Por Ángel Moreno

(de Buenfuente)

 

 

Hoy se habla mucho de espiritualidad, que no es lo mismo que hacerlo del Espíritu Santo. El término “espiritualidad” tiene un significado amplio, un tanto líquido, como se dice ahora, porque incluye métodos de relajación, de meditación, ejercicios de silencio, días de desierto, prácticas de consciencia o llamadas a la atención; sin embargo, en general son expresiones un tanto egocéntricas, autorreferenciales, con deseos de autoconocimiento, de autoaceptación y con cierto narcisismo.

 

El Espíritu Santo es persona, ofrece y reclama una relación, un trato íntimo. Es la revelación suprema del amor de Dios y tiene como misión aconsejar, defender, consolar, fortalecer, inspirar, instruir, acompañar, acciones que implican un tú de referencia, que  no es solo un movimiento introspectivo, sino una relación interpersonal.

 

Es muy diferente hacer un ejercicio espiritual, que tener relación con el Espíritu Santo. A Él se le puede invocar y Él escucha, atiende y responde cuando lo llamamos de forma adecuada. Él viene en ayuda de nuestra debilidad, es el orante permanente de nuestro santuario interior; en tiempos de intemperie acude en nuestra defensa, y pone en nuestros labios las palabras adecuadas.

 

Gracias al Espíritu Santo siempre es posible comenzar de nuevo. Él nos ofrece el don de la misericordia, el perdón de los pecados, la regeneración de nuestras costumbres. Y también nos regala la sensibilidad para apreciar la belleza, gustar la poesía, extasiarnos ante el bien y la bondad; y sobre todo, nos enciende los deseos de amar, pues es el Amor de Dios.

 

Quien se abre a la relación con el Espíritu Santo experimenta el acompañamiento discreto, amigo, permanente, que toma diversas formas: se manifiesta en los acontecimientos, a través de personas que se cruzan en nuestra vida, en palabras oportunas en el momento adecuado; y sobre todo, a través de la Sagrada Escritura y de los Sacramentos.

 

Quien cree en el Espíritu Santo se sabe hijo de Dios, templo suyo, sacramento de Cristo, por haber sido ungido, crismado en el bautismo y en la confirmación, y puede tratar con Dios de manera familiar, confiada, porque sabe que está habitado y abrazado por el amor divino.

 

Es muy diferente, después de un ejercicio de silencio o de meditación, encontrarse con uno mimo, que encontrarse con Dios. El sosiego posible que se alcanza después de un ejercicio de gimnasia, de un tiempo de deporte, después de una hora de camino, y que sin duda repercute en bienestar, no alcanza a responder a las preguntas más esenciales: ¿Quién soy? ¿Por qué he nacido? ¿Para quién soy? ¿Cuál es mi destino? Preguntas que reclaman una dimensión trascendente y teologal, a las que un ejercicio físico o deportivo, o un ejercicio mental no pueden responder.

 

El Espíritu Santo, Señor y dador de vida, tiene poder para reanimar las fuerzas, renovar la creación, trascender la vida, inflamar el corazón de amor. No de manera automática ni especulativa, sino por la fe en Él, quien impulsa a abandonarse en sus manos, porque tiene designios de amor y no de aflicción. El creyente, aunque pase por la experiencia del límite, gracias al Espíritu, permanece confiado.

El domingo, 23 de mayo, solemnidad de Pentecostés, es la fiesta de Dios Espíritu Santo y también la jornada eclesial del Apostolado Seglar y de la Acción Católica

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El 23 de mayo de 2021, octavo y último domingo de Pascua, es la solemnidad de Pentecostés, el día del Espíritu Santo, la tercera persona de la Santísima Trinidad,  el paráclito, el abogado, el motor de la Iglesia, el don pascual por excelencia.

