La humildad, la reconciliación y la caridad son los otros tres ejes vertebradores de la verdadera Cuaresma, tres miradas a Jesús y a la misión, también en pandemia

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

La pasada semana, al hilo de la Cuaresma como tiempo aptísimo para volver, para dirigir la mirada y la vida hacia Jesucristo, esta página de NUEVA ALCARRIA ofrecía tres primeras miradas cuaresmales al Señor Crucificado y Resucitado. Fueron la oración, el examen de conciencia y la escucha de la Palabra de Dios, Hoy completamos estas miradas con otras tres, con otros tres ejes y claves irrenunciables para vivir la Cuaresma, máxime en pandemia.

 

(1) Una mirada más humilde en y desde la verdad de la humildad

 

Y la verdad de la humildad significa que no hay humildad sin humillación. Y que la soberbia, sobre todo la interior, la espiritual, de las élites cristianas y espiritual, es muy peligrosa, sobre todo, porque se envuelve, se reviste y se disfraza de humildad.

“¡Puras como ángeles, soberbias como demonios!”; “Yo soy muy humilde, mire usted, padre, pero el callo que no me lo pisen que yo no se lo piso a nadie”; la moviola después de recibir una humillación que aparentemente hemos acogido con humildad y virtud… hasta que luego, cuando menos te lo esperas, se desata la tormenta repleta de nubarrones, rayos, truenos y centellas…; o “el perdono, pero no olvido”.

“Para seguir a Jesús hemos de dar tres pasos: acercarnos a Él para conocerlo; confesar -con la fuerza del Espíritu Santo- que es el Hijo de Dios; y aceptar el camino de humildad y humillación que eligió para redimir a la humanidad” #HomilíaSantaMarta (Papa Francisco, Twitter, 20-2-2020).

Jesucristo no solo fue humilde, sino que se humilló, se rebajó hasta someterse incluso a la muerte y una muerte de cruz (Filipenses, 2, 6-11). El que se humilla, será enaltecido y el que se enaltece (aunque sea solo en el fondo de su corazón como la parábola del fariseo y del publicano –Lucas 18, 9-14- en el templo), será humillado (Eclesiástico, 3, 17-18; Lucas 14, 7-11). Y es que un corazón quebrantado y humillado, nunca lo desprecia el Señor (Salmo 50), y sí hace frente al corazón orgulloso y arrogante.

“«Con la medida con que midáis, seréis medidos» (Mc 4,24). Pidamos al Señor la gracia de no tener miedo de la cruz, pidamos la capacidad de soportar alguna humillación, porque este es el camino que Él eligió para salvarnos. #HomilíaSantaMarta” (Papa Francisco, Twitter, 30-1-2020).

El hombre más grande nacido de mujer -Juan el Bautista- y el Hijo de Dios eligieron el camino de la humillación. Este es el camino que Dios muestra a los cristianos para seguir adelante. No se puede ser humilde sin humillaciones. #HomilíaSantaMarta” (Papa Francisco, Twitter, 7-2-2020).

 

Nuestro Padre Jesús de la Pasión, parroquia de Santiago de Guadalajara

 

(2) Una mirada reconciliada y reconciliadora

 

La Cuaresma es tiempo especialmente oportuno para pedir perdón por nuestros errores, negligencias, omisiones,  excesos y defectos. Y debemos pedir perdón con sinceridad y humildad. Un corazón que experimenta el perdón es un corazón sanado y es un corazón evangelizado y evangelizador. Es tener un corazón y una mirada que sabe de verdad que es verdad aquello de que quien esté libre de pecado tire la primera piedra (Juan 8, 1-7).

Pedir perdón y recibir el perdón nos hace mejores, más libres, más humanos, más cristianos, mejores discípulos misioneros del Señor. Y nos evita la lacra del juicio sobre los demás, el compararnos a ellos y amortiguar el pequeño y gran fariseo que todos llevamos dentro.

