también las primeras comunicaciones de servicio a las poblaciones viajan precisamente en la web. Es un instrumento formidable, que nos responsabiliza a todos como usuarios y como consumidores».

Y asimismo alerta de sus insidias: «Pero ya se han vuelto evidentes para todos también los riesgos de una comunicación social carente de controles. Hemos descubierto, ya desde hace tiempo, cómo las noticias y las imágenes son fáciles de manipular, por miles de motivos, a veces sólo por un banal narcisismo. Esta conciencia crítica empuja no a demonizar el instrumento, sino a una mayor capacidad de discernimiento y a un sentido de la responsabilidad más maduro, tanto cuando se difunden, como cuando se reciben los contenidos. Todos somos responsables de la comunicación que hacemos, de las informaciones que damos, del control que juntos podemos ejercer sobre las noticias falsas, desenmascarándolas. Todos estamos llamados a ser testigos de la verdad: a ir, ver y compartir».

 

Gracias a la valentía de tantos periodistas

 

Escribe asimismo Francisco: «También el periodismo, como relato de la realidad, requiere la capacidad de ir allá donde nadie va: un movimiento y un deseo de ver. Una curiosidad, una apertura, una pasión. Gracias a la valentía y al compromiso de tantos profesionales —periodistas, camarógrafos, montadores, directores que a menudo trabajan corriendo grandes riesgos— hoy conocemos, por ejemplo, las difíciles condiciones de las minorías perseguidas en varias partes del mundo; los innumerables abusos e injusticias contra los pobres y contra la creación que se han denunciado; las muchas guerras olvidadas que se han contado. Sería una pérdida no sólo para la información, sino para toda la sociedad y para la democracia si estas voces desaparecieran: un empobrecimiento para nuestra humanidad.

Numerosas realidades del planeta, más aún en este tiempo de pandemia, dirigen al mundo de la comunicación la invitación a “ir y ver”. Existe el riesgo de contar la pandemia, y cada crisis, sólo desde los ojos del mundo más rico, de tener una “doble contabilidad”. Pensemos en la cuestión de las vacunas, como en los cuidados médicos en general, en el riesgo de exclusión de las poblaciones más indigentes. ¿Quién nos hablará de la espera de curación en los pueblos más pobres de Asia, de América Latina y de África? Así, las diferencias sociales y económicas a nivel planetario corren el riesgo de marcar el orden de la distribución de las vacunas contra el COVID. Con los pobres siempre como los últimos y el derecho a la salud para todos, afirmado como un principio, vaciado de su valor real. Pero también en el mundo de los más afortunados el drama social de las familias que han caído rápidamente en la pobreza queda en gran parte escondido: hieren y no son noticia las personas que, venciendo a la vergüenza, hacen cola delante de los centros de Cáritas para recibir un paquete de alimentos».

 

Oración final del mensaje papal

 

«Señor, enséñanos a salir de nosotros mismos,

y a encaminarnos hacia la búsqueda de la verdad.

Enséñanos a ir y ver, enséñanos a escuchar,

a no cultivar prejuicios,

a no sacar conclusiones apresuradas.

Enséñanos a ir allá donde nadie quiere ir,

a tomarnos el tiempo para entender,

a prestar atención a lo esencial,

a no dejarnos distraer por lo superfluo,

a distinguir la apariencia engañosa de la verdad.

Danos la gracia de reconocer tus moradas en el mundo

y la honestidad de contar lo que hemos visto».

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 14 de mayo de 2021

Por Rafael Amo

(Director de la Cátedra de Bioética de la Universidad Pontificia Comillas | Delegación de Ecumenismo de la Diócesis)

 

 

Un homenaje a los sacerdotes en el 25 y 50 aniversario de su ordenación sacerdotal

 

No corren buenos tiempos para los sacerdotes. Son muchas las dificultades presentes y todavía más oscuro su futuro. Parece que se hubiera formado la tormenta perfecta sobre sus cabezas.

 

1.- La tormenta perfecta

 

A mi juicio, serían al menos cuatro vectores los que confluyen sobre la vida de los sacerdotes y que pueden atormentarles.

 

a.- “No pido que los saques del mundo” (Jn 17,15).

 

En primer lugar, ejercer el sacerdocio en medio de un cambio cultural como pocos ha habido en la historia. Los cambios culturales no son de un día para otro, ni se producen unos cuantos por siglo. Todo parece indicar que, ahora sí, lo que se había venido fraguando en el siglo XX, ha culminado en un cambio de época en estos comienzos del siglo XXI. Sería largo de describir, pero a efectos del sacerdocio ministerial creo que son dos los puntos que más le afectan: la vieja secularización que no afloja y la fuerza de la autonomía. Entendiendo aquí por secularización la pérdida de relevancia social de la religión y con ella de los sacerdotes. No es que se añoren los tiempos del nacionalcatolicismo en los que el sacerdote era venerado, yo no los he conocido; pero es verdad que la pérdida de relevancia de lo religioso provoca la sensación de vivir en un mundo al que no le importas para nada o para el que eres una reliquia de otros tiempos. Por otra parte, todos somos hijos de nuestra cultura que empuja al individualismo y a la búsqueda de tu camino en solitario. Es el malestar de la cultura de nuestro tiempo. Pero ser hijo de la Iglesia es aceptar vivir en una familia en la que la Tradición es fundamental. Conjugar el mandato cultural de ser tú mismo y elegir tu vida con la naturaleza eclesial no es sencillo.

