Agustín Bugeda

(vicario general)

 

 

Hace un año que celebrábamos en la Iglesia que camina en las diócesis españolas el impactante congreso “Pueblo de Dios en salida”. Y justamente cuando estábamos empezando el pos congreso… de pronto, nos vino el “parón” del coronavirus con todas las circunstancias que conocemos y sufrimos. El día 11 de marzo nos reuníamos en la diócesis los que habíamos participado en el Congreso en vísperas del confinamiento.

Por eso, en esto tiempo de separación social, de “quédate en casa” ¿podemos seguir hablando del Pueblo de Dios en salida? ¿Es valida tal expresión, tal forma de vida…. O resulta anacrónica?

Yo creo que hoy más que el año pasado se pide a toda la Iglesia, y en concreto al laicado, el gran motor de la Iglesia, que esté más en salida que nunca, más en el mundo que nunca. Nuestros paisanos nos necesitan porque necesitan a Jesucristo, y tenemos que llevarlo y hacerlo con pasión.

Ahora nos tenemos que dejar llevar por el Espíritu, tal como sucedió en el Congreso, en ese nuevo Pentecostés, y seguro que será El quien nos dirá, nos guiará para que podamos ir, podamos acercarnos a los que caminan a nuestro lado: desde la oración, desde el gesto sencillo, desde la alegría y a esperanza de quien confía en el Señor.

El Congreso fue una fiesta de la vida bautismal, como esta tarde mismo decía el Secretario de la Conferencia Episcopal Española, y esa fiesta, aún con lágrimas en los ojos, la hemos de vivir con un corazón encendido, con un sueño misionero, con la sencillez de cada día.

En el Congreso trabajamos el primer anuncio, ¿y no necesita hoy nuestro mundo mucho más ese primer anuncio de la Buena Nueva que antes de la pandemia?; profundizamos en la línea de la formación, una formación muy necesaria hoy en todos los ámbitos para saber dar respuesta a tanto interrogantes como nos rodean; Y qué decir del acompañamiento en el que tanto insistimos, ¿no es hoy la clave de la pastoral en medio de la soledad de esta enfermedad? Un acompañamiento en tantos sentidos y de tantos modos: Acompañamiento personal, acompañamiento virtual, acompañamiento espiritual, acompañamiento real; Y por último, trabajamos la línea de la presencia de los cristianos en la vida pública… y ahí es donde el laico ha de estar como tal, en el trabajo, en el ocio, en las calles, en tantos ámbitos…

Nos necesita nuestra sociedad tan apartada de Dios, de su amor, de sus valores… no podemos dejar que se desmorone el mundo que nos ha tocado vivir sin ofrecerle la roca firme del amor de Dios, de su presencia creadora…

Esta pandemia nos ha paralizado en algunos aspectos más exteriores, pero por otro lado nos ha movilizado mucho más en lo más profundo para que permanezcamos en constante salida, para que estemos atentos a lo Dios quiere de nosotros, definamos prioridades y no perdamos el horizonte. Siempre en camino, un camino de comunión y sinodalidad, un camino que recorre todos los rincones de nuestro mundo y llega a todos los confines.

Pueblo de Dios en salida, ¡¡claro que sí!!

<<Mirad, estamos subiendo a Jerusalén...>> (Mt 20,18). Cuaresma: un tiempo para renovar la fe, la esperanza y la caridad" lema de la Cuaresma de este año, que ha comenzado anteayer, Miércoles de Ceniza, la segunda Cuaresma en pandemia

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

Este pasado miércoles, día 17 de febrero, ha sido Miércoles de Ceniza, día del comienzo,  de la Cuaresma, que se prolongará hasta la tarde del Jueves Santo, 1 de abril (la Semana Santa de 2020 será del 28 de marzo al 4 de abril).

Así, pues, durante cuarenta días –imagen de los cuarenta días de Jesucristo en el desierto antes de comenzar su predicación y misión y los cuarenta años del pueblo de Israel en el desierto hasta llegar a la tierra prometida- los cristianos nos encontraremos en el tiempo litúrgico de la cuaresma, un bien hermoso y caracterizado tiempo de preparación a los misterios centrales del cristianismo: la pasión, muerte y resurrección redentoras de Jesucristo.  

