Por Mere y Lourdes

Encuentro Matrimonial

 

 

Nuestro mundo, en permanente transformación, sigue soñando con el amor. Dice el Papa Francisco que “la vida se acrecienta dándola y se debilita en el aislamiento y la comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás” Estas palabras son una invitación a poner el amor en acción. 

El amor fuerte al estilo de Jesús, tiene un gran poder: el de transformar el mundo, empezando por quien tenemos más cerca. Todos lo hemos experimentado en mayor o menor medida: en nuestros hijos, con nuestros padres y hermanos, con nuestros amigos,.. Poniendo nuestro amor en acción estamos cambiando el mundo.

Es importante que reconozcamos que nuestro amor matrimonial nos hace “poderosos”, es decir, nos da la fuerza, el vigor y la capacidad para hacer, para transformar y para crear.

Frente a quien pueda creer que lo que mueve el mundo es el poder, el dinero o la fama, nosotros reivindicamos que lo que realmente mueve el mundo, lo que realmente lo transforma, es el amor.

El amor de pareja va más allá de las paredes del hogar, el amor de pareja trasciende la vida en relación. Y del mismo modo que nuestro amor transforma la realidad que está a nuestro alrededor, haciéndola un poco mejor, somos conscientes que a nosotros también nos transforma el amor de otros. 

El amor es imparable. Cada muestra de amor es un eslabón de una cadena que cambia el mundo. Lo que hoy somos, el amor que nos tenemos, es fruto del amor de otros que nos han precedido. Cuando amamos y ponemos nuestro amor en acción, estamos provocando en otros que amen. Poco a poco, pasito a pasito, cambiamos el mundo.

Todo este flujo de amor que recibimos es la forma en la que Dios se manifiesta entre nosotros, porque, en definitiva, todo este amor del que estamos hablando procede de Él. Todos somos instrumentos de Dios para hacer llegar su amor al mundo.

En resumen, este AMOR fuerte, que no se detiene, tiene el gran poder de transformar el mundo: empieza transformándonos a cada uno, continúa transformando nuestra relación y  a nuestras familias y termina haciendo de este mundo, de nuestra sociedad, e incluso de la Iglesia, lugares mejores donde merece la pena vivir. Y donde como creyentes podemos percibir que el AMOR de DIOS, Dios mismo, está entre nosotros. 

Está próximo el día de San Valentín, día de los enamorados; es una festividad de origen cristiano que nos invita a cuidar nuestras relaciones a través de la acogida, la cercanía, el diálogo y de pequeños detalles de amor y ternura de cada día,… Nos invita a celebrar el Amor.

Por Vicente Martín Muñoz

(Delegado episcopal de Cáritas Española)

 

 

 

Año nuevo, “odres nuevos”. Comenzamos un nuevo año y estamos llamados a renovar nuestro entusiasmo en el servicio a los más desfavorecidos porque sin entusiasmo no hay vida cristiana auténtica. No es cosa de optimismo fácil, sino algo propio de creyentes, portadores del don del Espíritu Santo, impulsados a vivir con entusiasmo el encuentro con Jesús para anunciar su Palabra, celebrar la fe y servir a los últimos de nuestra sociedad. 

Es prioritario renovar nuestra relación con los más pobres. No basta con atender y asistir, es necesario que los pobres estén más presentes en la vida de la Iglesia y de cada cristiano, ponerlos en el centro de la vida de la comunidad cristiana, escuchando sus clamores, reconociendo su fuerza salvífica, cuidando la calidad del compromiso desde un estilo evangélico, planteándose su atención espiritual y trabajando por la inclusión social. (cf. EG 186-216). 

Hay que reconocer que en la Iglesia se habla más de los pobres que con los pobres y cuando se habla con ellos frecuentemente se utiliza el lenguaje del trabajador o educador social: hablamos de empadronamientos, certificados, itinerarios de inserción, etc. No se puede reducir el pobre a un mero receptor de ayuda o a objeto de intervención social técnica. Hay que encontrar nuevos caminos para situar a los pobres en el corazón de la vida de la Iglesia, de su acción y misión. Hay que encontrar las palabras de la fe para hablar con los pobres, y las palabras de la fe empiezan con palabras de amistad y fraternidad. 

