Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Padre mío

 

Padre mío que viniste a buscarme,

que enviaste a tu Hijo a la vida nuestra,

y se hizo hombre para ser mi amigo;

 

Señor Padre mío que estás en el cielo,

que me estás cuidando sin que lo merezca

y me estás hablando, aunque no te oiga,

 

Padre del Dios Hijo que me ha rescatado,

que me ha dado su sangre y su sufrimiento,

me ha abierto la puerta de la eterna vida.

 

Gracias Padre Dios, Señor de lo eterno,

que nos has dejado a la Virgen Madre

Señora del alma, llave de tu Reino.

 

Por Jesús Montejano

(Delegación de Piedad Popular, Cofrafías y Hermandandes)

 

 

"/Un año más celebraremos la Semana Danta de manera diferente a como estamos acostumbrados. La situación sanitaria provocada por el virus nos obliga a aceptar las limitaciones de movilidad y agrupación de personas.

Si el año pasado vivimos desde nuestros hogares la Semana santa, este año la celebraremos dentro de los templos, presencial o por medio de los Medios de comunicación.

Oímos en numerosas informaciones que este año no hay Semana Santa.  Pero los cristianos sí celebraremos la Semana Santa, porque tenemos necesidad de celebrarla, y así dar sentido a nuestros sufrimientos y gozos a la luz de la muerte y resurrección del Señor.

Necesitamos encontrarnos con el Señor y reencontrarnos con los hermanos. Para ello nos estamos preparando en este tiempo de cuaresma. Tendremos que renunciar a las manifestaciones públicas de fe en el exterior de los templos, tan propio de estos días por parte de las hermandades y cofradía de nuestra diócesis. Pero unidos, como hermanos, daremos sentido al sufrimiento de nuestro mundo desde la cruz del Señor e iniciaremos caminos de esperanza a la luz de la Resurrección de Cristo.

El Obispo Diocesano nos ha dado unas directrices en el decreto firmado por el pasado día 16 de febrero. Cuidar la salud en este estado de pandemia también es una exigencia y manifestación de nuestra fe. Dos cosas quiero resaltar del Decreto:

  • El valor imprescindible de celebrar la fe. Es la celebración más solemne de todo el Año litúrgico.
  • Las iniciativas y creatividad a la hora de exponer, celebrar y vivir la piedad popular con nuevos modos y maneras.

Que estos días nos sirvan para vivir unidos la fe y sentirnos con nuestra devoción miembros evangelizadores de la Iglesia.

Por Javier Bravo

(Delegación de Medios de Comunicación Social)

 

 

 

Una vez más nos encontramos, queridos amigos, en mi artículo dedicado a la evangelización en el mundo de la internet y las redes sociales.

El objetivo de estos artículos no es otro que ayudar a mejorar buena nuestras labores pastorales en el mundo digital. Así lo asumí desde el primer momento en que me invitaron a colaborar en esta sección. Pues bien, después de varios de mis artículos echando balones fuera de la diócesis y aportando nuevas opciones para transmitir la fe a través del mundo digital, volvemos otra vez al punto de partida y en esta ocasión vamos a poner la mirada en una web que ya lleva bastante recorrido, la web del Obispado de Sigüenza-Guadalajara (www.sigüenza-guadalajara.org) y en otra con menor recorrido que merece atención estando en pleno año dedicado a San José por el Papa Francisco y en el mes de marzo fecha en que celebramos su fiesta. Es la página web de la parroquia de San José de El coto (www.parroquiaelcoto.es).

"/A simple vista, la página de El Coto es más llamativa, sale de lo corriente dado que hay un fondo con una imagen, algo inusual o poco visto. Analizando ambas paginas a fondo tienen las dos sus cosas buenas y otras mejorables. En cuanto a la web del obispado algo a destacar son las noticias relacionadas con una imagen. Ayudan sí, hacen más atractiva la página, aunque yo no pondría en primera plana ni tantas noticias ni todas con imágenes, sólo las más destacables. En cuanto a la mejora, se hace muy extensa, es difícil la navegación, sobre todo, si hablamos en un móvil o Tablet; que ya de por si hay que bajar mucho con el ratón en el ordenador. Los iconos del ‘banner’ derecho son muy poco atractivos a la vista; los pondría más dinámicos. Algo destacable de la web es el apartado del Sínodo Diocesano.