 

b.- “En persona de Cristo Cabeza” (LG 10).

 

El segundo elemento son los vaivenes en la comprensión teológica de la relación entre sacerdocios. En mis años de seminario, quienes me formaron venían de la lucha por aclarar la naturaleza de la identidad sacerdotal. Todavía resonaban hace veinticinco años los casos de sacerdotes que habían trabajado en el mundo obrero u otras actividades propias de laicos para acercar la imagen del sacerdote a la gente. Sin embargo, ahora el péndulo está en la otra parte, y algunos se empeñan en que los laicos asuman el papel de los sacerdotes. En ambos casos lo que no se tiene claro es la naturaleza del sacerdocio ministerial y su relación con el sacerdocio común; y en medio de estos vaivenes los sacerdotes nos vemos un tanto zarandeados.

 

c.- “Uno de vosotros me va a entregar” (Mt 26, 21).

 

El tercer elemento lo conforma la traición de algunos y el encubrimiento de otros. Es muy duro oír los actos de abuso de muchos sacerdotes sobre niños y niñas. Estos abusos han minado la confianza del Pueblo de Dios, y de la sociedad en general, sobre los sacerdotes. En algunos casos se siente la mirada punzante de quien generaliza y piensa que todos los sacerdotes somos iguales. También duele el encubrimiento; quizá duela más. Todos somos débiles, pecadores y podemos tener enfermedades mentales que nos impulsen a los más abyectos actos y pecados. Incluso puede que en algunos casos hayan sido encubiertos con la voluntad de no dañar la imagen de santidad de la Iglesia, pero también ha habido encubrimientos culpables. Todo esto pesa como una losa sobre los sacerdotes, porque si para un cristiano es doloroso, más lo es para otro sacerdote. Es tanto como si descubrieras que tu hermano es un depravado y parte de tu madre la Iglesia, a quien has dado la vida, una consentidora del mal.

 

d.- “La mies es mucha y los obreros pocos” (Mt 9, 37).

 

El cuarto elemento es la falta de vocaciones que oscurece el futuro de la vida de los sacerdotes. Entristece bastante saber que la forma de vida que te ha hecho feliz no está de moda y que el trabajo que has hecho en toda tu vida se puede quedar sin continuidad. Además, los sacerdotes más mayores sienten que no tienen jóvenes a los que tratar como hijos y transmitir el acervo de sabiduría de su experiencia. A este panorama general de la Iglesia hay que añadir que en nuestra diócesis el elevado número de abandonos del sacerdocio por muchos compañeros en los últimos años ha dejado el presbiterio muy mermado.

 

2.- Os daré pastores según mi corazón (Jr 3, 15)

 

A pesar de estos indicadores más o menos sombríos sigue vigente la profecía de Jeremías que Juan Pablo II puso en el centro de la formación sacerdotal hace veintinueve años: “Os daré pastores según mi corazón” (Jr 3, 15). Para quienes entonces estábamos en el seminario estas palabras se hicieron cotidianas y con ellas una forma de entender el ministerio sacerdotal que estos veinticinco años no han hecho más que confirmarme.

El sacerdocio ministerial es un don de Dios, pero para el Pueblo de Dios; para quien recibe la llamada es más bien una tarea exigente. Por eso en los relatos de vocación los profetas siempre ponen excusas (Jeremías dice que no sabe hablar porque es un niño [Jr 1, 6]; Amós dice que es un simple pastor y cultivador de higos [Am 7, 14]).  Todos rehúsan inicialmente la llamada porque saben que Dios “recoge donde no siembra” (Mt 25, 24).

Nunca he compartido la insistencia desmedida en que el sacerdocio ministerial es un don, un regalo, para el individuo que lo recibe, porque creo que conlleva la idea de una predilección de Dios sobre el sacerdote difícilmente justificable y el peligro de generar una psicología que puede parecerse a la del fariseo frente al publicano: “Te doy gracias, Señor, porque no soy como los demás hombres” (Lc 18, 11). No tengo que embarrarme en las tareas de formar una familia y afrontar las dificultades de la convivencia con mi mujer, ni educar a mis hijos. Tampoco tengo que vérmelas en un mundo laboral competitivo y cruel. Gracias porque me has elegido para una vida tranquila.