Este día de Pentecostés, este día del Espíritu Santo es también en la Iglesia católica en España el día, la jornada pastoral del Apostolado Seglar y de la Acción Católica. “Los sueños se construyen juntos” es el lema de esta jornada, inserta este año en una triple clave: el Congreso Nacional de Laicos Iglesia en salida de febrero de 2020,  la actual situación provocada por la pandemia del coronavirus y las perspectivas de su superación y la encíclica del Papa Francisco “Fratelli tutti”, de donde está tomado el citado lema. Esta triple clave se condensa en la necesidad de que la acción pastoral de nuestra Iglesia y la cada mayor implicación de su laicado  para que discurra por las sendas del discernimiento y de la sinodalidad

En nuestra diócesis, la fiesta de Pentecostés es tradicionalmente celebrada en la Virgen de la Hoz (el obispo preside la misa en este lugar en el mediodía del sábado 22 de mayo) y en Atienza con sus más de ocho veces centenaria Caballada. También es fiesta grande en Buenafuente del Sistal. Y, como es lógico a tenor de la anteriormente,  la Delegación Diocesana de Apostolado Seglar anuncia para celebrar la fiesta de Pentecostés iniciativas presenciales y digitales.

Pero, ¿quién es el Espíritu Santo, qué es  Pentecostés? El Espíritu Santo es, como reza el Credo nicenoconstatinopolitano (el Credo largo),  Señor y dador de vida, el Espíritu Santo es Dios como el Padre y como el Hijo (Jesucristo de quienes procede), habló por los profetas y quien hace que todo sea grande y bueno en nosotros. Es el motor incombustible, el Invisible esencial, vital e imprescindible.

El Espíritu Santo es como el aire, el puro aire, como el oxígeno que no se nota, no se ve, pero sin cual no se puede vivir. Sin el cual, sin Espíritu Santo, no podemos vivir, servir, amar y evangelizar en la Iglesia.

Y para capar mejor la grandeza de la fiesta del Espíritu Santo, la fiesta de Pentecostés, he aquí seis decálogos aproximativos desde la Palabra de Dios y la tradición y magisterio de la Iglesia.

 

El Espíritu Santo, el don pascual de Jesucristo resucitado. Retablo mayor de la catedral de Sigüenza

 

 

(1) HACIA UNA DEFINICIÓN DESCRIPTIVA EN LOS TEXTOS LITÚRGICOS:

 

1.- Padre amoroso del pobre.

2.- Don, en sus dones espléndido.

3.- Luz, que penetra las almas.

4.- Fuente del mayor consuelo.

5.- Dulce huésped del alma.

6.- Divina luz que nos enriquece.

7.- Descanso de nuestro esfuerzo.

8.- Tregua en el duro trabajo.

9.- Brisa en las horas de fuego.

10.-Gozo que enjuga las lágrimas y reconforta en los duelos. 

 

(2) HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS OBRAS

 

1.- Es quien ayuda a la Iglesia, quien la mueve y la conduce, quien siempre está con ella. 

2.- Es el Espíritu de la verdad, entendida la verdad como la realidad liberadora vehiculada para la acción salvífica de Dios en la economía y en la historia de la salvación. 

3.- Es quien guía al pueblo de Dios, a sus pastores y a sus fieles, para que pueden entender y vivir toda la verdad. 

4.- Es quien hará que recordemos cuanto nos enseñó el Señor y nos lo explicará todo. Es el don pascual de Jesucristo Resucitado. 

5.- Es abogado. Su actuación abogacial consistirá en defendernos ante el mal. 

6.- Es quien da a todo el pueblo santo de Dios, especialmente a la jerarquía pero también a todos los miembros de la Iglesia, conciencia de su responsabilidad, impulsándolos al servicio de Cristo y de la nueva humanidad, prefigurada en su Iglesia. 

7.- Es quien dirige a los creyentes a la confesión de Jesucristo y quien permite, siguiendo el ejemplo y las enseñanzas del Señor Jesús, llamar a Dios, "Padre".

8.- Es quien renueva y plenifica a la Iglesia, a todos y cada uno de sus integrantes, y les llena de energía, de generosidad, de disponibilidad, de entrega, de dinamismo, de libertad auténtica, de savia evangelizadora, de fuerza apostólica. Quien cambia los ánimos pusilánimes por corazones nuevos. Quien transforma nuestra tristeza en una alegría que nadie nos podrá arrebatar. 

9.- Es quien nos visita con sus dones -sabiduría, entendimiento, consejo, fortaleza, ciencia, piedad y temor de Dios- y nos hace don para los demás. 

10.- Es el santificador, que prolonga para hasta la eternidad la creación del Padre y la redención del Hijo. Es quien nos permite caminar en el espíritu verdadero para desarrollar en nosotros la vida cristiana hasta su plenitud.