El episodio que narra los Hechos de los Apóstoles sobre la curación de un cojo es paradigmático de una nueva relación evangélica con los pobres. Pedro y Juan lo primero que dicen al hombre enfermo es: “míranos” (Hch 3, 1-10). Hay que mirar a los pobres, contemplarlos, establecer con ellos una relación personal para entenderles y escucharles. Debemos hablar con ellos como hermanos, no como usuarios de nuestros servicios. “Míranos” debe ser siempre la primera respuesta; es la clave para renovar nuestra relación con ellos (cf. EG 198). Y es que no se puede vivir el Evangelio lejos de los pobres: “Compartir con los pobres nos permite entender el Evangelio en su verdad más profunda”. Ellos no están ahí para nuestras buenas obras, no son, sin más, objeto de nuestra acción social, sino interlocutores del Evangelio que nos ayudan a acoger y vivir la esencia del Evangelio. (Mensaje 1ª Jornada Mundial de los pobres). 

Renovar la relación con los pobres pasa, dice Francisco, por tener pequeños gestos de cercanía que sean sinceros para que calen hondo; por cuidar el valor de estar juntos, desde un clima de igualdad, gozo y amistad; orar juntos en comunidad con la posibilidad de dirigirnos al mismo y único Dios desde lenguas, culturas y credos diferentes; compartir la comida, como hacía Jesús, anticipo de la mesa del Reino de Dios (cf. Mensaje II Jornada Mundial de los Pobres). Dichas acciones, siendo pequeñas y sencillas, pueden ser el inicio de procesos de dignificación y acompañamiento a las personas empobrecidas que lleven, incluso, hasta el encuentro personal con Jesús y su incorporación a la comunidad cristiana.   

Por la Comunidad de la Madre de Dios

(Monasterio de Buenafuente)

 

 

Queridos amigos:

Agradecemos al Señor, la oportunidad que nos da con este encuentro cuando acaba de comenzar el año. Nos unimos al mensaje del Santo Padre Francisco, para la Celebración de la 52 Jornada Mundial de la Paz, que  lleva como título: “La buena política está al servicio de la paz”, pues a todos nos ayuda su reflexión. Copiamos la siguiente frase para animar a su lectura: “La paz es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma. Es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria: la paz con nosotros mismos, la paz con el otro y la paz con la creación”.

En esta Navidad, el Espíritu Santo, nos ha resaltado Jesús es nuestra Luz. Muchos sabéis que hemos disfrutado el privilegio de tener la “Luz de Belén”, llama que ha estado encendida desde que llegó, unos días antes de Navidad, hasta la Epifanía del Señor. Una vela en la capilla ante el Niño Jesús, y otra ante el Niño Jesús del refectorio, que no se han apagado en ningún momento. Ha sido un pequeño signo que ha centrado nuestra atención en Jesús, Luz del mundo. “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,32). Esta es la bendición del anciano Simeón al tomar en brazos a Jesús en el templo, cuando José y María acudieron con él, para cumplir con las prescripciones de la Ley. La rezamos todos los días en Completas. Repetir el cántico es la gota de agua que horada la coraza del alma, para que Jesús sea también la Luz de nuestra vida.  Iluminación que recibimos cada día a través de la Palabra y de la Eucaristía, y que va alumbrando los ojos de nuestro corazón. 

Entre los grandes Misterios de nuestra fe, que hemos celebrado en Navidad, destaca la Epifanía en la manifestación de Jesús como Luz. En la Eucaristía del día de Reyes, decía el profeta Isaías: “Mira, las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti” (Is 60, 2). En esta situación, que es similar a la que vivimos actualmente, escuchamos la profecía con gran esperanza y confianza en el Señor. “Confía en el Señor y haz el bien, y él te dará lo que pide tu corazón” (Sal  37). 