En cuanto a la web de El Coto se refiere, se debe evitar poner todo en muchos iconos para acceder y en la página de inicio.  Deberían estar los iconos principales y que a partir de ahí se pueda acceder a los demás. Otra apreciación es que son muy poco llamativos. Hay formas de hacer iconos más actuales y más atrayentes, aunque es más corta en extensión una navegación más fácil. Sin embargo, echo en falta un apartado especial dedicado al año de San José de forma destacada en la página de inicio. Oportunos, sin embargo, los anuncios de la adoración y la Santa Misa en directo cada semana.

Esto simplemente son sugerencias. Cada cual después haga lo que crea verdaderamente oportuno. Aunque sí me gustaría señalar que aquellas webs que están desactualizadas desde hace mucho tiempo, mejor que no estén en las redes. Es preferible crear una página o perfil de Facebook para anunciar actos puntuales sí es lo que deseamos.

Hasta una próxima ocasión.

 

Del 8 de diciembre de 2020 al 8 de diciembre de 2021, por decisión del Papa Francisco, toda la Iglesia vive un año santo dedicado a San José, con ocasión del 150 aniversario de su proclamación como patrono de la Iglesia universal

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

El 8 de diciembre pasado, solemnidad de la Inmaculada Concepción, el Papa Francisco convocó un año santo especial en honor de san José, el esposo de María y padre adoptivo de Jesús. Lo hizo mediante la carta apostólica “Patris corde” (“Con corazón de padre”), que va a ser el hilo conductor de esta página de Religión de NUEVA ALCARRIA de este viernes, día 12 de marzo, y del próximo, día 19, fiesta del santo. Hoy abordaré la primera parte de la carta apostólica josefina de Francisco y la próxima semana, los siete rasgos esenciales, las siete claves de identidad del santo, según el Papa, que es un gran devoto suyo.

 

Razón de ser de este año santo de San José

 

“Al cumplirse ciento cincuenta años (escribe Francisco) de que el beato Pío IX, el 8 de diciembre de 1870, lo declarara como Patrono de la Iglesia Católica, quisiera —como dice Jesús— que «la boca hable de aquello de lo que está lleno el corazón». (cf. Mt 12,34), para compartir con ustedes algunas reflexiones personales sobre esta figura extraordinaria, tan cercana a nuestra condición humana”.

A continuación, el Papa explica que “este deseo ha crecido durante estos meses de pandemia, en los que podemos experimentar, en medio de la crisis que nos está golpeando, que «nuestras vidas están tejidas y sostenidas por personas comunes —corrientemente olvidadas— que no aparecen en portadas de diarios y de revistas, ni en las grandes pasarelas del último show pero, sin lugar a dudas, están escribiendo hoy los acontecimientos decisivos de nuestra historia: médicos, enfermeros y enfermeras, encargados de reponer los productos en los supermercados, limpiadoras, cuidadoras, transportistas, fuerzas de seguridad, voluntarios, sacerdotes, religiosas y tantos pero tantos otros que comprendieron que nadie se salva solo. […] Cuánta gente cada día demuestra paciencia e infunde esperanza, cuidándose de no sembrar pánico sino corresponsabilidad. Cuántos padres, madres, abuelos y abuelas, docentes muestran a nuestros niños, con gestos pequeños y cotidianos, cómo enfrentar y transitar una crisis readaptando rutinas, levantando miradas e impulsando la oración. Cuántas personas rezan, ofrecen e interceden por el bien de todos»”.

Y es que, añade el Papa, “todos pueden encontrar en san José —el hombre que pasa desapercibido, el hombre de la presencia diaria, discreta y oculta— un intercesor, un apoyo y una guía en tiempos de dificultad. San José nos recuerda que todos los que están aparentemente ocultos o en segunda línea tienen un protagonismo sin igual en la historia de la salvación. A todos ellos va dirigida una palabra de reconocimiento y de gratitud”.