 

(3) HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS FUNCIONES Y ATRIBUTOS

 

1.- Congrega en la misma fe en Jesucristo a quienes el pecado había dividido. 

2.- Fortalece los corazones de los regenerados por la gracia del Señor. 

3.- Repuebla la faz de la tierra. Purifica, renueva, enciende y alegra las entrañas del mundo. 

4.- Infunde el conocimiento de Dios a todos los pueblos. 

5.- Es quien hace comprender la realidad de los misterios de la salvación y lleva al conocimiento pleno de la verdad revelada. Es quien nos hace capaces de Dios.

6.- Escruta e ilumina el corazón de los hombres y restablece la fe con la noticia gozosa del Señor Resucitado. 

7.- Obras maravillas como las de la predicación evangélica y las de la misión salvadora de la Iglesia. 

8.- Llena el corazón de los fieles y enciende en ellos el fuego de su amor. 

9.- Guía y santifica a la Iglesia y todos sus miembros, sobre los que se derrama a través de los sacramentos, particularmente del bautismo, la confirmación, la unción de enfermos y el orden sacerdotal. 

10.- "Riega la tierra en sequía, sana el corazón enfermo, lava las manchas, infunde calor de vida en el hielo, doma al espíritu indómito, guía al tuerce el sendero, reparte sus siete dones, da al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse y da el gozo eterno".

 

(4)  HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE LO QUE NOS DONA  

 

1.- LUZ: "Ven, Espíritu Santo, manda un rayo de tu lumbre desde el cielo".

2.- DON: "Ven, oh Padre de los pobres, luz profunda en tus dones, don en tus dones espléndido. Da en los fieles que en Ti esperan tus sagrados siete dones y carismas". 

3.- CONSUELO: "No hay consuelo como el tuyo, dulce huésped del alma, mi descanso". 

4.- PAZ: "Suave tregua en la fatiga, brisa en las horas de fuego, paz en el llanto".

5.- HONDURA: "Luz sapientísima, penetra en las almas de tus fieles hasta el fondo y enriquécenos". 

6.- SOPLO: "¡Qué vacío hay en el hombre, qué dominio de la culpa sin tu soplo!".

7.- LLUVIA: "Lava el rastro de lo inmundo, riega tú nuestra sequía, ven y sánanos". 

8.- TERNURA: "Doma todo lo que es rígido; funde el témpano, encamina lo extraviado". 

9.- RECOMPENSA: "Dale al esfuerzo su mérito, salva al que busca salvarse". 

10.- ALEGRÍA: "Danos tu gozo eterno e inacabable alegría".

 

(5)  HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS APELATIVOS: 

 

1.- El Paráclito. (Evangelio de san Juan 14, 16.26; 15, 26; 16, 7)

2.- El Abogado. (Evangelio de san Juan 14, 16.26; 15, 26; 16, 7)

3.- El Consolador. (I Carta de san Juan 2, 1)

4.- Espíritu de verdad. (Evangelio de san Juan 6, 13)

5.- Espíritu de la promesa. (Carta de san Pablo a los Gálatas 3, 14; Ef. 1, 13)

6.- Espíritu de adopción. (Cartas de san Pablo a los Romanos 8, 15 y a los Gálatas 4, 6)

7.- Espíritu de Cristo. (Carta de san Pablo a los Romanos 8, 11)

8.- Espíritu del Señor. (2ª Carta de san Pablo a los Corintios 3, 17)

9.- Espíritu de Dios. (Carta de san Pablo a los Romanos 8, 9.14; 15, 19)

10.-Espíritu de gloria. (1ª Carta de san Pedro 4, 14)

Pentecostés de Semini, nave de la epístola de la catedral de Sigüenza

 

 

(6) HACIA UNA DEFINICIÓN A TRAVÉS DE SUS SÍMBOLOS 

 

1.- EL AGUA: Significada en el bautismo. Signo eficaz del nuevo nacimiento. Del mismo modo que la gestación de nuestro primer nacimiento se hace en el agua, así el agua bautismal significa el nacimiento a la vida divina, que se nos da en el Espíritu Santo. 