Tener este corazón y esta mirada reconciliada nos lleva, además, a vivir la verdad plena e integral del perdón: ser perdonados y perdonar. Es hacer realidad la quinta petición del Padre Nuestro: “Perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden” (Mateo 6, 12).

Porque si el ser perdonados nos hace grandes, no menos grandes nos hace el perdonar. Porque si el pedir y recibir el perdón nos evangeliza y es semilla y dinamismo evangelizador, no menos lo es el perdón. “Si llevas cuenta de los delitos, Señor, ¿quién podrá resistir? Pero de ti procede el perdón y así infundes respeto” (Salmo 129). Pues entonces, ¿vamos llevar nosotros cuentas de los males que nos infringen los demás?, ¿para qué?, ¿para cavar un pozo negro de rencor, de resentimiento y hasta, tarde o temprano, de odio?

No podemos permitir que nuestro corazón se emponzoñe y enfangue en este pozo negro y que nuestra mirada su turbe,  se enturbie y se nuble por un horizonte retrospectivo (a veces incluso hasta preventivo…) de las ofensas, injusticias y maldades recibidas. No es fácil perdonar, incluso cuando nos ofenden sabiendo lo que hacen… (Lucas 23, 34).  Incluso cuando nos tomen por tontos, por desasistidos y por débiles. Y cuando, en modo alguno, recibamos ninguna recompensa.

Si ser perdonados nos hace libres, no menos libres nos hace ofrecer el perdón a quienes nos ofenden. Si recibir el perdón es fuente de nuestra alegría, no es fuente de menor alegría el perdonar.

Pero, ¡ojo!, normalmente es aquí donde el demonio en tantísimas ocasiones nos pondrá a prueba, con el engaño –el demonio es el príncipe de la mentira- de la autoestima, del amor propio y de tantas sutilezas que nos impiden perdonar y que, incluso, cuando pensábamos que ya habíamos perdonado la cicatriz de la herida infringida vuelve a abrirse, a supurar y a sangrar. Nunca podemos dar por ganada del todo esta batalla, pues el diablo acecha, de modo que debemos invocar continuamente la ayuda de Dios.

Pedir perdón y perdonar nos ayudan, pues, a experimentar mejor el don de la verdad integral de la reconciliación (“En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios”, 2 Co 5,20). Recibir y otorgar el perdón es tener un corazón y una mirada reconciliados y reconciliadores,  y, de este modo, poder testimoniar y servir humildemente el Evangelio de la reconciliación y de la misericordia. Y como no es fácil, el corazón y la mirada reconciliados y reconciliadores experimentan mejor la gratuidad de recibir el perdón y de ofrecer el perdón. Y así vivir y servir la paz, el don de los dones del Señor que es nuestra paz (Efesios 2, 14) y nuestra alegría. Y la paz (tener y ofrecer paz), recordemos a san Ignacio de Loyola, es el gran criterio de discernimiento para nuestra vida cristiana cotidiana.

 

Cristo del Amor y de la Paz, parroquia de San Ginés de Guadalajara

 

(3) Una mirada de misericordia y de caridad  

 

Porque ser perdonados y perdonar, porque el fruto de la oración, de la conversión y de la escucha de la Palabra y porque la humildad verdadera y completa son siempre don de Dios,  este don de Dios, el Dios siempre rico en misericordia (Efesios 2, 4-8: “Porque Dios, rico en misericordia, por el gran amor con que nos amó, estando nosotros muertos por los pecados, nos ha hecho revivir con Cristo —estáis salvados por pura gracia—; nos ha resucitado con Cristo Jesús, nos ha sentado en el cielo con Él, para revelar en los tiempos venideros la inmensa riqueza de su gracia, mediante su bondad para con nosotros en Cristo Jesús”), ha de ser también don para los demás y visibilizar, de este modo, la vocación cristiana, vocación de don para los demás, vocación de misericordia y de caridad. Y ello desde el misterio pascual es un absoluto imperativo categórico y una necesidad.