Y finalmente, compartimos con vosotros un mensaje muy extendido en esta Navidad por las redes sociales: “Todo niño quiere ser hombre. Todo hombre quiere ser rey. Todo rey quiere ser “Dios”. Sólo Dios quiso ser niño”. Que el Espíritu Santo nos conceda el don de la humildad y desear ser niños: “de los que son como ellos es el reino de los cielos” (Mt 19, 14 b).

 

Unidos en la oración

vuestras hermanas de Buenafuente del  Sistal

(Por la Delegación Diocesana de Ecumenismo)

 

Rezar por la unidad es una necesidad de todas las Iglesias y comunidades eclesiales ya que hasta que no alcancemos la unidad -que es don de Dios y tarea de los hombres- el mundo no nos creerá.

 

La Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos 2019 ha sido preparada por cristianos de Indonesia. Con una población de 265 millones, de la cual el 86 % se considera musulmana, Indonesia es bien conocido como el país con mayor población musulmana del mundo. Sin embargo, un 10 % de los habitantes de Indonesia son cristianos de distintas tradiciones. En términos tanto de población como de su vasta extensión territorial, Indonesia es el país más grande del Sudeste Asiático. Tiene más de 17.000 islas, 1340 grupos étnicos diferentes y más de 740 lenguas locales y, sin embargo, esta? unido en su pluralidad por una lengua nacional, el indonesio (Bahasa Indonesia). La nación se funda en cinco principios, llamados Pancasila1, con el lema Bhineka Tunggal Ika (unidad en la diversidad). A traveé de la diversidad de grupos étnicos, lenguas y religiones, los indonesios han vivido de acuerdo con el principio de gotong royong, que es vivir en solidaridad y colaboración. Esto significa compartir en todos los ámbitos de la vida, el trabajo, el duelo y las fiestas, y considerar a todos los indonesios como hermanos y hermanas. 

En este ambiente han escogido esta cita de Deuteronomio que nos invita a actuar con justicia, ya que la injusticia es una causa de división. Allá donde no se respetan los derechos, donde el reparto de los bienes no se hace conforme al destino universal de éstos, etc., reina la injusticia y con ella la división entre los hermanos. La única Iglesia de Cristo es el Reino de la justicia. El día que todas las iglesias y comunidades eclesiales lleguemos a esta Iglesia por los caminos de la unidad seremos fermento de unidad para la humanidad. Estos caminos son los de la justicia. Por eso la Semana de Oración de este año lleva consigo no solo el compromiso de la oración sino el de una vida cristiana que actúe siempre buscando la justicia.

Por Ángel Moreno

(de Buenafuente)

 

 

A ti, si lo necesitas

 

Llega tu súplica herida,

el desencuentro en tu casa,

vértigo en tu pensamiento,

por noticia inesperada…

 

Y yo envuelto en el silencio,

en soledad, frío intenso,

intuyo tu espacio recio,

la quiebra de tus deseos.

 

Mis brazos elevo al cielo,

mi plegaria a tu desvelo.

Me sumo a tu fuerte angustia,

aunque no sepas, te quiero.

 

Parece fugaz respuesta

ante tu dolor secreto.

Más es gesto solidario,

que se derrama en consuelo.

 

Quizá nunca tú conozcas

por qué se serena el alma.

No sabrás por qué tu luz,

ni por quién tanta esperanza.

 

Hoy te envío compañía,

certeza de mi plegaria.

Te envío, sin ser noticia,

amor, al rayar el alba.

 

Pido se convierta dentro,

tu sed en borbotón de agua

tu duelo sea consuelo,

brisa de nueva bonanza.

 

Y la noche se detiene,

el sufrimiento amaga,

conforta saberse amigo

de quienes rezan plegarias.

 

Desde el Sistal, bajo cero,

quiera Dios dar a tu alma,

la presencia en mi patena

de estar tu prueba elevada.

 

                          Con sincera amistad

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