2.- LA UNCIÓN: El simbolismo de la unción es también significativo del Espíritu Santo. Evoca la unción primera del Espíritu sobre Jesucristo, el Ungido.

3.- EL FUEGO: Mientras que el agua significaba el nacimiento y la fecundidad de la vida dada en el Espíritu Santo, el fuego simboliza la energía transformadora de los actos del Espíritu. Es la "llama de amor viva" de San Juan de la Cruz. 

4.- LA NUBE Y LA LUZ: Estos dos símbolos son inseparables en las manifestaciones del Espíritu Santo, desde las teofanías del Antiguo Testamento hasta las del Nuevo. La nube es el lugar donde habita la divinidad, refulgente de luz. Es el misterio y su relevación.

5.- EL SELLO: Es símbolo cercano al de unción. Es Cristo quien nos marca con su sello (Juan 6, 27) y el mismo Dios quien también con él (II Corintios 1, 22; Efesios 1, 13). Indica el carácter indeleble e imborrable de la unción del Espíritu Santo en los sacramentos del bautismo, la confirmación y el orden. 

6.- LA MANO: Imponiendo las manos Jesús cura a los enfermos, sana a los niños. En su nombre, los apóstoles harán lo mismo. Mediante la imposición de manos de los apóstoles nos es dado el Espíritu Santo. La Iglesia conserva en sus epíclesis sacramentales este signo de la imposición de manos como efusión todopoderosa del Espíritu Santo.

7.- EL DEDO: Jesús expulsaba demonios "por el dedo de Dios". El Espíritu Santo es, según el himno litúrgico del "Veni, Creator", el dedo de la diestra del padre ("digitus paternae dexterae"). 

8.- LA PALOMA: Al final del diluvio (cuyo simbolismo se refiere al bautismo), la paloma soltada por Noé vuelve con una rama tierna de olivo en pico, signo de que la tierra es habitable de nuevo. Cuando Cristo sale del agua de su bautismo, el Espíritu Santo, en forma de paloma, baja y se posa sobre él. 

9.- EL AIRE, EL VIENTO: Es el origen etimológico de la palabra hebrea "ruah": soplo, viento, aire. Jesús emplea la imagen sensible del viento en su conversación con Nicodemo (Juan 3, 5-8). "Al cumplirse el día de Pentecostés -se escribe en los Hechos de los Apóstoles, 2, 1-, estando todos juntos en un lugar, se produjo de repente un ruido proveniente del cielo como el de un viento que sopla impetuosamente, que invadió toda la casa en que residían". 

10.-LENGUAS NUEVAS Y EXTRAÑAS (DON DE LENGUAS): "Aparecieron, como divididas, lenguas de fuego, que se posaron sobre cada uno de ellos, quedando todos llenos del Espíritu Santo y comenzaron a hablar en lenguas extrañas, según que el Espíritu les otorgaba expresarse" (Hechos 2, 3-4). Es el simbolismo de la transformación, de la misión y de la universalidad de Pentecostés, el don pascual de Jesucristo, la hora de la Iglesia, su sacramento universal de salvación.    

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 21 de mayo de 2021

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

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DE LOS DÍAS DE RECLUSIÓN: UNA LLAMADA PROVIDENCIAL

 

En aquellos días tuvo que ir haciéndose a vivir de otra manera; posiblemente algo triste por la falta de las habituales relaciones y algo más incómoda. Pero, a la vez, una oportunidad de cambiar usos, costumbres y formas de organizarse. Fue – y eso es importante – un tiempo de reflexión, en la paz obligada con muchas horas para leer, para meditar, para organizarse.

También para analizar la sociedad y el papel que uno tiene en ella: ¿qué he hecho, ¿qué hago y qué puedo hacer en adelante, cuando se normalice mi vida?, ¿cómo veo la sociedad en la que vivo y cual la que me gustaría?

Una opción era la crítica: cuestionar lo que se estaba haciendo, la actuación de los políticos y los gestores de los problemas de la crisis, la propia mala suerte, las incomodidades a las que nos obligan...

Otra analizar su vida, su postura ante las decisiones políticas, su actitud ante los problemas cotidianos, su relación espiritual consigo y con sus semejantes; podía ser tiempo de atender seriamente su compromiso con la sociedad, su espiritualidad.