 

Placita del Calvario en el paseo de San Roque de Sigüenza

 

Cuaresma en pandemia

 

Y todo ello, adquiere especial resonancia e interpelación precisamente porque estamos en pandemia y celebramos ya la segunda Cuaresma consecutiva en tiempos de pandemia. De ahí, la necesidad de elevar la mirada, como nos pide el Papa, y no perder la perspectiva, que no es otra que Jesucristo encarnado, crucificado y resucitado por nosotros.

Durante la Cuaresma, según la legislación vigente de la Iglesia, es preciso abstenerse de comer carne durante todos los viernes de estos cuarenta días. El ayuno y la abstinencia –la dimensión penitencial de la Cuaresma- obligan tan solo para el Miércoles de Ceniza, el pasado miércoles, día 17 de febrero,  y para el Viernes Santo, este año, el día 2 de abril. El ayuno y la abstinencia, esto es, la dimensión penitencial de la cuaresma puede además ser ofrenda especial, este año singularmente en favor de las personas que están resultando más damnificadas por la pandemia.

Junto al ayuno o penitencia, la limosna o la caridad es también espléndido y necesario camino cuaresmal. Esta limosna cuaresmal puede nutrirse del importe de aquello de lo que nos privemos a través del ayuno. Y hay otro camino cuaresmal más, que es la oración, y, de modo transversal,  la formación cristiana.

Esta página de RELIGIÓN de hoy de NUEVA ALCARRIA ofrece este año –otros años ha sido una selección de frases al tratarse de un texto más extenso- el mensaje íntegro del Papa Francisco para esta Cuaresma.

 

Introducción del mensaje papal

 

Queridos hermanos y hermanas: Cuando Jesús anuncia a sus discípulos su pasión, muerte y resurrección, para cumplir con la voluntad del Padre, les revela el sentido profundo de su misión y los exhorta a asociarse a ella, para la salvación del mundo.

Recorriendo el camino cuaresmal, que nos conducirá a las celebraciones pascuales, recordemos a Aquel que «se humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y una muerte de cruz» (Carta a los Filipenses 2,8). En este tiempo de conversión renovemos nuestra fe, saciemos nuestra sed con el “agua viva” de la esperanza y recibamos con el corazón abierto el amor de Dios que nos convierte en hermanos y hermanas en Cristo. En la noche de Pascua renovaremos las promesas de nuestro Bautismo, para renacer como hombres y mujeres nuevos, gracias a la obra del Espíritu Santo.

Sin embargo, el itinerario de la Cuaresma, al igual que todo el camino cristiano, ya está bajo la luz de la Resurrección, que anima los sentimientos, las actitudes y las decisiones de quien desea seguir a Cristo.

El ayuno, la oración y la limosna, tal como los presenta Jesús en su predicación (cf. Mt 6,1-18), son las condiciones y la expresión de nuestra conversión. La vía de la pobreza y de la privación (el ayuno), la mirada y los gestos de amor hacia el hombre herido (la limosna) y el diálogo filial con el Padre (la oración) nos permiten encarnar una fe sincera, una esperanza viva y una caridad operante.

 

Fe para acoger la Verdad y ser testigos

 

En este tiempo de Cuaresma, acoger y vivir la Verdad que se manifestó en Cristo significa ante todo dejarse alcanzar por la Palabra de Dios, que la Iglesia nos transmite de generación en generación. Esta Verdad no es una construcción del intelecto, destinada a pocas mentes elegidas, superiores o ilustres, sino que es un mensaje que recibimos y podemos comprender gracias a la inteligencia del corazón, abierto a la grandeza de Dios que nos ama antes de que nosotros mismos seamos conscientes de ello. Esta Verdad es Cristo mismo que, asumiendo plenamente nuestra humanidad, se hizo Camino —exigente pero abierto a todos— que lleva a la plenitud de la Vida.