Escribió el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de 2020: “Poner el misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría”.

Y prosiguió: “Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía”.

Los pobres nos molestan, en el fondo y en la forma.  Tenemos organizada la caridad y queremos servirles, porque sabemos que debemos hacerlo, solo y exclusivamente desde nuestros servicios organizados de caridad, con sus horarios, sus normas y requisitos, que nadie duda que sean necesarios. Pero los pobres nos molestan: que huelen mal, que se gastan el dinero en vino, que si pueden nos roban los lampadarios –y hasta puede ser verdad-, que si ellos mismos no quieren cambiar de vida…, que estamos dispuestos a servirles pero como a nosotros nos gusta servirles… Humanamente es comprensible todo esto, no lo dudo.

Pero, ¿dónde quedan Mateo 25 (Bienaventuranzas) y Mateo 25 (el juicio final)?, ¿dónde queda aquella frase, que es verdad, según la cual “los pobres son el mayor tesoro de la Iglesia” y esas otras dos que dicen que “los pobres nos evangelizan” y que “los pobres son la escalera y el camino hacia el cielo”? Por supuesto que necesitamos organizar la caridad, pero nunca a costa de que sea un silenciador y justificador de nuestra conciencia, un amortiguador que desdibuje de nosotros una mirada de misericordia y de caridad hacia ellos.

Dios nos ama apasionadamente a todos y nos ama a todos hasta el extremo (Juan 13, 1, 15) y su obra redentora es para todos, también para quienes la rechazan, la minimizan o se olvidan de ella. Y también para ellos, nuestros hermanos los pobres. Porque “lo necio de Dios es más sabio que los hombres; y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres. Y si no, fijaos en vuestra asamblea, hermanos: no hay en ella muchos sabios en lo humano, ni muchos poderosos, ni muchos aristócratas; sino que, lo necio del mundo lo ha escogido Dios para humillar a los sabios, y lo débil del mundo lo ha escogido Dios para humillar lo poderoso. Aún más, ha escogido la gente baja del mundo, lo despreciable, lo que no cuenta, para anular a lo que cuenta, de modo que nadie pueda gloriarse en presencia del Señor” (I Corintios, 1, 25-29).

No hay Cuaresma, ni hay Pascua, ni hay vida cristiana si no hay una mirada por nuestra parte de misericordia y de caridad. Porque nuestro Dios, el Dios que hace salir su sol a buenos y malos (Mateo 5, 45), a justos e injustos, a ricos y pobres, nos reviste de sus entrañas de amor y de misericordia para que también nosotros  tengamos de entrañas de misericordia ante toda miseria humana (Joel 2,12-18).

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 5 de marzo de 2021

Por Ralph Middlecamp

(Presidente del Consejo Nacional de los Estados Unidos - Sociedad de San Vicente de Paúl)

 

 

 

Queridos amigos vicentinos,

Serviens in spe - Sirviendo con esperanza. Este es el lema de la Sociedad de San Vicente de Paúl en latín, y ha sido la expresión que utilizo para terminar mis cartas. La frase se encuentra dos veces en nuestra Regla. La primera instancia se encuentra en la descripción inicial del "Propósito y alcance de nuestro servicio". Leemos que “los miembros demuestran su compromiso a través del contacto de persona a persona. Los vicentinos sirven con esperanza ”. Sabemos que este contacto de persona a persona es muy difícil en este momento, pero la necesidad de que seamos personas de esperanza es más importante que nunca.

Estamos completando el tiempo litúrgico de Adviento. La temporada está marcada por la espera con esperanza. Es un tiempo en el que recordamos los eventos de la historia de Navidad y anticipamos la promesa de la Segunda Venida. Este ha sido un año de espera diferente a cualquier otro que haya experimentado. Gran parte de la forma en que hemos conducido nuestras vidas en el pasado está ahora en un estado de suspensión mientras esperamos.