El sacerdocio ministerial es un don de Dios a su Pueblo por muchos motivos. Fundamentalmente porque sin él no habría Eucaristía, el sacramento que hace a la Iglesia y que es centro y culmen de la vida cristiana. Pero en estos veinticinco años de ejercicio del sacerdocio ministerial no me ha abandonado la convicción del carácter cuasi sacramental de la vida diaria del sacerdote, tal y como afirma la oración de ordenación: “Renueva en sus corazones el espíritu de santidad; reciban de Ti el segundo grado del ministerio sacerdotal, y sean, con su conducta, ejemplo de vida” (Ritual de órdenes, Ordenación de presbíteros, n. 22). Dicho de otro modo, la sola existencia de un sacerdote y su día a día, desde lo más humilde a lo más sublime, es signo de la presencia de Dios en su Pueblo. Esto es posible porque, “Tus sacerdotes, Señor, al entregar su vida por ti y por la salvación de los hermanos, van configurándose a Cristo, y así dan testimonio constante de fidelidad y amor” (Prefacio I de las ordenaciones). La entrega al Pueblo en el día a día, en la sencillez de la vida diaria -como María en Nazaret- va configurándolo como otro Cristo; y la configuración con Cristo le empuja a la entrega al Pueblo.

 

3.- Las razones del elogio

 

Estas exigencias, logradas en mayor o menor medida, en cada uno de los sacerdotes, son las que hacen elogiable el sacerdocio ministerial, son las que lo hacen que admirable.

 

a.- “Tomado de entre los hombres y puesto al servicio de Dios en favor de los hombres” (Hb 5,1).

 

El sacerdote antes que nada debe ser un hombre, un hombre íntegro, un hombre maduro. La madurez psicológica es fundamental para el ejercicio de sacerdocio. Tiene entre manos cosas sagradas: la Eucaristía, la Palabra de Dios, etc. y también la conciencia de las personas que se la confían. Ha de entrar en el terreno sagrado de las personas, y hacerlo como aquel en el que Moisés se descalzó (Cfr. Ex 3, 5); y no entrar por pura curiosidad sino porque las personas le invitan. Por eso debe ser una persona madura, y no es fácil. Su modo de vida, incluida su opción por el celibato, en este momento cultural -aunque también en todos- le hace ser una persona contracultural, y madurar contracorriente no es sencillo.

Y es un hombre para el Pueblo. El sacerdocio nunca es para uno mismo, siempre es para el Pueblo de Dios. Su existencia está expropiada: “Recibe la ofrenda del Pueblo santo para presentarla a Dios. Considera lo que realizas e imita lo que conmemoras y conforma tu vida con el misterio de la cruz del Señor” (Ritual de órdenes, Ordenación de presbíteros, n. 26). Este mandato recibido en la ordenación sacerdotal obliga a la encarnación en el Pueblo, pero sin olvidar que ha sido tomado de entre los hombres. Obliga a conocer y comprender los modos de vida y los problemas reales de las personas para poder hablar en su nombre delante de Dios. No podemos estar hablando del cielo sino conocemos bien la tierra, y viceversa. El papa Francisco lo ha resumido metafóricamente en su célebre expresión de ser pastor con olor a oveja que, en nuestra diócesis, además puede ser real.

 

b.- “Los llamó para que estuvieran con él y para enviarlos a predicar” (Mc 3, 14-15).

 

La vida de un sacerdote tiene estas dos caras inseparables porque es imposible predicar, hablar de la alegría del Evangelio, si no vives cerca de Jesús. La predicación de la Palabra que se hace de muchas formas (homilías, catequesis, clases, gestión parroquial, el testimonio, etc.) supone ver más allá de las miradas sociológicas o científicas de la realidad y descubrir la historia de salvación que Dios prepara para su Pueblo. Una mirada que se ejercita en muchas horas de oración litúrgica y personal. Solo con esta mirada, como la de Balaam “el varón de los ojos abiertos” (Num 24, 2), el sacerdote ve donde otros no ven, y puede ser el pastor que guía al Pueblo por las cañadas oscuras de la historia.

Esta visión se alimenta de una especial intimidad con Jesús, como la que narran las páginas de la Última Cena entre Cristo y sus discípulos. Intimidad de amistad en la que Jesús comparte lo que le ha dicho su Padre (Cfr. Jn 15, 15). Pero no es una intimidad intimista, es una intimidad misionera: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros?” (Jn 13, 12), les dice tras lavarles los pies: haced vosotros lo mismo (Cfr. Jn 13, 14). Que es tanto como repetir las palabras de la parábola del buen samaritano “anda y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37): sirve a tus hermanos y enséñales el camino de la misericordia. Es la caridad pastoral de la que hablaba la Exhortación Apostólica Pastores dabo vobis (Cfr. n. 23).

 

c.- “Hay más alegría en dar que en recibir” (Hech. 20, 35).

 

Por la vivencia de estas exigencias, en la vida del sacerdote se hace realidad la paradoja del amor cristiano: que olvidándose de sí mismo, cargando con su cruz y caminando tras las huellas de Jesús (cfr. Mt 16, 24), viviendo por y para los demás, con las evidentes dificultades de todo tipo de llevar una vida expropiada; se recibe el don -este sí, personal- de una serena y profunda alegría.