El ayuno vivido como experiencia de privación, para quienes lo viven con sencillez de corazón lleva a descubrir de nuevo el don de Dios y a comprender nuestra realidad de criaturas, que, a su imagen y semejanza, encuentran en Él su cumplimiento. Haciendo la experiencia de una pobreza aceptada, quien ayuna se hace pobre con los pobres y “acumula” la riqueza del amor recibido y compartido. Así entendido y puesto en práctica, el ayuno contribuye a amar a Dios y al prójimo en cuanto, como nos enseña santo Tomás de Aquino, el amor es un movimiento que centra la atención en el otro considerándolo como uno consigo mismo (cf. Carta encíclica Fratelli tutti 93).

La Cuaresma es un tiempo para creer, es decir, para recibir a Dios en nuestra vida y permitirle “poner su morada” en nosotros (cf. Juan 14,23). Ayunar significa liberar nuestra existencia de todo lo que estorba, incluso de la saturación de informaciones —verdaderas o falsas— y productos de consumo, para abrir las puertas de nuestro corazón a Aquel que viene a nosotros pobre de todo, pero «lleno de gracia y de verdad» (Juan 1,14): el Hijo de Dios Salvador.

 

Esperanza como agua viva que nos permite caminar 

           

La mujer samaritana, a quien Jesús pide que le dé de beber junto al pozo, no comprende cuando Él le dice que podría ofrecerle un «agua viva» (Juan 4,10). Al principio, naturalmente, ella piensa en el agua material, mientras que Jesús se refiere al Espíritu Santo, aquel que Él dará en abundancia en el Misterio pascual y que infunde en nosotros la esperanza que no defrauda. Al anunciar su pasión y muerte Jesús ya anuncia la esperanza, cuando dice: «Y al tercer día resucitará» (Mt 20,19).

Jesús nos habla del futuro que la misericordia del Padre ha abierto de par en par. Esperar con Él y gracias a Él quiere decir creer que la historia no termina con nuestros errores, nuestras violencias e injusticias, ni con el pecado que crucifica al Amor. Significa saciarnos del perdón del Padre en su Corazón abierto.          

En el actual contexto de preocupación en el que vivimos y en el que todo parece frágil e incierto, hablar de esperanza podría parecer una provocación. El tiempo de Cuaresma está hecho para esperar, para volver a dirigir la mirada a la paciencia de Dios, que sigue cuidando de su Creación, mientras que nosotros a menudo la maltratamos (cf. Carta encíclica Laudato si`32-34, 43-44)).

Es esperanza en la reconciliación, a la que san Pablo nos exhorta con pasión: «Os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20). Al recibir el perdón, en el sacramento que está en el corazón de nuestro proceso de conversión, también nosotros nos convertimos en difusores del perdón: al haberlo acogido nosotros, podemos ofrecerlo, siendo capaces de vivir un diálogo atento y adoptando un comportamiento que conforte a quien se encuentra herido. El perdón de Dios, también mediante nuestras palabras y gestos, permite vivir una Pascua de fraternidad.

En la Cuaresma, estemos más atentos a «decir palabras de aliento, que reconfortan, que fortalecen, que consuelan, que estimulan», en lugar de «palabras que humillan, que entristecen, que irritan, que desprecian» (Carta encíclica Fratelli tutti, 223). A veces, para dar esperanza, es suficiente con ser «una persona amable, que deja a un lado sus ansiedades y urgencias para prestar atención, para regalar una sonrisa, para decir una palabra que estimule, para posibilitar un espacio de escucha en medio de tanta indiferencia» (ibíd., 224).

En el recogimiento y el silencio de la oración, se nos da la esperanza como inspiración y luz interior, que ilumina los desafíos y las decisiones de nuestra misión: por esto es fundamental recogerse en oración (cf. Mateo 6,6) y encontrar, en la intimidad, al Padre de la ternura.

Vivir una Cuaresma con esperanza significa sentir que, en Jesucristo, somos testigos del tiempo nuevo, en el que Dios “hace nuevas todas las cosas” (cf. Apocalipsis 21,1-6). Significa recibir la esperanza de Cristo que entrega su vida en la cruz y que Dios resucita al tercer día, “dispuestos siempre para dar explicación a todo el que nos pida una razón de nuestra esperanza” (cf. 1 Pedro 3,15).