Esperamos con la esperanza de una vacuna y tratamientos efectivos para el coronavirus, pero esperamos sabiendo que una vacuna no curará la pobreza, el hambre y la falta de vivienda. No curará las divisiones políticas y no curará el racismo. Una vez que el virus haya sido domesticado, estos males seguirán ahí. Los vicentinos deben trabajar para encontrar soluciones a sus causas fundamentales, y seguiremos profundamente involucrados en brindar alivio a sus efectos a través de nuestros esfuerzos caritativos.

Las lecturas de las Escrituras de Adviento nos animan a reflexionar sobre las esperanzas pasadas que se han cumplido en Cristo, así como nuestras esperanzas de un futuro aún más prometedor. Podemos hacer de este un período de renovación para nosotros personalmente si encontramos oportunidades en la temporada navideña para sentarnos en silencio en oración. Eso se puede hacer tarde en la noche con las luces del árbol de Navidad encendidas o en la oscuridad de la mañana antes de que otros se despierten. Si tiene actividades canceladas, ese tiempo puede usarse para orar con las lecturas de la Misa de ese día. Podemos aprovechar este tiempo de actividad suspendida y aprovechar al máximo el presente mientras miramos hacia atrás recordando bendiciones anteriores y confiando en la providencia de Dios.

Considere el estímulo que San Pablo ofreció a los primeros cristianos en Roma: “Estad gozosos en la esperanza, pacientes en la aflicción, fieles en la oración. Comparta con el pueblo del Señor que está en necesidad. Practica la hospitalidad. Bendice a los que te persiguen; bendice y no maldigas. Alégrate con los que se alegran; llorar con los que lloran. Vivir en armonía unos con otros."

Les ofrezco mi deseo de una Navidad muy bendecida. Que la temporada fortalezca su Fe y su compromiso con la práctica de la Caridad como miembro de nuestra Sociedad que sirve en Esperanza.

Serviens in spe,

Ralph Middlecamp

 

 

INGLÉS

 

Dear Vincentian Friends,

Serviens in spe – Serving in hope.  This is the motto of the Society of St. Vincent de Paul in Latin, and it has been the expression I use to end my letters to you. The phrase is found twice in our Rule. The first instance is in the opening description of the “Purpose and Scope of our Service.” We read that “Members show their commitment through person-to-person contact. Vincentians serve in hope.” We know that this person-to-person contact is very difficult right now, but the need for us to be people of hope is more important than ever.

We are completing the liturgical season of Advent. The season is marked by waiting in hope. It is a time in which we remember the events of the Christmas story and anticipate the promise of the Second Coming. This has been a year of waiting unlike any I have experienced. Much of how we have conducted our lives in the past is now in a state of suspension as we wait.

We wait in hope for a vaccine and effective treatments for the coronavirus, but we wait knowing that a vaccination will not cure poverty, hunger and homelessness. It will not heal political divisions, and it will not cure racism. After the virus has been tamed, these ills will still be there. Vincentians must work toward solutions to their root causes, and we will remain deeply involved in providing relief from their effects through our charitable efforts.

Advent’s scripture readings provide us with encouragement to reflect on past hopes that have been fulfilled in Christ – as well as on our hopes for an even more-promising future. We can make this a period of renewal for ourselves personally if we find opportunities in the Christmas season to sit quietly in prayer. That could be done late at night with Christmas tree lights on or in the dark of the morning before others awake. If you have activities that are canceled, that time can be used to pray with that day’s Mass readings. We can use this time of suspended activity and make the most out of the present as we look backward remembering previous blessings and forward trusting in God’s providence.

