Laura Lara y María Lara
(Profesoras universitarias, escritoras y académicas de la Televisión) (*)
Hemos vivido días muy duros. Es muy triste toda defunción pero aún más si cabe durante los consecutivos estados de alarma, en que lo único que se podía hacer era llorar en el hogar, postergando los símbolos.
El domingo 12 de abril de 2020 fallecía en Azuqueca nuestro abuelo, Pedro Lara Pérez. Era nuestro fan más entusiasta: nos escuchaba en la radio, nos veía en la tele y miraba en las portadas de nuestros libros su apellido.
Se fue en el inicio del Domingo de Resurrección, cuando en nuestros pueblos de Cuenca tienen lugar las procesiones del Encuentro, entre Jesús y la Virgen María. A nuestro abuelo Pedro le gustaba asistir a todas las celebraciones religiosas, de hecho muchas de sus fotos son caminando en procesiones, y también le gustaban los cohetes. Buena parte de la infancia que nació antes de la Guerra se está marchando como ha vivido: con el esfuerzo del trabajo y el sacrificio. Sin dar quehacer al sistema, sin hacer ruido.
Fue juez de paz en Albendea y, cuando nacimos, se dio cuenta de que nos gustaba conversar, hablamos de multitud de temas en estos años, aunque nos gustaría que el diálogo no hubiera terminado. Era Pedro Lara Pérez también nuestro Padrino de Bautismo, precisamente, en la víspera, el 11 de abril, fue el aniversario. Sacramento celebrado en la parroquia de San Miguel Arcángel, de Azuqueca, como la boda de Laura con el Guardia Civil Eduardo Muñoz, de la que María fue la Madrina.

Pedro no murió de coronavirus, sino de los problemas de salud que ya padecía y que se agravaron durante el estado de alarma. Le encantaba vivir y, hasta el último momento, estuvo comentando la actualidad con lucidez.
Esa noche no pudimos acompañarlo en el tanatorio por las medidas vigentes aunque lo velamos en silencio en casa. Nos queda el consuelo de que murió rodeado de sus hijos, y dando consejos para nosotras, sus únicas nietas. Gracias a la colaboración de los amigos sacerdotes, entre el domingo y el lunes de Pascua, se le habían dedicado 5 misas por su eterno descanso, y multitud de oraciones y apoyos nos llegaban por redes sociales en nuestros canales profesionales como escritoras.
El 27 de abril habría cumplido 98 años, nuevamente se le han dedicado misas. Descanse en Paz.
En memoria de su recuerdo y convencidas de que la muerte no es el final, este poema compuesto por María desde el confinamiento y desde el duelo. Que compartimos en este mes de julio en que, entre otros venerables, festejamos por este orden en la hoja del almanaque a San Fermín, a San Benito y a María Magdalena. También a San Joaquín y a Santa Ana, patronos de los abuelos. Confiamos pasar el domingo 26 de julio con nuestra abuela Pilar, que cada día nos anima con su fe y su alegría.
Cuando todo esto pase
Poner en paz la conciencia,
buscar en el algoritmo al alma,
esquivar de la fiebre el síntoma,
despertar para apurar el día.
¿Qué pensará de nosotros la primavera?
De las estaciones del parvulario
siempre fue la preferida.
Jovial, alegre y traviesa,
¡miradla colorear los pétalos!,
y lanzar su sombrero al aire
en paseos por la alameda.
Pero, ahora, la Prima Vera,
más allá del patio del colegio
busca vida y no la halla.
O, ¿sí la encuentra?
¿Has llamado a nuestras puertas?
En casa estamos.
La tecnología es el duende
que hace transparentes
las paredes y fronteras.
¿Has recorrido el hospital?
Tú lates en los respiradores,
y en el pulmón que lucha.
¿Pasaste por el cuartel?
¿Por el despacho convertido en plató?
¿Por el aula de videoconferencia?
¿Por el salón de la abuela?
¿Por el balcón de la radio?
¿Por el camión de heno?
¿Por la tienda de campaña?
Ay querida primavera,
llegó el momento del ahora:
ahora o nunca.
¿Quién conoce el tiempo
que Alguien nos apuntó
como abecedario
en el métrico libro de la guía?
Somos ciudadanos electrónicos
en un Medievo con prisas.
Es el instante de decir aquello
que se quedó entre silencios.
Cuando todo esto pase,
volverás, sé que lo harás, primavera.
Y a la calle saldremos jubilosos
como el minero que contempla la luz.
Entonces, será el momento
de recordar que somos más humanos,
pues juntos superamos la pandemia.
Y rendir tributo deberemos
a quienes, por no transmitir el virus,
se marcharon sin hacer ruido.
Valientes en camilla
durante una noche callada,
héroes que no retornaron a su hogar
porque una falsa corona
osó segarles la dicha.
Resistencia, resiliencia, esperanza.
Ahora o nunca hay que apretar
en la distancia la mano.
Llegó la hora de susurrar:
"todo irá bien",
en un grito al planeta Tierra.
Doctoras Laura Lara y María Lara (*)
Profesoras de la UDIMA
Escritoras Premio Algaba
Historiadoras de Cuatro



Con la fe estamos salvados, y nada hemos de temer “…Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo” (Mt 28, 20). Debemos estar tranquilos, sin miedo, viviendo el día a día y disfrutando de las pequeñas cosas. El virus nos ha afectado a todos, mucho más a los enfermos y sus familias, a los que han partido para el Padre y a quiénes han perdido sus seres queridos; ahí debemos estar para tender la mano con las palabras justas, y acompañar con los medios que tenemos a nuestro alcance. Pero no tenemos que tener miedo, simplemente confiar en Él y compartir vida con los hermanos.
Sí, meses muy duros también en la Iglesia, nuestra diócesis, nuestras parroquias y nuestros sacerdotes desbordados y en primera línea, acompañando en el dolor con responsos en los cementerios y atendiendo a muchas familias necesitadas. La solidaridad ha florecido por doquier y que debe continuar, obra de Dios en medio de nosotros. Amistades y vecinos también se me han ofrecido para hacerme la compra, y en lo que necesitase, para que no tuviese que salir de casa, y a quiénes se lo agradezco desde lo más profundo de mi corazón.
En otros pasajes, se reitera el gesto compasivo, arriesgado, familiar de Jesús con quienes tenían necesidad de salud: “Al llegar a la casa de Pedro, vio a su suegra en cama con fiebre; le tocó su mano y se le pasó la fiebre (Mt 8, 14).