 

Caridad, que se nutre de la fe y avala la esperanza

 

La caridad se alegra de ver que el otro crece. Por este motivo, sufre cuando el otro está angustiado: solo, enfermo, sin hogar, despreciado, en situación de necesidad… La caridad es el impulso del corazón que nos hace salir de nosotros mismos y que suscita el vínculo de la cooperación y de la comunión.

«A partir del “amor social” es posible avanzar hacia una civilización del amor a la que todos podamos sentirnos convocados. La caridad, con su dinamismo universal, puede construir un mundo nuevo, porque no es un sentimiento estéril, sino la mejor manera de lograr caminos eficaces de desarrollo para todos» (Fratelli tutti, 183).

La caridad es don que da sentido a nuestra vida y gracias a este consideramos a quien se ve privado de lo necesario como un miembro de nuestra familia, amigo, hermano. Lo poco que tenemos, si lo compartimos con amor, no se acaba nunca, sino que se transforma en una reserva de vida y de felicidad. Así sucedió con la harina y el aceite de la viuda de Sarepta, que dio el pan al profeta Elías (cf. 1 Reyes 17,7-16); y con los panes que Jesús bendijo, partió y dio a los discípulos para que los distribuyeran entre la gente (cf. Marcos 6,30-44). Así sucede con nuestra limosna, ya sea grande o pequeña, si la damos con gozo y sencillez.

Vivir una Cuaresma de caridad quiere decir cuidar a quienes se encuentran en condiciones de sufrimiento, abandono o angustia a causa de la pandemia de COVID-19. En un contexto tan incierto sobre el futuro, recordemos la palabra que Dios dirige a su Siervo: «No temas, que te he redimido» (Isaías 43,1), ofrezcamos con nuestra caridad una palabra de confianza, para que el otro sienta que Dios lo ama como a un hijo.

«Solo con una mirada cuyo horizonte esté transformado por la caridad, que le lleva a percibir la dignidad del otro, los pobres son descubiertos y valorados en su inmensa dignidad, respetados en su estilo propio y en su cultura y, por lo tanto, verdaderamente integrados en la sociedad» (Fratelli tutti, 187).

Queridos hermanos y hermanas: Cada etapa de la vida es un tiempo para creer, esperar y amar. Esta llamada a vivir la Cuaresma como camino de conversión y oración, y para compartir nuestros bienes, nos ayuda a reconsiderar, en nuestra memoria comunitaria y personal, la fe que viene de Cristo vivo, la esperanza animada por el soplo del Espíritu y el amor, cuya fuente inagotable es el corazón misericordioso del Padre.

Que María, Madre del Salvador, fiel al pie de la cruz y en el corazón de la Iglesia, nos sostenga con su presencia solícita, y la bendición de Cristo resucitado nos acompañe en el camino hacia la luz pascual”. 

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 19 de febrero de 2021

"Contagia solidaridad para acabar con el hambre" es el lema de la campaña de 2021, en medio de la pandemia, de esta jornada nacional promovida por Manos Unidas.

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

La Campaña contra el Hambre fue lanzada por la FAO y tiene su origen en el Manifiesto de la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC) en 1955, en el que se decía: “Sabemos, y queremos que se sepa, que existen soluciones de vida, y que si la conciencia mundial reacciona, dentro de algunas generaciones las fronteras del hambre habrán desaparecido…”. Y concluía diciendo: “Declaramos la guerra al Hambre”.

Hace 62 años, un grupo de mujeres de Acción Católica, haciéndose eco del manifiesto publicado cinco años antes por la Unión Mundial de Organizaciones Femeninas Católicas (UMOFC), plantaron la semilla de lo que hoy es Manos Unidas, ONGD (Organización no gubernamental para el desarrollo), integrada por voluntarios y perteneciente a la Iglesia católica en España.

Desde los albores de la campaña contra el hambre, se fijó el segundo domingo del mes de febrero, como fecha de la jornada y de su cuestación. Además, el viernes previo, en este caso, hoy 12 de febrero, quedó fijado como Día del Ayuno Voluntario y la semana previa como la semana de lanzamiento de la campaña, este año 2021, a causa de la pandemia, realizado de modo digital y mediático.