Darse a los demás es compartir su caminar, poner sus problemas en primer lugar, hacer propio el horizonte del otro, compartir sus angustias, hacerse uno con su llanto. Vivir dándose a los demás, como exige el sacerdocio ministerial, es fuente de una profunda, serena y, para muchos, extraña alegría.

 

3.- La oración del Pueblo de Dios

 

En conclusión, la exigencia de vida que conlleva la llamada de Dios al sacerdocio ministerial, y la tarea consiguiente, necesitan del esfuerzo del llamado. Pero no podemos olvidar que el sacerdocio ministerial es un don para el Pueblo de Dios y que sin la oración de la Iglesia nunca podrían llevarla a cabo. María, la madre de los sacerdotes, y José, custodio de Jesús, son los intercesores eficaces que lograrán del Padre los pastores según su corazón.

 


 

Oh María,

Madre de Jesucristo y Madre de los sacerdotes:

acepta este título con el que hoy te honramos

para exaltar tu maternidad

y contemplar contigo

el Sacerdocio de tu Hijo unigénito y de tus hijos,

oh Santa Madre de Dios

Pastores davo vobis

 

[Para San José], “como para todo sacerdote que se inspira en él para su propia paternidad”, “custodiar significa amar con ternura a quienes nos han sido confiados, pensando ante todo en su bien y en su felicidad, con discreción y con perseverante generosidad”.

 

Francisco, Audiencia al Pontificio Colegio Belga, 18 de marzo 2021

Debido a las actuales circunstancias de la pandemia, no habrá Marcha este año, pero sí misa televisada; y también peregrinaciones y misas con limitaciones de aforo

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Al igual que aconteciera en 2020, en razón de la emergencia sanitaria grave ocasionada por la pandemia del coronavirus, la Marcha Diocesana al santuario de la Virgen de Barbatona, del segundo domingo de mayo, pasado mañana, día 9 de mayo, no podrá celebrarse.  Pero a diferencia del año pasado, en 2021, el próximo domingo, día 9 de mayo, sí habrá posibilidad de peregrinaciones particulares, respetando las medidas sanitarias en vigor, y misas públicas.

La convocatoria nació en el segundo domingo del mes de mayo de 1965 y desde entonces ha mantenido fiel su cita multitudinaria, siempre en el segundo domingo del mes de mayo, el mes de María, el mes de las flores.  El año 2020 fue el primero en más de medio siglo (en 1970, debido a pésimas condiciones climatológicas, la misa se celebró en la catedral de Sigüenza, tras el traslado a ella de la imagen de la Virgen de la Salud), en que no hubo marcha, pero, con las debidas precauciones sanitarias y legales y con las correspondientes comunicaciones a las distintas instituciones oficiales, sí hubo misa y, además, televisada en directo por TRECE TV y otras plataformas televisivas, internet y redes sociales, como acontecerá también este año y luego se describirá.

Barbatona se encuentra a ocho kilómetros de Sigüenza y allí, en Barbatona, se venera a la Virgen de la Salud desde el medievo, con renovado e intensificado culto desde el siglo XVIII.  La convocatoria del segundo domingo de mayo en honor de la Virgen de la Salud es la cita más popular y multitudinaria cada año  en la diócesis.

 

Así discurrirá este año la fiesta de mayo de la Virgen de la Salud

 

Este año, y como aconteciera en 2020, a través de la productora televisiva OVERON, habrá misa televisada en directo el domingo 9 de mayo, de 12 a 13 horas, desde el mismo santuario y presidida por el obispo diocesano. Será emitida por 13 TV y se podrán sumar a la transmisión las plataformas televisivas y redes sociales que lo deseen.

La asistencia de fieles a esta misa televisada por 13 TV, el domingo 9 de mayo, a las 12 horas, será restringida, por lógicas razones de contención y prevención de la pandemia, a representantes institucionales y hermanos de la Cofradía de Nuestra Señora de la Salud y algunos de sus familiares. Se encarece, pues, el seguimiento de esta misa a través de 13 TV

El santuario, al 40% de su aforo, acogerá misas más abiertas a fieles el sábado 8 de mayo, a las 20 H., y el domingo 9, a las 18 horas.  El domingo 9 de mayo el santuario permanecerá abierto para todos los que desean venerar a la Virgen desde las 14 a las 20 horas.

La jornada del domingo 9 de mayo, y su misa vespertina del sábado día 8, cuenta con el lema “Junto a la cruz de Cristo, estaba y está María”, en explícita referencia y llamada a la oración por las víctimas de la pandemia, por su finalización y por todas personas que viven la experiencia salvífica de la cruz, en el cuerpo y en el alma.  Además, se recuerda que todos los días del año el santuario está también abierto entre las 9 y las 20 horas y que los domingos y fiestas de precepto hay misa a las 13:15 horas.

 

 

 

Misa televisada, el domingo 9, a las 12 horas por 13 TV

 

Gracias a un profesional vinculado con la productora de televisión OVERON, oriundo de Barbatona, José Oter, y con el asentimiento, orientaciones y gestiones del obispo diocesano, Atilano Rodríguez, y, como se dijo antes, con todas las cautelas y desde el firme compromiso del estricto cumplimiento de todas las normas civiles y eclesiásticas en vigencia, el domingo 9 de mayo habrá misa en honor de Nuestra Señora de la Salud de Barbatona. Será a las 12 horas y transmitida en directo de por TRECE TV y con difusión nacional.