Eligió la segunda. Pero no sabía por dónde empezar

La casualidad quiso que entre otras llamadas lo hiciera un antiguo amigo con el que hacía tiempo que no hablaba. Se interesaron ambos por su salud, recordaron viejos tiempos y se preguntaron por el día a día. El amigo le contó que pertenecía a una sociedad de ayuda al prójimo, que trabajaba en armoniosa compañía con mucha gente y su actividad era su dedicación a Dios a través de la ayuda al prójimo, fundamentalmente a los pobres. Había encontrado un sentido a su desordenada vida anterior y un camino de encuentro con la paz, y la alegría de su relación personal con el Santísimo.

Hacía tiempo que con nadie hablaba de esa espiritualidad, de esa entrega y de esa ilusionante paz interior. Aquello podía ayudarle a orientarse en lo que le estaba preocupando y no era capaz de resolver. Le preguntó cuál era esa organización y si podría ir a conocerla.                        

El amigo le dijo que eran Las Conferencias y que él mismo podría acompañarle para que las conociese, seguro que le ayudaría en su vida espiritual.

Quedaron en verse después de terminar la obligada y socialmente necesaria reclusión.    

Con María, siempre a Cristo por y con María

 

 

DAYS OF CONFINEMENT: A PROVIDENTIAL CALL

                  

In those days, he had to get used to living in a different way, possibly a bit sadder due to the absence of the usual relationships and somewhat uncomfortable. At the same time, it was nonetheless an opportunity to change habits, customs and ways of organizing oneself. It was – and that is important – a time of reflection, in forced peace, with many hours to read, to meditate, to organize oneself.

It was also an opportunity to analyse the society and the role one has in it: what have I done, what do I do and what can I do from now on, when my life will be back to normal? How do I see the society I live in and which society would I like?

One option was criticism: to question what was being done, the actions of politicians and managers of the crisis problems, the bad luck itself, and the inconveniences we are obliged to suffer.

Another option was to analyses his life, his stance before political decisions, his attitude to everyday problems, his spiritual relationship with him and his fellowmen; it could be a time to take seriously his commitment to society, his spirituality.

He chose the second one. However, he did not know where to start.

Fate decreed that he received, among others, the call of an old friend with whom he had not talked for a while. Both asked about their health, they remembered old times and inquired about their daily life. The friend told him that he belonged to an association aimed at helping your neighbour, which worked in harmonious collaboration with many people, and its activity was devotion to God through helping others, especially the poor. He had found a meaning to his messy former life and a path to find peace, as well as the joy of his personal relationship with the Most Holy. 

For a long time, he had not spoken with anyone about that spirituality, that dedication and that exciting inner peace. This could help him to find his way to solve what was worrying him and was unable to solve. He asked him what that organization was and if he could go and know it.                       

The friend told him that they were the Conferences and that he himself could accompany him to meet them, he was sure that they would help him in his spiritual life.

They decided to meet once the mandatory and socially necessary confinement was over.  

With Mary, always towards Christ with Mary

 

 

LES JOURS DE RÉCLUSION : UN APPEL PROVIDENTIEL

 

À cette époque, il dut s’habituer à vivre autrement ; un mode de vie peut-être un peu triste à cause de l’absence des relations habituelles et quelque peu inconfortable. Mais, en même temps, une occasion de changer les habitudes, les coutumes et les façons de s’organiser. C’était – et cela est important – un temps de réflexion, dans une paix obligée avec d’innombrables heures pour lire, méditer et s’organiser.

Aussi pour analyser la société et le rôle que l’on y tient : qu’ai-je fait, qu’est-ce que je fais et que puis-je faire dorénavant, quand ma vie deviendra normale ? Comment je vois la société où je vis et quelle est la société que j’aimerais ?

Un choix était la critique : remettre en question ce qui se faisait, les actions des politiciens et des gestionnaires des problèmes de la crise, la malchance, les inconvénients auxquels nous sommes forcés...

Il y avait aussi la possibilité d’analyser sa vie, sa position sur les décisions politiques, son attitude face aux problèmes quotidiens, sa relation spirituelle avec soi-même et avec ses semblables ; cela pourrait être le moment de s’occuper sérieusement de son engagement envers la société, de sa spiritualité.

Il a choisi la deuxième possibilité. Mais il ne savait pas par où commencer.