 

Derechos humanos, solidaridad, fraternidad

 

Manos Unidas prolonga durante todo el año su campaña, que este año concluye su trienio de programación centrado en los derechos humanos como base de la dignidad de las personas, especialmente de las más pobres y vulnerables. Los derechos humanos conllevan siempre aparejados unos deberes, que se resumen en el Bien Común, el bien de todos, para lo cual es precisa la solidaridad.

La solidaridad y la fraternidad, como apuntó, el pasado lunes 8 de febrero  el Papa Francisco en su mensaje en Twitter, en el que se refería, además a la pandemia, telón de fondo también de esta campaña contra el hambre de Manos Unidas para 2021. Esta fue la frase del Papa en la citada red social: “La #fraternidad es el verdadero remedio a la pandemia y a muchos males que nos han golpeado. Fraternidad y esperanza son como medicinas que hoy el mundo necesita, junto con las vacunas”.

Y es que la campaña contra el hambre 2021 encuentra en la figura del Papa y en su reciente encíclica sobre la fraternidad y la amistad humana y social “Fratelli tutti” (Todos somos hermanos) una preciosa e inexcusable referencia.

 

 

Algunos datos recientes de Manos Unidas

 

En 2019, última campaña de Manos Unidas plenamente cerrada y auditada, la institución recaudó en toda España 43.237.328 euros, de los cuales algo más de 36 millones se destinaron directamente a proyectos desarrollos (540 en concreto) en 57 países. Ello supone que el 83,9 % de los ingresos de Manos Unidas revierten en los llamados países del Sur. El gasto de administración y de estructuras de la organización es de tan solo el 8%; el 4,3%, en campañas de sensibilización;  y el 2,8%, en captación de recursos.

Con estos recursos, Manos Unidas  ayudó y apoyó a más de un millón de personas en los citados países en vías de desarrollo o en directamente subdesarrollados todavía. Normalmente, cerca del 89 % de los fondos de esta ONG católica proceden del sector privado y tan solo el 11% del sector público. Así, en 2019, el 44,3 % de los ingresos de recaudación procedieron de sus socios (unos 73.000) y donantes; el 20%, de parroquias y entidades religiosas católicas; el 12%, de herencias y legados; el 11,3%, de otras fuentes privados; el 7,3% de administraciones públicas de ámbito y autonómico; y el 4,4%, del AECID (Agencia Española de Cooperación Internacional al desarrollo.

Las prioridades de su trabajo son educación, agua y sostenimiento, alimentación y medios de vida,  derechos de las mujeres y equidad, derechos humanos y sociedad civil y medio ambiente y cambio climático.

 

Desglose de los 36 millones de euros distribuidos por Manos Unidas

 

Desglosando las ayudas de Manos Unidas en 2019, esta ONGD católica distribuyó los ya citados 36.132.624,06 euros en 540 proyectos en 57 países. África, con 31 países, es el primer destinario de Manos Unidas, adonde fueron a parar 278 proyectos, por un importe total de 15.879.699,41 euros. Quince países de América Latina recibieron 11.600.898,27 euros, en 135 proyectos. Y a Asia se destinaron 8.652.029,38 euros, en 11 países y 127 proyectos. Los porcentajes son África, 51%; América Latina, 25%; y Asia, 24%.

Por sectores, el número mayor de proyectos fueron en educación: 172, 32% del total. Alimentación y medios de vida fue el segundo: 103 proyectos, el 19%. Derechos de la mujer y equidad contó con 69 proyectos, que supone 13%;  un punto menos en el mismo porcentaje que los programas de derechos humanos y sociedad civil, con 69 proyectos. Programas directamente relacionados con la salud fueron 73, otro 13%. Agua y saneamientos, el 7% y 36 proyectos. Y, por último, el 4% restante en medio ambiente y cambio climático, con 22 proyectos.

 

Mujeres al frente de Manos Unidas

 

Desde hace cuatro años y medio, la presidenta nacional de Manos Unidas es la madrileña Clara Pardo Gil, de 59 años, licenciada en Derecho y en Ciencias Económicas y Empresariales. Está casada y es madre de dos hijos. Pertenece a Manos Unidas, donde entró como voluntaria, en 2002, prestando servicios en Sierra Leona. Habla cuatro idiomas: alemán, francés, castellano e inglés.