Se sumarán a la misa, producida y realizada por OVERON, y transmitida por TRECE TV, la página web y las redes sociales del Obispado de Sigüenza-Guadalajara, Guadalajara Media TV, redes sociales del Ayuntamiento de Sigüenza y de la Diputación Provincial y los canales en Facebook y en You Tube de quien esto suscribe, rector del santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona. También Castilla-La Mancha Media emitirá imágenes y grabaciones.

 

Detalles acerca de la celebración de la misa

 

De las 12 a las 13 horas de pasado mañana, domingo 10 de mayo, segundo domingo de mayo, la misa desde Barbatona transmitida por los citados medios de comunicación será presidida por el obispo diocesano. Habrá dos sacerdotes concelebrantes (uno de ellos, el rector del  santuario y el otro será el responsable de la parte ceremonial y litúrgica). Un tercer sacerdote será el cantor. Y un cuarto, a su vez también rector del santuario, será el organista.

La procesión de entrada y de salida podría ser de este modo: Desde la calle, subiendo las escalinatas y con las puertas abiertas del santuario, procesión por la nave central templo del santuario. En fila india, sale primero la cruz del santuario de Barbatona, portada por el hermano secretario de la cofradía (Rafael Lafuente); sigue el hermano mayordomo (José Antonio de la Concepción) con el estandarte;  monaguillo (Alfredo); y  cofrades con las insignias de la San Vicente (Pedro Hervás), Virgen de la Mayor (Juan Miguel Martínez), como patrones de Sigüenza, y la insignia de la Virgen de la Salud (Gregorio Garijo); el Evangeliario (un sacerdote revestido de alba y estola blanca, maestro de ceremonias, Julián García), Jesús de las Heras; y cierra la procesión el obispo (Atilano Rodríguez).

 

Canciones, lectores, asistentes

 

Mientras tanto, sonaron a repique de fiesta las campanas de fiesta del santuario y después desde el micrófono de un  ambón especial y con la música del órgano, el cantor (Pedro Simón) cantaría la canción de entrada (“Alegre la mañana” de Juan Antonio Espinosa).  También se cantarán “Señor, ten piedad”, “Aleluya” previo al Evangelio, “Santo” y “Cordero de Dios”, todos ellos de Tomás Aragüés).

Comienza la misa propiamente con sus ritos y ritmos habituales. Las lecturas serían proclamadas por un hermano de la cofradía (Rafael Lafuente), una laica asidua a la misa dominical de Barbatona (Inmaculada Pérez Sierra) y el Evangelio, por el abad y rector. Llegarán la homilía del obispo (Atilano Rodríguez), el Credo y las Preces u oraciones de los fieles (Montserrat Gutiérrez Velilla las leerá). En el ofertorio se cantará “Tomad, Virgen pura” de José L. Blasco Y ya sigue la misa hasta el final. En la comunión, se cantaría “Te conocimos, Señor, al partir el pan” de Joaquín Madruga  y quizás durante el canto de comunión se ofrezcan imágenes que grabadas antes.

El canto final serían las letrillas populares en honor a la Virgen de la Salud con la procesión de salida al mismo lugar y por el mismo orden citado en la procesión de entrada y también por la nave central del templo.

Están invitados a participar presencialmente en el santuario durante esta misa televisada la alcaldesa y concejales de Sigüenza, el alcalde pedáneo de Barbatona, los fieles de esta localidad, los hermanos de la Cofradía acompañados de algún familiar y otras invitaciones personales y objetivos. El ideal que el número de fieles se sitúe entre 80 y 90, de modo que se pueda cumplir sin problema alguno con el 40% de aforo permitido en Castilla-La Mancha para los lugares de culto.

Se podrán a disposición de los sacerdotes, fieles y profesionales y mascarillas, guantes. Y se procede asimismo a la limpieza general y exhaustiva del santuario y a la correspondiente decoración con flores naturales y recientes (Floristería Sigüenza de Agustín Canfrán Tamayo).

 

Alto relieve eclesial

 

Las Marchas nacieron en el segundo domingo de mayo de 1965 como acción de gracias a la proclamación efectuada por el Papa Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, de Santa María la Virgen como Madre de la Iglesia.  Además, en su convocatoria se buscó que la devoción a la Virgen María fuera un vínculo de unidad y de comunión entre todas las parroquias y fieles de la diócesis, que, apenas diez años antes, había estrenado nueva configuración territorial. El fundador de las Marchas, a propuesta de la Acción Católica Diocesana, fue el obispo Laureano Castán Lacoma.