Consider the encouragement St. Paul offered the early Christians in Rome: “Be joyful in hope, patient in affliction, faithful in prayer. Share with the Lord’s people who are in need. Practice hospitality. Bless those who persecute you; bless and do not curse. Rejoice with those who rejoice; mourn with those who mourn. Live in harmony with one another.” [1]

I offer you my wish for a very blessed Christmas. May the season strengthen your Faith and your commitment to the practice of Charity as a member of our Society serving in Hope.

Serviens in spe,

Ralph Middlecamp

 

[1] Romanos 12: 12-16

 

 

AUNQUE YA PASADAS LAS NAVIDADES, NOS GUSTO TANTO EL ARTÍCULO DE NUESTRO CONSOCIO Y PRESIDENTE DE LAS CONFERENCIAS EN LOS ESTADOS UNIDOS, QUE HEMOS OBTENIDO SU PERMISO, DADO CON TODA CORDIALIDAD, PARA PODER PONERLO A DISPOSICIÓN DE NUESTROS AMIGOS Y CONSOCIOS EN EL MUNDO.

GRACIAS RALPH MIDDLECAMP

"ALTHOUGH CHRISTMAS IS OVER, WE LIKED SO MUCH THE CHRISTMAS LETTER TO THE CONFERENCES WRITTEN BY OUR FELLOW MEMBER AND PRESIDENT OF THE CONFERENCES IN THE UNITED STATES THAT WE HAVE OBTAINED HIS PERMISSION, WHICH HE HAS KINDLY GIVEN, TO MAKE IT AVAILABLE TO OUR FRIENDS AND FELLOW MEMBERS THROUGHOUT THE WORLD.

THANK YOU RALPH MIDDLECAMP"

Conferencias San Vicente de Paúl en Guadalajara

Rafael C. García Serrano

(Conferencias de San Vicente de Paúl de Guadalajara)

 

 

 

 

Con fiebre de amor herido

siento que tiemblas Señor

¡y es por mí por quién te dueles!

 

Tiemblas porque te hago daño,

por esta traición cobarde

conque mi vida te hiere.

 

Y hoy siento aquel dolor tuyo

que también a mí duele

porque a ti te está doliendo,

¡a ti que tanto me quieres!

 

A ti que viniste a este mundo

con tu pasión y tu entrega

a líbrame de la mía

cautivo de amor y muerte.

 

A ti que tanto nos amas,

que estás pendiente de todos

y a todos como padre llamas,

¡es por mí por quien te dueles!

 

La oración, el examen de conciencia y la escucha de la Palabra de Dios, tres ejes y claves irrenunciables para vivir la Cuaresma, máxime en pandamia

 

Por Jesús de las Heras Muela

(Periodista y sacerdote. Deán de la catedral de Sigüenza)

 

 

 

 

 

 

 

 

“Mirarán al que traspasaron” (Zacarías 12,10; Juan 19, 37); “Mira al Crucificado” (santa Teresa de Jesús); “Observa bien el Crucifijo: sus brazos abiertos para abrazarte, sus pies clavados para esperarte, sus manos clavadas para que sea tú la mano de Cristo, su Corazón traspasado para que puedas entrar en él sin miedo de ser desechado” (Papa Francisco). 

La Cuaresma es mirar al Crucificado y esperar y confiar en Él, que es también el Resucitado. Es fijar nuestra mirada, nuestro corazón y nuestra ante Él. Y aprender en su escuela santa: “¿Pero cómo, clavado, enseñas tanto?/ Debe ser que siempre estás abierto, / ¡Oh Cristo, Oh ciencia eterna, Oh libro santo!”, escribió el gran Lope de Vega.

 

Mesa con signos cuaresmales en San Pedro, Catedral de Sigüenza

 

Desde estos presupuestos y perspectiva, la página de Religión de NUEVA ALCARRIA ofrece hoy tres miradas cuaresmales y la próxima semana otras tres. Y es que, precisamente porque estamos en pandemia, la dimensión orante y contemplativa de la Cuaresma es más necesaria que nunca.