Manos Unidas en la diócesis de Sigüenza-Guadalajara tiene como presidenta-delegada, desde hace cinco años y medio, a Elena Garvia Benavente. La sede de Manos Unidas en la diócesis se halla en Casa Nazaret, el centro de acción social de la diócesis, de la calle Venezuela. Desde octubre, el sacerdote Santiago Santaolla Martínez es el consiliario diocesano. Sucedió a Ángel Luis Toledano Ibarra, tras dos décadas en este servicio Ambos son párrocos en Guadalajara.

 

Recaudación en Sigüenza-Guadalajara

 

La cuestación de la campaña contra el hambre es  en nuestra diócesis la que mayor cifra alcanza de recaudación entre las once colectas imperadas de cada año. Con todo, en 2020, los ingresos de Manos Unidas en la diócesis, todos ellos de procedencia privada y todos ellos al servicio de su misión de solidaridad, ascendieron a 203.133,32 euros, cincuenta mil menos que en 2019. Y eso que la campaña de Manos Unidas en 2020 no fue todavía en tiempo de pandemia. Nuestras parroquias aportaron 52.185.35 euros, mil euros menos que en 2019.

Los gastos de Manos Unidas en la diócesis en 2020 ascendieron a 7.331,80 euros, el 3,6% en relación con los ingresos. En 2019, los gastos de Manos Unidas en la diócesis fueron de 9.184,88 euros, un 4.77% en relación con los ingresos.

 

En 2021, en pandemia, la Campaña contra el Hambre es aún más necesaria

 

Y, en efecto, la 62 Campaña contra el hambre de Manos Unidas llega en medio de la pandemia del coronavirus.  ¿Qué hacemos? ¿Nos cruzamos de brazos y al año que viene Dios dirá…? Nada de cruzarse manos y de cerrar bolsillos y corazones. MÁS MANOS MÁS Y MÁS UNIDAS QUE NUNCA, precisamente porque estamos en pandemia y la pandemia se está cebando sobre todo en América Latina y en Asia,  y también en África, tierras por excelencia del extraordinario servicio de Manos Unidas, la Campaña contra el Hambre 2021 es todavía más necesaria.

¿Cómo colaborar? Se trata de ejercitar la imaginación de la caridad. Así, junto al tradicional donativo en los sobres, hay cuentas bancarias (en Sigüenza-Guadalajara, en  IberCaja ES62 2085   7605   9103 0026 0004 y/o en La Caixa ES52 2100 8756 1822 0034 0706); hay un número de teléfono específico; 900 811 888; la página web www.manosunidas.org; y el servicio de bizum en la app del banco del donante en el número 33439; además de donativos mediante tarjetas bancarias electrónicas. Que el COVID 19 no frene nuestra generosidad, compromiso y solidaridad. Solo contagiando solidaridad acabaremos con el hambre, una pandemia que afecta de modo severísimo a no menos de 832 millones de personas en todo el mundo.

Y como ejemplo, he aquí lo que cada uno puede lograr con su donativo: con 30 euros se facilitan 65 kilos de maíz para cultivos familiares en Etiopía; con 70  euros se garantizan el acceso a la educación a más de 20 niñas en India; con 100 euros se dotan a centros sanitarios de 10 lotes de material quirúrgico para cesáreas. Y los donativos a Manos Unidas desgravan en la declaración de la renta.

 

Manifiesto de la Campaña contra el Hambre 2021

 

El manifestó de la Campaña contra el Hambre que Manos Unidas realiza este año y que es leído, por distintos medios y soportes, en la tarde de este viernes 12 de febrero, Día del Ayuno Voluntariado en toda España, se divide en estos tres apartados:

 

         DENUNCIAMOS: (1) Que las cifras del hambre y la pobreza han empeorado a causa de la actual pandemia, y que las comunidades más vulnerables  no tendrán asegurado el acceso a las vacunas para enfrentarla.