Siempre la Marcha Diocesana a la Virgen de la Salud de Barbatona ha sido presidida por un obispo, incluso cuando en 1981 no había obispo diocesano propio. Entonces, presidió la Marcha Victorio Oliver Domingo, a la sazón, obispo de Tarazona. También han presidido la Marcha los siguientes prelados no diocesanos: Luis Alonso Muñoyerro, estrechamente vinculado con Trillo, antiguo obispo de Sigüenza y entonces arzobispo vicario general castrense, en 1965; el entonces secretario general de la Conferencia Episcopal Española (CEE) y obispo auxiliar de Madrid José Guerra Campos, en 1970; Marcelo González Martín, cardenal arzobispo de Toledo, en 1976; Teodoro Cardenal Fernández, obispo de Osma-Soria, en 1977;  Damián Iguacen Borau, obispo de Teruel y Albarracín, en 1978; Victorio Oliver Domingo, obispo de Tarazona, en 1981; Elías Yanes Álvarez, arzobispo de Zaragoza y presidente de la CEE, en 1993; Francisco Álvarez Martínez, cardenal arzobispo de Toledo, en 1996; y en 1998 y 2002, Juan José Asenjo Pelegrina, natural de Sigüenza, entonces obispo auxiliar de Toledo y secretario general de la CEE y en la actualidad arzobispo administrador apostólico de Sevilla.

También todos los nuncios apostólicos en España desde 1965, han asistido, al menos una vez, a la Marcha, que presidieron. Fueron los arzobispos Luigi Dadaglio (1968), Antonio Inocentti  (1982), Mario Tagliaferri (1989), Lajos Kada (1996) y Manuel Monteiro de Castro (2003). En 2015, año del cincuentenario de las Marchas, presidió la jornada el anterior nuncio apostólico en España, Renzo Fratini. Desde el 1 de diciembre de 2019, el diplomático y arzobispo filipino Bernardito Auza es el nuncio apostólico en España. Ya habrá ocasión para que el obispo diocesano curse la correspondiente invitación para que asista y presida, cuando corresponda, las celebraciones.

El resto de los años las Marchas fueron presididos por el obispo diocesano. Los obispos diocesanos de este medio siglo han sido Laureano Castán Lacoma (1964-1980), Jesús  Pla Gandía (1981-1991), José Sánchez González (1991-2011) y Atilano Rodríguez Martínez (desde el 2 de abril de 2011). Hablando de los distintos obispos de la diócesis en estos 56 años, en 1988, don Jesús Pla elevó el rango de la antigua ermita de Nuestra Señora de la Salud de Barbatona al de santuario diocesano. Asimismo ahora está en estudio iniciar los trámites para una eventual declaración del templo, por parte de la Santa Sede, a la categoría de basílica menor.

 

Otros datos de interés

 

La Marcha Diocesana a Barbatona es fiesta de interés turístico provincial, declarada como tal, en abril de 2014, por la Diputación Provincial.

Por su parte, las emisoras en las diócesis de la Cadena Cope (Cope Sigüenza, FM 102.5 y Cope Guadalajara, FM 89.3) colaboran con estas celebraciones de mayo en honor de la Virgen de la Salud de Barbatona. Además de emitir altruistamente anuncios de la misma, en última semana de abril y la primera de mayo, el programa matinal de la mañana, los Informativos y los programas religiosos se hacen abundante eco de los preparativos a la Marcha.

 

Rehabilitación integral del santuario de 2015 a 2021

           

En la tarde del domingo 16 de julio de 2017, el actual obispo diocesano procedió a la inauguración y bendición de la obras de rehabilitación integral del santuario, obras que discurrieron entre octubre 2015 y mayo de 207.

Las obras consistieron en la rehabilitación integral de las cubiertas internas y tejados exteriores (posteriormente se procedió asimismo, en una segunda fase, a la rehabilitación de los tejados posteriores del templo: el de la sacristía y el de la sala de mantos de la Virgen), reparación de las cubiertas y tejado de la matriz iglesia parroquial anexa, restauración de la espadaña y del porche y marquesina principal, limpieza de la fachada, saneamiento y limpieza general, pintura de todo el interior del templo y sacristía y del acceso al camerino o trono de la venerada imagen mariana, nueva iluminación, barnizados de puertas, arreglos de bancos y carpintería, etc…

De febrero a mayo de 2021, se ha llevado a cabo la tercera fase de estas obras. Han consistido en la consolidación y rehabilitación integral de las escalinatas y marquesina de portada sur del santuario, una nueva iluminación, modelo led, de la iluminación de la sacristía, camerino de la Virgen y del nicho u hornacina donde se halla la venerada imagen y otras mejoras como la pintura de las verjas de dicha portada  y de su entorno. Todavía no se han presentado todas las facturas del importe de estas actuaciones, que se situarán por encima de los 40.000 euros, como cálculo estimativo

Además de las aportaciones del Obispado y de la Diputación, para sufragar el algo más de medio millón de euros (502.518,82 euros, que finalmente se aproximarán, como se indicó en el párrafo anterior, a los 550. 000 euros) que importaron las obras citadas más las nuevas, el santuario ha habilitado las siguientes cuentas bancarias para los donativos. Son estas: Parroquia y Santuario Barbatona, ES 19 2085 7554 7703 3045 5555; Parroquia Barbatona, IBERCAJA, ES 03 2085 7554 7203 3003 9473; y Parroquia San Andrés de Barbatona, BANCO SANTANDER, 0030 1051 1200 0000 8272

Los fieles pueden también colaborar aportando, vía domiciliación bancaria, 10 euros al mes. Al efecto, se puede escribir a la dirección Sr. Cura Párroco, 19262-Barbatona (Guadalajara), poniendo nombre, apellidos NIF y el número completo de la cuenta bancaria a la que el donante desee cargar este donativo y/o domiciliación mensual. Todos estos donativos, previa expresa solicitud, conllevan desgravación fiscal.