 

San José - Carmelitas Descalzas Guadalajara

 

San José en los Evangelios

 

Los dos evangelistas que evidenciaron su figura, Mateo y Lucas, refieren poco, pero lo suficiente para entender qué tipo de padre fuese y la misión que la Providencia le confió. Sabemos que fue un humilde carpintero (cf. Mateo 13,55), desposado con María (cf. Mateo 1,18; Lucas 1,27); un “hombre justo” (Mateo 1,19), siempre dispuesto a hacer la voluntad de Dios manifestada en su ley (cf. Lucas 2,22.27.39) y a través de los cuatro sueños que tuvo (cf. Mateo 1,20; 2,13.19.22).

El Papa Francisco subraya la condición de testigo excepcional de san José en la infancia de Jesús. Afirma textualmente: “Después de un largo y duro viaje de Nazaret a Belén, vio nacer al Mesías en un pesebre, porque en otro sitio «no había lugar para ellos» (Lucas 2,7). Fue testigo de la adoración de los pastores (cf. Lucas 2,8-20) y de los Magos (cf. Mateo 2,1-12), que representaban respectivamente el pueblo de Israel y los pueblos paganos”.

 

Valentía y protección

 

El Papa encomia asimismo la valentía de san José al “asumir la paternidad legal de Jesús, a quien dio el nombre que le reveló el ángel: «Tú le pondrás por nombre Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mateo1,21). Como se sabe, en los pueblos antiguos poner un nombre a una persona o a una cosa significaba adquirir la pertenencia, como hizo Adán en el relato del Génesis (cf. 2,19-20)”.

Junto a la valentía de san José, el Papa reflexiona sobre cómo el santo siempre ejercicio la paternidad sobre su Jesús, tanto en el cumplimiento de los deberes religiosos como protegiéndolo de los peligros, deteniéndose en cuatro escenas: la presentación del Niño Jesús en el templo, la persecución de Herodes, el regreso a Nazaret y la pérdida y el hallazgo de Jesús en el templo a los 12 años.

“En el templo, cuarenta días después del nacimiento, José, junto a la madre, presentó el Niño al Señor y escuchó sorprendido la profecía que Simeón pronunció sobre Jesús y María (cf. Lucas 2,22-35). Para proteger a Jesús de Herodes, permaneció en Egipto como extranjero (cf. Mateo 2,13-18). De regreso en su tierra, vivió de manera oculta en el pequeño y desconocido pueblo de Nazaret, en Galilea —de donde, se decía: « No sale ningún profeta» y «no puede salir nada bueno» (cf. Juan 7,52; 1,46)—, lejos de Belén, su ciudad de origen, y de Jerusalén, donde estaba el templo. Cuando, durante una peregrinación a Jerusalén, perdieron a Jesús, que tenía doce años, él y María lo buscaron angustiados y lo encontraron en el templo mientras discutía con los doctores de la ley (cf. Lucas 2,41-50)”.

 

Numerosos patronazgos

 

Después de María, Madre de Dios, ningún santo ocupa tanto espacio en el magisterio pontificio como José, su esposo. Los Papas han profundizado en el mensaje contenido en los pocos datos transmitidos por los Evangelios para destacar su papel central en la historia de la salvación: el beato Pío IX lo declaró patrono universal de la Iglesia Católica, como ya quedó dicho; el venerable Pío XII lo presentó como patrono de los trabajadores; y san Juan Pablo II como custodio del Redentor. Y el pueblo  fiel lo invoca como patrono de la buena muerte.

Son muy numerosas las congregaciones e instituciones religiosas puestas bajo su patrocinio. Y entre los santos que profesaron especial devoción a san José, bien merece ser mencionada santa Teresa de Jesús.

 

Objetivos del Año Santo de San José

 

Según el Papa, el objetivo principal es que crezca el amor a este gran santo, para ser impulsados a implorar su intercesión e imitar sus virtudes, como también su resolución. Y añade: “En efecto, la misión específica de los santos no es sólo la de conceder milagros y gracias, sino la de interceder por nosotros ante Dios, como hicieron Abrahán y Moisés, como hace Jesús, único mediador, que es nuestro “abogado” ante Dios Padre, ya que vive eternamente para interceder por nosotros.

Los santos ayudan a todos los fieles a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección de la caridad. La vida de san José y la vida de los santos son pruebas concreta de que es posible vivir el Evangelio. Y se puede hacer de mil maneras distintas, también mediante el silencio y la obediencia como san José.