(2) Que la crisis sanitaria del coronavirus ha encontrado a la humanidad ya inmersa en una alarmante crisis medioambiental, vinculada especialmente tanto con el cambio climático como con el uso abusivo de los recursos naturales, y que incide especialmente en las comunidades más vulnerables del Sur.

(3) Que los grandes principios, como el bien común, el respeto a los demás, la justicia o la solidaridad quedan relegados y, con ellos, las víctimas de la pobreza, la crisis medioambiental y las pandemias globales.

 

            DEMANDAMOS: (1) Programas globales que permitan garantizar a toda persona sus derechos básicos más elementales, como la propia vida, la alimentación, la salud, el agua y el saneamiento, la vivienda o la educación.

(2) Un compromiso firme de los poderes políticos, económicos y sociales en no buscar la superación de la crisis económica causada por el coronavirus mediante la vuelta al uso intensivo de combustibles fósiles, la sobreexplotación de los recursos no renovables o la deforestación.

(3) Una revalorización de la economía de cuidados -todavía ejercida sobre todo por mujeres- para seguir defendiendo la sostenibilidad de la vida humana y del planeta.

(4) La construcción de unos sistemas políticos y económicos coherentes con la dignidad humana, fundamentados en el bien común, la defensa de los derechos humanos y el cuidado de la casa común, que exige la participación de una ciudadanía cohesionada y capacitada en sus derechos.

(5) Una educación que genere una cultura de la solidaridad, una civilización de amor, comprometida en la lucha contra la pobreza y la exclusión, desde la promoción de las condiciones de vida digna que marca el bien común.

 

            QUEREMOS: (1) Manifestar nuestra convicción de que la principal aportación de Manos Unidas es acompañara las comunidades más empobrecidas y vulnerables en su lucha por diseñar e implementar su bien común, como marco para vivir los derechos de la dignidad humana, siendo agentes de su propio desarrollo.

(2) Expresar nuestra convicción de que la mejor vacuna contra el coronavirus es el respeto de todos, hombres y mujeres, y de sus territorios, donde sueñan con seguir con sus estilos de vida, espiritualidad y cultura.

(3) Proclamar que la solidaridad es una exigencia de nuestra dignidad humana compartida, que implica que cada ser humano, según sus circunstancias, sea responsable de todos los demás, asumiendo las causas del otro como causas propias.

(4) Compartir los aprendizajes que nos transmiten nuestros socios locales y las comunidades a las que representan, en su lucha por lograr un desarrollo sostenible.

(5) Comprometernos a cambiar nuestros estilos de vida para hacerlos más solidarios y más responsables con el bien común y con el cuidado de nuestro planeta.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 12 de febrero de 2021

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

"/Por la fe obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber adónde iba” (Hbr 11, 8).

Cuando se mueve la tierra donde asientas los pies, y has perdido la referencia entrañable a seres queridos, de manera especial a la madre, en esos momentos de inestabilidad emocional, si puedes trascender el instante y sentirte en la Cruz de Jesús, experimentarás alivio y esperanza.

Cuando el largo tiempo de pandemia te ha producido ensimismamiento, introversión, miedo a salir y a relacionarte, si en esa circunstancia rompes el cerco que te aísla y te atreves a rezar por todos, a entablar la relación espiritual y hasta el gesto virtual, experimentarás cómo se deshiela tu corazón.

Cuando has tenido que prescindir de consumos habituales, de tiempos de ocio, de gastos secundarios, por merma de tu capacidad económica y de disponibilidad, si aceptas la limitación y hasta el empobrecimiento, descubrirás lo que es esencial y lo que es secundario, y cómo se puede vivir con dignidad sin gastos superfluos.

Cuando tu mente te adelanta presagios negativos y llegas a entristecerte por adelantar el futuro oscuro, si te atreves a poner un muro en tu mente y vives el momento presente, introduciendo en él la dimensión trascendente de la vida, experimentarás libertad interior, y hasta descubrirás que es posible cruzar las jornadas con fuerza suficiente.

Cuando has perdido el trabajo, o se te obliga a hacerlo en casa, con la contingencia de carecer de relación social, y te puede apesadumbrar el encerramiento, si logras establecer un ritmo alternante en tu jornada, con ratos de ocio, lectura, trabajo, oración y vida familiar, sentirás cómo pasa el tiempo sin tanta pesadez, y evitarás el riesgo de la desgana, la apatía, y hasta el peligro de la melancolía.