A día de hoy, el santuario mantiene todavía una deuda próxima a los 40.000 euros más la deuda que resulte una vez se hayan pagado y liquidado las obras de febrero a mayo de 2021, obras finalizadas el día 7 de mayo.

Por otro lado, en convenio alcanzado entre el Obispado de Sigüenza-Guadalajara y la Junta de Castilla-La Mancha, al 50%, se ha procedido a la construcción de una estructura metálica de cubierta, protección y dignificación del ámbito o espacio celebrativo de la explanada en el pinar del santuario de la Virgen de la Salud de Barbatona.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 7 de mayo de 2021

El 1 de mayo, Jornada Mundial del Trabajo, es también en la Iglesia la fiesta de san José considerado como trabajador y como modelo e intercesor de los trabajadores

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Este sábado, 1 de mayo, es la memoria litúrgica de san José considerado, contemplado como obrero, como trabajador. Fiesta instituida por el Papa Pío XII en 1955, haciéndola coincidir con el Día Internacional del Trabajo, y proponiendo a san José como un ejemplo y mediador para todos los trabajadores. Y en este contexto celebrativo de san José,  y máxime dentro de su año santo (ver artículos de NUEVA ALCARRIA de los viernes 12, 19 y 26 de marzo), y ahora, el día 1, como trabajador, como obrero, Pastoral Obrera de la diócesis organiza una misa, presidida por el obispo, el sábado 1 de mayo, a las 12:30 horas, en la parroquia de San José Artesano de Guadalajara.

 

Orígenes y sentido de la fiesta de san José Obrero

 

San José Obrero, en latín «Sancti Joseph opificis», celebración litúrgica de la Iglesia católica, establecida por Pío XII, en 1955, el 1 de mayo, coincidiendo así con el día que el mundo del trabajo tenía y tiene ya fijada como su fiesta propia.

El evangelio se refiere a José como el artesano (en el original griego, «τεχτων», Mateo3, 55)​ y que con él trabajó Jesús, que era conocido como  también como «artesano» (Marcos 6,3)​.Los primeros escritores cristianos suelen hablar de él como carpintero. Así, en el siglo II, san Justino, hablando de la vida de trabajo de Jesús, afirma que hacía arados y yugos; y quizás, basándose en esas palabras, san Isidoro de Sevilla (siglo VI) concluye que José era herrero. En todo caso, se trata de «un obrero, de un trabajador, que trabajaba en servicio de sus conciudadanos, que tenía una habilidad manual, fruto de años de esfuerzo y de sudor», concluye en el santo autor del libro de «Las Etimologías», considerado la mejor enciclopedia del saber en su tiempo y un libro todavía muy válido.

El Papa Pío IX en 1847 estableció para la Iglesia universal la fiesta de san José como patrono de los trabajadores, fijándola para el tercer domingo de Pascua. León XIII, en su encíclica «Quamquam pluries», resaltó el papel del trabajo en la vida de San José y su ejemplo para los trabajadores; y Pío X, trasladó esta fiesta al miércoles anterior. Y ya fue Pío XII quien en 1955, estableció su fiesta propia el 1 de mayo y suprimió la anterior.

 

San José, carpintero, trabaja una viga delante de Jesús. Óleo de Georges de Latour (1593-1652)

 

Fiesta civil

 

En Estados Unidos, la Federación Americana del Trabajo, convocó para el 1 de mayo de 1868 una huelga general pidiendo que se estableciese la jornada máxima de trabajo de 8 horas, la huelga fue especialmente seguida en Chicago, donde se prolongó durante los días 2 y 3, con numerosos heridos y muertos.​  Y desde entonces, en algunos países, se empezó a conmemorar aquella reivindicación cada 1 de mayo A lo largo del siglo XX, se extendió por la mayor parte de los países la celebración de ese día como fiesta del trabajo, con un carácter reivindicativo, aunque suavizado por la propias conquistas sociales, y su consideración como una fiesta laboral. Y ya en la segunda década del siglo XX se extiende el Día Internacional del Trabajo en la práctica totalidad del mundo.