 

(1)Una mirada nueva desde la oración

 

La Cuaresma encuentra en la oración la más apropiada de sus atmósferas y de sus escuelas. La oración cuaresmal debe ser más frecuente y habitual. Su tonalidad propia es la humildad, la insistencia, la confianza. Es oración de súplica y de petición. La oración cristiana de la cuaresma debe intensificar sus dimensiones bíblica y litúrgica, de gran riqueza, variedad, matices y contenidos durante los cuarenta días de este tiempo. En este sentido, la oración litúrgica ha de ser más pausada, sencilla, cordial, humilde, pobre, seria y profunda.

Es saludable contemplar más a fondo el misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible solo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene. De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo.

La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad.

El diálogo que Dios quiere entablar con todo hombre, mediante el misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, los cuales «no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad» (Hechos de los Apóstoles 17,21). Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación” (Papa Francisco).

 

(2) Una mirada de introspección y examen de conciencia  

 

Esta mirada serena, exigente, continua y reconfortante es para el padre  san Pío de Pietrelcina clave esencial en la Cuaresma y consiste en estar en alerta permanente, en prestar atención, en tener encendido un despertador permanente y conocer mi corazón, mis motivaciones y mis preocupaciones: ¿por qué hago las cosas?, ¿qué busco?, ¿qué intereses me mueven?, ¿busco de verdad la gloria de Dios y hacer su voluntad?, ¿priorizo y estoy atento para buscar el bien de los hermanos y hacerlo desinteresadamente?, ¿siempre me estoy buscando preferentemente a mí mismo, busco ser apreciado como prioridad?, ¿cuál es mi relación con el sufrimiento de los demás: indiferencia, interés verdadero y efectivo, intentar quitarme el “marrón” de encima, hallar excusas para el no compromiso o el compromiso mínimo?

Esta clave cuaresmal del Padre Pío significa, en definitiva,  rectitud de intención y una actitud de desprendimiento, de entrega, de generosidad, de disponibilidad y de servicialidad desde el seguimiento lo más radical posible a Jesucristo: “Quién guarda su vida para sí mismo y para ganar el mundo, la perderá y quien pierde su vida por mí y el Evangelio, la ganará” (Mateo 10, 30 y varias citas más). Y ¿cómo es posible que si le hemos dado lo principal al Señor y a Él nos hayamos consagrado (todo cristiano por el bautismo es un consagrado, más aún si es sacerdote o consagrado) luego, a la hora de la verdad, juguemos a regatearle en las pequeñas renuncias de cada día, solo para que crezca, sin ton ni son –y menos aún ¡ya a estas alturas de nuestras vidas…!- nuestro ego?

 

(3) Una mirada acogedora de la Palabra de Dios

 

Una mirada más atenta, abierta y contemplativa a la Palabra de Dios es clave esencial e inexcusable de la Cuaresma. Escribió el Papa Francisco en su mensaje para la Cuaresma de 2020: “Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él”.

Y a este respecto, bueno será que nos preguntemos qué es la Palabra de Dios para mí, en lo concreto de mí mismo. Podemos correr el riesgo de mascullar una ensalada diaria de salmos y textos de la Palabra de Dios, incluso sabernos de memoria algunos fragmentos de ella, pero la Palabra de Dios no acaba de hacerse vida en nosotros. Como escribiera san Jerónimo, “ignorar las escrituras es ignorar a Jesucristo”; y es, añado yo, ignorar la vida y la misión de la Iglesia y de los cristianos. Pero no se trata de un conocimiento teórico (que siempre es bueno), sino sobre todo de un conocimiento sapiencial, experimental, vital: que la Palabra se haga vida en mí, que me diga algo, que me deje interpelar por ella, que me ilumine y guíe de verdad.