Cuando añoras escenas que has vivido, celebraciones, acontecimientos, tradiciones o encuentros, no dejes que te domine la nostalgia. Espera un tiempo nuevo, la naturaleza humana sabrá sobreponerse y hará de la necesidad, virtud. En tiempo de angostura han surgido obras inmortales, creaciones artísticas y experiencias líricas y místicas.

Cuando has tocado el límite y crees que ya no tienes fuerzas para soportar más pruebas y te abruma la hipótesis de la enfermedad, del contagio, de la quiebra o del despojo, si en esos momentos te atreves a mirar la historia de tejas arriba, sentirás consuelo, esperanza y ayuda porque descubrirás que no estás solo.

Estas consideraciones me las digo a mi mismo, y te las ofrezco.

 

Jesús Francisco Andrés Andrés

Delegado de Pastoral de la Salud

 

 

Hoy celebramos en toda la Iglesia a Nuestra Señora la Virgen de Lourdes y la Jornada Mundial del Enfermo.

Llevamos casi un año en el que todos los días -a causa de la pandemia del Covid- estamos oyendo hablar de enfermos, de contagiados, de personas que han fallecido. Y  podemos correr el riesgo de “acostumbrarnos” a tanto enfermo y a tanto muerto.

Llevamos once meses oyendo y usando palabras que nunca habíamos oído ni usado y que incluso no estaban en el diccionario: autoconfinamiento, estado de alarma, cierre perimetral, gel hidroalcohólico, pcr -positivo o negativo- , incidencia acumulada,  uniformes epi, distancia de seguridad....

Las mascarillas que llevamos no dejan ver nuestros labios ni nuestra sonrisa aunque hay que reconocer que ahora nos miramos a los ojos mucho más que antes y a través de ellos también expresamos nuestra alegría, tristeza, dolor, preocupación....

Hemos oído sobre la pandemia tanta información a través de la tele, de la radio, del móvil... que podíamos hacer todos una tesis.

Hoy el Papa Francisco nos dirige a todos un mensaje de esperanza y nos propone una tarea a través de dos palabras: “Cuidémonos mutuamente”.

Esta tarea es de todos y para todos. Hemos de cuidarnos todos... y cuidar a todos.

Alguien me podría decir ¿cuántos infectados por Covid hay en el tercer mundo? ¿Cuántos están ingresados en camas convencionales o en camas UCI?. ¿Cuántos hospitales tienen al borde del colapso? ¿Cuántas dosis de vacunas hay para ellos y cuándo van a comenzar a vacunarlos? ¿Cuántos han fallecido a causa de esta enfermedad?

A nuestro alrededor hay muchas personas enfermas, unos en los hospitales, otros en sus hogares, y a todos hemos de cuidar. Y no podemos olvidarnos de todos aquellos que por vivir en países del tercer mundo o en vías de desarrollo ni siquiera aparecen en las noticias de la tele. Y lo podemos hacer de muchas maneras: con nuestra oración, con nuestro apoyo, aunque no podamos estar “presencialmente” ante ellos.

Ahora que vivimos en un mundo tan socializado y “comunicado” no podemos abandonar a los que sufren en la soledad.

No nos olvidemos tampoco de que junto a un enfermo hay alguien más que sufre: su familia, sus amigos íntimos, el personal sanitario que le atiende... por eso la tarea del “cuidado” se amplía... hay que cuidar al enfermo y cuidar al cuidador.

A Jesús y a María nos dirigimos todos los días pidiendo por nuestros enfermos. Tanto  el Hijo como la Madre son modelos -para todos nosotros- de cómo hay que cuidarse y cómo se cuida a los demás... echémosles una mano y cuidémonos todos mutuamente.

Desde aquí nuestro agradecimiento a todos aquellos que de modo sencillo y callado han cuidado durante estos meses -y siguen cuidando- a todos los que han sufrido las consecuencias de esta pandemia y de otras enfermedades. Para todos un abraazoo en el Señor y en María -que por internet sí que se puede dar-.

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