En ese contexto reivindicativo en el que Pío XII decisión establecer la fiesta litúrgica de San José Obrero el 1 de mayo. Así lo comunicó en el discurso dirigido a la Asociación Cristianos de Trabajadores Italianos (ACLI)​ el 1 de mayo de 1955. Su discurso  comenzó recordando que desde el origen de la ACLI, el mismo papa había puesto a esta asociación bajo el patrocinio de san José. Se refirió después a la labor que los cristianos han de realizar para dar un sentido cristiano al trabajo, y hacer que la justicia reine en las relaciones laborales. Y en este sentido afirmó, textualmente que «como Vicario de Cristo, queremos reafirmar [estos valores], aquí, en esta jornada del 1 de mayo que el mundo del trabajo se ha otorgado a sí mismo como celebración propia, con la intención de que todos reconozcan la dignidad del trabajo, y que este inspire la vida social y las leyes, basadas en el reparto equitativo de derechos y deberes». Y añadió: «Así el 1 de mayo, acogido por los obreros cristianos, y casi recibiendo el crisma cristiano, lejos de ser un despertar de la discordia, el odio y la violencia, es y será una invitación recurrente a la sociedad moderna a hacer lo que aún falta a la paz social. Fiesta cristiana, por tanto; es decir, un día de júbilo por el triunfo concreto y progresivo de los ideales cristianos de la gran familia del trabajo».

Y en el oficio litúrgico de la fiesta, se añadió la siguiente introducción: «Para que la dignidad del trabajo humano, y los principios que la sustentan sean grabados profundamente en las almas, Pío XII instituyó la fiesta de San José obrero, a fin de que brinde su ejemplo y protección a todas las uniones de trabajadores. A imitación suya, aquellos que ejercen profesiones laboriosas deben aprender con qué espíritu y enfoque llevar a cabo su cargo para que, obedeciendo el principio del orden de Dios, sometan la tierra y contribuyan a la prosperidad económica, obteniendo, al mismo tiempo, las recompensas de la vida eterna».

Introducción que concluía con esta frase: «Y el guardián previsor de la Familia de Nazaret no abandonará a los que son sus compañeros de oficio y de trabajo: los cubrirá con su protección y enriquecerá sus hogares con riquezas celestiales».

 

San José con el Niño Jesús (San Pedro de Sigüenza)

 

El Papa Francisco en su carta «Patris corde»

 

Por decisión del Papa Francisco, la Iglesia católica dedica, desde el 8 de diciembre al próximo 8 de diciembre, un año especial, lucrado de indulgencias plenarias especiales. Es con ocasión del 150 aniversario de la proclamación de san José como patrono universal de la Iglesia, declaración efectuada por el beato papa Pío IX el 8 de diciembre de 1870.

Francisco promulgó este año santo, como ya ha contado NUEVA ALCARRIA, mediante la carta apostólica «Patris corde». En ella, el Santo Padre dedica un apartado especial a la condición de san José como trabajador. Reproducimos, a continuación, íntegro el texto del Papa al respecto.

«Un aspecto que caracteriza a san José y que se ha destacado desde la época de la primera Encíclica social, la “Rerum novarum” de León XIII, es su relación con el trabajo. San José era un carpintero que trabajaba honestamente para asegurar el sustento de su familia. De él, Jesús aprendió el valor, la dignidad y la alegría de lo que significa comer el pan que es fruto del propio trabajo.

En nuestra época actual, en la que el trabajo parece haber vuelto a representar una urgente cuestión social y el desempleo alcanza a veces niveles impresionantes, aun en aquellas naciones en las que durante décadas se ha experimentado un cierto bienestar, es necesario, con una conciencia renovada, comprender el significado del trabajo que da dignidad y del que nuestro santo es un patrono ejemplar.

El trabajo se convierte en participación en la obra misma de la salvación, en oportunidad para acelerar el advenimiento del Reino, para desarrollar las propias potencialidades y cualidades, poniéndolas al servicio de la sociedad y de la comunión. El trabajo se convierte en ocasión de realización no sólo para uno mismo, sino sobre todo para ese núcleo original de la sociedad que es la familia. Una familia que carece de trabajo está más expuesta a dificultades, tensiones, fracturas e incluso a la desesperada y desesperante tentación de la disolución. ¿Cómo podríamos hablar de dignidad humana sin comprometernos para que todos y cada uno tengan la posibilidad de un sustento digno?

La persona que trabaja, cualquiera que sea su tarea, colabora con Dios mismo, se convierte un poco en creador del mundo que nos rodea. La crisis de nuestro tiempo, que es una crisis económica, social, cultural y espiritual, puede representar para todos una llamada a redescubrir el significado, la importancia y la necesidad del trabajo para dar lugar a una nueva “normalidad” en la que nadie quede excluido. La obra de san José nos recuerda que el mismo Dios hecho hombre no desdeñó el trabajo. La pérdida de trabajo que afecta a tantos hermanos y hermanas, y que ha aumentado en los últimos tiempos debido a la pandemia de Covid-19, debe ser un llamado a revisar nuestras prioridades. Imploremos a san José obrero para que encontremos caminos que nos lleven a decir: ¡Ningún joven, ninguna persona, ninguna familia sin trabajo!».

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 30 de abril de 2021

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