Le hasard fit que, parmi d’autres appels, il reçut celui d’un vieil ami à qui il n’avait pas parlé depuis longtemps. Les deux se sont intéressés par leur santé, ils se sont rappelés les bons vieux temps et se sont demandés sur leur vie quotidienne. L’ami lui dit qu’il appartenait à une société d’aide à son prochain, qui travaillait harmonieusement avec beaucoup de gens et dont l’activité était le dévouement à Dieu à travers l’aide des autres, principalement des pauvres. Il avait trouvé un sens à son ancienne vie désordonnée et un chemin de rencontre avec la paix, et la joie de sa relation personnelle avec Dieu.

Depuis longtemps, il ne parlait pas avec personne de cette spiritualité, de ce dévouement et de cette passionnante paix intérieure. Cela pouvait l’aider à trouver une orientation quand il était plongé dans des soucis qu’il n’arrivait pas à résoudre. Il lui a demandé quelle était cette organisation et s’il pouvait faire sa connaissance.                       

L’ami lui dit que c’était les Conférences et que lui-même pouvait l’y accompagner, elles l’aideraient certainement dans sa vie spirituelle.

Ils ont convenu de se rencontrer après la fin de ce confinement obligé quoique socialement nécessaire.

Avec Marie, toujours vers le Christ à travers et avec Marie.

Por José Ramón Díaz-Torremocha

(de las Conferencias de San Vicente de Paúl en Guadalajara)

Email del autor: Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

 

 

 

¡Habían pasado tantos años! Aquel viaje emprendido, aunque duro y a veces con importantes dudas en su corazón, lo había hecho alegre al cabo de pocos minutos de iniciado, feliz por dejar atrás tanta y tan continua confusión. Con frecuencia, tanto dolor. Siempre da alegría volver a la casa de la que saliste de “correría” por el mundo.

Acababa de llegar a casa. Su padre, feliz, se esmeraba en que el hijo se sintiera bien recibido y que le llegara el calor de hogar de esa bienvenida. Pronto vería también a su madre. Charlando pues llevaban tiempo sin verse, se encaminaron a una cercana mesa camilla en cuyas faldas, cobijaron sus piernas y en cuya tabla, apoyaron sus brazos tomando asiento en simples y cómodos pequeños sillones de enea.

Primero, charlaron sobre lo que había sido durante aquel largo periodo en el que estuvo fuera de casa, el destino de tantos familiares y amigos con los que el hijo había perdido contacto años atrás. ¿Sería fácil localizarlos? El padre por toda respuesta, hizo un gesto ambiguo que tanto podía interpretarse como un sí o como un no. Satisfecha en parte, la curiosidad del recién llegado, se hizo un profundo silencio entre los dos. El padre, esperaba, como siempre.

Lentamente, como quitándose un gran peso de encima, el hijo comenzó a contar lo que habían sido todos esos largos años de ausencia. Los éxitos, los fracasos, sus dudas y sus vacilaciones. La vergüenza, también surgió en algún momento, propiciando incluso algunas lágrimas, por lo que suponía haber faltado del cuidado de su padre. Por haberle casi olvidado en ocasiones y a veces durante años. Por olvidar las necesidades de su padre.

El padre le dejó hablar. Tenía que desahogarse, soltar todo lo que le consumía. De los recuerdos de tantos años sembrados de ingratitud. Al hijo, al recién llegado, le sonaba como en falsete aquellas respuestas amortiguadas por el buen querer de su progenitor. Esperaba al menos algunas palabras de dura crítica y que entendía muy merecidas. Pero no aparecieron.

Alrededor de aquella mesa, de aquel brasero sólo encendido para que el hijo percibiera el calor de hogar, el calor de la bienvenida, el calor que recordaba de su niñez, continuaron hablando largo rato y al hijo, le sorprendía hasta qué punto estaba el padre al tanto de sus andanzas.

Le parecía curioso que su progenitor de quien bien conocía su genio, que le había visto aplicar con sus hermanos mayores, no estaba dejándolo aparecer para con él. Que sólo le observaba como con cierta comprensión. Con la comprensión de un padre.