Por ello, apunta el Papa, ante el ejemplo de tantos santos y santas, por ejemplo, san Agustín se preguntó a sí mismo: “¿No podrás tú lo que éstos y éstas?”. Y así llegó a la conversión definitiva exclamando: “¡Tarde te amé, belleza tan antigua y tan nueva!”. Y  Francisco concluye su carta apostólica dedicada a san José con este deseo: “No queda más que implorar a san José la gracia de las gracias: nuestra conversión”.

 

Gracias jubilares especiales

 

El Papa Francisco, a través de la Penitenciaría Apostólica, organismo del Vaticano y del Papa al servicio del perdón de los pecados y de la obtención de la gracia de Dios, ha decretado indulgencias plenarias especiales en razón del 150 aniversario de la proclamación de san José como patrono universal de la Iglesia.

 

¿Cómo hacer efectiva esta indulgencia plenaria especial para cada día del Año de San José?

 

(1) Intención expresa de recibir la gracia de esta indulgencia plenaria especial.

(2) Ejercicio de piedad y/o de caridad expreso y concreto por este motivo, que puede consistir en  (a) meditar una media hora sobre la oración del Padre Nuestro o participar en un retiro espiritual sobre san José; (b) rezar las letanías de San José o cualquier otra oración oficial dirigida a este santo.; (c) rezar en familia y/o en grupo (parroquia, comunidad) el Santo Rosario; y/o (d) llevar a cabo una obra de misericordia (espiritual o corporal), intentando que sus destinatarios sean los más necesitados y/o los más damnificados por la pandemia.

(3)  Concluir el ejercicio de piedad y/o caridad rezando el  Padre Nuestro por las intenciones del Papa y la recitación o proclamación del Credo.

(4) Y como siempre, confesión sacramental y comunión sacramental, quince días antes o quince días después, o antes si hay pecado grave.

 

San José - San Vicente de Sigüenza

 

Letanías de San José, del Papa León XIII

 

Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.

Cristo óyenos.

Cristo escúchanos.

Dios Padre celestial, ten misericordia de nosotros.

Dios Hijo, Redentor del mundo, ten misericordia de nosotros.

Dios Espíritu Santo, ten misericordia de nosotros.

Santa Trinidad, un solo Dios, ten misericordia de nosotros.

Santa María, ruega por nosotros.

San José, ruega por nosotros.

Ilustre descendiente de David,  ruega por nosotros.   

Luz de los Patriarcas, ruega por nosotros.  

Esposo de la Madre de Dios, ruega por nosotros.  

Casto guardián de la Virgen, ruega por nosotros.  

Padre nutricio del Hijo de Dios, ruega por nosotros.  

Celoso defensor de Cristo, ruega por nosotros.  

Jefe de la Sagrada Familia, ruega por nosotros.  

José, justísimo, ruega por nosotros.  

José, castísimo, ruega por nosotros.  

José, prudentísimo, ruega por nosotros.  

José, valentísimo, ruega por nosotros.  

José, fidelísimo, ruega por nosotros.  

Espejo de paciencia, ruega por nosotros.  

Amante de la pobreza, ruega por nosotros.  

Modelo de trabajadores, ruega por nosotros.  

Gloria de la vida doméstica, ruega por nosotros.  

Custodio de Vírgenes, ruega por nosotros.  

Sostén de las familias, ruega por nosotros.  

Consuelo de los desgraciados, ruega por nosotros.  

Esperanza de los enfermos, ruega por nosotros.  

Patrón de los moribundos, ruega por nosotros.  

Terror de los demonios, ruega por nosotros.  

Protector de la Santa Iglesia, ruega por nosotros.  

 

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,…

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,..

Cordero de Dios, que quitas los pecados del mundo,..

V.- Le estableció señor de su casa./ R.- Y jefe de toda su hacienda.

 

OREMOS: Oh Dios, que en tu inefable providencia, te dignaste elegir a San José por Esposo de tu Santísima Madre: concédenos, te rogamos, que merezcamos tener por intercesor en el cielo al que veneramos como protector, patrono y custodia en la tierra. Por Jesucristo Nuestro Señor.

 

Salve a San José, compuesta por el Papa Francisco

“Salve, custodio del Redentor/ y esposo de la Virgen María./ A ti Dios confió a su Hijo,/ en ti María depositó su confianza,/ contigo Cristo se forjó como hombre. Oh, bienaventurado José,/ muéstrate padre también a nosotros/ y guíanos en el camino de la vida./ Concédenos gracia, misericordia y valentía,/ y defiéndenos de todo mal. Amén”.

