Por la Comunidad de la Madre de Dios
(Monasterio de Buenafuente)
Queridos amigos:
Agradecemos al Señor, la oportunidad que nos da con este encuentro cuando acaba de comenzar el año. Nos unimos al mensaje del Santo Padre Francisco, para la Celebración de la 52 Jornada Mundial de la Paz, que lleva como título: “La buena política está al servicio de la paz”, pues a todos nos ayuda su reflexión. Copiamos la siguiente frase para animar a su lectura: “La paz es también un desafío que exige ser acogido día tras día. La paz es una conversión del corazón y del alma. Es fácil reconocer tres dimensiones inseparables de esta paz interior y comunitaria: la paz con nosotros mismos, la paz con el otro y la paz con la creación”.
En esta Navidad, el Espíritu Santo, nos ha resaltado Jesús es nuestra Luz. Muchos sabéis que hemos disfrutado el privilegio de tener la “Luz de Belén”, llama que ha estado encendida desde que llegó, unos días antes de Navidad, hasta la Epifanía del Señor. Una vela en la capilla ante el Niño Jesús, y otra ante el Niño Jesús del refectorio, que no se han apagado en ningún momento. Ha sido un pequeño signo que ha centrado nuestra atención en Jesús, Luz del mundo. “Luz para alumbrar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel” (Lc 2,32). Esta es la bendición del anciano Simeón al tomar en brazos a Jesús en el templo, cuando José y María acudieron con él, para cumplir con las prescripciones de la Ley. La rezamos todos los días en Completas. Repetir el cántico es la gota de agua que horada la coraza del alma, para que Jesús sea también la Luz de nuestra vida. Iluminación que recibimos cada día a través de la Palabra y de la Eucaristía, y que va alumbrando los ojos de nuestro corazón.
Entre los grandes Misterios de nuestra fe, que hemos celebrado en Navidad, destaca la Epifanía en la manifestación de Jesús como Luz. En la Eucaristía del día de Reyes, decía el profeta Isaías: “Mira, las tinieblas cubren la tierra, y la oscuridad los pueblos, pero sobre ti amanecerá el Señor, su gloria aparecerá sobre ti” (Is 60, 2). En esta situación, que es similar a la que vivimos actualmente, escuchamos la profecía con gran esperanza y confianza en el Señor. “Confía en el Señor y haz el bien, y él te dará lo que pide tu corazón” (Sal 37).
Y finalmente, compartimos con vosotros un mensaje muy extendido en esta Navidad por las redes sociales: “Todo niño quiere ser hombre. Todo hombre quiere ser rey. Todo rey quiere ser “Dios”. Sólo Dios quiso ser niño”. Que el Espíritu Santo nos conceda el don de la humildad y desear ser niños: “de los que son como ellos es el reino de los cielos” (Mt 19, 14 b).
Unidos en la oración
vuestras hermanas de Buenafuente del Sistal



Por Ángel Moreno


Revísteme, una vez más, con tu mirada,
Pienso en las millones de personas que a lo largo de la historia han llevado al máximo sus capacidades gracias a instalarse, tras un proceso migratorio, en un lugar con circunstancias y recursos más apropiados. No sólo me estoy refiriendo a los grandes personajes que han logrado el reconocimiento mundial por su trabajo (A. Einstein, A. Schwarzenegger, H. Houdini, L. van Beethoven, etc.) también las personas anónimas que han encontrado, fuera de su patria natal, una familia, un trabajo, un sueño, un negocio, una lucha. Pienso en ellos cuando pido que haya lugar para la migración en el mundo actual. Porque si el movimiento se demuestra andando no puedo imaginar un mundo sin lo que la movilidad humana a aportado al progreso de la humanidad.
Veo las miles de personas que llegan a países destino de manera irregular y se ven avocados a los distintos tipos de pobreza y discriminación. Conozco a personas que no ven más salida que la delincuencia o la prostitución y a personas que siguen ese camino porque lo consideran más fácil. A menudo otras personas sacan provecho de su necesidad o su miedo. Es necesario, pues, regular la migración, que los que llegan lo hagan en las mejores condiciones posibles. Seguir tratando de proveer a la sociedad de recursos más eficaces que ayuden a la integración efectiva y favorable.