Tenían sentimientos que parecían encontrados. El que debía aparecer enfadado, no lo estaba, todo lo contrario, y el que debía estar alegre, sentía un profundo malestar en su alma. Se preguntaba: ¿merecía aquel recibimiento por parte de su buen padre a quien le constaba cuánto había hecho sufrir? Recordó el artículo de la Regla de las Conferencias de San Vicente: “conscientes de su propia fragilidad y debilidad, sus corazones laten al unísono con los pobres. No juzgan a los que sirven”[i]

Ambos, roto el dique que el hijo había construido para justificarse ante sí mismo de su ausencia para con el progenitor, se levantaron con lo que el padre había deseado siempre: habiendo recuperado a aquel hijo y éste, a aquel padre, tantas veces olvidado.

Despertó acalorado y en contra de lo que le sucedía habitualmente, esta vez recordó el sueño completo y con absoluta nitidez. ¿Qué había sucedido? ¡Sólo había sido un sueño!

Recordó a Francisco, Obispo de Roma y cuánto le había marcado escucharle: que “somos mendigos de misericordia”[ii].

Así se había sentido él frente a su Padre: mendigo de Su infinita Misericordia. Empezó a entenderlo todo y no se le ocurrió más que musitar: gracias por Tus Gracias. Gracias por Tu Misericordia. Perdona mis continuas faltas de amor.

A Cristo por María, siempre en y con María.

 

[i] Regla de la Sociedad de San Vicente de Paúl, art. 1.9

[ii] Francisco, mensaje del Corpus de 2020,

Agustín Bugeda

(vicario general)

 

 

Permitidme en esta colaboración del mes de junio y en las Vísperas de la solemnidad de Pentecostés que invoque de una forma especial al Espíritu Santo para que siga actuando en su Iglesia, en este mundo, en cada uno de nosotros.

La fiesta de Pentecostés como culminación del tiempo pascual nos invita a considerar una vez más el protagonismo del Espíritu Santo en nuestras vidas y a celebrar su presencia siempre constante, pues vivimos desde hace ya más de dos mil años en el tiempo de la Iglesia, que es el tiempo del Espíritu.

 

¡Ven, Espíritu Santo a nuestro mundo! Y haz que movidos por Ti trabajemos por un mundo mejor para bien de cada hombre y gloria de Dios. Conviértenos para que intentemos construir una civilización del amor con Dios y para Dios, no en contra de Dios o como si El no estuviese, pues hacerlo así es construirlo en contra del hombre. Danos tu sabiduría para conocer la voluntad de Dios en cada momento y tu fuerza para cumplirla.

¡Ven, Espíritu Santo en este momento de pandemia! Y haznos descubrir la importancia de estos tiempos de sufrimiento para conocernos más y mejor, y para conocer más y mejor a Dios y lo que quiere de nosotros. Concédenos tu amor para poder estar cerca de todos los que por un motivo u otro lo pasan peor y así ofrecerles tu esperanza, tu vida y confianza.

¡Ven, Espíritu Santo a tu Iglesia! Y haz a todos hermanos, según tantas veces nos dice el Papa Francisco. Concédenos vivir en comunión entre nosotros y abiertos a las necesidades de todos los hombres, especialmente de los migrantes que deben salir de su tierra y cultura.

¡Ven, Espíritu Santo a esta tu Iglesia de Sigüenza-Guadalajara! Y escucha su oración en este tiempo sinodal para que podamos tomas las decisiones oportunas de cara a la nueva evangelización y así alentados por Ti caminemos con alegría en nuestra tierra alcarreña.

¡Ven, Espíritu Santo a cada uno de nosotros! Y derramo tus dones en nuestras vidas, el don de la piedad y de la fortaleza, el don del entendimiento y consejo, el don del santo temor de Dios… para que vivamos cada día en plenitud, para que cada instante que nos concedas vivir sea para cada uno una oportunidad de encontrase gozosamente con Dios y con los hermanos. Danos siempre tu gozo para que llene nuestras vidas y lo podamos trasmitir a los demás.

 

Podría continuar esta oración largamente al Espíritu Santo confiando siempre en su acción. Quede abierta para que cada uno de nosotros, cada uno de los lectores continúe orando, continúe en presencia del Espíritu, siendo consciente de que somos movidos por El en cada momento y circunstancia, sea la que sea y donde sea.

¡Soñemos y caminemos juntos! ¡Ven, santo Espíritu!

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