Necesitamos el encuentro con la Palabra de Dios  en el día y en la hora de cada día y de cada hora porque siempre la Palabra nos dice algo nuevo, nos interpela de manera distinta, nos ha de resonar de otra manera, nos ha de ayudar a responder y a entender mejor los signos concretos de cada tiempo y de cada momento.  Basta con que sea una frase, una idea, una construcción, un tiempo verbal, un personaje, una sugerencia, una intuición que percibamos con ojos nuevos como una chispa de la gracia…

La Palabra de Dios es siempre un manantial de agua viva, fresca, purificadora, fecundadora y nueva. En ella, en la Palabra, es como si Dios, el Dios de los cristianos, estuviera mandándome y mandándonos un mensaje concreto y puntual, una ráfaga de luz, un suspiro de esperanza,  un bálsamo consolador,  un atisbo de certidumbre,  una respuesta a completar después y a llevar a mi vida, un hálito de fuerza para el aquí y el ahora.

Lámpara para mis pasos, luz en mi camino, más dulce que la miel de un panal, brisa suave en horas de bochorno, descanso en medio de cansancio y la fatiga, elocuente susurro en medio del silencio,  fuego y  martillo que golpea la peña,  agua que horada la piedra, lluvia que empapa la tierra, la fecunda y la hace germinar… Palabra viva y eficaz y más cortante que espada de doble filo, que penetra hasta la división entre alma y espíritu, articulaciones y médulas, y discierne pensamientos y sentimientos del corazón…

Manantial, sí, de agua siempre viva y nueva, que siempre me dice y nos dice algo nuevo y bueno, que siempre llega a mí con el esbozo de una respuesta, el motor de una buena acción y la misteriosa, consoladora y certera presencia de un Amigo, que me acoge, me alumbra, me ama y me quiere transformar para que me sepa dar más y mejor a los demás. Así debería ser nuestra relación con la Palabra de Dios.

Y propósito concreto para esta Cuaresma, os propongo que cojáis un cuaderno desde hoy y que al menos cada día, con su fecha y si ha habido alguna circunstancia especial la consignéis también, escribáis al menos una frase de la Palabra de Dios que os haya dicho algo nuevo, una ráfaga de luz, una brinza de consuelo y esperanza, en el aquí y ahora del cada día cotidiano y concreto de vuestra vida.

“La #Cuaresma es el tiempo adecuado para dejar espacio a la Palabra de Dios. Es tiempo de apagar la televisión y abrir la Biblia. Es el tiempo para desconectarnos del teléfono móvil y conectarnos al Evangelio”. (Papa Francisco, Twitter, 28-2-2020)

 

Artículo publicado en 'Nueva Alcarria' el 26 de febrero de 2021

Por Juan Pablo Mañueco

(escritor y periodista)

 

 

 

DE FUERA ADENTRO DE SAN GINÉS
hasta llegar al incendio redentor del madero de Cristo

 

Aquel que tiene de mi gusto el trono
Que no otro templo de Arriaca lo iguale
Este es Ginés, aunque alguno señale
Lugar santo de muy parejo tono…
 
Quieta alta mole de la cual se sale
Un doble pilar blanco, como icono
En cumbre lateral de dual cono.
Tañer de campanas ambos escale.
 
Inicial arco en medio punto que abre,
En piedra blanca, puerta renaciente,
Noble en madera, al paso de la gente,
Entre la fachada, que su arte labre.
 
De pronto, en Altar Mayor, un Cristo,
En doble madero alto y anchuroso,
Muestra a Dios en supremo y amoroso
INCENDIO REDENTOR, ya desprovisto 
 
de todo... Salvo de habernos salvado,
con entrega y dolor en tanto extremo
como pueda llegar sudor supremo,
quedando en un tablero –ahí- clavado.

 

 

 

 

Juan Pablo Mañueco

Premio CERVANTES-CELA-BUERO VALLEJO, 2016.

Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha

 

Vídeo autor:

https://www.youtube.com/watch?v=HdKSZzegNN0

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