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 12 de marzo de 2021

Por Alfonso Olmos

(director de la Oficina de Información)

 

 

El 8 de marzo se celebra el Día Internacional de la Mujer; cita que anteriormente se celebraba con el nombre de Día de la Mujer Trabajadora. Una conmemoración anual que en Estados Unidos lleva celebrándose más de cien años y que, poco a poco, ha ido calando en el resto del mundo. Es una jornada para reconocer el valor de la mujer en la sociedad, en la familia y en el resto de los ámbitos sociales, culturales o laborales; también en la Iglesia.

De las mujeres se puede aprender mucho. Podemos echar una ojeada a la Biblia para rescatar el nombre y las virtudes, o defectos, de algunas mujeres de la Sagrada Escritura y lo que de ellas debemos, de una forma u otra, aprender todos.

Sin ánimo de aturdir con citas bíblicas, miro al Antiguo Testamento y me encuentro, al comienzo con Eva, la primera que menciona la Biblia, y descubro el pecado, el peligro de alimentar los deseos incorrectos. Veo, además, la sensatez y la humildad de Abigail o la traición de Dalila. Veo cómo Dios utilizó a Débora, la profetisa, para revelarse a los israelitas. Contemplo a la reina Ester y su influencia y valentía para evitar la matanza de su pueblo, siempre con humildad y modestia. Jael, mujer valiente que se puso de parte del pueblo de Dios y, sin embargo, Jezabel, corrupta y sin escrúpulos.

Algunas de las mujeres de la Biblia ni siquiera tienen nombre o, al menos, no lo conocemos. En la primera parte del texto sagrado nos encontramos con dos de ellas muy distintas: la mujer de Lot, que desobedece el mandato de Dios, y la sulamita, humilde, modesta y leal.

También Lea y Raquel, hermanas y mujeres las dos de Jacob, que sufrieron las dificultades familiares de la poligamia vigente. Rajab, que fue una prostituta convertida a Dios y que experimentó la misericordia del que no mira, ni recuerda, el pasado de las personas. Rebeca, esposa de Isaac, que vivió siempre cumpliendo la voluntad de Dios, incluso en las dificultades más extremas, siendo modesta, trabajadora y hospitalaria. Rut, nuera ejemplar de Noemí y mujer trabajadora por excelencia o Sara, esposa de Abrahán, que dejó la vida cómoda de la ciudad de Ur porque tenía fe en las promesas de Dios, consciente de que él siempre cumple sus promesas.

Ya en el Nuevo Testamento destaca, cómo no, María, la madre de Jesús, la humilde nazarena: obediente, dispuesta, sacrificada, dolorosa y fiel. La mujer del sí. Nuestra madre. Bendita entre todas las mujeres.

También aparecen muy unidas a Jesús las otras “Marías”: la de Cleofás y Salomé, María la hermana de Lázaro, mujer ejemplo de fe, de recogimiento y adoración, y María la Magdalena, la discípula del Señor, generosa y ferviente; entregada a la causa de Cristo; testigo de su resurrección. De este grupo de las cercanas al Señor debemos añadir a Marta, la otra hermana de su buen amigo de Betania, hospitalaria, sentida y fiel. También a Isabel, la madre del precursor, familia de la Virgen, depositaria de la bondad de Dios y protagonista de la visita de su prima, en la que esta entonará el Magníficat como acción de gracias.

En el libro de los Gálatas (3, 28) se nos dice que Jesús no hace distinciones: “no hay judío y griego, esclavo y libre, hombre y mujer”. Es por eso que no tiene inconveniente en comer con pecadores y prostitutas, ni de encontrarse y acercarse a mujeres, muchas también sin nombre, como la pecadora, a la que finalmente no juzgan, la hemorroísa que fue curada, las viudas con sus diversos problemas o con otras como la Samaritana, que le espeta con franqueza sus inquietudes, la cananea que le muestra su tenacidad como “madre coraje” o la Verónica que, en el momento extenuante de su pasión, recibe como premio a su valentía y a su fe, su imagen en el paño con el que le enjuga el rostro.

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